CAMPUS GALICIA ARTICULO LOS NUEVOS CROONERS
Neo-crooners, estado del sitio
Perry Blake
Pocos parecen haber reparado que, con la aparición en escena de genios que han entrado por la puerta de atrás como Jay-Jay Johanson o Perry Blake, los nuevos crooners han hecho del final de siglo su momento.
¿Qué tienen en común nombres como Divine Comedy, Pulp, Tindersticks, Barry Adamson, Jack, Nick Cave y los recién llegados Jay-Jay Johanson y Perry Blake? Sí, hacer de la interpretación un arte. La estética y la música de los crooners, olvidada durante años, es uno de los hechos a recordar de estos últimos meses. Puede que en ello haya tenido que ver varios factores, como la recuperación de nombres de los 60, la aceptación del easy listening a través del lounge o la crisis de otros sonidos más fuertes, pero el caso es que los crooners han paseado impunemente su arte por los escenarios con el beneplácito de casi todos.
Veteranos
Al principio fueron nombres como Frank Sinatra, Scott Walker, Lee Hazlewood, Noel Coward, Leonard Cohen, Serge Gainsbourg o Jacques Brel, las canciones de Burt Bacharach o el dramatismo de Tim Buckley y Nick Drake y los posteriores ecos en los trabajos y la imagen de Bryan Ferry o David Bowie los que marcaron la senda que hoy recorren, con menciones habituales a sus antepasados, los crooners de fin de siglo.
Ya a caballo entre los 80 y los 90, Nick Cave, una vez finalizada su etapa con The Birthday Party y después de pulir sus aristas más crudas, ha ido dejando caer discos que se pasean, a la vez, por lo más elegante y lírico –The Good Son– y lo más arisco y tenebroso –From Her To Eternity-.
Cada uno de sus álbumes persigue un ambiente y una temática propia, por lo que la edición de su The Best Of Nick Cave & The Bad Seeds ha sido una buena ocasión para repasar toda su obra -la primera edición venía acompañada de un concierto en directo que completa la visión-. Y, aunque parezca imposible depurar más el estilo de lo que hizo en The Boatman=s Call, su último disco en estudio del 97, seguro que vuelve a sorprender a todos. No en vano estamos hablando de uno de los escasos artistas que están más allá del limitado ámbito del rock y que marcarán este siglo, junto a Van Morrison, Bob Dylan, Tom Waits o el propio Leonard Cohen.
De la banda de Nick Cave surgió Barry Adamson, bajista también de Magazine, que dejó a los Bad Seeds en el 87 para comenzar una carrera en solitario como compositor de trabajos muchos más complejos y, casi siempre, de ambiente cinematográfico, ya fueran bandas sonoras propiamente dichas –Delusion, Shuttle Cock o Gas, Food & Lodging– o discos como Moss Side Story o As Above So Below, este último publicado en el 98.
En la misma onda anda Mick Harvey, otro Bad Seed que se ha dedicado en su tiempo libre a homenajear por duplicado a Serge Gainsbourg –Intoxicated Man y Pink Elephants– o nuestro Javier Corcobado, haciendo versiones de Raphael o Antonio Carlos Jobim, este último con material nuevo en estos días.
La ley del drama
Tres formaciones británicas que llevan trabajando varios años han conseguido en los últimos años su mayor repercusión. Las coincidencias no acaban ahí: las tres tienen al frente un compositor-showman que sabe cómo hacer de la afectación, del dolor o del sentimentalismo arte en estado bruto, algo que en los 80 hizo Marc Almond como nadie.
Jarvis Cocker llevaba desde 1978 intentando levantar su proyecto Pulp. Durante los 80, en distintos sellos y con varias formaciones, pasó totalmente desapercibido, tocando un montón de estilos sin éxito. His N Hers y Different Class, ya en los 90, marcaron la cima de una carrera basada en sus agudas observaciones de la clase media británica. Una llamada de última hora en junio de 1985 para suplir a The Stone Roses en el Festival de Glastonbury fue su consagración y la de su arte en escena.
This Is Hardcore, su último álbum, intenta avanzar valientemente dejando atrás los tópicos a los que se viene asociando el nombre de Pulp últimamente y, aunque el sexo y la fama vuelven a estar muy presentes, su conclusión es mucho más sombría y seria. Jarvis se ha vuelto adulto de repente y parece que la fama sólo le ha traído una mala resaca.
Neil Hannon al frente de The Divine Comedy ha construido una de las obras más redondas, aún en su imperfección, de los 90, si no tenemos en cuenta sus principios como versión barata de R.E.M. en Fanfare For The Comic Muse. Casanova y A Short Album About Love -con versión de Scott Walker incluida- son sus discos más logrados, verdaderos tratados sobre el amor, la lujuria y el sexo, repletos de arreglos orquestales victorianos y románticos.
Fin de Siècle, del 98, lo exagera aún más: más de cien personas en las secciones de cuerda y el fin de siglo como motivo de un disco de grandes ambiciones, épico, solemne y dramático, pero que, a pesar de pasearse al borde del ridículo, sale airoso de nuevo. El único dilema es: ¿después de esto, qué?
Stuart Staples es la imagen de Tindersticks, una banda en la que el romanticismo decadente y el dramatismo afectado lo son todo. Tres discos en estudio imprescindibles –Tindersticks, The Second Album y Curtains-, dos directos que muestran cuáles son sus bazas -8th Feb. 94 Amsterdam y Live At The Bloomsbury Theatre 12.3.95- y la banda sonora de una película francesa –Nénette et Boni– conforman la discografía básica que sirve de base para unas actuaciones exquisitas como la que se ha podido ver en el pasado Festival de Benicassim.
En el 98 vio la luz su colección de singles, caras B e inéditos Donkeys 92-97, que vale la pena aunque fuera simplemente por su colaboración orquestada con la actriz Isabella Rossellini en AA Marriage Made In Heaven@. ¿Principio de una nueva etapa?
Los últimos serán los primeros
Los galeses Jack encontraron buena receptividad para Pioner Soundtracks hace dos años. Las crónicas hablaban de teatralidad, melodrama y bohemia. The Jazz Age continúa en esa línea, demostrando que hay vida tras los Tindersticks y han estado hace poco por aquí para celebrar los cinco años de Everlasting.
Pero la sorpresa de los últimos meses han sido cuatro nombres que utilizan la tecnología para impulsar sus creaciones. Dos de ellos, los franceses Air y Kid Loco, más centrados en la electrónica, carecen de la voz que los acerque a los crooners de siempre.
Algo que sí tiene el sueco lanzado a la fama desde Francia Jay-Jay Johanson. Un mini-álbum editado originalmente en 1996, Whiskey, llegó a nosotros a principios de este 98 convirtiendo su ASo Tell The Girls That I Am Back In Town…@ en un mini éxito instantáneo. Con Tattoo, su disco de este año, el trip-hop de Portishead y los ritmos susurrados de mayor actualidad encuentran sus lazos con el pasado a través de Chet Baker, Frank Sinatra, Bobby Darin, Cole Porter o Antonio Carlos Jobim.. En ambos reina a sus anchas el ambiente misterioso, las melodías memorables y su asombroso tratamiento de los ritmos.
En una onda muy similar se encuentra el irlandés Perry Blake que también surgió de la nada para sorprender con su primer disco, Perry Blake, producto de doce meses de trabajo, el trabajo continuado con una orquesta y la grabación de sus voces en una iglesia, aunque ahora ninguna compañía se atreve con la edición de su segundo disco. De todas formas, lo que pervive en el recuerdo son sus canciones tristes y melancólicas, en la línea de todos los antes citados. (Si hasta el propio Elvis Costello dejó en el 98 un disco entero con Burt Bacharach, Painted From Memory, y se paseó por los escenarios presentándolo de rigurosa pajarita!)