IVÁN FERREIRO
Iván Ferreiro, de vuelta a la adolescencia homenajeando a Golpes Bajos
Acaba de editar el disco más especial de su carrera, Cena recalentada, su homenaje al grupo gallego de los años 80 que fue el que más le marco en el paso de su niñez a su adolescencia. Nos atiende Iván en medio de unos días de descanso que se ha tomado tras lo que fue la vorágine inicial de la promoción de este trabajo. Aun así, el descanso no es todo lo que él quisiera, ya que sigue en Madrid, en lugar de haber vuelto a su hogar cerca de Vigo (Pontevedra), ya que ese día tiene otro compromiso en la capital: tocar en un concierto homenaje a Antonio Vega que servirá para recaudar dinero contra el hambre.
Para empezar, me gustaría saber si conoces el caso de algún artista que haya recreado íntegro el repertorio de otro, como has hecho tú con las canciones de Golpes Bajos en este Cena recalentada.
– Pues no. Recuerdo algunos artistas que han hecho un disco completo, grabándolo o tocándolo en directo, pero no todas las canciones de otro artista, aunque bien es cierto que el repertorio de Golpes Bajos tampoco es muy amplio.
¿Recuerdas a primera vez que escuchaste a Golpes Bajos? ¿Dónde estabas?
– Recuerdo el verano en que los escuché y el lugar, aunque no exactamente el momento. Fue en uno de aquellos veranos de los años 80 que eran eternos en Vigo. Y recuerdo también que ya en aquel momento los vi en directo en el Auditorio del Parque Castrelos de Vigo [el 24 de agosto de 1984] en un concierto en el que también estaban Siniestro Total. Y al año siguiente los vi también allí en un concierto con Poch, de Derribos Arias, de telonero. Antes de sus conciertos había visto en directo solo a una banda de Vigo con músicos como Javier Embora y Fran Iguana, probablemente el verano anterior y, después, el primer concierto grande al que asistí, que fue el de Miguel Ríos con Luz y Leño en la gira del Rock de una noche de verano [el 26 de agosto de 1983]. El siguiente ya fue el de Golpes Bajos.
¿Qué recuerdas de aquellos conciertos, cómo te deslumbraron?
– Fueron conciertos muy distintos. Al de Miguel Ríos en Balaídos fui con mi madre y mis tías, y lo viví desde la grada; era la primera vez que experimentaba cómo retumbaba todo y que sentía como la botella de agua me temblaba en la mano con la vibración. Todo eso me impactó y me sedujo mucho. Y ya, después, el de Golpes Bajos, que lo viví con mi vecina Sonia, mayor que yo, desde el fondo de la grada. Era el primer concierto al que asistí en el Parque de Castrelos, lugar al que volvería una y otra vez durante mi vida. Flipé mucho con los conciertos de Golpes Bajos y Siniestro Total, que fueron dos conciertazos muy potentes, con la sofisticación, la belleza y la emotividad de los primeros, que era ya mi banda favorita, y también con el de Siniestro Total, muy potente y enérgico, quienes empezaron enumerando las líneas de autobuses de Vigo para levantar al público. Si Miguel Ríos era ya una estrella, el de Golpes Bajos era el concierto de alguien de aquí, alguien que podíamos considerar nuestros, uno de nosotros. Fueron muy impactantes para mí en mi forma de ver la música.
¿Cómo cambiaron tu forma de entender la música?
– Yo ya estaba entonces en clases de órgano con Mari Carmen, una profesora de al lado de casa, una señora que curiosamente acabó siendo mi vecina en Nigrán. Había tenido clases de guitarra pero había sido un fracaso. En cuanto escuché a Golpes Bajos, quise dejar el órgano porque me di cuenta de que no tenía nada que ver con los sintetizadores y los pianos que ellos metían en sus canciones. Así que, a los 14 años, empecé clases de piano con Ángeles, una señora mayor que tenía una formación clásica, de repetir partituras. Cuando en mi primera clase le puse las canciones de Golpes Bajos «Cena recalentada» y «Tendré que salir algún día», me miró con una cara… Ahí vi que se le escapaba todo aquello. Aprendí con ella, pero sobre todo a partir de lo que le preguntaba, como en cuestión de armonías. Ahí descubrí que hay muchas formas de acercarse a la música. Empecé tocando un órgano de segundo mano que le compramos a mi profesora y luego conseguí que mi abuela me financiase un sintetizador, un Korg Poly 800, y ya monté mi primera banda. En esa época creía que los sintetizadores podían hacerlo todo aunque luego descubrí que no. Trabajé con cajas de ritmo y teclados mucho tiempo haciendo maquetas aunque, al montar Piratas (que era un grupo más de guitarras al principio en el que me vi abocado a ser cantante, ya que yo pensaba que sería teclista), desvié mi atención hacia las grabadoras, descubriendo que la grabación es mi obsesión y mi alegría, todo un placer.
El grupo fue algo muy especial en su tiempo, no sé si adelantados, pero no había nada así.
– En mis clases de órgano aprendí lo básico, los acordes, etc. Con otros grupos sacaba sus canciones bastante pronto, pero con Golpes Bajos no podía. Por ejemplo, «Cena recalentada» aprendí a tocarla un día que me encontré a Teo Cardalda en un camerino de una cadena de televisión y le pedí que me la enseñara. En ese momento me di cuenta de que no la hubiera sacado nunca, no tenía ni idea de que esas notas pudieran ir en ese lugar con esa armonía.
Has ido conociéndolos durante estos años, supongo.
– A mí me ayudó mucho en mi vida un guitarrista de Vigo que se llamaba Pablo Vidal y que tocaba en una orquesta llamada Club Naval que hacía versiones. Él fue quien me prestó mi primer micrófono, la caja de ritmos, una grabadora de 4 pistas… Pablo conocía a un amigo del bajista Luis García. En un verano en el que trabajé recogiendo vasos en un garito de Baiona, apareció Luis. Ahí hablé con él y le estuve dando la lata toda la noche, aunque fue muy amable. A Pablo Novoa lo conocí cuando yo estaba ya con Piratas y él se encontraba grabando con La Marabunta. Coincidía mucho con él en el estudio pero me daba mucho respeto hablarle, porque me parece un fuera de serie como músico. El día que ya hablé con él en profundidad fue cuando yo estaba en un concierto en Zaragoza tocando con Piratas y él apareció en el camerino porque estaba de gira con Julieta Venegas. A partir de ahí ya tuvimos buena relación y nos fuimos encontrando más veces, hasta que acabó formando parte de mi banda.
¿Y a Teo y Germán?
– A Teo Cardalda lo conocí estando él ya en Cómplices a partir de que mi hermano Amaro salía con su sobrina. Coincidimos en un concierto en Castrelos en el que Piratas eran teloneros de Cómplices. Ahí sucedió lo peor que le puede pasar a un chaval, que lo valoren por su lazo personal y no como músico. En esa ocasión, ellos me dejaron su micrófono inalámbrico y a partir de ahí ya tuve mucha más relación con Teo, alguien que siempre se portó muy bien conmigo. A Germán Coppini lo conocí en Castrelos cuando volvieron Golpes Bajos con el disco Vivo de 1998. En aquella ocasión no estuvieron demasiado finos. Ese día tocaban también Presuntos Implicados, que eran los productores de nuestros discos de Piratas, así que pude entrar en el camerino. Los dos tenían caras muy largas, así que no me dio más que para decirles hola y adiós. Me quedé con las ganas de tener una conversación más profunda con Germán. Creo que me habría divertido mucho hablando con él y que él se habría divertido mucho conmigo.
Años después, en el 2014, decides ya montar todo su repertorio para un concierto en el Festival Portamérica.
– Yo venía hablando con Pablo Novoa de esto desde hace tiempo, ya que era una idea que tenía desde adolescente. De hecho, tengo en casa una maqueta grabada de “Cena recalentada”, después de que me la enseñase Teo, y de “Escenas olvidadas”, que disfruté mucho haciendo. Cuando murió Germán a finales del 2013 le propuse a Pablo hacer todas las canciones de Golpes Bajos. Coincidió que los responsables del festival Portamérica me ofrecieron hacer un concierto distinto [el 17 de julio del 2014]. Ahí fue cuando hablé con Pablo y con Luis y se lo propuse.
Aparte de que no se anunciara bien y de que la parte del público no lo entendiera entonces, ¿cómo resultó para la banda?
– Nosotros lo disfrutamos muchísimo, aunque por haberlo anunciado mal muchos creyeran que se trataba de un concierto de Iván Ferreiro con sus canciones y no un concierto interpretando las canciones de Golpes Bajos. Hablándolo después con Pablo, me comentó que se parecía a algunos conciertos de Golpes Bajos en los que se les enfrentaba el público y les tiraban cosas. Nosotros ya sabíamos lo que había y salimos igual a disfrutarlo. Yo me puedo aislar del público cuando me da la gana, y en este caso lo hice y fue mágico para mí. Luis ni se enteró de lo que pasaba desde el fondo del escenario. Yo oía al público al fondo y me reía sabiendo que coincidía con la actitud y el desafío de Golpes Bajos.
Entiendo que no hubo posibilidad de darle continuidad entonces, me imagino que debido a que estabas más volcado en tus proyectos. ¿Cómo le cuentas a Pablo y cómo recibe este la noticia de que quieres hacer el disco? ¿Crees que él es quien mejor entiende la esencia del grupo?
– En aquel momento lo aparqué porque tenía otros proyectos en solitario. Después de un buen año de gira con mi disco Casa, que todavía continúa y con la que estaré aún un año más, encontré en mi casa las pistas que habíamos grabado para el concierto de Portamérica. Ya teníamos el trabajo duro hecho, así que hable con Pablo para hacer el disco. Al poco tiempo, él se sintió agobiado y me dijo que no quería hacerlo así, que quería cambiar las cosas y que no fuera exactamente como lo habíamos hecho antes. A mí me alegró mucho porque me estaba pareciendo aburrido repetir el proceso. Si lo hacíamos, era para disfrutarlo. Este era un disco en el que Pablo y Luis se tenían que sentir muy cómodos los dos, por eso le cedí la producción a Pablo, porque para él es más delicado y tenía que estar en un terreno confortable. Pablo es quien mejor entendió lo que pasó con Golpes Bajos, es el único capaz de ver las cosas en su justa medida. Este disco representa mejor la forma en la que veo yo a Golpes Bajos que la forma en la que lo ve Teo, por ejemplo. No es la parte jazz la que sustenta a Golpes Bajos, sino la de la energía.
Habéis sido fieles a los arreglos originales, pero supongo que también queríais aportarles algo propio.
– La primera aportación tiene que ver con mi interpretación del sonido de las cosas, con las cajas de ritmos, que en su día estaba muy limitadas y hoy tienen muchas más posibilidades. Nos pareció que debíamos acercarlo un poco a la gente que está utilizando esas posibilidades y sabe cómo lograrlo, bandas como Daft Punk, Tame Impala, Radiohead… Si Golpes Bajos hubieran tenido tiempo, posibilidades y la calma suficiente para analizarlo, puede que hubieran tirado por ahí. Nosotros cambiamos algunos sonidos, algunos arreglos o teclados por guitarras que están tratadas, pero yo también pedí que otros sonidos quedaran igual. Hemos ido jugando y, después de tener la base, hemos investigado cómo las tocaríamos nosotros teniendo en cuenta la banda que somos. Ahora mismo ya no sé qué parte es nuestra y qué parte es de ellos. He intentado mimetizarme con las canciones y de existir en ellas de una forma respetuosa.
Contar con Luis, que es un bajista excepcional, y Teo, compositor de buena parte de los temas, es todo un plus.
– Luis ha hecho ligeros cambios, porque sus bajos son ya de por sí espectaculares. Si dejas solo el bajo y cambias todo lo demás, sigue estando la canción de Golpes Bajos. Es una maravilla. Al principio, no nos planteamos la participación de Teo pero, después, si queríamos que estuviera de alguna forma, y fue Pablo quien decidió que podía hacer un solo en “Escenas olvidadas”, aunque el disco ya estaba muy avanzado y no había mucho que hacer en este aspecto.
Al hacer de nuevo las canciones, ¿qué fue lo que más te sorprendió?
– Al analizar la parte que hacía Germán Coppini, me di cuenta de lo difíciles que son de cantar sus canciones. De todas formas, cuando grabamos nuestro disco no me escuché los suyos de nuevo para no distraerme y encontrarme yo con las letras, porque sé que hay un adolescente dentro de mí que se sabe esas canciones. La verdad es que es flipante que unos tíos tan jóvenes hicieran esas canciones.
¿Cómo de complicado fue ponerse en la piel de Germán? ¿Te sentiste cómodo colocándote en un sitio que no es el tuyo? ¿O la incomodidad, si es que la hubo, es algo que te motiva?
– En mi caso traté de convertir los versos de Germán no solo en la letra que canto, sino en pequeños ritmos muchas veces. Traté de tirar de Germán desde el recuerdo y, luego, traté de encontrarme yo dentro de ello. Hice un trabajo de análisis y, tan pronto encontré el lugar, me sentía cómodo ahí y ya me solté. Para cantar las canciones de otro tienes que ponerte en un lugar distinto. En estas canciones, hay veces que no puedes empezar a medio gas, sino que tienes que hacerlo con rabia desde el inicio. El recorrido de sus canciones es distinto al de las mías. En cuanto entendí eso, todo cambió. Cuando te sitúas, te das cuenta de que no es un lugar en el que tengas mucho espacio para moverte, pero es agradable. Que sea estrecho no quiere decir que no sea confortable.
¿Estabas preparado para las críticas que podían llegar?
– A mí me da bastante igual. Si estuviera preocupado por cada cosa que hago, estaríamos jodidos. Este es más un disco para la gente que no conoce a Golpes Bajos. Quien quiera volver a oírlos, tiene toda su discografía disponible. Creo que resultará más interesante para quien no los conocía. Y más interesante es la respuesta de la gente más joven a quienes les están gustando las canciones que van descubriendo, lo que sirve también para que se entienda mi música desde otro sitio. Ya se habían acostumbrado a mi forma de hacer canciones y ahora se enfrentan a estas otras que son totalmente diferentes. Hay mucha gente que me está comentando que lo está disfrutando muchísimo y que se levantan con temas como “No mires a los ojos de la gente” o “Malos tiempos para la lírica”. Eso es lo que más ilusión me hace. Yo no pretendía superar a Golpes Bajos, sino que lo mío es un humilde acercamiento a su obra, un divertimento y un capricho para mi disfrute, y espero que a través de ello haya gente que los conozca y descubra. El disco ha llegado al número 2 de ventas y, si alguien lo entiende como un disco mío, sin saber su origen, también me sentiría muy halagado.
¿Qué canciones subieron en tu nivel de apreciación y cuáles cayeron al hacer el disco?
– No me he llevado grandes sorpresas. Las que consideraba grandes canciones, las sigo viendo así. Y las que podía considerar como el patito feo, las he disfrutado enfrentándome a ellas desde otra posición. A mí me gusta menos la parte salsera, como, por ejemplo, “Colecciono moscas”, que es la canción que menos aprecio, pero en este caso Pablo me la acomodó para que me sintiera bien cantándola, y me gusta como ha quedado.
La portada iba a ser de Ceesepe, ¿no?
– Sí, pero estaba ya muy enfermo y no pudo ser. Así que finalmente optamos por utilizar fotos familiares en recuerdo de aquellos años, como forma de evocar un imaginario muy concreto. Y, también, aprovechamos para poner la portada con esos tonos naranja solo con una foto antigua, que me recuerda a The Smiths, un grupo que conocí gracias a una camiseta que llevaba Teo Cardalda con su nombre en un concierto.
¿Habrá gira con este disco? ¿Este trabajo te ha motivado a acometer nuevos proyectos?
– La gira aún no se ha concretado pero seguro que haremos algunos conciertos antes de la primavera. Lo que sí, este disco me ha animado a montar el escenario de otra manera, a atreverme a utilizar el sonido y la instrumentación como no lo había hecho hasta ahora. Sigo buscando y habrá novedades que iremos desvelando poco a poco.
¿Qué relación has tenido a lo largo de tu vida con las bibliotecas? ¿Acudes a ellas habitualmente a documentarte, vas en familia, solo?
– No he ido mucho. Soy más de leer en casa e ir pillando de las estanterías que tenían mis padres, primero, y de lo que he ido comprando, después. He parado más por las librerías, aunque prefiero perderme más por las tiendas de discos y acudir a conciertos. Vivo en Playa América, en Gondomar, y salir a la calle a leer cuando está lloviendo habitualmente no es el mejor plan del mundo. Tampoco tengo una vida urbana que me lo permita. Ahora, por suerte, está Internet para buscar y asesorarse, y es una maravilla.
¿Ibas de pequeño a las bibliotecas de Vigo?
– Tuve el carnet de la biblioteca en Vigo de pequeño pero no recuerdo haber ido nunca. Creo que fue una idea de mi madre. Aunque leía de adolescente, el verdadero amor por la lectura lo he adquirido mucho más tarde. Cuando empecé a leer más fue ya pasados los 40 años. Y ahí es cuando ya me volví loco por la lectura y empecé a devorar libros sin parar. Soy un lector tardío y creo que hubiera disfrutado de las bibliotecas, la verdad.
¿Esta devoción tardía tiene algún tema preferente?
– Entiendo que cada uno busca su nicho concreto en la lectura. Hasta que encontré la ciencia-ficción, no devoraba los libros. Leía alguno como Cien años de soledad y me costaba mucho tiempo encontrar otro que me fascinase e interesase de la misma forma. Hasta que llegó Internet no pude buscar e indagar en lo que me interesaba. En los últimos años he hecho un master en lo que debería haber leído en su momento y, aun así, me falta por leer un montón. Ahora, cuando ya sé lo que me gusta, me da igual leer un mal libro, porque me lo acabo también.
¿Te dejas asesorar en este asunto?
– Lo bueno sería que en las bibliotecas hubiese gente que aconsejase a los lectores qué llevarse en función de sus intereses y sus gustos, como pasa en las tiendas de discos. Supongo que mi máxima influencia en este aspecto ha sido el ingeniero y profesor Miquel Barceló, que es el responsable de la colección NOVA de la Editorial B. Su libro Ciencia ficción: Guía de lectura [Ensayo, 1990] me sirvió de punto de partida y ya no hubo marcha atrás.