George Harrison: Así se hizo Brainwashed

CAMPUS GALICIA ARTICULO GEORGE HARRISON: ASÍ SE HIZO BRAINWASHED

ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2002


George Harrison: Así se hizo Brainwashed


Give me plenty of that guitar!(¡Qué suene esa guitarra!)

 

Con esta sencilla petición, a buen seguro expresada con su característica sonrisa, George Harrison anuncia el comienzo de Brainwashed, el maravilloso álbum en el que estaba trabajando cuando le sorprendió la muerte en noviembre de 2001. Y es que Brainwashed muestra gran parte de ese talento a la guitarra que convirtió a George Harrison en una influencia decisiva para todas las generaciones de músicos que vinieron después de él. Líneas melódicas y cortes bellamente cincelados, enérgicos rasgueos acústicos… Todo ello tiene cabida más que de sobra en los doce temas que componen el disco.

 Pero este álbum es algo más que buenas interpretaciones musicales. Se trata de una afirmación personalísima de un hombre muy reservado, que refleja la intimidad que fue alimentando con preguntas que le asaltaron desde que empezó a componer como miembro de los Beatles: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Adónde voy?  

No queda duda de la profundidad de las convicciones espirituales de Harrison, y Brainwashed no hace más que dejarlo claro de nuevo. En sus últimos años, Harrison tuvo que afrontar la inminencia de su muerte, experiencia que asienta las bases de este disco, aunque no de una forma morbosamente explícita y reveladora. Más bien como si los acontecimientos vividos en sus últimos años hubieran conferido una gravedad inevitable a los temas en los que Harrison llevaba décadas reflexionando. Cuando la muerte dejó de ser un problema filosófico, a pesar de sentirla en cada momento y en cada latido, George Harrison compuso estos temas.  

No llegó a terminarlos, aunque sí los grabó. Harrison siempre había tenido la intención de que Jeff Lynne le ayudara a completar el proyecto, algo que Lynne tuvo que hacer por sí solo bajo la atenta mirada de Dhani, el hijo de 24 años de Harrison. En 1987, Lynne co-produjo el disco en solitario de Harrison, Cloud Nine; fueron compañeros en The Traveling Wilburys; trabajó con él en “Free as a Bird” y “Real Love” para la antología de los Beatles y, no menos importante, fue uno de sus mejores amigos. El único hijo de Harrison, Dhani, colaboró estrechamente junto a su padre en la elaboración de este trabajo, durante los procesos de composición y grabación. En algunos casos, Harrison dio instrucciones a su hijo acerca de cómo le gustaría que tomaran cuerpo los temas. En otros, preparó bocetos de los arreglos para dejar claro el camino que tenían que seguir las canciones.  

Resulta por tanto imposible imaginar dos personas más cualificadas que Dhani y Lynne para llevar a buen término la idea que tenía Harrison del disco. Aun así, cualquier colaboración, especialmente si se produce de forma parcialmente póstuma, requiere tomar algunas decisiones sensatas. “Llevaba dos o tres años comentando a George que deberíamos terminar las canciones”, explica Lynne. “Él me decía: 'Me gustaría que las acabaras tú'. Hablamos de ello y me dijo que no quería que el disco fuera pijo. Lo que quería, en realidad, era como una especie de maqueta. “Pero las canciones merecían algo más, porque son maravillosas, al menos a mí me lo parece”, continúa Lynne. “Pensé que si las dejaba tan toscas como a él le habría gustado, no funcionarían. Quería que fuesen lo mejor posible, y creo que dimos con el justo medio.” Entonces se dirige directamente a su viejo amigo: “De modo que lo siento, George”, explica con cariño. “Las hice un pelín más pijas de lo que querías. Pero pensé que era una forma de hacerles justicia.”  

Es la especie de tira y afloja que quizás Lynne y Harrison hubiesen tenido en el estudio de haber vivido Harrison. Y Dhani se mostró de acuerdo con la dirección propuesta por Lynne. “El álbum se habría terminado igualmente de este modo: Jeff habría echado una mano a mi padre y yo habría ayudado en la producción final”, explica Dhani. “Nos limitamos a ceñirnos al plan, pero mi padre murió y se complicó más aún nuestra labor.” El disco se remató en el estudio que tiene Lynne en su casa de California, durante un periodo que se alargó seis meses. Hay que decir que al principio Harrison rondó las sesiones con su ausencia. “Recuerdo que llegué de Inglaterra y Jeff y yo nos pusimos a grabar las guitarras la primera noche”, recuerda Dhani. “Fue de lo más surrealista. No dejaba de mirar alrededor, buscando a mi padre: Eh… ¿Está bien así?' Pero no contestaba nadie.”  

Al final, no obstante, la presencia de Harrison empezó a sentirse de forma más positiva. “Los primeros días era difícil acostumbrarse a su ausencia”, reconoce Lynne mientras toma asiento en la amplia sala de su casa donde grabó algunas de las cuerdas de Brainwashed. “Pero una vez que te metías en el tema y escuchabas la voz, tan imponente, sentías sus vibraciones. Al final, esa extraña sensación se desvaneció y fue como si estuviese presente, guiándonos de algún modo.” Una sola escucha del disco disipará cualquier preocupación de que los temas no plasmen el espíritu de George Harrison. Así lo explica Dhani: “Sería imposible plasmar mejor en un único disco el yo sincero y verdadero de mi padre”. El tema que abre el disco, “Any Road”, es una nueva invocación de Harrison al alegre folk-rock de los Wilburys, con un toque Zen en el estribillo: “If you don't know where you're going / Any road will take you there”. En el dulce y ensoñador “Pisces Fish”, Harrison canta “Some days my life, it seems like fiction / Some other days, it's really quite serene”, estrofas que para Dhani son las claves de la canción, así como la imagen del viaje de su padre por la vida. “La primera parte de su vida fue agotadora como la de nadie”, explica Dhani. “Iba a todas partes y lo hacía todo de la forma más intensa posible. Después, la segunda mitad de su vida, la pasó en el jardín, disfrutando de la naturaleza, plantando árboles y componiendo música. Dos contrastes que constituyeron el equilibrio ideal.” 

El título del fantástico tema instrumental “Marwa Blues” procede de un raga indio, y muestra el virtuosismo de Harrison a la guitarra en todo su apogeo. El tema se desarrolla como una oración por la liberación de este mundo para llegar a un reino de posibilidades místicas infinitas. Por su parte, “Looking for My Life” evoca una realidad más sombría. I never knew that life was loaded”, canta Harrison. “I never knew that things exploded / I only found it out when I was down upon my knees/Looking for my life.” A la hora de hablar acerca del tema, Dhani utiliza el mismo tipo de imágenes que su padre usaba de forma espontánea. “En los últimos años, mi familia ha vivido situaciones muy extrañas”, comenta. “Alguien se coló en nuestra casa e intentó asesinarnos, y después está, por supuesto, la enfermedad de mi padre y el tumulto que se produce cuando los medios se inmiscuyen en tu vida. Pero sólo se puede experimentar tanta alegría como pena se haya sufrido. La pena es como vaciar un bloque de madera, y la pena es lo que lo rellena. Cuanta más pena hayas experimentado, mayor será la alegría que puedas sentir.” 

El antiguo tema de “The Devil and the Deep Blue Sea”, grabado junto a la banda de Jools Holland, muestra a Harrison tocando su adorado ukulele. “Todos los que conocían a mi padre sonríen cuando lo oyen”, explica Dhani. “Así era cuando estaba en casa.” Y en cuanto al primer single del disco, “Stuck Inside a Cloud”, Dhani explica: “El título podría referirse a un velo de ignorancia, algo que todos experimentamos y de lo que intentamos deshacernos a la larga. Te confunde y te estrecha la mente. De hecho, es mi tema preferido. Me encanta. El número preferido de mi padre era el siete; hacía muchas cosas alrededor de ese número. Por eso es el séptimo tema del disco.”  

Por ultimo, Dhani describe el tema que da título a Brainwashed como “la canción más sincera del disco”. Es un catálogo de todos los aspectos de la sociedad que empañan nuestras mentes y nos impiden llegar a verdades mayores. “Los militares te lavan el cerebro”, afirma Dhani. “Lo mismo que las empresas y los medios de comunicación. Y la canción explica que hay una alternativa: pensar por uno mismo y autorealizarse; bueno, y Dios”.  

Este último aspecto se dramatiza emotivamente a medida que el tema se va fundiendo con el sonido del canto de Harrison sobre un zumbido hipnótico. Una nota optimista con la que cerrar el álbum. “Es un canto muy famoso en la India”, comenta Lynne. “A veces lo canta mucha gente junta a la vez. Fue idea de Dhani ponerlo al final, y él mismo ha grabado su voz maravillosamente en una doble pista junto a la de su padre. Su voz es igualita a la de George.” El canto, explica Dhani, era el lavado de cerebro personal de su padre: “Lo tenía grabado desde antes de que yo naciera. Es algo positivo que ofrecer al público como punto final del disco”.  

Cuando Brainwashed estuvo terminado, lo que había empezado como profunda pena y desazón se transformó en algo un tanto redentor y aliviante para los implicados. “Fue como 'al fin lo van a poder escuchar, es alucinante'", explica Lynne. “Fue entonces cuando empezó a parecer una experiencia más feliz, una celebración de la vida de George.” El tipo de celebración que los fans de Harrison necesitaban y merecían, y que él mismo hubiese deseado que tuvieran. 

Xavier Valiño

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ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 BILLY BRAGG

ARTÍCULOS 2007
  
  

 

Billy Bragg, socialismo del corazón

 

 

 

         Lo tenía fácil. Estaba ahí, esperando a ser utilizado. Él mismo dio el titular para esta revisión de su carrera -‘Socialismo del corazón’-, siendo bien consciente de ello cuando escribió la canción “Upfield”. Pocas palabras pueden definir mejor lo que Billy Bragg ha venido haciendo desde el mismo año cero del punk, 1976, aunque su toma de conciencia política llegara con su carrera en solitario, a partir, sobre todo, de 1983.

 

         Ahora a sus 50 años, lo tiene más claro que nunca. En la palabra ‘compasión’ ha aprendido a articular mejor que nunca su discurso, un discurso con contradicciones, claro, como los de todo ser humano, pero bastante consecuente desde sus inicios. Si una generación de nombres clásicos del rock cumplen este año los 60 -David Bowie, Iggy Pop, Elton John, Marianne Faithfull, Ron Wood, Ry Cooder, Jeff Lyne, Dave Davies, Florian Scheneider, Santana…-, Billy Bragg vendría a significar su relevo, el de aquellos que comenzaron en el punk y tuvieron sus mejores momentos a finales de los 70 y principios de los 80: Joe Strummer, Paul Weller, Johnny Lydon…

 

Sin embargo, Billy Bragg ha sido siempre más celebrado y comentado por ser el británico más famoso de la izquierda fuera del Parlamento de su país, un socialista por sus ideas, que las ha ido dejando filtrar en las estrías de sus discos, entre canciones que hablan de sentimientos y relaciones personales. En algunos discos el tema se escoraba más hacia la política –The Internationale– y en otros hacia lo personal –Workers Playtime-, pero ambas vertientes han estado siempre ahí, casi en la misma proporción.

 

No es difícil sentir simpatía por alguien que cree que los 70 duraron tres años, del 76 al 79 -justo lo mismo que el punk; antes no había casi nada en la música popular para él-, y que cree, al mismo tiempo, que los 80 duraron 18 años, del 79 al 97 -los años más oscuros en los que los conservadores detentaron el poder en su país, en especial aquellos en los que la dama de hierro Margaret Thatcher fue la cabeza de aquel gobierno-.

 

No obstante, esa división temporal no coincide con las dos etapas que se pueden establecer en la trayectoria en solitario de Billy Bragg. Podemos decir que sus años con Riff Raff si coinciden con sus años 70, del 76 al 79, pero lo que él considera los años 80 no se puede aplicar a sus álbumes a su nombre, que tienen una línea divisoria bastante clara allá por 1990, con la edición del EP The Internationale: hasta 1988 llegaría una primera etapa que se cierra con Workers Playtime y, a partir de 1991 con la publicación de Don’t Try This At Home y el descanso de cinco años que le siguió vendría una segunda etapa que lo trae hasta nuestros días en activo. Y da la impresión de que va a ser por mucho tiempo.

 

 

    

“Puede hacerte reír. Puede hacerte llorar. Puede hacer que te ciegues de rabia. Billy Bragg, el hombre para las canciones y el baile”

Melody Maker

 

Stephan William Bragg -Stephan para su familia, Billy para el resto de la Humanidad- nació el 20 de diciembre de 1957 en Barking, una población que entonces se hallaba a un corto paseo en metro de Londres, algo crucial en la educación musical de nuestro hombre, y que hoy ha acabado engullida por la metrópoli. Su padre trabajaba en un almacén y su madre enseñaba cocina en el turno nocturno de una escuela de su ciudad.

 

Su primer momento de fama llegó a los 13 años, después de escribir a la luz de unas velas un poema titulado “Este niño” sobre la salvación del mundo por Jesús. Sus profesores, incrédulos, llamaron a sus padres para saber de dónde lo había copiado. Tras descubrir que él era realmente el autor, se lo llevaron a Radio Essex a leerlo.

 

Por aquel entonces, el adolescente Stephan Bragg ya había iniciado una amistad con quien sería su mayor aliado musical durante todos estos años, Philip Wigg, más conocido como Wiggy. El primer disco que escucharon juntos fue “Maggie May”, de Rod Stewart. De ahí a devorar compulsivamente la música que se programaba en la radio y grabar sus propias casetes no había más que un paso.

 

Durante meses fueron recogiendo en sus libretas escolares sus top 20 de cada semana. “Scarborough Fair” de Simon & Garfunkel encabezó las listas de Billy durante dos años, llegando a contar el dúo con 14 de las 20 canciones en su lista en una ocasión. “You Were It All”, de nuevo de Rod Stewart, fue el primer single que Billy compró con su primera paga, y el Grandes éxitos de Bob Dylan el disco que sonó en su reproductor incesantemente durante meses.

 

Con una guitarra acústica de Wiggy y una armónica de Billy se pusieron a dar cuenta del cancionero de Rod Stewart y Bob Dylan. Al poco, Billy se hizo con su primera guitarra. Fue la época en la que empezaron a comprar revistas musicales y a sentirse diferentes frente al resto de sus compañeros: mientras Led Zeppelin, Yes, Queen o Deep Purple eran moneda común entre sus compañeros, ellos miraban más hacia los sonidos influidos por el folk, el blues y el soul, en especial The Faces y Rolling Stones, de quienes devoraron todo su fondo de catálogo, así como de todos los grupos que éstos habían versionado.

 

Billy dejó pronto la escuela para ponerse a trabajar, primero como administrativo en una naviera y, después, como chico de los recados en un banco, lo que le dejaba bastante tiempo para visitar sus tiendas de discos favoritas. Como nunca llegó a tener una educación superior, tuvo que tomarse su afición y trabajo en la música como responsable de gran parte de su formación.

 

Aunque su primer grupo Riff Raff no llegó a presentarse como tal hasta 1977, dos años antes ya existía una primera formación con Steven ‘Ricey’ Rice en los teclados y Robert Handley en la batería. Por aquel entonces se dedicaban a hacer versiones de aquellos grupos que les habían marcado, al tiempo que empezaban a componer sus propias canciones.

 

 

  

“Bragg refleja las esperanzas y los miedos de la gente”

Melody Maker

 

En noviembre de 1976 el grupo da su primer concierto con el nombre de The Flying Tigers en el Gran Concurso Rock para Amateurs celebrado en Hornchurch. Como curiosidad, en aquella edición participó también un grupo de heavy llamado Iron Maiden (sí, esos mismos), que no tardarían mucho en arrasar en las listas. Ninguno de los dos ganó, pero ya habían tenido al menos la oportunidad de tocar frente a una audiencia.

 

El momento clave en sus vidas estaba por llegar. El 9 de mayo de 1977 se presentaron a un concierto de The Jam, de quienes habían oído hablar muy bien y a quienes tenían ganas de ver en directo. Ni siquiera sabían que el grupo participaba en la gira White Riot como invitado de The Clash. Ahí descubrieron el punk, lo que el punk podía hacer por ellos -y ellos por el punk-, y su afinidad con los dos grupos que actuaban aquella noche.

 

Ése fue el gran big bang para el cuarteto. El otro, un anuncio en el Melody Maker que hablaba de unos estudios de grabación en el campo, en Clopton. Sin compromisos que los retuvieran en su ciudad natal, el grupo se marchó por una semana allí, donde se les unió Johnny Waugh al bajo, aunque aquella semana acabó convirtiéndose finalmente en tres años en el lugar como héroes locales. Ruan O’Lochlainn era el dueño del estudio, un tipo con cierta experiencia en la producción. Su mujer, Jackie, fue quien les puso el nombre, Riff Raff, “simplemente porque eran exactamente eso”.

 

En la primera semana allí, Riff Raff compusieron ocho canciones, entre ellas “Romford Girls” y “I Wanna Be A Cosmonaut”, que acabarían en su primer EP. Ese primer disco fue editado por Chiswick Records, gracias a los contactos en Londres de los responsables del estudio, al mismo tiempo que otros dos EPs de los grupos The Jook y The Drug Addix (el primer grupo de Kristy MacColl), en un lanzamiento presentado conjuntamente como Suburban Rock’nRoll.

 

En aquellas fechas, el grupo apareció por primera vez en televisión, gracias a que un equipo de la BBC se había presentado en el estudio tras una llamada de la propietaria Jackie, que quería denunciar como un granjero que no estaba contento con tenerlos como vecinos les dejaba la mierda de su granja en la puerta. Así que encima de aquel montón de estiércol aparecieron Riff Raff con Billy Bragg por primera vez en la pequeña pantalla.

 

En 1978, para ver de nuevo a The Clash, Bragg se encontró participando en su primer acto político, aunque esta vez desde abajo, entre el público. El festival Rock Contra el Racismo había sido ideado meses antes para contrarrestar a Eric Clapton, quien meses antes había dicho que todos los inmigrantes negros en el Reino Unido deberían ser enviados de vuelta a sus países -curioso en alguien que tocaba blues y había tenido un gran éxito cantando una canción de Bob Marley-. Allí Bragg empezó a darse cuenta de que rock y política podían ir unidos, algo que recuperaría más tarde.

 

En esos años Bragg conoció a fondo el negocio, pateándose todos los locales de la zona sin dejarse ninguno, pasando por todo lo que una estrella de rock suele conocer en su carrera, todo ello con un único EP de tirada limitada. Tras las previsibles deserciones, Billy y Wiggy entraron de nuevo en el estudio en 1980 junto a un nuevo compinche, Mark Earwood, en el piano, y Oscar O’Lochjaliann, de doce años, hijo de los dueños del estudio, a la batería. Junto a ellos registraron ocho canciones, que fueron editadas por el sello Geezer Records en cuatro singles de edición limitada a 1.000 copias cada uno, con “Every Girl”, “Kitten”, “Little Girl Know” y “New Home Town” en sus caras A.

 

Pero Riff Raff ya había desaparecido con la decisión de todos de volver a Londres. Por entonces, Billy se había desengañado de su vida en el rock y, sobre todo, de que el punk no hubiera conseguido cambiar casi nada. Desilusionado y desorientado, Billy encontró refugio en el Ejército de Su Majestad. Cuando se le menciona, no se excusa ni se justifica, pero conviene recordar para entender mejor sus razones que su padre ya había conducido un tanque en el Ejército, que su madre le presionaba entonces para encontrar un trabajo, que todos los días pasaba por delante de una oficina de reclutamiento cercana al hogar paterno y que había escuchado demasiadas veces el disco Setting Sons de The Jam, con unas cuantas referencias a la vida militar.

 

 “Quiero conducir un tanque y no quiero ir a Irlanda del Norte”. Con esas palabras se alistó. Cuatro meses de instrucción en el regimiento de caballería fueron suficientes para descubrir que lo que de verdad quería hacer era volver al mundo que había dejado atrás, tras comprobar que estaba componiendo canciones de nuevo y que en la fecha de la muerte de Bob Marley él había sido el único en el cuartel que realmente había sentido un cierto vacío. No tenía nada que ver con aquel mundo, así que por 175 libras -“el dinero mejor invertido de mi vida”, declararía después- compró su libertad, quedando desvinculado para siempre del Ejército.

 

 

  

“Se lo debe todo a Spandau Ballet”

NME

 

Tras encontrar trabajo en una tienda de discos, Billy recuperó dos canciones compuestas en el pasado, “Richard” y “A New England”, para su nueva encarnación, Spy Vs Spy, al tiempo que componía otras nuevas. Era 1982, y con ese curioso nombre empezó a dar conciertos en solitario -como contraposición a grupos como Spandau Ballet o Duran Duran, que copaban las listas-, en una línea entre el punk y folk, algo que definía como “los Clash de un sólo hombre”.

 

Su primera actuación fue en marzo de aquel año, concierto al que acudió un periodista del Melody Maker al que Bragg le había escrito una carta pidiéndole que fuera a verlo. Unas semanas más tarde ganó 50 libras en un concurso para grupos noveles al quedar en segundo lugar. Gracias al dueño de la tienda de discos para la que trabajaba, que tenía un estudio portátil, Bragg registró sus primeras seis canciones, de las que cuatro acabarían en su primer mini-álbum (“A New England”, “To Have And To Have Not”, “The Man In The Iron Mask” y The Milkman Of Human Kindness”) y una en su siguiente álbum (“Strange Things”), quedando fuera sólo “The Cloth” -para la que se acompañaba a la hora de interpretarla en directo de una caja de ritmos-.

 

Aquella maqueta fue remitida a todas las discográficas del momento. En Melody Maker, aquel periodista que había contactado fue el primero en comentar la música de Spy Vs Spy, bastante favorablemente. A su lado aparecía un comentario, bastante menos positivo, de otra maqueta de un grupo llamado Nux Vomica, y que, aunque el crítico no lo sabía, estaba compuesto por Billy Bragg, Wiggy y su hermano. Nux Vomica dejó de existir en el mismo instante en que leyeron la crítica.

 

Billy Bragg seguía dando conciertos en antros infumables, pero eso le sirvió para aprender a tratar con una audiencia que no tenía ningún interés en lo que estaba viendo y a articular sus monólogos entre las canciones con los que atraer su atención. Algunos conocidos le hablaron de Peter Jenner, que había sido manager de Pink Floyd, T Rex, Roy Harper y The Clash, y que ahora trabajaba en Charisma Records.

 

Bragg se presentó en su oficina y se sentó a esperar su oportunidad. Aquel era el día en que Peter Gabriel, el gran artista de Charisma, iba a aparecer en televisión y, por suerte, en la compañía no funcionaba la televisión. Bragg se ofreció a arreglarla, lo consiguió y, a continuación, fue hasta el despacho de Jenner a dejarle su maqueta. Desde el momento en que escuchó las canciones, Jenner se convirtió en su máximo valedor, primero en Charisma y, después, como mánager, trabajo en el que continúa hasta hoy.

 

Peter Jenner consiguió sacarle a la compañía un acuerdo especial: sin contrato, editarían un disco de entre 4 y 12 canciones si Bragg conseguía grabarlas de alguna forma. Así que, finalmente, tras un fin de semana de grabación en directo en un estudio, tocando sus canciones varias veces hasta conseguir la versión deseada, el 1 de julio de 1983 aparecía en el sello Utility, una subsidiaria de Charisma Records, Life’s A Riot With Spy Vs Spy, el debut de Billy Bragg ya acreditado a su nombre y conteniendo 7 canciones.

 

 

  

“Puse la aguja sobre el disco y “A New England” comenzó a sonar. Sé que es un cliché, pero puedo decir que de verdad cambió mi vida”

Andy Kershaw

 

El locutor Andy Kershaw fue el primero en descubrir el potencial de aquel disco y programar a Bragg, rescatándolo de la caja donde en su emisora ponían los discos que a nadie interesaban. Que John Peel lo pinchara ya tuvo que ver más con otra casualidad: durante uno de sus programas comentó que le gustaría comer un plato oriental, así que Bragg y un colega fueron a comprarlo y se lo llevaron en persona a la BBC, añadiéndole al menú el debut en disco de Bragg. Desde aquel momento, Peel sería uno de sus mejores aliados, aunque la primera vez que lo pinchó lo hizo a la velocidad equivocada, a 33 revoluciones, en lugar de las 45 a las que giraba el mini-LP. Poco después estaba grabando su primera sesión para John Peel.

 

Por otra casualidad de la vida, Bragg encontró nueva compañía tras la desaparición de Charisma. En una sesión de fotos apareció una amiga de la fotógrafa, quien resultó ser la hermana del dueño de Go! Discs, sello que acababa de iniciar su andadura ese mismo año. Tras escuchar el disco varias veces seguidas, Andy Macdonald, que pasaría a jugar un papel decisivo en la carrera de Billy Bragg, le propuso reeditar su debut, dándole a cambio la colección de discos de éxitos de Motown y una lata de polvos de talco con la imagen de The Beatles. Así que el 11 de noviembre de 1983 reaparecía en las tiendas su debut a un precio de 2.99 libras y con una tirada de 5.000 copias.

 

Gracias al líder de The Redskins, por entonces también periodista musical, Bragg consiguió su primera crítica positiva en el NME, lo que le llevaría a acabar el año como número 1 en las listas de álbumes independientes. Como él mismo reconoció en una ocasión, “1983 fue el año en el que me di cuenta de que el único sitio en el que podía encontrar el nirvana era entre ninfa y nitrato en el diccionario”.

 

Poco después, en mayo de 1984, Bragg daba su primer concierto en apoyo al partido laborista, conociendo en aquella ocasión a su líder, Neil Kinnock, en un primer acto de una concienciación política que iba en aumento. Si en sus conciertos hasta entonces se había limitado a ser un comentarista de lo que veía, la huelga de mineros de 1984 en contra de la política del gobierno de Margaret Thatcher acabó por dar forma a su visión de la sociedad. Al tocar enfrente a los mineros en varios conciertos, tuvo que ir respondiendo a sus preguntas, definiendo su posición.

 

Tras esa pequeña gira, Bragg había pasado de ser un rockero crecido con el punk a un socialista con ideas e ideales. Como bien dijo en su momento, “Tatcher me convirtió en un socialista al empezar a cambiar todo aquello con lo que había crecido y que daba por hecho”, lo que, dentro de lo negro que algunos ven aquellos años, puede ser uno de sus únicos puntos positivos.

 

 

 

“Enérgico, anguloso, inquieto, emocional, independiente, lleno de fuerza y divertido”

Neil Kinnock, líder laborista

 

Tras quedar atrapado por la música de The Smiths, en especial por “Back To The Old House”, la cara B del single “What Difference Does It Make”, Bragg hizo su primer concierto compartiendo cartel con ellos en junio de ese año. Casi al mismo tiempo, Bragg fue el padrino en la boda del responsable de su discográfica, Andy Macdonald, con Juliet de Valero, una joven con experiencia en la promoción y que acababa de incorporarse al sello. Hija de un exiliado español que a los 15 años fue evacuado de El Escorial cuando las tropas rebeldes se alzaron contra el Gobierno republicano en 1936, la importancia de Juliet es crucial en la vida de Bragg, ya que después de ayudarle en su carrera durante años, acabaría casándose con él en 1992.

 

La primera gira norteamericana trajo un golpe de efecto pensado por Jenner y Bragg, imitando algo que Elvis Costello había hecho unos siete años antes. Idearon un sistema de amplificación móvil, que Bragg podía llevar colgado con un par de altavoces. Nuestro hombre-orquesta se paseó por las calles de Nueva York, tocando por la Sexta Avenida tras ser expulsado del Hotel Milton, y dando cuatro recitales desde el tejado del Danceteria, enfrente al Empire State.

 

Tras acabar aquella gira con Echo & The Bunnymen, que incluyó una parada en la mansión de Elvis Presley, Bragg y su colega de toda la vida Wiggy alquilaron un coche y condujeron por la Ruta 66 hasta Sunset Boulevard. De aquel momento, Bragg recuerda que fue el momento en que se dio cuenta que todos sus sueños se habían convertido en realidad. Y no era más que el principio.

 

En octubre de 1984 aparecía Brewing Up With Billy Bragg, compuesto por las canciones que tenía y que no habían entrado en el primer mini-LP. Lo mejor fue la campaña de lanzamiento. Junto al disco se regalaba un cupón de 15 peniques que rezaba ‘Kit para escuchar el disco en la privacidad de tu hogar’, y que tenía las siguientes instrucciones: “Simplemente lleva el cupón a tu café favorito, cámbialo por una taza de té, lleva la taza a casa y… ¡pincha el disco!” Acompañándolo, una pegatina que pedía que no se pagase más de 3.99 libras por el disco, lo que le trajo un cierto boicot de cierta cadena de tiendas de discos, aunque sólo cuando el álbum desapareció de las listas de éxitos.

 

 

 

“No hace ningún favor a nadie que los clientes empiecen a ver discos que están en las listas vendiéndose a 3.99 libras”

Portavoz de las tiendas Our Price

 

1984 fue su año. Tras alcanzar el número 1 de las listas independientes, apoyar la huelga de mineros y dar un total de 156 conciertos, se encontró inaugurando 1985 con su primer single de éxito, “A New England”, aunque en la versión de su vieja amiga Kirsty MacColl y en formato de banda al completo, lo que venía a indicar que la racha continuaba.

 

Tras unas semanas de gira por los EEUU, en la que conoció a REM y tocó con Screamin’ Jay Hawkins, Bragg fue invitado a hacer una gira por aquel país con The Smiths, su banda favorita en aquel momento. Los recuerdos de aquella gira son de los mejores que Bragg atesora: conversaciones con Morrissey, sus primeros acordes compartidos con Johnny Marr y todas las ventajas de una gira en condiciones.

 

A su vuelta a Inglaterra, Billy Bragg se involucró en su proyecto más político: Red Wedge. La idea era unir a grupos de pop en conciertos en los que se pudiera acercar el programa laborista a los jóvenes para hablar de asuntos como vivienda, educación, empleo, medio ambiente y distintas medidas a favor de la cultura. Paul Weller con The Style Council, The Specials, Tom Robinson, The Damned, Madness, Prefab Sprout, Lloyd Cole o The Smiths fueron algunos de los que contribuyeron a la causa.

 

Desde el 21 de noviembre de 1985, el movimiento permaneció activo hasta el 11 de junio de 1987, fecha en la que, tras un nuevo fracaso electoral de los laboristas, se empezó a desinflar, y muchos dejaron esa misma noche de estar interesados en la idea de mezclar política y pop, como Paul Weller, por ejemplo. Billy Bragg no, aunque a partir de ese momento la forma de involucrarse con los laboristas sería distinta, dándose de baja como miembro del partido en 1991, aun sin dejar de votar por ellos.

 

En cualquier caso, en 1985, Billy Bragg conoció a Pete Seeger, con quien cantó “La internacional”, dio sus primeros conciertos al otro lado del Telón de Acero, y, sobre todo, vio como la responsabilidad de ser el artista principal de su compañía, Go! Discs, pasaba a otras manos, cuando The Housemartins alcanzaron el éxito en las listas con “Happy Hour” y “Caravan Of Love”. En el contestador automático de su compañía dejó un mensaje para la secretaria en el que quedaba claro: “Dile a los Macdonalds que estoy feliz de que el peso de su hipoteca se haya ido de mis hombros”.

 

La grabación de su siguiente disco se planteó de forma un tanto diferente, con el productor de The Smiths, John Porter, más tiempo para las sesiones y dando entrada a algún instrumento más: órgano, bajo, percusión, mandolina y slide guitar completan la dieta habitual de Billy Bragg a la guitarra y la voz. Talking With The Taxman About Poetry, que así se llamó aquel tercer disco, apareció finalmente el 22 de septiembre de 1986.

 

Durante 1987, además de las elecciones en su país que lo tuvieron bastante ocupado, Bragg cayó rendidamente enamorado de una chica llamada Mary. La relación tuvo continuos altibajos, a lo que no ayudaba nada que él fuera aumentando el ámbito de sus giras: aunque tocaba bastante en su país, Jenner no dejaba de apalabrar conciertos en Europa del Este, Norteamérica, Oceanía, Sudamérica…

 

 

 

 

“Es bastante guapo para ser un comunista”

Fan neoyorquina

 

Back To Basics, una recopilación de sus tres primeros discos, apareció en junio de ese año, como queriendo recordar, en período electoral, cuál era el ideario de Bragg. Unos meses más tarde se editaba, sólo en los EEUU, el mini-álbum en directo Live And Dubious EP, con un mensaje bien claro a los votantes estadounidenses en su contraportada: “Participad en el proceso democrático. Estáis eligiendo un Presidente para todos nosotros. Por favor, tened más cuidado esta vez”.

 

En la gira por Norteamérica que acompañó a la edición de ese disco, Billy Bragg perdió la voz gritándole desde su taxi ‘Gilipollas’ a todos los que llevaban una pegatina de Bush en sus coches. Mientras estaba en aquel país, Bragg tuvo su único número uno en Gran Bretaña, con una versión de The Beatles, “She’s Leaving Home”. Grabada meses antes en tan sólo un par de horas con la única colaboración de Cara Tivey, se editó como single del disco benéfico Sgt Pepper Knew My Father de la revista NME.

 

Bien es cierto que era una doble cara A y que la canción que cantaban Wet Wet Wet, “With A Little Help From My Friends” recibió mucha más atención por parte de todos los medios, pero nadie le quita poder decir que tuvo un número uno siendo un artista no mayoritario. Cuando le ofrecieron la portada del NME días más tarde, Bragg apareció con una camiseta en la que se podía leer: ‘¿Quién coño es Wet Wet Wet?’

 

Por esas fechas entraba de nuevo en el estudio con el productor Joe Boyd, quien venía trabajando desde los 60 con gente como Soft Machine, Pink Floyd, Incredible String Band, Fairpot Convention, Nick Drake, R.E.M. o 10.000 Maniacs. El disco estaba centrado casi exclusivamente en documentar su frustrada relación sentimental con su novia de entonces. Workers Playtime, una digna continuación de Talking With The Taxman About Poetry, fue publicado en septiembre de 1988.

 

Las giras por medio mundo continuaban. Mientras, Billy Bragg junto a su manager Peter Jenner relanzaron el sello Utility, en otra aventura más de esas tan habituales en el mundo del rock en la que músicos se convierten en responsables de discográficas que acaban fracasando, a pesar de que en su caso llegaron a editar a bandas como The Blake Babies, en las que militaba Juliana Hatfield.

 

Su siguiente disco, The Internationale, se publicaría en 1990, con un repertorio íntegramente político, como queriendo establecer un equilibrio con su anterior álbum. Poco después llegaba el intento definitivo de Billy Bragg de hacer un disco más accesible, más pop. Grabado con amigos como Johnny Marr, Peter Buck o Michael Stipe, Don’t Try This At Home aparece en septiembre de 1991.

 

Sus 57 accesibles minutos no fueron suficiente como para que el disco vendiera en su país más de las 70.000 copias habituales, por lo que, a partir de ahí, Billy Bragg entró en un período en el que se replantearía muchas cosas y que trajo grandes cambios en su vida laboral y personal. La primera, su decisión de concentrarse a partir de ese momento en llegar a su público de siempre, los ya convertidos, y dejarse de preocupar por ampliar su audiencia.

 

La segunda tuvo bastante que ver con la gira interminable en la que llevaba ya 10 años. Para presentar Don’t Try This At Home, Bragg había montado una banda llamada The Red Stars, con Wiggy, Cara Tivey, Nigel Frydman y Rob Allum. Al final de la gira se encontraba exhausto, por primera vez sin alicientes claros al saltar a escena y soltando unos monólogos que tenían a toda la banda un tanto harta. Cuando Bragg decidió dejar la vida en la carretera por un tiempo, salvo ocasionales apariciones en el escenario por alguna causa que lo reclamara, disolvió el grupo, distanciándose durante unos años de su lugarteniente durante tanto tiempo, Wiggy.

 

En esa determinación también tuvo que ver su apéndice. Obligado por los médicos, tuvo que suspender la gira, mantener reposo durantes meses y ser operado. Una de las primeras personas en prestarle apoyo fue Juliet, recién divorciada del capo de Go! Discs. Tras encontrar un interés común en los curiosos fenómenos de las figuras geométricas que aparecían en los campos de cosechas, ambos consiguieron salir de sus cerrados mundos hasta entonces y desconectar de la música. Recorrieron su país en busca de las figuras y acabaron casándose, claro.

 

Pero, además, estaba también su relación con su discográfica, Go! Discs, un sello que no pasaba por su mejor momento. Su contrato se finiquitó reteniendo Bragg todo su fondo de catálogo, y el millón de libras que le debían por su participación en la sociedad lo metió en un fondo para los trabajadores del sello. Éstos, sorprendidos ya que no tenían ni idea de lo que Bragg había hecho, acabaron repartiéndose una cantidad nada despreciable el día que el sello desapareció definitivamente, años más tarde.

 

En los meses siguientes, Bragg se dedicó más a otras actividades, como colaboraciones en prensa, programas de radio y de televisión, contribuciones a las bandas sonoras de las películas Safe (dirigida por Antonia Bird en 1993, un telefilme sobre los adolescentes abandonados en las calles de Londres) y Nadie es perfecto (dirigida en 1995 por Nicole Holofcener), el nacimiento de su hijo Jack, su nuevo contrato con Cooking Vinyl, la reedición de todos sus discos, la edición del recopilatorio Victim Of Geography en 1993 y del disco en directo No Pop, No Style, Stricly Roots en 1995 -que sólo se vendía por correo-…

 

 

 

“La música soul no reside en el estilo de las pistas que suenan al fondo o en la ropa que llevas, sino en el corazón y el alma del artista. Ésa es la música soul y Billy Bragg es un cantante soul”

Musicomh.com

 

Las nuevas canciones no llegaban, pero tampoco parecía importar. Bragg se lo tomaba con calma. Poco a poco fue encontrando su lugar. Fue invitado a participar en el Festival de Glastonbury de 1995, y, a pesar de sus miedos, fue recibido a lo grande. “King James Version”, la primera canción que compuso para lo que sería el siguiente disco, se abría con un verso que dejaba claro que parte del pasado había sido superado: “Estaba atrapado en un corte de pelo en el que ya no creía más”. En otra de las líneas de los temas que surgieron a continuación, “From Red To Blue”, queda perfectamente resumido el período que va de 1992 a 1996 en la vida de Bragg: “Todos debemos cambiar un poco si no queremos romper”.

 

Por fin, tras un parón de casi cinco años, William Bloke se editaba en septiembre de 1996 -con una continuación, Bloke On Bloke aparecida al año siguiente, en forma de mini-álbum con el subtítulo Más de las sesiones de William Bloke-, dejando claro que Billy Bragg va a estar aquí con nosotros mucho tiempo. En la nueva situación, sin Margaret Thatcher, sin el Muro de Berlín, sin la Guerra Fría, sin apartheid, sin la Unión Soviética, sin Bush padre y con los laboristas ganando su primera elección tras 23 años al año siguiente, Bragg revelaba un planteamiento ideológico similar, pero mejor definido que nunca.

 

En “King James” señalaba que “la compasión tiene que ser el valor familiar más importante”, y en “Upfield” cantaba: “Los ángeles me preguntaron cómo me sentía después de todo lo que vi y escuché / Que me hablasen a mí, un pagano, me hizo dudar de su palabra / Pero se rieron y dijeron: / ‘No importa si nos ayudas en nuestra misión / Porque tienes un socialismo del corazón’”. Aunque sea difícil de creer, él asegura que la idea le llegó en 1989, cuando iba con su grupo de Nueva México a un concierto en San Francisco, a partir de una idea de William Blake y de una imagen de gente vestidos de ángeles entre los árboles manifestándose en contra de la construcción de nuevas autopistas

 

Otro hito importante en la trayectoria de Bragg llegaría en 1998, con el primer volumen de su colaboración con Wilco en Mermaid Avenue a partir de las canciones de Woody Guthrie. Nora Guthrie, hija de Woody, tras haber visto a Billy Bragg en concierto y saber que su canción “You Woke Up My Neighbourhood” tomaba el título de un dibujo del trovador norteamericano, le propuso recuperar alguna de los cientos de canciones que quedaban en los archivos de su padre sin musicar. Bragg accedió, pero quiso contar con alguien que pudiera aportar otra visión, y pensó que Wilco, que le habían gustado en directo y especialmente en su disco Being There, podría ser el grupo que andaba buscando.

 

Las sesiones de grabación en Dublín marcharon bien, y en ellas decidieron repartir las labores de composición al 50% y mezclar cada uno sus propias canciones. Sin embargo, cuando ambos grupos volvieron a sus propios países, las relaciones se enquistaron.  Hubo problemas entre ellos sobre cómo entendían las mezclas, y al final salió publicado lo que había sido grabado. Aun así, y a pesar de aparcar una gira conjunta que tenían pensado llevar a cabo, compartieron escenario alguna vez, incluyendo un par de actuaciones en televisión.

 

El proyecto, a pesar de las diferencias, fue positivo para ambos artistas, sobre todo en cuanto a crítica, así que se publicó un segundo volumen, Mermaid Avenue Vol. II, en el 2000. Entre ambos discos se vendieron más de un millón de copias, y Bragg aún recuerda hoy que el primero de los volúmenes vendió más en los EEUU que toda su discografía.

 

 

 

Pregunta: ¿Cuándo sabes si un izquierdista se ha vendido?

Respuesta: Cuando nombran una calle en su honor

The Sun

 

En 1999 Billy Bragg participa nuevamente en el Festival de Glastonbury. Más que por los méritos musicales, aquella edición será recordada por su enfrentamiento con Manic Street Preachers. En la parte reservada a los artistas, Bragg se encontró con unos aseos portátiles de los que colgaba una nota que decía: ‘Estos servicios están reservados para el uso exclusivo de Manic Street Preachers. Por favor, respeten esto. Gracias’.

 

Bragg pasó la información a un medio y el grupo galés, cabreado por haber aireado aquello que seguramente no hubieran querido que nadie supiera, respondió por boca de su bajista Nicky Wire en su siguiente actuación diciendo: “No dejaría que la polla de Billy Bragg mease en mi servicio por todo el dinero del mundo. ¡Vuelve al Ejército, jodido idiota, y deja de robar canciones de Woody Guthrie, gilipollas narizotas!”. Por suerte, Bragg se lo tomó con humor, aunque su propuesta de debatir el asunto a través de la publicación NME fue ninguneada por los galeses.

 

Anécdotas aparte, 1999 fue también el año en que Bragg recibió una llamada para colaborar en uno de los discos de Ian ‘Mac’ McLagan, antiguo componente de The Faces y The Small Faces, uno de los grupos que lo habían empujado a iniciarse en la música. A partir de ese primer contacto, Ian McLagan pasó a ser habitual en las giras y en las grabaciones de Billy Bragg.

 

Además, ese mismo año le dedicaron una calle en su ciudad natal, Barking, llamada Bragg Close, y la Universidad Politécnica de esa localidad le concedió un título honorífico, a pesar de que él nunca había llegado a pisar sus aulas. Parecía como si, de repente, hubiera un cierto reconocimiento después de tantos años.

 

Tras la recopilación de caras B y rarezas Reaching To The Converted (Llegando a los convertidos) y un disco en directo grabado en estudio y que sólo se vendía por correo, Mermaid Avenue Tour, registrado con su nueva banda The Blokes, en febrero de 2002 llegaría England Half English, su último álbum en estudio hasta el momento y en el que se puede encontrar, a modo de compendio, un poco de todo lo que había hecho con anterioridad.

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

         Glastonbury: An Oral History, Crispin Aubrey & John Shearlaw (2004)

         Morrissey & Marr: The Severed Alliance, Johnny Rogan (1992)

         Punk Rock – An Oral History, John Robb (2006)

         Still Suitable For Miners, Andrew Collins (1998)

         The Progressive Patriot, Billy Bragg (2006)

 

Xavier Valiño

(Ver también entrevista con Billy BraggVer también discografía comentada de Billy Bragg)

Grupos Ficticios en la pantalla

CAMPUS GALICIA ARTICULO GRUPOS FICTICIOS

ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2002


Grupos ficticios en la pantalla

 

Stillwater en Casi famosos

        Muchas veces, cuando la ficción se acerca al rock’n’roll, acaba representando los peligros del éxito y el exceso, con un mensaje claro: “Da las gracias por lo que has conseguido y olvídate de toda esa tontería del estrellato pop.” En esto, el cine es como los padres. 

        A The Beatles –y a las Spice Girls también, ¿qué te creías?- se les permitió pasárselo bien en la gran pantalla, esencialmente porque aparecieron tal y como eran. Pero la representación en ficción del negocio musical parece que debe tener su moraleja: no puedes llegar a la cima y salir ileso. ¿Recuerdas cuántas veces tuvo que sufrir Elvis Presley por su corazón roto, o algo peor, en sus intercambiables fábulas de 90 minutos? 

        También es cierto que la pantalla nos ha dado algunos personajes rock fascinantes, a menudo más interesantes que los de la vida real. Desde luego, muchos han sido rematadamente malos y sus aventuras totalmente increíbles, pero otros han servido para regalarnos buenos momentos de celuloide, unas risas o, simplemente, para vender una banda sonora.

        Con estos antecedentes, aquí va una cronología seleccionada de algunos de los artistas más interesantes que nunca existieron y que fueron creados para la pantalla –cine o televisión-. No todos son clásicos, pero cada uno posee algo del sueño que todos tuvimos alguna vez. Como decía el lema publicitario de El ídolo: “Dime el nombre de algún chaval que nunca haya querido ser una estrella del rock’n’roll y te mostraré a un mentiroso.”

– Steven Shorter. Privilegio (Peter Watkins, 1967): El cantante de Manfred Mann, Paul Jones, interpreta a un rockero creado por el gobierno para dirigir a la juventud con su reconversión en baladista cristiano que llena los estadios. Antecedente de los U2 de Under A Blood Red Sky.

 

– The Archies. (Serie de TV, 1968): Don Kirshner, el creador de The Monkees, una vez que estos le retiraron el control sobre la banda, decidió dar vida a un grupo de estudio que tenía como base a unos dibujos animados –que no iban a rechistarle esta vez- y un cómic del dúo Wlliam Hanna y Joseph Barbera. Ron Dante era la anónima voz del éxito “Sugar, Sugar” de 1968. Por supuesto, predecesores de Gorrillaz.

 

– Josie And The Pussycats. (Serie de TV, 1970): Trío de dibujos animados con Josie a la voz y la guitarra, Melody en la batería y Valerie en la pandereta -¿y el bajo, qué?-. Creado por Hanna y Barbera, giraban por el mundo de ficción como banda de rock, viviendo increíbles aventuras, al igual que sus coetáneos Scooby-Doo y sus compinches. Su único disco, de 1970, contaba con la voz de Cheryl Ladd, más tarde una de Los Ángeles de Charlie. La versión cinematográfica se estrena en breve.

 

– The Carrie Nations. Más allá del valle de las muñecas (Russ Meyer, 1970): Tratándose de Russ Meyer, se puede suponer de qué iba: un trío de playmates bien agraciadas en una espiral desenfrenada de sexo desenfrenado, drogas, un manager transexual y bailes ridículos. Sus canciones se encuentran entre las favoritas de Courtney Love. 

– The Beach Bums. El fantasma del paraíso (Brian de Palma, 1974): Una parodia obvia de los Beach Boys en esta recordada película de Brian de Palma. Jeffrey Comanor es quien pone la voz en “Upholstery”, un pastiche de las canciones de coches de los Beach Boys. Otros: The Juicy Fruits, otros clones de los Beach Boys, Phoenix, una vocalista a la que explota una especie de Phil Spector, y The Undead, unos Kiss… ¡anteriores a los auténticos Kiss! 

– Jim MacLaine & The Stray Cats. El ídolo (Michael Apted, 1974): David Essex, rodeado de gente como Keith Moon o Dave Edmunds –quien, años más tarde, produciría el primer disco de los auténticos Stray Cats- interpreta a un rockero que llega a la fama y lo pierde todo. Secuela de That’ll Be The Day, del año anterior, en la misma línea. Ringo Starr participó en la primera, pero declinó intervenir en esta segunda porque, según sus palabras,  “siento el argumento como algo muy cercano.” 

– Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Sargento Pepper (Michael Schultz, 1978): En una de las más lamentables películas jamás hechas -o más risibles, según se vea-, los Bee Gees y Peter Frampton interpretan a la banda creada por la imaginación de los Beatles. Otros: Future Villain Band, Aerosmith en el papel de malos de la película -que antes les había sido ofrecido a Kiss-, y Molly McGuire, Dianne Steinberg -siempre al servicio de su manager, Donald Pleasence-. 

– The Rutles. (Película de TV, 1978): Empezaron en un oscuro programa de uno de los Monty Pitón, Eric Idle. Después protagonizaron su propio film para televisión, All You Need Is Cash, una parodia de los Beatles, con intervenciones de Mick Jagger, Paul Simon, George Harrison o Ron Wood. A partir de ahí, camino abonado para las giras y los discos. 

– Rose. La Rosa (Mark Rydell, 1979): El mejor papel que haya tenido Bette Midler, interpretando a una especie de Janis Joplin en esta película de tópicos sobre el ascenso y la caída de una cantante autodestructiva. 

– The Blues Brothers. Granujas a todo ritmo –y Blues Brothers 2000– (Brian de Palma, 1980 y 2000): Una de las creaciones más recordadas. Dan Ackroyd y John Belushi –John Goodman en su secuela- aparecieron primero en la televisión en 1975, después hicieron una gira y acabaron en el cine. La excusa: una pareja que sale de la cárcel para reunir a su vieja banda y recaudar fondos para una causa benéfica. Su banda sí eran verdaderos músicos de la era dorada del soul y contaron con la colaboración de Aretha Franklin, James Brown, Ray Charles… De la secuela, mejor no hablar. Otros: Street Slim, un músico callejero interpretado por el mismísimo John Lee Hooker, The Good Ole Boys y Murph And The Magic Tones. 

– Ellen Aim And The Attackers. Calles de fuego (Walter Hill, 1984): Diane Lane interpreta a esta cantante que es secuestra por una pandilla de moteros en este filme repleto de clichés. A sus olvidables canciones les pone la voz Laurie Sargent. Se puede ver a The Blasters tocando con su propio nombre.  Otros: The Sorels. 

– Spinal Tap. This Is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984): La primera película dirigida por Rob Reiner (Cuando Harry encontró a Sally) merece un capítulo aparte por retratar, como nadie, las andanzas de unos veteranos heavies británicos de gira por los USA. Se convirtió en uno de los filmes más festejados y recordados, tanto que sus tres protagonistas principales tuvieron que continuar con la banda creada para la ocasión dando conciertos durante muchos años. Otros: Duke Farne, The Folksmen y The Regulars. 

– Billy Parker. Corazones de fuego (Richard Marquand, 1987): Bob Dylan interpreta a un rockero solitario que reaparece para ayudar a otro interpretado por Ruper Everett, en esta película de lugares comunes a la mayor gloria de la olvidada Fiona. Otros: James Colt (Ruper Everett) y Molly McGuire (Fiona). 

– The Commitments. Los Commitments (Alan Parker, 1991): La novela de Roddy Doyle traspasada a la pantalla, sobre la creación de una banda soul en Dublín. Los actores-músicos llegaron a dar numerosos conciertos y grabaron dos discos. Evidentemente, la película responsable de un buen número de grupos de pubes de tercera división.

 

– Citizen Dick. Solteros (Cameron Crowe, 1992): Cameron Crowe aprovecha la eclosión del grunge para filmar en Seattle las aventuras de varios veinteañeros con la música como telón de fondo. Los miembros del grupo que sirve de excusa son interpretados por Matt Dillon y tres de los miembros de Pearl Jam (Eddie Vedder, Stone Gossard  y Jeff Ament). Por cierto, su ficticio compacto se titulaba Smarter Than You Más listo que tú-  

– Bob Roberts. Ciudadano Bob Roberts (Tim Robbins, 1992): Tim Robbins dirigió e interpretó esta película sobre un candidato derechista que impulsa su campaña con canciones de corte folk-rock. Él mismo, compositor con su hermano de la digna banda sonora, prohibió su comercialización, para que canciones de tal índole no fueran utilizadas fuera de lugar. 

– Hey, That’s My Bike. Bocados de realidad (Ben Stiller, 1993): La película de la generación X contaba con este grupo en el que Ethan Hawke y unos compinches daban cuenta de una versión de Violent Femmes y de otra canción, “I’m Nuthin’”, que llegó a aparecer en su banda sonora. 

– The Lone Rangers. Cabezas huecas (Michael Lehmann, 1994): Un trío de heavies completamente despistados -Brendan Fraser, Steve Buscemi y Adam Sandler- secuestran a un pinchadiscos –Joe Mantenga- para que emita su maqueta por la radio. Participa Lemmy de Motörhead. 

– Camel Lips. Los asesinatos de mamá (John Waters, 1994): Grupo femenino de rockeras interpretado por el grupo femenino de rockeras L7. John Waters podía haberse ahorrado el equívoco y haber llamado a las cosas por su nombre. 

– The Wonders. The Wonders (Tom Hanks, 1996): La primera película dirigida por Tom Hanks ofrece la cara amable del pop de los 60 con unos émulos de los Beatles que se dedican a cantar una única canción (“That Thing You Do”, el título original en inglés) una y otra vez. El tema en cuestión fue compuesto por Adam Schlesinger, de Fountains Of Wayne.  Otros: The Saturn 5 (surferos en la onda The Ventures), The Chantrellines (grupo de chicas) y The Norm Wooster Singer (cantante tipo Ray Coniff). 

– Ming Tea. Austin Powers (Jay Roach, 1997): Mike Myers creó el grupo antes de la película. El sonido retro le inspiró su personaje. La banda participó en las dos entregas de la serie, aunque sólo aparece una de sus canciones en la banda sonora de la primera. Entre sus componentes, Matthew Sweet en el bajo y Sussana Hoffs (de las Bangles) a la guitarra. 

– Autobahn. El gran Lebowski (Joel Coen, 1998): Homenaje claro a Kraftwerk a cargo de un trío (Flea de Red Hot Chili Peppers, Peter Stormare y Torsten Voges) de alemanes nihilistas que, se supone, fueron un grupo de techno a finales de los 70. 

– Wild Curt. Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998): El camaleónico Ewan MacGregor da vida a un rockero americano -inspirado por Iggy Pop- en los tiempos del glam, al que acompaña su banda, The Wylde Rattz. Otros: Brian Slade, interpretado por Jonathan Rhys-Meyers e inspirado por David Bowie, The Venus In Furs, grupo con miembros de Suede, Radiohead y The Verve, y The Flaming Creatures, o sea, Placebo haciendo una versión de “20th Century Boy” de T-Rex.

 

– Marie de Salle. Alta fidelidad (Stephen Frears, 2000): Lisa Bonet (hija de Bill Cosby en la serie de éste y ex-mujer de Lenny Kravitz) interpreta a esta cantautora que tiene una relación de una noche con el protagonista principal –“ya que el sexo es uno de los derechos humanos básicos”-, en la adaptación a la pantalla de la novela de Nick Hornby. Además, canta una buena versión acústica del “Baby I Love Your Way” de Peter Frampton y otra canción llamada “Ertha Kitt Times Two”. Otros: Barry Jive And The Uptown Five, la banda del personaje interpretado por Jack Black, que cantan el “Let’s Get It On” de Marvin Gaye, y  The Kinky Wizards. 

– Stillwater. Casi famosos (Cameron Crowe, 2000): El antiguo cronista de Rolling Stone, Cameron Crowe, reincide, después de Singles, en crear otra banda, en esta ocasión para documentar su etapa de plumilla musical. El grupo de melenudos que, supuestamente, estuvieron a punto de comerse el mundo en su gira de 1973, está integrado, entre otros, por –curioso, curioso- Mark Kozelek, líder de Red House Painters. La banda sonora la pone el director junto a su mujer, anteriormente componente de los intrascendentes Heart. 

 – The Soggy Bottom Boys. O Brother! (Joel Coen, 2000): George Clooney, John Turturro y Tim Blake Nelson dan vida a este trío de ex-convictos que, a finales de los 30, triunfan cantando country y bluegrass acompañados por un guitarrista de blues que vendió su alma al diablo (inspirado por Robert Johnson). Los derechos de una de las canciones, rescatadas del olvido por el productor de la banda sonora, T-Bone Burnett, se le acaban de pagar recientemente a un ex-presidiario de 76 años que ni siquiera se acordaba de haberla grabado. Probablemente sea el primer –y el último- grupo inexistente que triunfa en los Grammy.

Xavier Valiño

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Hermanos carnales: ¿mundos paralelos?

CAMPUS GALICIA ARTICULO HERMANOS EN EL ROCK

ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2002


Hermanos carnales: ¿mundos paralelos?

 

The Kinks y Oasis

Bastante difícil es ya tener que estar en una banda de rock, con todos los celos y las envidias que ello genera, o tener que aguantar a un hermano en la vida diaria, como para que ambos vengan juntos. The Kinks o Oasis no son más que el ejemplo más evidente de numerosos casos de amor y odio fratricida.

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ELVIS PRESLEY 68 COMEBACK SPECIAL

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


Elvis Presley, la revolución fue televisada

 

         Cuando en junio de 1968 Elvis Presley grabó un especial de televisión que sería emitido en diciembre de ese mismo año, iba a conseguir, sin ser consciente, dos cosas: salvar su carrera y hacer la mejor música de su vida. 

         “Si buscas problemas, has venido al sitio apropiado,” canta mientras la cámara le apunta buscando sus primeras palabras. Después se sienta en un círculo con un grupo reducido de músicos y un grupo de gente más grande alrededor de ellos, para acabar dejando su sangre por el suelo. 

         Aquella sesión de Navidades prescindió casi totalmente de villancicos y optó por parábolas de un guitarrista nómada. Por primera vez en más de siete años se enfrentó al público en directo, a mujeres y hombres de carne y hueso que, él lo sabía muy bien, se iban a encontrar con algo inesperado, nada parecido a lo que recordaban, nada en absoluto, ya que, desde que le había dado la vuelta al mundo de la música pop y a la cultura norteamericana a mediados de los 50, para la inmensa mayoría Elvis Presley se había convertido en los 60 en un chiste, un empleado de su propia factoría de películas.  

         Nunca había hecho un especial para televisión antes, así que, en un año de extrema violencia, asesinatos -Martin Luther King y John F. Kennedy entre otros- guerras y manifestaciones públicas que pusieron en entredicho como nunca antes el sueño americano, gentes de toda clase conectaron sus televisores a la NBC. Los jóvenes radicales y los oficiales del Gobierno. Los del Norte y los del Sur. Los blancos y los negros. Todos querían saber qué diría Elvis, qué haría. De alguna manera, todos querían saber si Elvis Presley aún existía. 

         Los tres DVDs que ahora se editan con el título de Elvis 68 Comeback Special son el testimonio glorioso de aquel momento: el especial en su integridad, tal y como se emitió el 3 de diciembre de 1968; los dos conciertos enteros que grabó sentado en junio, en los que acomete de forma ruda e improvisada canciones como “One Night”, “Lawdy Miss Clawdy” y “Blue Christmas”, con el público tan cerca que se podía tocar -y, de hecho, lo hace-; las dos actuaciones en un escenario en el que aparece solo, con la banda fuera de imagen; y tres horas y media de material extra con tomas alternativas y números musicales del espectáculo dramatizados, algunos mejores incluso que los que llegaron a emitirse. 

         Se puede sentir el impacto que el espectáculo causó. Elvis está estupendo y lo sabe; se ve cómo disfruta, se palpa su astucia y hasta una cierta guasa. Enfundado en un traje de cuero negro como si hubiera nacido para ello -a veces en solitario frente a la cámara, otras acompañado de su guitarrista Scotty Moore, su batería D. J. Fontana, su amigo Charlie Hodge a la guitarra acústica, que le da la réplica y la aguanta el micrófono cuando Elvis no puede permanecer sentado, su amigo Alan Fortas a las palmas, y Lance LeGault en la pandereta- Elvis cantó sus viejas canciones, aunque no sonaron viejas en absoluto.  

Le puso tanta pasión, tanta emoción -emoción que las grabaciones de estudio como, pongamos por ejemplo, “Blue Suede Shoes”, “One Night”, “Blue Christmas” o “Can’t Help Falling In Love” no tenían-, que cada una se convirtió en algo con personalidad propia por sí misma. De repente, eran más acontecimientos que canciones, en los que cualquier cosa podía pasar y, de hecho, pasaba. Así, en la interpretación conjunta de “Heartbreak Hotel”, “Hound Dog” y “All Shook Up”, un largo aplauso lo detiene todo, con Elvis Presley conmocionado y paralizado durante un momento, sin saber qué hacer o qué esperar.  

         Los conciertos en los que permanece sentado son el pequeño teatro al que todos los artistas quieren volver alguna vez. “¿Estamos en la televisión?” pregunta Elvis a Charlie Hodge en un momento dado. “No,” le dice Hodge, “estamos en un tren que va hacia Tulsa.” Y lo cierto es que cuando Elvis se revuelve cada poco tiempo al interpretar “Baby, What You Want Me To Do” de Jimmy Red, es como si la canción fuese un tren en movimiento hacia Tulsa u otro sitio, o como si él mismo lo fuera. 

         Al principio del especial, Elvis coge la guitarra eléctrica de Scotty Moore; nunca la había tocado en directo antes, pero inmediatamente se afana en los acordes más bajos imaginables, en una música que todos los músicos dicen que cualquiera puede hacer pero que casi nadie hace. En un momento pasa de un verso tranquilo a una conflagración tan poderosa que no parece real. 

         “Dime, cariño, ¿estás sola?,” canta. “No,” le responde una chica del público. Una mujer llora mientras interpreta “Blue Christmas” al tiempo que Hodge le pide que la toque de forma indecente. Ya lo está haciendo: sube montañas y cruza los torrentes de “Tryin’ To Get To You” agitando sus manos, frotando las cuerdas de su guitarra contra sus piernas, sacudiéndola, su cuerpo temblando como una hoja que lleva el viento por el aire. La música sube, baja y sube de nuevo como si acabase de descubrir un nuevo lenguaje, como si esa noche tuviese que decirlo todo porque ya no hablaría jamás. Y, unos instantes después, pasa a la siguiente canción.

Xavier Valiño

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