ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 TOM WAITS

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 TOM WAITS

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2006


Tom Waits, el conflicto se casa con el drama

 

 

         No podía ser de otro modo. Orphans: Brawlers, Bawlers And Bastards, el nuevo disco triple de Tom Waits, se convierte desde el primer minuto en un viaje musical espectacular, con parada en casi todos los géneros de la canción tradicional norteamericana. Sus 56 canciones capturan todo el amplio espectro de los poderes chamaníacos de Waits como vocalista, letrista literario, melodista romántico, arreglista innovador y pionero de mundos sónicos.

 

         Esta colección escrita y producida por Waits y su mujer y colaboradora de muchos años Kathleen Brennan contiene 30 canciones nuevas, junto a rarezas y colaboraciones con diferentes artistas del cine, la música y la literatura. La colección, compuesta y grabada en tres años, se presenta agrupada en tres bloques: Brawlers (para simplificar, el blues), Bawlers (las baladas) y Bastards (lo experimental). Blues, baladas, insectos, asesinatos y locura. O, dicho en otras palabras, todo el menú completo.

 

Acompañando su edición, Tom Waits se ha prestado a presentarlo en sus propias palabras, empezando por explicar cómo entiende él el proceso de composición. “Cuando era joven pensaba que los compositores se sentaban solos erguidos frente al piano en pequeñas habitaciones llenas de humo, con una botella y un cenicero, y que todo lo que llegaba por la ventana se transmitía a través de ellos y salía por el piano en forma de canción… Y de alguna forma misteriosa eso es justamente lo que sucede”.

 

         Nadie mejor que él debería saber qué es Orphans. “No lo sé. Orphans es un chico de la calle conduciendo un ataúd sobre un carro con grandes ruedas a través del Río Ohio, con ojos soldados fuera de sus órbitas, y un tipo buscando esposa con un petardo encendido en su oreja. Orphans tiene canciones para todas las ocasiones. Algunas fueron compuestas en medio de la confusión y grabadas de noche en un coche en movimiento; otras fueron escritas en habitaciones de hotel y grabadas en Hollywood en medio de grandes fastos. Ahí es cuando el conflicto se casa con el drama. De cualquier forma, éstas son las que sobrevivieron a la inundación y fueron rescatadas de las ramas de los árboles después de que el agua se retirase”.

 

Si definir el disco resulta complicado, al menos podría comentarnos su intención. “Kathleen y yo quisimos que el disco fuese como vaciar nuestros bolsillos sobre la mesa después de una velada jugando, desvalijándolo todo y apostando a las vacas. Nos gustan las parejas extrañas -así fue como nos juntamos-. Queríamos que Orphans fuese como un programa de radio de onda corta en el que el pasado se secuencia con el futuro, compuesto de cosas que encuentras en el suelo, en este mundo y en ningún mundo, o quizás en el próximo mundo. Cualquier cosa que te puedas imaginar que sea que sea eso”.

 

Tampoco le ha importado en esta ocasión hablar de su arma más poderosa, la voz. “En el centro de este disco está mi voz. He hecho lo mejor que he podido para hacer ruidos explosivos, gritar, sollozar, susurrar, gemir, jadear, resoplar, bramar, gimotear y seducir. Con mi voz puedo sonar como una chica, el hombre del boogie, un Theremin, un bombón de licor, un payaso, un doctor, un asesino… Puedo ser tribal. Irónico. O mostrarme trastornado. Mi voz es realmente mi instrumento”.

 

 

         Aun así, no debe ser fácil saber para su protagonista y responsable cuándo un álbum está acabado y se puede pasar página. “Si un disco funciona, debería hacerse como una muñeca casera con oropel en lugar de cabello y conchas en lugar de orejas, llenas de caramelos y dinero. O como un buen monedero de mujer con una navaja suiza y un botiquín para mordeduras de serpiente”.

 

          El triple álbum, compuesto por canciones nuevas y alguna recuperada, ha ido tomando forma poco a poco. “Juntar todo este material fue como perseguir gallinas por la playa. No se trata de buscar en el baúl y mirar qué necesitas. La mayor parte estaba perdida o enterrada bajo la casa. Algunas de las cintas las conseguí tras pagar un rescate a un fontanero en Rusia”.

 

Waits lo explica de acuerdo con su peculiar forma de entender las cosas. “Caes en la tinaja. Empezamos a escribir para salir de ella. Después escuchas y escoges y escribes en respuesta a lo que escuchas. Y grabas más. Y después te muerde una araña, vas al nido de la ardilla y haces un disco completamente diferente. Ése fue el proceso durante gran parte de los últimos tres años”.

 

         No todo fue producto del azar, sino que hay nombres y apellidos con una intervención decisiva. “Más tarde conocimos a Kart Derfler, un ingeniero mágico que trabaja en unos estudios en la parte de ciencia ficción de la ciudad. Como médico del campo de batalla, hizo un trabajo digno de Lázaro con algunas canciones y también nos grabó todo el material nuevo”.

 

         Más que nunca, el resultado toca muchos palos y muchos temas. “En Orphans hay un mambo sobre un convicto que se escapa de la cárcel con una espina de pez, un gospel de trenes sobre Charlie Whitman y John Wilkes Boothe, un blues del delta sobre un vecino inquietante, una pieza hablada sobre una mujer a la que alcanzó un rayo, un madrigal escocés del siglo XVIII sobre la rivalidad mortal entre unos hermanos, un a capella americano del campo sobre un ahorcado… También hay una canción de Jack Kerouac y un espiritual con mi propia petición en forma de oración al Señor. Hay incluso una tonada sobre un viejo monaguillo y un rockabilly sobre un joven que suplica que se le mienta”.

 

         Y, aunque parezca increíble, Waits se preocupa por lo que pensarán los demás, aunque no sin dejar caer algo de ironía sobre lo que se espera de él. “Creo que aquí vais a encontrar más partes cantadas y más para bailar de lo habitual. Pero espero que los fans que buscan más gruñidos, más trinos, más ladridos, más chirridos, tampoco se sientan decepcionados”.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 VAN MORRISON

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ARTÍCULOS 2006


Van Morrison, escucha -y mira- al león

 

Live At Montreux 1974 / 1980 (DVD, Eagle Vision)

 

 

         Dicen que el propio Van Morrison está detrás de este lanzamiento, que él mismo ha escogido personalmente estos dos conciertos para lo que es su primer DVD en el mercado. Puede ser; es más, resulta más creíble que, dado su carácter, en lugar de decidirse por editar un DVD de su reciente gira, el león de Belfast haya optado por recuperar dos viejos conciertos de la década de los 70 y, además, filmados en un festival de jazz.

 

         Da igual, porque lo que cuenta son los conciertos. ¡Y qué conciertos! Dos actuaciones, de 1974 y 1980, en las que encontramos al Van Morrison impredecible, al genio, al que huye de los lugares comunes, al irreductible autor de parte del rock más personal de las últimas cuatro décadas. Ahí está, en su elemento, disfrutándolo sin que se le note en una sola mueca, y eso queda perfectamente recogido en cualquiera de los dos conciertos.

 

         Viajemos hasta 1974. Van Morrison acaba de editar uno de los mejores discos en directo de todos los tiempos, It’s Too Late To Stop Now, de 1973. Pues por increíble que parezca, el irlandés no cuenta con banda de directo para los siguientes meses. Es más: cuando recuerda que había firmado un contrato para una cita en el Festival de Montreux de 1974, Morrison llama al organizador del mismo, Claude Nobs, y le pide que le monte una banda. Tal cual.

 

         Así es cómo tres músicos que nunca habían colaborado con él acabaron siendo su banda para esta ocasión. El teclista Pete Wingfield llegó a participar en esta actuación porque la banda de blues con la que había ido al Festival tenía demasiados músicos y se encontró de repente sin trabajo. Por su parte, la sección de ritmo formada por el bajista Jerome Rimson y el batería Dallas Taylor fue contratada por su experiencia anterior con distintos grupos y su disponibilidad en el momento justo en el que se les necesitaba.

 

         Van Morrison aprovechó la oportunidad para dar un concierto y una pequeña gira después (en la que ya no estaría el batería Dallas Taylor, sustituido por Peter Van Hooke) experimentando con un acercamiento mayor al jazz que en anteriores ocasiones. Como su nuevo disco Veedon Fleece estaba aún por publicarse, y dado que había grabado gran parte de un disco llamado Mechanical Bliss que no tenía fecha de edición -y que nunca llegaría a publicarse-, el irlandés optó por un repertorio sin concesiones al público y con material nuevo, incluyendo canciones que sólo llegarían a entrar en su discografía en 1998, como parte de su disco recopilatorio de rarezas The Philosopher’s Stone.

 

Por lo tanto, aquel concierto filmado en 1974 tiene un valor indiscutible: el del testimonio de una banda que se acababa de conocer y que dio muy pocos conciertos como tal, el de un artista más escorado al jazz que nunca y el de unas canciones que, en una buena parte, pocas veces se han podido disfrutar en su interpretación.

 

El otro concierto que se presenta en este doble DVD es otra cosa. Seis años más tarde, Van Morrison compareció en el Festival de Montreux con una banda rodada en la que se encontraban, entre otros, dos de los mejores músicos de los últimos tiempos: el saxofonista Pee Wee Ellis, habitual en las grabaciones de James Brown, y el trompetista Mark Isham, conocido, sobre todo, por sus colaboraciones y como autor de exitosas bandas sonoras.

 

En el repertorio, más amplio, incluyó algunas de las canciones que formarían parte de su siguiente álbum, Common One, pero entre las 15 canciones interpretadas hubo también lugar para alguno de los momentos que el público más recordaba de su primera década grabando en solitario: “Ballerina”, “And It Stoned Me”, “Moondance”, “Wild Night”, “Angelou” o “Listen To The Lion”.

 

En ambos, un joven Van Morrison muestra como entonces, en los primeros años de su trayectoria, se revelaba más espontáneo y magnético sobre las tablas, mucho antes de los días de su comportamiento como una diva y de sus discos de menor interés, cuando su soul celta, con efluvios de pop, jazz, rock y rhythm & blues cimentó su leyenda. Eso sí: tanto antes como ahora, su imperturbable presencia -¡no es posible atisbar ni una sonrisa!- hablan de un hombre al que sólo mueve la música.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 ROLLING STONES RAZONES DE UNA LEYENDA

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 ROLLING STONES RAZONES DE UNA LEYENDA

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ARTÍCULOS 2006


The Rolling Stones, razones de una leyenda

 

 

(Con motivo de sus próximos conciertos en España, repasamos las razones por las que los Rolling Stones son el máximo exponente del rock)

 

            Pocas coronas duran para siempre en el mundo del deporte y de la música y, sin embargo, hay un acuerdo generalizado en dos de ellas: Muhamad Ali (Classius Clay) fue el mejor boxeador de todos los tiempos y los Rolling Stones serán para siempre la mejor banda de rock’n’roll del mundo.

 

Al igual que Ali, ya hace bastante que los Stones han pegado su último buen derechazo y, en el año en el que la gran dama de la pantomima Mick Jagger cumple los 62, no es muy probable que ninguna de las canciones de su reciente A Bigger Band pulverice a una nueva generación y escandalice a otra de más edad, tal y como hicieron en su esplendor de los 60 y 70, aunque “Sweet Neo Con” haya traído la polémica con ella.

 

Pero, al igual que Ali, su leyenda todavía lo domina todo. Lo que consiguieron en un período que duró más o menos unos 20 años todavía representa el listón al que todos los jóvenes con ambición deben aspirar. Son el estandarte de las bandas de rock’n’roll.

 

En 1969 los Stones giraron por los EEUU bajo la denominación de El mejor grupo de rock’n’roll del mundo, y desde entonces nadie ha conseguido arrebatárselo. Fueron pioneros en el camino que lleva de los ídolos de adolescentes a estrellas de superestadios, justo el que los condujo de paso a las drogas, la muerte y su Satánica majestad, un camino que ahora parece el cliché del rock’n’roll pero que fue, de hecho, recorrido por primera vez por estas leyendas con arrugas. Hay muchas más que cinco razones por las que los Stones son los más grandes, pero aquí van cinco de las más importantes.

 

 

 

1 Mick y Keith (también conocidos como The Glimmer Twins)

 

         En el corazón de la leyenda de los Stones está el lazo profundo y fraternal entre su cantante Mick Jagger y el guitarrista Keith Richards: The Glimmer Twins. Desde luego, se trata de una relación que camina precariamente entre el amor y el odio, pero es la que, sin lugar a dudas, será la relación dominante de sus vidas. No hay más que recordar que después de las noticias de que a Jagger se le había concedido el grado de Sir por las mismas autoridades que años atrás trataron de meterlo entre rejas, Richards, según sus propias palabras, montó en cólera. Semanas después parecía feliz una vez más compartiendo escenario con él. Tal es la unión que existe entre los dos.

 

         Ambos representan dos extremos opuestos en el seno del grupo y nadie más que el batería Charlie Watts (a quien Jagger y Richards adoran) consigue llevarse amistosamente con los dos extremos. Por un lado está Jagger, el trepa social con pretensiones teatrales, el cerebro de los negocios detrás de la poderosa marca corporativa de los Stones, el que habitualmente se encuentra rodeado de jefes de estado, supermodelos, VIPs y todo el lujo del mundo a su alcance.

 

En la otra esquina se encuentra Richards, el forajido callejero del rock’n’roll. Keef, como se le conoce popularmente, estrella coches, lleva armas, arrasa hoteles… También se ha metido suficiente heroína como para mantener a todo un regimiento entonado durante meses, ha llevado su carrera al mismo tiempo que otra paralela con el alcoholismo, ha conseguido que su dientes cambiaran completamente de color, se rumorea que se ha hecho una transfusión total de sangre y todavía consigue explicar cada noche cómo se debe usar una guitarra eléctrica para lograr un estado de ánimo más elevado mientras no deja de fumar. Son polos opuestos. Y, sin embargo…

 

Y, sin embargo, todavía siguen unidos por aquello que los unió en la época en la que eran casi vecinos y se encontraron por primera vez en un colegio de Kent. “Le pregunté que quería hacer”, confesó Jagger, “y me dijo que quería ser un vaquero como Roy Rogers y tocar la guitarra. Lo de Roy Rogers no me impresionó mucho, pero lo de la guitarra sí que me interesó.” Años después, Jagger todavía no consigue entender el hecho de que sin la guitarra de Richards casi nadie se interesa por él.

 

Son como siameses a los que no les gusta estar cerca, pero que saben que cualquier intento por separarlos podría ser fatal. Nunca ha habido una pareja de cantante-guitarrista como ésta. Axl Rose y Slash, Ian Brown y John Squire, Noel y Liam Gallagher… Simples culebrones al lado de este teatro de envergadura.

 

 

2 El sexo y las drogas

 

         Por supuesto que los Rolling Stones no inventaron aquello de sexo, drogas y rock’n’roll; simplemente parece que lo hicieron a su medida. Evidentemente, pocos han logrado tanto rendimiento e infamia en la persecución de los placeres carnales o químicos. Como se podría prever, los dos líderes no podían haber tenido los mismos vicios, pero sí que tomaron direcciones distintas con la misma intensidad: Richards buscando el nirvana narcótico y Jagger empujado por un apetito sexual superior al de toda la Legión.

 

         Todos los miembros de la banda, menos el estoico batería Charlie Watts, se han visto envueltos en algún famoso drama sexual con una exquisita belleza y, a veces, con la misma exquisita belleza al mismo tiempo.

 

         La imagen más poética puede ser la de Richards esperando en su coche durante 12 horas en la puerta de una mansión de Notting Hill mientras Jagger rodaba una escena de sexo con la modelo -y entonces novia de Richards- Anita Pallenberg para la película de culto Performance, una escena tan potente que obtuvo un galardón holandés a la mejor escena pornográfica.

 

         De todas formas, hay que tener en cuenta que ésa es una aparición un tanto atípica de Richards en el catálogo de intrigas sexuales de los Stones, un papel reservado casi siempre para Jagger, sin olvidar las preferencias del bajista Bill Wyman por las adolescentes.

 

         Mientras que Richards se dedicaba a perseguir sus demonios por las noches, Jagger siempre prefirió a las damas de alcurnia. Marianne Faithfull, Anita Pallenberg, Bianca Jagger y Jerry Hall fueron las más famosas de sus conquistas, pero también ha habido otros miles de placeres desconocidos para el hombre al que más de una consideró como “el mejor amante”.

 

 

         De hecho, el joven Jagger radiaba tanto atractivo que en una de sus primeras apariciones en el show de Ed Sullivan, a principios de los 60, provocó una respuesta airada por parte de los guardianes morales en todos los Estados Unidos. ¿Su crimen? Una agitación de sus caderas. Un movimiento de los labios. Un brillo en sus ojos.

 

         Y aún hoy, mientras se acerca a la edad de las excursiones del INSERSO, continua provocando escándalos sexuales y proporcionando material para los tabloides. “El sexo es cada vez mejor”, confesó no hace mucho para explicar su promiscuidad, “mientras que las chocolatinas tienden a empeorar”.

 

         En el año 65 una revista musical, Melody Maker, apareció en su portada con la pregunta: “¿Dejaría usted que su hija saliese con un Rolling Stone?”, plateando la cuestión sexual como algo que dividía a la generación del rock de la inmediatamente precedente. Enamorarse de una estrella del rock no había sido considerado algo peligroso antes de que aparecieran los Rolling Stones, y tampoco ha vuelto a ser igual de peligroso desde entonces.

 

         Keith Richards y el guitarrista Brian Jones, mientras tanto, seguían otro código de placer diferente. El apetito de Jones por las drogas era tal que acabó consumiéndolo, consiguió que lo echaran del grupo en mayo del 69 y, tres meses después, acabó con él ahogado en su propia piscina. Todo ello antes de que el grupo descubriese la heroína. Desde entonces, ha habido tres adictos a la heroína en el grupo: Keith Richards, Charlie Watts (que no la probó hasta que el resto del grupo lo había dejado) y el sustituto de Brian Jones, Mick Taylor, quien se unió al grupo totalmente limpio y lo dejó convertido en un adicto irremediable y alcohólico. Además, claro está, hay que tener en cuenta los incidentes judiciales relacionados con las drogas.

 

 

 

3. El escándalo

 

         Un incidente destaca sobre los otros en la hoja de cargos de los Rolling Stones, ya que los enfrentó no sólo a las fuerzas de la ley y el orden, sino que puso en entredicho a una sociedad en su conjunto. En 1977, los rumores de que uno de los componentes del grupo había tenido una relación con Margaret Trudeau, la mujer del Primer Ministro de Canadá, envolvieron al grupo en una gran controversia.

 

         Sin embargo, fueron sus desmanes de diez años atrás lo que amenazaron con enzarzar a todo un país en una disputa. En 1967, después de que Keith Richards, Mick Jagger y algunos amigos hubieran pasado la tarde en la casa de campo del primero viajando con el LSD, la vivienda fue tomada al asalto por la policía. A Mick Jagger le encontraron algunas anfetaminas y algo de hachís, mientras que Keith Richards fue procesado por prestar su casa para el consumo de drogas. Tras la desmesurada exposición pública del caso, Mick Jagger fue condenado a tres meses y Keith Richards a un año de prisión.

 

         Muchos, por aquel entonces, pensaron que estas sentencias obedecían más a una caza emprendida por las instituciones y las clases dominantes para acabar con el peligroso rock’n’roll, algo que los Rolling Stones representaban como nadie. Ello dio lugar a una gran ola de protesta, que culminó con un famoso editorial del periódico Times.

 

         La prensa más populista, mientras tanto, se centraba más en el rumor tan-ridículo-que-podría-ser-cierto de que Mick Jagger le estaba haciendo un cunnilingus a su novia Marianne Faithful cuando fue detenido con la ayuda de una chocolatina Mars.

 

         Sin embargo, fue el editorial de Times y la consiguiente polémica en su país los que tuvieron un peso decisivo en el proceso judicial, consiguiendo que ambos fueron puestos en libertad sin cargos tras la correspondiente apelación. Rolling Stones 2 – Poder 1. Los Rolling Stones, como decía aquella canción de Bobby Fuller versionada por The Clash, realmente lucharon contra la justicia y, al contrario que en la canción, ellos sí salieron victoriosos.

 

 

 

4. El rock’n’roll

 

         ¿No hemos mencionado aún que los Rolling Stones han compuesto parte del rock’n’roll más demoníaco y directo de la historia? Pues habrá que recodarlo, por si a alguien se le había pasado. Es difícil no parecer la Enciclopedia Británica al describir la importancia de proporciones bíblicas del modelo Stones, pero no hay forma de escapar a ello.

 

         Han escrito las mejores canciones del rock. Incluso al principio, cuando no las componían, cuando no eran más que un grupo de versiones de oscuros blues con éxito entre el público blanco (¿Qué? ¿Alguien se creía verdaderamente que The White Stripes habían inventado la idea?), les daban una dimensión de peligro que las convertía en suyas. Pero cuando su estricto manager Andrew Loog Oldham decidió que sería una buena idea que Mick Jagger y Keith Richards emularan a John Lennon y Paul McCartney componiendo, fue cuando empezaron a labrarse su leyenda.

 

         Se podrían preparar varios discos con canciones de Jagger y Richards que consiguen el extraño logro de ser personales y autobiográficas, y que, a la vez, llevan impresas la fecha de su creación. Y, sin embargo, todavía siguen siendo relevantes y contagiosas 30 años después.

 

Ya sólo los títulos destripan el signo de su tiempo, con historias de las que la mayoría de los grupos han huido: “Paint It Black” (“Píntalo de negro”), “Street Figthing Man” (“Luchador callejero”), “Sympathy For The Devil” (“Simpatía por el diablo”), “(I Can’t Get No) Satisfaction” (“(No puedo conseguir) Satisfacción”), “Let It Bleed” (“Déjalo sangrar”) o “Sister Morphine” (“Hermana Morfina”). En el momento en que Jagger se dio cuenta de que podía escribir cualquier cosa que quisiera, lo uso para componer algunos de los textos más provocadores y definitivos de la historia del rock.

 

Pero sin el Riff Humano, Jagger no hubiera sido más que un par de labios vociferando. Impulsado por el elegante pulso rítmico de Charlie Watts, Keith Richards consiguió trenzar los riffs perfectos y las melodías que definieron el rock, tan tradicionales como las de los artesanos del blues que le inspiraron y tan novedosas como las noticias de mañana. ¿Cómo lo logró? Vudú, probablemente: vudú, tabaco y güisqui de malta, convirtiéndose en una fórmula que ha inspirado varias generaciones de imitadores.

 

 

 

5. El legado

 

         Así que, Rolling Stones, os damos las gracias. Sin vuestra maligna influencia y vuestras asombrosas canciones, el rock’n’roll todavía estaría con nosotros y se iría a tiempo a la cama. Guns N’Roses os dan las gracias por los riffs y la imagen de forajidos. Happy Mondays os dan las gracias por hacer que la adición a las drogas parezca algo natural. Johnny Thunders os da las gracias por enseñarle como construirse una carrera. The Stone Roses os dan las gracias, especialmente por cómo comportarse a las puertas de un juzgado.

 

         Aerosmith y The Black Crowes os dan las gracias de verdad. The Strokes os dan las gracias. The White Stripes os dan las gracias. Black Rebel Motorcycle Club os dan las gracias. Oasis os dan las gracias. The Charlatans os dan las gracias. Los Sex Pistols y The Clash os dan las gracias, incluso muy a su pesar. De hecho, cualquiera que haya cogido en algún momento una guitarra, un micro, una batería y un bajo, y se haya atrevido por un momento con ellos, os da las gracias.

 

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 BOB DYLAN NO DIRECTION HOME

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ARTÍCULOS 2006


El enigma de Robert Zimmerman

 

Bob Dylan: No Direction Home (DVD Sony)

 

 

 Una de las cualidades más reseñables de Bob Dylan es su habilidad para mantener el enigma esencial de sí mismo. Puede participar en películas intrascendentes, editar largos libros de memorias, incluso prestar su imagen y canciones a un estúpido anuncio de ropa interior y, a pesar de ello, mantener intocable el misterio de qué fue lo que hizo que un chaval inquieto llamado Robert Zimmerman se convirtiera en el icono apodado Bob Dylan. Si Martin Scorsese tuvo en algún momento la intención de llegar al fondo con su documental de tres horas y media No Direction Home, está claro que no lo consiguió, pero eso no hace que esta película comercializada en DVD sea menos que extraordinaria y necesaria.

 

Centrada en los años históricos que le llevaron de tocar en bandas de rock’n’roll de Minnesota a finales de los 50 a su accidente de moto en 1966 -sea cierto tal percance o sólo una excusa que se inventó para desaparecer durante un tiempo-, No Direction Home incluye una buena cantidad de material de archivo. De entre lo recogido, destaca una larga y franca entrevista en cuatro jornadas con el propio Dylan (conducida por su colaborador de muchos años Jeff Rosen) y otras con muchos de los que lo conocieron entonces, como Allen Ginsberg, quien reconoce que lloró tras escuchar por primera vez “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” al descubrir que el testigo acababa de pasar a otra generación distinta a la suya.

 

Lo más destacable es que, a pesar de que Martin Scorsese se encontró con todo el material rodado cuando saltó al proyecto, éste ha convertido la película en un film propio con muchos puntos en común con el resto de su trayectoria. Como Uno de los nuestros, Toro salvaje o El aviador, se trata de una historia sobre cómo los tiempos conforman a determinadas personas y cómo éstas se echan atrás en algún momento, al menos durante un tiempo.

 

 

En más de una ocasión, Dylan sugiere que, aunque viene de una pequeña localidad llamada Hibbing, en Minnesota, aquel lugar no era su hogar, sino que se trataba de una localización en la que su cuerpo se había instalado temporalmente a la espera de alcanzar la mayoría de edad para volar. Consecuentemente con ello, Scorsese pone su énfasis en el potencial americano de reinventarse y la tristeza que puede sobrevenir cuando se logra. Rehaciéndose a sí mismo como un seguidor de Woody Guthrie, después como el producto más interesante de la escena folk de Nueva York y, más tarde, como un visionario rebelde del blues-rock y del estilo que llamarían americana -que aún estaba por inventarse-, Dylan contentaba y confundía a sus admiradores a partes iguales.

 

En la parte central del film, uno de los entrevistados articula la mística central de Dylan de la forma más sencilla posible, pero con las palabras más apropiadas: “Mientras está en el escenario, de alguna forma nos transporta con sus canciones diciéndonos que sabe algo que nosotros no sabemos”. Es la forma más llana de describir la razón de la fascinación por Dylan, del mito entre el resto de los mortales, del hombre tan atrapado en la persona que se ha creado con sus textos crípticos y su apariencia que incluso un director como Martin Scorsese sólo puede arañar la superficie de un ser extraño que parece contener el secreto más grande del mundo en su música. Da igual que lo cuente todo, porque sigue pareciendo que hay algo que se nos escapa, que no sabemos; es decir, la misma sensación que dejaba el primer volumen de sus Crónicas editado el año pasado.

 

El conflicto central de Don’t Look Back se traduce en conocer cómo se pasó en seis años de ser considerado un profeta a un paria, cómo llegó al punto de que sus fans pagasen por una entrada simplemente para abuchearlo. En la compleja narrativa por la que opta Scorsese, este aspecto se muestra hacia atrás al tiempo, mientras que los primeros años de Dylan se muestran en sentido cronológico, hacia delante. Una vez que las dicromáticas imágenes de Dylan se unen en el punto medio, conseguimos atisbar una imagen clara del enigma de Dylan: por qué sus fans se sintieron traicionados mientras a él no le importaba en absoluto lo que pudieran pensar, y cómo esa apatía sólo realimentaba la admiración hacia él.

 

 

Para confirmarlo, Scorsese vuelve una y otra vez a lo que D.A. Pennebaker rodó durante la gira británica de 1966 (que conformaría la película Don’t Look Back de aquel año), aquella serie de conciertos en los que los fans le gritaban “Judas” y “Traidor” cuando aparecía con sus músicos en formación eléctrica, los mismos que luego se convertirían en The Band. Fuera del teatro de Newcastle, donde aquella polémica actuación se vio por primera vez, los seguidores británicos de Dylan expresan el sentimiento de traición que sienten porque, según ellos, Dylan ha abandonado la tópica canción protesta, sin saber que esperaban a un Dylan que ya había desaparecido.

 

No Direction Home no desprecia totalmente ese sentimiento de pérdida. El título (Sin dirección o, también, Sin un hogar) no está ahí por accidente, ni tampoco lo están los lazos de unión entre la transformación de Dylan desde el activismo político, la muerte de Kennedy y el colapso del optimismo norteamericano que creía que una canción cantada con la suficiente fuerza y durante bastante tiempo podía cambiar el mundo.

 

La admiración de Scorsese por la música de Dylan era evidente antes de rodar esta película, pero nunca llega a desprenderse de la idea de que el éxito de Dylan trajo sus consecuencias. Mientras interpreta canciones de dudas, desilusiones, desengaños y distintas clases de confusión a todo volumen, Dylan parece sobrecogido y fuera de sí en las imágenes de 1966, en especial una interpretación a medias con Johnny Cash de “I’m So Lonesome I Could Cry”, aunque en ningún momento se mencionan las drogas (ni, tampoco, curiosamente, a su primera mujer Sarah, la madre de sus cinco hijos).

 

Parece que si todavía no había perdido su alma como otros personajes de otros films de Scorsese, al menos iba encaminado en esa dirección. Por supuesto, no era el único que se sentía así entonces; simplemente se dedicaba a construir su banda sonora. Si No Direction Home prueba algo, es que el Dylan ‘auténtico’ probablemente nunca aparecerá o, de hecho, puede que incluso no haya existido.

 

Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2006 BRUCE SPRINGSTEEN BORN TO RUN

ARTÍCULOS 2006 BRUCE SPRINGSTEEN BORN TO RUN

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ARTÍCULOS 2006


Born To Run, la representación definitiva del sueño del rock

Bruce Springsteen: Born To Run, 30th Anniversary Edition (Sony)

 

         Está la anécdota. Aquella que dice que Bruce Springsteen idolatraba al productor Phil Spector y, después de grabar un grandioso -en todos los sentidos- Born To Run, intentó conocerlo. Se pasó por el estudio en el que el productor estaba trabajando en “Born To Be With You”, de Dion DiMucci, y asistió a una larga sesión sin obtener una sola palabra de Spector. Al final, éste se dirigió a él: “¡Si querías mi sonido, tenías que habérmelo encargado a mí!”  

         Está la emoción, la misma que consiguió que en 1975 se le pusiera la piel de gallina a todos cuantos escucharon los acordes iniciales de un disco con un principio, una parte central y un final irrepetibles: “Thunder Road”, “Born To Run” y “Jungleland”. Treinta años después la sensación permanece inalterable.  

¿Qué pasó para que en ningún otro disco como éste se conjugase la épica y la pasión? No hay más que tratar de imaginarse la escena del rock en 1974, cuando Bruce Springsteen empezó a escribir y grabar el álbum que significaría su conversión de aspirante a uno de los nombres sagrados del rock. Elvis había despuntado tan sólo unos 18 años antes y Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix y The Beatles habían fallecido o se habían desintegrado unos cuatro años antes. Bob Dylan ya llevaba un largo período en esto y, a la edad de 33 años, parecía que su momento había pasado. El peso de la historia de la música pop era algo con lo que se podía jugar y, con tanto territorio aún virgen, los grupos se sentían obligados a ver adónde podía dirigirse el rock. 

En este entorno, Springsteen todavía contaba 24 años y aún lo tenía todo por delante. Como adolescente, se le había considerado el nuevo Dylan y había grabado dos discos sin demasiada repercusión, así que todavía no era una estrella. Tenía talento y ambición a partes iguales, pero lo que le pondría por encima de los demás sería su visión. Springsteen creía como nadie más en el poder y las posibilidades del rock, lo que le condujo a lugares que pueden parecer extraños a los que han crecido con la MTV y todo lo que el punk simbolizó. Su planteamiento ingenuo, pero inspirado, tuvo su más pura expresión en Born to Run, que ahora se reedita con la excusa del 30 Aniversario, en una caja que incluye dos DVDs extra: un documental y un concierto.

Born to Run es un disco singular, incluso dentro del canon Springsteen. Su mundo es el de un hiperrealismo romántico e imposible, donde lo mundano se convierte fácilmente en algo fantástico, y donde todo ocurre en cada una de sus líneas. A través de ellas, recorremos el Jersey de los primeros 70, la extraña sensación de una época que se ha ido, algo que concuerda con la descripción de Springsteen en la canción que le da título: “El parque de atracciones se alza rígido y desafiante. Los chicos se amontonan en una nube en la playa”. Podría tratarse de un par de adolescentes aburridos sentados en un parque perdiendo su tiempo, pero con la imaginería de Springsteen y un saxo que se mete hasta el tuétano, se transforma en esplendor cinematográfico.

La siguiente frase incrementa esa sensación: “Esta noche quiero morir contigo en las calles, Wendy, en un beso eterno”. De la forma en que lo cantaba en 1974, no aparentaba ser un diario confesional, sino expresionismo desquiciado, Kerouac con una botella de vino rojo en el estómago. Mientras todo el mundo se dejaba llevar sentado frente a una televisión, Springsteen veía una ópera en el asfalto y un ballet que se representaba en los callejones.

También reconoce que quiere saber si el amor es salvaje y real, pero la realidad no es un concepto de mucha ayuda en el contexto de este disco. Puede que Born to Run sea una obra maestra, pero sólo en sus propios términos. Springsteen aún no sabía mucho de las relaciones de pareja, pero tenía un instinto para el drama, y sus historias se basaban más en el argumento y las circunstancias que en las personalidades. 

 

Casi todas las canciones hablaban de la imagen mitológica central en la era del rock’n’roll, las ideas de escape y abandono. Sin embargo, era el drama lo que contaba; las historias de Springsteen no tenían nada de nuevo, aunque nadie las había contado antes mejor o había logrado que importasen más. Su historia, ya familiar, representaba más de la mitad de su poder: la promesa y el reto de la noche; el atractivo de la carretera; la búsqueda de una oportunidad que vale la pena tomar y el precio que se ha de pagar; las fronteras de la ciudad como la última y permanente frontera… 

Lo que era nuevo era la majestuosidad que Springsteen y su banda le daban a la historia. Su voz, sus palabras y la música  convertían los sueños y los fracasos que dos generaciones anteriores habían dejado atrás en algo épico que había empezado cuando el coche saltó por el precipicio en Rebelde sin causa. Uno siente que todo lo que en algún momento importó, todo lo que había que decir, está en este disco, presentado con una determinación que parecía haberse desvanecido años atrás. Los conflictos aquí relatados hablan del hombre contra su entorno social. Más adelante, una vez que Springsteen encontró su lugar en la sociedad, el conflicto pasaría a ser el del hombre contra sí mismo. 

Sus auténticas dimensiones se extienden ahora como nunca al sonido, mejorado ampliamente en esta reedición, con la primera remasterización que sufre el disco desde que se editó por primera vez en disco compacto. La épica de las mini-óperas de Phil Spector convive con una voz que nunca volvería a sonar tan poderosa y fuerte, con el añadido de un eco que parece ir un segundo por detrás de la melodía para darle mayor profundidad. 

En cuanto a los extras de esta edición, el primer DVD contiene el debut de 1975 de Bruce Springsteen en Londres, en el Hammersmith Odeon, toda una revelación. El concierto arranca con el piano y la armónica de “Thunder Road”, una escasa luz enfocando sólo a Springsteen en un escenario oscuro y Roy Bittan tocando por alguna parte detrás de él. Cuando el resto de la banda se les une, se desatan los elementos, convirtiéndose en una representación teatral, dramática y emocionante. De esta forma, se convierte en uno de los trabajos esenciales de la discografía de Springsteen. 

Wings for Wheels, el documental sobre cómo se grabó el disco, revela abundante información sobre los aspectos técnicos del disco, con demostraciones de cómo las canciones fueron evolucionando con el tiempo. Escuchar cada una de las partes separadas de la densa “Born To Run” -la guitarra acústica o el saxofón aislados, por ejemplo-, es como un curso intensivo sobre cómo mezclar las canciones. También contiene los comentarios de su autor sobre qué significa cada canción y cómo las compuso. Su propia definición se puede tomar como el mejor epílogo: “Born To Run fue el disco en el que dejé atrás mis definiciones adolescentes del amor y la libertad, marcando la línea divisoria con el resto de mi obra”.

Xavier Valiño

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