ULTRASÓNICA ARTÍCULO 50 AÑOS DE ROCK

ULTRASÓNICA ARTÍCULO 50 AÑOS DE ROCK

ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2004


50 años de rock

         40 años de Reseña, 50 años de rock. Aventuras coetáneas y no muy distantes. En estos 50 años, muchas cosas han cambiado en el mundo de la música popular; otras, en cambio, permanecen igual que cuando Elvis Presley entró por primera vez en un estudio de grabación para adaptar las canciones de los artistas de color y cambiar el curso de la música popular para siempre. 

         Hoy hay más estilos que nunca, mas variedad de sonidos, mayor número de artistas, una infinita cantidad de referencias disponibles si tenemos en cuenta el fondo de catálogo, los conciertos se multiplican… Y, sin embargo, si sólo reparamos en lo que reflejan la mayoría de los medios de comunicación y en la tan cacareada crisis de la industria, podría parecer que estamos viviendo un periodo muy negativo. Depende de quién y cómo lo mire. 

         Si en los 50 sólo se vendía vinilo, y después se le sumó el casete, ahora es el disco compacto -y los archivos mp3- el modelo predominante en el consumo de música, aunque no el único, una vez superados otros soportes como las bovinas o el mini-disc. 

         En ellos se vende o intercambia una infinidad de estilos que se engloban bajo el epígrafe común de rock o pop. Seguirles la pista a denominaciones incomprensibles para una mayoría como shoegazing o drill’n’bass necesitan de un buen diccionario musical a mano -y los hay, sí-. Muchos se contaminan entre sí y un consumidor habitual conoce y disfruta de muchos de ellos. En los primeros tiempos era rock’n’roll y poco más. Sus márgenes se han ido ampliando y ensanchando hasta lo impensable, y buena parte de sus creadores más interesantes siguen investigando en esa línea. 

         Dicen que cada diez años ha habido una revolución o movimiento importante y crucial en la música popular. Más o menos, en el 57 triunfaba el rock’n’roll; en el 67 llegó la psicodelia con el primer verano del amor; en el 77 el punk le dio un vuelco único a todo lo existente; en el 87, el segundo verano del amor se extendió con el house -o música de baile-; y en el 97… ¿qué? Más bien nada, lo que no quiere decir que exista una crisis creativa, sino que está todo tan fragmentado que es difícil ya que un único estilo acabe por influir y destacar entre todos los demás. 

         Si a mediados de los 90, la música electrónica era la gran novedad y la gran apuesta, en los últimos tres años se ha vuelto a un rock de guitarras que parece más una contraposición a la música banal que se cuela a través de las televisiones y canales habituales que otra cosa. En cualquier caso, la creación se ha democratizado -sobre todo, después del punk- y, si antes era necesario dominar un instrumento, hoy es suficiente querer hacer música. 

          Antes, el valor era del intérprete, mientras que hoy son los pinchadiscos o DJ’s los nuevos gurus de la modernidad a base de pinchar canciones de otros artistas. Todo el mundo, además de consumidor, puede convertirse en creador, aún sin conocimientos musicales, gracias a programas informáticos o, simplemente, a mezclar discos de otros artistas. Por suerte para la música y su creatividad -aunque, probablemente, por desgracia para los ingresos de los artistas y su vanidad-, a diferencia de lo que ocurría en los 60, los ídolos de los jóvenes ya no son los músicos de rock sino, en gran medida, los deportistas y, más concretamente, los futbolistas. 

         Al igual que ocurría en los principios del rock, siguen existiendo dos tipos de música predominantes: la que se hace buscando el consumidor masivo, en especial el público adolescente, y el de los creadores independientes, más preocupados por la sustancia de su música que por el éxito inmediato. Si acaso, desde principios de los 80 habría que sumarle una tercera categoría: la de aquellos artistas que, después de una trayectoria inicial relevante, buscan, con la edad, acercarse a un público adulto. Los ejemplos serían numerosos: Phil Collins, Sting, Eric Clapton… 

         Los medios de comunicación, preocupados por atraer también a grandes audiencias, han ido escorando su objetivo hacia el primer tipo de consumidor, con productos que se dirigen a audiencias masivas y escasas concesiones a la tercera categoría que citábamos. Eso significa menor presencia en televisión de programas especializados, incremento de la radio fórmula y escaso índice de lectura de los medios especializados. 

         La industria, que se había mantenido prácticamente inamovible desde principios del siglo pasado, se enfrenta a su mayor reto, renovarse o morir, debido, principalmente, a la piratería y a las descargas gratuitas a través de Internet. Hasta ahora se ha optado por la concentración empresarial aunque, muy probablemente, no sea la solución. El futuro está en enfocar Internet como una ilimitada promoción y adaptarse a la venta de música por la red, aunque la mejor estrategia ha sido siempre la apuesta por nuevos valores, los únicos que pueden asegurar una viabilidad más allá del corto plazo. 

         De todas formas, los artistas más creativos nunca han desaparecido del mapa y se encuentran, en este momento, en una coyuntura favorable, valiéndose, como ya hacían en los 50, de los resquicios desaprovechados por la industria. Ellos sí han sabido comprender las oportunidades que Internet ofrece para darse a conocer. También siguen existiendo las compañías independientes, al igual que hace cinco décadas, para promover su música. Y, por si fuera poco, el círculo se cierra después de 50 años: si en el principio era la canción en single el formato en el que se comercializaba la música, un soporte que con el tiempo acabó casi por desaparecer, hoy vuelve a ser la canción, como unidad de venta e intercambio en la red, el valor de consumo y creación predominante.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTÍCULO RESUMEN DEL 2003

ARTÍCULOS 2004

Resumen del 2003: De guitarras y otras cosas

Johnny Cash

En estos últimos meses, la industria musical, una vez vistas las fauces del lobo, ha optado por la fusión entre las multinacionales. Por ahora, tanto la Unión Europea como los Estados Unidos observan el proceso con mucho detenimiento y, casi con total seguridad, acabarán por no permitirse más uniones en aras de la libre competencia. Así que no queda más que imaginación para combatir la tan cacareada crisis.

El 2003 ha sido un año que confirma lo que viene sucediendo una temporada tras otra: se editan más discos que nunca, hay cada vez más conciertos, pero quedan muy pocos canales para difundir lo que verdaderamente merece la pena. Separar la paja del grano es ya casi una tarea heroica y, aún así, unos cuantos artistas siguen editando discos sobresalientes.

Entre los veteranos, un buen número ha cumplido y poco más: David Bowie, Neil Young, Elvis Costello, Lou Reed, Rickie Lee Jones o Iggy Pop añadieron discos dignos a su colección, pero ninguno desbancará a sus clásicos. Otros veteranos como Al Green, Elliott Murphy o Robert Wyatt sí publicaron álbumes que dejarán huella. También artistas como Joe Strummer, Nick Cave, Lloyd Cole o Ian McCulloch, que iniciaron su carrera a finales de los 70 y principios de los 80, tiraron de su libro de estilo para recuperar lo mejor de sí mismos durante el 2003.

Sin embargo, lo mejor del año tal vez haya que acreditárselo al desaparecido Johnny Cash con Unearthed, una caja de cinco compactos con parte del material registrado en los últimos años en sus celebradas sesiones con el productor y mecenas Rick Rubin, caja que se publicó a finales del mes de diciembre de tapadillo en España y con escasas copias. Calificarlo de estremecedor es poco.

Por su parte, las guitarras volvieron a brillar en los últimos doce meses. Ya van tres años de cobertura masiva en los medios que prestan atención a este tipo de música y parece que la moda no tiene fin. Como dato llamativo, significar que la mayoría de nombres reseñables vienen del otro lado del Atlántico: The Strokes, The White Stripes, My Morning Jacket, Death Cab For Cutie, The Rapture, The Jayhawks, Kings Of Leon, Calexico, Yeah, Yeah, Yeahs… Tan sólo Radiohead o la reencarnación garajera de Spiritualized cubrieron el decepcionante expediente en las Islas Británicas.

En el mundo del pop merece la pena destacar los discos editados por Belle & Sebastian, The Thrills, The Postal Service, Josh Rouse, Tahiti 80 o The Sleepy Jackson. Sin embargo, la mayor novedad es una creciente presencia de cantautores que inician su trayectoria con resultados admirables en casi todos los casos. Entre los debutantes se contaron Damien Rice, Tom McRae, Adam Masterson o la extraordinaria Dayna Kurtz, mujer de una voz inigualable y con un futuro portentoso por delante. Ed Harcourt y Richard Hawley contribuyeron a la causa con sus respectivos segundos álbumes.

La electrónica, definitivamente desaparecida de las primeras planas, ha vuelto al underground. Tan sólo Junkie XL, Richard X, LFO, Bent o Basement Jaxx intentaron el asalto a las listas. Y del estilo que vende más en los Estados Unidos, el hip-hop, pueden resaltarse las aportaciones de Gang Starr y Outkast, junto a la versión inglesa y más callejera de Dizzee Rascal.

Desde Francia nos llegó también la recuperación de la chanson a través de elementos más actuales. Si en años anteriores fueron Coralie Clement o Karen Ann los nombres que se embarcaron en esta aventura, ambas bajo la protección de Benjamin Biolay, este año han sido el propio Biolay con su segundo álbum, Jacques Dutronic o la modelo Carla Bruni, aunque en este último caso con la sencillez y la desnudez instrumental como medios.

Fuera de estos ámbitos, sorprendió en el 2003 la irrupción de la malinesa Rokia Traore, el primer álbum en conjunto de las estrellas brasileñas Arnaldo Antunes, Carlinhos Brown y Marisa Monte bajo el nombre de Tribalistas, la repercusión de la gallega Mercedes Peón fuera de nuestras fronteras, el debut de Oi Va Voi o la colaboración de Ry Cooder con Manuel Galbán.

Ya en nuestro Estado, parece que se impone definitivamente la canción en castellano. Tal vez los artistas que se expresan en nuestro idioma no sean mayoría, pero sí son los que sacan mejor partido a sus canciones. Entre ellos, Nacho Vegas, Refree, La Buena Vida o Pauline en la playa han dejado discos para el recuerdo. Las propuestas más arriesgadas de El columpio asesino o Roty 340 merecen también atención.

Junto a ellos, el rap deparó grandes discos de La Mala Rodríguez o La Excepción. En este ámbito, la mayor sorpresa vino con la aparición de artistas como Eddine Said, Silvia Amal, Sulman, Dlux, Dnoe o Las Niñas que intentaron adaptar el r’n’b o soul moderno al castellano.

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA ARTÍCULO DVD REM «PERFECT SQUARE»

ULTRASÓNICA ARTÍCULO DVD REM "PERFECT SQUARE"

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REM: Perfect Square (Warner DVD)

Imitación a la vida

          Road Movie es el antecedente. Aquel fue un concierto seminal en la historia de REM: en su atmósfera se palpaba el ambiente opresivo del disco Monster y de la gira que le siguió. También sirvió como perfecta metáfora visual de la inercia de aquella gira que dejó a la banda muy tocada y casi desaparecida (y, en el caso del batería Bill Berry esta afirmación hay que tomarla literalmente, debido al daño que le provocó en su cerebro justo en medio de la gira).

          Sin embargo, en contra de lo que se pudiera pensar, no significó su fin desde el punto de vista creativo, ya que no sólo compusieron un nuevo disco en la carretera, el ecléctico New Adventures In Hi-Fi de 1996, sino que tuvieron tiempo para dar a la luz una nueva obra maestra tras el abandono de Bill Berry, el infravalorado disco de baja fidelidad Up. Todo ello antes de recuperar parte de su credibilidad comercial en el álbum más pop Reveal

          Perfect Square, su nuevo DVD sacado de uno de sus conciertos, es el primero que recoge material de esta última época y en él el grupo se muestra mucho más reflexivo, recuperando también canciones de sus primeros tiempos. Mientras que la decadencia del Parque de Wiesbaden Bowling Green (del que el DVD toma su nombre) marca las diferencias con el concierto más grunge que fue Road Movie, el grupo cubre sus obligaciones contractuales con una probada eficacia. Como extra se incluye un documental sobre cómo vieron los propios REM y la gente de Stirling los tres conciertos que el grupo ofreció en el castillo de aquella ciudad escocesa en el verano de 1999.  

          Evidentemente, con la reciente edición de su álbum Greatest Hits, sería fácil considerar Perfect Square como una retrospectiva. Pero, incluso aunque entendiéramos que existía la pretensión de cerrar un ciclo, lo que aquí hay no encierra demasiadas sorpresas en cuanto al material, ya que el repertorio de éxitos de esta actuación casa perfectamente con el nivel de estrellas de estadios que han alcanzado, muy distinto a aquel del grupo más sensible y centrado en las raíces, el folk y el circuito independiente que eran antes de que todo el mundo empezara a amarles. 

          En Perfect Square, REM mantiene el ánimo alto en todo momento, espoleados por una audiencia germana que se muestra galvanizada con su sola presencia y, puede que porque estos son días más felices que aquellos de Monster, intentan darle nueva vida tanto al repertorio antiguo como al nuevo. Aún así, mientras en las canciones nuevas hay un poco de todo, algunas merecen la pena: lo mejor de todo es la exuberante y energética "Animal"; tampoco desmerece la luminosa "The Great Beyond", que aparecía en la banda sonora de Man On the Moon y que tiene una melodía contagiosa y uno de esos textos de reafirmación de la vida que Michael Stipe escribe muy de vez en cuando. Incluso la reciente y un tanto decepcionante "Bad Day", una actualización de "It’s The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)", la interpretan con toda la bilis y toda la intención política con la que fue compuesta. 

          La interacción de las canciones antiguas con las nuevas muestra perfectamente la metamorfosis de Michael Stipe, que ha pasado de ser un soñador introvertido al más intenso y carismático líder del rock americano actual, con una voz que muestra tanto rabia como una calidez inhabitual en un hombre de mediana edad como él. Sus movimientos epilépticos parecen haber dado paso a una actuación más controlada, en la que todo el cuerpo participa. A su lado, Peter Buck mantiene su estudiada pose dirigiéndolo todo, al tiempo que mueve energéticamente sus manos sobre el mástil de su guitarra. 

          Hay muchos momentos para el recuerdo. La siempre sorprendente "Drive", con el característico bajo oscilante de Mike Mills sobre la melodía melancólica. Una interpretación emocionante de "Daysleeper", esa perfecta oda al desencuentro con los tiempos modernos y que contiene un piano que parece acariciar una nana. E, incluso aunque deben estar hartos a estas alturas de ella, "Losing My Religion" todavía parece la mejor canción pop jamás escrita. Otras muestran alguna variación sobre la versión original, como "Nightswimming", "Electrolite" -con su piano jazz- o "She Just Wants To Be" -en una rendición catártica-. Lo mejor de todo es "Walk Unafraid", el punto álgido de Up y que se muestra aquí una estremecedora versión. 

          A medida que el sol se va ocultando, el espectáculo decae un tanto, como, por ejemplo, en "At My Most Beautiful" -homenaje descarado a los Beach Boys-, "Man On The Moon" o "Everybody Hurts", una canción tan usada en todo tipo de causas que parece haber perdido ya su contenido emocional -tampoco los mecheros encendidos ayudan-. Al final, el grupo levanta el show con el himno que ya es "Country Feedback" -la favorita de los seguidores de REM- y con la recuperación de "So Fast, So Numb". 

          El cierre no podía ser más previsible, con "It’s The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)", aunque también hay que tener en cuenta hace años que ya no la utilizaban para cerrar sus conciertos. Aquí no enseñan los dientes como hacían en Road Movie, pero, dentro de su contrastado buen hacer, hay suficientes elementos como para atraer tanto a los novatos como a todos aquellos que han escuchado sus canciones tantas veces al menos como ellos las han interpretado. 

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA ARTÍCULO CONCIERTO RED HOT CHILI PEPPERS

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ARTÍCULOS 2004


El día que vi tocar a los Peppers


Exigían puntualidad y empezaron con algo de retraso. El viento pegaba fuerte pero Flea no sentía el frío y salió sin camiseta. Crónica de cómo los californianos Red Hot Chili Peppers dieron un concierto para abrir el verano-Xacobeo.

“Ahí están”. Ovación ensordecedora. Al escenario del Monte do Gozo salen Anthony Kiedis, Michael Bazary (Flea), John Frusciante y Chad Smith. Ante 30.000 personas en Santiago de Compostela van a cerrar su gira europea los Red Hot Chili Peppers. Sólo podía ser un milagro del Xacobeo. La tan cacareada exigencia de puntualidad no se cumple. Pero da igual. Ahí están.

“Can’t stop addicted to the shin dig…”. La canción dedicada por los californianos al tratamiento con ozono pone a saltar a todo el mundo y el corazón, a cientos de metros del escenario, se sale del pecho. Es difícil contenerlo. Son los Peppers. Son ellos. Has pagado los 28 euros (con la historia de pillar la entrada por Internet y no sé qué gaitas), has ido hasta Santiago (gracias otra vez, Edu), te has colado en uno de los autobuses que subían al Gozo (gracias por el descaro, Evita), has echo cola para entrar en el recinto y el sitio que has pillado está a cientos de metros del escenario (y gracias).  

Pero son ellos. El “Hola, gente” de Kiedis sabe a gloria. A la chica que portaba el cartel de “Marry me, Anthony”, a gloria bendita. Se ha vuelto a dejar el pelo largo, esta vez con flequillo, el cantante de los Peppers. Sale con americana y corbata. Acabará enseñando su famoso torso. El bajista Flea, que no siente el frío, lo hace desde el primer momento. Frusciante lleva sus brazos de tatuajes quemados tapados por una camisa. En medio del concierto, se pondría un gorro. Mi cartel (que sólo era mental) ponía. “You’re my inspiration, John”.

Van cayendo las canciones. Toca repaso de grandes éxitos. La gente corea los hits: “Californication”, “Otherside”, “By the way”… Para los bises quedaría “Under the bridge” y “Give it Hawai”. Los orígenes quedan lejanos. Ya no permanece casi nada de los amigos de instituto (Kiedis y Flea) que tenían un grupo en el que salían a tocar desnudos con medias tapando lo único que no querían enseñar del todo. Frusciante era sólo un fan. Sin él, hoy simplemente no son. 

Kiedis canta muy bien. Su voz suena genial en directo. Quedan en la memoria los ecos de 30.000 gargantas ladrando como él propuso desde el escenario. Es habitual (lo dicen los DVD). “Mamamaé”, canta. Y todos detrás. Quedan en la memoria las parrafadas que soltaron. Quedan los esfuerzos de Flea presentando en castellano una versión de una banda amiga de California.

Queda él mismo pidiéndole a la gente que perdonase a Bush. “Fuck George Bush”, le contestaron desde las primeras filas. Queda Frusciante dedicándole “Havana affair” a Joey Ramone (ahí sí que te ganaron, Marta). Queda Chad Smith antes de empezar los bises (dos horas clavadas duró el concierto) haciendo de las suyas en la batería. “Buddy you’re a boy…”. Momentazo.

Pero los momentos grandes, grandes de verdad, vinieron de la mano de Flea y John Frusciante. De sus cuatro manos. Uno frente al otro. Solos con el bajo y la guitarra. Sobrábamos todos. Cómo se aplaude algo así. Yo no sé. Y ahí sí era oficial: éste era un gran concierto, por encima del montaje audiovisual que derrapó al principio, por encima del pésimo sonido que iba y venía según pegase el aire, por encima de pagar los casi 30 euros para cansarse de ver invitaciones VIP colgadas de cuellos (VIP ¿de qué?), por encima de fuegos artificiales que sobran (la pirotecnia no hace falta con un grupo como éste), por encima de los parones entre canción y canción (por Dios bendito si llevan tres días repitiendo concierto en High Park, ¿qué se comentaban?), por encima de obviar un guiño como sería tocar “Cabrón”.  

Allí estaba John Frusciante para hacerlo olvidar todo, de rodillas, tocando con los ojos cerrados, como si no hubiese nada más. No lo había y (casi) no lo hay.

Belén López

ULTRASÓNICA ARTÍCULO RECOPILATORIOS DE FIN DE AÑO

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Recopilatorios, con la resaca de fin de año

 

Como cada año, las compañías volvieron a hacer lo de siempre en el último trimestre del año: editar una buena colección de discos recopilatorios, cajas de varios compactos, discos de remezclas, conciertos en directo, homenajes a algún artista, acústicos, discos de versiones, de duetos, discos colectivos con lo que más ha sonado en las radio-fórmulas, megamixes, discos con lo mejor de cualquier cosa… Una excusa perfecta para saciar nuestra fiebre consumista. ¿Seguro? Repasemos. 

El año discográfico se cuenta por campañas; una se inicia en febrero, de cara al verano y los bolos estivales, y la otra en agosto, de cara a la Navidad. Es en esas entrañables fiestas cuando todos los sellos discográficos se presentan con sus mejores armas en el mercado. Y lo hacen acompañados de grandes campañas publicitarias, con una especial atención hacia la televisión, donde se dejan casi todo su presupuesto, una buena pasta, en publicidad. 

Lo más curioso es que, mientras el resto del año reina una tremenda competitividad entre los sellos, de cara a la época navideña -y al verano- los corazones se ablandan y todos arriman el hombro de alguna manera, cediendo o editando sus canciones en recopilaciones preparados por la competencia. 

Por si fuera poco, muchas recopilaciones preparadas en los USA o el Reino Unido nunca son editadas aquí, ya que sus compañías tienen demasiado material en sus manos para promocionar o porque piensan que no tendrán unas ventas mínimas. Nada del otro mundo en un Estado en el que, esta vez, se ha quedado en el tintero, por ejemplo, la colección de Super Furry Animals. 

Que nadie se crea que son los grupos más críticos con el sistema los que menos se prestan a la jugada. Repasemos. ¿Cuántos discos editaron los rebeldes Pearl Jam? Este año se les puede encontrar en las tiendas por partida triple, ya que, además de un directo acústico -el enésimo, teniendo en cuenta que antes editaron todos y cada uno de los conciertos de su anterior gira-, está disponible un grandes éxitos doble y un recopilatorio de sus caras B también doble. Y The Cure ya casi pueden presumir de ser el grupo con más recopilaciones de éxitos, singles, maxis y remezclas, a lo que se le añade este año una nueva caja de cuatro compactos con las caras B de sus singles. 

Lo más rentable para las compañías es tirar del fondo del catálogo, sin tener que hacer mayor esfuerzo. A veces se hace con cierto gusto, editando cajas tan atractivas como prohibitivas para el bolsillo, como las de Nirvana, Marvin Gaye, The Mamas & The Papas, Simple Minds, Rolling Stones, The Beatles, The Faces, Bon Jovi, Michael Jackson o George Harrison de este año o toda la colección completa de los discos de Caetano Veloso. 

Sin embargo, lo habitual es repetir la misma colección, con escasas variaciones, una y otra vez, cambiando poco más que la portada, y para demostrarlo en estos últimos meses se pueden ver por los escaparates nuevos recopilatorios de Antonio Vega, The Jacksons,  John Denver, Jackson Browne, Tina Turner, Neil Young, Seal, Kylie Minogue, Bee Gees, Triana, John Mellencamp… 

Otros buscan alguna excusa más original para hacer lo mismo, centrándose en una época concreta o en canciones perdidas en caras B, como fue el caso, esta temporada, de Phil Collins, Joni Mitchell, Frank Sinatra, Jean Michel Jarre, Nick Drake, Blondie… 

A su lado están los que son primerizos en este mundo, aunque seguro que no por última vez: Mikel Erentxun, Marilyn Manson, Supergrass, 10.000 Maniacs, Robbie Williams, The Long Ryders, Placebo, Groove Armada, Travis, Everclear, Korn, The Verve, Afro Celt Sound System, Café Tacuba, Keziah Jones, Wu-Tang Clan… 

De poco vale que los artistas con unos ciertos principios levanten sus protestas. Muchos tienen estipulado en sus contratos la absoluta libertad para sus compañías en cuanto a la edición de toda clase de discos recopilatorios. Casi nadie es dueño de su propio catálogo. De las pocas canciones que Stone Roses grabaron para su primera compañía, Silverstone, éstos llegaron a editar hasta tres recopilatorios, utilizando incluso el trabajo artístico de John Squire. Lo cierto es que las protestas vienen acompañadas de suculentos derechos de autor que pasan a engrosar las cuentas corrientes de los compositores, así que tampoco se esfuerzan en denunciarlo. 

Muchas son las fórmulas que explotan las compañías para lucrarse, aunque se les ocurran pocas innovaciones. Los recopilatorios más innecesarios son, significativamente, los de mayores ventas. Ahí estuvieron todas esas mezclas de música de discoteca de sábado noche de saga interminable (Bolero Mix X, Máquina total X…), que explican sus ventas si pensamos que ahorran a muchos pinchadiscos horas de trabajo. 

Además de los discos de duetos -este año Ray Charles o Nancy Sinatra- o de tributo a un artista -Radio Futura, Steve Wynn, Depeche Mode o Echo & Th Bunnymen son los homenajeados esta temporada-, también se puede utilizar el recurso del disco en directo, otra forma de recopilar canciones, que sirve para estimular el ego de los artistas con el respaldo de su público y cerrar los paréntesis creativos de las bandas. Rolling Stones, Aimee Man, Ocean Colour Scene, Dream Theater, Queen, Phoenix o Sexy Sadie fueron los últimos ejemplos de algo que parece no tener fin. 

Quedan aún las grabaciones acústicas -John Lennon-, las reediciones generalmente con añadidos -The Clash, David Bowie, Pavement, The Pogues, Jeff Buckley, Bruce Springsteen, John Lennon, Talking Heads, The Kinks, ABC, Nacha Pop-, los álbumes de versiones de otros artistas -Paul Weller, k d Lang, Joe Cocker, Molotov, David Kitt- los discos de remezclas -Depeche Mode- o de Navidad -Chris Isaak, Dianne Reeves-… Vamos, que si alguien no sabe cómo hacer rentable su negocio, ya sabe a quién dirigirse. 

Xavier Valiño

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