CAMPUS GALICIA ARTICULO REUNIONES

ARTÍCULOS 1999

Reuniones,¿

todopor la pasta?

RadioFutura

Enun momento en el que reaparecen Mecano, Golpes Bajos, Aviador Dro, RadioFutura, Public Enemy o New Order, el refrán los contradice: segundas partesnunca fueron buenas. A los grupos de rock les da igual si el dinero anda pormedio. Muchos, que no tienen otra profesión, necesitan ver a sus viejosamigos -enemigos- de vez en cuando para seguir tirando. ¿Quémás da destruir el mito?

Curiosamente,fue en esta década, la de los 90, en la que todos decidieron volver. Antes elmito tenía más importancia que la pasta. Cuando alguien decidía separarse,no quedaba más que recrearse con los viejos discos o lamentarlo de por vida.Ahora ya no hay nada inalterable, y nadie se cree que las separaciones sonpara siempre. Muchos ya reconocen abiertamente dejar la puerta abierta atrabajar juntos otra vez en el futuro -Duncan Dhu, Radio Futura, El Último dela Fila…-, y así, si un buen día no les queda más remedio que volver aretomarlo donde lo dejaron, nadie les podrá acusar de ir contra su propialeyenda. Eso, en el caso de que hubieran llegado a tenerla.

Talvez el caso más conocido es el de la Velvet Underground. Después de tirarse los trastos a la cabeza yalgo más, Lou Reed los abandonó a principios de los 70. Sobrevivieron unos añosantes de dejarlo todos definitivamente y dar paso a, tal vez, la mayor leyendadel rock. Lou Reed y John Cale, los irreconciliables, limaron sus diferenciasen el homenaje a Andy Warhol, Songs ForDrella. Poco después, en una actuación sorpresa parisina, sereencontraron con Moe Tucker y Sterling Morrison.

Asíque decidieron reemprender una gira, más de 20 años después, que dio lugara un doble disco en directo. La preparación de un nuevo disco, en el que LouReed se pretendía imponer a todos los niveles, fue motivo más que suficientepara que los otros tres lo acusaran de tirano y renacieran las viejasrencillas. O sea, una reunión tan frustrada y frustrante de la que no haymiedo que vuelva a suceder: Sterling Morrison murió el año pasado, pocodespués de acabar con este amargo capítulo.

Niel espíritu más nihilista puede ser obstáculo para rendirse a la evidenciadel dólar. Sí, el punk, además delos reencuentros de Damned, los Ramones o Generation X, se prestó también ensu mayor exponente: los Sex Pistolsoriginales aunque, lógicamente, sin su mayor icono, Sid Vicious.

Porlo menos estos tuvieron la honradez de titular su regreso "Filthy LucreTour" -"La gira del lucro indecente"-. Y, aunque con susinstrumentos eran mucho más profesionales y no querían saber nada de losescupitajos desde la primera fila, sus pocos meses juntos tuvieron su gracia:ruedas de prensa caóticas, conciertos suspendidos y camisas floreadas quepaseaban con orgullo y sin importarles un pimiento. Tuvieron tiempo a reeditarsu único disco grabado mientras existían -y todo el resto de su producciónpublicada después de disueltos- y un disco en directo con el que hinchar suscuentas corrientes. De ésta probablemente quedaran todos escaldados.

Deaquellos grupos que nacieron con el cambio de década de los 70 a los 80, losSex Pistols no son los únicos que decidieron darse un paseo por losescenarios de nuevo. Tal vez el caso más conocido sea el de Madness.Parece que en las Islas Británicas nadie logró representar tan bien su humoren las canciones y los videos, ya que al menos en dos ocasiones regresaron alo grande, con conciertos multitudinarios, en su mayor parte en Londres, y conreedición de sus grandes éxitos. Este año presentan nuevo disco, el primeroen más de una década.

Tambiénlos Buzzcocks regresaron para unagira y un nuevo disco, aunque no hizo mucho en su contra, tampoco parece queles ayudara a que los conociera alguien más que sus seguidores de siempre. Lomismo les pasó a Television, labanda de Tom Verlaine, que volvieron en el 92 sin lograr superar en ningúnmomento su cima Marquee Moon, aunqueconsiguieron evitar los reproches generalizados y no destrozaron en exceso suleyenda.

TambiénEcho & The Bunnymen regresaronhace dos años, después de las aventuras en solitario de Ian McCulloch y dehaberlo intentando junto a dos de los otros miembros originales, sin el bateríaPete De Freitas, muerto en accidente de moto. Con el nombre de Electrafixionnadie les hizo caso, así que se sintieron autorizados a retomar su viejonombre y, sorpresa, todos parecen haber coincidido en que sus dos discos deregreso son una de las más notables vueltas de un grupo.

Ademásde Blondie, uno de los últimos enprobar suerte han sido Jane’s Addiction,que giraron por los USA el año pasado. Su disco de finales del 97, KettleWhistle, fue una forma decente de recuperar sus viejas canciones y partede su espíritu. Aunque, en su caso, el reencuentro vino motivado, sobre todo,por la falta de respuesta a los dos discos del proyecto de Perry Farrel -PornoFor Pyros- y a que parte de los miembros actuales de Red Hot Chilli Peppersandaban un tanto desorientados.

Perolos que más se han prodigado últimamente son los clásicos americanos de los60 y 70, para bien y para mal. No hay más que recordar las recientes giras,acompañadas de discos de grandes éxitos o en directo, de Eagles,Chicago, Boston y Kiss o los Jackson Five hace algunos años. Según las crónicas, lo de SteelyDan se puede colocar un punto por encima de la media.

Peroalgunos británicos también han caído en lo inevitable. Traffic,con Steve Winwood y Jim Capaldi, volvieron en el 94 con un disco normalito,tal vez para sacar provecho de las continuas referencias de Paul Weller oOcean Colour Scene. Lo de Supertrampy Pink Floyd no tiene nada de especial porque ya es más que habitualcada poco tiempo.

Otrosdos casos tienen más relevancia. Lo de King Crimson es, gracias a la labor de Robert Fripp, un motivo desatisfacción para sus fans, ya que no deja de experimentar con su música dela misma forma que en sus primeros días. Y cuando Alex Chilton decidióresucitar a Big Star lo hizo conalguno de sus seguidores: primero con gente de los Posies, utilizando elnombre de Big Star, y más tarde con Teenage Fanclub, para que quedara claropara todo el mundo de donde les venían las influencias a ambos.

Tambiénse podrían tener en cuenta en este capítulo los reencuentros de los solistascon sus bandas. En los dos primeros casos, Elvis Costello con The Attractions y Bruce Springsteen con The E. Street Band, sus recientescolaboraciones no llegaron a la altura de sus primeros trabajos, pero quedaronmás o menos dignas. Sin embargo NeilYoung con Crazy Horse, suantigua banda, firmó, a principios de los 90, una serie de discos que figuraentre lo mejor del canadiense y del rock eléctrico. Y eso a pesar de que llegóa despedirlos de nuevo por adelantar las maquetas de uno de esos discos.

Deberíamos citar, también, las continuas separaciones y reencuentros de los Rolling Stones, The Who, The Kinks, The Animals o Beach Boys, pero en su caso nunca quedó tajantemente claro que se hubieran separado, y todo lo más que hubo fue unas broncas descomunales entre ellos, nada especial. Queda también la reunión de los tres Beatles vivos para dar luz a una idea mísera: poner música a maquetas de segunda fila de John Lennon. Y Robert Plant y Jimmy Page intentan sobrevivir juntos al legado de Led Zeppelin con nuevas canciones y algunos de sus clásicos, además de haberse juntado en un par de ocasiones con John Paul Jones y el hijo de John Bonham.

Hay otros que han conseguido escapar a los rumores y a las suculentas ofertas en forma de cheques. Sting aún duda si reunir a Police e Iggy Pop no las tiene todas consigo respecto a juntar a los Stooges. Este año grabaron nuevas canciones Kraftwerk, Blondie, The Records y Public Enemy, preparan nuevos conciertos New Order, Bow Bow Bow y hasta Culture Club!, mientras Simple Minds recuperan a su formación original. Hasta ahora sólo se han salvado The Jam y The Clash. Aún hay quién resiste la tentación!

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO SILVIA TORRES

ARTÍCULOS 1999

Silvia Torres, seducción bahiana

La década de los noventa, un auténtico trampolín para las músicas del mundo de cara al siglo XXI, ha traído para la música brasileña el impulso de nuevas formas y valores necesario en aras de la renovación de un género que ya había visto momentos de trascendencia capital.

La revolución de la bossa nova, capitaneada por Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes a partir de finales de los cincuenta y primeros sesenta, así como el tropicalismo, conducido por Caetano Veloso y Gilberto Gil durante los setenta, se habían quedado fijados de tal forma en el subconsciente colectivo que cualquier evolución posterior tenía que tomarlos como referente obligado.

Son aquellos unos nombres que, a través de los años, han convivido con otros clásicos como Joao Gilberto, Gal Costa, Jorge Bem, Chico Buarque o Milton Nascemento, entre otros, y que, a su vez, han seguido estando siempre presentes y en la mente de las nuevas generaciones cuando comenzaron a grabar y actuar.

Así, en los últimos años, una nueva hornada de músicos, receptivos a todos aquellos referentes, pero sobre todo conectados a la realidad más inmediata, han proporcionado una nueva dimensión al tratamiento de la música popular. Todos han contribuido a mantener intacta la tradición al tiempo que conectaban con el lenguaje pop internacional, propiciando un espectacular resurgimiento de la música brasileña.

Pensemos en la voz de Marisa Monte, el carisma de Carlinhos Brown o el discurso de Chico Cesar. Recordemos, también, la irrupción de figuras como Zeca Baleiro, Rosa Passos, Daniela Mercury, Fernanda Abreu, Lenine, Belo Velloso, Margarita Margareth Menezes, Marina Lima, Rita Ribeiro, Daúde, Mónica Salmaso, Chico Science & Naçao Zumbi…

Entre aquellas cantantes introducidas recientemente en nuestro Estado se encuentra Silvia Torres, mujer de mirada directa y gesto apasionado, que acaba de publicar su primer disco de resonancia internacional, Silvia Torres.

En el cómputo de su carrera, éste es su quinto disco, aunque según ella viene declarando se trata del primero de una nueva vida. Una consideración motivada por el hecho de que sus trabajos precedentes no eran más que recopilaciones de sus participaciones como intérprete en un trío eléctrico por las calles de Salvador de Bahía durante el Carnaval, intervenciones en las que diferentes artistas se pasean durante días cantando encima de escenarios ambulantes, entre cientos de miles de personas, por pura diversión y a la espera de que alguien reconozca su talento.

Nacida en Bahía y pariente lejana de Astrud Gilberto –la mítica cantante de “A garota de Ipanema”-, Silvia Torres tiene detrás un lustroso pasado como parte del grupo de rock brasileño Mar Revolto y como acompañante de figuras como Gilberto Gil o Carlinhos Brown, en este caso dentro de la agrupación Acordes Verdes, el grupo de Luz Caldás.

Para el disco con el que comienza su nueva etapa, Silvia Torres ha tenido claro que era necesario una alianza con alguien más para garantizarse a ella misma que no daba un paso en falso en este momento decisivo de su trayectoria. De ahí la participación como productor de su antiguo compañero Carlinhos Brown, siempre más proclive a colaborar con sus colegas que a dar impulso a su propia carrera. También ha contado con el respaldo del gobierno del Estado de Bahía, elemento clave para dejar definitivamente de lado las canciones de carnaval y exponer un concepto personal, escogiendo las canciones, el productor, los arreglos e incluso los músicos.

En esta colaboración, Carlinhos Brown ha sabido dejar claro el caudal de seducción que atesora la música bahiana y que tan perfectamente ha sabido interpretar Silvia Torres. Sensualidad, cadencia y ritmo son elementos que definen este disco, en el que la voz otorga luminosidad y escalofrío a los textos que pasan por su garganta.

Junto a canciones del Recônvaco de Bahía, zona de mar de melodías inocentes, ritmos cadenciosos y sensualidad desorbitada, como “Ao a da mina doce”, se incluyen otras procedentes del Sertao, el interior seco y pobre del mismo Estado, en tonos más graves, a medio camino entre el dolor y la esperanza.

La bossa miniaturista se combina con el samba de autor en canciones provistas de grandes hallazgos melódicos, brochazos de percusiones con trasfondo místico e invitados tan relevantes como Oscar da Penha, “Batatinha”, que falleció a los 72 años, poco después de poner su arte en este disco regalando el tema “Para todo efeito”. Así, su tratamiento, en clave acústica, casi artesanal, sin alardes tecnológicos, se convierte en su mayor acierto.

Si Elis Regina era pura fuerza, Maria Bethania puro carácter, Gal Costa la reina de la elegancia y Marisa Monte se sitúa como la nueva diva de la música brasileña, entonces Silvia Torres encarna la mejor representación posible de la sensualidad bahiana.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO TECHNO

ARTÍCULOS 1999

El techno es para la primavera

Underworld

¿Coincidencia? Puede, pero el hecho es incuestionable. La mayor parte de los dinosaurios del dance editan sus nuevos discos en estos días. Y, además, anuncian desembarco en los principales festivales veraniegos estatales.

Dicen que cada 10 años en el mundo del rock hay una gran revolución, una ruptura con todo lo anterior que hace revivir sus adormecidas estructuras. Cabe dudarlo, porque a finales de los 90 no ha habido nada sustancialmente nuevo, a no ser el reciclaje brutal en todos los frentes. Pero si se puede aplicar a las décadas anteriores.

Entre el 56 y el 58 el rock más clásico sentó sus bases, liderados por las canciones de Elvis. La época psicodélica culminó en el verano del amor en el 68, con todos los grandes festivales al aire libre. Y entre el 76 y el 78 tuvo lugar la explosión punk, representada, como nadie, por la fulgurosa aparición de los Sex Pistols, el mayor soplo de aire fresco de estos 45 años de rock.

¿Y que pasó con los 80? Pues que ése fue el momento de la música de baile. Cientos de nombres anónimos acabaron por asentar una escena que se venía fraguando durante unos años y que fue llamada, en el 88, el segundo verano del amor, aunque su música -el house- y sus centros -Chicago, Detroit, Manchester, Ibiza- no tenían nada que ver aquel estío de 20 años antes.

La última revolución importante del rock significó que, desde entonces, cualquier chaval sabe que puede componer música entre las paredes de su dormitorio y colocarla con etiquetas blancas en los más selectos clubes del planeta. Aún sigue siendo así para la mayor parte de la música de baile que se factura, pero, como en todos los movimientos anteriores, hay una serie de nombres que se van convirtiendo poco a poco en las vacas sagradas del género.

¡Qué más da llamarle big beat, techno inteligente, electro, dance-rock o lo que sea! El caso es que determinados nombres ocupan, a finales de los 90, un espacio antes sólo reservado para los grandes nombres del rock, la cabecera de cartel en los festivales veraniegos que se precien –o, cuando menos, un espacio privilegiado en la imprescindible carpa dance- y, sobre todo, el favor de presentarlos como los últimos renovadores del lenguaje del rock.

Algunos de ellos han convertido la primavera del 99 en el momento para su vuelta. No estamos hablando de segundones en reconocimiento público como Death In Vegas, Propellerheads, Lo-Fidelity All-Stars ni del último gran éxito masivo, Fatboy Slim, sino de Orbital, Chemical Brothers, Prodigy, Underworld, Leftfield o Howie B, que regresan, ahora sí, en olor de multitudes, aunque probablemente ninguno supere sus anteriores álbumes.

Ahora son ya las vacas sagradas y no hay nada que objetar. Pero, ¿quién escuchó en su momento discos tan decisivos para la evolución de la música de baile como Newbuild de 808 State, el primer álbum homónimo de Orbital, The Prodigy Experience de The Prodigy, Haunted Dancehall de Sabres Of Paradise, Chill Out de KLF, Adventures Beyond The Ultraworld de The Orb y tantos otros?

Los primeros en presentarse en sociedad este año han sido Underworld. Después de los increíbles Dubnobasswithmyheadman, 94, y Second Toughest In The Infants, 96 –con el himno “Born Slippy”-, y de sus fallidas colaboraciones con R.E.M. y U2, han editado Beacoup Fish, mejorando los dos álbumes anteriores y entregando el gran disco dance del 99, al menos por el momento.

En sus estrías, mucho más amplias de miras, hay sitio para todo: una mayor riqueza rítmica (“Push Upstairs”), homenajes a Giorgio Moroder (“Shudder/King Of Snake” con samplers de “I Feel Love”), estructuras progresivas (“Something Like A Mama”), himnos para tomar el relevo de “Born Slippy” (“Moaner”), melodías pop (“Jumbo”, “Cups), pesadillas infernales (“Kittens”) y nuevas vías (“Bruce Lee”, “Skym”).

Ya lo avisaron en la primera edición del Doctor Music, en el 96, y puede que lo repitan este año si resultan las gestiones que se están realizando para llevarlos hasta las orillas del Mediterráneo: lo de Darren Emerson, Karl Hyde y Rick Smith en directo es una inagotable muestra de ritmo malsano, perfecto para bailar bajo el influjo de la luna.

Prodigy habían firmado hasta ahora tres discos esenciales de los 90 –The Prodigy Experience, 92, Music For The Gilted Generation, 94, y The Fat Of The Land, 97-. El disco que ahora aparece lleva su firma, pero es realmente su líder Liam Howlett quien pone el trabajo sobre la mesa de mezclas. Porque de eso se trata: una sesión de DJ editada como disco con la que Liam Howlett busca ganarse cierta reputación crítica después de haber alcanzado el éxito como banda. Aunque que el lector de compactos dice tener ocho canciones, en realidad son 51 cortes de distintos grupos bien mezcladas en 50 minutos para que quede clara su habilidad con los platos y las influencias que tienen Prodigy. The Dirtchamber Sessions Volume One hace un repaso por el hip-hop (Public Enemy, Beastie Boys, LL Cool J, Grandmaster Flash), los pioneros del dance (Bomb The Bass, Coldcut, KLF), el soul y el jazz (Barry White, Herbie Hancock), los sonidos indies (The Charlatans, Primal Scream, Jane’s Adiction), tres minutos de punk (Sex Pistols), sus colegas de ahora (Chemical Brothers, Fatboy Slim, Propellerheads) y los propios Prodigy.

Los hermanos Hartnol, Paul y Phil, llevan la delantera a muchos al frente de Orbital, marcando el camino de la electrónica en los 90 a lo largo de cuatro discos –Orbital, 91, Orbital, 93, Snivilisation, 94 e In Sides, 96- y una banda sonora –Event Horizon, 97-. Hace poco se pasaron por el Espárrago Rock para presentar su nuevo álbum y a mediados de junio volverán para el Sónar 99, junto a P 18, Laurent Garnier Suicide, Plastikman o Richie Hawtin.

The Middle Of Nowhere supone una pequeña decepción frente a In Sides, un disco que tenía bellas canciones como “The Box” o “The Girl With The Sun In Her Head”. El sentimiento pierde peso frente al ritmo, los ambientes cinematográficos y los sintetizadores desbocados en la primera parte del disco. Después “Otoño” y “Nothing Left”, con una Alison Goldfrapp imitando a Björk, recuperan parte del encanto de un grupo que fue considerado el mejor ejemplo del techno para la generación Blade Runner.

Howie B, más conocido por sus trabajos como DJ en las giras de U 2, como colaborador de Björk, Ry Cooder, Tricky o Robbie Robertson y como productor y remezclador, también ha editado recientemente su nuevo disco, Snatch. Después de Music For Babies, 96, y Turn The Dark Off, 97, Snatch parece hecho de descartes, en base a bandas sonoras imaginarias sin demasiada imaginación. Sólo cortes como “To Kiss You” o “Maniac Melody”, en la línea de los franceses Air, salvan el tipo.

Se anuncian para antes del verano nuevos discos de Leftfield y Chemical Brothers. El de Leftfield será el segundo de la pareja Neil Barnes y Paul Daley, después del enorme y variado Leftism, del 95. Por ahora sólo se sabe que han aportado la primera canción que editan desde el 95, “Swords” a la banda sonora de la película Go y que el primer single de su nuevo álbum, “Afrika Shox” cuenta con la colaboración del pionero Afrika Bambaataa.

The Chemical Brothers llegarán con su tercer disco Surrender, que sigue a Exist Planet Dust, 95, y Dig Your Own Hole, 97. En este caso, Tom Rowlands y Ed Simons, como es costumbre, contarán con Noel Gallagher, Bernard Summer, Mercury Rev y Hope Sandoval como colaboradores. Además repetirán, por cuarta vez, en el Festival de Benicassim, en el que son amos y señores de su piscina.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO TECHNO

CAMPUS GALICIA ARTICULO VAN MORRISON

ARTÍCULOS 1999

Van Morrison, viajero astral

Sin lugar a dudas, los recientes rumores sobre el regreso de Van Morrison lo que intentaban era atraer la atención de antiguos seguidores perdidos por el camino. Una vuelta a la forma de antaño, decían, citando el título de su nuevo disco, Back On Top –De nuevo en la cima- como la mejor de las pruebas. Otros hablaban de la recuperación de la atmósfera enrarecida de Astral Weeks y de los arreglos de viento de su etapa más aclamada, la de mediados de los 70.

Puede que estas campañas funcionen, aunque si hay algo claro es que el león de Belfast no está detrás de ellas: él deja caer su música de vez en cuando y que los demás dispongan, a poder ser sin hacer demasiado ruido. Incluso una declaración tan rotunda -y acertada- como la que da nombre al álbum se ve atemperada por versos amargamente sardónicos como los que incluye la canción que lo titula (“¿Qué puedes hacer cuando llegas a la cima y ya no tienes ya ningún sitio al que ir?”).

En esta ocasión, la sección de viento queda en las manos del reputado saxofonista Pee Wee Ellis, mientras que el alabado Fiachra Trench es quien aporta los redoblados arreglos de cuerda. De esta forma George Ivan se ve libre para continuar su viaje como sufridor peregrino del blues, que va marcando sus pasos con su propia cruz por un estrecho camino que le lleva del prodigio bucólico al relato de la amarga experiencia con el negocio musical.

El Van Morrison de Astral Weeks nunca hubiera escrito algo tan conscientemente quejumbroso como “New Biography” ni tan violento como el vapuleo descrito en el climático “Golden Autumn Day”. Lleva ya demasiado tiempo siguiendo su propio rumbo, con tanta insistencia que ya es demasiado tarde como para volver al principio y empezar de nuevo.

El glosario de influencias (Ray Charles, Sam Cooke, John Lee Hooker) y nombres recurrentes (William Blake, Mary Shelley, Chet Baker, The Chieftains) proporcionan puntos de referencia fidedignos, sobre los que ha construido un mundo particular tan reconocible, para el que el inmovilismo o la retirada nunca han sido opciones a considerar, convirtiéndose en una de las odiseas musicales más resolutas y resplandecientes de las últimas tres décadas.

“Going Down Geneva”, el corte que abre Back On Top, es una comienzo arisco y seco, una declaración de intenciones en la que la guitarra serrada de Mick Green cabalga sobre un boogie desvergonzado mientras que un Van Morrison que pasa mucho tiempo en la carretera declara sentirse lejos de casa, haciendo sonar toda una tormenta en su armónica (un grito huracanado que reaparece de vez en cuando a lo largo de todo el disco), al tiempo que se pregunta “cómo es posible que todo esto haya llegado tan lejos”.

Las dos joyas gemelas del álbum –“Philosopher’s Stone” e “In The Midnight”- le siguen. Se trata de material irrebatible: la primera, una valoración aguda y mordaz del don de los artistas (“Ni siquiera mis amigos saben que mi trabajo es convertir el plomo en oro”) y la segunda, el hermoso y controlado relato lleno de soul de un agonizante revés emocional, con un órgano humeante, la sentimental guitarra de Mick Green y la poderosa voz de Van Morrison, tan robusta y tierna como siempre.

A lo largo de todo el disco, Mick Green se revela como uno de los tesoros mejor guardados de la música actual, mientras que la voz en falsetto que habitualmente pone Brian Kennedy, una intrusión demasiado relevante en los últimos discos y en las recientes giras, ha sido relegada a un papel secundario, conservando su característico juego de contrapunto con la sequedad ronca del maestro.

Incluso la composición de Van Morrison ha recuperado la urgencia que se había echado de menos en los últimos años. “High Summer” puede ser la más fascinante manifestación de Lucifer en el legado del blues moderno, en la que Van Morrison descubre que el diablo no anda sino en el hombre corriente. Y “Precious Time” es una optimista melodía de gospel que podría situarse a la altura de clásicos como “Bright Side Of The Road”, aunque en este caso se contrapone a un cierto aire de oscuro realismo.

Tanto en esta canción como en “Golden Autumn Day” parece que Van Morrison se ha dejado imbuir de la inspiración de su socio en la carretera Bob Dylan y de su celebrado último disco, Time Out Of Mind, al evocar un fatalismo que de alguna forma consigue mostrarse edificante. Así que no estamos ante el viejo Van de nuevo, sino que es el actual en la cima de su propio juego, algo que añorábamos desde su Hymns To The Silence al principio de la década. ¿Quién, sino, podría hacerlo de otra forma?

Xavier Valiño

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