ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 TOM WAITS

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 TOM WAITS

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2006


Tom Waits, el conflicto se casa con el drama

 

 

         No podía ser de otro modo. Orphans: Brawlers, Bawlers And Bastards, el nuevo disco triple de Tom Waits, se convierte desde el primer minuto en un viaje musical espectacular, con parada en casi todos los géneros de la canción tradicional norteamericana. Sus 56 canciones capturan todo el amplio espectro de los poderes chamaníacos de Waits como vocalista, letrista literario, melodista romántico, arreglista innovador y pionero de mundos sónicos.

 

         Esta colección escrita y producida por Waits y su mujer y colaboradora de muchos años Kathleen Brennan contiene 30 canciones nuevas, junto a rarezas y colaboraciones con diferentes artistas del cine, la música y la literatura. La colección, compuesta y grabada en tres años, se presenta agrupada en tres bloques: Brawlers (para simplificar, el blues), Bawlers (las baladas) y Bastards (lo experimental). Blues, baladas, insectos, asesinatos y locura. O, dicho en otras palabras, todo el menú completo.

 

Acompañando su edición, Tom Waits se ha prestado a presentarlo en sus propias palabras, empezando por explicar cómo entiende él el proceso de composición. “Cuando era joven pensaba que los compositores se sentaban solos erguidos frente al piano en pequeñas habitaciones llenas de humo, con una botella y un cenicero, y que todo lo que llegaba por la ventana se transmitía a través de ellos y salía por el piano en forma de canción… Y de alguna forma misteriosa eso es justamente lo que sucede”.

 

         Nadie mejor que él debería saber qué es Orphans. “No lo sé. Orphans es un chico de la calle conduciendo un ataúd sobre un carro con grandes ruedas a través del Río Ohio, con ojos soldados fuera de sus órbitas, y un tipo buscando esposa con un petardo encendido en su oreja. Orphans tiene canciones para todas las ocasiones. Algunas fueron compuestas en medio de la confusión y grabadas de noche en un coche en movimiento; otras fueron escritas en habitaciones de hotel y grabadas en Hollywood en medio de grandes fastos. Ahí es cuando el conflicto se casa con el drama. De cualquier forma, éstas son las que sobrevivieron a la inundación y fueron rescatadas de las ramas de los árboles después de que el agua se retirase”.

 

Si definir el disco resulta complicado, al menos podría comentarnos su intención. “Kathleen y yo quisimos que el disco fuese como vaciar nuestros bolsillos sobre la mesa después de una velada jugando, desvalijándolo todo y apostando a las vacas. Nos gustan las parejas extrañas -así fue como nos juntamos-. Queríamos que Orphans fuese como un programa de radio de onda corta en el que el pasado se secuencia con el futuro, compuesto de cosas que encuentras en el suelo, en este mundo y en ningún mundo, o quizás en el próximo mundo. Cualquier cosa que te puedas imaginar que sea que sea eso”.

 

Tampoco le ha importado en esta ocasión hablar de su arma más poderosa, la voz. “En el centro de este disco está mi voz. He hecho lo mejor que he podido para hacer ruidos explosivos, gritar, sollozar, susurrar, gemir, jadear, resoplar, bramar, gimotear y seducir. Con mi voz puedo sonar como una chica, el hombre del boogie, un Theremin, un bombón de licor, un payaso, un doctor, un asesino… Puedo ser tribal. Irónico. O mostrarme trastornado. Mi voz es realmente mi instrumento”.

 

 

         Aun así, no debe ser fácil saber para su protagonista y responsable cuándo un álbum está acabado y se puede pasar página. “Si un disco funciona, debería hacerse como una muñeca casera con oropel en lugar de cabello y conchas en lugar de orejas, llenas de caramelos y dinero. O como un buen monedero de mujer con una navaja suiza y un botiquín para mordeduras de serpiente”.

 

          El triple álbum, compuesto por canciones nuevas y alguna recuperada, ha ido tomando forma poco a poco. “Juntar todo este material fue como perseguir gallinas por la playa. No se trata de buscar en el baúl y mirar qué necesitas. La mayor parte estaba perdida o enterrada bajo la casa. Algunas de las cintas las conseguí tras pagar un rescate a un fontanero en Rusia”.

 

Waits lo explica de acuerdo con su peculiar forma de entender las cosas. “Caes en la tinaja. Empezamos a escribir para salir de ella. Después escuchas y escoges y escribes en respuesta a lo que escuchas. Y grabas más. Y después te muerde una araña, vas al nido de la ardilla y haces un disco completamente diferente. Ése fue el proceso durante gran parte de los últimos tres años”.

 

         No todo fue producto del azar, sino que hay nombres y apellidos con una intervención decisiva. “Más tarde conocimos a Kart Derfler, un ingeniero mágico que trabaja en unos estudios en la parte de ciencia ficción de la ciudad. Como médico del campo de batalla, hizo un trabajo digno de Lázaro con algunas canciones y también nos grabó todo el material nuevo”.

 

         Más que nunca, el resultado toca muchos palos y muchos temas. “En Orphans hay un mambo sobre un convicto que se escapa de la cárcel con una espina de pez, un gospel de trenes sobre Charlie Whitman y John Wilkes Boothe, un blues del delta sobre un vecino inquietante, una pieza hablada sobre una mujer a la que alcanzó un rayo, un madrigal escocés del siglo XVIII sobre la rivalidad mortal entre unos hermanos, un a capella americano del campo sobre un ahorcado… También hay una canción de Jack Kerouac y un espiritual con mi propia petición en forma de oración al Señor. Hay incluso una tonada sobre un viejo monaguillo y un rockabilly sobre un joven que suplica que se le mienta”.

 

         Y, aunque parezca increíble, Waits se preocupa por lo que pensarán los demás, aunque no sin dejar caer algo de ironía sobre lo que se espera de él. “Creo que aquí vais a encontrar más partes cantadas y más para bailar de lo habitual. Pero espero que los fans que buscan más gruñidos, más trinos, más ladridos, más chirridos, tampoco se sientan decepcionados”.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 VAN MORRISON

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ARTÍCULOS 2006


Van Morrison, escucha -y mira- al león

 

Live At Montreux 1974 / 1980 (DVD, Eagle Vision)

 

 

         Dicen que el propio Van Morrison está detrás de este lanzamiento, que él mismo ha escogido personalmente estos dos conciertos para lo que es su primer DVD en el mercado. Puede ser; es más, resulta más creíble que, dado su carácter, en lugar de decidirse por editar un DVD de su reciente gira, el león de Belfast haya optado por recuperar dos viejos conciertos de la década de los 70 y, además, filmados en un festival de jazz.

 

         Da igual, porque lo que cuenta son los conciertos. ¡Y qué conciertos! Dos actuaciones, de 1974 y 1980, en las que encontramos al Van Morrison impredecible, al genio, al que huye de los lugares comunes, al irreductible autor de parte del rock más personal de las últimas cuatro décadas. Ahí está, en su elemento, disfrutándolo sin que se le note en una sola mueca, y eso queda perfectamente recogido en cualquiera de los dos conciertos.

 

         Viajemos hasta 1974. Van Morrison acaba de editar uno de los mejores discos en directo de todos los tiempos, It’s Too Late To Stop Now, de 1973. Pues por increíble que parezca, el irlandés no cuenta con banda de directo para los siguientes meses. Es más: cuando recuerda que había firmado un contrato para una cita en el Festival de Montreux de 1974, Morrison llama al organizador del mismo, Claude Nobs, y le pide que le monte una banda. Tal cual.

 

         Así es cómo tres músicos que nunca habían colaborado con él acabaron siendo su banda para esta ocasión. El teclista Pete Wingfield llegó a participar en esta actuación porque la banda de blues con la que había ido al Festival tenía demasiados músicos y se encontró de repente sin trabajo. Por su parte, la sección de ritmo formada por el bajista Jerome Rimson y el batería Dallas Taylor fue contratada por su experiencia anterior con distintos grupos y su disponibilidad en el momento justo en el que se les necesitaba.

 

         Van Morrison aprovechó la oportunidad para dar un concierto y una pequeña gira después (en la que ya no estaría el batería Dallas Taylor, sustituido por Peter Van Hooke) experimentando con un acercamiento mayor al jazz que en anteriores ocasiones. Como su nuevo disco Veedon Fleece estaba aún por publicarse, y dado que había grabado gran parte de un disco llamado Mechanical Bliss que no tenía fecha de edición -y que nunca llegaría a publicarse-, el irlandés optó por un repertorio sin concesiones al público y con material nuevo, incluyendo canciones que sólo llegarían a entrar en su discografía en 1998, como parte de su disco recopilatorio de rarezas The Philosopher’s Stone.

 

Por lo tanto, aquel concierto filmado en 1974 tiene un valor indiscutible: el del testimonio de una banda que se acababa de conocer y que dio muy pocos conciertos como tal, el de un artista más escorado al jazz que nunca y el de unas canciones que, en una buena parte, pocas veces se han podido disfrutar en su interpretación.

 

El otro concierto que se presenta en este doble DVD es otra cosa. Seis años más tarde, Van Morrison compareció en el Festival de Montreux con una banda rodada en la que se encontraban, entre otros, dos de los mejores músicos de los últimos tiempos: el saxofonista Pee Wee Ellis, habitual en las grabaciones de James Brown, y el trompetista Mark Isham, conocido, sobre todo, por sus colaboraciones y como autor de exitosas bandas sonoras.

 

En el repertorio, más amplio, incluyó algunas de las canciones que formarían parte de su siguiente álbum, Common One, pero entre las 15 canciones interpretadas hubo también lugar para alguno de los momentos que el público más recordaba de su primera década grabando en solitario: “Ballerina”, “And It Stoned Me”, “Moondance”, “Wild Night”, “Angelou” o “Listen To The Lion”.

 

En ambos, un joven Van Morrison muestra como entonces, en los primeros años de su trayectoria, se revelaba más espontáneo y magnético sobre las tablas, mucho antes de los días de su comportamiento como una diva y de sus discos de menor interés, cuando su soul celta, con efluvios de pop, jazz, rock y rhythm & blues cimentó su leyenda. Eso sí: tanto antes como ahora, su imperturbable presencia -¡no es posible atisbar ni una sonrisa!- hablan de un hombre al que sólo mueve la música.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 ORANGE JUICE

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 ORANGE JUICE

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ARTÍCULOS 2006


Orange Juice, el pop adolescente como debería ser

 

 

            El punk ya no era lo que había significado algunos años antes y el pop que se escuchaba en la radio parecía preso, sin posibilidad de enmienda, de la más completa banalidad. Básicamente, padecía del terrible nivel de comodidad de los torpes y ya no decía nada a aquellos que hacen girar el mundo del pop, a los adolescentes que esperan de una canción una ‘revelación’ o una señal que les empuje a coger una guitarra y, al día siguiente, formar un grupo.

 

            En 1979, en Inglaterra, ser punk empezaba a ser una actitud cómoda para víctimas de la moda y algo embrutecido, basado en la imagen y la violencia y acomodado a la figura aberrante, convertida en icono, de aquel que un día había tocado el bajo con los Sex Pistols, Sid Vicious. Claro que ya había quien había seguido hacia delante, empezando a crear algo que resultase del mejor legado del punk, o sea, el post que le siguió -conocido hoy como post-punk-. Ese paso adelante pasaba por cruzar intervención acústica y lenguajes estéticos; era una manifestación intelectual seria y de base, experimental; era, en fin, música hecha por quien pensaba en algo más que música.

 

            Pero Orange Juice, que habían comenzado a armar sus primeros acordes con la explosión del punk en 1976, no pensaban en nada más que en música y, siendo jóvenes sofisticados como eran, ya no apreciaban el sonido de la nueva revolución proclamada por Johnny Rotten y compañía que empezaba a enterrar la ‘voz del obrero suburbano aborrecido’.

 

Los Orange Juice de Edwin Collins preferían las enseñanzas de Roger McGuinn a los peinados mohicanos y los imperdibles, y no querían experimentar nada: tan sólo buscaban crear canciones de dos minutos y medio que ocupasen un lugar destacado en las listas de éxito.

 

Además, no sentían vergüenza al cantar un estribillo totalmente contagioso y la angustia de un corazón quebrado, ofrecido al oyente con la misma intensidad que la mostrada meses antes a la Reina -“God Save The Queen” había sido aquel exabrupto-. Como se dijo en su momento, el álbum de debut del grupo, You Can’t Hide Your Love Forever, era algo muy antiguo, hecho de una forma muy nueva: así se llega al meollo de Orange Juice.

 

En ese momento, el grupo de Edwin Collins estaba ya en una multinacional, Polydor, y el asalto a las listas llegaría al año siguiente, con la negritud funk de “Rip It Up”. La historia que más nos interesa ahora ya había sido contada, y es la que recoge The Glasgow School. Es la de las 23 canciones que habían grabado para Postcard Records, entre singles y versiones menos pulidas de lo que sería su disco de estreno, un espacio donde el pop añejo se recrea como algo nuevo.

 

Aquí se encuentra la justificación de unas 1001 carreras de los últimos 25 años; ésta es la caja de Pandora que dio su razón de ser, algún movimiento de caderas y también una sonrisa cómplice a existencialistas juveniles con tanta sensibilidad para la música y la literatura como para escoger el chubasquero a usar en una tarde lluviosa de febrero, algo que, por convención, se dio en llamar ‘indies’.

 

 

 

Básicamente, Orange Juice habían cogido a The Velvet Underground y le habían insuflado un sol radiante a “White Light White Heat”, habían adoptado el jingle-jangle de The Byrds transfiriéndolo del folk al ritmo sincopado de la música disco. Además, Edwin Collins, un chaval de 20 años con la voz de un crooner de 40, cantaba sobre aquello que cantan (casi) todas las canciones pop, amor y mujeres, como maestro de la compasión con un brillo irónico en su mirada, y con la desfachatez necesaria como para decir cosas como “Ojalá pudiera volver a ser joven”.

 

El título de su primer single, “Falling And Laughing” –“Riéndome y cayéndome”- ya lo dice casi todo, y está claro que Morrissey, de The Smiths, y Stuart Murdoch, de Belle & Sebastian, ya estaban muy atentos tomando nota. En su cara B, el instrumental “Moscow”, suena como la versión sonora perfecta de lo que se dio en llamar twee (derivación de la palabra sweet -dulce-): son la Velvet Underground tomando un refresco mientras bailan con The Shadows.

 

En los textos que acompañan a The Glasgow School se escribe que Orange Juice intentaron unir los sonidos pop a una ética punk. Seguramente. Los sueños pop están por todos lados y son premonitorios. En “Breakfast Time” se encuentra la luminosidad del pop psicodélico de los 60 entre asperezas post-punk, dándole su punto de partida a Franz Ferdinand, sin ir más lejos. “(To Put It In A) Nutshell”, con su sh-sh-sh en el estribillo, y The Zombies y The Monkees en la memoria, se convierte en una luminosa nostalgia por parte de alguien que aún no ha vivido lo suficiente para invocarla, y en su interior caben todos los ‘indies’ del mundo.

 

En canciones de dos minutos y medio, Orange Juice transformaban la inmediatez del pop en melancolía de literato. Desde lo alto de sus canciones a lo Roger McGuinn, se escarnecían de sus propios lamentos y susurraban cosas como “sólo mis sueños satisfacen el latido real de mi corazón”.

 

Los punks descubrían así la sensibilidad y recuperaban los placeres perdidos de canciones que, si el mundo fuese un lugar serio, ocuparían lo alto de las listas de venta. Más tarde llegarían a ese punto, pero el grupo ya no era exactamente el mismo. En aquel corto espacio de tiempo, se limitaron a inventar aquello que el mundo conocería como ‘indie’ y, por el camino, grabaron 23 canciones que son un himno a la perennidad, la inquietud y la eterna adolescencia del pop. Son los Orange Juice de The Glasgow School y se presentan, nuevamente, 25 años después, sin que su música haya envejecido ni un solo día desde entonces.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 PET SOUNDS REEDICION Y DO IT AGAIN TRIBUTE

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ARTÍCULOS 2006


Pet Sounds, EL POP

 

 

         Pet Sounds es EL DISCO. Pet Sounds es EL POP. Pet Sounds lo ejemplifica mejor que Rubber Soul, el álbum de The Beatles que sirvió a Brian Wilson de acicate para mejorar aquella obra cumbre e, incluso, mejor que Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el disco con el que The Beatles pretendieron superar el listón marcado por Pet Sounds.

 

Siempre en esas listas con los mejores discos de ayer, hoy y de siempre, Pet Sounds aparece en los primeros lugares, sino encabezándolas. Todas las publicaciones musicales que importan, aquí o dónde sea, lo aman, eligen, veneran y señalan. Y aún lo analizan, rebuscándole secretos escondidos. Ninguna otra grabación simboliza tan bien la transición a la edad adulta que la música pop experimentó durante la década de los 60. Sus canciones fueron una oda a la gastada California que decía adiós a su fantasía hedonista, el último segundo antes de abrir los ojos a la cruda realidad post-hippie.

 

Ningún otro disco ha sido tan diseccionado. Gracias a eso, Brian Wilson ha ascendido a los altares de la melodía pop. En sus trece temas exprimió al máximo sus dos mayores talentos: la composición y la producción. Fabricó el espejo magistral de la accesibilidad armónica y la ambición sinfónica. Aunque no tenía preparación académica, con sus visionarios instintos matemáticos hizo posible unas sesiones de grabación irrepetibles, sesiones que contribuyeron a que en su siguiente e inconclusa grabación, Smile, acabara por volverse loco, metiendo camiones de arena en el estudio para recuperar la inspiración playera.

 

 

Músicos que habían tocado con Count Basie, Frank Sinatra y Nat King Cole siguieron sus instrucciones sónicas hasta el final en Pet Sounds. El resultado: trece piezas de música publicadas en 1966 con un valor atemporal. El resto es historia. Como, por ejemplo, el hecho de que fueran la principal influencia que se encuentra detrás de Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band de The Beatles.

 

Por eso fue más que un cumplido diplomático la siguiente afirmación, pronunciada por Paul McCartney hace algunos años, señalando a “God Only Knows” como su canción favorita de todos los tiempos. Lo mismo puede decirse sobre la sentencia realizada por el legendario productor y ‘quinto beatle’ George Martin en el sentido de que si tuviera que elegir sólo a una persona como el principal genio de la música popular, escogería a Brian Wilson.

 

Cuarenta años después todavía sigue creciendo la reputación y relevancia de Pet Sounds. Su sombra se alarga: bandas que importan del presente lo mencionan constantemente, la crítica lo sigue reverenciando… En fecha tan señalada, dos ediciones recientes nos recuerdan la vigencia del disco. La primera, la reedición especial de Pet Sounds. Da igual que antes hayamos visto publicada de nuevo una y otra vez en varios formatos, incluyendo una caja con gran parte de las sesiones de grabación del disco que incluía hasta 90 tomas distintas de sus canciones.

 

 

 

La edición especial del cuadragésimo aniversario que ahora se publica incluye las mezclas mono y estéreo de todas las canciones, así como diversos extras en DVD: un primer documental llamado The Making Of Pet Sounds en el que se relata cómo se hizo el disco, incluyendo entrevistas con Brian Wilson, Mike Love, Al Jardine, Dennis Wilson, Carl Wilson, Bruce Johnston y Tony Asher; un segundo documental titulado Pet Stories, en el que Brian Wilson, Tony Asher, Hal Blaine, Carol Kaye, Don Randi, Frankie Capp y Tommy Morgan reflexionan sobre las sesiones de grabación y la leyenda y el legado del álbum; un cortometraje titulado Rhythm Of Life, en el que Sir George Martin y Brian Wilson conversan en el estudio; y, por último, los videos hechos en su momento de las canciones “Sloop John B”, “Pet Sounds” y “Good Vibrations”.

 

Al mismo tiempo, el sello hispano Houston Party Records ha logrado unir a gran parte de los nombres más reputados de la escena independiente o alternativa para rendir un homenaje al disco, grabando todas y cada una de sus canciones en versiones especiales.

 

 

En Do It Again: A Tribute To Pet Sounds hay versiones que siguen los pasos de las canciones originales, pero desde caminos paralelos, mientras que otras rompen directamente ese primer molde. La suma de diferentes personalidades proporciona una constante sensación de sorpresa: sólo hay que imaginar a Will Oldham y a Patrick Wolf en un mismo disco, o a Nobody y a Daniel Johnston compartiendo estrías.

 

Es más que interesante prestar atención a cómo todos estos artistas nos hablan desde la galaxia donde la mente de Brian vivía en 1966, pero usando giros refrescantes y personales. Algunos suenan extraños (Vic Chesnutt), algunos proponen un vals triste (Dayna Kurtz), otros prefieren la fría soledad (Micah P. Hinson) al cálido abrazo de la comunidad (Architecture ln Helsinki), pero nadie, por suerte, intenta vendernos fotocopias baratas. Eso es lo que ocurre cuando se confía en un puñado de gente que nunca subordina sus visiones a los convencionalismos, que no sigue el dictado de las tendencias débiles, insulsas. Exactamente, la misma ideología artística en la que creía Brian Wilson en 1966.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 ANUARIO DEL POP INDEPENDIENTE 2005

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 ANUARIO DEL POP INDEPENDIENTE 2005

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ARTÍCULOS 2006


Anuario del Pop Independiente

 

 

         Pues aquí está. Se trata del Anuario del Pop Independiente 2005. Tan sencilla era la idea, que parece mentira que a nadie se le haya ocurrido antes. Bien es cierto que también hay que tener iniciativa, y eso es, precisamente, lo que no le falta al responsable del portal popmadrid.com, Luis Alonso-Lasheras.

 

         También conviene destacar que casi todo lo que recoge esta publicación se pudo leer antes en el portal citado, pero seguro que nadie, salvo su responsable, se ha pasado los últimos doce meses colgado de ese -u otro- portal. Además, siempre se agradece tener a mano un libro al que acudir para repasar o recordar qué fue lo que pasó en un año cualquiera en el ámbito de la música independiente. Y decimos un año cualquiera, sí, sin equivocaciones, porque hay pretensión de darle una continuidad en los próximos años.

 

Bueno, al  grano. El libro se compone de una selección de las noticias más representativas de cada mes, hasta un total de 200; un buen montón de discos analizados en profundidad, 65 en total, seleccionando uno estatal y uno internacional por cada mes; entrevistas a artistas que en aquel momento estuvieron de actualidad, contabilizando 22 encuentros con solistas o grupos destacados como Mercromina, Cooper, La Habitación Roja, Jet Lag, Quique González, Deluxe, The Go-Betweens, Santi Campos, Clem Snide, Cycle, The Posies, Nosoträsh, Echo & the Bunnymen, Marlango, Steve Wynn, José Ignacio Lapido, Nada Surf, Lori Meyers, Paul Collins, Sidonie, Carrots y José María Granados; una selección de 10 maquetas escogidas de entre las llegadas a su redacción, con el correspondiente contacto con los grupos; y, por último, una selección de lo mejor del 2005 según la opinión de distintos críticos musicales.

 

Al precio de 10 euros, y de venta en tiendas de discos, librerías especializadas y el propio portal, el Anuario del Pop Independiente aspira, en palabras de su responsable, “a perdurar en el tiempo y convertirse en una referencia para el mundo de profesionales y aficionados a la música”. Veremos si realmente existe público independiente interesado y la respuesta popular se lo permite.

 

          Más información: www.anuariopop.com

 

Xavier Valiño

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