YACHT ROCK (Y 4)

Yacht rock, el ahora reivindicado soft rock californiano de finales de los 70 (y 4)

(Artículo en 4 partes)

10 discos del siglo XXI

1 Nightshift: Full Moon(2007)

La mayoría de artistas que han hecho yatch rock en el siglo XXI no son norteamericanos, el lugar donde se originó, como se verá en las próximas líneas. Sin ir más lejos, Nightshift era un dúo francés formado por Gaël Benyamin y Jérôme Beuret (fallecido este año) que empezaron haciendo música electrónica para, después, querer grabar un álbum a la vieja usanza con músicos reales en lugar de máquinas, un disco que representase un viaje por el sur de California al final de un perfecto día de verano, mientras comienza a asomar la luna. Eso es Full Moon, con Steely Dan o Gerry Rafferty como sus modelos y guías durante todo el proceso.

2 The Norwegian Fords: Somewhere Down the Road You’ll Listen(2011)

Erik Enzo (Odd Erik Ognedal) y Paul Call (Pål Frøiland) son los dos noruegos detrás de The Norwegian Fords, un proyecto paralelo a la banda Elle Melle, más orientada al pop-rock. Por el contrario, The Norwegian Fords tienen más que ver con el jazz pop sofisticado de bandas como Steely Dan, y así lo demostraron en su debut homónimo de 2008 y en este segundo álbum, de 2011. De hecho, ellos mismos definen su música como “pop retro californiano con letras soleadamente cínicas”.

3 Incarnations: With All Due Respect(2010)

A Bart Davenport se le ha asociado frecuentemente con el pop de los 70. Pero en ninguno de sus proyectos o discos en solitario sonó tanto a ello como en el único álbum de Incarnations, publicado en 2010. Grabado con dos de los componentes de The Phenomenal Handclap Band, la idea nació en Madrid, se gestó en un barco camino de Tánger -nada más apropiado- y se registró en Tarifa en menos de dos semanas. La placidez de la grabación y los ecos del océano cercano -aunque sea el Atlántico en lugar del Pacífico- se transmiten perfectamente en sus 9 canciones.­

4 Ed Motta: AOR (2013)

El sobrino de Tim Maia tiene una larga carrera en Brasil: empezó en el hard rock y ha acabado por adaptar temas de la factoría Disney. En 2013 se descolgó con el mejor ejemplo de yatch rock de tiempos recientes, como si Steely Dan siguiesen en activo, aunque él lo titulase engañosamente AOR. Productor multinstrumentista, compositor, arreglista, traductor y coleccionista enciclopédico de discos, contó en este álbum con los mejores músicos de estudio de Brasil, al igual que se hacía en California a finales de los 70, resultando en una insospechada y redonda colección de diez singles potenciales.

5 Mayer Hawthorne: Man About Town(2014)

Hawthorne podría pasar por un revivalista del soul, pero hay más en su obra. De hecho, justo antes de grabar su cuarto disco, en 2014, había trabajado con Daryl Hall (del dúo Hall & Oates). Tal vez por ello sea este su álbum que más evoca la época en la que el dúo tuyo mayor éxito. En “Cosmic Love” seduce con su falsete, en el que es el mejor corte del lote, en “Book of Broken Hearts” se acerca a la música disco de cadencia más relajada, en “Out of Pocket” al funk, en “Fancy Clothes” al reggae y en “Lingerie & Candlewax” al soul sedoso de ojos azules, mientras que en “The Valley” recuerda a Steely Dan y en “Love Like That” a, sí, Hall & Oates.

6 Young Gun Silver Fox: West End Coast (2015)

El dúo formado por el inglés Andy Platts (Young Gun) y el norteamericano Shawn Lee (Silver Fox) es el mejor ejemplo actual del soft rock de la Costa Oeste de finales de los 70, o sea, lo que llamamos yatch rock. De hecho, cualquiera de sus cuatro discos en común -y, también, los de sus numerosas aventuras en solitario, que vale la pena seguir- supera en buena parte a lo que se grabó y editó en aquellos años. Sus títulos también remiten intencionada y afortunadamente a aquella época: West End Coast (2015), AM Waves (2018), Canyons (2020) y Ticket to Shangri-La (2022).

7 Slow Dancer: In a Mood(2017)

Influido por lo que escuchaban sus padres en los largos viajes en coche por la costa australiana, hay en el pop-folk-soul orgánico de Slow Dancer (un trabajador social de nombre real Simon Okely que se puso de nombre artístico el título de un álbum de Boz Scaggs), ecos de Steely Dan, America, Fleetwood Mac, Bill Withers, Jackson Browne y el Laurel Canyon, todo ello mecido por su voz de crooner seductor, unos textos introspectivos y melancólicos y una producción nítida y sencilla. En su segundo disco, tocado todo por él, destacaba especialmente el single “I Would”, aunque vale la pena recuperar tanto este álbum como su debut, Surrender (2014), que pasó aún más desapercibido.

8 Joel Sarakula: Companionship (2020)

Llegado desde Australia, y asentado en los últimos años en Canarias después de vivir una temporada en Londres, Joel Sarakula tiene una influencia innegable de lo mejor del yatch rock en sus canciones. Y tiene sentido por cuanto dedicó una parte de su juventud a recorrer el mundo como pianista de cruceros recreando éxitos de entonces. Tal vez sea Companionship el disco que mejor recoja ese influjo, aunque en los títulos -y temas- de otros discos también es evidente, como en Island Time, The Golden Age, Love Club,o Pacifico Waves.

9 Yacht Rock Revue: Hot Dads in Tight Jeans(2020)

Formados en Atlanta en el 2009 como banda tributo al yatch rock, algo que ya muestran de forma inequívoca desde su nombre, el grupo empezó a hacer giras por los EE.UU. con mucho éxito. En el 2020 quisieron ir más allá y todo aquello de lo que se habían ido empapando encima del escenario lo trasladaron a su primer álbum de estudio, un ejercicio de estilo curioso pero bastante menos relevante de lo que quisieran sus autores.

10 Miles: Riding the Wave(2022)

Adam Amer llevaba más de trece años haciendo de productor y músico de sesión y de directo para gente como Smokey Robinson, Steven Tyler o Rebecca Macintyre. El londinense tenía, por tanto, a los mejores músicos de la ciudad en su agenda, y con algunos se encerraba de vez en cuando para ir grabando en secreto sus primeras canciones. Por eso su debut bajo el apodo Miles, plagado de exquisitas melodías y armonías soleadas, instrumentos que suenan limpios y solos de guitarra o saxofón, puede evocar -sin el menor atisbo de ironía- y mirar de frente a Christopher Cross, Eagles, Michael McDonald o Steely Dan. Solo se le puede achacar su racanería (8 canciones) y que dejase fuera sus singles “Josephine” y “Earth Angel”.

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YACHT ROCK (3)

Yacht rock, el ahora reivindicado soft rock californiano de finales de los 70 (3)

(Artículo en 4 partes)

10 discos clásicos

1 Seals & Crofts: I’ll Play for You (1976)

Habían editado ya seis discos anteriores y, lo que más nos interesa aquí, habían firmado “Summer Breeze” -luego versionada por The Isley Brothers-, una de las piezas fundacionales del yatch rock y de las que mejor representa su esencia. Por el año de su edición, I’ll Play For You es el que mejor encaja en esta lista, pero es también uno de sus mejores discos junto a Summer Breeze (1972, más folk) y Diamond Girl (1973). En su ecuación de folk-pop melódico, además de los singles “I’ll Play for You” y “Castles in the Sand”, destacan “Blue Bonnet Nation”, “Golden Rainbow”, “Truth Is but a Woman” o “Ugly City”.

2 Boz Scaggs: Silk Degrees (1976)

Once años llevaba ya grabando Boz Scaggs, y seis discos editados, cuando le llegó su mayor éxito con Silk Degrees. El álbum marcó el cenit comercial de Scaggs, una mezcla de pop rock (“Jump Street” y “Lido Shuffle”), rhythm & blues (“What Can I Say”), soul (“Lowdown”, “It’s Over”), reggae (“Love Me Tomorrow”), baladas (“Harbor Lights” y “We’re All Alone”, que se convirtió en un éxito en la voz de Rita Coolidge) y canciones irresistibles como “Georgia”, “Lido Shuffle” o “Lowdown”. El resultado, diez canciones con más corazón que la mayoría del material insulso del soft rock de la época.

3 The Doobie Brothers: Takin’ It to the Streets (1976)

Tras cinco discos, una gira en marcha y con su vocalista Tom Johnston enfermo, el grupo contrató al miembro de Steely Dan Michael McDonald para cumplir sus compromisos en directo. Deslumbrados por su aportación, lo incluyeron como parte de la banda. Su voz y sus canciones los condujo hacia un sonido más suave y emotivo, no muy diferente de lo que le sucedió a Steely Dan entre Can’t Buy a Thrill y Pretzel Logic. De hecho, “It Keeps You Runnin’“ y “Rio” podrían pasar por canciones de Steely Dan. Además, aquí se acercan al soul (“For Someone Special”) o el funk (“The Wheels of Fortune”), al tiempo que dejan caer uno de sus grandes clásicos en el tema titular y adelantan su sonido de los 80 en “Carry Me Away”.

4 Steely Dan: Aja (1977)

Aja es la Piedra Roseta del yatch rock, ya que los músicos que allí coincidieron serían los responsables de buena parte de los discos que se grabarían en los siguientes años y que entran dentro de la denominación que aquí tratamos. Aparece hasta Michael McDonald en los coros. No se escatimó nada en la producción, con amplias secciones de metales y cuerdas e incontables horas de estudio, con todos los implicados en el momento más creativo de su trayectoria. Se nota en el sonido lujoso de sus siete canciones, con unos textos y una instrumentación por encima de sus coetáneos, incluyendo alguno de los mejores solos de guitarra de todos los tiempos, como el de “Peg”, que conforma, junto a cortes como “Deacon Blues” o “Josie” el tratado del mejor yatch rock.

5 Dane Donohue: Dane Donohue (1978)

Nacido en Ohio, Donohue estuvo dos años de gira por Europa con Jesucristo Superstar. Al volver, firmó con Columbia y pasó tres años grabado su debut. Tuvo carta blanca total: en el disco están Stevie Nicks y varios componentes de Eagles o Toto. Entre Eagles y Steely Dan, su debut es el más claro representante del sonido de la Costa Oeste de finales de los 70 de toda esta lista y, a pesar de ello, no tuvo ningún éxito y cayó en el olvido casi desde el momento de su edición. Poco después, sería condenado por participar en una estafa piramidal, poniendo fin a una carrera que prometía.

6 Gerry Rafferty: City to City (1978)

Había editado un único disco en 1971. Su participación en Stealers Wheel (con los que editó el archiconocido “Stuck in the Middle with You”, revitalizado por Tarantino) le impidió, por contrato, editar otro disco en solitario hasta 1978. Ahí estaba su otra canción más celebrada, “Baker Street”, que ha oscurecido un tanto al resto del álbum. No debería ser así, ya que encierra algunos de los mejores momentos del soft rock de entonces en “Right Down the Line”, “Home and Dry”, “Whatever’s Written in Your Heart” o “City to City” -que bien podía haber firmado Steve Miller, por ejemplo-. Dato curioso: la edición norteamericana apareció con una mezcla acelerada que reducía en dos minutos (de 53 a 51) la duración del disco.

7 Pages: Pages (1978)

Richard Page y Steve George, naturales de Phoenix (Arizona) y establecidos en San Diego, comenzaron como músicos de Andy Gibb. El sello Epic los fichó tras escuchar su primera maqueta de jazz fusión. Con músicos de estudio grabaron su debut, un disco más que apreciable y que representa fielmente el sonido de la Costa Oeste, que incluía funk (“Clearly Kim”), pop (“If I Saw You Again”), calipso (“Love Dance”), rock (“Listen for the Love”, “Room at the Top”) y baladas (“It’s Alright”, “This Is for the Girls”), revestido todo con un cierto toque jazz. Agradable, soleado y reconfortante, el disco -y los dos siguientes que editaron- no obtuvo ninguna repercusión, disolviéndose tres años después..

8 Little River Band: Sleeper Catcher (1978)

Tras tres álbumes, a Little River Band les llegó el éxito en 1978 con Sleeper Catcher gracias, sobre todo, al single “Reminiscing”, que los llevó a compartir giras con Boz Scaggs o Eagles. Pero no sería justo reducir el disco a una sola canción, algo que queda claro ya con la apertura épica de “Fall from Paradise”. En este trabajo suenan más optimistas y directos que nunca, añadiendo otras canciones tan válidas como la balada “Lady”, el medio tiempo “Light of Day”, el soul de “So Many Paths” o la más enérgica “Shut Down Turn Off”. Eso sí, mejor olvidar su traslación al castellano de “Reminiscing”, todo un delito.

9 Hall & Oates: H2O (1982)

Más veteranos. En activo desde 1972, Hall y Oates habían ido derivando del folk de sus inicios hacia un soul de ojos azules que los situó en el centro de del soft rock de aquellos años. Podía haber sido Bigger than Both of Us (1976), aunque no tiene un puñado de canciones tan brillantes, Voices (1980), su disco new wave, o Private Eyes (1981), su antecedente directo y al mismo nivel, aunque es en H2O, su undécimo álbum, donde se encuentran sus canciones más emparentadas con el yatch rock, como “Maneater”, “Open All Night”, “One on One”, la versión de “Family Man” e incluso temas que blanquean el sonido de Prince (“Crime Pays”).

10 Toto: Toto IV (1982)

Yatch rock tratado con esteroides, yatch rock en tecnicolor. Los anteriores discos le superan en méritos artísticos, pero este fue el bombazo en las listas de éxito. Toto se diferencia de todos los anteriores porque tenían un pie en el AOR, con un sonido más bombástico y guitarras con riffs poderosos, aunque acompañado todo con unas voces claras y la sofisticación del soft rock, a cargo de músicos que habían trabajado con Steely Dan o Bozz Scaggs y que componían también para Michael Jackson o George Benson. “Hold the Line”, de su álbum homónimo de 1978, sería el mejor ejemplo, con un estribillo puramente AOR mientras que el resto de la canción resulta más suave. Tan sobrados iban que en 1982 metieron su mayor éxito, “Africa”, al final de la cara B de su disco de aquel año, IV.

Lista Spotify con 100 canciones seleccionadas por el autor

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YACHT ROCK (2)

Yacht rock, el ahora reivindicado soft rock californiano de finales de los 70 (2)

(Artículo en 4 partes)

En cierto modo, el yatch rock tuvo su punto de partida en los cantantes compositores eléctricos de principios de los 70 de Laurel Canyon, como Joni Mitchell, Ned Doheny, Carole King, Jackson Browne, David Crosby, Judee Sill, Graham Nash…, quienes tomaron al asalto las ondas de la Frecuencia Modulada con sus canciones de vuelta a las necesidades interiores, al estudio de la psicología del alma y a la relación del individuo con la sociedad.

Los músicos que empezaron a grabar a continuación, a mediados de los 70, buena parte de ellos en bandas -frente a los solistas que les precedieron-, tomaron de ellos el estado de ánimo lánguido, amable e introspectivo, amplificando la exuberancia y el lujo, comercializando el producto y dejando atrás la mirada interior, con un cierto sentido de resignación y apatía. Que las canciones que escribieron no tuviesen relevancia cultural alguna no quiere decir que una parte o todas fuesen olvidables. Además, su producción sirvió de puente hacia las grabaciones tecnificadas y electrónicas de buena parte de los años 80.

Tres canciones sentaron un claro precedente, marcando el camino: “Horse with No Name” de America (1971), “Summer Breeze” de Seals and Crofts (1973) y “One of These Nights” de Eagles (1975). Y el momento en que el sonido encontró su acta fundacional podríamos focalizarlo cuando The Doobie Brothers, la banda rockera del Norte de California, fichó a un nuevo cantante que cambiaría su sonido. Michael McDonald, originario de San Francisco, se unió al grupo con 24 años en 1976, aportando soul de ojos azules a la ecuación en su sexto álbum, Takin’ It to the Streets, cristalizando así definitivamente el yatch rock. Inmediatamente se convirtió en la voz del sonido de la Costa Oeste, con su forma de cantar suave, aterciopelada y reconfortante. Una buena forma de saber si una canción encaja en el género es imaginarla en su voz.

Crosby, Stills & Nash en el barco de David Crosby

El otro hecho decisivo, también en 1976, sucedió cuando Kenny Loggins se separó de su compañero de composición hasta entonces, Jim Messina, para emprender su propio camino. Además de sus discos en solitario, Loggins empezó uniéndose a Michael McDonald -sí, los dos músicos citados al principio- para escribir “What a Fool Believes”, el gran éxito de The Doobie Brothers y la quintaesencia del yatch rock. Siguieron colaborando durante varios años, algo que fue sustancial en una escena musical verdaderamente incestuosa, compuesta en gran parte por amigos -y músicos de estudio infalibles- que tocaban en los álbumes de los demás.

Eran, sí, amigos, porque se trataba de un club exclusivamente masculino, una logia privada de varones, con nombres como Dan Fogelberg, Bobby Caldwell, Bill LaBounty, Rupert Holmes, Robbie Dupree, Elvin Bishop o Bob Welch y formaciones como Orleans, Ambrosia, Prayer, Atlanta Rhythm Section, Exile, Looking Glass, Ace, Sanford Townsend Band, Starbuck, The Orzark Mountain Daredevils, Silver o Climax Blues Band. Ninguna de las mujeres que tenía entonces discos de éxito (Linda Ronstadt, Carly Simon, Joni Mitchell…) se adaptaba a las coordenadas de ese sonido ni compartía con ellos sesiones de grabación. Si hay que buscar una excepción, esa sería la revisión que Nicolette Larson hizo del “Lotta Love” del que fue su pareja, Neil Young, mientras grababan el álbum de este Comes a Time. Y era un club blanco, caucásico, en el que tampoco había músicos de color. Curiosamente, las escasas canciones de George Benson (“Turn Your Love Around”) o Michael Jackson (“Human Nature”) que se puede considerar que tenían un sonido similar no habían sido compuestas por ellos, sino por los músicos de Toto. No hay más que escudriñar los créditos de ambos discos.

Ned Doheny

Sanford Towsend Band

A partir de 1983, el reinado de este club empieza a decaer. Se pueden apuntar varias razones, como la llegada de las máquinas a los estudios de grabación, perdiendo las canciones su individualidad para pasar a ser algo más adaptado a una fórmula. El grado de conservadurismo de buena parte de la música a partir de entonces encajaba perfectamente con el materialismo que definía la era Reagan, con una industria que se volcó más en la promoción que en sustentar la creatividad de personas físicas en el estudio. Una parte de la culpa la tuvo la MTV, claro está, que había irrumpido como un cataclismo en la escena musical. Todos estos tipos eran más bien poco atractivos, sin dotes de actores ni una imagen vistosa, por lo que no se sintieron cómodos en la nueva realidad. De hecho, algunos como Cristopher Cross desaparecieron de la esfera pública con la llegada de la cadena. Y, por último, hay que reconocerlo, llegó un punto en el que exceso de sacarina fue demasiado hasta para el apetito más dulce. El melodramático sintetizador de Peter Cetera en “The Glory of Love” (1984) de la banda sonora de Karate Kid bien podría marcar el punto en el que muchos abandonaron el yate y se desentendieron definitivamente de su navegación.

Ace

Looking Glass

Lista Spotify con 100 canciones seleccionadas por el autor

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YACHT ROCK (1)

Yacht rock, el ahora reivindicado soft rock californiano de finales de los 70 (1)

(Artículo en 4 partes)

Michael McDonald, Thundercat y Kenny Loggins

Sucedió hace ahora cinco años, cuando un músico como Thundercat, quien había militado en la escena hardcore poco tiempo antes, contó para su disco Drunk con Michael McDonald y Kenny Loggins. ¿Qué? ¿Cómo? Pues sí, y aunque se trataba solo de una canción, “Show You the Way”, servía para recuperar a un par de músicos un tanto denostados y que habían tenido su momento álgido 40 años atrás. Y lo hacía sin el más mínimo atisbo de ironía.

Steely Dan (con Michael McDonald)

The Doobie Brothers

Se podía entender lo de Thundercat como una reivindicación, como un homenaje suyo a dos personas que admiraba, por difícil que parezca. Pero el caso es que bien se puede fijar ese momento como la constatación de que una música que había estado bastante olvidada y menospreciada empezaba a ser reevaluada, degustada por nuevos y viejos seguidores que experimentaban placer auditivo escuchando aquellas canciones sin ningún tipo de prejuicio. Según parecía decir Thundercat y estos oyentes, es posible no vivir exclusivamente de sonidos hechos por guitarras eléctricas poderosas y cambiar la dieta de vez en cuando, degustando otros sonidos, otros ritmos y otras voces más suaves, eso sí, en pequeñas dosis, no vayan a salir sarpullidos.

Seals & Crofts

Boz Scaggs

No son los únicos. Durante los últimos años, la emisora SiriusXM ha mantenido en antena una emisora que solo programa música de aquellos años ahora conocida como yatch rock, durante la temporada principal de navegación, o sea, los meses de primavera y verano. Se han editado también varios recopilatorios recientemente y proliferan las listas de reproducción en plataformas en la red. Hay también bandas que recrean lo que se escuchaba en los años de gloria de McDonald y Loggins, como Yacht Rock Revue, y toda una serie de artistas recientes que, aunque no se puedan agrupar en una escena o término común, llevan en su ADN grabado a fuego lo que se hizo entonces.

Serie Yacht Rock

Kenny Loggins & Jim Messina en un barco

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por increíble que parezca, la culpa la tiene Youtube. Más concretamente tres personas -el escritor, director y productor JD Ryznar y los productores David B. Lyons y Hunter D. Stair- que filmaron y colgaron el 26 de junio de 2005 en la plataforma una serie de doce capítulos cortos, pero memorables, llamada Yatch Rock, que parodiaba, no sin cierto cariño, a los principales personajes de aquella escena. La serie retrataba satíricamente el principio de los 80 como la cúspide del mal estilo pero, al mismo tiempo, parecía reverenciar con genuino aprecio su banda sonora.

Gerry Rafferty

Bob Welch con Stevie Nicks

La llamaron así, Yatch Rock (Rock de Yates), algo que se podría entender incluso como un insulto, para aglutinar a aquellos artistas que probablemente tendrían yates y escucharían aquella música en sus estéreos de alta fidelidad, lo que podríamos entender como el rock yuppie de los 80. Pero el efecto fue más bien el contrario, ya que el estigma desapareció inmediatamente para aquello que antes se consideraba, en el mejor de los casos, un placer culpable, y anticuado en comparación con otros géneros florecientes de entonces como el punk rock, la new wave o el hip-hop. El nombre podía tener cierta gracia cuando se escuchaba por primera vez, pero acabó siendo adoptado para dar nombre a una forma de hacer música, reconociendo que entre todo lo editado entonces había canciones que valía la pena recuperar. Seguramente se trate de la primera vez que una etiqueta nace después de que la música a la que dio nombre y sus años de gloria hayan quedado atrás, muy atrás.

Daryl Hall & John Oates, con Todd Rundgren en el medio

Bobby Caldwell

Efectivamente, los discos y músicos que aglutinaría ese término reinaron en las listas de éxitos entre 1976 y 1983, con algunos antecedentes desde unos meses antes y algunos coletazos hasta 1986. Sus canciones suaves y sus textos melancólicos evocaban un ambiente relajado y tranquilo, con unas cuantas referencias -también en sus portadas- a la navegación, el buen tiempo y California, todo muy adecuado para que se acabase llamando así.

Dan Fogelberg

Orleans

El equivalente más similar a la nueva denominación sería soft rock, o rock suave, un rhythm and blues blanqueado que se traducía en canciones equidistantes entre el AOR (rock orientado para adultos), el soul, el jazz y el pop, con voces claras y un enfoque en la melodía por encima del ritmo. Si acaso, su lazo en común más evidente fue el alto estándar en la producción, un sonido sofisticado, prístino e inmaculado, trabajado con los mejores músicos de estudio, arreglistas y productores que el dinero podía conseguir.

Ambrosia

En sus letras predominaban los temas adultos compuestos por personas que entraban en su madurez y se dirigían a otros adultos -mujeres, claro está-, dejando entrever en ellos nostalgia, sueños empañados y deseos frustrados, nada que ver con los adolescentes a los que en los primeros años del rock se dirigían las canciones. Aquí había deseo tamizado por una cierta angustia, bajo control, eso sí, en textos escritos por protagonistas masculinos que se lamentaban de su propia estupidez al tratar de volver con sus ex o al coquetear con mujeres que tenían la mitad de su edad. La nueva masculinidad empezaba aquí, aunque de forma un tanto sensiblera y sin tener muy clara cuál era su posición frente a lo que sentían.

Elvin Bishop

Little River Band

El contexto había propiciado ese tipo de canciones. Los primeros años 70 fueron una época oscura para los estadounidenses, con la crisis del petróleo, una inflación desbocada y una recesión económica mundial, a lo que había que sumar la retirada de las tropas de Vietnam entre el cuestionamiento de la sociedad y el escándalo Watergate. Los jóvenes de entonces, en lugar de intentar cambiar la sociedad como pretendía la revolución juvenil de finales de los 60, se conformaron con un mundo más individualizado, más atomizado, en el que prefirieron mira hacia el interior y prosperar ellos mismos.

Dane Donohue

Por eso sus textos dejaron de lado lo que sucedía a su alrededor, de manera que nunca resultaron peligrosos y no molestaron a nadie. Completamente apolíticas, las letras no tenían ningún tipo de ataduras con los acontecimientos del momento. A cambio, le ofrecían al oyente un bálsamo reconfortante, una propuesta de escapismo a un mundo con el tiempo y los medios para pasar el rato bebiendo cócteles, recreándose en sus relaciones amorosas y mirando al mar. De ahí que entre sus momentos más sonados haya canciones como “Escape (The Piña Colada Song)” (“Escape (La canción de la piña colada)”) de Rupert Holmes, “Kiss on My List” (“Tu beso en mi lista”) de Daryl Hall & John Oates o “Sailing” (“Navegando”) de Christopher Cross.

Atlanta Rhythm Section

The Orzak Mountain Daredevils

Lista Spotify con 100 canciones seleccionadas por el autor

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Squaring the Circle, The Story of Hipgnosis

Squaring the Circle, The Story of Hipgnosis

Anton Corbijn

(Hipgnosis Funds-Raindogs Films-BMG)

“Los vinilos son la colección de arte de un pobre”, asegura en este documental Noel Gallagher, puede que el único convidado de piedra ya que no tuvo relación con el colectivo Hipgnosis, la asociación de Storm Thorgerson y Aubrey ‘PO’ Powell que firmó la mayor cantidad de portadas destacadas de la historia del rock, en especial durante los años 70. También él pone la guinda final cuando asegura que su banda, Oasis, no tuvo una portada de Hipgnosis porque no podían permitirse pagarla -se olvida de que ya no estaban en activo entonces-.

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