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ARTÍCULOS 1999

El techno es para la primavera

Underworld

¿Coincidencia? Puede, pero el hecho es incuestionable. La mayor parte de los dinosaurios del dance editan sus nuevos discos en estos días. Y, además, anuncian desembarco en los principales festivales veraniegos estatales.

Dicen que cada 10 años en el mundo del rock hay una gran revolución, una ruptura con todo lo anterior que hace revivir sus adormecidas estructuras. Cabe dudarlo, porque a finales de los 90 no ha habido nada sustancialmente nuevo, a no ser el reciclaje brutal en todos los frentes. Pero si se puede aplicar a las décadas anteriores.

Entre el 56 y el 58 el rock más clásico sentó sus bases, liderados por las canciones de Elvis. La época psicodélica culminó en el verano del amor en el 68, con todos los grandes festivales al aire libre. Y entre el 76 y el 78 tuvo lugar la explosión punk, representada, como nadie, por la fulgurosa aparición de los Sex Pistols, el mayor soplo de aire fresco de estos 45 años de rock.

¿Y que pasó con los 80? Pues que ése fue el momento de la música de baile. Cientos de nombres anónimos acabaron por asentar una escena que se venía fraguando durante unos años y que fue llamada, en el 88, el segundo verano del amor, aunque su música -el house- y sus centros -Chicago, Detroit, Manchester, Ibiza- no tenían nada que ver aquel estío de 20 años antes.

La última revolución importante del rock significó que, desde entonces, cualquier chaval sabe que puede componer música entre las paredes de su dormitorio y colocarla con etiquetas blancas en los más selectos clubes del planeta. Aún sigue siendo así para la mayor parte de la música de baile que se factura, pero, como en todos los movimientos anteriores, hay una serie de nombres que se van convirtiendo poco a poco en las vacas sagradas del género.

¡Qué más da llamarle big beat, techno inteligente, electro, dance-rock o lo que sea! El caso es que determinados nombres ocupan, a finales de los 90, un espacio antes sólo reservado para los grandes nombres del rock, la cabecera de cartel en los festivales veraniegos que se precien –o, cuando menos, un espacio privilegiado en la imprescindible carpa dance- y, sobre todo, el favor de presentarlos como los últimos renovadores del lenguaje del rock.

Algunos de ellos han convertido la primavera del 99 en el momento para su vuelta. No estamos hablando de segundones en reconocimiento público como Death In Vegas, Propellerheads, Lo-Fidelity All-Stars ni del último gran éxito masivo, Fatboy Slim, sino de Orbital, Chemical Brothers, Prodigy, Underworld, Leftfield o Howie B, que regresan, ahora sí, en olor de multitudes, aunque probablemente ninguno supere sus anteriores álbumes.

Ahora son ya las vacas sagradas y no hay nada que objetar. Pero, ¿quién escuchó en su momento discos tan decisivos para la evolución de la música de baile como Newbuild de 808 State, el primer álbum homónimo de Orbital, The Prodigy Experience de The Prodigy, Haunted Dancehall de Sabres Of Paradise, Chill Out de KLF, Adventures Beyond The Ultraworld de The Orb y tantos otros?

Los primeros en presentarse en sociedad este año han sido Underworld. Después de los increíbles Dubnobasswithmyheadman, 94, y Second Toughest In The Infants, 96 –con el himno “Born Slippy”-, y de sus fallidas colaboraciones con R.E.M. y U2, han editado Beacoup Fish, mejorando los dos álbumes anteriores y entregando el gran disco dance del 99, al menos por el momento.

En sus estrías, mucho más amplias de miras, hay sitio para todo: una mayor riqueza rítmica (“Push Upstairs”), homenajes a Giorgio Moroder (“Shudder/King Of Snake” con samplers de “I Feel Love”), estructuras progresivas (“Something Like A Mama”), himnos para tomar el relevo de “Born Slippy” (“Moaner”), melodías pop (“Jumbo”, “Cups), pesadillas infernales (“Kittens”) y nuevas vías (“Bruce Lee”, “Skym”).

Ya lo avisaron en la primera edición del Doctor Music, en el 96, y puede que lo repitan este año si resultan las gestiones que se están realizando para llevarlos hasta las orillas del Mediterráneo: lo de Darren Emerson, Karl Hyde y Rick Smith en directo es una inagotable muestra de ritmo malsano, perfecto para bailar bajo el influjo de la luna.

Prodigy habían firmado hasta ahora tres discos esenciales de los 90 –The Prodigy Experience, 92, Music For The Gilted Generation, 94, y The Fat Of The Land, 97-. El disco que ahora aparece lleva su firma, pero es realmente su líder Liam Howlett quien pone el trabajo sobre la mesa de mezclas. Porque de eso se trata: una sesión de DJ editada como disco con la que Liam Howlett busca ganarse cierta reputación crítica después de haber alcanzado el éxito como banda. Aunque que el lector de compactos dice tener ocho canciones, en realidad son 51 cortes de distintos grupos bien mezcladas en 50 minutos para que quede clara su habilidad con los platos y las influencias que tienen Prodigy. The Dirtchamber Sessions Volume One hace un repaso por el hip-hop (Public Enemy, Beastie Boys, LL Cool J, Grandmaster Flash), los pioneros del dance (Bomb The Bass, Coldcut, KLF), el soul y el jazz (Barry White, Herbie Hancock), los sonidos indies (The Charlatans, Primal Scream, Jane’s Adiction), tres minutos de punk (Sex Pistols), sus colegas de ahora (Chemical Brothers, Fatboy Slim, Propellerheads) y los propios Prodigy.

Los hermanos Hartnol, Paul y Phil, llevan la delantera a muchos al frente de Orbital, marcando el camino de la electrónica en los 90 a lo largo de cuatro discos –Orbital, 91, Orbital, 93, Snivilisation, 94 e In Sides, 96- y una banda sonora –Event Horizon, 97-. Hace poco se pasaron por el Espárrago Rock para presentar su nuevo álbum y a mediados de junio volverán para el Sónar 99, junto a P 18, Laurent Garnier Suicide, Plastikman o Richie Hawtin.

The Middle Of Nowhere supone una pequeña decepción frente a In Sides, un disco que tenía bellas canciones como “The Box” o “The Girl With The Sun In Her Head”. El sentimiento pierde peso frente al ritmo, los ambientes cinematográficos y los sintetizadores desbocados en la primera parte del disco. Después “Otoño” y “Nothing Left”, con una Alison Goldfrapp imitando a Björk, recuperan parte del encanto de un grupo que fue considerado el mejor ejemplo del techno para la generación Blade Runner.

Howie B, más conocido por sus trabajos como DJ en las giras de U 2, como colaborador de Björk, Ry Cooder, Tricky o Robbie Robertson y como productor y remezclador, también ha editado recientemente su nuevo disco, Snatch. Después de Music For Babies, 96, y Turn The Dark Off, 97, Snatch parece hecho de descartes, en base a bandas sonoras imaginarias sin demasiada imaginación. Sólo cortes como “To Kiss You” o “Maniac Melody”, en la línea de los franceses Air, salvan el tipo.

Se anuncian para antes del verano nuevos discos de Leftfield y Chemical Brothers. El de Leftfield será el segundo de la pareja Neil Barnes y Paul Daley, después del enorme y variado Leftism, del 95. Por ahora sólo se sabe que han aportado la primera canción que editan desde el 95, “Swords” a la banda sonora de la película Go y que el primer single de su nuevo álbum, “Afrika Shox” cuenta con la colaboración del pionero Afrika Bambaataa.

The Chemical Brothers llegarán con su tercer disco Surrender, que sigue a Exist Planet Dust, 95, y Dig Your Own Hole, 97. En este caso, Tom Rowlands y Ed Simons, como es costumbre, contarán con Noel Gallagher, Bernard Summer, Mercury Rev y Hope Sandoval como colaboradores. Además repetirán, por cuarta vez, en el Festival de Benicassim, en el que son amos y señores de su piscina.

Xavier Valiño

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