ULTRASÓNICA 1998 ENTREVISTA CON PEZ

ENTREVISTAS 1998


Pez, todo terreno del dance

 

 

 

Pongamos las cosas en orden. Y para eso nada mejor que dejar que el propio artífice de tanto lío se explique. Todos sus nombres, todos sus proyectos, todos sus trabajos, todos sus discos, todas sus aficiones… Tanta creatividad sólo demuestras que disfruta con lo que hace. Y él es Javi Pez, el donostiarra más feliz con su trabajo.

 

¿Fue el primer disco de Parafünk un precedente de todo el rap que estaba por llegar?

– No. Fue un islote que no ha tenido nada que ver con el hip-hop que se ha hecho después. Era un proyecto más pop, más soul que exclusivamente hip-hop. El primer disco de Parafünk era más como unos fuegos artificiales, un montón de cosas distintas, un montón de guiños diferentes, y Parafünk ha ido derivando hacia un sonido más soul.

 

Pero esa evolución hasta llegar a Epílogo no tiene mucho que ver con la que ha seguido el hip-hop.

– Antes se trataba de hip-hop mezclado con cosas más positivas y alegres como Jungle Brothers o De La Soul. Desde entonces, el hip-hop ha ido derivando hacia algo más comercial y hacia el gansta, como si fuera necesario ser malo para ganar más dinero. Por aquí quedan Jazz Two, que son la excepción que confirma la regla, haciendo un hip-hop más jazz, en la línea de Gang Starr o Guru con Jazzmatazz, pero los textos son también algo macarrillas.

 

¿Tiene continuidad Parafünk y hay intención de hacer gira?

– La idea es empezar ya. Tengo una banda con Mikel Bap!! a la batería, Mikel Azpiroz en los teclados y Alberto Bosch al bajo, y vamos a dar varios conciertos. Queremos dar un paso más adelante. En principio los conciertos con Parafünk eran un DJ y muy pocos elementos más. Ahora por fin ya somos un grupo con batería, bajo, guitarra y teclados, y le añadimos los sampler y hacemos un auténtico espectáculo.

 

¿En qué ha cambiado tu forma de enfrentarte a la música y al negocio en esos cinco años que separan ambos discos?

– La evolución ha sido sobre todo para aprender a hacer las cosas uno mismo. Contar con un sello discográfico fue la conclusión lógica después de estar tan solo y abandonado en La Fábrica Magnética. Cuando surgió Parafünk en el 93 no había ningún tipo de escena, por lo que había que crearla. Y había un trabajo que no se enfocaba de cara a la industria, sino de cara a la independencia.

 

¿Cómo funciona la autonomía discográfica?

– Es muy complicada. En un principio haces las cosas en plan juego, y al editar los discos te vas metiendo en la industria y te planteas hacer discos y cómo venderlos para poder hacer más. Se trata de organizarlo todo y vas madurando con ello, aprendiendo que es necesario tener una persona para promocionar los discos que haces y todas las cosas básicas que al principio desconoces.

 

¿Está la escena dance lo suficientemente consolidada ya en el Estado o es todo un espejismo?

– Me da la sensación de que es un espejismo y, a la vez, creo que hay un mínimo de consolidación. Ya hay varios sellos discográficos, se editan compactos… Lo que le falta es personalidad a la hora de trabajar, para conseguir un estilo y una forma de hacer. Algo hay, está claro, con el trabajo de los pequeños sellos y las grandes compañías también editando discos de remezclas.

 

¿Y qué recompensas ofrece el seguir trabajando como DJ?

– Al trabajar en casa y hacer música no sabes bien para quién la haces. El ser disc-jockey te da la posibilidad de poner la música y ver las reacciones de la gente. Te abre la cabeza y ves lo que realmente puede llegar a hacer bailar a alguien. También está la creatividad que te da el poner un tema detrás de otro, conseguir un determinado ambiente, crear una tensión a través de los ritmos. Me parece muy interesante trabajar con los sonidos.

 

A pesar de su carácter plural y abierto, las sesiones del Etxekalte siguen siendo minoritarias.

– Sí, ya que seguimos arriesgando y se trata de un club de jazz muy pequeño. Nosotros ponemos lo que nos apetece pensando en la música, de forma que podamos seguir aprendiendo a partir de la música de jazz, de las raíces, no exactamente lo que suena en la radio. Así que hay un lado experimental, se invita a gente a que venga, traemos disc-jockeys, y aprendemos de todos ellos.

 

O sea, que te sigues enfrentando a ello en plan amateur.

– Sí. Es curioso: yo no me considero disc-jockey pero vivo de ello. Lo que pasa es que surgió la oportunidad de pinchar discos en un club de jazz. Trabajar de disc-jockey es algo circunstancial pero a la vez he aprendido mucho de ello a la hora de hacer música. La historia del local también es curiosa, ya que el jazz parece la madre de todo.

 

¿Cómo se come que haya gente a la que le pagan millones por una sesión o que sean las nuevas estrellas?

– Cuando llega la industria, pasa lo que pasa. A una persona que te llena el local se le paga lo que pide. Es lo mismo que el rock’n’roll: cuando un grupo llena estadios, cobran lo que les da la gana y hay gente que les paga lo que piden. Y eso pasa en este mercado: los que tienen las discotecas tienen que pagar el dinero que les piden si quieren asegurarse el lleno.

 

¿No hay ciertas contradicciones en festivales como Festimad en el que a la gente le vale igual Extremoduro que The Prodigy y luego para ver a Goldie hay cuatro gatos?

– El rollo éste de independencia es muy cuestionable. Ese Festival está muy bien, pero no se puede jugar con la historia de la música independiente. Al final se piensa más en la parte industrial que en la música en sí: hay que tener mucho cuidado con utilizar determinados reclamos.

 

El mismo problema sucede con las carpas dance, que muchas veces no tienen la calidad que debieran.

– La picaresca en el Estado es algo muy común y siempre va a ocurrir. Los promotores que estaban en el rock se dan cuenta que pueden traer a un disc-jockey y ganan el mismo dinero o más y les sale más barato, ya que se trata de una sola persona.

 

¿Hay base creativa en la escena?

– Yo si estoy en esto es, desde luego, por la parte creativa. El sacar discos para mí es algo creativo. Ahora que hay que pensar en venderlos para poder hacer más y ésa es también una realidad que hay que tener en cuenta. Pienso que el fin justifica los medios. Sucede también que hay mucha gente que utiliza otras formas que no son exclusivamente la creatividad y empiezan a salir demasiadas cosas raras que huelen a puro mercantilismo.

 

De las remezclas que has hecho, ¿de cuál has quedado más satisfecho: Esclarecidos, Pizzicato Five, Spring…?

– De la de Pizzicato Five estoy muy contento: he fundido la personalidad del grupo con mi forma de trabajar con los samplers, viéndolo desde el prisma de ellos. También estoy satisfecho de una que hice para Carlos Berlanga, «120 años», que titulé «120 años de radio fórmula mix». De todas formas, de las remezclas nunca quedo plenamente satisfecho, tal vez porque no es cien por cien algo mío: tienes una voz como condicionante… Es interesante hacerlas, pero a la vez te marca mucho. Los mejores casos son cuando te gusta el grupo para quien la haces.

 

¿Sería posible tener diferentes aventuras sin la revolución del sampler?

– No, aunque por otro lado sí. El sampler lo que da son unas posibilidades que antes eran impensables. Antes era un trabajo de laboratorio, ir cortando y pegando, y ahora te ahorras muchas cosas. Las cajas de ritmo también son un gran adelanto, pero el sampler lo completa todo. Sampleas un disco viejo y ya lo tienes ahí, y vas pirateando elementos de todos lados. Es muy versátil y muy creativo: puedes tomar sonidos de otros, jugar con los tuyos, manejarlos. Es una parte muy fundamental de los 90.

 

¿Qué grado de culpa de tu hiperactividad tiene la posibilidad de disponer de toda la tecnología en casa?

– También es muy importante. Tú trabajas en casa con unos elementos no excesivamente caros, a los que cualquier persona puede acceder hoy en día. Por un precio asequible te puedes montar tu estudio en casa y así el desarrollo es mucho más musical. Lo que no sé es adónde va a ir a parar todo esto. Con el rollo de Internet, el formato físico del disco puede llegar a desaparecer. Es una incógnita interesante ver adónde nos lleva la evolución de los elementos

 

¿Qué queda en Javi Pez del espíritu de las fiestas quincenales que organizabais en El Muro?

– Lo mismo. Yo sigo igual. Sirope empezó en el 93 allí haciendo fiestas y ahora estamos afincados en el Etxekalte haciendo lo que queremos, sin cortapisas, salvo las del espacio: no podemos meter helicópteros ni nada de eso. Yo tengo la misma ilusión y estoy muy agradecido porque las cosas van muy bien, y todas las locuras que se me van ocurriendo gustan y hay un cierto interés por lo que hace este loco del Norte, y no dejo de sorprenderme cuando me proponen cosas como las remezclas de Pizzicato Five.

LA CABRA MECÁNICA

La Cabra Mecánica, fuera prejuicios

 

Que si Albert Plá, que si Extremoduro. Que si latinos, que si mestizaje. Que si Los Especialistas, que si Mano Negra. Que si cachondeo, que si irreverencia… Dejémonos de nimiedades y vayamos al fondo del asunto. ¿Dónde estaban los cazatalentos cuando La Cabra Mecánica paseaban su primera maqueta? ¿Por qué nadie supo programarla a tiempo para que no nos pudieran coger así, por sorpresa? Aunque bienvenidos sean, los necesitábamos. Miguel Ángel Hernando, El Lichis para los amigos y todo quisque, trata de evitar los tópicos. Leer más

LE MANS 1998

Le Mans, la balada de la primavera

 

 

 

“No vino, estaba enferma o de vacaciones”

 

Lo tenían preparado desde hace dos años y no se lo habían contado a nadie, salvo a su cómplice Javier Aramburu. Después de ocho años, cuatro discos de larga duración y cuatro maxis, Le Mans se despiden en su momento de mayor popularidad. Ibon Errazkin lo explica.

 

¿Qué es lo más interesante de la historia de Aventuras de Kirlian, vuestro primer proyecto, vista desde ahora?

– Eran tiempos mucho más difíciles para un grupo como nosotros. Me asombra que llegáramos a grabar un disco y que ese disco suene como queríamos y nos siga gustando. La segunda mitad de los ochenta fue una etapa muy negra para la música española.

 

Dos grupos, dos finales. ¿Es distinto el adiós de Le Mans al de Aventuras de Kirlian, y a quién habéis tomado como modelo?

– Sí, porque el final de Aventuras sólo fue un cambio de nombre y, en cambio, ahora hemos disuelto el grupo. Felt lo hicieron muy bien, pero también recuerdo que la separación de Kortatu me pareció modélica en su día. En los 80 hubo bastantes ejemplos de cómo separarse a tiempo.

 

¿Hay algo de pataleta en la decisión, por la percepción que la gente siempre tuvo del grupo, repitiendo los estereotipos?

– Creo que no, aunque entiendo que lo parezca porque en las entrevistas siempre salimos gruñendo y quejándonos de lo que se dice de nosotros. Puede que esos estereotipos hicieran que nos cansáramos del nombre, pero en el fondo tenemos asumido que eso va a seguir pasando siempre, a nosotros y a todos los grupos.

 

De las canciones de dos minutos a “Canción de todo va mal”, que no es precisamente lo mismo. Eso se llama evolución.


– Sí, a veces es un poco desesperante ver que te siguen hablando de sencillez y ‘minimalismo’, pero como te decía estamos acostumbrados. Es una pena, pero las opiniones más interesantes suelen venir muchas veces de gente que no escribe en revistas.

 

Sin embargo, la alegría y el pop del primer disco nunca volvieron a asomar de la misma forma en vuestras canciones.

– Puede ser. La verdad es que nunca hemos sido el grupo más alegre del mundo, ni siquiera en aquel disco.

 

Creo que en vuestra música se recoge perfectamente vuestra actitud frente a la vida y vuestros gustos musicales.

– Yo también lo creo, aunque nunca ha sido nuestra intención ‘expresarnos’ ni contar nuestra visión del mundo. La idea era hacer canciones pop sin más, pero es verdad que se han colado muchas cosas nuestras.

 

¿Se ha quedado la vertiente bailable del grupo sin explotar todo lo que hubierais querido?

– No, nunca ha sido una prioridad. En su día sí nos apetecía hacer canciones como “Un rayo de sol” o “Zerbina”, pero lo que más nos interesaba era usar el sampler y algunos elementos de la música del baile en un estilo tan ajeno a todo eso como es el nuestro.

 

Como comentabas, se repiten mucho los estereotipos. ¿Se le ha pasado a la gente el sentido del humor de Le Mans?

– Creo que tenemos un sentido del humor un poco raro; muchas cosas que a nosotros nos parecen muy graciosas, no le hacen gracia a nadie más. Y quizá por eso no nos hemos esforzado mucho por comunicarlo… También creo que tenemos pinta de ser gente muy seria, y siempre se nos toma todo lo que decimos muy al pie de la letra.

 

Incluso en la separación, con las letras FIN a través de tres discos, todo el mundo se lo ha tomado como algo demasiado trascendente, ¿no?


– ¡Exacto! ¿Cómo habías adivinado lo que iba a contestar? Nos pareció una buena idea acabar así, pero la cosa tampoco tenía mayor misterio. Y haciendo las letras de este disco nos hemos reído mucho, aunque también nos han costado mucho trabajo.

 

La estética siempre ha sido importante en la obra del grupo. ¿Qué hubiera sido de Le Mans sin la complicidad y colaboración de Javier Aramburu?

– Tendríamos unas portadas mucho más feas y que, además, no tendrían mucho que ver con nosotros, supongo. Javier siempre ha entendido lo que hacíamos en cada momento, y eso es un apoyo muy grande.

 

Tengo claro que el lugar de origen condiciona la música de algunos grupos. En vuestro caso, ¿cómo condicionó vuestro sonido haber nacido y poder tocar en San Sebastián?

– No sé muy bien cómo, pero creo que sí lo hizo. A mí se me hace muy difícil hablar de ese tema, porque no lo veo con claridad. Pero sí debemos ser un grupo muy donostiarra. Aunque no hemos tocado allí desde el año 91, aparte de una actuación que hicimos solamente Jone y yo en Etxekalte hace tres años.

 

¿Se trabaja con más comodidad sabiendo que el grupo desaparecerá en un plazo fijo, y estáis contentos con el sonido de Aquí vivía yo?

– Hubo algo de eso, pero también fue un poco agobiante porque nos habíamos fijado unas fechas para publicar cada uno de estos discos y cumplir esos plazos supuso un esfuerzo muy grande. Del sonido estoy contento, sin más. Es verdad que ése ha sido el punto flaco de muchos discos nuestros, y en este disco nos aseguramos de que no volviera a pasar. El primer disco no llega a sonar mal, pero tampoco suena especialmente atractivo. Y Saudade es un poco un disco de ‘baja fidelidad’, pero sin gracia y sin que fuera ésa la intención. Tal vez el sonido siempre estuvo más conseguido en los discos más breves: Entresemana, los singles y los cuatro maxis.

 

Muchas bandas se desentienden a la hora de citar a sus coetáneos. ¿A qué bandas del pop estatal os gustaría que la gente prestase atención?


– Mi grupo favorito es Patrullero Mancuso. Son únicos y Tortilla estatal era un disco buenísimo que no fue nada valorado. También están Anti, el nuevo grupo de Tito -de Penélope Trip y Telefilme-, Mus, Pez, Vanguard y unos cuantos más, aunque, en general, todos estos grupos tienen poco que ver con nosotros.

 

En ocasiones, las separaciones son traumáticas. ¿Cómo se tomó el resto del grupo la decisión de Ibon? ¿Nadie había propuesto la disolución con anterioridad?

– La idea no había surgido antes, pero fue muy bien aceptada por el resto del grupo. Quizá esto deberían decirlo ellos, pero créeme, les pareció bien a todos.

 

¿Quién recogerá ahora el testigo de Vainica Doble en el pop estatal?


            – Espero que ellas mismas. Ya no están en Polygram y puede que graben canciones nuevas dentro de poco.

 

¿Os sentís liberados para empezar con otros sonidos muy distintos o la posible actividad vuestra no sufrirá cambios radicales?

– Podría pasar de todo. Yo al menos espero que así sea.

 

¿Cuáles son los proyectos más inmediatos de los componentes de Le Mans?

– En mi caso, hacer el vago todo lo que me dejen. Gorka está preparando algo nuevo con El Joven Bryan, y Jone y Teresa tienen un proyecto. Peru se ha ido a vivir a Barcelona.

 

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