Vidas pasadas

Vidas pasadas

Celine Song

(A24)

Todo empezó en la barra de un bar de la ciudad de Nueva York. Allí se encontraban un hombre y una mujer asiáticas y un hombre blanco. La mujer era precisamente la directora de esta película, Celine Song, y estando en esa situación vivida por ella empezó a imaginarse qué pensarían del trío las personas que se encontraban al otro lado de esa barra.

Ciertamente, no tenía que ir muy lejos para explicarlo, porque en gran parte la historia era la de su propia vida, la de una niña que emigró de Corea a los EE.UU., dejando atrás un amigo de la infancia. Nunca se olvidaron y, de hecho, retomaron su relación a distancia 12 años después. Tras una semana de contacto pasaron otros 12 años hasta que por fin se volvieron a ver.

Song disecciona esa historia con mucha delicadeza, dando tiempo a que la historia macere y vaya calando en el espectador. Serena, dulce y amarga al mismo tiempo, bañada en una profunda melancolía, la realizadora consigue hacernos sentir el peso del destino, de las decisiones tomadas y de los reencuentros que no se sabe si deberían haberse dado. Queda, en el aire, la incógnita de que hubiera pasado si las cosas fueran distintas, algo que seguramente todos nos hemos planteado en algún momento.

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