CAMPUS GALICIA ENTREVISTA CON MARS VOLTA

ENTREVISTAS 2003

The Mars Volta, duros y progresivos

En 1996 Julio Venegas, un artista de El Paso, Tejas, se suicidó. Era un espíritu libre y un provocador, “Definitivamente vivió su vida hasta el límite,” recuerda su amigo, Cedric Bixler Zavala. “Hacia el final, tenía muy mala pinta debido al coma. Su cuerpo era un mapa lleno de cicatrices y algunos de sus amigos le llamaban Frankenstein. Tenía unas marcas muy grandes en el cuello, moratones, golpes, y su brazo estaba destrozado por echarse veneno para ratas. Parecía una enciclopedia de cicatrices.”

Cuando Cedric cantaba en At The Drive-In, escribió una letra -“Embroglio”, perteneciente al disco Acrobatic Tenement de 1998- acerca de Venegas, quien se mató mientras el grupo estaba ensayando. “Creo que no fue justo lo que le pasó,” continúa. “Me sentí con ganas de dedicarle un disco entero.”

Aquel disco es De-Loused In The Comatorium, el primer álbum de The Mars Volta. De-Loused In The Comatorium contiene una hora de música irritable, sin miedos y pensativa, una celebración ficticia de la vida de Julio Venegas.

“El concepto del disco es la historia de un hombre que intenta suicidarse con una sobredosis de morfina. En vez de morir, cae en coma durante una semana, y vive experiencias fantásticas en sus sueños, batallas entre lo bueno y lo malo de su conciencia. Al final, se despierta del coma, pero elige morir.”

Un tema ambicioso y directo, pero ya hemos aprendido a esperarnos mucho de Cedric y de Omar Rodríguez-López, su compañero de faena. Como dice Omar: “Tenemos una ideología muy sólida, y una parte de ello consiste en tener las máximas ideas posibles para no quedarte estancado.”

En At The Drive-In, la lingüística de Cedric venía marcada por sus raíces en el post-hardcore. Ahora, la música se forma por palabras imaginativas y sin compromiso. De-Loused In The Comatorium incluye ocho canciones que pueden recordar a Led Zeppelin, Fugazi, Jane’s Addiction, Can, Santana, Spirit, Miles Davis… Y, ocasionalmente, a At The Drive-In.

Es sin duda alguna música progresiva: abierta en su género, sin miedo a la seriedad, y siempre con nuevas ideas en cada nota. “Supongo que el concepto de la música progresiva está un poco congelado,” dice Cedric. “Es lo viejo, lo que los chicos quieren que desaparezca. Yo sólo espero que la gente no piense que van a ver a un tío tocando los teclados sobre hielo. Tenemos los pies sobre la tierra, hay mucha estética punk envuelta.”

Para Cedric y Omar, The Mars Volta también representa una escapada, de alguna manera, ya que no se ven sometidos a ningún límite. Ya con la entrada del nuevo milenio, At The Drive-In fue uno de los grupos más dinámicos del planeta.

Volviendo de una gira europea a principios del 2001, Omar se sentía muy infeliz, aunque no tenía nada que ver con sus ideas políticas o sus expectativas, como se había dicho. “Estaba aburrido de la música que estábamos tocando,” se acuerda. “No parábamos de hacer los mismos discos. Fue muy bonito que nos prestaran atención con At The Drive-In, después de seis años, pero nos quedamos musicalmente vacíos, espiritualmente vacíos. Es importante saber empezar de nuevo, empezar de la nada y no temer exponerte a ti mismo.”

Al final, le contó a Cedric su interés en grupos experimentales. “La idea era tener un grupo sin limitaciones conceptuales. Ambos supimos que aquello supondría un gran sacrificio, muchos corazones rotos y un cambio en nuestras vidas. Aún así, ambos lo aceptamos con tal de no hacer sufrir a la música.”

Omar empezó a buscar a los músicos que necesitaban para The Mars Volta: Ikey Owens de The Long Beach Dub All-Stars, teclados, y Jon Theodore, un batería que tocó con Golden, al igual que Jeremy Ward, su amigo de De Facto, quien se convertiría en el miembro secreto del grupo, para manejar los samplers y los efectos detrás del escenario. “Fue genial tocar con personas con la misma visión,” continúa, “una influencia que siempre ha formado parte de At The Drive-In.” Jeremy Ward, lamentablemente, falleció en mayo de 2003, tan sólo unas semanas antes de la edición de este primer disco.

Gracias a su propio sello, Gold Standard Laboratories, y una serie de conciertos consiguieron atraer la atención de Rick Rubin, productor, de Flea, que tocó el bajo, y de su viejo amigo John Frusciante, otro miembro de los Red Hot Chili Peppers, quien colaboró con su guitarra en “Cicatriz”.

A finales del año pasado, The Mars Volta se instalaron en la casa de Rubin, en Laurel Canyon, una casa con una “presencia muy fuerte”, según Omar, y empezaron a grabar De-Loused In The Comatorium. El resultado es este disco tan apasionado, elaborado e inventivo, uno de esos discos en el que la música está presente de una forma muy emocional.

“Creo que nos costó muchas vueltas,” admite Cedric, “pero todos mis discos favoritos son así.” Parece que The Mars Volta le piden mucho a la música, y saben que no son los únicos. “Nuestra música no es nada del otro mundo, pero tampoco somos marcianos,” reconoce Omar, modestamente. “Sí nosotros lo hemos conseguido, habrá otros que también lo consigan.”

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ENTREVISTA CON MANTA RAY

ENTREVISTAS 2003

Manta Ray, rabia contra la máquina

Desde luego, la cantera asturiana que empezó con los 90 está dando ahora sus mejores frutos. Tras el excelente disco de Nosoträsh, llega el asombroso nuevo y doble álbum de Nacho Vegas -que fuera componente de Manta Ray- y la reválida de sus antiguos compañeros en Estratexa -así, en asturiano-.

¿Se parece el resultado de Estratexa a la intención que había antes de grabarlo?

– Creo que sí. Teníamos claro desde el principio que queríamos hacer un disco más duro, más violento, más rabiado. Y el resultado cumple a la perfección con ese plan, con esa estrategia que nos habíamos marcado.

En este disco parece que habéis dejado atrás una etapa y optáis por algo más directo y menos pulido. ¿Es así?

– Es así. Teníamos la espina clavada de que, en los discos anteriores, no habíamos sabido plasmar el sonido que conseguimos en directo. Y en este disco creo que hemos conseguido hacerlo. Por eso está grabado en directo, con los cuatro en la misma sala del estudio, como si estuviéramos en nuestro local de ensayo. Y creo que eso se nota. Y se notará aun más en directo.

También habéis optado por la faceta más instrumental. ¿Distraen los textos de lo que queréis decir?

– Sabemos que la materia prima de nuestro trabajo es el sonido. Nuestro lenguaje es abstracto y eso soporta mal el discurso más narrativo, más figurativo, que le pueden proporcionar los textos a la música. Preferimos explotar las posibilidades del sonido y no incorporar demasiados elementos que desvíen la atención de ello. Por eso la voz y los textos cada vez van perdiendo más peso en la música de Manta Ray.

¿Cómo están de escondidas las sensaciones que pretendéis reflejar en las letras? ¿Se les dan muchas vueltas antes de ser definitivas?

-Yo creo que en la música de Manta Ray, al margen de que haya una intención de reflejar determinadas sensaciones e ideas, hay un espacio muy grande para la interpretación del oyente. Eso nos interesa y cada vez lo tenemos más claro. De alguna manera, la percepción es un proceso también de creación, porque es donde ordenas todas esas ideas que la música te puede proporcionar.

¿Cómo se puede sonar como un grupo siempre interesante?

– Pasando muchas horas en un local de ensayo frío y húmedo.

¿Se rechaza lo que ya se ha hecho anteriormente?

– Algo de eso hay. Nos gusta reinventarnos a nosotros mismos y no tener un lenguaje musical demasiado claro. Nos desprendemos, en cada nuevo trabajo, de todo lo que adquirimos en nuestro trabajo anterior. Si no hiciéramos eso, nos estaríamos acomodando y eso no nos gusta.

¿Os sigue gustando la música que se hizo en Alemania en los 70 y es vuestra principal referencia?

– Nos gusta, claro que sí. Can nos parece un grupo fundamental, por poner un ejemplo. Pero tampoco podemos decir que sea una referencia principal para nosotros, porque procuramos trabajar sin referentes, sin influencias que nos puedan llevar al mimetismo. Hace tiempo que aprendimos a desprendernos de la música que escuchamos cuando entramos en el local de ensayo. Todas las influencias que pueda haber son inconscientes.

Si tuvierais que poner la banda sonora a una película, ¿cuál os gustaría que fuera?

– Cada uno de nosotros te diría una distinta. Además, son muchas las películas que nos podrían interesar en ese sentido. En cualquier caso, nos gustaría hacer una banda sonora de una película donde pudiéramos involucrarnos desde el principio. No nos entusiasma la idea de trabajar por encargo para una película, pero si la idea de colaborar con un director de cine desde los comienzos de un trabajo fílmico.

¿Hasta que punto controláis todo lo que afecta al grupo: portadas, escenario, producción…?

– Pues casi totalmente. Nos involucramos al 100% en todos esos aspectos, pero siempre procuramos rodearnos de gente de confianza que nos eche una mano, y en ellos delegamos algunos aspectos. De las portadas o las luces de los conciertos se encarga, por ejemplo, Ramón Isidoro, un artista asturiano amigo nuestro en el que confiamos plenamente y con el que podemos dialogar de todos esos aspectos. Nosotros sólo somos músicos y dejamos otro tipo de aspectos para gente que conoce ese terreno y sabe lo que queremos. Ellos son, de alguna manera, los otros miembros de Manta Ray.

¿Hay algún productor con el que os gustaría trabajar?

– Kaki Arkarazo. Afortunadamente, ya trabajamos con él.

¿Qué recuerdos quedan hoy de vuestro primer disco?

– Pocos, creo. Supongo que éramos más inexpertos que ahora. Más ingenuos musicalmente.

¿Ayuda a mantener la ilusión sabiendo que hay tanta o más receptividad a vuestras canciones en el extranjero?

– La ilusión se mantiene precisamente porque no sabemos qué receptividad puede tener nuestra música fuera del Estado. Nos ilusiona tocar fuera y enfrentarnos a un público nuevo, que no nos conoce de nada.

¿Qué cosas cambiaríais de vuestra trayectoria si pudierais volver a empezar?

– No me gusta mirar demasiado al pasado, así que mejor pensar qué cosas hacer en el futuro de las que no te puedas arrepentir.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ENTREVISTA CON MALAHORA

ENTREVISTAS 2003

Malahora, la calle del viento

Malahora es un quinteto sevillano que recientemente ha editado su primer disco grande, Intro][vertido. Pop de corte clásico en las doces canciones que componen el LP y que supone la primera referencia del sello Lunar Discos.

Intro][vertidoes el título de vuestro reciente primer disco grande. ¿Contentos de cómo ha quedado?

-La grabación de un LP es uno de los eventos más importantes que pueden darse para una banda, y más si se trata del primer larga duración. Si la escala fuese: nada, poco, bastante y muy satisfechos, nos quedamos con el más alto: muy satisfechos. La primera parte del trabajo (hacerlo) y la segunda (sacarlo) acabaron, y ahora estamos enfrascados en la promoción y difusión que esperamos también pueden calificarse por lo menos como las anteriores.

Este disco poco tiene que ver con El desierto de las mil flores, un mini-CD que habíais editado en el sello Pussycats. La verdad es que dos años dan para evolucionar mucho.

– ¡Y tanto! No renegamos de El desierto de las mil flores, pero es obvio que comparado con Intro][vertido podrían estar grabados por dos grupos distintos. Pero no, somos casi los mismos, ya que entre uno y otro están la incorporación de Julio López a la banda y la influencia de grupos, músicos y concepciones musicales nuevas. Es curioso, pero entre los dos discos grabamos una maqueta de cinco temas con la que llegamos a pensar que habíamos definido nuestro estilo. ¡Nada más lejos de la realidad! Lo cierto es que mirando hacia atrás estamos satisfechos de donde estamos; mirando hacia delante y en términos culinarios, el suflé está aún en el horno.

Quizás ahora estéis más emparentados musicalmente con bandas como Niños Mutantes.

– El caso de Niños Mutantes es digno de mención. Llevan en esto mucho tiempo y con muy buenas maneras. Personalmente los sigo desde Mano-parque-paseo y creo que Sol de Invierno es un muy buen disco, y su evolución es siempre creciente. Tenemos cierta afinidad con ellos pero está claro que si de alguna manera encajamos juntos en un estilo, las formas son distintas.

Vuestro disco supone también el debut de un nuevo sello, Lunar Discos. ¿Cómo se interesaron por editaros el disco?

– Lunar Discos nace por y para la edición de Intro][vertido. La idea parte de José Luis Osuna, aunque estamos todos metidos en el ajo. Es a través de José Luis como contactamos con la persona clave en este asunto: Roberto del sello Astro, que nos ha ayudado mucho.

Es un obstáculo para la promoción del disco que sea un sello pequeño y de reciente creación.

– Cierto; carecemos de la presencia y los medios, pero creemos que el disco vale la pena y puede funcionar. Ganas no nos faltan y estamos dispuestos a dar toda la guerra que haga falta. Estamos dispuestos a llegar a nuestro límite; a partir de ahí, alguien tiene que creer en nosotros.

El disco cuenta con las colaboraciones de Tito Valdés y Paco Martínez (Australian Blonde) y Víctor Sánchez (Del Ayo); todo un lujo.

– El asunto de las colaboraciones es algo que nos gusta bastante, pues aporta mucho durante y después de la grabación y más con músicos de esta talla. A Víctor lo conocemos desde hace tiempo; es un tío cojonudo y muy buen músico (actual guitarra de la banda de José Ignacio García Lapido). Lo de Tito Valdés fue, lógicamente, a través de Paco Loco. Paco ha sido sin duda la colaboración más importante del disco: producción, grabación y colaboración instrumental, además de otros aspectos más metafísicos y psicológicos.

Y José Ignacio García Lapido os ha escrito el tema "Todo el tiempo que pasó". ¿Cómo surgió esta colaboración?

– En este caso fueron Andrés (guitarra) y José Luis los culpables. José trabajó como manager para José Ignacio García Lapido y Andrés lo conoce a través de Víctor Sánchez, así que no fue muy difícil tener la oportunidad de tirarle los tejos para que nos escribiese un tema. Aceptó y nos envió una maqueta del tema El resto ya lo conoces.

Participáis en el disco tributo a 091 editado por Criminal Discos, haciendo el tema "El hombre invisible". ¿Cómo surgió lo de participar en este disco? ¿Y la elección del tema?

– Según tengo entendido, Criminal se puso en contacto con José Ignacio y éste les propuso algunos grupos que podrían encajar en al disco, entre los que estaba Malahora -doble satisfacción: homenajeamos a 091 y el maestro cuenta con nosotros- . Respecto a la elección del tema, pensamos que siendo del primer disco nos daría mas juego a la hora de llevarlo a nuestro terreno; además era una buena oportunidad de -modestamente- rescatar uno de los mejores temas del primer disco de 091, que es el menos conocido.

Estáis en plena gira de presentación del nuevo disco. ¿Qué tal está siendo la respuesta del público? Vais a estar tocando por casi toda la península, ¿no?

– Bastante buena, ya que si bien la afluencia de público no es masiva, las criticas sí son positivas; a la gente le gustan los temas y la puesta en escena del grupo. Somos conscientes de que la afluencia de público es un tema complicado que depende en gran medida de la promoción local que se haga y la cantidad de gente que por nosotros mismos podamos mover.De momento hemos pasado por Córdoba, Granada, Sevilla, Murcia, Valencia, Burgos, Zaragoza, Jumilla e iremos a Madrid, Jaén y Manzanares. El asalto al norte de la península (léase de Barcelona a Galicia) está cociéndose.

Ya para terminar, planes de futuro.

– Pues mientras imaginamos cómo seria nuestro concierto en Benicassim, seguimos con la gira de conciertos y la promoción del disco hasta en los confines del reino. Para finales de invierno sacaremos un single con algún tema inédito no recogido en el disco. En fin, seguir sembrando.

Toño Crespo

CAMPUS GALICIA ENTREVISTA CON MADONNA

ENTREVISTAS 2003

Madonna: baila su revolución

American Life es el nuevo álbum de una artista que representa libertad, vitalidad y entusiasmo en el mundo de la música. En este trabajo, Madonna lleva al límite su particular fervor patriótico. Además, supone una declaración de intenciones, un manifiesto innegociable y una defensa sólida de nuestro derecho inalienable a mover el culo en las pistas de baile. En pocas palabras, American Life, junto con el primer single del mismo título, es el himno de una nueva forma de vivir para Madonna.

¿Pero qué otra cosa cabía esperar de este icono polifacético que se ha convertido en la encarnación misma de hacer lo que le da a uno la gana? Continuando con el éxito de Music, su álbum del 2000, Madonna vuelve a formar equipo con el productor, compositor y alquimista musical Mirwais Ahmadzai, para crear juntos once nuevos temas originales. “Sí, supongo que estamos dentro del ámbito de la música electrónica, mirando al hip hop, al pop más puro y a la música romántica actual,” comenta la artista.

"Para mí American Life reivindica un nuevo y hermoso paisaje sonoro, sobrio y suntuoso a la vez, evocador y altivo, encantador, pero peligroso.” Por debajo laten las observaciones de Madonna sobre el actual estado de la condición espiritual contemporánea. “Vivimos en un callejón sin salida,” dice, y ella no tiene ningún miedo a bucear en su propia alma, ni tampoco a nombrar al ángel y al demonio que todos llevamos sobre nuestros hombros.

“Antes pensaba que el Sueño Americano consistía en llegar a Nueva York con treinta y cinco dólares en el bolsillo y abrirse camino a toda costa hacia la cumbre,” comenta Madonna refiriéndose a la razón de su extraordinario álbum. “Pero pienso también que los sueños de los americanos pueden ser muy fugaces. La fama, el dinero y la belleza no significan nada si realmente crees que esos valores te traerán la felicidad. Por supuesto, lo grande de ser americano es que tenemos libertad para sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que importa en la vida. Tenemos derecho a decir lo que pensamos, y eso es exactamente lo que he venido haciendo desde mis comienzos.”

Esta convicción domina todo el álbum. “Acabo de aprender a tocar la guitarra,” confiesa Madonna, “lo que significa que ahora no me hace falta contar con mucha gente durante el proceso de composición. Quizá por eso estos temas parecen más personales.”

A pesar de la intensa intimidad de las revelaciones contenidas en American Life, Madonna reconoce de inmediato la impagable aportación del otro “conspirador” del disco. “Mirwais es una personalidad única,” afirma Madonna, “con una peculiar visión de la vida que se transmite a su forma de hacer música. En el estudio es como un científico loco, programando los sintetizadores para crear sonidos apasionantes y futuristas. Es increíble cómo toma las sencillas ideas que le propongo y las convierte en algo maravilloso con sólo tocar un botón.”

La mezcla musical fraguada por Madonna y Mirwais condensa la esencia vital de Madonna, convirtiendo así American Life en una obra confesional y polémica. “Creo que todos mis discos van configurando un mapa de mi evolución,” continúa Madonna. “Una de las preguntas que me hacen más a menudo es si mis canciones son autobiográficas. La respuesta es que siempre nacen de lo personal, y por el camino van cruzándose con las experiencias de otras personas, historias que he escuchado o leído. De pronto, esas experiencias forman parte de mí, y ya no estoy muy segura de dónde termina mi experiencia y dónde empieza la de los otros.”

Este proceso se hace patente en temas de American Life como “Hollywood.” “Es una de mis metáforas,” explica. “Hollywood es la ciudad de los sueños, la ciudad de la superficialidad, donde puedes perder de vista lo que verdaderamente importa en la vida. Puedes perder la memoria, la visión de futuro y, al final, puedes acabar perdiéndote a ti mismo.”

Refiriéndose al contenido de “Mother And Father,” Madonna es igualmente franca: “La canción habla de mis esfuerzos por superar el dolor por la muerte de mi madre, pero no me gusta la autocompasión. Porque cuando acaba el día, todos tenemos que asumir la responsabilidad de nuestros actos. Eso es lo que trato de hacer con mi música. Quiero contar historias con mis canciones, y que la gente saque sus propias conclusiones, que cojan lo que les sirva y prescindan del resto.”

En última instancia, por su capacidad para revelar la esencia y su inagotable esfuerzo creador, afirma que American Life es también un acto revolucionario. “Revolución es una palabra en la que he estado pensando mucho en los últimos tiempos,“ confiesa Madonna. “¿Es revolucionario que alguien que es rico y famoso y que ha alcanzado el éxito alce la voz para decir que ninguna de esas cosas importan? Ya que he llegado hasta este punto, creo que ya es hora de desmentir públicamente un montón de ideas preconcebidas sobre quién soy y qué es lo que me importa. Vivimos en un tiempo en el que todo el mundo está preocupado por conseguir su pedazo de fama, sea como sea. Y sin embargo, no nos preocupamos en absoluto por nuestra relación con los demás, no nos importa si podemos hacer un bien a los otros. Por encima de todo, ése es el mensaje de este álbum, y además es un mensaje con el que se puede bailar.”

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ENTREVISTA CON LUCINDA WILLIAMS

ENTREVISTAS 2003

Lucinda Williams, la esencia del arte

Ya pasados los 50, Lucinda Williams se ha convertido en una de las mejores cantantes y compositoras de los EEUU, con discos que cabalgan entre el rock y el country. Ahora publica World Without Tears.

“Estoy realmente contenta con este disco porque no se parece en nada a lo que haya hecho anteriormente”. Habla Lucinda Williams, una de las artistas más completas del country-rock acerca de su último trabajo, el esperadísimo World Without Tears. “Creo que se nota una progresión. Se nota el esfuerzo”.

Tanto como si eres fan como si te acabas de incorporar a la cautivadora forma de trabajar de Lucinda Williams, World Without Tears es una joya eléctrica que va directa al corazón. Además, que su máximo logro es huir de las definiciones, porque desafía a esas definiciones. Es, por igual, un disco de blues, de folk, de country o de rock, basado en la poética forma de escribir las letras que van directas a los sentimientos más universales del ser humano: la pérdida, la alegría, la redención.

Precisamente, las letras han sido el fuerte de Lucinda desde siempre. Conocida antes por ser la hija menor del poeta Miller Williams, Lucinda grabó dos aclamadísimos discos para Smithsonian / Folkways antes de que, en 1988, fichara por Rough Trade. “Todo el mundo de la industria discográfica pareció tomar buena cuenta de mi forma de componer y, en poco tiempo, las versiones de las canciones de las artistas de country Patty Loveless y Mary-Chapin Carpenter (“The Night Is Too Long” y “Passionate Kisses”, respectivamente) fueron directamente a lo alto de las listas de éxitos americanas, lo que le permitió a Lucinda ganar su primer Grammy en 1992.

Ese mismo año, Lucinda editó Sweet Old World, que también contó con buenísimas críticas y que la situó de inmediato a la cabeza de la música de raíz americana. Así, en 1998, se abrieron las compuertas del éxito con el disco Car Wheels On A Gravel Road. A este le siguió, en el año 2000, el disco Essence, un disco que provocó que el Time Magazine nombrara a Lucinda “La mejor cantautora de USA”. Y, ahora, llega el esplendoroso World Without Tears.

“Cada canción tiene un sabor diferente y reflejan muchas de mis influencias,” dice Lucinda de su trabajo. “Supongo que parece que el disco refleja una buena mezcla de estilos.” Por ejemplo, está muy presente esa crudeza y esa sexualidad tan instalada en el rhythm & blues de “Righteously”, que cuenta con un riff de guitarra que bien podría haberlo firmado Jimi Hendrix.

“Supongo que la canción “Atonement” es un curioso jaleo que puede llevar desde ZZ Top hasta Howlin’ Wolf,” apunta. Y, finalmente, está ese dylaniano “Sweet Side” y esa herencia de los Stones del Exile On Maine Street de “Real Live Bleeding Fingers And Broken Guitar Strings”.

Una de las pistas más reveladores de este World Without Tears es “American Dream”, una canción que nos puede recordar a los Doors más añejos y en la que Lucinda engancha una letra devastadoramente personal: “A pesar de todo, sí, es un país maravilloso éste en el que vivimos pero, al mismo tiempo, hay una serie de problemas que necesitamos solucionar”, dice Williams de este tema en concreto.

“Para la grabación, llamé a Mark Howard, que también estuvo detrás de los controles con Bob Dylan y U2.” Como ya ha hecho con otros artistas a los que ha grabado, Mark convenció a Lucinda de que conseguiría un toque muchísimo más cálido e íntimo si grababa en directo las canciones.

“Todo fue espontáneo y emocionante”, subraya Lucinda. “Fue maravilloso. Grabamos todo en una mansión del 1920 justo en el centro de Los Angeles. Y grabamos de la forma que grabaría una banda de directo”. Y esa banda eran: Doug Pettibone a la guitarra, Jim Christie a la batería, la percusión y los teclados y Taras Prodaniuk al bajo.

“Y eso hizo que este disco sea tan especial: personas que llegan a crear algo absolutamente original de influencias de todas partes”. Definitivamente, Lucinda Williams ha captado el espíritu y la esencia del arte.

Xavier Valiño

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