CAMPUS GALICIA ARTICULO LIBROS ROCK

ARTÍCULOS 2000

Libros rock, lectura imprescindible

Últimamente abundan los libros dedicados al rock, tanto biografías al uso como volúmenes mucho más profundos. No son las compañías discográficas las únicas que se lanzan con todos los medios a su alcance a por los consumidores del rock. También las editoriales quieren su tajada del pastel. ¿Y a nosotros que narices nos importa si el caso es tener libros decentes en las librerías?

Lo más curioso del fenómeno es que si hasta hace muy pocos años la bibliografía rock era muy, muy escasa por aquí, ahora llueven los libros rock. No todos son recomendables, pero suponemos que las editoriales, al igual que las multinacionales del disco, tienen que tener su parte de chicos de la calle de atrás y chicas especiadas en los quioscos para poder poner en el mercado otras cosas. Tampoco lo que se edita está al nivel de otros Estados, pero allí el mercado es más grande, tienen más tradición y un libro documentado sobre rock está bien considerado. Aquí, por ahora y por desgracia, sigue siendo un género menor.

De todas formas, publicaciones como las que ahora comentamos empiezan a romper con esa tendencia. Para empezar, cabe referirse a la imprescindible colección “De música” de la editorial La Máscara, que ya nos ha dado títulos completísimos como Satanismo y brujería en el rock, Geografía del rock, Historia del rock, La censura en el rock o Diario del Rock, entre otros.

En los últimos meses han editado un volumen titulado La gran guía del rock en CDs, escrito por Jordi Bianciotto con voluntad enciclopédica. En él se repasa toda la discografía que se puede conseguir en disco compacto de 400 grupos y solistas de la escena pop-rock internacional. Desde los años 50 hasta el año 98, con especial incidencia en los 90, se repasa la producción de las figuras más relevantes de estas cuatro décadas, con puntuaciones orientativas muy acertadas, breves comentarios sobre los discos más relevantes y una pequeña ficha de cada artista. Además, también recoge una parte de la escena estatal, lo que lo diferencia de otras publicaciones extranjeras similares y de todo lo que puedas encontrar en Internet. Evidentemente, y a pesar de cubrir una laguna muy importante en el campo editorial español, los 400 nombres se quedan cortos y siempre se echará alguno de menos, pero el intento era necesario y ha quedado muy digno.

Por su parte, Radio 3: 20 años se dedica a homenajear a la emisora a la que tanto le debemos con motivo del vigésimo aniversario de su creación, que se celebró el año pasado. En este caso, y con la pluma de muchos de los que han sido los responsables de su programación –Jesús Ordovás, José María Rey, Julio Ruiz, José Miguel López, Tomás Fernando Flores, Ramón Trecet, Lara López, Iñaki Peña, Diego A. Manrique, Juan de Pablos, Manolo Ferreras- y de otros que crecieron escuchándolos y que han cimentado su carrera en el apoyo de la emisora –Pedro Almodóvar, Alaska, Radio Futura, Dover, Miguel Anxo Prado, Lucía Etxebarría, Fernando León….- se hace un balance de la cadena que más ha tenido que ver en la agitación musical, cultural y social entre la juventud de la historia de la reciente democracia. No esperes encontrarte con una historia detallada, pero sí con una crónica sentimental de veinte años de emoción.

El título de Cadáveres bien parecidos remite bien a las claras a su contenido: la crónica negra del rock. Desde las muertes prematuras de estrellas como Buddy Holly, Jimi Hendrix, Jim Morrison o Janis Joplin, cuando el rock aún no había hecho más que comenzar a andar, hasta las más recientes de Kurt Cobain o Michael Hutchence. Ahí están todos los muertos que vivieron deprisa y dejaron un bonito cadáver, con las causas de sus fallecimientos. No hay lugar para el morbo pero sí para una crónica perfectamente detallada, en la que Jordi Bianciotto actualiza el trabajo que en 1987 hiciera Jordi Sierra i Fabra.

El más reciente de estos completos trabajos es Rock en el cine, escrito por Jordi Bianciotto, centrado en las relaciones que desde los años 50 han mantenido ambas artes. El recorrido se abre con una breve cronología introductoria y continúa con el análisis de más de 450 películas que tienen una estrecha relación con el rock, bien por su significado histórico, por su banda sonora, su argumento o sus protagonistas. Además ser recogen otros 350 títulos con alguna relación con el rock, así como la filmografía de músicos y grupos de todos los tiempos. Si realmente hay algún error en todo este apasionante recorrido, es algo que puede llevar días descubrir.

Queda para el final una nueva biografía sobre The Clash –Fuera de combate- escrita por uno de los dos directores de Ruta 66, Ignacio Juliá. Como todos los trabajos de la colección “Imágenes de rock”, se completa con una discografía, póster y carátulas de CD con información sobre los discos. El libro cuenta con una amplia selección de fotos y un buen resumen de la importancia y la historia de los Clash. Los hay más completos, pero difícilmente habrá un libro dedicado a The Clash de tanto contenido visual.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO THE PRETENDERS

ARTÍCULOS 2001

The Pretenders, veteranía rebelde

Dos décadas después de su debut, Chrissie Hynde –50 años en el 2001, madre y mujer individualista, tozuda y lenguaraz- sigue alimentando la llama de uno de los grupos más personales surgidos en la nueva ola británica, al editar su colección de Grandes Éxitos. Una banda que resume los grandes tópicos del rock: vida rápida, fortuna, éxito, drogas y tragedia, al menos en sus cinco primeros años de vida, en una espiral alejada de la realidad actual de una artista en apacible fase vital.

Quizá sea su imagen imperecedera, con ese eterno flequillo sobre sus ojos de gata, o su descreimiento hacia el pop, pero algo evidencia que es una superviviente. Ella y el batería Martín Chambers son los únicos que quedan de la formación original de Pretenders, después de que James Honeyman Scott y Pete Farndon se ajustaran al guión terminal del rock y murieran por sobredosis a principios de los 80. A partir de ese momento no todo siguió el guión previsto.

Es cierto que la relación del rock con su propio pasado siempre ha sido algo precario y potencialmente desastroso. Casi todas las estrellas del rock, es justo decirlo, se echan a perder después de olvidar su imaginación a una edad en la que son fácilmente impresionables por la colosal sensación de ser únicos una vez que se suben a un escenario.

Por eso es raro no encontrar una auténtica estrella del rock que no esté agobiada por llegar a formar parte de la elite y que, además, siempre parezca haber estado ahí. Y eso es la apreciación generalizada en torno a Chrissie Hynde: siempre ha estado ahí y nunca ha hecho lo que se suponía de una estrella al uso.

En los días perros del primo accesible del punk, la nueva ola, cuando la música popular se ahogaba en un mar de corbatas estrechas y melodías anoréxicas, The Pretenders eran demasiado sorprendentes para una generación que asumió el toca por sentimiento, aunque no sepas como lema, no tanto por las vastas referencias que traían con ellos –el desparpajo de los cincuenta, el brillo de los sesenta, la inmediatez del glam de los setenta y la descarada ruptura del punk-, sino más por parecer y ser ellos mismos.

Eran un archivo ambulante de todo aquello que había sido grande en el mundo del pop, con una gran dosis de esplendor añadido a la receta original. El hiper-pop, eso es lo que los Pretenders hacían. Y, aunque se trataba de un grupo accesible y apto para las emisoras comerciales, nunca sucumbieron al adocenamiento, como hicieron muchos de sus contemporáneos cuando el fulgor de los grandes estadios extrajo de ellos el espíritu de rebeldía e independencia tan vital para la creación de grandes canciones pop. The Pretenders podían ser huecos, mirar con desaprobación a sus coetáneos, piadosos y, a veces, desconcertantes, pero nunca fueron blandos.

¿Blandos, con esa mujer al frente? Un híbrido entre Huckelberry Finn y Cleopatra, Chrissie Hynde era una de esas personas que hacen que uno recupere la fe en la mujer americana, aunque en algún momento, dada su fuerte personalidad, se la tomó como representación de un tercer sexo. Vulnerable, vanidosa, osada y talentosa, Chrissie Hynde puede incluirse sin temor en esa larga tradición de mujeres que nos lleva hasta los tiempos de Zelda Fitzgerald o Edie Sedgwick y llega hasta hoy. No sólo tenía la imagen, sino que también tenía la voz, las canciones y el espíritu. En su integridad, tal combinación pocas veces ha sido mejorado en el imprevisible mundo del pop.

La carrera de Chrissie Hynde no ha seguido una trayectoria convencional –llegar, conseguirlo y quemarse rápidamente-, sino que ha reaparecido constantemente cuando menos se la esperaba y con los movimientos más insospechados: haciendo versiones de Donna Summer, cantando junto a UB40, compartiendo escenario con Damon Albarn de Blur o compartiendo vida con Ray Davies, de The Kinks, y Jim Kerr, de Simple Minds.

Nada queda tan anticuado como la última sensación de la temporada, pero Chrissie Hynde nunca fue eso, a pesar de su innata elegancia. Su encantadora y dolorosa voz nos habla de lo que tenemos que tener presente, así como de aquello de lo que tenemos que sentirnos orgullosos del pasado, pero también de lo brillante que puede ser el futuro si le hacemos un sitio.

¿Y las canciones? Ah, sí, bastan los títulos, que lo dicen todo: “Brass In Pocket”, “Kid”, “Talk Of The Town”, “Back On The Chain Gang”, “Message Of Love”, “Human”, “Popstar”…Y sus discos, en especial el terceto inicial: I, II y Learning To Crawl.

En la Biblia, hay una adivinanza acerca de un cuerpo de león con una colmena dentro, y la respuesta es: “De la fuerza surgió la dulzura”. Más que nada, ése es el sonido de The Pretenders.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO LOS NUEVOS CROONERS

ARTÍCULOS 2000

FIB: Camino sin retorno

Primal Scream en Benicassim 2000

Curioso, curioso. En un Estado en el que todos huyen de la cultura minoritaria como la peste, el festival veraniego que triunfa es el de Benicassim, consagrado a la música independiente y más al margen de los medios masivos. Y no hay excusas que valgan: a estas alturas el Festival Internacional de Benicassim tiene un público fiel que pasea la especialización como su estandarte y el elemento que le hace existir por imperiosa necesidad.

Edición del 2000: 24.000 espectadores, 700 periodistas, televisión en directo, 150 millones de oyentes a través de las ondas, 500 millones de presupuesto… Cantidades para marear, pero no para perder el Norte. A pesar de haber crecido cuantitativamente en los años anteriores –no en éste, ojo, el techo ya está marcado-, la filosofía original permanece inalterable. Y el resultado se traduce en un balance artístico satisfactorio y en una organización casi impecable: quedan en el debe los cortes a Primal Scream, Elastica, Johnny Marr’s Healers o Los Fresones Rebeldes.

Cartel. Contar con Oasis en el plantel de artistas significa una seguridad que permite dedicarse a grupos aún más minoritarios. Así que de menos calidad en la programación, nada. Más bien todo lo contrario: posibilidades así no se pueden tener todos los días, por lo que la mayoría intentan convencer a una audiencia respetuosa, pero crítica, de sus propuestas. Arriesgadas unas, desconocidas otras, creativas todas, y con un amplio margen por delante, del que Benicassim se convierte en punto de partida a ese sendero que ya no tiene vuelta atrás.

Oasis. Sólo uno de los hermanos Gallagher, Liam, se dignó en pisar el escenario. Noel ya no es más que el mito a imitar. Lo hace su guitarrista de reemplazo, como un clon -y lo hace también Johnny Marr al frente de su nueva banda, demostrando como el maestro ha pasado a imitar al alumno-. Lo que ahora representan los de Manchester, cuando Liam decide concluir un concierto, es un gigantesco karaoke, poniendo en evidencia que los Oasis del 2000 poco tienen que ver con la banda que hace cuatro años conquistó el mundo. Eso sí, los sustitutos se ganan el sueldo con su perfecta clonación, y cuando Liam canta “Rock’n’Roll Star” el mundo le da la razón: ha conseguido su sueño, con la arrogancia y la chulería como elementos indisolubles a tal condición.

Primal Scream. Si los Rolling Stones sonaran como deberían en este cambio de milenio, se llamarían Primal Scream. La mejor banda rock del mundo, ni más, ni menos. Tienen la actitud punk, los riffs del Keith Richards más bastardo, la química del verano del amor, la imagen de Joe Strummer y la fuerza de una locomotora desbocada. Suenan peligrosos, sucios, vanguardistas, clásicos, primitivos, agresivos, eléctricos… Incitan a la rebelión y consiguen la unanimidad en la acción y en el baile. Bobby Gillespie es la instantánea de Benicassim 2000, al menos la que nos gustaría recordar.

Richard Ashcroft sin The Verve. El nerviosismo dio paso a una confirmación. Sin su anterior grupo, Richard Ashcroft pierde fuelle: sus acompañantes no dejan de ser meros mercenarios. Pero jugó con las cartas marcadas: ennegreció su inmaculado sonido con coros soul y gospel y, al final, consiguió que su reblandecido sonido diera el pego. Triunfo por insistencia y convencimiento.

Escenario Maravillas. En un escenario tan grande, consagrado en su mayoría a las propuestas más rock, casi todos brillaron por debajo de las expectativas. Sólo merecen una mención Six By Seven –penúltima regeneración del rock británico-, Autor de Lucie –delicadeza entre tanta pretenciosidad- y la excelente voz de la cantante de Morcheeba, un grupo demasiado dirigido a las audiencias mayoritarias.

Grupos estatales. Los Planetas arribaron con una actuación anterior olvidable y, en el 2000, casi consiguen hacerlo inolvidable. Aún habrá tiempo para superarse, porque el Festival es suyo. Sexy Sadie tienen ya bastantes clásicos coreables y Astrud reconvirtieron la ironía y la sencillez en su mérito –“gracias por venir a vernos a nosotros y no a Onasis; al menos nosotros hemos venido los dos”-.

Escenario “Viaje a los sueños polares”-“Urbe.es”. Con la única pretensión de disfrutar, agradar y convencer, la mayoría de sus inquilinos ocasionales fueron los grandes triunfadores: Saint Etienne y su pop lujoso y lujurioso, Pizzicato Five al borde del delirio bailable y Gonzales como el trío más canalla e incorrecto de los tres días. No estuvieron solos: Mojave 3, Baxendale, Pop Tarts, Le Hammond Inferno –y la consigna “Move Your MP3s”, guiño al subconsciente colectivo en tiempos de piratería masiva en red-…

Dos momentos para el recuerdo. Richard Ashcroft y sus diez minutos en acústico y eléctrico de un “Bitter Sweet Symphony” glorioso, y Moloko, con veinte minutos de un “Sing It Back” en acústico, eléctrico y versión dance que aún seguiremos bailando por mucho tiempo.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO MARVIN GAYE

ARTÍCULOS 2000

Marvin Gaye

Orgullo y gozo

Cuando Marvin Gaye falleció en 1984, había dejado detrás uno de los legados más importantes del pop y, por extensión, de la música del siglo XX. Más que un brillante vocalista y un sutil compositor, fue un visionario, un artista revolucionario que expresó el sino de los tiempos al mismo tiempo que rompía moldes y creaba nuevas formas. Fue radical y romántico a la vez, un cantante que se había creado a sí mismo con un instinto nato para la revelación autobiográfica.

Tuvo el talento único de convertir a sus oyentes en confidentes, de hacernos sentir su presencia inmediata. Su aura combinó esencias espirituales y sensuales. En su música, la combinación hizo maravillas; en su vida personal, los dos extremos chocaron. Tuvo éxito al traducir sus contradicciones en música compleja y hermosa. Hoy, más que nunca, aquella música habla a nuestros corazones con la máxima urgencia. Es música de valores permanentes, y eso es algo que la colección editada recientemente, Abthology, The Best Of Marvin Gaye –uno más en su extenso repertorio de recopilatorios- nos ayuda a recordar y comprender.

Marvin Pentz Gay Jr. –la “e” la añadió a su apellido al entrar en el negocio musical- había nacido en 1939 en el estado de Washington. Su vida familiar fue determinante: su padre era un predicador y la mujer con la que se casó, Anna, no era otra que la hermana de Berry Gordy, el fundador del sello Motown. Como el mismo reconoció, en la iglesia aprendió el gozo esencial de la música y con Motown forjó el grueso de su gloriosa carrera.

Aunque creció en una generación conformista, Marvin Gaye era todo lo contrario: un poeta concienciado, un artista anti-autoritarismo, tímido pero ambicioso, delicado pero temeroso, reflexivo y serio. Comenzó como batería de sesión pero muy pronto se encontró cantando al frente de varias formaciones. Se veía a sí mismo como un baladista al estilo Sinatra y estaba decidido a oponerse a la maquinaria del sello Motown.

Sus primerizos intentos con material del tipo Nat King Cole fracasaron, así que pronto cedió e inició el mismo recorrido que los otros artistas de su discográfica. Con el ramillete de productores de la casa no tuvo ningún problema para hacerse popular. El espectro de sus primeros éxitos era amplio: de las locuras bailables como “Hitch Hike” a canciones empapadas de raíz gospel como “Can I Get A Witness”, de la caprichosa “Ain’t That Peculiar” a la desarmantemente sincera “How Sweet It Is (To Be Loved By You)”, Marvin Gaye se estableció como un solista, incluso cuando comenzó una serie de celebrados duetos con Mary Wells (“What’s The Matter With You Baby”), Kim Weston (“It Takes Two”) y, sobre todo, Tammi Terrel.

Aún hoy, el equipo que formó con Tammi Terrel es el estándar con el que se comparan todos los duetos soul. Con Tammi Terrel, Marvin Gaye interpretaba el papel del amante sensible y entregado. Su estilo vocal nunca hostigaba, pero tampoco era arrollado por el de la mujer amada. Amantes sólo en la ficción de sus canciones, crearon la verosimilitud del romance perfecto. Mientras su país se estremecía por la Guerra del Vietnam, mientras los disturbios raciales estallaban por todas partes, aquellos duetos se convertían en una buena excusa para escapar de la realidad.

Marvin Gaye era, entonces, un maestro de la ensoñación. Aquellas canciones –“Ain’t No Mountain High Enough”, “Your Precious Love”, “If I Could Build My Whole World Around You”, “Ain’t Nothing Like The Real Thing”, “You Are All I Need To Get By”- todavía emocionan. Cuando Tammi Terrel sufrió un colapso en los brazos de Marvin Gaye, durante una actuación en el verano del 67, la fantasía terminó. Ella murió de un temor cerebral tres años más tarde y nada volvió a ser igual.

Ahí fue cuando Marvin Gaye se puso en la piel de su hermano, un veterano de guerra de Vietnam que regresaba a la confusión de la vida americana y, entre 1969 y 1971, escribió el que aún hoy es considerado por muchos el mejor disco de la historia del pop, What’s Going On.

Esta suite auto-producida fue escrita desde un punto de vista inequívocamente afro-americano, al tiempo que recogía la identificación de su autor con las ideas más perdurables de los hippies de la época y se inspiraba en los valores cristianos. Además de encarar temas de índole ecológico, social o espiritual, Marvin Gaye también rompió todos los moldes previos al grabar y repetir infinitas veces su voz. En lugar de un Marvin Gaye, se podían escuchar tres o cuatro a la vez; mientras fijaba una armonía, cada voz –su falsetto, su tenor suave, su gruñido- reflejaba un estado de ánimo diferente.

Aún hubo nuevos hitos, como Let’s Get It On o Here My Dear, hasta la resurrección triunfal en el 83 con Midnight Love, justo un año antes de ser asesinado por su padre con la pistola que él mismo le había regalado. Por fin los continuos roces entre los dos, marcados por el temor, los celos, el abuso de sustancias químicas y una fuerte carga autodestructiva por parte de ambos, encontraron un final, liberando a aquella voz de ángel atrapada en un cuerpo de hombre.

Más de tres lustros después de su desaparición, las contradicciones que le acompañaron en vida continúan. Elementos de discordia y armonía aún resuenan en su música en forma de dulces oraciones. Cuando cantaba, los demonios que tiranizaban su alma eran puestos bajo control y se les hacía formar parte de su elevado código de belleza. Había conseguido, en fin, lo que Oscar Wilde llamó una “espiritualización de los sentidos”.

Xavier Valiño

ARTICULO RECOPILATORIOS FIN DE AÑO

ARTICULO RECOPILATORIOS FIN DE AÑO

ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2001


Recompilacións, a pola resaca de fin de ano

 

Como tódolos anos, as compañías volven face-lo de sempre: editar unha boa colección de discos recompilatorios, caixas de varios compactos, discos de mesturas, concertos en directo, discos de duetos, homenaxes a algún artista, discos colectivos co que máis sonou nas radio-fórmulas, megamixes, discos co mellor de… calquera cousa. Unha escusa perfecta para sacia-la nosa ansia de coleccionistas. ¿Seguro? ¿Non ten máis que ver co consumismo destes datas? Repasemos.

             O ano discográfico cóntase por campañas; unha iníciase en febreiro, de cara ó verán e os bolos estivais, e a outra en setembro, de cara ó Nadal. É nesas entrañables festas cando tódolos selos discográficos poñen as súas mellores armas no mercado. E fano acompañados de grandes campañas publicitarias, cunha especial atención á televisión, onde se deixan case tódolos seus presupostos, unha boa pasta, en publicidade. 

Así, a bote pronto, e si alguén se parou a contalos, este ano batéronse tódolos récords, con máis de cen discos anunciados en televisión, a maioría deles recompilatorios dunha forma ou outra. E moi duro o teñen, aínda que puideran copa-la lista oficial de vendas, outro bo método de promoción, xa que alí non entran máis de cincuenta. Pouco roscón a repartir para tanto producto. 

O máis curioso é que, mentres o resto do ano reina unha tremenda competitividade entre os selos, con máis dunha puñalada nas costas, de cara á época do Nadal -e ó verán- os corazóns abrándanse e todos arriman o ombro de algunha maneira, cedendo ou editando as súas cancións en recompilacións de bakalao, música latina, disco, pop-rock, canción lixeira -lixeirísima-…

Por si fora pouco, moitas recompilacións preparadas noutros países nunca son editadas aquí, xa que as súas compañías teñen demasiado material nas súas mans para promocionar ou porque pensan que non terán unas vendas mínimas. Nada do outro mundo nun Estado no que o novo disco de Angie Stone, por poñer un exemplo, ten que esperar data de publicación ata febreiro para non satura-los estantes.

Que ninguén se crea que son os grupos máis críticos co sistema os que menos se prestan á xugada, queiran ou non. Repasemos. ¿Cantos discos editaron os cáusticos Siniestro Total no 97? Catro: Cultura popular -repaso de éxitos alleos do pasado-, Así empiezan las peleas -gravación en directo para o mercado latino-, Gato por liebre –as súas versións da primeira época, xentileza da súa primeira compañía- e Sesión vermú -o único realmente novo-. E The Cure xa case poden presumir de se-lo grupo con máis recompilacións de éxitos, singles, maxis e mesturas, ó que se lle engade este ano unha nova colección de singles, incluíndo, por se non chegaba, un segundo disco coa versión en acústico de todos eles. 

O máis rendible para as compañías é tirar do fondo do seu catálogo, sen ter que facer maior esforzo. Ás veces faise con certo gusto, editando caixas tan atractivas como prohibitivas para o peto. Este ano destaca a colección de 12 libros-discos de DRO, con cancións das que todos estamos xa un tanto fartos, aínda que, alomenos, nesta ocasión tiveron o detalle de editalas cun libreto coa historia de cada grupo, fotografías, letras das cancións e datos das gravacións. ¡Todo una anomalía! Entre os doce destacan os de Derribos Arias, Esclarecidos, Nikis, Parálisis Permanente, Rodríguez, Gabinete Caligari…  

Tamén é algo demasiado habitual xa repeti-la mesma colección, con escasas variacións, unha e outra vez, cambiando pouco máis que a portada, e para demostralo aínda se poden ver por aí recompilatorios moi semellantes ós editados nestas semanas de Carole King, Tom Waits, Bee Gees, Diana Ross, Jethro Tull, Pink Floyd, Burt Bacharach, Charles Aznavour, The Stranglers, The Hollies, Morrissey, Dr. Feelgood, Michael Nyman, Celtas Cortos, Duran Duran, The Jackson 5, Rod Stewart, Ultravox, Beautiful South…  

Ó seu carón están os que son realmente primeirizos neste mundo, aínda que seguro que non por última vez: Terrorvision, Ocean Colour Scene, Go Go’s, Collective Soul, Enigma, Green Day, Smashing Pumpkins, Ice Cube, Misfits, Kim Wilde, Saint Etienne…

E para eterniza-la saga, como as trece entregas de Pesadelo en Elm Street, xa non é a primeira vez que vemos que se preparan  varios volumes dos éxitos dun artista por entregas ó logo dos anos: U2, Madonna, Billy Joel, Bob Dylan, Leonard Cohen… 

De pouco vale que os artistas cuns certos principios levanten as súas protestas. Moitos teñen estipulado nos seus contratos a absoluta liberdade para que as súas compañías fagan o que lles veña en gana. Por exemplo, Simple Minds ven de editar un recompilatorio ó mesmo tempo que o seu novo disco -de versións, eso si-. Leonard Cohen se atopa cun disco en directo do 79 nas tendas nas mesmas semanas que publica novo disco. E Bob Dylan ten a súa enésima colección coincidindo co seu afortunado regreso en Love And Theft.  

Case ninguén é dono do seu propio catálogo. Das poucas cancións que Stone Roses gravaron para a súa primeira compañía, Silverstone, estes chegaron a editar ata tres recompilatorios, empregando incluso o traballo artístico do seu guitarrista, John Squire –ó que estes responderon pintando casa, coche e oficina do dono do selo-. Tamén e certo que as protestas veñen acompañadas en tódolos casos de suculentos dereitos de autor que pasan a engrosa-las contas correntes dos compositores, así que tampouco se esforzan demasiado en denuncialo.

             Moitas son as fórmulas que explotan as compañías para lucrarse, aínda que se lles ocorran poucas innovacións. Os recompilatorios máis innecesarios son, significativamente, os de maiores ventas. Aí estiveron todas esas mesturas de música de discoteca de sábado noite de saga interminable (Bolero Mix X, Máquina total X…), que explican as súas vendas se pensamos que aforran a moitos pinchadiscos horas de traballo.

A estes engadíronselles os que repasan o catálogo dunha determinada compañía, un estilo ou época moi concreto (Calambre Techno, Spirit Of. África, Cine Jazz, La edad de oro del pop español..) ou a máis orixinal e novidosa oferta –ata o de agora- relacionada cos medios de comunicación (Siglo XXI, Diálogos…)

             Ademais dos discos de duetos ou de homenaxe a un artista, tamén se pode empregar o recurso do disco en directo, outra forma de recompilar cancións, que sirve para estimular o ego dos artistas co respaldo do seu público e pecha-los parénteses creativos das bandas. Sting, Radiohead, Daft Punk, Neil Finn, Steve Ray Vaughan, Dream Theater, The Corrs, Etienne Daho, Raimundos ou Perry Blake son os últimos exemplos nestas semanas de algo que parece non ter fin.

             Quedan aínda as bandas sonoras de películas, feitas con refritos de tódolos xéneros, os discos centrados especialmente en cancións do Nadal –este ano Destiny’s Child, Estrella Morente e Barbra Streisand-, os unplugged ou concertos acústicos –Paul Weller, Les Negresses Vertes nestes días-, os discos mesturados totalmente en clave dance –Kings Of Convenience, Nusrat Fateh Ali Khan-… Vamos, que si alguén non sabe como facer rendible o seu negocio, xa sabe a quen dirixirse.

Xavier Valiño

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