CAMPUS GALICIA ARTICULO ACUARELA

ENTREVISTAS 2000

Jesús Llorente, pintor de acuarelas

Acuarela es uno de los sellos independientes más interesantes de nuestro Estado. Ahora se cumplen su quinto aniversario, tiempo que han empleado en descubrirnos a Sr. Chinarro, forjar un catálogo internacional exquisito y colocar a Astrud en una multinacional. Jesús Llorente, máximo responsable, hace balance semanas antes de lanzar el disco más hermoso en su lustro de existencia, el de los asturianos Mus.

– ¿No es un poco esquizofrénico hacer de periodista y tener tu propio sello?

– La verdad es que, conforme el sello se va haciendo más grande y más próspero, compaginar ambas cosas se ha convertido en algo que requiere un gran esfuerzo. Puedo decirte que aunque he escrito montones de artículos, entrevistado a cientos de grupos y criticado muchísimos discos, me cuesta una enormidad hacer la hoja informativa de cada disco o banda que publica Acuarela. De todas maneras es verdad que mis gustos como crítico se reflejan en la música que edito.

– ¿Cuántos casos conoces de gente que haya trabajado en los dos frentes y lo haya hecho con dignidad?

– Ahora mismo no caigo. En Inglaterra hay periodistas que, al tener maquetas de primera mano muy interesantes, se han lanzado a editarlas movidos por el impulso de aparecer ante los demás como los descubridores de algo nuevo y excitante. Fue el caso, por ejemplo, del primer single de Elastica. Por lo demás, no conozco muchos casos de una trayectoria larga compaginando ambas actividades.

– ¿Alguno de los grupos con los que cuentas en tu sello los conociste en tu labor de crítico?

– Sí, Sr. Chinarro. Salían en un recopilatorio publicado por el sello sevillano El Colectivo Karma (ahora Green Ufo´s) y también conocíamos sus primeras maquetas. Sr. Chinarro fueron la razón original de montar el sello.

– ¿Cómo ha cambiado la escena independiente en los cinco años que llevas editando discos?

– Pienso sinceramente que ya no hay escena. La hubo, entre el 92 y el 94, y tenía cierta ingenuidad, cierta energía que ahora recuerdo con cariño. Pero desde luego ahora hay mejores grupos, mucho menos miméticos que antes, más maduros, no importa que estilo practiquen. No es que la música independiente en España sea un jardín de rosas. El verdadero talento -Manta Ray, Los Planetas…- no es un rasgo común. Todo lo que hay entre Sunflowers / Dover / Neurotics y Los Fresones Rebeldes / TCR / Meteosat vive una efervescencia que dará sus mejores frutos de aquí a dentro de dos años.

– ¿Y la de la prensa musical con la desaparición de "Spiral" y la aparición de "Mondo sonoro" -gratuito- o "El País de las Tentaciones" -acompañando a un periódico de gran tirada y de gran influencia, por lo tanto-?

– La verdad es que a pesar de la aparición de los medios que citas, la Biblia del movimiento independiente sigue siendo ‘Rockdelux’. ‘Mondo Sonoro’, y también revistas como ‘aB’, mejoran a pasos agigantados, pero no tienen una personalidad muy definida. Y ‘Tentaciones’ es un poco un cajón de sastre en el que cabe desde lo más moderno a lo más cutre, pensando que la expresión inglesa "It´s so shite it´s good" –“es tan malo que tiene que ser bueno”- es una buena premisa para ciertas cosas. Muchos de sus artículos son muy interesantes. A veces la gente se olvida de que la moda es lo primero que se pasa de moda. De todas maneras, leo todas las revistas que encuentro. En general me entretienen, pero de algo estoy seguro: a ninguna de ellas le interesa convertirse en abanderada de ningún movimiento, tal y como quiso hacer –fracasando- ‘Spiral’ hace unos años.

– ¿Qué grupo has intentado fichar y no has podido y qué grupo de los que no has intentado te gustaría tener en Acuarela?

– No me considero un cazatalentos, así que no estoy obsesionado con los fichajes. Me hubiera gustado fichar a Manta Ray o a Peanut Pie. Me encantaría tener en el sello a Los Planetas y a Le Mans.

– ¿Te guías por el gusto personal a la hora de un fichaje o hay otros condicionantes?

– Exclusivamente mi gusto personal, pero siempre hay que tener a unos Migala con cierto éxito para poder arriesgarse con Jr o Diariu, o lanzar un disco con temas inéditos de Hefner para financiar la grabación de Emak Bakia. Tener un sello, llevarlo decentemente, se basa en el equilibrio de viabilidad y riesgo.

– ¿Quién debe más a quién: Acuarela a Sr. Chinarro o viceversa?

– Sin Sr. Chinarro no existiría Acuarela, pero al mismo tiempo sin Acuarela Sr. Chinarro sería algo bien distinto, no digo que mejor ni peor, sino simplemente distinto. Nuestra relación es de amor y odio, como uno de esos matrimonios que se conocen demasiado bien, hacen el amor todos los sábados, y se echan espantosas broncas en privado.

– Desde fuera, da la impresión de que trabajar con Antonio Luque es difícil, pero ¿es así realmente?

– Solo a veces la situación llega a ser insostenible. Es la única persona que conozco que se acerca a la categoría de genio. Sus conversaciones, sus ocurrencias, sus letras, su capacidad para componer, incluso sus chistes tienen una carga de profundidad y al mismo tiempo de cachondeo, que no se capta con una mirada superficial sobre su obra. En general es un tipo muy desengañado con el mundo de la industria musical, de los críticos, de las discográficas, y puede ser tremendamente arisco y cruel, pero nuestra relación nunca ha corrido peligro.

– Vuestro catálogo internacional es impecable -Hefner, Will Oldham, Songs: Ohia, Dominique A-. ¿No te queda mal sabor de boca al saber que no llegará a tanta gente como quisieras?

– Precisamente esos discos se venden mucho más en Europa o Estados Unidos que en España. Es nuestra forma de que Acuarela sea un sello de culto en muchos países. Recuerdo que hace unos años publicamos el primer single de Bis y aquí se vendieron 20 copias. Ahora salen en toda la prensa musical y los conoce todo el mundo.

– ¿Qué aporta la nueva colaboración con Chewaka y Virgin para la edición del primer disco de Astrud?

– Astrud son, oficialmente, un grupo de Chewaka. Acuarela se convierte en "productora ejecutiva" de sus discos, y además publicaremos el formato vinilo, percibimos un royalty, etc… Lo que tengo claro es que a pesar de la fama de "arty" y de "tristones" que tenemos en Acuarela, hemos descubierto a gente como Astrud o Bis, que son extremadamente comerciales, pop en estado puro.

– ¿Y qué confianza hay en el primer disco de Mus?

– Total. Tenemos la impresión de que va a ser uno de los mejores discos del 99. Mezcla con tanto buen gusto la música electrónica, las bandas sonoras y las melodías con sabor brasileño o francés que los resultados son estremecedores. Se llama "Fai".

– Tengo entendido que tienes publicado un libro de poemas. ¿Cómo se titula y dónde se puede conseguir?

– Hace un año se publicó "Luna Hiena" (Vitruvio, 98) y está a punto de salir "Verano Muerto" (Renacimiento, 99). El primero está agotado y el segundo se podrá conseguir en librerías especializadas.

– Y de tu faceta como promotor de conciertos, ¿qué has aprendido?

– Que es algo que necesita plena dedicación y que no pienso prodigarme mucho. He traído a España a Moonshake, Pram, Red House Painters, Will Oldham, Smog, The Magnetic Fields, Songs: Ohia o Lois, y es algo agotador. El poco dinero que se gana no compensa las horas, las tensiones, las discusiones, los contratiempos, y las decepciones. Yo soy un poco desastre en la organización, pero la mayoría de los grupos se han ido muy contentos a sus respectivos países.

– ¿Cuáles son los grandes lanzamientos para este año y cuáles son los fichajes recientes?

– El fichaje más reciente ha sido el grupo cordobés Flow, conocidos porque publicaron 3 discos en Elefant hace unos años. Ahora cantan en castellano y son mucho más pop, algo entre Los Planetas y La Buena Vida. Nuestros próximos lanzamientos son el álbum de Mus, un disco nuevo (seguramente un mini-lp) de Sr. Chinarro titulado "La pena máxima", un recopilatorio veraniego con muchos temas inéditos y un EP de los norteamericanos Drunk.

– Por último, ¿se han cumplido ya las expectativas que tenías cuando empezaste con el sello?

– Por ahora sí, pero cada vez me obsesiona más el trabajo y estudio nuevas fórmulas para mejorar el sello, hacer que cada jornada sea más sosegada y creativa. Por ahora vivimos (somos ya 3 personas trabajando en él) un ritmo muy frenético. Y sí, desde hace dos años, vivo del "indie", después de otros tres continuamente amenazado por las deudas, las quiebras y las depresiones.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO VAN MORRISON

ARTÍCULOS 1999

Van Morrison, viajero astral

Sin lugar a dudas, los recientes rumores sobre el regreso de Van Morrison lo que intentaban era atraer la atención de antiguos seguidores perdidos por el camino. Una vuelta a la forma de antaño, decían, citando el título de su nuevo disco, Back On Top –De nuevo en la cima- como la mejor de las pruebas. Otros hablaban de la recuperación de la atmósfera enrarecida de Astral Weeks y de los arreglos de viento de su etapa más aclamada, la de mediados de los 70.

Puede que estas campañas funcionen, aunque si hay algo claro es que el león de Belfast no está detrás de ellas: él deja caer su música de vez en cuando y que los demás dispongan, a poder ser sin hacer demasiado ruido. Incluso una declaración tan rotunda -y acertada- como la que da nombre al álbum se ve atemperada por versos amargamente sardónicos como los que incluye la canción que lo titula (“¿Qué puedes hacer cuando llegas a la cima y ya no tienes ya ningún sitio al que ir?”).

En esta ocasión, la sección de viento queda en las manos del reputado saxofonista Pee Wee Ellis, mientras que el alabado Fiachra Trench es quien aporta los redoblados arreglos de cuerda. De esta forma George Ivan se ve libre para continuar su viaje como sufridor peregrino del blues, que va marcando sus pasos con su propia cruz por un estrecho camino que le lleva del prodigio bucólico al relato de la amarga experiencia con el negocio musical.

El Van Morrison de Astral Weeks nunca hubiera escrito algo tan conscientemente quejumbroso como “New Biography” ni tan violento como el vapuleo descrito en el climático “Golden Autumn Day”. Lleva ya demasiado tiempo siguiendo su propio rumbo, con tanta insistencia que ya es demasiado tarde como para volver al principio y empezar de nuevo.

El glosario de influencias (Ray Charles, Sam Cooke, John Lee Hooker) y nombres recurrentes (William Blake, Mary Shelley, Chet Baker, The Chieftains) proporcionan puntos de referencia fidedignos, sobre los que ha construido un mundo particular tan reconocible, para el que el inmovilismo o la retirada nunca han sido opciones a considerar, convirtiéndose en una de las odiseas musicales más resolutas y resplandecientes de las últimas tres décadas.

“Going Down Geneva”, el corte que abre Back On Top, es una comienzo arisco y seco, una declaración de intenciones en la que la guitarra serrada de Mick Green cabalga sobre un boogie desvergonzado mientras que un Van Morrison que pasa mucho tiempo en la carretera declara sentirse lejos de casa, haciendo sonar toda una tormenta en su armónica (un grito huracanado que reaparece de vez en cuando a lo largo de todo el disco), al tiempo que se pregunta “cómo es posible que todo esto haya llegado tan lejos”.

Las dos joyas gemelas del álbum –“Philosopher’s Stone” e “In The Midnight”- le siguen. Se trata de material irrebatible: la primera, una valoración aguda y mordaz del don de los artistas (“Ni siquiera mis amigos saben que mi trabajo es convertir el plomo en oro”) y la segunda, el hermoso y controlado relato lleno de soul de un agonizante revés emocional, con un órgano humeante, la sentimental guitarra de Mick Green y la poderosa voz de Van Morrison, tan robusta y tierna como siempre.

A lo largo de todo el disco, Mick Green se revela como uno de los tesoros mejor guardados de la música actual, mientras que la voz en falsetto que habitualmente pone Brian Kennedy, una intrusión demasiado relevante en los últimos discos y en las recientes giras, ha sido relegada a un papel secundario, conservando su característico juego de contrapunto con la sequedad ronca del maestro.

Incluso la composición de Van Morrison ha recuperado la urgencia que se había echado de menos en los últimos años. “High Summer” puede ser la más fascinante manifestación de Lucifer en el legado del blues moderno, en la que Van Morrison descubre que el diablo no anda sino en el hombre corriente. Y “Precious Time” es una optimista melodía de gospel que podría situarse a la altura de clásicos como “Bright Side Of The Road”, aunque en este caso se contrapone a un cierto aire de oscuro realismo.

Tanto en esta canción como en “Golden Autumn Day” parece que Van Morrison se ha dejado imbuir de la inspiración de su socio en la carretera Bob Dylan y de su celebrado último disco, Time Out Of Mind, al evocar un fatalismo que de alguna forma consigue mostrarse edificante. Así que no estamos ante el viejo Van de nuevo, sino que es el actual en la cima de su propio juego, algo que añorábamos desde su Hymns To The Silence al principio de la década. ¿Quién, sino, podría hacerlo de otra forma?

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO TECHNO

CAMPUS GALICIA ARTICULO TECHNO

ARTÍCULOS 1999

El techno es para la primavera

Underworld

¿Coincidencia? Puede, pero el hecho es incuestionable. La mayor parte de los dinosaurios del dance editan sus nuevos discos en estos días. Y, además, anuncian desembarco en los principales festivales veraniegos estatales.

Dicen que cada 10 años en el mundo del rock hay una gran revolución, una ruptura con todo lo anterior que hace revivir sus adormecidas estructuras. Cabe dudarlo, porque a finales de los 90 no ha habido nada sustancialmente nuevo, a no ser el reciclaje brutal en todos los frentes. Pero si se puede aplicar a las décadas anteriores.

Entre el 56 y el 58 el rock más clásico sentó sus bases, liderados por las canciones de Elvis. La época psicodélica culminó en el verano del amor en el 68, con todos los grandes festivales al aire libre. Y entre el 76 y el 78 tuvo lugar la explosión punk, representada, como nadie, por la fulgurosa aparición de los Sex Pistols, el mayor soplo de aire fresco de estos 45 años de rock.

¿Y que pasó con los 80? Pues que ése fue el momento de la música de baile. Cientos de nombres anónimos acabaron por asentar una escena que se venía fraguando durante unos años y que fue llamada, en el 88, el segundo verano del amor, aunque su música -el house- y sus centros -Chicago, Detroit, Manchester, Ibiza- no tenían nada que ver aquel estío de 20 años antes.

La última revolución importante del rock significó que, desde entonces, cualquier chaval sabe que puede componer música entre las paredes de su dormitorio y colocarla con etiquetas blancas en los más selectos clubes del planeta. Aún sigue siendo así para la mayor parte de la música de baile que se factura, pero, como en todos los movimientos anteriores, hay una serie de nombres que se van convirtiendo poco a poco en las vacas sagradas del género.

¡Qué más da llamarle big beat, techno inteligente, electro, dance-rock o lo que sea! El caso es que determinados nombres ocupan, a finales de los 90, un espacio antes sólo reservado para los grandes nombres del rock, la cabecera de cartel en los festivales veraniegos que se precien –o, cuando menos, un espacio privilegiado en la imprescindible carpa dance- y, sobre todo, el favor de presentarlos como los últimos renovadores del lenguaje del rock.

Algunos de ellos han convertido la primavera del 99 en el momento para su vuelta. No estamos hablando de segundones en reconocimiento público como Death In Vegas, Propellerheads, Lo-Fidelity All-Stars ni del último gran éxito masivo, Fatboy Slim, sino de Orbital, Chemical Brothers, Prodigy, Underworld, Leftfield o Howie B, que regresan, ahora sí, en olor de multitudes, aunque probablemente ninguno supere sus anteriores álbumes.

Ahora son ya las vacas sagradas y no hay nada que objetar. Pero, ¿quién escuchó en su momento discos tan decisivos para la evolución de la música de baile como Newbuild de 808 State, el primer álbum homónimo de Orbital, The Prodigy Experience de The Prodigy, Haunted Dancehall de Sabres Of Paradise, Chill Out de KLF, Adventures Beyond The Ultraworld de The Orb y tantos otros?

Los primeros en presentarse en sociedad este año han sido Underworld. Después de los increíbles Dubnobasswithmyheadman, 94, y Second Toughest In The Infants, 96 –con el himno “Born Slippy”-, y de sus fallidas colaboraciones con R.E.M. y U2, han editado Beacoup Fish, mejorando los dos álbumes anteriores y entregando el gran disco dance del 99, al menos por el momento.

En sus estrías, mucho más amplias de miras, hay sitio para todo: una mayor riqueza rítmica (“Push Upstairs”), homenajes a Giorgio Moroder (“Shudder/King Of Snake” con samplers de “I Feel Love”), estructuras progresivas (“Something Like A Mama”), himnos para tomar el relevo de “Born Slippy” (“Moaner”), melodías pop (“Jumbo”, “Cups), pesadillas infernales (“Kittens”) y nuevas vías (“Bruce Lee”, “Skym”).

Ya lo avisaron en la primera edición del Doctor Music, en el 96, y puede que lo repitan este año si resultan las gestiones que se están realizando para llevarlos hasta las orillas del Mediterráneo: lo de Darren Emerson, Karl Hyde y Rick Smith en directo es una inagotable muestra de ritmo malsano, perfecto para bailar bajo el influjo de la luna.

Prodigy habían firmado hasta ahora tres discos esenciales de los 90 –The Prodigy Experience, 92, Music For The Gilted Generation, 94, y The Fat Of The Land, 97-. El disco que ahora aparece lleva su firma, pero es realmente su líder Liam Howlett quien pone el trabajo sobre la mesa de mezclas. Porque de eso se trata: una sesión de DJ editada como disco con la que Liam Howlett busca ganarse cierta reputación crítica después de haber alcanzado el éxito como banda. Aunque que el lector de compactos dice tener ocho canciones, en realidad son 51 cortes de distintos grupos bien mezcladas en 50 minutos para que quede clara su habilidad con los platos y las influencias que tienen Prodigy. The Dirtchamber Sessions Volume One hace un repaso por el hip-hop (Public Enemy, Beastie Boys, LL Cool J, Grandmaster Flash), los pioneros del dance (Bomb The Bass, Coldcut, KLF), el soul y el jazz (Barry White, Herbie Hancock), los sonidos indies (The Charlatans, Primal Scream, Jane’s Adiction), tres minutos de punk (Sex Pistols), sus colegas de ahora (Chemical Brothers, Fatboy Slim, Propellerheads) y los propios Prodigy.

Los hermanos Hartnol, Paul y Phil, llevan la delantera a muchos al frente de Orbital, marcando el camino de la electrónica en los 90 a lo largo de cuatro discos –Orbital, 91, Orbital, 93, Snivilisation, 94 e In Sides, 96- y una banda sonora –Event Horizon, 97-. Hace poco se pasaron por el Espárrago Rock para presentar su nuevo álbum y a mediados de junio volverán para el Sónar 99, junto a P 18, Laurent Garnier Suicide, Plastikman o Richie Hawtin.

The Middle Of Nowhere supone una pequeña decepción frente a In Sides, un disco que tenía bellas canciones como “The Box” o “The Girl With The Sun In Her Head”. El sentimiento pierde peso frente al ritmo, los ambientes cinematográficos y los sintetizadores desbocados en la primera parte del disco. Después “Otoño” y “Nothing Left”, con una Alison Goldfrapp imitando a Björk, recuperan parte del encanto de un grupo que fue considerado el mejor ejemplo del techno para la generación Blade Runner.

Howie B, más conocido por sus trabajos como DJ en las giras de U 2, como colaborador de Björk, Ry Cooder, Tricky o Robbie Robertson y como productor y remezclador, también ha editado recientemente su nuevo disco, Snatch. Después de Music For Babies, 96, y Turn The Dark Off, 97, Snatch parece hecho de descartes, en base a bandas sonoras imaginarias sin demasiada imaginación. Sólo cortes como “To Kiss You” o “Maniac Melody”, en la línea de los franceses Air, salvan el tipo.

Se anuncian para antes del verano nuevos discos de Leftfield y Chemical Brothers. El de Leftfield será el segundo de la pareja Neil Barnes y Paul Daley, después del enorme y variado Leftism, del 95. Por ahora sólo se sabe que han aportado la primera canción que editan desde el 95, “Swords” a la banda sonora de la película Go y que el primer single de su nuevo álbum, “Afrika Shox” cuenta con la colaboración del pionero Afrika Bambaataa.

The Chemical Brothers llegarán con su tercer disco Surrender, que sigue a Exist Planet Dust, 95, y Dig Your Own Hole, 97. En este caso, Tom Rowlands y Ed Simons, como es costumbre, contarán con Noel Gallagher, Bernard Summer, Mercury Rev y Hope Sandoval como colaboradores. Además repetirán, por cuarta vez, en el Festival de Benicassim, en el que son amos y señores de su piscina.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO SILVIA TORRES

ARTÍCULOS 1999

Silvia Torres, seducción bahiana

La década de los noventa, un auténtico trampolín para las músicas del mundo de cara al siglo XXI, ha traído para la música brasileña el impulso de nuevas formas y valores necesario en aras de la renovación de un género que ya había visto momentos de trascendencia capital.

La revolución de la bossa nova, capitaneada por Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes a partir de finales de los cincuenta y primeros sesenta, así como el tropicalismo, conducido por Caetano Veloso y Gilberto Gil durante los setenta, se habían quedado fijados de tal forma en el subconsciente colectivo que cualquier evolución posterior tenía que tomarlos como referente obligado.

Son aquellos unos nombres que, a través de los años, han convivido con otros clásicos como Joao Gilberto, Gal Costa, Jorge Bem, Chico Buarque o Milton Nascemento, entre otros, y que, a su vez, han seguido estando siempre presentes y en la mente de las nuevas generaciones cuando comenzaron a grabar y actuar.

Así, en los últimos años, una nueva hornada de músicos, receptivos a todos aquellos referentes, pero sobre todo conectados a la realidad más inmediata, han proporcionado una nueva dimensión al tratamiento de la música popular. Todos han contribuido a mantener intacta la tradición al tiempo que conectaban con el lenguaje pop internacional, propiciando un espectacular resurgimiento de la música brasileña.

Pensemos en la voz de Marisa Monte, el carisma de Carlinhos Brown o el discurso de Chico Cesar. Recordemos, también, la irrupción de figuras como Zeca Baleiro, Rosa Passos, Daniela Mercury, Fernanda Abreu, Lenine, Belo Velloso, Margarita Margareth Menezes, Marina Lima, Rita Ribeiro, Daúde, Mónica Salmaso, Chico Science & Naçao Zumbi…

Entre aquellas cantantes introducidas recientemente en nuestro Estado se encuentra Silvia Torres, mujer de mirada directa y gesto apasionado, que acaba de publicar su primer disco de resonancia internacional, Silvia Torres.

En el cómputo de su carrera, éste es su quinto disco, aunque según ella viene declarando se trata del primero de una nueva vida. Una consideración motivada por el hecho de que sus trabajos precedentes no eran más que recopilaciones de sus participaciones como intérprete en un trío eléctrico por las calles de Salvador de Bahía durante el Carnaval, intervenciones en las que diferentes artistas se pasean durante días cantando encima de escenarios ambulantes, entre cientos de miles de personas, por pura diversión y a la espera de que alguien reconozca su talento.

Nacida en Bahía y pariente lejana de Astrud Gilberto –la mítica cantante de “A garota de Ipanema”-, Silvia Torres tiene detrás un lustroso pasado como parte del grupo de rock brasileño Mar Revolto y como acompañante de figuras como Gilberto Gil o Carlinhos Brown, en este caso dentro de la agrupación Acordes Verdes, el grupo de Luz Caldás.

Para el disco con el que comienza su nueva etapa, Silvia Torres ha tenido claro que era necesario una alianza con alguien más para garantizarse a ella misma que no daba un paso en falso en este momento decisivo de su trayectoria. De ahí la participación como productor de su antiguo compañero Carlinhos Brown, siempre más proclive a colaborar con sus colegas que a dar impulso a su propia carrera. También ha contado con el respaldo del gobierno del Estado de Bahía, elemento clave para dejar definitivamente de lado las canciones de carnaval y exponer un concepto personal, escogiendo las canciones, el productor, los arreglos e incluso los músicos.

En esta colaboración, Carlinhos Brown ha sabido dejar claro el caudal de seducción que atesora la música bahiana y que tan perfectamente ha sabido interpretar Silvia Torres. Sensualidad, cadencia y ritmo son elementos que definen este disco, en el que la voz otorga luminosidad y escalofrío a los textos que pasan por su garganta.

Junto a canciones del Recônvaco de Bahía, zona de mar de melodías inocentes, ritmos cadenciosos y sensualidad desorbitada, como “Ao a da mina doce”, se incluyen otras procedentes del Sertao, el interior seco y pobre del mismo Estado, en tonos más graves, a medio camino entre el dolor y la esperanza.

La bossa miniaturista se combina con el samba de autor en canciones provistas de grandes hallazgos melódicos, brochazos de percusiones con trasfondo místico e invitados tan relevantes como Oscar da Penha, “Batatinha”, que falleció a los 72 años, poco después de poner su arte en este disco regalando el tema “Para todo efeito”. Así, su tratamiento, en clave acústica, casi artesanal, sin alardes tecnológicos, se convierte en su mayor acierto.

Si Elis Regina era pura fuerza, Maria Bethania puro carácter, Gal Costa la reina de la elegancia y Marisa Monte se sitúa como la nueva diva de la música brasileña, entonces Silvia Torres encarna la mejor representación posible de la sensualidad bahiana.

Xavier Valiño

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