KASABIAN 2005

ULTRASÓNICA ENTREVISTA CON VERANO EN LISBOA

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ENTREVISTAS 2005


Kasabian, adiós a las almas perdidas

 

En el mundo de la música, la pasión es algo cada vez menos frecuente, pero en el caso de Kasabian, la tienen a montones. No hacen música para ser famosos, o porque el mundo discográfico vaya a convertirles en millonarios. En su caso, se trata ante todo de una auténtica necesidad, porque llevan la música grabada en las venas. “¿Por qué formamos parte de un grupo?”, pregunta el cantante de Kasabian, Tom Meighan. “Sencillamente porque es lo único que sé hacer, y no hay nada en el mundo que me guste más que la música. Esto es exactamente lo que siempre había soñado hacer desde que tenía cuatro años. Por eso he llegado al lugar donde estoy”.

Kasabian surgió y se formó en Leicester, una ciudad como tantas otras. Se trata de esa clase de sitios donde la gente se pasa la vida escuchando música, jugando al fútbol, emborrachándose y recorriendo las calles por las noches porque no hay nada mejor que hacer.

“Cuando éramos más jóvenes vivimos de cerca los intensos primeros años 90. Se estaba viviendo una auténtica revolución musical”, afirman, “y resultaba una experiencia increíble. En cierto modo fue algo parecido a lo que ocurrió con la compañía Motown Records, salvando las diferencias y centrándonos en el mundo del sonido drum’n’bass, un género que ofrece un ritmo único que se echa de menos en la música independiente, un universo que muchas veces peca de aburrido y poco innovador”.

Kasabian empezaron a tocar juntos en serio cuando tenían 17 años. Tom (vocalista), Sergio Pizzorno (compositor, guitarra principal y teclados) y Chris Edwards (bajo) se conocían desde pequeños. Christopher Karloff (guitarra y teclados) se incorporó al grupo cuando los demás miembros de la banda le conocieron en un pub: “Un día, cuando menos lo esperábamos, vimos a un tipo con unas patillas muy largas y al instante pensamos: ‘Este tío tiene toda la pinta de poder tocar con nosotros’. Se lo propusimos y se unió al grupo. Ni más ni menos”.

Poco después, la explosión del brit-pop les proporcionó la energía necesaria para crear su propio grupo. Lo primero que hicieron fue conseguir su primer teclado. “Era la primera herramienta que necesitábamos para tocar, así que no nos lo pensamos dos veces y nos fuimos a comprarlo”, afirma Tom. “En cuanto tuvimos el teclado empezamos a componer temas de rock. Teníamos un montón de buenas ideas y muchísima creatividad”.

Más tarde, uno de los componentes del grupo estaba leyendo acerca de la historia de Charles Manson, y en el artículo aparecía el nombre de la joven embarazada que ayudó a escapar a aquel grupo de asesinos, Linda Kasabian. En un principio pensaron utilizar aquel nombre en una sola canción, pero finalmente acabaron sintiéndose muy cómodos con el nombre de Kasabian, mucho más cuando se enteraron de que en armenio significa ‘carnicero’, un término muy apropiado para un grupo con un estilo muy ecléctico cuya principal ambición, por otra parte, ha sido siempre crear sin barreras. “Desde el primer día en que creamos el grupo, siempre he estado seguro de que podíamos conseguir cualquier cosa, sin limitación alguna. Sabíamos que podíamos ofrecerle a la gente algo especial”, afirma Tom.

La siguiente parte de la historia del grupo surgió cuando asistieron a una fiesta que se celebraba en una granja en la ciudad de Rutland, a unos 50 kilómetros a las afueras de Leicester. Pasaron un buen rato charlando con el hijo del granjero, y acabaron quedándose allí. La granja, situada junto a un lago artificial, en un lugar aislado y especialmente tranquilo, había sido en otros tiempos un antiguo molino que se utilizaba para proyectos textiles y estaba formado por un gran número de edificios abandonados.  

En cuanto los miembros de Kasabian se instalaron en su nuevo hogar, todos tuvieron muy claro que aquel era el sitio ideal para iniciar su nueva carrera musical. “Teníamos una televisión enorme, montañas de DVDs y videojuegos, un equipo de sonido tan potente que te hacía temblar hasta el último pelo de la cabeza cuando lo escuchabas, y, sobre todo, teníamos suficientes discos como para que aquel enorme aparato tuviera siempre algo que digerir. En la parte de arriba del local, junto a la habitación que compartíamos, creamos un estudio lleno de sintetizadores procedentes de todas las décadas imaginables, y un montón de guitarras e instrumentos de percusión. Sólo teníamos dinero para alquilar dos habitaciones, así que no había más remedio que quedarnos en una habitación”, recuerdan.  

Por supuesto, también contaban con todo el tiempo que fuera necesario para hacer con él lo que les diera la gana. Claro, tampoco faltaban las fiestas. “En 2003 organizamos un mini-festival al que invitamos a un montón de amigos, los cuales instalaron sus tiendas de campaña alrededor de la granja, mientras tocábamos en directo en uno de los edificios industriales abandonados que formaban parte del complejo en el que se encontraba la granja”. 

Sin embargo, como la mayoría de sus amigos vivían a más 100 kilómetros de distancia del grupo, también pasaron largas etapas en las que podían trabajar sin interrupciones ni distracciones de ningún tipo. Tenían tiempo para dormir, para pasear, para tocar o para ver películas durante todo el día, y después se pasaban las noches enteras trabajando. “Es el momento ideal, cuando surgen las mejores ideas”, afirma Karloff. “En lo que se refiere a la inspiración, es como si absorbiéramos toda la música imaginable y después la escupiéramos convertida en algo mucho más fresco e innovador”.  

“La buena música se encuentra en cualquier sitio. Incluso una canción que aparentemente es una porquería puede incluir algún pequeño detalle interesante”, afirman. Entre los ingredientes que dan forma a los temas del grupo se encuentra una mezcla explosiva formada por influencias de Los Beatles, The Doors y los Rolling Stones, es decir, los discos que formaban parte de las colecciones de sus padres. A todo ello se une la pasión de la madre de Tom hacia el sonido Motown, la afición que Karloff siente hacia el cine y las bandas sonoras (una actitud que heredó de su padre), la sensación de libertad que surge cuando te pasas la noche bailando al aire libre en pleno campo, junto con una mezcla de influencias rave y hip hop con elementos del brit-pop y algunos toques de la música de Chuck Berry, Roy Orbison, The Tour Tops, The Supremes, The Ronettes, Ennio Morricone, la primera etapa de Pink Floyd, el álbum de Brian Eno Music For Airports, Donna Summer, Joy Division, Eminem y un montón de artistas más, de ayer, de hoy y de mañana. Es decir, prácticamente de todo.

“Al principio, las ideas surgen como algo muy pequeño y, después, a medida que pasan los meses se van convirtiendo en algo cada vez más grande”, afirma Sergio. “Para preparar algunos temas necesitábamos un monitor del tamaño de una pantalla de cine. Con este disco hemos sentido algo muy especial, la alegría que surge cuando creas música por el simple placer de hacerlo”.  

Por si no tuvieran bastante con la tranquilidad y la inspiración que han disfrutado trabajando en la granja, lo cual les ha aportado toda la libertad que necesitaban para explorar nuevos retos, también han sido suficientemente inteligentes como para echar la vista atrás de vez en cuando y someterse a la disciplina de crear canciones que no superaran los tres minutos de duración. A Kasabian les gustan los temas que incluyen un buen estribillo, con melodías que enganchan fácilmente con el público y que, además, ofrecen una música llena de energía que Sergio define como “una experiencia que te empuja a luchar y que te ofrece un subidón de adrenalina”.

Sin embargo, lo que realmente marca una gran diferencia entre Kasabian y el resto de grupos es su actitud: “Cada vez es más difícil encontrar bandas con verdadera personalidad, la mayoría son bastante grises y poco atractivas”, afirma Sergio. “En muchos casos, la música actual es aburrida, no tiene alma, ni ritmo, nadie se arriesga, y eso hace que ya no sea algo divertido. Nosotros, en cambio, nos tomamos la música muy en serio, pero también queremos pasárnoslo bien con ella. Para nosotros esto no es un trabajo”, añade Tom. “Necesitábamos grabar este álbum, y ahora necesitamos irnos de gira. Tenemos muy claro que tenemos una vida alucinante, y estamos haciendo exactamente lo que nos gusta. Si no disfrutásemos tanto con la música seríamos como almas perdidas. Creo que la música necesita de gente como nosotros. La música británica necesita a alguien que le dé una patada en el trasero y, en ese sentido, Inglaterra necesita contar con un grupo que pueda volver a ilusionar al público. Eso es algo que ahora mismo no está haciendo nadie más. Parece como si la música hubiera pasado a mejor vida, y no queremos que la gente le dé la espalda. La gran serpiente de la música va a resurgir de nuevo del fondo de los mares y va a asustar a todos los piratas que asolan los mares…”

Xavier Valiño
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MICHAEL BUBLE

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ENTREVISTAS 2005


 

Michael Bublé, la tradición contemporánea

 

 

Todo el talento del mundo, siempre se ha dicho, nunca podrá sustituir a la motivación personal y al empeño en alcanzar el éxito. Afortunadamente para el aclamado vocalista Michael Bublé, todo el talento del mundo ha venido acompañado de un compromiso con el trabajo que le ha convertido en un artista internacional que sigue el viejo principio de que cada fan necesita su tiempo.

 

Desde la publicación en 2003 de su innovador álbum de debut, este joven ha dado literalmente la vuelta al mundo nada menos que ocho veces, siempre tocando para públicos grandes y pequeños y, durante este proceso, ha logrado conectar con amantes de la música de todo tipo. “Me ha servido para ver cómo la música es capaz de trascender las fronteras y las limitaciones, las culturas y las creencias,” afirma Michael Bublé. “Ha sido una gran lección pero, sobre todo, me ha llenado de inspiración.”

 

Y para sus seguidores en todo el mundo, el sentimiento es mutuo. Y ahora, con la publicación de It’s Time, su nuevo álbum con quince temas recién compuestos, incluido “Home”, escrito por el propio Bublé, la fórmula de trabajo duro y talento puro ha vuelto a dar su resultado.

 

Producido por David Foster, It’s Time incluye también una versión del tema “The More I See You” producida por la leyenda del jazz Tommy LiPuma. También hay versiones de temas cuidadosamente escogidos, como el clásico de Nina Simone “Feeling Good”, el tema de Marvin Gaye “How Sweet It Is”, el eterno pop italiano de Tony Renis “Quando, Quando, Quando”, “Song For You”, de Leon Russell, ese himno que es “Save The Last Dance For Me” y una legión de temas más.

 

“Quiero tener una presencia tangible para mi público”, explica Michael refiriéndose al itinerario de su gira durante los pasados dos años, en los que prácticamente no ha parado de dar conciertos. “He tocado en todas partes, desde locales pequeños a grandes salas de conciertos. Ha aumentado mucho mi confianza en lo que hago, creo que eso se refleja en el nuevo álbum y me ha dado la oportunidad de probar parte del nuevo material y descubrir que funcionaba”.

 

Esa confianza está firmemente basada en su amor por la música, un amor que viene durando toda una vida. Nacido en Vancouver, Michael conoció a los clásicos del pop americano a través de su abuelo. “Me pidió, como favor personal, que me aprendiera todas esas canciones que a él le encantaban”, recuerda Michael. “Empecé a ensayar con “Stardust” y “Melancholy Baby” y gané un concurso local de nuevos talentos, pero me descalificaron por estar por debajo de la edad del concurso. Así que mi abuelo, que era fontanero, se ofreció a hacer trabajos gratis para los músicos de la ciudad a cambio de que me dejaran subirme con ellos al escenario para interpretar algún tema”.

 

A la edad de 17 años Michael ya tenía cierta una importante experiencia a sus espaldas y sabía exactamente a dónde se dirigía. Ganó otro primer premio en el Concurso de Jóvenes Talentos de Canadá, grabó y publicó una serie de álbumes independientes, grabando selecciones de temas inolvidables para Red Rock Diner y para la revista musical Swing.

 

Después de la publicación de su disco Michael Bublé a comienzos de 2003, se embarcó en lo que se convertiría en una gira de conciertos prácticamente interminable. “Me di cuenta de que a la mayoría de la gente realmente no le importa que tipo de música haces”, afirma, “Lo que buscan son buenas canciones, interpretadas desde el corazón. Se trata de cómo son tus melodías y tus letras, y sencillamente no importa si tu música es tradicional o contemporánea. La gente busca valores eternos”.

 

Para Michael, el tiempo pasado en la carretera le ha compensado con creces. “Creo que no he estado en casa más de ocho días durante el año pasado, pero renuncio a toda la tranquilidad del hogar a cambio de la experiencia de actuar ante el Príncipe Carlos de Inglaterra en el Royal Variety Show o por llenar la Opera de Sidney durante cinco noches seguidas”. “Me llevé a mi abuelo a la gira por Italia”, recuerda. “Era mi manera de darle las gracias por haber abierto mis oídos a tanta buena música. También he tenido la increíble buena fortuna de contar con el apoyo de Tony Bennett, que ha dejado a un lado sus tareas para venir a animarme. Es mi ídolo musical y contar con su aprobación significa mucho para mí”.

 

Michael apenas había tenido tiempo para tomarse un respiro cuando empezó a trabajar en Los Ángeles en las canciones que formarían parte de It’s Time. “Creo que ha sido muy bueno que las sesiones de grabación empezaran directamente después de la gira”, explica. “David, Humberto Gatica y yo nos hemos dedicado frenéticamente a conseguir el equilibrio justo de canciones en el disco. Seguro que hay mejores cantantes de pop o de jazz, pero nadie tiene más pasión por esta música que yo y creo que eso se nota en el disco”, añade.

 

Xavier Valiño
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QUIQUE GONZALEZ

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Quique González, peleando a la contra

 

La noche americana es el quinto álbum de Quique González. No hay duda, es evidente que se trata de un disco cinematográfico. Desdramatizando y manteniendo intacta su política de autor de barrio, dice que es más bien peliculero. La noche americana es, además del término técnico para definir la nocturnidad simulada, la película de François Truffaut que documentaba su obsesión por el metacine.  

Pero hay más. Quique González, que hasta ahora se había revelado como espléndido atleta del rock, corredor energético en sus discos más expansivos (Personal y Pájaros Mojados) y gran fondista (Salitre 48 y Kamikazes enamorados, donde se atrevió incluso con la prueba de campo a través), apuesta en La noche americana por el cine pugilístico. La atmósfera que tema a tema compone transpira el sudor del género.  

Cuando tras innumerables problemas con la industria, huyó hacia delante, hacia la independencia total, ya entonó un gritó de guerra batallador. Clamó a los cuatro vientos en una inspiradora carta que a partir de ese momento ‘pelearía a la contra’. Con lo primero que se boxea es con la cabeza, eso lo dice cualquier entrenador que se precie. Así que desde Kamikazes enamorados Quique González ha aprendido a aprovechar el impulso de sus golpes de talento, beneficiándose de una técnica como escritor de canciones cada vez más depurada. Él mismo nos explica el proceso de creación de este disco y cómo llegó a un título que representase su espíritu: 

“Estábamos tomando una cerveza con Paco Bastante en el bar que está enfrente del estudio, mientras Carlos Raya y José Nortes terminaban de mezclar “Me agarraste”, cuando Paco recordó que había tocado en el mítico Rockola con una banda llamada La Noche Americana. En ese momento me estaba dando el título del quinto disco. Había dado demasiadas vueltas al título desde que meses atrás, en primavera, empecé a escribir una serie de canciones sobre un boxeador y una bailarina de striptease a partir de Kid Chocolate, pero no daba para un disco entero. Rescaté al Kid y El Campeón para un disco más abierto, que ya no se podía llamar Kid Chocolate

En febrero de 2004 habíamos grabado un par de sesiones en La Cabaña, y la canción “Hotel Solitarios” contenía la idea o el motivo principal del disco: tener encaje sin perder empaque. Esto es, aguantar los golpes sin perder la integridad. Pero tampoco sonaba bien como título. “Hotel solitarios” le parecía triste a casi todo el mundo. ¿“73”, quizá? No, demasiado generacional. Lo más asequible era “Vidas Cruzadas”, pero lo relacionaban enseguida con el título español de la película Short Cuts de Robert Altman.  

Alguien advirtió que existía también un film de François Truffaut con ese título, y mi chica me dijo que también se llamaba así a un tipo de iluminación en el cine para rodar de día y simular que es de noche. Mientras escuchaba las canciones las enfrenté a La Noche Americana para ver si las sostenía y me encontré con John Wayne, Steve McQueen (en un verso robado a Sabina), el Bronx y Chinatown, pero también Caracas, La Habana y “La Alhajita”, canción argentina que me enseñó mi amigo Manuel y que  todavía no escuché cantar a Atahualpa Yupanqui, su intérprete universal.  

Además, había venido el gran Jorge Drexler, uruguayo, a regalarnos un trozo de su arte durante los días posteriores a su nominación al Oscar. El tema “El hotel Los Ángeles” está inspirado en Toni Soprano. Y, aparte de los guiños, aparte de Justin y Britney, estaba la naturaleza, no diría cinematográfica, sino más bien peliculera de las imágenes que sugieren las canciones del disco. 

Habíamos grabado unas veinte desde que nos juntamos hace un año con la banda para hacer las maquetas en La Cabaña, y después de dar un par de conciertos en el norte, nos encerramos para grabar trece canciones en Eurosonic (Personal, 98) durante el mes de enero. La mayor parte está grabado en once días a la manera clásica, es decir, tocando todos juntos y en analógico, con un estilo añejo. Bueno, nosotros creemos en estas cosas.  

Richard Dodd, ingeniero de sonido de Tom Petty, Johnny Cash o George Harrison, ha masterizado en Nashville La Noche Americana. Por cierto, la película es del 73 y la gente de mi generación hemos crecido viendo ciertas películas y escuchando canciones que nos han traspasado hasta hacerlas nuestras. Ojalá este disco sea un reflejo de todas esas influencias. Encomendado de nuevo a Carlos Raya y José Nortes, con Jacob al bajo, Toni Jurado a la batería y Joserra Senperena al piano, en un estudio iluminado con tiras de luces del chino, durante el día, grabamos La Noche Americana. 

Xavier Valiño
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EELS 2005

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ENTREVISTAS 2005


 

Eels, el fantasma y el Sr. E

 

 

Mr. E es de esos que si no tuviera manos, haría música con los pies. Al menos, ésa es a la conclusión que uno llega después de escuchar su nuevo disco: la última demostración de talento de E y la prueba irrefutable de que a veces un disco doble es la mejor forma de expresar todo lo que uno lleva dentro, sin dejarse nada.

 

En sus palabras, estos dos discos hablan de “Dios y todas las cuestiones relacionadas con el tema de Dios. También trata de cómo aferrarme a los jirones que quedan de mi cordura y del cielo azul que sale al día siguiente de una terrible tormenta”, añade. “Es una carta de amor a la vida misma, en toda su hermosa y horrible gloria”.

 

El álbum, Blinking Lights, está lleno de instrumentación poco habitual, así como de notables estrellas invitadas. Una canción, “Last Time We Spoke”, presenta al perro de caza de Everett, Bobby, Jr., haciendo un solitario solo. Unas cuantas canciones después, el fan y colaborador de Eels, Tom Waits, grita un solo literalmente en “Going Fetal”.

 

Más tarde, el guitarrista de R.E.M., Peter Buck (haciendo su segunda aparición en un disco de Eels) toca el dobro, la guitarra y el bajo en la canción co-escrita por Buck “To Lick Your Boots”. Además, en un álbum que hace uso del arpa en varias de sus canciones, es interesante saber que el rey del arpa del rock & roll, John Sebastián, de The Lovin' Spoonful, hace una rara aparición tocando el arpa en una canción “Dusk: A Peach In The Orchard”, co-escrita por Sebastian.

 

Blinking Lights es un álbum casero y épico. “Se trata de un reflejo emocional de la condición humana, grabado principalmente en mi apartamento de Los Angeles durante un período de varios años”. En sus dos discos se dan cita canciones sobre la fidelidad, la responsabilidad, la madurez, la dignidad, las decepciones, la comodidad, la esperanza y la renovación.

 

Es el disco más personal de Eels desde Electro-Shock Blues, en 1998. Aquel álbum trataba del casi simultáneo suicidio de la hermana de Everett con la enfermedad terminal de su madre, desde su punto de vista personal. “Este nuevo álbum me sorprende luchando con los demonios familiares, habla de cómo los efectos de las tragedias del pasado se convierten en algo personal en la vida adulta, a veces atrevidamente autobiográfico, y otras veces construido alrededor de las historias de otros”.

 

“Después del éxito comercial de Beautiful Freak (1996), tomé una decisión. Todo parecía ser una experiencia vacía; estar en ese mundo de lo que es ser cool y popular representaba todo lo que yo odiaba y ahora me estaba convirtiendo en parte de ello. Me odiaba a mí mismo más de lo que lo había hecho nunca. Y estaba aprendiendo grandes lecciones sobre lo que realmente importa de esas tragedias que estaban ocurriendo. Necesitaba ir a algún sitio más profundo. Si alguno de los discos vendían menos, no me importaba”.

 

“La familia con la que crecí había desaparecido por completo en 1998. Tuve que enfrentarme a ello mientras hacía Electro-Shock Blues. Pero es algo que nunca va a cambiar y sus implicaciones son demasiado poderosas en mi vida”, dice. Y la ‘maldición’ no acabó en 1998: la prima de Everett, Jennifer, era una de las pasajeras del avión que se estrelló en el Pentágono el 11 de Septiembre de 2001. “Hay una especie de sonido fantasmal en Blinking Lights”, dice Everett, “tal vez porque vivo con un grupo de fantasmas”.

 

Xavier Valiño
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THE TEARS 2005

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ENTREVISTAS 2005


 

The Tears, lágrimas de cocodrilo

 

 

Bueno… Así que Brett Anderson y Bernard Butler están juntos de nuevo. ¡Quién lo hubiera imaginado! Aparentemente, Bernard sí. “Siempre supe que, tarde o temprano, sería así”, dice. Y Brett, por su parte, parece como si, finalmente, hubiera acelerado la desaparición de Suede para poder reunirse con Bernard y plantearle lo que nadie se había atrevido siquiera a imaginar en los diez años anteriores.

 

“La primera vez que nos vimos de nuevo, en diciembre de 2003, me dijo que quería formar una banda”, recuerda Bernard. “Evidentemente, durante años, siempre había querido grabar este disco”. Y así empezó todo, con el mejor dúo de compositores del Reino Unido desde Morrissey y Marr, nuevamente trabajando codo con codo, escribiendo sin ningún objetivo concreto. Hubo de pasar cierto tiempo hasta que se dieron cuenta de que realmente estaban metidos en algo, algo que habían dejado inconcluso en 1994, cuando Bernard abandonó Suede, justo antes del lanzamiento del segundo álbum de la banda, Dog Man Star.

 

“La música es realmente muy, muy inspiradora”, afirma Brett. “No quiero parecer ingenuo, pero resulta muy emocionante trabajar con alguien que cuida tanto lo que hace. Durante años, desde que Bernard dejara Suede, fui yo quien llevó la voz cantante, pero ahora la apuesta es más fuerte. Me siento como si estuviéramos librando un duelo, en una especie de competición amistosa. Cuando estábamos en nuestro mejor momento, era siempre así, con cada uno de nosotros tratando de superar al otro”.

 

Desde fuera, Here Comes The Tears se percibe realmente como un trabajo que rebosa confianza. La voz de Brett sigue cautivando -escucha la pequeña pausa en “Two Creatures”, los exquisitos y emotivos descensos súbitos de “Fallen Idol”-, y pocos guitarristas pueden igualar a Bernard.

 

“Cuando empezamos con Suede, yo quería que sonara como The Smiths, con aquellos discos etéreos y complejos, con mezclas, pero unos directos en los que sólo se oyera la guitarra eléctrica y nada más”, confiesa Bernard. “No he tenido nada que ver con ninguna de las dos cosas durante años”.

 

Para Brett, Here Come The Tears trata, en gran medida, de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. “Quería hacer un álbum en el que se reflejaran más el enfado y la actitud de cuestionar las cosas que en lo que había hecho anteriormente”, declara. “Hay muchos elementos de la vida en el siglo XXI que realmente me desaniman, y que encuentro desagradables. “Refugees” trata de cómo los medios de comunicación crean una nueva aspirante a clase inferior, gente que existe en lo más bajo de la sociedad, vendiendo cigarrillos en la esquina. Cuando por debajo todos tenemos las mismas esperanzas, necesidades, miedos y sentido de la familia”.

 

El sarcástico “Brave New Century” retoma este asunto, expresado en sus frases como “Nos sentamos durante horas y devoramos revistas / y adoramos a celebridades de mierda”, que se encadenan con “La Religión apesta a enfermedad / mientras la gente escupe a los refugiados”.

 

Here Come The Tears ha sido producido por Bernard y grabado en su mayor parte en casa. Para él, grabar este disco tal y como quería hacerlo fue una parte importante de un largo proceso sanador. “Cuando todo ese asunto -estar en Suede y dejar el grupo- te pasa cuando tienes 22 o 23 años, no le das importancia”, dice. “Odiaba a todos y todo, y me sentía confundido todo el tiempo. No era capaz de ver lo que de verdad quería hacer”.

 

Ahora, sin embargo, Bernard ha podido hacer canciones intrincadamente, siguiendo la gran visión que tenía en mente, y el resultado es un muro de sonido que a veces parece Phil Spector produciendo a The Spiders From Mars haciendo una versión de “Bridge Over Troubled Water”, pero más exagerada.

 

Otra cosa con la que Bernard no contaba fue con que, “por muy fantástico que pueda ser definir la esencia de una idea en una única obra, es un poco como decorar tu casa; cuando has dejado bonita una habitación, te das cuenta de todo lo que te queda por hacer en el resto de la casa. Un disco era un buen objetivo”, afirma, con el aire de quien sabe que hay mucho más detrás.

 

Ah, ¿y ese gran estallido de guitarra? Sí, The Tears en vivo son una propuesta energética. “Tocar en directo verdaderamente es una gran motivación para mí”, afirma Bernard. “Si hay algo con lo que me siento cómodo es estando encima de un escenario, tocando la guitarra”.

 

Xavier Valiño
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