ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 NATACHA ATLAS

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 NATACHA ATLAS

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1997


NATACHA ATLAS: "Halim"

 

 

 

El primer disco conocido en Occidente de Natacha Atlas, una cantante judía de ascendencia egipcia, aunque nacida en Europa, Diaspora, dejó el listón muy alto en el fascinante mundo de la fusión entre canciones ancestrales y ritmos occidentales. Algo similar a lo que venía haciendo con Transglobal Underground, en especial en su disco International Times, y en sus conciertos en directo, con danza del vientre incluida. 

 

Halim, su continuación, es, esencialmente, un disco de folk del Oriente Medio, incorporando y fusionando elementos de la música tradicional árabe e israelí.

 

 

Ésta es la mayor novedad, y no queda mucho de la mezcla con los ritmos de la escena de baile más actual, de donde, siempre que lo ha intentado, ha salido triunfante. Su corona tiene ya varios pretendientes, entre ellos Nitin Sawheny o Talvin Singh, y, de no seguir por ese camino, puede que Occidente la encuentre demasiado anclada en la tradición.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 THE ORB

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 THE ORB

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1997


THE ORB: Orblivion

 

 

 

Es fácil ver a The Orb como tres viejos hippies que han sobrevivido adaptándose a la nueva tecnología. Sencillo, pero equivocado. Alex, Andy Hughes y Thomas Fehlmann son, de hecho, un intento subversivo de dominar el mundo, usando la música como una estrategia para conducir a los incautos oyentes hacia un siniestro culto que pervierte sus mentes. )Qué otra cosa podría explicar las texturas seductoras de Orblivion y sus canciones hipnóticas y majestuosas?

 

Puede que The Orb simplemente proporcionen la banda sonora ideal para que alguien se dedique a vegetar y abandonarse a abusos estimulantes. Lo que es cierto es que, escondiéndose bajo la etiqueta de música ambiental, han conseguido perpetrar cualquier atrocidad que se les ha pasado por la cabeza: grabaciones de despertadores, teteras hirviendo, el balido de las ovejas, gotas de agua, el humo del cigarrillo…

 

 

En su favor hay que tener en cuenta que los nuevos The Orb parecen haber tenido en consideración a las melodías por primera vez. Si se quiere una evidencia, ahí está "Ubiquity", donde unas líneas melódicas de ensueño parecen evocar viajes espaciales.

 

También, por mucho que les cueste reconocerlo, siguen las modas, y por eso Orblivion tiene de fondo los ritmos insistentes y saltarines que son la marca de la casa de los habituales del drum’n’bass. Por si acaso, convenientemente distorsionados hasta parecer algo nuevo, para que nadie pueda pensar en demandarlos judicialmente. De cualquier caso, en primera línea siempre prevalecen las melodías, sonidos alienígenas y suficientes teclados traviesos como para darle a cada corte un sonido que, hoy por hoy, sólo puede ser The Orb.

 

Xavier Valiño

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 GRUPOS GALESES

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 GRUPOS GALESES

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1997


Londres 0 – Cardiff 4

 

 

Parodiando aquel título del primer disco de The Housemartins (London 0-Hull 4), podemos acercarnos a una de las realidades del  96: la definitiva explosión del pop galés. Por supuesto: tanto en Escocia como en Inglaterra no dejan de salir nuevas bandas, pero apunta estos nombres por si aún tenías alguna duda: Manic Street Preachers, Jack, Catatonia, Super Furry Animals, Gorky’s Zygotic Mynci, 60 Ft Dolls…  Crucemos el Severn Brigde, el puente que los separa de Inglaterra y veamos.

 

Podemos tomar ese lugar como el principio. Desde que el guitarrista, letrista e ideólogo de los Manic Street Preachers, Richey James, desapareció en ese puente la mañana del 1 de febrero del 95, nada volvió a ser igual. El trío restante se retiró a Gales y volvió con su mejor disco, Everything Must Go, que es, también, lo mejor del 96.

 

Un disco emocionante y arriesgado, con una poderosa sección de cuerda y unas estructuras mucho más clásicas, que aún conserva seis textos de su antiguo compañero Richey James, aún sin aparecer. El homenaje al amigo ausente está en "No Surface, All Feeling", la canción que cierra el disco y para la que se utilizó la maqueta que los cuatro grabaron pocos días antes.

 

Los Manic pasaron de su Blackwood natal, en los valles mineros galeses, a ser considerados como los Clash de los 90 gracias a su rock incendiario y de proclamas  políticas. Después de su debut con el single "Suicide Alley" en el 89, llegarían los discos Generation Terrorists, Gold Against The Soul y The Holly Bible. A principios del 96 el trío Nicky Wire, James Dean Bradfield y Sean Moore decidieron continuar adelante sin Richey James, aunque utilizando algunas de las 50 letras que éste dejó escritas.

 

Además colocaron en todas las emisoras un himno ya clásico, "A Design For Life": "Las bibliotecas nos dieron poder. Luego vino el trabajo y nos hizo libres. ¿Qué precio tiene ahora un poco de dignidad? Ojalá tuviera una botella, aquí en mi sucia cara, para llevar las cicatrices y mostrar de dónde vengo. No hablamos de amor, sólo queremos emborracharnos. No nos dejan gastar y nos dicen que es el final". ¿Qué se puede hacer después de escribir algo así? Difícil papeleta.

 

Una de las sorpresas del año es la banda Jack, surgidos en Cardiff. Una banda al margen de referencias simples y que es uno de esos casos atípicos que aparecen cada año. Un grupo que presenta su disco Pioneer Soundtracks como la banda sonora perfecta para un viernes por la noche, desde el anochecer hasta el amanecer, comenzando en la punzante "…Of Lights" y rematando con la resaca de "Hope Is A Liar", no puede ser cualquier cosa. Más aun teniendo en cuenta que abren su disco cantando: "estas son hermosas canciones para criaturas feas" en "…Of Lights", y que luego continúan con una serie de tres canciones inolvidables: "Wintercomessummer", "White Jazz" y "Biography Of A First Son".

 

Vienen de la mano del selecto sello Too Pure, el mismo que descubrió a P J Harvey o Moonshake, tienen el grado de pasión descontrolada que se necesita, las influencias del genio de Scott Walker y a su productor Peter Walsh, los exquisitos arreglos orquestales de Jimmy Webb, la tristeza fingida de los Tindersticks y la pasión de Marc Almond. Comandados por Matthew Scott y Anthony Reynolds, son tan iconoclastas que hasta se disfrazan de torero para la portada de su disco.

 

 

Catatonia también se revelaron en el año 96, aunque lo suyo es algo más asimilable. Tal vez hayamos olvidado a los Primitives o los Darling Buds -quienes, por cierto, también eran galeses-, pero Catatonia están aquí para recordárnoslos. De todas formas, lo suyo tiene más matices, y no se limitan a ir a piñón fijo como aquellos, en la onda de los Blondie más rockeros, o tras la pista de los últimos grupos con chica al frente y recuerdos de la nueva ola -Echobelly, Sleeper-, sino que son más aprovechables.

 

Al lado de veteranos de la escena de los pubs galeses, destaca su rubia cantante Cerys Matthews, que encabeza esta nueva formación que va del punk -"Bleed"- a la balada al estilo "Je T’Aime" -"Dream On"-, pasando por cortes en la onda Stone Roses -"You’ve Got A Lot To Answer For"- o himnos a lo Radiohead -"Painful"- todo ello en su disco debut Way Beyond Blue, producido por las manos expertas de Stephen Street.

 

 

Si Catatonia ya introducen una canción en galés, eso no es nada nuevo para la gran revelación de la temporada en las Islas Británicas, Super Furry Animals, el grupo por el que todos los músicos pierden la cabeza este año, y que cantan indistintamente en los dos idiomas. Llevaban un tiempo recorriendo los garitos de su país y habían grabado dos singles en galés para la compañía Ankst Records, cuando Alan McGee, el dueño de Creation Records, les ofreció grabar su primer disco. Desde entonces Noel Gallagher ya tiene otro grupo para mencionar entre sus favoritos.

 

En Fuzzy Logic es difícil diferenciar lo que es un simple chiste de lo que realmente tiene una intención, pero estos chiflados son así. "God! Show Me Magic", "Something For The Weekend" y "If You Don’t Want Me To Destroy You", sus tres singles, son una de las mejores colecciones del 96. En la portada de su disco, varias fotos de un camello galés famoso en los 70 que pasó una buena temporada entre rejas -Howard Marks-, y en su estrías sintetizadores con sonidos galácticos, acordes de glam, flautas y guitarras en vena. Para despedirse del 96 lanzaron "The Man Don’t Give A Fuck", la canción que más veces en la historia -hasta cincuenta- repite la palabra ésa que consigue que prohíban cualquier disco –fuck– y que contiene el primer sampler que Steely Dan autorizan de una canción suya, concretamente "Show Biz Kids".

 

 

Igualmente pirados están los componentes de Gorky’s Zygotic Mynci. Da igual que canten en inglés o galés, porque nadie sabe lo que quieren decir en su letras. Tal vez las sustancias alucinógenas ayuden lo suyo. Lo cierto es que tanto en Bwyd Time como en sus dos discos anteriores pasan de Kraftwerk a XTC, de Syd Barret a The Fall, de Soft Machine a los Beach Boys con una facilidad que sólo tienen Mercury Rev. El cuarteto de Camarthen tienen claro dónde acaba y empieza cada canción, pero no tanto lo que ponen en el medio.

 

Todo el mundo cita, al lado de su nombre, al de Brian Wilson. Y no es que traten desesperadamente de sonar extraños. Al igual que el líder de los Beach Boys en la época de Pet Sounds o Smile, les encanta introducir toda clase de experimentos y sonidos en sus grabaciones. La única diferencia es que Brian Wilson lleva casi tres décadas intentando volver a ser el mismo y estos galeses acaban de cumplir los 20.

 

Quedan para el final 60 Ft Dolls, tal vez los más normalitos del grupo. Lo suyo es rock para corear en el pub, en una línea que está tan cerca de Ash -aunque con diez años más- como de los Wildhearts. El trío no se complica la cabeza en su primer disco, The Big 3. Escuchar "Stay", tal vez su canción más evidente, ayuda a comprender la trilogía a la que se deben: amor, lujuria y alcohol. Cualquier otra cosa es un accesorio innecesario. En su magnífica simpleza demuestran predilección por Alex Chilton o los Yardbirds. Rápidos y directos, ellos son un ejemplo distinto de lo que hoy en día se cuece en el País de Gales, lo que quiere decir que hay para todos los gustos.

 

 

Gales ataca!!!

 

  

Eran los Super Furry Animals los que decían aún hace poco que "hay un cantante galés de ópera llamado Bryn Terf (Tom Jones), hijo de un pastor, que está jodiendo a lo largo y ancho del mundo y canta en alemán, italiano, inglés y en los más diversos idiomas, y todo el mundo en Gales está orgulloso de él. Nuestro propósito es hacer lo mismo y ganar el mismo respeto."

 

Bien, parece que la primera lección está bien aprendida. La nueva hornada de grupos galeses, que lo único que tienen en común es haber grabado en la misma época y puede que una pasión evidente por Brian Wilson, saben ya que lo que lo primero que hay que hacer es demostrar el respeto por sus mayores. Lo malo del asunto es que poco más que Tom Jones han legado durante estos cuarenta años al pop internacional. Por eso han de volver su vista a los Beach Boys o a cualquier otra cosa que tenga los alucinógenos como inspiración.

 

Además, los escoceses siempre han tenido mayor repercusión en los medios y, justo es decirlo, bandas más interesantes. Y éstos no son más que una segunda división respecto de los ingleses, que lo devoran todo desde su capital Londres, donde están los medios y las compañías. Así que, igual que por estos lares, si quieres labrarte un futuro, empieza a hacer tus maletas y coge el primer tren para la capital.

 

Lo bueno del 96 para el País de Gales es que empieza a haber una escena y, por primera vez, los ejecutivos de las compañías han tenido que desplazarse en esa dirección. En el último año, todas las grandes multinacionales americanas han fichado al menos a un grupo galés. Incluso hay quien habla de la escena de Newport, una ciudad gris de 100.000 habitantes, a un cuarto de hora de la capital galesa, Cardiff, como la nueva Seattle. Y más que por el tipo de música, que nada tiene que ver con el grunge, por la cantidad de bandas que hay y por su insospechada calidad.

 

Le llaman la New Jersey galesa y todo lo que se puede hacer en la ciudad es tomar una pinta en el pub de la esquina. El ser una ciudad de trabajadores repleta de jóvenes viviendo del paro no hace de Newport algo único, aunque puede que sea la razón de que hayan aparecido tantos grupos reclamando su propia estima en voz alta y con música potente. Según dicen, lo único que cuenta es estar en un grupo o, por lo menos, aparentar que están en un grupo y hablar de música. No se trata de algo idealizado, sino de una necesidad física.

 

Por primera vez en varios discos que encuentran repercusión más allá del  Severn Bridge se pueden escuchar canciones en galés, y nadie se extraña. Después de los ya consagrados, algunos de ellos con un único disco, el relevo está garantizado. Apunta estos nombres porque los próximos meses son suyos: The Stereophonics, Novocaine, Dub War, Flyscreen, Ether, Big Leaves, Disco, Five Darrens, Suck, Llaetheg, Rolleroo, Ectogram…

 

Xavier Valiño

OASIS

Oasis, ante la evolución

 

A estas alturas de la película que protagonizan los hermanos Gallagher, lo mejor es llegar virgen a sus discos, si es que eso es posible. Así que, después de pasar un tiempo por esos mundos de Dios, alejado de cualquier cosa que recuerde a los de Manchester, un artefacto llamado Be Here Now reclama urgente atención. Leer más

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 THE VERVE

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 THE VERVE

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1997


The Verve, la resurrección

 

 

Solían llamarlo loco. En los días en los que The Verve hacían sus primeras incursiones entusiastas en el ruedo musical, cuando bandas como Carter o Inspiral Carpets tenían todo el éxito crítico y comercial, todos llamaban a Richard Ashcroft  el loco. Ése era su nombre. Tiene gracia. Tomemos alguna de las declaraciones que hizo en 1993 y que le ganaron su apodo: "Odio la música indie".

 

Lo dijo en 1993, antes de que Oasis hubieran firmado su primer contrato, cuando la música británica de guitarras no tenía nada más. Y continuaba así: "Lo que me va es la gran música. Funkadelic, Can, Sly Stone, Neil Young, Rolling Stones, el jazz. Podría nombrarte 50 grupos a los que ahora les va bien y en dos años estarán olvidados. La historia los olvidará. Pero la historia guarda un sitio para nosotros. Puede llevarnos tres discos, pero estaremos allí".

 

Y así se ha confirmado. Cuatro años y dos discos después, nadie llama ya loco a Richard Ashcroft. Si alguien tiene que acortar su nombre, ahora le dicen simplemente Richard Verve, la imagen escuálida que pone la voz que entona las canciones de la única banda de guitarras que ha cogido el 97 por el cuello y lo ha liberado de toda complacencia. Después de dos singles en los primeros nueve meses del año, la historia se dirige a Richard Ashcroft con respeto.

 

 

Atrás quedan las historias de abuso mental y desgaste físico, y la separación por autoexigencias que van más allá de la propia fe infinita en uno mismo. A medida que el mundo se rendía ante Oasis, con una pasión que hubiera sido perfecta para The Verve, las necrológicas que hablaban de la desaparición de The Verve eran casi inexistentes. Y llega la resurrección, que se abre con una explosión de luz cegadora en forma de una sección de cuerda ya prendida en la memoria. "Bitter Sweet Simphony", su primer single desde la disolución hace unos treinta meses, es la canción del año. Tal es su espíritu y su dimensión que el peligro de que oscurezca cualquier otra cosa que venga detrás es obvio.

 

Pero Urban Hymns es un gran, grandioso disco. Su visión y densidad no se reduce a los dos singles-himnos -el ya citado y "The Drugs Don’t Work"-. Las cinco canciones que lo abren ensombrecen cualquier otro disco de este año, especialmente al de sus amigos Oasis, con su ferocidad emocional y su habilidad melódica -salvo, tal vez, el OK Computer de Radiohead y el Ladies And Gentlemen We’re Floating In Space de Spiritualized-. Tal es su poder emocional que, después del mejor cierre desquiciado de un disco desde el "I Am The Resurection" de los Stone Roses -aquí "Come On"-, y tras más de 70 minutos, aparece el eco del llanto de un niño, proyectando aún más su poderoso hechizo.

 

Xavier Valiño

1 7 8 9 10 11