THE RAPANTS
The Rapants, feriantes en racha
The Rapants llegan a 2024 con su tercer disco, La máquina del buen rollo. No han dudado en ir a grabarlo con Paco Loco, ganando nuevas experiencias, y tampoco en incluir nuevos sonidos en su habitual receta. Aunque predomina el funk en el disco, con toques de pop y garage, hacen incursiones en el rap (“Chusma Riders”) y el country (“Country asesino”) interpretados a su manera. Hablamos con la banda para que nos presenten este álbum y nos hablen de su evolución desde sus inicios en 2018 en Muros (A Coruña).
Tercer disco de larga duración de la banda ya. ¿Cómo estáis viviendo estos momentos en los que dais por fin a conocer vuestras nuevas canciones? ¿Satisfechos con el resultado?
– Por supuesto. Los días previos al lanzamiento los vivimos con muchos nervios y dudas, pero todo se ha esfumado con la buena acogida que ha tenido La máquina del buen rollo. Queríamos arriesgar y evolucionar con este trabajo y creemos que lo hemos conseguido. Hemos sido fieles a nuestro criterio, creado el disco del que más orgullosos nos sentimos y, además, ¡parece que al público le encanta!
Son nueve canciones, en 29 minutos, más o menos como el anterior y dos temas más que en vuestro debut. En cualquier caso parece que os gusta lo conciso, ir al grano, ¿no? ¿No hay discos dobles o de mucha duración que os gusten? ¿Nunca haréis algo así?
– Evolucionamos muy rápido y estamos todo el tiempo explorando nuevos caminos, por eso preferimos lanzar las canciones cuando consideramos que tenemos un contenido musical y conceptualmente interesante. De todos modos, no descartamos realizar un trabajo más largo en el futuro. Nuestros dos últimos trabajos han marcado el carácter del proyecto. Seguimos evolucionando y estamos seguros de que pronto llegará el momento de pararnos a reflexionar y de consensuar cuáles serán los siguientes pasos que querremos dar.
¿Qué discos o artistas fueron los referentes a la hora de plantearte este trabajo?
– Los cuatro miembros de la banda coincidimos en The Strokes, The Growlers, Two Door Cinema Club, The Smiths, Parcels o Daft Punk, entre otras. Además, Paco Loco nos aportó nuevas referencias de los 80.
El título del álbum, La máquina del buen rollo,parece querer dejar clara la intención del álbum y, también, la filosofía del grupo. ¿Tan mal está la cosa que necesitamos evasión con fundamento?
– Vivimos tiempos complicados y nuestra generación tiene demasiadas dificultades para obtener estabilidad laboral y vital. Claro que son necesarios los proyectos artísticos combativos, que denuncian dichas circunstancias de manera directa; sin embargo, nosotros buscamos aportar un oasis de paz en medio de esa tormenta.
Por otra parte, ante la adversidad, vosotros abogáis por el baile. ¿Es el hedonismo una forma de enfrentarse a ello?
– Efectivamente, como le sucede a nuestro vecino Xandre cuando se sube al Saltamontes. Da igual que él tenga un mal día: cuando se encienden las luces y suenan los bafles, es el momento de poner la máquina en movimiento.
¿Es el saltamontes de la portada un buen resumen del disco, una imagen que lo representa?
– Tanto del disco como de la esencia The Rapants. Viajamos como feriantes por los festivales y salas trabajando duro para darles a nuestrxs fans un show que les ayude a olvidar los problemas del día a día.
La combinación de letras tristes y sonidos festivos me parece una combinación ganadora. ¿Es la mejor forma que habéis encontrado para expresaros?
– Si. Nos resulta más sencillo escribir desde el dolor, el resultado nos parece mucho más sincero y auténtico. Por lo contrario, musicalmente nos motiva más el contrapunto festivo, con una clara predominancia de bajo y batería en las composiciones.
¿Algunos discos o bandas en esta línea que os gusten especialmente?
– El City Club, de The Growlers, o el Comedown Machine, de The Strokes, son dos referentes muy claros.
No obstante, siempre parece que subyace por ahí cierta retranca, como de no creérselo del todo o de necesitar cierto humero.
– Lo más importante es la “chulería”, al fin y al cabo somos una banda de rock. Nuestro discurso es ser guapos y hacer buena música. O, al menos, eso intentamos.
¿Hay algo más en lo que os hayáis fijado a la hora de escribir las letras? Veo que ponéis el dedo en los campistas con caravanas, por ejemplo.
– Nos parece más sencillo y directo gritar que los turistas son imbéciles que reclamar a las administraciones públicas un turismo más sostenible y mejor gestionado, que respete lo local. Otras voces sí lo hacen y las administraciones obvian su discurso, así que hacemos nuestra propia guerra y cantamos sobre lo que nos afecta de manera directa. Sorprendentemente conectamos con un amplio rango de público.
¿Cuál creéis, desde vuestro punto de vista, que es la principal evolución de este disco respecto a los anteriores y respecto a lo que habéis venido haciendo anteriormente?
– Es imposible decir solo un aspecto de mejora, hemos dado un salto cualitativo. Quizás uno de los aspectos más destacados sea nuestra experiencia en la industria. Hemos llenado en pocos minutos dos salas de 800 personas para la presentación de nuestro tercer LP y todavía no tenemos sello discográfico. Todo es mérito nuestro y de nuestro equipo (Carrilanas Esteiro y Iago Blanco, entre otras personas). En este disco hemos trabajado con mucha antelación y diligencia, teniendo presentes los métodos y estrategias empleadas por la mayor parte de la industria. En cuanto a lo musical, aprendemos cada día y los cuatro nos involucramos en evolucionar tanto en la producción como en el dominio de nuestro instrumento, lo que nos ha permitido explorar nuevos sonidos, además de encontrarnos con letras más maduras. Sin duda, hemos llegado a este punto con la ayuda de Paco Loco, que ha sido nuestro guía para llegar a donde queríamos.
¿Puede ser este el disco del que más satisfechos estéis con el sonido?
– Con el estilo, la producción y la composición, sin ninguna duda. Nosotros estamos acostumbrados al sonido más limpio y digital, pero a Paco le encanta lo auténtico, el ruido. Un día, en su estudio, nos llegó a llamar “detectives del ruido” mientras tocaba acordes menores en su piano de cola y amenazaba con abandonar la música por nuestra culpa. Eso es lo mejor de trabajar con gente nueva: aprendemos y conocemos diferentes puntos de vista para entender la música.
¿Algún estilo con el que hayáis probado y no os hayáis sentidos cómodos? ¿O alguno con el que nunca os atreveríais?
– La verdad es que no. Sí que es cierto que introducir country, rap, o incluso electrónica ha sido fruto de un proceso laborioso, no todo surge de una forma tan orgánica desde el principio. “Country asesino” podría haberse quedado en una rareza dentro del disco, pero creemos que hemos logrado impregnarla de la ‘esencia rapante’ y que no desentone en absoluto.
En el álbum hay varias referencias locales, además de vuestra forma de cantar el gallego, con dejes de una determinada zona. Sin embargo, llegáis a muchos sitios, incluso fuera de Galicia, y a gente de distintas edades. De lo local a lo universal, ¿no?
– Efectivamente. No creemos que nuestra música tenga límites lingüísticos ni territoriales, sino al contrario: nos parece que lo que hacemos es bastante pop y que puede conectar con públicos de todo tipo y procedencia.
Acabáis de tocar en Bélgica, donde ya habíais estado, y habéis vendido todas las entradas para dos conciertos en la Sala Capitol de Santiago de Compostela, con capacidad para 800 personas, además de estar confirmados en varios festivales de verano. ¿Pensabais que un día llegaríais a esto? ¿Habéis tenido tiempo a ir asimilándolo?
– Nunca nos hemos puesto techo. Ahora, mucho menos. Creemos en nuestro talento y nuestra capacidad para trabajar intensa y constantemente. Deseamos seguir aprendiendo desde la humildad y rodearnos de los profesionales necesarios para engrandecer nuestro proyecto día a día. Además, el cariño con el que nuestro público nos recompensa no deja de sorprendernos. Creemos que se merecen nuestra mejor versión y, aunque estamos en un buen momento, esperamos que esa versión esté por llegar. En cuanto a cómo lo hemos asimilado, la verdad es que creemos que lo haremos en el futuro, ahora todo va tan rápido que no podemos pararnos a celebrar. Tenemos que centrarnos en seguir currando duro.
Por cierto, ¿tiene que ver Rue Franklin con Bruselas, la única referencia ajena en el disco?
– Si. La temática remite a nuestro primer concierto en la capital europea, en marzo de 2023. Este invierno también actuamos allí y fue muy emocionante volver a pisar esa calle.
¿Qué es lo que habéis perdido al haber crecido tanto en el último año? ¿Y qué es lo que habéis ganado?
– Hemos perdido tiempo personal de calidad, ese que dedicamos a nuestras familias y parejas. Desde la última gira no hemos parado y el nuevo álbum nos ha robado mucho tiempo, pero esperamos poder compensarlo ahora que La máquina del buen rollo ya está fuera. Todo este sacrificio nos ha hecho ganar una enorme experiencia y conocimiento tanto en la música como en la industria. Hemos mejorado nuestro sonido, aprendido de todo tipo de profesionales y eso no hay nada que lo pague.
¿Os gusta rodar las canciones antes de grabarlas? ¿Es el directo el lugar en el que más cómodos os encontráis?
– Así es. Dedicamos varias semanas a preparar los temas en directo antes de ir a grabarlos. Y, tras la grabación, pasamos otras tantas semanas para readaptar los cambios de producción al directo de la gira. Tocar juntos nos hace muy felices y tanto en los ensayos como en los directos seguimos disfrutando como niños.
¿Es complicado sacar adelante los conciertos y los discos desde la autogestión? ¿Compensa lo que os da todo el trabajo que hay detrás?
– Nos llevamos muchos palos en nuestros comienzos. Tuvimos que crecer y aprender, por las malas, el funcionamiento de la industria. Por eso ahora los los logros los disfrutamos más. Con la ayuda de Carrilanas Esteiro gestionamos nosotros mismos la banda y decidimos, sin presiones, los pasos a dar. Podría decirse que son nuestros Swang Song.
Volvéis a autoeditaros. ¿En algún momento alguna compañía se interesó por publicaros alguno de los tres discos? ¿O ya ni os planteasteis nunca que fuera suceda y preferís ser los responsables de vuestras producciones?
– El último año recibimos alguna oferta, pero en España la mayor parte de los sellos discográficos ejercen como bookers y, con todo el trabajo que hemos hecho hasta ahora, no valoramos la posibilidad de seguir sin nuestro mánager Álvaro Creo. Él nos apoyó y aprendió con nosotros. La confianza que tenemos en que su trabajo siempre va a priorizar nuestro bienestar es difícil de superar. Por tanto, sólo estamos dispuestos a escuchar ofertas de sellos que lo incluyan en sus planes.
¿Qué es lo más importante que habéis descubierto desde vuestros inicios en el 2017 que ha marcado y condicionado vuestra trayectoria?
– Descubrir que la industria musical es una jungla, pero si encuentras compañeras y compañeros en los que sientas que puedes confiar, debes dejar los egos a un lado para no perderlos nunca. Además, la clave del éxito está en creer en el proyecto y trabajar duro desde la humildad para seguir mejorando.
Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de vuestra experiencia en el mundo de la música en estos años?
– Hay una muy especial: el sueño de Matías. Todo el mundo sabe que nuestros conciertos son una espiral de demencia, sobre todo cuando presentamos disco. Una de las ideas locas la tuvo Matías, que siempre propone las más originales: montar un concierto sobre una batea (la estructura de madera en las que se cultivan los mejillones). Su idea era llevar un generador, para altavoces y amplis, y que el público estuviese nadando en el mar, con flotadores o sobre tablas de surf, barcas, etc. Le dijimos que eso era imposible, que estaba loco, y que nunca podríamos conseguir hacer ese concierto. Durante años insistió bastante, y le dábamos largas, hasta que un día Álvaro, nuestro mánager, nos preguntó por WhatsApp si estaríamos dispuestos a realizar una actuación en una batea. En ese momento flipamos. Creíamos que nos estaba vacilando y que sabía la historia, pero no: resulta que la Festa da Dorna de Ribeira llevaba años realizando conciertos en una batea frente a la playa. Obviamente aceptamos el concierto sin dudarlo. Fue brutal y Matías cumplió su sueño.