CAMPUS GALICIA ARTICULO COLECCION DISCO-LIBROS DRO

ARTÍCULOS 2002

Colección de libro-discos del pop español

En estas fechas se edita el disco quíntuplo La edad de oro del pop español, editado por el sello discográfico DRO East West y en el que se recuerdan los tiempos que se dieron en llamar la movida. En este disco no todas las canciones son de esa compañía, pero sí una buena parte. Además, curiosamente, grupos que grabaron para otros sellos, también pasaron por los años gloriosos de DRO, más o menos hasta principios de los 90, en la que fueron absorbidos por una multinacional, aunque manteniendo su línea.

Así que, además del quíntuplo compacto, se ha preparado una nueva colección en la que se recuerda el papel de la compañía DRO como el sello decisivo en el desarrollo y la evolución y del pop estatal de, sobre todo, los 80 y, también, los 90, recogiendo a sus grupos más destacados –aunque quedan en la recámara nuevas entregas de esta colección-. No en vano, la discográfica Dro ha ido acumulando un fondo de catálogo con grupos y artistas que son piedras angulares en la evolución del pop estatal y en español de las dos últimas décadas.

Esta nueva colección de compactos-libros resume las aventuras de –por ahora- doce grupos históricos por circunstancias distintas. Ahí están los malditos Parálisis Permanente, los precursores del rock latino Los Rodríguez, los ramonianos Nikis, los atípicos Esclarecidos, los pioneros del rock Loquillo y Trogloditas, los honrados Enemigos, los exitosos Hombres G y Duncan Dhu, los supervivientes Secretos y Danza Invisible, los castizos Gabinete Caligari o los muy personales Derribos Arias.

Lo mejor de esta colección es que estos disco-libros tienen un formato que se deja querer, con portada en tinta oro, libreto de 36 páginas con textos biográficos a cargo de Jesús Rodríguez Lenin y Juan Puchades, una media de veinte canciones por disco, fotografías, discografía completa, letras de todos los temas y créditos detallados canción a canción. Todos los discos se han remasterizados partiendo de las mezclas originales, consiguiendo un sonido muchísimo mejor que el conocido hasta ahora en los compactos de cada grupo. Demos un repaso a alguno de ellos.

PARÁLISIS PERMANENTE

El disco libro dedicado a los siempre recordados Parálisis Permanente repasa la carrera entre 1981 y 1983 del grupo que estaba encabezado por Eduardo Benavente -que moriría en accidente dando lugar a la separación del grupo- y Ana Curra, que también formara parte de Alaska y los Pegamoides.

Esta entrega incluye todas sus grabaciones, o sea, 24 canciones de after punk gótico, tan del gusto en aquella época -¿recordáis a Siouxsie & The Banshees, los primeros Cure o Bauhaus?-. Eso quiere decir que están aquí sus dos EPS Autosuficiencia y Quiero ser santa, el disco de larga duración El acto y su último single Nacido para dominar.

DERRIBOS ARIAS

Su disco se titulaba La centralita de información y fue su único recopilatorio. Ahora aparece mejorado con fotografías irrepetibles y los apuntes de Jesús Rodríguez Lenin sobre aquel recopilatorio de Derribos Arias que Dro lanzó en el año 1996. Conviene recordar que dos años después moría en su ciudad, San Sebastián, el inimitable Poch.

Aquí están 21 temas, extraídos de las siguientes grabaciones: el EP Branquias bajo el agua, los maxis A flúor y Disco Pocho y sus dos álbumes oficiales. Entre todos, destaca la inclusión de su singular versión de “Lili Marlen”, que no había sido incluida en la anterior colección del grupo. Parte de estas canciones formarían parte, más tarde, de aquel disco de homenaje que se editó en el 91 por parte de los grupos más importantes del momento, titulado El chico más pálido de la playa de Gros –que no era otro que el apodo por el que todo el mundo conocía a Poch-.

ESCLARECIDOS

Ellos fueron los pioneros en facturar un pop mucho más adulto que el resto de sus contemporáneos, cuando ese tipo de música aún era impensable por aquí, a una distancia considerable de lo que se hacía entonces.

Como ya quedó claro cuando se editó por primera vez, Otro agujero en el cielo es la antología definitiva del grupo que, mientras existieron, editaron nueve discos. Más tarde, tres de sus componentes formarían Lliso. Además, como hecho anecdótico, recordar que parte del grupo fundó Grabaciones Accidentales, una de las tres compañías –junto a Tres Cipreses y la propia DRO- que más tarde se fundirían en la multinacional Warner.

DUNCAN DHU

Tres metros cuadrados. El único espacio que necesitaron. Los del estudio de Radio Cadena en San Sebastián donde grabaron la primera maqueta de Duncan Dhu en 1984, cuando llegaba el otoño. "Cien Gaviotas", "Esos ojos negros", o "Casablanca" y aquel primer mini-LP, Por tierras escocesas. Excursiones sentimentales con espíritu soñador para unir sin problemas la guitarra tocada entre amigos a la luz de una hoguera, con la frenética actividad que conllevan los miles de copias vendidos.

Catorce años. Un largo tiempo en el que Duncan Dhu ha sido uno de los grupos más importantes del pop español, una insólita isla que antes parecía imposible, entre la independencia de quien consigue hacer siempre lo que quiere, sin imposiciones, y el éxito masivo. Esta colección cubre todo su espectro, desde aquel añorado principio hasta sus últimos éxitos. A pesar del torbellino que sus canciones han supuesto en muchos momentos para el pop español, siguen siendo los mismos Mikel y Diego siguieron siendo siempre los mismos.

DANZA INVISIBLE

Era 1982 cuando se editó "Sueños de Intimidad", el primer maxi de un grupo de Málaga que decían llamarse Danza invisible y sonaba a Simple Minds –los buenos, los del principio-. Han pasado 18 años desde entonces y Danza siguen siendo uno de los grupos más sólidos que ha dado la música pop de este país.

Nunca han estado de moda, pero nunca han dejado de hacer giras y de editar discos, 11 en concreto, con más de 150 canciones, de las que 35 han sido singles. A su sonido rock se ha ido añadiendo de una forma natural la música latina, el baile moderno sin prejuicios y otros ingredientes.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO TOM WAITS

ARTÍCULOS 2002

Tom Waits, cabaret lunático

Alice. Blood Money (Anti/Epitaph-Mastertrax)

Hace tiempo que Tom Waits ha trascendido cualquier capacidad de juzgar objetivamente su trabajo utilizando los parámetros de crítica al uso, por lo que no es posible compararlo y contrastarlo con el de otros artistas. Su producción es tan singular que sólo se puede analizar teniendo como referencia sus propios logros anteriores. Con la edición simultánea de Alice y Blood Money, Tom Waits se vuelve a poner exclusivamente en relación a sí mismo sin el más mínimo esfuerzo.

Ambos discos tienen la misma importancia y, al mismo tiempo, son mitades de una única entidad. Aunque casi diez años separan la composición de cada uno de ellos, el material de ambos es territorio familiar en el trabajo de Tom Waits posterior a Bone Machine: un buen montón de instrumentación étnica y añeja, para canciones que intentan armonizar con la atmósfera que crean.

Alice es la ópera vanguardista que hace una década Waits y su colaboradora -y mujer- Kathleen Brennan escribieron para el director Robert Wilson, obra que se representó durante 18 meses en un teatro de Hamburgo. Blood Money está compuesto por las canciones que, de nuevo en pareja, ambos escribieron para la representación en Dinamarca hace dos años de la obra de Georg Bucher Woyzek, con el montaje, otra vez, de Robert Wilson.

Tom Waits siempre se ha encontrado muy cómodo en las áreas oscuras de la mente humana, y estos dos discos encajan perfectamente en el patrón. Alice está basado en las supuestas obsesiones de Lewis Carroll con la niña que le inspiró su Alicia en el país de las maravillas, mientras que Blood Money parte de una historia de 1837 en la que un soldado alemán que ha vivido varios conflictos bélicos se presta a sucesivos experimentos médicos a cambio de dinero, experimentos que lo conducen a matar a su novia y a suicidarse después.

Como profundo estudioso de las obsesiones ocultas de la raza humana y como abogado musical de los perdedores, Waits es la persona perfecta para dar voz a estos dos personajes. Al igual que una película de David Lynch, sus dos nuevos discos son, al mismo tiempo, misteriosos y divertidos, extraños y desalentadores, aunque ofrecen numerosas recompensas al oyente.

Como siempre, lo primero que sorprende es la voz, con tantas marcas como la cara de Charles Bukowski, lo que quiere decir que se trata de un instrumento áspero, ronco y crudo, que estalla en un júbilo maníaco, que parece bañado en bourbon y que suena rabioso en su libertad. Y que nadie piense que cuando canta utiliza algún tipo de truco y no pura emoción: que alguien intente seguir los textos en el mismo tono burlón y malhumorado que él y no parecer ridículo. Entonces podrá apreciar la profundidad de su don y cuán lejos ha llegado con la bestia que ha creado.

En “Kommienezuspadt”, de Alice, con una abundante maquinaria de fondo, Waits canta como un poseso mientras la música se va convirtiendo en algo así como la banda sonora de un capítulo de Bugs Bunny. Su forma de repetir el título es tan obsesiva que uno piensa en un carnaval repleto de luchadores de sumo.

Por el contrario, Waits puede evocar una ternura que incita a llorar. En “Flower’s Grave” canta: “Si morimos esta noche, ¿habrá luz de luna allá arriba?”. Poco más tarde se pregunta: “Dime, ¿quién pondrá flores en la tumba de una flor?” Con un piano, varios violines, un órgano de iglesia y un clarinete contribuyendo a la ambientación, se convierte en una melodía hermosamente angustiosa. De esta forma, las canciones se debaten entre lo exótico y lo triste, dejando una sensación final de encontrarse ante una obra inmensa.

A esto hay que añadir el disco hermano Blood Money, el de las nanas enfermizas, las marchas fúnebres, el gospel gótico y las operetas anacrónicas. En el corte que lo abre, “Mysery Is The River Of The World”, Waits canta en una insólita cadencia, con un acento bronco que parece de otro mundo, mientras una marimba le da un aire de circo. Con menos sección de cuerda y más instrumentos de viento, Blood Money tiene un aire de cabaret lunático.

“Coney Island Baby”, por ejemplo, evoca una atmósfera de final de siglo -de hace dos siglos, exactamente-, con una instrumentación minimalista que remite a días de carruajes y damas con sombrillas, mientras Waits le canta a su amor. Por su parte, “Lullaby” -“Nana”- no es precisamente la clase de canción que uno le cantaría a su hijo para que se durmiera, a pesar de la belleza de su música. La línea que lo abre -“El cielo está rojo, la luna está tarada, papá no volverá nunca”- parece demasiado para un niño, aunque puede que no para un adulto.

El propio autor define estos dos álbumes como una colección de canciones opiáceas, de canciones adultas para niños, de canciones de niños para adultos, como una odisea en la lógica del sueño y del absurdo. Nadie consigue tal emoción y horror hoy en día. Waits inhala y exhala las canciones mientras las interpreta, convirtiéndolas en inseparables de su persona. Así que debemos darle las gracias a quien corresponda de que el crooner surrealista esté deseando bajar a las cloacas por nosotros y vuelva a contárnoslo.

Al igual que en el brillante Mule Variations de 1999 -y como en los veinte años que le preceden-, Waits no busca nuevos seguidores para su música. Se contenta con perseguir proyectos que encuentra fascinantes y que pueda traducir de forma tal que le reporten una satisfacción personal. La aceptación por parte de quien lo escucha es siempre bienvenida, pero no es una opción necesaria y, mucho menos, considerada de antemano.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO HIJOS DEL ROCK

ARTÍCULOS 2002

Hijos del rock: buscando mi destino

Jeef y Tim Buckley Bob y Jakob Dylan

“Odios a los mártires del rock”, cantaban Def Con Dos. ¿Y a los hijos del rock, a aquellos con padres que ya son leyenda en el olimpo rock, qué? ¿Es lícito odiarles por su –en la mayoría de los casos- intrascendente producción o hay que compadecerles por tener que soportar la sombra de sus progenitores y la omnipresente comparación con ellos?

Como en todo, hay que empezar por los Beatles. John Lennon aportó los genes para la apariencia física de sus vástagos, pero, definitivamente, fueron los de sus madres los que contribuyeron a que su música sonara tan distinta. Julian Lennon, hijo de su primera esposa Cynthia –y motivo de varias canciones de los Beatles, entre ellas “Lucy In The Sky With Diamonds” o “Hey Jude”-, paseó su faceta más amable por cinco discos en los que queda claro que también heredó la voz de su padre. Por su parte, Sean Lennon, hijo de su segunda mujer Yoko Ono –y el que aseguró que su padre había sido asesinado por el gobierno norteamericano-, se acercó más a las bandas independientes –fue bajista de Cibo Matto- antes de grabar un disco, Into The Sun, más arriesgado que los de su hermanastro, para el sello de The Beastie Boys.

Otros descendientes de los tres Beatles restantes lo intentan también, aunque más en un segundo plano. El hijo de Paul McCartney, James, toca guitarra y percusión en el último disco de su padre, Driving Rain. Dhani, hijo de George Harrison, colaboró con su padre en “Horse To Water”, la última canción del guitarrista recientemente desaparecido que estaba incluida en el disco colectivo de Jools Holland. Y Zack Starkey, hijo de Ringo Starr, es un reputado batería de estudio que ha tocado varias veces con su padre.

La década prodigiosa

En los 60, muchos se acunaron rodeados de guitarras eléctricas. No es de extrañar, pues, que una buena parte de los nombres que dominaron su escena vean a sus descendientes intentarlo por su cuenta.

De entre todos, destaca Jakob Dylan, preocupado siempre por marcar las distancias con su padre, Bob Dylan. Para empezar, se oculta detrás de una banda, The Wallflowers, aunque él sea el principal compositor, y rehuye el tema familiar en las entrevistas. Musicalmente, sus tres discos recuerdan más a Tom Petty –compañero, por otra parte, de Bob en el entretenimiento The Traveling Wilburys-, aunque en los textos no puede evitar recordar a su padre, algo que no es ningún desmérito.

También han intentado encontrar su propia personalidad otros hijos de aquellos pioneros. Dweezil Zappa, hijo de Frank Zappa, llegó a editar cuatro discos en solitario y dos en compañía de su hermano Ahmet como cantante, influenciados por luminarias del estilo Van Halen o Steve Vai.

Adam Cohen consiguió, después de trabajar con varios grupos durante los 90, grabar su primer disco en solitario en 1998, canciones de rock adulto más vigorosas que las de su padre Leonard Cohen. Curiosamente, fue la misma compañía de su padre, Columbia, quien se lo editó, porque si no…

Teddy Thompson, hijo de Richard Thompson y su esposa Linda, ha grabado y girado con sus padres en varias ocasiones. Su disco homónimo de debut le debe bastante al folk-rock que practican ellos. Van Morrison firma y participa en dos de las canciones del segundo disco de su hija Shana, 7 Wishes, quien ya había demostrado su espectacular voz acompañando a su padre en directo.

Otros marcan las diferencias. Chris Stills, hijo de Stephen Stills –de Crosby, Stills, Nash (& Young)- le dio a su disco de debut en 1998 un aire más independiente. Por su parte, Emma Townshend, hija de Pete Townshend, grabó su primer disco en 1998 en un estudio casero y reconoció que su principal influencia era Randy Newman.

Lo de Jasón Bonham, hijo de John Bonham, batería de Led Zeppelin es casi un caso de suplantación. Además de ocupar el lugar de su padre en las ocasiones en que Led Zeppelin se han reunido desde la muerte de John, ha hecho varias giras interpretando canciones del grupo de su padre y llegó a editar un disco titulado In The Name Of My Father: The Zepset Live From Electric Lady Land con el repertorio del grupo.

Sin embargo, fueron Wilson Phillips las únicas que en los 90 lograron un cierto éxito. Carnie y Wendy Wilson (hijas del Beach Boy Brian Wilson) y Chynna Phillips (hija de John y Michelle Phillips de The Mamas & The Papas) parece que entendieron bien que en estos años el pop edulcorado lo tiene más fácil. Eso sí, en sus dos discos demostraron que al menos se les había pegado algo de las armonías vocales de sus padres.

Cruce de caminos

Puede que en aquellos sonidos no estrictamente rock las comparaciones no sean tan habituales y sea más fácil forjarse un estilo propio. Desde luego, a Liza Minelli, hija de la cantante y actriz Judy Garland, aún siguiendo los pasos de su madre en el mundo del espectáculo –ambas representan perfectamente la época en la que cada una se dieron a conocer-, no se la valora con relación a sus antecedentes.

Nancy Sinatra, a pesar de alcanzar el número uno con “Somethin’ Stupid” al lado de su padre Frank Sinatra, optó inteligentemente por el pop y, durante los 60, sus composiciones con Lee Hazlewood –como “These Boots Are Made For Walkin’” o “Some Velvet Morning”- produjeron alguno de los éxitos infiltrados en las listas más atípicos de aquellos años.

Casi al mismo tiempo, Fela Kuti se convertía en el rey del afro-beat en África. Treinta años más tarde, su hijo Femi Kuti ha recogido su testigo y lleva camino de obtener su misma repercusión, aunque con el lastre de que precursores sólo lo son los primeros en llegar. Algo similar a lo que le sucede a Ziggy Marley -al que alguno de sus hermanos acompañan en directo- en relación con su padre, Bob Marley.

En Brasil, también a principios de los 60, Joao Gilberto daba vida a la bossa nova. Su hija Bebel Gilberto –sobrina también de Chico Buarque-, nacida en 1965, se lo tomó con calma. Grabó con su madre a los siete años, actuó con Stan Getz a los nueve, grabó su primer EP en 1988 y viene colaborando desde entonces con David Byrne, Thievery Corporation, Towa Tei, Caetano Veloso, Smoke City o Arto Lindsay, antes de grabar su primer disco, Tanto tempo, en el 2000, que supone algo más que una relectura electrónica de la bossa nova.

Don Cherry, trompetista de jazz al lado de visionarios como Ornette Coleman, ha visto como su hijo Eagle-Eye Cherry se ha hecho un hueco dentro del pop sin complicaciones con dos discos. Mientras, su hijastra Neneh Cherry barrió alguna de las fronteras entre el hip-hop y el pop en sus tres discos, aunque su fuerza se haya ido diluyendo con el paso del tiempo.

Asuntos internos

También dentro de nuestro Estado empiezan a despuntar algunos descendientes de los que, contra viento y marea, se han empeñado en dedicarse a esto. Lúa Ríos, al frente de su grupo Balboa, empieza a grabar sus primeras maquetas. Ella es la hija a la que Miguel Ríos le cantaba aquello de “Lúa, Lúa, Lúa, cuando crezcas algo llena tu cabeza de rock”. Por ahora parece que el consejo no cayó en saco roto.

Rodrigo, hijo del colega de Miguel Ríos, Rosendo, empieza ya a dar la cara, como en el último disco de su padre, con el que canta “El alma se colma”. Iker Piedrafita, hijo de Alfredo Piedrafita, guitarra de Barricada, tiene su propia banda, Los Dikers, con un par de discos en la onda Green Day.

Mientras, Raúl F. Rodríguez, hijo de Martirio, está a medio camino entre el flamenco y el rock, colaborando asiduamente con su madre o con gente como Kiko Veneno o Raminundo Amador.

La fiebre continúa

Quedan para el final tres artistas que se han situado, cuando menos, al mismo nivel que sus padres. Evidentemente, el caso de Whitney Houston sobrepasó en todos los sentidos a la atención que su madre, Cissy Houston, había despertado. Poco pudieron hacer discos como Presenting Cissy Houston o sus colaboraciones con Aretha Franklin. Ni siquiera su versión original de “Midnight Train To Georgia” la ayudó: al año siguiente representó un número uno para Gladis Knight & The Pips. Queda, para el morboso, el dueto que Cissy y Whitney grabaron juntas en 1988, “I Know Him So Well”.

El caso de Jeff Buckley, aún marcando las distancias con su padre, Tim Buckley, que lo abandonó de pequeño, duele por las semejanzas entre ambos. Ambos, artistas torturados de canciones intensas, murieron a la misma edad, los 29 años -de sobredosis el padre y ahogado el hijo-. El legado de los dos viene siendo reivindicado continuamente en los últimos años, con Starsailor, una de las últimas revelaciones del pop británico, como ejemplo: toman su nombre de un disco del padre y evocan en sus canciones a las del hijo.

La más reciente sorpresa viene de la mano del grupo que más elogios ha provocado en los últimos meses. The Strokes cuenta con un guitarrista de nombre sospechoso: Albert Hammond Jr. Una vez investigados sus lazos familiares, la sospecha se confirma: su padre es el mismísimo Albert Hammond, aquel que grabó “It Never Rains In Southern California” y acabó componiendo para Julio Iglesias. Sorpresas te da la vida…

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO JOHNNY CASH

DISCOS 2001

MICHAEL FRANTI:

Stay Human

(Six Degrees-Virgin)

Primero fueron Disposable Heroes of Hiphoprisy. Después Spearhead. Michael Franti es uno de los afroamericanos con la cabeza más bien amueblada de su comunidad. Y lo manifiesta cantando las miserias de su población. En su nuevo disco, a ritmo de soul en la onda Marvin Gaye y hip-hop, se dedica a despotricar contra la pena de muerte. Y lo hace con un disco conceptual tomando como pretexto la inminente ejecución de una tal Sister Fatima, personaje ficticio pero que podría ser cualquiera de los cientos que esperan en el corredor de la muerte.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO LAS MEJORES CANCIONES DE LOS ROLLING STONES

ARTÍCULOS 2002

40 años de los Rolling Stones

Sus mejores canciones

Mick Jagger, Keith Richards y compañía aún se andan pensando cómo celebrarán los 40 años de andadura de los Rolling Stones. Nosotros lo tenemos claro: pinchar sus mejores canciones otra vez. Y para ello contamos con la inestimable ayuda de la aristocracia del rock. Recientemente una publicación británica les preguntó a los propios Mick Jagger y Ronie Wood de los Stones, y a, entre otros, Paul McCartney, Joe Strummer –The Clash-, Mike Scott –The Waterboys-, Ryan Adams, Johnny Marr –The Smiths-, Ian McCulloch –Echo & The Bunnymen-, Frank Black –Pixies-, Phil Manzanera –Roxy Music- o Ian Astbury –The Cult- cuáles eran las mejores canciones de los Stones. Algunas coinciden con las que están incluidas en el recientemente editado Forty Licks (Virgin), así que prepárate a compararlas con su último lanzamiento oficial; otras tendrás que buscarlas en su discografía. Éstas son, según votación de los propios músicos, los diez momentos para el recuerdo en la obra de sus satánicas majestades.

10 We Love You (Single, 1967)

Problemas legales habían conducido a Jagger y Richards a un pie de la prisión. Estaban bajo fianza y seguros de que acabarían entre rejas. Así que decidieron dejar claro a sus seguidores en un single su cariño por ellos: “Os queremos, adiós”. Al final, eliminaron la última palabra. Con esta canción, queda claro que a los Stones también les gustaba experimentar en el estudio. Su “All You Need Is Love” particular. Cuenta con los coros de John Lennon y Paul McCartney. ¿Quién habló de rivalidad?

9 Play With Fire (Cara B de The Last Time, 1965)

Aquí había una cierta intención. Por una parte, sacudirse la reputación que tenían de banda blues. Por otra, componer otro tipo de canciones con las que competir con talentos recién llegados como Bob Dylan o Lennon y McCartney. A la versión final ayudaron el productor Phil Spector, tocando una guitarra acústica –contento de dejar a un lado por una vez sus grandes orquestaciones-, y el arreglista Jack Nitzsche, habitual después en los discos de Neil Young.

8 Jumpin’ Jack Flash (Single, 1968)

Hasta cierto punto, la canción que adelantó el punk. También sirvió para definir perfectamente al gangster que interpretaba Robert de Niro en Malas calles de Scorsese, ya que era la canción que sonaba cuando entraba por primera vez en escena. Curioso que resultara tan potente, ya que Richards sólo tocó guitarras acústicas, aunque dobladas muchas veces. Según él, es la canción que le da la fuerza cada noche cuando se sube a un escenario. Puede que sin ella no hubiera giras del grupo.

7 19th Nervous Breakdwon (Single, 1966)

Jagger y Richards empezaron abriendo conciertos para Bo Diddley, Little Richard y los Everly Brothers, a principios de los 60, en lo que sería su primera gira de teatros. De estos tres nombres dicen que lo aprendieron todo sobre cómo estar en un escenario. Aunque Keith Richards siempre tuvo como modelo a Chuck Berry –sólo se desengañó de él como persona cuando lo conoció-, en esta ocasión lo que pretendieron fue componer una canción al estilo de los Everly Brothers. Al menos pensaban que el estribillo podría estar a su altura.

6 Paint It Black (Single del disco Aftermath, 1966)

Ya en los 60 los Stones vieron la cara oscura de la sociedad occidental y anticiparon el colapso de sus instituciones. Los aspectos más negros de aquella década, así como todo su poder sexual, fueron retratados por ellos como nadie. Ésta era una canción de ritmo gitano que Keith Richards tenía y nadie sabía cómo enfocar, hasta que Bill Wyman empezó a tocar el órgano y con los pedales del bajo redondeó el aire centroeuropeo. Pero no fue todo: no está claro si Brian Jones acababa de comprar un sitar o se lo encontró en el estudio, pero el caso es que, sin haberlo tocado antes, consiguió el sonido definitivo que la ocasión requería, algo parece que bastante habitual en él con cualquier instrumento.

5 Tumbling Dice (Single del disco Exile On Main Street, 1972)

Por diversas razones, el grupo se había marchado de su país y estaba residiendo en el Sur Francia. Era el año 1972 y querían demostrar que, con independencia del dónde estuvieran, los Stones eran relevantes. “Tumbling Dice” representa, como pocas, la esencia del Sur de los USA: guitarras blues, coros gospel y una letra que habla de aquellos que buscan su oportunidad. Dos semanas les llevó encontrar el ritmo exacto, entre una balada y un rock. Quedaron tan satisfechos que Keith Richards reconoce que fue su mayor logro bajo la influencia de la heroína –se olvida de la cocaína y el Jack Daniel’s-. En directo, Mick Jagger suele cambiar el texto.

4 (I Can’t Get No) Satisfaction (Single, 1965)

La quintaesencia del rock’n’roll. Actitud, ritmo y melodía. Antes de este single, todos sus éxitos habían sido versiones. Según Keith Richards, el riff se le ocurrió en sueños. Se levantó, agarró su guitarra que estaba al lado de la cama y grabó veinte segundos. Al día siguiente no se acordaba de nada. Días más tarde, entre todos registraron lo que él entendió que era una maqueta. Se publicó sin su permiso. Cuando la escuchó en la radio empezó la bronca, aunque tuvo que callarse cuando le dijeron que era número uno. Por cierto, el texto que Mick Jagger compuso como frustración por no poder tener acostarse con su novia, debido a su periodo, se ha convertido en la mayor canción de protesta existencial.

3 Sympathy For The Devil (del disco Beggars Banquet, 1968)

El mejor solo de guitarra de la historia del rock. El sonido de la guerra, la violencia, la locura, la muerte, el fin de la ilusión de los 60. Hipnótica y tribal. La justificación de la mala fama de los Stones. Versioneada, reverenciada, explotada, ridiculizada y utilizada hasta decir basta. Su profundidad es tal que se podría escribir toda una tesis. Mick Jagger intentó ponerse en la piel del diablo preocupado por lo que la gente pensara de él para la letra. Según Keith Richards era una balada que empezó imitando a Dylan, luego fue una samba, una canción folk y muchos otros ritmos hasta llegar a ser lo que hoy es: la personificación del diablo en el rock.

2 Street Fighting Man (del disco Beggars Banquet, 1968)

El testigo de una época: el 68 y todos sus movimientos sociales. Muestra, como ninguna otra, la ambivalencia del grupo: cantan a la insurrección marxista al tiempo que lo contemplan todo desde una distancia prudente. La producción consiguió que sonara como un enfrentamiento con la policía, poderoso y brutal. Mayor mérito aún si tenemos en cuenta que Keith Richards sólo grabó guitarras acústicas –una y otra vez, hasta lograr esa fuerza- y que Charlie Watts tocó una pequeña batería casi de juguete.

1 Gimme Shelter (del disco Let It Bleed, 1969)

Según Keith Richards, la canción que más se aproxima a lo que se imaginaba mientras la componía. De nuevo, el resumen de una época que llegaba a su fin: Charles Manson, la muerte de Brian Jones, Kennedy, Vietnam, la debacle de su concierto en Altamont… La canción progresa como un tren desbocado hacia un final apocalíptico, resumiendo el terror humano y la esperanza: la vocalista de color Mary Clayton canta: “Violación, muerte, están a sólo un disparo”, y Mick Jagger le contesta: “El amor está a sólo un beso”.

Xavier Valiño

(Ver artículo ‘Lasrazones de la leyenda de los Rolling Stones’)

(Ver artículo ‘Las declaraciones más explosivas de los RollingStones’)

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