ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 FLAMING LIPS: UFO’s At The Zoo, Legendary Concert In Oklahoma City

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 FLAMING LIPS: UFO’s At The Zoo, Legendary Concert In Oklahoma City

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2007


FLAMING LIPS: UFO’s At The Zoo, Legendary Concert In Oklahoma City (Warner)

 

 

Probablemente queden muy pocos que no hayan visto un concierto de Flaming Lips y, si hay alguien, a menos que haya estado en una burbuja aislado del mundo en los últimos años, sabrá de su espectacular parafernalia en directo. El eco se ha ido extendiendo por los cinco continentes hasta llegar a ostentar, sin excesiva competencia, la aureola de banda más entretenida en sus espectáculos.

 

Tras casi veinticinco años de trayectoria, se edita por fin el primer DVD de la banda de Oklahoma. En directo, claro, porque para documentar su carrera ya está el brillante documental The Fearless Freaks que se ha podido ver en algunas pantallas del Estado, cortesía del Festival In-Edit, y que es fácilmente localizable para su compra.

 

“Es como la Navidad”. Así describe uno de los asistentes el concierto que la banda dio en el zoo de su ciudad natal el año pasado. Y no es que los alucinógenos hayan hecho efecto -aunque puede que también ayuden lo suyo-, sino que lo que acaba de presenciar tiene algo de mágico. Desde que el grupo se presenta en el escenario en un platillo volante -sí, como Parliament, la Electric Light Orchestra o Earth, Wind & Fire hace más de 30 años-, el espectáculo se convierte en una auténtica montaña rusa de la que uno preferiría no bajarse. Más que un zoo, lo suyo es un parque de atracciones, con canciones que van desde Transmissions From The Satellite Heart de 1993 hasta At War With The Mystics del 2006.

 

            Confetis, bolas gigantes, Papas Noeles, sangre en la cara, palomas, Batmans, manos gigantes, los animales del zoo, megáfonos, el Capitán América, miles de globos, cámaras tomando primeros planos de la cara de Wayne Coyne con un títere… Hay tanto que parece que ni el realizador sabe muy bien a qué hacer caso, como si fuera imposible trasladar a imágenes el -relativo- caos de uno de sus conciertos. ¿Rock progresivo? ¿Pop sinfónico? En cualquier caso, uno de los mayores espectáculos del mundo, suficiente para olvidar que “todo aquel que conoces morirá algún día”.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 T. REX

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 T. REX

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2007


T. Rex en televisión: el gurú metálico

“No era un ángel, no era perfecto, pero podía volar”. Así define uno de los invitados a Marc Bolan al principio del documental que se incluye en este DVD recientemente editado. Y después de contemplar las tres horas que en se recogen en T. Rex On T.V., dividida en cuatro apartados, poco más caber decir de alguien que, en lo más alto de su trayectoria, tuvo el mismo grado de devoción que The Beatles.

El primer DVD que se edita de Marc Bolan y su banda en televisión recoge una parte de las numerosas apariciones de T. Rex en la pequeña pantalla, en concreto 43 actuaciones de las más de 120 que todavía existen. Aunque no pretende ser exhaustivo, se han recogido las mejores de las que aún se conservan, tomadas especialmente de la televisión francesa y, sobre todo, de la alemana, que han tenido más cuidado a la hora de salvaguardar su legado musical que la televisión británica.

La primera parte, Ten Greatest Hits, recoge sus diez mayores éxitos entre 1971 y 1974 tomados de distintas grabaciones, desde “Ride A White Swan” hasta “Teenage Dream”, pasando, cómo no, por “Get It On”, “Telegram Sam”, “Children Of The Revolution” o “20th Century Boy”. En esta primera parte se echan de menos más actuaciones en directo, aunque hasta en los playbacks se advierte su carisma y relevancia en la época.

Sin embargo, en la segunda parte, Supersonic y Get It Together, sí que hay abundante material en directo entre las 19 apariciones que se recogen entre 1975 y 1977, incluyendo algunas canciones de un concierto en el Teatro de Wimbledon celebrado el 13 de agosto de 1976, como “I Love To Boggie” o “Laser Love”, y otras de una actuación en el Teatro Royal Drury Lane el 19 de diciembre del mismo año, como “The Soul Of My Suit” o “New York City”.

La tercera parte se compone de otras apariciones televisivas, especialmente una de 1971 en el programa ‘Music In The Round’, intercaladas con entrevistas a Marc Bolan. Sin dejar de ser interesantes, se nota, sobre todo en la primera, que tanto el entrevistado como el entrevistador no se sienten cómodos, subiendo inconscientemente el nivel de tensión en el plató.

Pero lo más interesante de este DVD llega justo al final, con un documental realizado por la BBC en 1997, tal vez el documental definitivo de su carrera, con entrevistas a músicos, colaboradores, amigos… En él se muestra toda su trayectoria: sus inicios en John’s Children, su etapa como dúo en Tyrannosaurus Rex en la órbita hippie -a la que llegaron después de asistir a una actuación de Ravi Shankar-, y su definitiva reconversión al rock en T. Rex, perdiendo aliados por el camino, como uno de sus máximos valedores hasta entonces, John Peel.

En sus 50 minutos quedan perfectamente recogidos su ascensión a lo más alto y su caída a mediados de los 70, criticado por casi todos, gordo, adicto a las drogas y convertido una caricatura de sí mismo, como Elvis Presley en su etapa Las Vegas. A pesar de todo, con la llegada del punk y la emisión de su propio programa en el 76 y 77, Marc Bolan fue recuperado por las nuevas generaciones, encontrando de nuevo la inspiración siendo ya todo un veterano a los 29 años, antes de fallecer en un accidente de tráfico justo un mes después que Elvis.

En el documental, esta vez sí subtitulado en castellano, también se puede ver alguna imagen de aquel sonado incidente de su show televisivo en 1977, en el que Bolan y su colega David Bowie iban a dar a conocer la primera canción que habían escrito juntos, aunque, en el estado en el que ambos estaban, no duró más que 30 segundos, el tiempo justo para que Bolan tropezase con el micro, se cayera del escenario y ambos acabasen tirados por el suelo, antes de que el realizador, avispado él, decidiera urgentemente adelantar un bloque de publicidad. Lo que revelan esas imágenes es que de su programa en televisión aquí no hay nada, por lo que seguramente en algún momento tendremos otro DVD con sus mejores momentos.

En cualquier caso, queda claro que Marc Bolan fue uno de los grandes e imprescindibles artistas del rock de todos los tiempos y este DVD es una excelente muestra de su esplendor en una época en la que T. Rex dominaba las listas de éxitos. 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 GUÍA ESENCIAL DE LA NUEVA OLA ESPAÑOLA

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 GUÍA ESENCIAL DE LA NUEVA OLA ESPAÑOLA

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2007


Se publica la Guía esencial de la Nueva Ola Española

 

 

        Decía Elvis Costello, hace unos años, que “la nueva ola nunca existió: fue un invento de la prensa”. Puede que así lo vea Costello, hoy en otras muchas cosas, además de continuar haciendo canciones que le deben mucho al sonido con el que se dio a conocer. Hay otros que piensan que la mejor forma de quitarle la razón al señor Costello es pasarse meses y meses dándole forma escrita a aquello que él no vio, aunque formara parte de su lanzamiento. 

 

        Rock Indiana, pequeña discográfica española que vende todo su catálogo a cinco euros, se decidió hace unos años a editar también dos publicaciones escritas en las que quedara constancia de aquello que se conoció como nueva ola. Primero fue la Guía esencial del punk y la nueva ola, un volumen centrado en los grupos y solistas que empezaron a grabar o tuvieron su momento más destacado entre finales de los 70 y principios de los 80, con el pop de guitarras como nexo de unión. Ese volumen, publicado a principios de los 90, se reeditó hace un par de años, corregido y ampliado.

 

Después llegó la Guía esencial de la Nueva Ola Española, en 1994, un salto cualitativo verdaderamente importante en los libros dedicados al pop y rock de los editados en España en los últimos tiempos. Más que nada por la auténtica voluntad enciclopédica del trabajo, que bien podría competir con la Enciclopedia Británica en exhaustividad, aunque el objeto de sus trabajos sea bien distinto. 

 

        Tres personas -Fito Feijoo, Pablo Carrero y Pepe Palau- se encargaron en su momento de la recopilación de datos en la Guía esencial de la Nueva Ola Española, que ahora se reedita, 13 años después, convenientemente actualizada, corregida y ampliada, una vez cubiertos los escasos huecos u olvidos que podía contener en su primera edición.

 

El trabajo asusta por su envergadura. Son, en total, 202 páginas repletas de información sobre las bandas que comenzaron a partir del 76 y tomaron las guitarras como arma principal, teniendo en cuenta que muchas de ellas tuvieron una existencia efímera y que las nuevas generaciones probablemente desconozcan casi todo de estos grupos.

 

        Cada ficha, en riguroso orden alfabético, se ocupa de glosar las aventuras y desventuras de los grupos, con su historia, atinados comentarios críticos, reseñas, trabajos recomendados y selección de reediciones, explicando cuáles están aún disponibles, así como alguna ilustración gráfica de sus portadas. Puede que contenga algún que otro error, algo que no sería nada extraño en una recopilación tan completa, aunque para encontrarlo hay que pasarse horas. 

 

       De todas formas, eso no le quita mérito. En plena era de Internet, en la que casi todo se puede encontrar en la red, conviene resaltar que gran parte de lo que este libro contiene no tiene el más mínimo reflejo en la red, y ése es su gran mérito. Veamos un ejemplo de uno de los grupos que se recogen:

 

“ESQUELETOS

 

Es una de esas bandas que solamente graban un sencillo, pero ¡qué sencillo! Fundamental para disfrutar de la buena música hecha por estos lares. Los Esqueletos eran originalmente un trío madrileño que se llamaba RPM. Con este nombre circuló una maqueta por las radios nacionales que contenía una joya llamada “Radio 222”. Una afortunada mezcla de influencias de los Clash más bailables y los Ramones con un estribillo demoledor.

 

         Tan evidente pedazo de tema llamó la atención de Hispavox, que los firmó con su subsello Flush, una especie de campo de pruebas para grupos nue­vos. Para ello tuvieron que cambiarse el nombre a Los Esqueletos pues exis­tían problemas legales (otra banda) con el anterior.

 

En esta compañía editaron un single en 1983 de tres canciones con el men­cionado tema como estrella, aunque tampoco estaban nada mal el power­pop acelerado y ultra energético de “Solo necesito un poco de diversión” y la algo más calmada pero igualmente buena “Intrusos en mi jardín”.

 

Tristemente, la nula promoción de la compañía y su desinterés en la conti­nuidad de la banda hizo que ésta se deshiciera. Su líder, José Battaglio, fue a parar a los Seres Vacíos y posterior­mente a la Frontera, y el bajista Enri­que Martín a Las Ruedas.

 

Discografía esencial:

Radio 222 (Sg, Flush-Hispavox, 83)

 

CONTACTO: Rock Indiana. Apdo. 150.257. 28080 Madrid. Teléfono: 91-3838664. www.rockindiana.biz 

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 THE POLYPHONIC SPREE: The Fragile Army

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 THE POLYPHONIC SPREE: The Fragile Army

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2007


THE POLYPHONIC SPREE: The Fragile Army (TVT-Popstock!)

 

 

         “Juntos, somos fuertes”. Con un instrumental de 29 segundos que lleva exactamente ese título regresan los de la túnica -ahora reconvertidos en monos negros de combate-. Sí, los 25 o los que sean exactamente a día de hoy. Algo ha cambiado, pero no tanto como parecen dejar entrever los primeros compases de “Running Away”, ya que por un momento parece que se trata del “Dreaming” de Blondie. Sospecha injustificada cuando entra el estribillo o, mejor dicho, el amplio coro. Entonces vuelven a parecer unos Flaming Lips empapados de optimismo contagioso.

 

         Cual unos I’m From Barcelona bastante más inspirados o unos Viva la gente transportados al siglo XXI y, claro está, más cercanos a las producciones de Dave Friedman -a imagen de otros colectivos como Arcade Fire, Broken Social Scene o Architecture In Helsinki-, los de Dallas no son más que el vehículo para la visión y las canciones pop de Tim DeLaughter. Sin embargo, aunque parecen más seguros y compactos que nunca, los textos dejan ver algo más de amargura por, cómo no, la guerra en la que su presidente los ha metido.

 

         Esa oscuridad no oculta la explosión pop de las canciones, apoyadas en las numerosas voces e instrumentos que contribuyen a decirlo mejor y más alto, más cercano al directo. Puede que no sean rentables, y de hecho están ya en su tercera discográfica con su tercer disco, pero “Oh I Feel Fine”, “Running Away”, “Watch Us Explode (Justify)”, “Younger Yesterday” o “The Championship” son pepinos incontestables que les merecen mejor suerte.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 BELLE AND SEBASTIAN

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 BELLE AND SEBASTIAN

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ARTÍCULOS 2006


BELLE AND SEBASTIAN  Los Cuatrocientos Golpes

   Asomaron la cabeza desde su buhardilla de Glasgow como un capricho para minorías selectas a mediados de los 90 y, al poco, se convirtieron en la más relevante banda del pop británico. Tras seis álbumes, y siendo ya unos clásicos en vida, echamos la mirada al pasado y presente de Belle and Sebastian.

  “Llámame profeta si quieres, no es ningún secreto / Tú sabes que el mundo está hecho para los hombres / No para nosotros”(“We rule the school”)

 

    El débil. La música siempre guarda un lugar privilegiado para los débiles. Muchos de los seguidores del pop integran, en ese sentido, una gran masa de desamparados sentimentales buscando balones de oxígeno y guiños de complicidad entre melodías y estribillos, enterneciéndose cuando surge uno de estos trovadores modernos capaz de diseccionar con toda precisión sus sensaciones, insertándolas en una bella composición. El raro, el incomprendido, el confundido y afligido que, de pronto, haya así una canción con quien compartir su soledad, sus sueños, sus penas y euforias privadas, y abrazarse a ella como si fuera lo único que quedase en este mundo en el que, no solo nadie lo entiende sino que, aparentemente, nadie dedicaría un minuto de su tiempo a entenderlo.

 

    Es normal por tanto, que los recovecos del indie más sensible de la pasada década se estremecieran con la aparición de “If You´re Feeling Sinister”, un frágil tratado de pop que giraba en círculos sobre la angustia vital juvenil con una conmovedora cercanía. Con él los escoceses Belle And Sebastián se daban a conocer y, entremezclando misterio, boca a boca y amor a primera vista, llegaron y calaron en la fibra sensible colectiva de esos poperos ilustrados de piel fina y permeable, siempre más vulnerables de lo que debieran, resignados que esperan cada día un gris autobús que les llevará al mismo sitio del que quieren escapar y que saben que su vida vara aún en los traumas adolescentes, sin más solución a la vista que suspirar… y luego flotar en un universo paralelo en el que suena Nick Drake, mientras se suceden las páginas de Dylan Thomas. Pero la cosa no se quedó ahí, la bola creció, un infinito dominó de fans cayó ficha tras ficha para que aquella formación semidesconocida y sus historias de bolsillo adquirieron unas dimensiones y unas adhesiones que superaban incluso al propio grupo. Éstos, abrumados en su amateurismo universitario, apenas ofrecían conciertos y jugaban al escondite con la prensa, alimentando su aureola de grupo especial de un modo radicalmente opuesto a como nos tenían acostumbrados los narcisos de una era brit que ya agonizaba.

 

    El día que mi compañero de piso de aquel entonces, un fan de grupos como Limp Bizkit, Placebo u Ocean Colour Scene, me pidió sus discos para grabar, me di cuenta de que definitivamente habían trascendido: Belle And Sebastian eran la mejor banda de pop del mundo. O no, quién sabe, pero en aquel entonces a no pocos nos gustaba pensar lo contrario.

 

 

AQUELLOS AÑOS DE INCONSCIENCIA

 

    En muchos casos la inconsciencia es la clave de la magia. No hay nada como crear por el puro placer de crear, sin detenerse en más consideraciones, para que en caso de cuajar el resultado se vea envuelto de ese algo -llamémosle encanto, llamémosle autenticidad- que nunca poseerán los productos pasados por la cadena industrial con el objetivo de vender. Me sobrevolaba esa idea cuando relataba en esta publicación las andanzas iniciales de Galaxie 500 y retorna ahora, envolvente, cuando pruebo a meterme en la piel de los Belle And Sebastián de mediados de los 90.

 

    Stuart David (bajo), Stevie Jackson (guitarra), Chris Geddes (piano y teclados), Richard Colburn (batería) Sarah Martin (voces y violín), Isobel Campbell (chelo y voces) y Mick Cooke (trompetista que colabora intermitentemente y que formará ya parte del grupo desde 1998) eran unos estudiantes escoceses de veintipocos años comandados por Stuart Murdoch (guitarra y voces), un brillante compositor obsesionado con Felt, aficionado a escribir relatos y comprimirlos en forma de bellas canciones pop. Tras participar en un curso de “negocio musical” para músicos desocupados en el Stow College’s de Glasgow, su ciudad, surge en los primeros meses de 1996 la oportunidad de poder grabar un disco en el sello creado por dicha institución. La tirada será de 1000 ejemplares en vinilo y su difusión apenas sobrepasará las fronteras de su localidad. “Tigermilk” (Electric Honey, 1996), el disco en cuestión, pasó lógicamente desapercibido para el gran público, pero varios sellos se percataron del diamante que descansaba en su interior, mientras que durante los años siguientes la última generación de cintas vírgenes se hartó de pulsar el record de su pletina y franquear sobres acolchados, para trasmitir el secreto de un elepé que se iba revalorizando en auténtica joya de coleccionista a medida que el grupo iba creciendo.

 

 

 

    Hubo que esperar hasta 1999 para la escucha “legal” de “Tigermilk”, llegando cronológicamente como un tercer álbum. Anteriormente ya todos, o casi todos, habían caído a los pies de una banda que, con el citado elepé “If You´re Feeling Sinister” y el puñado de singles editados durante 1997 y 1998, firmó una de las más admirables colecciones de canciones de los 90. Un compendio de delicadeza y preciosismo que sustentaba ese romántico juego de luces y sombras de lo cotidiano, el “ordinary” británico, que en la pluma de Stuart Murdoch alcanzó unos niveles de refinamiento asombroso. Para ello empleó una base pop con ligero devaneo folk que, inicialmente, gravitaba sobre el Bob Dylan electroacústico del periodo 64/66, suavizando su angulosa dicción con la tersura de Donovan y Nick Drake. A su vez, se embellecía con el barroquismo de Love, poseía aún parte del rastro Velvet Undeground de sus inicios y se dejaba contagiar del indie ochenteno de bandas como la troupe de Sarah Records o The Go-Betweens. La tan mencionada influencia de los Smiths (más que endeble en lo musical, afirmaría uno) siempre tuvo más que ver en su condición de “grupo para inadaptados”, si bien la banda de Stuart Murdoch oxigenaba su discurso a base de humor y ternura, frente a aquel Morrissey que no dejaba de ajustar cuentas con el mundo y pintarle nuevas capas de negro a su relación con él.

 

 

 

    “If You´re Feeling Sinister” (Jeepster, 1996) es un elepé que trascurre, con ligeras variaciones, de inicio a fin por ese clima sonoro descrito. Desde el soberbio y arrebatador arranque de la turbadora “The stars of track and field” a esa pieza final de folk, adornada de trompetas y trote de guitarras velvetianas, titulada “Judy and the dream of horses” se suceden dentro de una misma gama cromática un arsenal de formidables canciones, que hablan como una poética voz interior del peso de los remordimientos y la ligereza de los fantasmas, de no saber tomar una decisión y de mirar atrás temeroso, de construir un mundo a medida y usarlo como punto de fuga, de probar nuevas cosas y también de no querer probar ninguna más. Y si en momentos como ese delicioso himno looser titulado “Get me away from here I´m dying”, su protagonista pide que “Oh, llévame lejos que aquí que me muero / tócame un canción que me libere”, luego en la metafórica “The fox in the snow” pregunta: “Chica en la nieve, ¿a dónde vas? / ¿a buscar a alguien que lo haga? / ¿a contarle a alguien la verdad antes de que te mate?” para, finalmente, en “The boy done wrong again” terminar por confesar,  en lo que bien podría ser la síntesis emotiva del disco, que “Todo lo que quería era cantar las canciones más tristes / y si alguien las cantase conmigo seré feliz”. Pronto todas ellas serían escritas, con la mejor de las caligrafías, en multitud de carpetas estudiantiles.

 

    En los ep´s mencionados, sin embargo, el cuadro musical del grupo va más allá en su registro. El primero de ellos, “Dog On Wheels” (Jeepster, 1997) recoge unas maquetas previas a la formación del grupo, entre las cuales se incluye una primitiva versión de “The state I am in” (regrabada, como veremos luego, en “Tigermilk”) junto a varias piezas completamente abducidas por el espíritu de Love. Mayor relevancia adquiere “Lazy Line Painter Jane” (Jeepster, 1997), cuyo tema titular, de obvias reminiscencias sixties (con ese poderoso “levantamiento” de teclados y precisas guitarras serpenteantes tan típicas de Booker T & Mg´s), cuenta con la intervención de la cantante de gospel Mónica Queer. “You made me forget my dreams” es, por su parte, una incitación –a bombo, piano y pandereta velvetianos- a relamerse las heridas en la eterna diatriba entre lo que parecía amor y finalmente solo fue sexo, mientras que “A century of Elvis” cobija un relato interpretado en spoken word sobre la base de la exquisita melodía de regusto ochenteno de “A century of fakers”, incluida ya en su siguiente ep, “3…6…9 Seconds Of Light” (Jeepster, 1997).

 

    “3…6…9 Seconds Of Light”, para muchos el mejor de los ep de esta etapa, cuenta con uno de los emblemas de Belle And Sebastian, la trepidante “Le pastie de la bourgeoisie”, todo un manifiesto de autosuficiencia nerd entre cuyas líneas se cuelan las lecturas juveniles de Judy Blume, se apela al espíritu de “El Guardián Entre El centeno” y, cómo no, Jack Kerouak termina por marcar el camino de esa huida de la mediocridad. La acompañan “Beautiful” y “Put the book back on the shelf”, ambas en la línea temática y musical de “If You´re Feeling Sinister”. Cerrará esta secuencia de ep´s en úlitmo lugar “This Is Just A Modern Rock Song” (Jeepster, 1998), cajón de la bellísima “I know where the summer goes” y del debut de Isobel como vocalista en “The gate”.

 

    Nadie que fuera fan de Belle And Sebastian se conformaba sólo con sus álbumes. Como ocurriera con los Stone Roses, Suede o los eternamente referenciados Smiths, sus ep´s contenían auténticos tesoros que no podían quedar apartados y se esfumaban en cuestión de segundos de las cubetas de las tiendas de discos. No quedaba la menor duda: Belle And Sebastian eran un grupo muy especial.

 

 

DEMOCRACIA ENVUELTA DE  FILTROS VERDES

 

  

 

    Citábamos antes los lazos “espirituales” que unían a Belle And Sebastián con The Smiths, pero la conexión se muestra harto evidente también en lo concerniente al diseño de sus trabajos. Como sucedía con aquéllos, se trata de fotografías con composiciones iconográficas de enorme simbolismo, pasadas por un filtro de color y manteniendo una cierta unidad artística. Si en el primero de ellos, “Tigermilk”, una chica amamantaba a su peluche de Winnie The Pooh (Tiger, el miedica) en una enternecedora fotografía y, en “If You´re Feeling Sinister”, otra meditaba con gesto angustiado y “El Proceso” de Kafka sobre la almohada, en su siguiente álbum “The Boy With The Arab Strap” (Jeepster, 1998) se riza el rizo. Los guiños serán a tres bandas: con el grupo Arab Strap, con The Smiths y su clásico tema “The boy with the torn to his hide” y, finalmente, con la polémica película “San Sebastián” de Derek Jarman y su clásica imagen del susodicho santo atravesado por un lanza.

 

    El “disco verde” supone el fin del monopolio compositivo de Stuart Murdoch, que delega funciones en sus compañeros, otorgando así una mayor variedad al disco. Isobel Campbell se destapa adorable con la celestial “Is it wicked not to care?” en  cuyo clip, rodado en el onírico b/n de Jean Cocteau, muestra su devoción por la figura de Jean Seberg. Por su parte, Stuart David realiza su particular genuflexión hacia el clásico “The gift” de The Velvet Underground, y en “A space boy dream” dispone su recitado sobre una espectacular tour de force rítmica guiada por la brújula blaxplotation. Stevie Jackson, por último, relata la vida y milagros de “Seymour Stein”, el fundador de Sire Records en una pieza colmada de delicadeza. Además, ese corazoncito mod que (casi) todo indie británico guarda en su interior sale a relucir con la majestuosa y radiante “Dirty dream number two” de filiación nothernsoulera. También asombran tirándose a la galaxia del space-pop colando a Claudine Longet por la vía Neu!-Stereolab en “Sleep the clock around”, mientras que con la homónima “The boy with the arab strap” trasladan esa misma estructura cuasi-monotrik en un in crescendo que no rompe jamás (eso sí, perfectamente enterrada dentro su clasicismo) a ese lugar donde se funden melancolía, euforia disimulada e indescifrable nostalgia. Es decir, puro Belle And Sebastian

 

    Con una popularidad en constante aumento (ya habitan en el top-20 de ventas y obtienen en los Brit Awards el premio a la “mejor banda revelación”), Belle And Sebastián no pueden seguir en la liga amateur y, pese a que Stuart siga escurriéndosele a la prensa, su profesionalización será inminente. En esta tesitura llega en 1999 la esperadísima reedición por parte de Jeepster de “Tigermilk”, su soberbio disco de debut considerado por muchos como el álbum más logrado del grupo. En él muestran el lado más eléctrico, en ese punto donde colisionan el Nueva York de Bob Dylan y el de Lou Reed y del que salen chispeantes maravillas como “You´re just a baby” o “I could be dreaming”. Y también sus mejores letras, las más agresivas e intimas. Por ejemplo, la segunda de éstas habla del maltrato: “¿El es el imbécil que te ha estado pegando sin dejarte salir? / nunca he hecho esta clase de cosas/ pero si ahora le mato ¿quién le va a echar de menos?”. Pero quizá las palabras más comprometidas llegan con la despechada, aunque aparentemente plácida, “Mary Jo”, dedicada a Mary Jo Kenny (la chica de la portada y antigua pareja de Stuart), a quien le dedica, como si de un “Like a rolling stone” particular se tratase, líneas como “Porque la vida nunca es triste en tus sueños / una penosa historia de acción /y los hombres que dejaste por mujeres / y los hombres que dejaste por intrigas / y los hombres que dejaste por muertos”. Si a todo ello le añadimos los coros de Isobel Campbell (su siguiente novia), pues ya se harán una idea del efecto de todo este particular salsa rosa indie.

 

   “Expectations”, con cierto aire skiffle, traza uno de esos grises relatos costumbristas de working class en los que Stuart se mueve como pez en al agua (“quieres trabajar en un C&A porque es lo que esperan / un traslado a moda de mujeres y meterle mano a Joe en el almacen”) y “I don´t love anymore” se reboza en la autosuficiencia sentimental al más puro estilo Holden Claudfield (“No, no quiero a nadie / quizá a mi hermana, quizá a mi hermanito pequeño también / si hay algo que aprendí cuando todavía era un niño es a buscarme un escondite / sí, si hay algo que aprendí cuando era un niño es a estar solo”). Sorprenden, de modo especial, con esa bizarra composición de electrónica analógica de textura retro, “Electronic renaissance” (que, irónica, dice “tú irás a las discotecas y yo escucharé a Funkadelic / chico, es el camino a seguir”), y enternecen hasta el corazón más rocoso con la hermosísima “We rule the school”. Esta última supone, a mi juicio, uno de los cinco mejores temas de su carrera, así como de los que mejor recoge ese espíritu que viaja constantemente, en fintas mentales, a la infancia para encontrar esa época en la que todo era aún posible y explicarlo “todo”. Apostaría que fue compuesta tras ver “Los Cuatrocientos Golpes” de Francois Truffaut.

 

    Fuera de ese bucle temporal el grupo seguía con su trayectoria y su nuevo álbum contará con un atípico ep previo: “Legal Man” (Jeepster, 2000). Bajo una cubierta que imita los diseños del clásico sello Kent, así como el cine de espías británico de los 60, su interior guarda una auténtica bomba. Belle And Sebastián de nuevo tensan el arco y lanzan la flecha directamente al centro de la diana mod con ese auténtico rompepistas que es el tema titular y que aventura una total sumersión retro del grupo. Ese single además, servía de despedida a Stuart David, responsable de “Winter wooksie” y que, en adelante,  se centrará en su proyecto Looper.

 

 

 

    Recibido con desigual entusiasmo llega su cuarto elepé “Fold Your Hands Child, You Walk Like A Peasant” (Jeepster, 2000) el sucesor natural de “The Boy With The Arab Strap” que continúa el proceso por él iniciado de “aperturismo” y democratización (a los “miembros compositores” se unirá ahora Sarah Martin, debutante con la estupenda “Waiting for the moon to rise”). Sin embargo, “Fold Your Hands…” deja claro que, más allá de alguna atrevida asociación pasada (“Electronic renaissance”, “Sleep the clock around”, etc…), Belle And Sebastian habían echado raíces lejos de esas ensaladeras generacionales tan típicas de los 90 (Beck, Stereolab, Super Furry Animals, etc…) que, en su modo lúdico de asociar sin límite estéticas musicales contrapuestas, epataban con hallazgos que revestían de novedad cosas que, quizá, no lo eran tanto. Los escoceses, sin embargo, apelaban a un refinadísimo neoclasicismo, fluido y de embriagador aroma atemporal, que entrelazaba estilos clásicos que en su momento, apenas tuvieron contacto (ciertamente pocos transitaban, en su día, de las Supremes a la Velvet Underground y de ahí a los Byrds del country rock), pero que hoy, en perspectiva, denotan una inusitada armonía. En ese sentido, Belle & Sebastián tenían mucho más que ver con Tindersticks, The Divine Comedy o Lambchop.

 

    Concretizando ya dentro del disco en cuya portada aparecen las dos componentes del grupo islandés múm, lo cierto es que, si bien con un nivel inferior a su predecesor, el abanico se abre en nuevas formas con óptimos resultados. “Don´t leave the light on baby”, por ejemplo, sigue tirando del hilo de la música negra y su sensualidad nos lleva a sus pasajes orquestados inequívocamente setenteros, “The wrong girl” cabalga de la mano de Steve Jackson por los bucles del country-pop hasta un lujoso paisaje de cuerdas y la nocturna “Beyond the sunrise” muestra la particular devoción de Isobel por Lee Hazlewood, envolviendo de tenue psicodelia sus resonancias folk y gravedad crooner. También sorprenden detalles instrumentales como ese clavicordio que aparece en “The model” o la mencionada “Waiting for the moon to rise” y que los conecta con Left Banke. Mientras tanto, “I fought in a war” responde al molde clásico del sonido “belleandsebastianano”, “Family tree” se desliza por ese encanto soft de una Isobel abducida nuevamente por la dicción difuminada de Claudine Longet,  “Women´s realm” podría ser la hermana pobre de “Dirty dream number two” y “The chalet lines” continúa esa desolada lírica-a-piano de “The fox in the snow” con un desgarrador relato sobre una mujer violada que se escapa a Londres sin denunciarlo para olvidarlo, guiada por esa pluma social de Stuart.

 

 

 

      Los ep´s “Johnathan David” y “I´m Waking Up To Us”, como siempre para Jeepster, serán sus movimientos editoriales de 2001. El primero de ellos, en su tema titular inserta, dentro de ese arrebatador trazado melódico que de nuevo  emplea el pincel barroco de Left Banke, un triángulo amoroso resuelto con ingenio (“Yo sé que a ti te gusta ella / bien, a mí también me gusta / sé que a ella le gustas tú/ no es como si me enviasen a una guerra/ hay peores cosas en el mundo”), mientras que con “The loneliness of a middle distance runner” homenajean a Tony Richards, uno de los paradigmas de ese free cinema británico que tanta influencia ha tenido en Stuart Murdoch. En “I´m waking up to us”, por su parte, supone el enésimo tributo a Arthur Lee acompañada de un par de cortes, “I love my car” y “Marx and Engles”, perfectamente olvidables. Se debe señalar que toda esta producción en ep comprendida entre 1997 a 2001 se condensaría, años después, en el lujoso doble cd “Push Barman To Open Old Wounds” (Jeepster, 2005).

 

 

AUSENCIAS QUE SE NOTAN MÁS QUE PRESENCIAS

 

 

 

      Tras la edición de la b.s.o. “Strorytelling” (Jeepster, 2002), realizada por encargo para el film homónimo del irreverente Todd Solondz (estrenada en España bajo el título “Cosas Que No Se Olvidan”) se produce una noticia clave en el devenir del grupo: Isobel Campbell abandona Belle And Sebastian. Muchos lo presentimos cuando en la histórica comparecencia de los escoceses en el Fib 2001, se podía observar como habitaba en su burbuja particular, al margen de la histeria colectiva allí vivida de la que el grupo se contagió, rompiendo cualquier estereotipo de apocamiento. Todos menos una Isobel que miraba al infinito, descolocada con su cara de niña resabida y luciendo un vestido estampado con el rostro del Dylan del 66, todo un icono de la rebeldía y del no ceder ante los deseos del público. ¿Se había alterado todo aquello demasiado como para apearse?. Isobel argumentó la falta de tiempo para compaginar el grupo y sus proyectos pero, a la vista de la evolución posterior de ambas trayectorias, da la impresión de que la fractura venía por lo artístico.

 

      Del mismo modo que, por ejemplo, lo eran Brian Jones en los Rolling Stones, Kim Deal en los Pixies o Brian Gregory en The Cramps, en el caso de Isobel estamos ante una de esas figuras que, más allá de sus aportaciones en lo puramente musical, otorgaba a la banda un espíritu y un carisma insustituible, sin las cuales el todo obviamente se iba a resentir. Con su salida, como se podrá comprobar en los siguientes trabajos, se volatilizó mucha de esa intangible fascinación que ejercía el grupo en los fans. El afrancesamiento, esa característica cinefilia de la nouvelle vague y la “ñoñería” que muchos de sus detractores echaban en cara se perdió en apenas un soplo de aire. Si se fijan, nunca más aparecerá un vocablo francés en las letras de Belle And Sebastian. ¿Pura coincidencia?. Mucho nos tememos que no.

 

         La baja de Isobel no fue el único cambio. El grupo rompe unilateralmente con su casa de toda la vida, Jeepster, y pasa a engrosar las filas del célebre sello Rough Trade. Asimismo Tony Doogan, otra de sus señas de identidad, es sorprendentemente sustituido por Trevor Horn (un productor de corte mainstream famoso por sus trabajos para Buggles, T.a.t.u., Seal o Tina Turner) y, para más inri, se pliegan al mercado y rompen con esa regla no escrita de no publicar singles de temas incluidos en el álbum. Así la saltarina y prescindible melodía de “I´m a cuckoo” ejercerá de primera ficha de la nueva etapa del grupo. El single en concreto parece un mensaje sin ira a Isobel Campbell en una de esas despedidas entre amantes tomadas con una sonrisa: “romper es triste /veo un desierto para ti y para mí/ interrumpido por la filosofía / y la esperanza de lo que podría haber sido”.

 

 

 

        Lo cierto es que “Dear Catastrophe Waitress” (Rought Trade-Sinamon, 2003) presenta un nuevo grupo. Si bien conservan la capacidad de producir bonitas canciones con un fondo de armario referencial cada vez más amplio, con este trabajo Belle And Sebastian pierden la pegada sentimental que los hizo célebres. Agradan, pero ya no conmueven; siguen gozando de un amplio número seguidores, pero ya pocos los defienden como su grupo favorito; y mientras su estilo inicial es continuado por otros (generalmente con escasa fortuna), ellos entregan un disco en el que, con acierto, el adjetivo “luminoso” se repite crítica a crítica con diferentes grados de entusiasmo. Se trata de una apuesta decidida por un pop brillante, seducido por el rebuscado mimo sixtie de bandas como Beach Boys o The Zombies y cuyo sofisticado tratamiento sonoro no logran disimular el palpable bajón de inspiración.

 

Llama la atención que uno de los mejores momentos venga dentro de la estupenda “Lord Anthony”, dueña del desolado regusto de antaño que gira, de nuevo, en torno a los días de colegio ( “el profesor no tiene control / así que los chicos se revolucionarán / y tú te quedarás callado o morirás” ). Se trata de una pieza antigua, desechada en su momento, modificada con una leve capa de maquillaje country, cuerdas y unos deliciosos coros de Sarah que acarician con ese tacto tan familiar la fibra sensible del fan. Luego, aparte de los cortes que encajan en esa línea de pop recargado y epatante (como la desternillante “Step into my office, baby” analizando las pulsiones sexuales en las oficinas o la titular “Dear catastrophe waitress”, inspirada en una camarera enfadada que Stuart conoció en el 95), el grupo se pasea agradable por el soft-funk en “If she wants me”, recuerda al primer Dylan en la miniatura acústica “Piazza, New York cather” (dedicada al jugador de beisbol Mike Piazza, a quien Stuart pregunta directamente “¿eres hetero o gay?”) o apelan al Bowie más artificioso de “Scary Monsters” en “Stay loose”. Por último, temas como las notables “Asleep on a sunbeam” y “Wrapped up in books” conectan con lo último que venía haciendo el grupo antes del gran cambio.

 

  

       

            Llegamos finalmente, tras dos años de silencio, al recién editado y continuista “The Life Pursuit” (Rough Trade-Sinamon, 2006). La mano de Tony Hoffer (Beck, Supergrass) recoge ahora el testigo de Horn en labores de producción y ya, desde “Act of the apostle part 1”, se constata que el sonido de brillante y molduras pulidas será el predominante. “Another sunny day”, el siguiente corte, con ese pop directo y de guitarras ágiles homenajeando a la homónima banda de Sarah Records, genera efectos similares a lo que fue “Imitation of life” en Rem cuando editó “Reveal”, es decir: que el oyente tenga la sensación de que estamos ante la mejor canción del grupo en años. Debería ser, sin duda, el single que continuase ese exultante “Funny little frog” en el que un Stuart, impotentemente enamorado, se muestra incapaz de encerrar su omnipresente amor dentro de una metáfora: “Eres el cuadro de  mi pared / eres mi visión en el recibidor /  eres la única a la que hablo  cuando vuelvo del trabajo / tú eres my chica y aún no lo sabes”.

 

No obstante, el nivel descenderá sensiblemente en la torpe inmersión al glam-rock de “The blues are still blue” y se precipitará completamente, tanto en la plomiza pieza final “Mornington crescent” como ese “White collar boy” que barniza de electro el pop sesentero en technicolor de su anterior disco. Equilibra la balanza “Sukie in the graveyard” que, a poco que arruguemos las voces y ennegrezcamos las guitarras, podría pasar por un tema de Paul Weller; “Song for sunshine” que nos traslada al más esplendoroso y sintetizado Steve Wonder; y, también, la sorprendente “Act of the apostle part 2”, que arranca con aroma swing y termina siendo la atmosférica continuación del tema que abre el disco. Un trabajo recomendable que, resumiendo, posiblemente supere a su inmediato predecesor pero, como era de prever, habita lejos, muy lejos, de los (ahora sí que lo podemos decir) los irrepetibles días de gloria. 

 

      Y es que me recuerda mi novia, al enseñarle un borrador de estas líneas, que cuando me conoció Belle And Sebastian eran mi grupo de pop favorito, que lo decía constantemente, que incluso cruzamos la Península para verlos en el Fib del 2001, en aquel concierto en el que poco más y nos sale el corazón del pecho. Retorna entonces a mi cabeza, tras pasar tres semanas buceando por su discografía y todos los recuerdos adheridos a ella, aquel momento a finales de los 90 en el que, apocado por el apocalíptico anuncio del fin de la juventud y tirando habitualmente de contrastadas series medias, ya me empezaba a creer eso de “que ya no se hacen disco como los de antes”. Y aparecieron ellos, inyectando las últimas energías para una post-adolescencia en la que las emociones se iban atenuando en esa gama de grises -sin arrebato, sin efervescencia, sin estridencias, en la que parece que no pasa nada, pero pasan tantas cosas- que estos muchachos reflejaron y musicaron mejor que nadie. 

 

      ¿El último gran grupo de pop?. Uy, uy, uy…

 

 

(Nota: quisiera agradecer su valiosísima ayuda en la elaboración de este artículo a Guille y Kurique, mis eternos compañeros de www.feedback-zine.com)

 

Javier Becerra (Artículo publicado originalmente en Ruta 66, nº 225)

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