YACHT ROCK (2)

Yacht rock, el ahora reivindicado soft rock californiano de finales de los 70 (2)

(Artículo en 4 partes)

En cierto modo, el yatch rock tuvo su punto de partida en los cantantes compositores eléctricos de principios de los 70 de Laurel Canyon, como Joni Mitchell, Ned Doheny, Carole King, Jackson Browne, David Crosby, Judee Sill, Graham Nash…, quienes tomaron al asalto las ondas de la Frecuencia Modulada con sus canciones de vuelta a las necesidades interiores, al estudio de la psicología del alma y a la relación del individuo con la sociedad.

Los músicos que empezaron a grabar a continuación, a mediados de los 70, buena parte de ellos en bandas -frente a los solistas que les precedieron-, tomaron de ellos el estado de ánimo lánguido, amable e introspectivo, amplificando la exuberancia y el lujo, comercializando el producto y dejando atrás la mirada interior, con un cierto sentido de resignación y apatía. Que las canciones que escribieron no tuviesen relevancia cultural alguna no quiere decir que una parte o todas fuesen olvidables. Además, su producción sirvió de puente hacia las grabaciones tecnificadas y electrónicas de buena parte de los años 80.

Tres canciones sentaron un claro precedente, marcando el camino: “Horse with No Name” de America (1971), “Summer Breeze” de Seals and Crofts (1973) y “One of These Nights” de Eagles (1975). Y el momento en que el sonido encontró su acta fundacional podríamos focalizarlo cuando The Doobie Brothers, la banda rockera del Norte de California, fichó a un nuevo cantante que cambiaría su sonido. Michael McDonald, originario de San Francisco, se unió al grupo con 24 años en 1976, aportando soul de ojos azules a la ecuación en su sexto álbum, Takin’ It to the Streets, cristalizando así definitivamente el yatch rock. Inmediatamente se convirtió en la voz del sonido de la Costa Oeste, con su forma de cantar suave, aterciopelada y reconfortante. Una buena forma de saber si una canción encaja en el género es imaginarla en su voz.

Crosby, Stills & Nash en el barco de David Crosby

El otro hecho decisivo, también en 1976, sucedió cuando Kenny Loggins se separó de su compañero de composición hasta entonces, Jim Messina, para emprender su propio camino. Además de sus discos en solitario, Loggins empezó uniéndose a Michael McDonald -sí, los dos músicos citados al principio- para escribir “What a Fool Believes”, el gran éxito de The Doobie Brothers y la quintaesencia del yatch rock. Siguieron colaborando durante varios años, algo que fue sustancial en una escena musical verdaderamente incestuosa, compuesta en gran parte por amigos -y músicos de estudio infalibles- que tocaban en los álbumes de los demás.

Eran, sí, amigos, porque se trataba de un club exclusivamente masculino, una logia privada de varones, con nombres como Dan Fogelberg, Bobby Caldwell, Bill LaBounty, Rupert Holmes, Robbie Dupree, Elvin Bishop o Bob Welch y formaciones como Orleans, Ambrosia, Prayer, Atlanta Rhythm Section, Exile, Looking Glass, Ace, Sanford Townsend Band, Starbuck, The Orzark Mountain Daredevils, Silver o Climax Blues Band. Ninguna de las mujeres que tenía entonces discos de éxito (Linda Ronstadt, Carly Simon, Joni Mitchell…) se adaptaba a las coordenadas de ese sonido ni compartía con ellos sesiones de grabación. Si hay que buscar una excepción, esa sería la revisión que Nicolette Larson hizo del “Lotta Love” del que fue su pareja, Neil Young, mientras grababan el álbum de este Comes a Time. Y era un club blanco, caucásico, en el que tampoco había músicos de color. Curiosamente, las escasas canciones de George Benson (“Turn Your Love Around”) o Michael Jackson (“Human Nature”) que se puede considerar que tenían un sonido similar no habían sido compuestas por ellos, sino por los músicos de Toto. No hay más que escudriñar los créditos de ambos discos.

Ned Doheny

Sanford Towsend Band

A partir de 1983, el reinado de este club empieza a decaer. Se pueden apuntar varias razones, como la llegada de las máquinas a los estudios de grabación, perdiendo las canciones su individualidad para pasar a ser algo más adaptado a una fórmula. El grado de conservadurismo de buena parte de la música a partir de entonces encajaba perfectamente con el materialismo que definía la era Reagan, con una industria que se volcó más en la promoción que en sustentar la creatividad de personas físicas en el estudio. Una parte de la culpa la tuvo la MTV, claro está, que había irrumpido como un cataclismo en la escena musical. Todos estos tipos eran más bien poco atractivos, sin dotes de actores ni una imagen vistosa, por lo que no se sintieron cómodos en la nueva realidad. De hecho, algunos como Cristopher Cross desaparecieron de la esfera pública con la llegada de la cadena. Y, por último, hay que reconocerlo, llegó un punto en el que exceso de sacarina fue demasiado hasta para el apetito más dulce. El melodramático sintetizador de Peter Cetera en “The Glory of Love” (1984) de la banda sonora de Karate Kid bien podría marcar el punto en el que muchos abandonaron el yate y se desentendieron definitivamente de su navegación.

Ace

Looking Glass

Lista Spotify con 100 canciones seleccionadas por el autor

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