ARTÍCULOS 1999
Nuevo soul, esencia morena
Erykah Badu
Desde los años 60 no había habido una generación de cantantes soul como la de ahora. Lauryn Hill –nominada a diez premios Grammy-, Erykah Badu o Maxwell son sólo los nombres más conocidos de un momento glorioso para la música con alma.
Hace unos años, no tantos aún, todo estaba por inventar… Y se inventó. Fueron los años gloriosos del soul, que comenzaron a finales de los 50 y lucieron en los 60 y 70. Fueron los años de Otis Redding, Sam Cooke, Marvin Gaye, Aretha Franklin, James Brown, Jackie Wilson, Al Green, Wilson Picket… Los tres primeros murieron de forma violenta y, con la desaparición de cada uno de ellos, el soul fue perdiendo fuelle y, más que nada, inventiva.
Otis Redding se estrelló con su avión particular en plena gira; días después su “The Dock Of A Bay” se convirtió en su primer número uno. Sam Cooke fue asesinado de tres disparos y rematado en el suelo por la conserje de un motel que pensaba que el vocalista estaba intentando forzar a su joven acompañante; años después la película “Único testigo” recuperó su “Wonderful World”. Por último, a Marvin Gaye lo mató su propio padre, un predicador que estaba harto de la adicción de su hijo a la cocaína; curiosamente, sucedió el mismo año que Marvin Gaye se había rehabilitado comercialmente con “Sexual Healing”, la última gran canción de los clásicos del soul.
¿Alguien se acuerda de ellos? Además de las compañías publicitarias, que un buen día descubrieron en ellos un filón inagotable, durante los 80 el pop británico no dejó de demostrar de dónde le venían las influencias a algunos de sus nombres más exitosos, dentro de lo que dio en llamarse soul de ojos azules: Paul Young, el Style Council de Paul Weller, Mick Hucknall con Simply Red, Scritti Politti, el propio Robert Palmer…
Ya en los 90, con el precedente de Sade, los músicos de color retomaron el legado de sus antepasados, aunque la primera generación de esta década tenía un ojo puesto en el pop y el otro en las listas de éxito: Terence Trent D’Arby, Seal, Neneh Cherry, la propia Mica Paris que fue lanzada a lo grande y ahora pasa totalmente desapercibida… Nada especialmente memorable, aunque tuvieran alguna canción para recordar.
El relevo, su relevo, la gran generación del soul desde los clásicos de los 60 estaba por despuntar. Y de tres años a esta parte, más o menos, sin que nos diéramos cuenta, una serie de vocalistas-compositores-músicos de color ha llegado para quedarse, para reivindicar el legado de los grandes nombres, actualizarlo y, lo que es más importante, proporcionarle al soul una nueva y necesaria creatividad, combinándolo con el jazz y el hip-hop.
Todos son jóvenes y ninguno tiene más de dos discos publicados, si exceptuamos una recreación en directo de uno de los debuts. No representan a ningún movimiento conocido –mientras no se den cuenta los medios de comunicación- y no tienen especial fijación por las listas de éxito. Hasta ahora.
Puede que el más desconocido hasta el momento, D’Angelo, sea la referencia más visible entre los nuevos soulmen, al menos aquel al que todos dirigen sus más encendidos elogios. Sólo ha editado un disco, Brown Sugar, aunque a sus 25 años ha pasado por un grupo de rap, ha colaborado en discos de gospel y ha escrito varias canciones para bandas sonoras. Hace unos meses se especulaba con un disco en directo y ya se sabía que tenía grabado un nuevo disco en estudio, Voodoo, que aún no ha visto la luz.
Maxwell ha sido el más prolífico. Tras su debut, Maxwell’s Urban Hang Suite, del 96, en el 97 llegó su revisión en directo, un más previsible MTV Unplugged, y en el 98 presentó Embrya, una derivación de la palabra “hembra” y que muestra bien claro cuál es su línea: soul de alto voltaje para acompañar noches sensuales y sexuales, con un estilo que bebe en las fuentes del Marvin Gaye más lujurioso.
Rahsaan Patterson es el ejemplo más claro de las influencias de los grandes de los 60, más en su educación musical que en su primer disco Rahsaan Patterson, del 97. Del coro de la iglesia de su barrio de Nueva York pasó a componer para otros –Brandy-, después de colaborar con George Duke y Stanley Clarke. Aunque todos se empeñan en emparentarlo con Stevie Wonder, él prefiere asociarse con mujeres clásicas del soul de las tres últimas décadas como Gladys Knight, Chaka Khan o Anita Baker.
Quedan aún dos nombres reseñables entre los soulmen. Tony Rich, a pesar de ser aún bastante desconocido, cuenta ya con uno de esos devaluados premios Grammy por su primer disco, Words, del 95. Su soul se encuentra más cerca de los que aquí se citan que el de los más habituales de las listas de éxito Babyface o Usher, con quien pretendieron asociarlo concendiéndole aquel premio. Y Chico DeBarge, el pequeño del clan DeBarge, quien publicó en el 97 Long Time No See, un disco producido por el descubridor de D’Angelo y Erykah Badu –Kedaar Massenburg-, que fue editado después de haber pasado seis años en prisión por tráfico de drogas.
Pero son las mujeres la imagen más definitiva de este renacer del soul. Erykah Badu se declara mensajera del renacimiento espiritual y artístico y manifiesta haber nacido artista. Lo demuestra con su extravagante vestimenta, la leyenda que rodea a su vida privada y su impresionante directo.
Tal vez su extraordinaria voz y el aura misterioso que desprende sean los elementos que conducen a todo el mundo a compararla con Billie Holiday, aunque también se pueden reconocer huellas evidentes de Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Nina Simone, Aretha Franklin o Chacka Khan. Baduizm, del 96, y un algo reiterativo Live, del 97, con sólo dos temas nuevos, indican una especial predilección por el jazz, la cadencia del hip-hop y la investigación sonora. Puede que no sea la más vendedora, pero es ya la gran estrella de la música negra de fin de siglo.
Missy “Misdemeanor” Elliott es la que mejor ha sintetizado la fusión del rap con el soul en su primer disco Suppa Dupa Fly, del 97, en el que se muestra exuberante a todos los niveles. La bomba Elliott no tiene nada de recién llegada: después de militar en el grupo de rap femenino Sista, compuso o prestó su voz a un buen número de cantantes de color, antes de convertirse en empresaria, arreglista, productora y cantante explosiva en solitario.
Queda, para el final, la gran triunfadora, Lauryn Hill. Después de conocer el éxito al frente de The Fugees junto a Wyclef Jean y Pras, en el 98 editó su primer disco The Misseducation Of Lauryn Hill. El título y la inspiración están tomados directamente del libro The Misseducation Of A Negro, de Carter Wodson, que habla del respeto y el orgullo de la cultura afroamericana, algo que Lauryn Hill tiene muy presente en sus canciones.
Además de ser muy superior a los trabajos de sus compañeros y de ser un nuevo éxito de ventas, sin ir descaradamente a por ello, ha obtenido el respaldo de la conservadora industria musical norteamericana. Puede que alguien se haya dado cuenta de que algo se mueve en la música de color.
DISCOS IMPRESCINDIBLES
1: Brown Sugar, D’Angelo (1995): Contemplado tres años después, ésta fue la presentación del nuevo soul en sociedad. Que si Marvin Gaye, que si Smokey Robinson, que si rhythm’n’blues, que si rap… Lugares comunes que, desde entonces, no han dejado de repetirse. Da lo mismo: el caso es que D’Angelo dejó tan alto el listón que todos lo utilizan como su referencia fundamental y como blanco de todos sus piropos. Su versión: “Cruisin’” de Smokey Robinson.
2: Maxwell’s Urban Hang Suite, Maxwell (1996): Sí, él es el Marvin Gaye más lujurioso y sensual. ¿Cómo entender, si no, un disco que se plantea como la historia de la aventura de una noche, desde que se sale de casa en busca de compañía hasta el despertar satisfecho, dando cuenta de todo lo sucedido? Desde luego, la definitiva sinfonía del sexo nocturno. No incluye versiones, pero ayuda en la composición el clásico Leon Ware.
3: Baduizm, Erykah Badu. (1997): La imagen y la voz del nuevo soul. Nada de esto debería hacer sombra a la mayor de las evidencias: su debut es uno de los más deslumbrantes discos de los 90, además de sonar plenamente actual gracias a sus cadencias hip-hop. Lo de Billie Holiday puede servir para orientar a los despistados, aunque pronto será ella la referencia a citar. Estrella ya lo es por méritos propios y la música, en este caso, acompaña –si no se repiten deslices como su Live-. La versión: “4 Leaf Clover”.
4: Rahsaan Patterson, Rahsaan Patterson (1997): Había sido preparado para ello desde que nació. Pero también lo fueron otros antes y no lograron ni conseguir la mitad que él. Lo suyo tiene más que ver con la tradición y el funk y menos con los nuevos sonidos. Colaboran Billy Preston y el hijo de Booker T. Jones, revelando, por si no quedaba claro, que se le reverencia como la versión de los grandes clásicos de siempre para este final de siglo.
5: Supa Dupa Fly, Missy “Misdemeanor” Elliott (1997): Missy Elliott tiene un pie en el soul y otro en el rap, demostrando que ambos géneros son primos-hermanos y, en este caso, lo mismo. Callejero, sexy, sofisticado, provocativo, funky… Música arrasadora a cargo de una mujer que lo tiene todo. Su versión: “I Can’t Stand The Rain” de Ann Peebles.
6: The Miseducation Of Lauryn Hill, Lauryn Hill (1998): Tiene carácter, pero lo enfunda en un hermoso tratado de hip-hop, reggae, soul, humanismo y actitud positiva. Tal vez sea un punto más convencional que el resto y los sampleados más previsibles –The Doors, Bob Marley, Wu Tang Clan- y, puede que por ello, ha logrado mayor recompensa. Además de hacer un dúo con D’Angelo, incluye versión del “Can’t Take My Eyes Off You” de Frankie Valli.
Xavier Valiño