TURIN BRAKES

 Turin Brakes, la caja de sorpresas

TURIN BRAKES


       Estamos a principios del 2005. Estamos en Brixton. Por aquí, tras un estrecho patio, está la casa de lo que una placa de metal anuncia como “The TB Inc”. Es el estudio de Turin Brakes y su cuartel general, el lugar donde este dúo del sur de Londres han pasado el año pasado elaborando las atmósferas doradas de su tercer álbum, JackInABox. Leer más

JOSH ROUSE 2005

ULTRASÓNICA ENTREVISTA CON VERANO EN LISBOA

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ENTREVISTAS 2005


Josh Rouse, la otra cultura sureña

        A la hora de escribir sobre Josh Rouse, ya no se puede decir que es un artista residente en Nashville; pero, irónicamente, si se puede hacer referencia a este enorme artista y compositor, cuyo nuevo disco lleva por título Nashville. Durante casi una década, Rouse se refería a la capital de Tennessee como su hogar. Una noche, acabando este Nashville, decidió que Nashville se había acabado para él. 

        Después de su separación matrimonial y meses adentrándose en sus sentimientos, Rouse decidió preparar una maleta lo más pequeña posible, añadir los últimos retoques a su Nuevo trabajo y partir hacia Altea, España. Pese a haber cambiado su base de operaciones artística de la mayoría de su carrera, nos ha dejado una muestra de la influencia musical de la ciudad, propia de la compleja y bella naturaleza de una de las ciudades, artísticamente hablando, más ignoradas en todo el mundo. 

        “Es un título introspectivo, supongo. Nosotros, los músicos que vivimos o hemos vivido allí que, en cierto modo, no estamos dentro del circuito country comercial, sabemos lo que en realidad se está cociendo,” explica Josh. “Siempre ha habido propuestas musicales muy interesantes en esta ciudad al margen del country, pero poca gente en realidad identifica Nashville desde esta perspectiva.” 

        El disco al principio no se iba a llamar Nashville. En realidad no tuvo ningún otro título al principio. Después de recopilar los temas, pensando en qué nombre darle al disco, una voz de más arriba le dio la respuesta. “El disco estaba completamente grabado y estaba dándole vueltas a qué nombre asignarle,” recuerda Rouse. “Estábamos volando de vuelta desde Los Ángeles en julio y el capitán por megafonía anunció que íbamos a aterrizar en Nashville y pensé en llamar al disco Nashville.”

        Después de reflexionar, el título fue adquiriendo mucho más significado para él, y se empezó a revelar que era algo más que un pensamiento espontáneo volando por el cielo. “Es una especie de reflejo del punto en que me encuentro. Pensé que estaría muy bien editar un disco que se llamara Nashville y que no sonara al típico disco de Nashville. Hay gente que está haciendo música más interesante que su verdadero país de origen.” 

        Los temas del álbum fueron recogiendo de manera eficaz distintas versiones de Nashville, que están escondidas desde del punto de vista de la mayoría de la gente de fuera de la escena musical. Así, el disco se convierte también en una postal, en muchos aspectos una carta de amor, a una ciudad cuya vibrante comunidad musical y riqueza histórica han significado muchísimo en el desarrollo como artista de Josh Rouse.   

        “No hay otro sitio en el mundo como éste. Simplemente la historia de la gente que ha participado en grandes discos, todos los grandes compositores, y todo lo que se puede sentir y apreciar es, simplemente, increíble. Aprendí a escribir canciones rodeándome de todas esas personas, aprendiendo de ellos y aplicándolas cada día.” 

        “Nashville son canciones. No se trata de ser el más ‘chulo’ o llevar puesto lo que esté más de moda. Se trata de poder hacerlo o no. Creo que es extraordinario ser capaz de sentarte con una guitarra y ser capaz de improvisar una gran melodía, encontrar el acorde indicado, sentirte bien y eso es todo. En Nashville hay gente que conoce esto. No se les puede engañar. La ciudad es ser capaz de hacerlo y hacerlo bien. Este disco es una especie de homenaje, es una especie de agradecimiento a Nashville porque es donde definitivamente aprendí cómo funciona.”  

        Es algo que Rouse lo ha estado desarrollando considerablemente bien a lo largo de los años, en discos muy bien considerados por la crítica musical como 1972 y Under Cold Blue Stars, pero, quizás, es más correcto decir que este disco realmente marca a Rouse como un consolidado compositor e intérprete semitradicional.   

        “Es la impresión que yo tengo. En el pasado pude interpretar mis temas con guitarra acústica, pero estas canciones son más folk en el sentido de que son más simples y concisas. Es parecido a lo que me propuse. Le comenté al productor Brad Jones que tenía más canciones, pero que no nos preocupásemos realmente en grabar un disco, sino únicamente canciones. Brad me había estado hablando de Neil Young, sobre como cuando tenía buenas canciones no pensaba en hacer un nuevo disco. Simplemente iba acumulando canciones hasta que pensaba que quizás encajaran bien juntas, que ése sería su nuevo disco. Creo que mis canciones tienen calidad, aunque no pensaba que tenía que hacer una obra de arte o nada por el estilo. No tenía grandes planes, sólo quería que fuese un disco de canciones.”  

        Por lo tanto, es un capítulo importante, pero cerrado. “Viví en Nashville por algún motivo. Me mudé de allí por otros. A estas alturas de mi vida, creo que las cosas suceden por algún motivo y estoy convencido que pasé por Nashville por alguna razón. Parte de esa razón fue el conocer a mucha de la gente que encontré y ‘emborracharme’ de parte de esa cultura sureña,” comenta para finalizar la charla entre risas.  

Xavier Valiño
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KASABIAN 2005

ULTRASÓNICA ENTREVISTA CON VERANO EN LISBOA

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ENTREVISTAS 2005


Kasabian, adiós a las almas perdidas

 

En el mundo de la música, la pasión es algo cada vez menos frecuente, pero en el caso de Kasabian, la tienen a montones. No hacen música para ser famosos, o porque el mundo discográfico vaya a convertirles en millonarios. En su caso, se trata ante todo de una auténtica necesidad, porque llevan la música grabada en las venas. “¿Por qué formamos parte de un grupo?”, pregunta el cantante de Kasabian, Tom Meighan. “Sencillamente porque es lo único que sé hacer, y no hay nada en el mundo que me guste más que la música. Esto es exactamente lo que siempre había soñado hacer desde que tenía cuatro años. Por eso he llegado al lugar donde estoy”.

Kasabian surgió y se formó en Leicester, una ciudad como tantas otras. Se trata de esa clase de sitios donde la gente se pasa la vida escuchando música, jugando al fútbol, emborrachándose y recorriendo las calles por las noches porque no hay nada mejor que hacer.

“Cuando éramos más jóvenes vivimos de cerca los intensos primeros años 90. Se estaba viviendo una auténtica revolución musical”, afirman, “y resultaba una experiencia increíble. En cierto modo fue algo parecido a lo que ocurrió con la compañía Motown Records, salvando las diferencias y centrándonos en el mundo del sonido drum’n’bass, un género que ofrece un ritmo único que se echa de menos en la música independiente, un universo que muchas veces peca de aburrido y poco innovador”.

Kasabian empezaron a tocar juntos en serio cuando tenían 17 años. Tom (vocalista), Sergio Pizzorno (compositor, guitarra principal y teclados) y Chris Edwards (bajo) se conocían desde pequeños. Christopher Karloff (guitarra y teclados) se incorporó al grupo cuando los demás miembros de la banda le conocieron en un pub: “Un día, cuando menos lo esperábamos, vimos a un tipo con unas patillas muy largas y al instante pensamos: ‘Este tío tiene toda la pinta de poder tocar con nosotros’. Se lo propusimos y se unió al grupo. Ni más ni menos”.

Poco después, la explosión del brit-pop les proporcionó la energía necesaria para crear su propio grupo. Lo primero que hicieron fue conseguir su primer teclado. “Era la primera herramienta que necesitábamos para tocar, así que no nos lo pensamos dos veces y nos fuimos a comprarlo”, afirma Tom. “En cuanto tuvimos el teclado empezamos a componer temas de rock. Teníamos un montón de buenas ideas y muchísima creatividad”.

Más tarde, uno de los componentes del grupo estaba leyendo acerca de la historia de Charles Manson, y en el artículo aparecía el nombre de la joven embarazada que ayudó a escapar a aquel grupo de asesinos, Linda Kasabian. En un principio pensaron utilizar aquel nombre en una sola canción, pero finalmente acabaron sintiéndose muy cómodos con el nombre de Kasabian, mucho más cuando se enteraron de que en armenio significa ‘carnicero’, un término muy apropiado para un grupo con un estilo muy ecléctico cuya principal ambición, por otra parte, ha sido siempre crear sin barreras. “Desde el primer día en que creamos el grupo, siempre he estado seguro de que podíamos conseguir cualquier cosa, sin limitación alguna. Sabíamos que podíamos ofrecerle a la gente algo especial”, afirma Tom.

La siguiente parte de la historia del grupo surgió cuando asistieron a una fiesta que se celebraba en una granja en la ciudad de Rutland, a unos 50 kilómetros a las afueras de Leicester. Pasaron un buen rato charlando con el hijo del granjero, y acabaron quedándose allí. La granja, situada junto a un lago artificial, en un lugar aislado y especialmente tranquilo, había sido en otros tiempos un antiguo molino que se utilizaba para proyectos textiles y estaba formado por un gran número de edificios abandonados.  

En cuanto los miembros de Kasabian se instalaron en su nuevo hogar, todos tuvieron muy claro que aquel era el sitio ideal para iniciar su nueva carrera musical. “Teníamos una televisión enorme, montañas de DVDs y videojuegos, un equipo de sonido tan potente que te hacía temblar hasta el último pelo de la cabeza cuando lo escuchabas, y, sobre todo, teníamos suficientes discos como para que aquel enorme aparato tuviera siempre algo que digerir. En la parte de arriba del local, junto a la habitación que compartíamos, creamos un estudio lleno de sintetizadores procedentes de todas las décadas imaginables, y un montón de guitarras e instrumentos de percusión. Sólo teníamos dinero para alquilar dos habitaciones, así que no había más remedio que quedarnos en una habitación”, recuerdan.  

Por supuesto, también contaban con todo el tiempo que fuera necesario para hacer con él lo que les diera la gana. Claro, tampoco faltaban las fiestas. “En 2003 organizamos un mini-festival al que invitamos a un montón de amigos, los cuales instalaron sus tiendas de campaña alrededor de la granja, mientras tocábamos en directo en uno de los edificios industriales abandonados que formaban parte del complejo en el que se encontraba la granja”. 

Sin embargo, como la mayoría de sus amigos vivían a más 100 kilómetros de distancia del grupo, también pasaron largas etapas en las que podían trabajar sin interrupciones ni distracciones de ningún tipo. Tenían tiempo para dormir, para pasear, para tocar o para ver películas durante todo el día, y después se pasaban las noches enteras trabajando. “Es el momento ideal, cuando surgen las mejores ideas”, afirma Karloff. “En lo que se refiere a la inspiración, es como si absorbiéramos toda la música imaginable y después la escupiéramos convertida en algo mucho más fresco e innovador”.  

“La buena música se encuentra en cualquier sitio. Incluso una canción que aparentemente es una porquería puede incluir algún pequeño detalle interesante”, afirman. Entre los ingredientes que dan forma a los temas del grupo se encuentra una mezcla explosiva formada por influencias de Los Beatles, The Doors y los Rolling Stones, es decir, los discos que formaban parte de las colecciones de sus padres. A todo ello se une la pasión de la madre de Tom hacia el sonido Motown, la afición que Karloff siente hacia el cine y las bandas sonoras (una actitud que heredó de su padre), la sensación de libertad que surge cuando te pasas la noche bailando al aire libre en pleno campo, junto con una mezcla de influencias rave y hip hop con elementos del brit-pop y algunos toques de la música de Chuck Berry, Roy Orbison, The Tour Tops, The Supremes, The Ronettes, Ennio Morricone, la primera etapa de Pink Floyd, el álbum de Brian Eno Music For Airports, Donna Summer, Joy Division, Eminem y un montón de artistas más, de ayer, de hoy y de mañana. Es decir, prácticamente de todo.

“Al principio, las ideas surgen como algo muy pequeño y, después, a medida que pasan los meses se van convirtiendo en algo cada vez más grande”, afirma Sergio. “Para preparar algunos temas necesitábamos un monitor del tamaño de una pantalla de cine. Con este disco hemos sentido algo muy especial, la alegría que surge cuando creas música por el simple placer de hacerlo”.  

Por si no tuvieran bastante con la tranquilidad y la inspiración que han disfrutado trabajando en la granja, lo cual les ha aportado toda la libertad que necesitaban para explorar nuevos retos, también han sido suficientemente inteligentes como para echar la vista atrás de vez en cuando y someterse a la disciplina de crear canciones que no superaran los tres minutos de duración. A Kasabian les gustan los temas que incluyen un buen estribillo, con melodías que enganchan fácilmente con el público y que, además, ofrecen una música llena de energía que Sergio define como “una experiencia que te empuja a luchar y que te ofrece un subidón de adrenalina”.

Sin embargo, lo que realmente marca una gran diferencia entre Kasabian y el resto de grupos es su actitud: “Cada vez es más difícil encontrar bandas con verdadera personalidad, la mayoría son bastante grises y poco atractivas”, afirma Sergio. “En muchos casos, la música actual es aburrida, no tiene alma, ni ritmo, nadie se arriesga, y eso hace que ya no sea algo divertido. Nosotros, en cambio, nos tomamos la música muy en serio, pero también queremos pasárnoslo bien con ella. Para nosotros esto no es un trabajo”, añade Tom. “Necesitábamos grabar este álbum, y ahora necesitamos irnos de gira. Tenemos muy claro que tenemos una vida alucinante, y estamos haciendo exactamente lo que nos gusta. Si no disfrutásemos tanto con la música seríamos como almas perdidas. Creo que la música necesita de gente como nosotros. La música británica necesita a alguien que le dé una patada en el trasero y, en ese sentido, Inglaterra necesita contar con un grupo que pueda volver a ilusionar al público. Eso es algo que ahora mismo no está haciendo nadie más. Parece como si la música hubiera pasado a mejor vida, y no queremos que la gente le dé la espalda. La gran serpiente de la música va a resurgir de nuevo del fondo de los mares y va a asustar a todos los piratas que asolan los mares…”

Xavier Valiño
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MICHAEL BUBLE

ULTRASÓNICA ENTREVISTA CON VERANO EN LISBOA

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ENTREVISTAS 2005


 

Michael Bublé, la tradición contemporánea

 

 

Todo el talento del mundo, siempre se ha dicho, nunca podrá sustituir a la motivación personal y al empeño en alcanzar el éxito. Afortunadamente para el aclamado vocalista Michael Bublé, todo el talento del mundo ha venido acompañado de un compromiso con el trabajo que le ha convertido en un artista internacional que sigue el viejo principio de que cada fan necesita su tiempo.

 

Desde la publicación en 2003 de su innovador álbum de debut, este joven ha dado literalmente la vuelta al mundo nada menos que ocho veces, siempre tocando para públicos grandes y pequeños y, durante este proceso, ha logrado conectar con amantes de la música de todo tipo. “Me ha servido para ver cómo la música es capaz de trascender las fronteras y las limitaciones, las culturas y las creencias,” afirma Michael Bublé. “Ha sido una gran lección pero, sobre todo, me ha llenado de inspiración.”

 

Y para sus seguidores en todo el mundo, el sentimiento es mutuo. Y ahora, con la publicación de It’s Time, su nuevo álbum con quince temas recién compuestos, incluido “Home”, escrito por el propio Bublé, la fórmula de trabajo duro y talento puro ha vuelto a dar su resultado.

 

Producido por David Foster, It’s Time incluye también una versión del tema “The More I See You” producida por la leyenda del jazz Tommy LiPuma. También hay versiones de temas cuidadosamente escogidos, como el clásico de Nina Simone “Feeling Good”, el tema de Marvin Gaye “How Sweet It Is”, el eterno pop italiano de Tony Renis “Quando, Quando, Quando”, “Song For You”, de Leon Russell, ese himno que es “Save The Last Dance For Me” y una legión de temas más.

 

“Quiero tener una presencia tangible para mi público”, explica Michael refiriéndose al itinerario de su gira durante los pasados dos años, en los que prácticamente no ha parado de dar conciertos. “He tocado en todas partes, desde locales pequeños a grandes salas de conciertos. Ha aumentado mucho mi confianza en lo que hago, creo que eso se refleja en el nuevo álbum y me ha dado la oportunidad de probar parte del nuevo material y descubrir que funcionaba”.

 

Esa confianza está firmemente basada en su amor por la música, un amor que viene durando toda una vida. Nacido en Vancouver, Michael conoció a los clásicos del pop americano a través de su abuelo. “Me pidió, como favor personal, que me aprendiera todas esas canciones que a él le encantaban”, recuerda Michael. “Empecé a ensayar con “Stardust” y “Melancholy Baby” y gané un concurso local de nuevos talentos, pero me descalificaron por estar por debajo de la edad del concurso. Así que mi abuelo, que era fontanero, se ofreció a hacer trabajos gratis para los músicos de la ciudad a cambio de que me dejaran subirme con ellos al escenario para interpretar algún tema”.

 

A la edad de 17 años Michael ya tenía cierta una importante experiencia a sus espaldas y sabía exactamente a dónde se dirigía. Ganó otro primer premio en el Concurso de Jóvenes Talentos de Canadá, grabó y publicó una serie de álbumes independientes, grabando selecciones de temas inolvidables para Red Rock Diner y para la revista musical Swing.

 

Después de la publicación de su disco Michael Bublé a comienzos de 2003, se embarcó en lo que se convertiría en una gira de conciertos prácticamente interminable. “Me di cuenta de que a la mayoría de la gente realmente no le importa que tipo de música haces”, afirma, “Lo que buscan son buenas canciones, interpretadas desde el corazón. Se trata de cómo son tus melodías y tus letras, y sencillamente no importa si tu música es tradicional o contemporánea. La gente busca valores eternos”.

 

Para Michael, el tiempo pasado en la carretera le ha compensado con creces. “Creo que no he estado en casa más de ocho días durante el año pasado, pero renuncio a toda la tranquilidad del hogar a cambio de la experiencia de actuar ante el Príncipe Carlos de Inglaterra en el Royal Variety Show o por llenar la Opera de Sidney durante cinco noches seguidas”. “Me llevé a mi abuelo a la gira por Italia”, recuerda. “Era mi manera de darle las gracias por haber abierto mis oídos a tanta buena música. También he tenido la increíble buena fortuna de contar con el apoyo de Tony Bennett, que ha dejado a un lado sus tareas para venir a animarme. Es mi ídolo musical y contar con su aprobación significa mucho para mí”.

 

Michael apenas había tenido tiempo para tomarse un respiro cuando empezó a trabajar en Los Ángeles en las canciones que formarían parte de It’s Time. “Creo que ha sido muy bueno que las sesiones de grabación empezaran directamente después de la gira”, explica. “David, Humberto Gatica y yo nos hemos dedicado frenéticamente a conseguir el equilibrio justo de canciones en el disco. Seguro que hay mejores cantantes de pop o de jazz, pero nadie tiene más pasión por esta música que yo y creo que eso se nota en el disco”, añade.

 

Xavier Valiño
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QUIQUE GONZALEZ

ULTRASÓNICA ENTREVISTA CON VERANO EN LISBOA

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ENTREVISTAS 2005


Quique González, peleando a la contra

 

La noche americana es el quinto álbum de Quique González. No hay duda, es evidente que se trata de un disco cinematográfico. Desdramatizando y manteniendo intacta su política de autor de barrio, dice que es más bien peliculero. La noche americana es, además del término técnico para definir la nocturnidad simulada, la película de François Truffaut que documentaba su obsesión por el metacine.  

Pero hay más. Quique González, que hasta ahora se había revelado como espléndido atleta del rock, corredor energético en sus discos más expansivos (Personal y Pájaros Mojados) y gran fondista (Salitre 48 y Kamikazes enamorados, donde se atrevió incluso con la prueba de campo a través), apuesta en La noche americana por el cine pugilístico. La atmósfera que tema a tema compone transpira el sudor del género.  

Cuando tras innumerables problemas con la industria, huyó hacia delante, hacia la independencia total, ya entonó un gritó de guerra batallador. Clamó a los cuatro vientos en una inspiradora carta que a partir de ese momento ‘pelearía a la contra’. Con lo primero que se boxea es con la cabeza, eso lo dice cualquier entrenador que se precie. Así que desde Kamikazes enamorados Quique González ha aprendido a aprovechar el impulso de sus golpes de talento, beneficiándose de una técnica como escritor de canciones cada vez más depurada. Él mismo nos explica el proceso de creación de este disco y cómo llegó a un título que representase su espíritu: 

“Estábamos tomando una cerveza con Paco Bastante en el bar que está enfrente del estudio, mientras Carlos Raya y José Nortes terminaban de mezclar “Me agarraste”, cuando Paco recordó que había tocado en el mítico Rockola con una banda llamada La Noche Americana. En ese momento me estaba dando el título del quinto disco. Había dado demasiadas vueltas al título desde que meses atrás, en primavera, empecé a escribir una serie de canciones sobre un boxeador y una bailarina de striptease a partir de Kid Chocolate, pero no daba para un disco entero. Rescaté al Kid y El Campeón para un disco más abierto, que ya no se podía llamar Kid Chocolate

En febrero de 2004 habíamos grabado un par de sesiones en La Cabaña, y la canción “Hotel Solitarios” contenía la idea o el motivo principal del disco: tener encaje sin perder empaque. Esto es, aguantar los golpes sin perder la integridad. Pero tampoco sonaba bien como título. “Hotel solitarios” le parecía triste a casi todo el mundo. ¿“73”, quizá? No, demasiado generacional. Lo más asequible era “Vidas Cruzadas”, pero lo relacionaban enseguida con el título español de la película Short Cuts de Robert Altman.  

Alguien advirtió que existía también un film de François Truffaut con ese título, y mi chica me dijo que también se llamaba así a un tipo de iluminación en el cine para rodar de día y simular que es de noche. Mientras escuchaba las canciones las enfrenté a La Noche Americana para ver si las sostenía y me encontré con John Wayne, Steve McQueen (en un verso robado a Sabina), el Bronx y Chinatown, pero también Caracas, La Habana y “La Alhajita”, canción argentina que me enseñó mi amigo Manuel y que  todavía no escuché cantar a Atahualpa Yupanqui, su intérprete universal.  

Además, había venido el gran Jorge Drexler, uruguayo, a regalarnos un trozo de su arte durante los días posteriores a su nominación al Oscar. El tema “El hotel Los Ángeles” está inspirado en Toni Soprano. Y, aparte de los guiños, aparte de Justin y Britney, estaba la naturaleza, no diría cinematográfica, sino más bien peliculera de las imágenes que sugieren las canciones del disco. 

Habíamos grabado unas veinte desde que nos juntamos hace un año con la banda para hacer las maquetas en La Cabaña, y después de dar un par de conciertos en el norte, nos encerramos para grabar trece canciones en Eurosonic (Personal, 98) durante el mes de enero. La mayor parte está grabado en once días a la manera clásica, es decir, tocando todos juntos y en analógico, con un estilo añejo. Bueno, nosotros creemos en estas cosas.  

Richard Dodd, ingeniero de sonido de Tom Petty, Johnny Cash o George Harrison, ha masterizado en Nashville La Noche Americana. Por cierto, la película es del 73 y la gente de mi generación hemos crecido viendo ciertas películas y escuchando canciones que nos han traspasado hasta hacerlas nuestras. Ojalá este disco sea un reflejo de todas esas influencias. Encomendado de nuevo a Carlos Raya y José Nortes, con Jacob al bajo, Toni Jurado a la batería y Joserra Senperena al piano, en un estudio iluminado con tiras de luces del chino, durante el día, grabamos La Noche Americana. 

Xavier Valiño
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