PROPELLERHEADS

Propellerheads, el gran ritmo

 

«Para mí está claro… que la revolución está aquí…» Eso es lo que dice la diva de otra época, Miss Shirley Bassey, en la poderosa e insuperable «History Repeating». Tampoco es nada sorprendente que murmure unos instantes después: «Lo he visto antes y lo volveré a ver de nuevo». Ironías de la vida que un par de locos de la música electrónica, Propellerheads, hayan puesto tal línea en su boca, más aun teniendo en cuenta que cuando la llamaron para esta colaboración la gran Shirley Bassey no sabía ni quiénes eran ni estaba en absoluto interesada por la música que se hace en los 90.

 

Así que a este par de retorcidos seres no les basta con recuperar a una estrella de los 60 de su casa en Suiza -o dónde quiera que ahora viva- y sacarla de sus tareas domésticas, sino que también tienen la desfachatez de tomar uno de los lemas de la revolución del rock, que hizo suyo en su día Ian Dury, sex & drugs & rock and roll para titular su disco de debut con un aplastante Decksandrumsandrockandroll. Así, todo seguido y sin pensárselo dos veces.

 

Con lo de decks, palabra utilizada en el mundo de la música de baile, están ubicando ya su música en el estante correspondiente de las tiendas de discos, haciendo el trabajo sucio de etiquetarlo para aquellos que podrían encontrarse más que despistados. Drums, o sea la percusión, define la utilización de baterías reales -y no únicamente cajas de ritmo-, la apuesta por tocar en directo -frente a los productos exclusivamente de estudio- y, sobre todo, la dimensión aplastante de su música: esos pasajes de fuerza sónica, a lo Chemical Brothers, del tamaño de la Unión Soviética, por poner un ejemplo.

 

«History Repeating» es la ‘verdadera’ canción en este disco, el corte más bailable de todo el lote, que incluye también otros grandes momentos, como los singles «Take California», una serie de ritmos afortunados con juegos electrónicos a cargo del órgano Hammond, o «On Her Majesty’s Request», uno de los adelantos que había aparecido en el disco de David Arnold en homenaje a las bandas sonoras de las películas de James Bond y que ahora recuperan, con todos los guiños necesarios para poder contarse entre lo más afortunado jamás escrito a mayor gloria del agente con licencia para matar.

  

Tan sólo una objeción: la versión americana de este disco incluye colaboraciones de Jungle Brothers y De La Soul, ganando mucho, mientras la versión europea a su lado parece incompleta y hasta suena a un pequeño engaño. ¿Por qué se nos escatiman aquí cuando les daba igual publicar una que la otra?

Xavier Valiño

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