ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 ANTONIA FONT

ULTRASONICA ARTÍCULOS 2007 ANTONIA FONT

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

Antonia Font: Batiscafo Katiuscas

(Una interpretación libre de parte del último disco de Antonia Font)

 

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ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 SCOTT WALKER

Scott Walter: Desde el corazón de las tinieblas

 

[Otra mirada sobre The Drift]

 

 


Introducción:


The Drift es un disco INSOPORTABLE: denso, pomposo y tortuoso…


Ahora bien ¿para qué molestarme en escribir sobre un trabajo de esas características? Porque todas las criticas que he leído sobre él halagan su integridad artística, su autenticidad y su valentía conceptual, aunque dejan de lado lo más importante: la música…


Desarrollo:

Estamos ante la presencia de un disco de estructuras arduas y complejas, sobrecogedor e inaccesible, pero esto no es casual, ya que Scott Walker no ideó esta placa para provocar placer en sus (ocasionales) oyentes; mas bien, todo lo contrario: buscó hacer un tratado sobre la frustración, la angustia y la desesperanza, y eligió que su fondo sonoro representara de la manera más cruda posible estos sentimientos. Ahora bien, ¿su estructura arriesgada y su temática atormentada alcanzan para valorar el resultado final en forma halagadora? Definitivamente quizás…


The Drift, como experiencia auditiva, es un FRACASO. Intenta ser una radiografía del caos, está concebido desde el corazón de las tinieblas, y si bien es creíble en ese dolor, a mí me resulta indiferente… ¿O acaso me tengo que conmover con la historia de la lapidación de Clara, la amante de Mussolini?


Toda esta oscuridad, ¿me tendría que asustar? Porque hay momentos que más que miedo, me provocan lástima -el highlight, en este sentido, es la imitación que hace Walker ¡¡¡del Pato Donald!!! en el tema "The Escape"-. Por otra parte, después de escuchar sus viejos discos, ¿no les da pena oír que Walker cante de esa manera? Ya sé que en Tilt cantaba más o menos igual, pero no deja de ser triste. Además de ser una experiencia desagradable, escuchar The Drift es mortalmente aburrido, y me parece que esto es lo peor que se puede decir de un trabajo de estas características.

 

 

 

Sobre los críticos:


Estamos ante la presencia, de más está remarcarlo, de un disco extra-ordinario, pero ¿es esto necesariamente una virtud? ¿Por qué no se pondera de la misma manera a otros artistas que regularmente editan placas de características similares -más o menos personales, más o menos elaboradas- y que son completamente ignorados? ¿Desde cuando los críticos -salvo los de la revista The Wire, por supuesto- se entusiasman tanto con esta clase de trabajos?


La mayoría aporta datos innecesarios. Sí, es verdad, Scott Walker fue un ‘teen idol’, pero eso fue hace cuarenta años. Ya pasaron once años desde la edición de Tilt, Walker se demora en publicar nuevas placas ¿y qué? ¿Desde cuando estos datos estadísticos son tan excepcionales?


Pareciera que la fórmula para hacer una reseña sobre The Drift es la siguiente: Ex Teen Idol que ahora hace música rara + artista de culto en la primera parte de su carrera solista + sólo tres discos en treinta años = ¡¡Este disco es buenísimo!!


Como siempre, todas las reseñas, tanto las de las revistas como las de los blogs -hay honrosas excepciones- DICEN LO MISMO. Entonces, más que intentar un alegato contra The Drift, en este modesto escrito sólo intento dar una opinión diferente.


Interludio:

A los diez minutos de escuchar The Drift, uno siente deseos irrefrenables de levantarse, pulsar la tecla stop del reproductor, sacarlo cuidadosamente del mismo y tirarlo por la ventana… Seguramente a eso se refiere Xavier Valiño cuando lo cataloga de peligroso. The Drift puede ser un disco peligroso, especialmente para los peatones distraídos…


Últimas preguntas:


¿Y si Scott Walker no es un genio, es sólo un tipo atormentado que hizo
-muy- buenos discos, pero treinta o treinta y cinco años atrás, y The Drift es sólo una radiografía de su decadencia como persona y como cantante?


¿Si The Drift lo hubiesen firmado Peter Gabriel o David Bowie, estarían todos igual de fascinados o titularían las reseñas con un ‘Gabriel nos aburre a todos’? ¿Y si este disco lo hubiese hecho yo, qué dirían los críticos?


¡Ah! Para terminar, este disco ¡¡¡¿¿Es bello??!!!


Final:

Sorry, Scott, como dijo la gran Bettye LaVette: I've got my own hell to raise. 

 

Guillermo Apud
 
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ARTÍCULOS 2006 RESUMEN AÑO 2005

ARTÍCULOS 2006 RESUMEN AÑO 2005

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ARTÍCULOS 2006


2005, la fragmentación definitiva de la música

 

 

MIA

 

         Curiosamente, por mucho que las discográficas se empeñen en asustarnos con la crisis de la industria -su crisis, claro-, echando la vista atrás a los pasados doce meses, se llega a la conclusión de que estamos en un momento de creatividad y abundancia musical como nunca antes. Se produce más música, se escucha más y hay más conciertos, aunque, probablemente, las estructuras que las venían canalizando hasta ahora hayan perdido definitivamente su papel protagonista.

 

         La causa, claro está, hay que buscarla en Internet. Ya no se le puede decir al oyente qué debe escuchar: éste lo busca por sí mismo a través de la red y aquellos canales convencionales de antes le sirven de muy poco. Las multinacionales luchan por no perder su parte del pastel intentando reconvertirse al negocio a través de descargas digitales y tonos para teléfonos móviles, mientras que las grandes emisoras de radio-fórmulas ven como su audiencia disminuye drásticamente y sin posibilidad de regenerarse.

 

         El dinero está ahora en el directo, al menos para los artistas, y eso lo tienen muy claro, Una buena parte de su potencial audiencia descubre lo que le gusta a través de la red, después se pasan por los conciertos de esos artistas y acaban comprando el disco a la salida. Sin duda, los sellos pequeños son los que mejor se han adaptado a esta nueva dinámica.

 

         También es cierto que todo está mucho más fragmentado, que se graban discos de todo tipo de estilos y que casi ninguno tiene un protagonismo especial. Incluso se podría decir que se escucha más música que nunca pero, con tanta disponible, la paciencia del consumidor habitual es menor. Si no interesa rápidamente, se pasa a otra cosa, que hay mucho por descubrir.

 

         Tal vez, el estilo con mayor repercusión actualmente, y el más interesante que se factura en las Islas Británicas sea la revisión del post-punk, con bandas notables como Bloc Party, Franz Ferdinand, Futureheads, Maximo Park o la ultimísima revelación, Arctic Monkeys. Hacía ya un tiempo que no se veía a una generación con tantas canciones relevantes.

 

 

Arcade Fire

 

         Sin embargo, el centro de la atención se ha trasladado a Canadá. De allí ha surgido el disco mejor aceptado del 2005, el debut de Arcade Fire, publicado a finales del 2004, y al que le siguen de cerca los álbumes de The Deadly Snakes, Wolf Parade, Stars, The New Pornographers o Broken Social Scene. Nueva York, una vez liberada del papel principal, sigue dando discos de grupos interesantes como LCD Soundsystem, Animal Collective, Bright Eyes, The National o Clap Your Hands Say Yeah, un remedo en la actualidad de lo que fueron en su día Talking Heads.

 

         La electrónica, tras haber escapado abruptamente de la aceptación masiva y la atención mediática, sigue refugiada en su reducto lógico, los clubes, y sólo el debut de MIA ha trascendido sus límites. Davendra Banhart continúa encabezando el nuevo folk, en el que cabe destacar la recuperación de Vashti Bunyan, quien ha grabado su segundo disco… ¡35 años después! Por su parte, el mundo del hip-hop sigue protagonizado por Kanye West, la vara con la que medir el nivel del resto de sus competidores, al que sólo Common, con un disco producido por el propio Kanye West, ha conseguido hacer sombra.

 

         Un elemento característico, tal y como se puede comprobar en el párrafo precedente, es el mayor número de nombres propios y que se presentan en solitario que han conseguido relevancia. Parece que, en estos tiempos, es más difícil trabajar en grupo. A los ya citados, habría que añadir otros tan singulares que parecen haber construido universos propios y al margen de todo: Antony & The Johnsons, Sufjan Stevens, Richard Hawley, Josh Rouse o Rufus Wainwright, protagonista, este último, de los conciertos más memorables del año, con permiso del gran Nick Cave.

 

         Entre los nombres veteranos, conviene destacar los nuevos discos de Ry Cooder, John Hiatt, Bruce Springsteen, John Cale, Kate Bush, Paul McCartney, Echo & The Bunnymen, The Wedding Present o The Go-Betweens, aunque a todos ellos los supera una voz seca y rota del soul clásico, Bettye Lavette, quien desarma con la desnudez de su I’ve Got My Own Hell To Raise (Ya tengo mi propio infierno que criar).

 

         Dentro de nuestras fronteras, éste ha sido el año de la conversión al castellano de unos cuantos grupos que, hasta ahora, se venían expresando en inglés, como Deluxe, Sidonie, Standstill, Chop Suey, Beef, Mishima, Les Phillipes, Tuesday Afternoon (ahora Turistas) o Love Of Lesbian. Otros, como Sr. Chinarro, Nacho Vegas, Sólo Los Solo o Anari, siguen profundizando en sus hallazgos del pasado con resultados más que notables.

 

Casi todos los discos relevantes se han grabado en sellos independientes -con la excepción de Sidonie o Iván Ferreiro, aunque cabe preguntarse cuánto tiempo los retendrán sus respectivas discográficas antes de despedirlos-, lo que da una idea de la situación de la industria. Si el disco de oro ha bajado hasta situarse en las 40.000 copias, será por algo. Y, buscando la respuesta, volvemos al principio.

Xavier Valiño

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THE MAMAS AND THE PAPAS 2005

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


The Mamas & The Papas, el sueño de California

No es que pasase mucho tiempo desde que se juntaron en 1965 hasta que se separaron en 1968, pero en palabras de Papa John, “lo pasamos tan bien en dos años, que ya no había nada más que disfrutar.” Aún así, The Mamas & The Papas se convirtieron en tan poco tiempo en la familia real estadounidense del pop, los Beatles americanos. 

Al igual que los Beatles, eran cuatro personalidades reconocibles al instante, distintas pero con el mismo entusiasmo y capacidad para el espectáculo. John Phillips y su mujer Michelle, Cass Elliot y Denny Doherty parecían y sonaban como nadie más en aquel entonces. Atractivos por su vistosa presencia, eran unos profesionales y perfeccionistas enfrente del micro que se dejaban llevar totalmente en el escenario. 

Complete Anthology es justo eso: todo lo que grabaron. Sus cuatro discos entre 1966 y 1968 –If You Can Believe Your Eyes And Ears, The Mamas & The Papas, Deliver y The Papas & The Mamas-, más el endeble People Like Us grabado en 1971 después de ser forzados a reunirse para cumplir obligaciones contractuales. Además, se incluye su poco ensayada pero vigorosa actuación de cierre del Festival Monterrey Pop, el 18 de junio de 1967, y un compacto de rarezas, canciones escogidas de sus discos en solitario y sus primeras grabaciones como coristas del segundo disco de Barry McGuire en diciembre de 1965.

 

Fue precisamente gracias a Barry McGuire que John, Michelle, Denny y Cass, con el grupo todavía sin nombre y con Cass aún no comprometida al cien por cien, hicieron su primera audición para el sello Dunhill de Lou Adler. El comentario de éste de que “no podía creer lo que estaba viendo y escuchando” es ya parte de la leyenda del rock. Lo que añadió a continuación, “habían bajado de 80 viajes de ácido, eran sucios y estaban intimidados y, aún así, cantaban como los ángeles,” aún dice más. 

La versión que Barry McGuire hizo de “California Dreamin’” cierra esta Complete Anthology y es idéntica a la de The Mamas & The Papas, salvo por dos pequeños detalles: la voz tenor familiar de Denny Doherty es reemplazada por el gruñido áspero de McGuire y una flauta veraniega sustituye al solo de armónica. Es la diferencia entre la mediocridad y la magia del rock’n’roll y definía la canción que lanzó la montaña rusa en la que se convirtió la carrera de The Mamas & The Papas. 

Todos los elementos cruciales de su trabajo encontraron su lugar rápidamente y continuaron inalterables durante los siguientes tres años: el productor Lou Adler, el ingeniero Bones Howe y la crema de los músicos de sesión de Los Ángeles -el batería Hal Blaine, el bajista Joe Osborne y el teclista Larry Knechtel, conocidos como The Wrecking Crew- fueron tan importantes para el grupo como el equipo con el que contó Phil Spector para sus legendarias grabaciones. Ellos proporcionaban el colchón perfecto sobre el que descansaban las canciones de John Phillips y las imponentes armonías del grupo. 

También los discos encontraron pronto su modelo: John Phillips escribía la mayoría de los temas, a los que se le añadían algunas versiones escogidas, generalmente para que se luciera Mama Cass, aunque con la sentida excepción de “Dedicated To The One I Love” que se le dejó a Michelle. John venía del mundo del folk y su descubrimiento del pop en 1965 (y de los Beatles en particular) le llevó a componer un montón de brillantes melodías de éxito -“Monday Monday”, “Where You Wanna Go”, la autobiográfica “Creeque Alley”- y canciones más artesanales para sus álbumes, a menudo más oscuras en apariencia -“Straight Shooter”, “No Salt On Her Tail”, “Strange Young Girls”-. 

Las diferentes voces de cada uno de los cuatro y su imagen estrafalaria fue lo que los situó en otra dimensión al lado de sus coetáneos. El público encontró irresistible su garbo hippie,  bohemio, y sus extravagantes modales. Pronto se convirtieron en la apuesta más segura en los circuitos de la música en directo y los únicos capaces de encabezar el Festival Monterrey Pop del “verano del amor” de 1967. 

The Mamas & The Papas también retaron a la moral conservadora de la sociedad estadounidense con su osado desdén por los valores tradiciones. Los comentarios de Mama Cash estaban, generalmente, fuera de lugar y no sólo tuvo un hijo sin casarse, sino que también proclamó que había sido una “concepción inmaculada.” En lo más alto de su fama, Michelle fue despedida temporalmente y reemplazada por otra mujer que se le parecía bastante, Jill Gibson, por sus relaciones extramaritales, primero con el otro componente masculino del grupo, Denny, y, luego, con Gene Clark de sus rivales The Byrds. 

Aunque sobrevivieron a todo tipo de escándalos públicos, no consiguieron sobreponerse a las fricciones entre John y Michelle, el resentimiento de Mama Cass con el liderazgo de John y la sensación de aislamiento de Denny. Sus carreras en solitario no tuvieron mayor relevancia. Mama Cass fue la que más éxito tuvo, hasta su muerte en 1974. Después, John fue cayendo en un abismo personal y creativo por su adicción a las drogas, sin que pudiera recuperarse. Murió en marzo del 2001. 

Michelle y Denny, los supervivientes, son los productores de una película basada en la carrera del grupo que se estrenará próximamente. Por ahora, Complete Anthology documenta intensamente una historia condensada en dos años y medio y nos reencuentra con el talento de John Phillips, quien lo dilapidó todo muy pronto por vivir demasiado al límite.

Xavier Valiño

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TEENAGE FANCLUB DISCOGRAFÍA

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


 

TEENAGE FANCLUB (Discografía)

 

Melodías desde el Norte de Gran Bretaña

 

        Con motivo de la edición de su último disco, Man-Made, hacemos un repaso por la discografía de una de las bandas más importantes de los tres últimos lustros, los escoceses Teenage Fanclub.

 

 

A Catholic Education (Paperhouse / Matador, 1990)

 

 

El debut del grupo le debe más al rock alternativo americano del momento que al power-pop que se convertiría en la marca de la casa. Aquí hay más de Sonic Youth -de quienes se harían grandes amigos-, Hüsker Dü, Dinosaur Jr. o del Neil Young más eléctrico que de Big Star, por poner un ejemplo. Sin embargo, las melodías comenzaban a estar ahí, cubiertas por marañas de guitarras y una producción sucia. “Everything Flows” es su primera gran canción, en un disco en el que Norman Blake se erige como el principal compositor -curiosamente acreditado como Morman Blake-. El álbum, según cuenta el grupo, se financió con la venta de una lavadora y un frigorífico que la vecina de Raymond le dejó en su testamento.


The King (Creation / Matador, 1991)

 

 

El disco que todo el mundo ignora, en buena parte debido a que fue descatalogado nada más editarse, por lo que parece que el grupo tampoco se lo tomó muy en serio. Fue grabado al mismo tiempo que Bandwagonesque, aunque en mucho menos tiempo, con el objetivo de finiquitar el contrato que los ataba con Matador en América. Sus siete instrumentales serían la respuesta del grupo a la presunta dulcificación del sonido del álbum que grabaron al mismo tiempo. No obstante, para que quedase claro que su amor por las melodías no se había quedado por el camino, incluyeron también una versión de “Like A Virgin” de Madonna y de “Interstellar Overdrive” de Pink Floyd. No pasa de ser anecdótico o, mejor aún, de puente entre el sonido de su debut y el que les acompañaría a partir de Bandwagonesque.


Bandwagonesque (Creation / Geffen, 1991)

 

 

         Paradójicamente, cuanto más se alejan de Nirvana, más próximos se sienten. Hay menos deudas con el rock underground estadounidense y aparece la luz en sus canciones, con Big Star como el gran referente -y otros artistas con la B en sus iniciales: The Byrds, The Beach Boys, The Beatles, Burt Bacharach, The Band, Badfinger-. La respuesta crítica en su momento fue similar a la de Nevermind. La gira posterior con el grupo de Kurt Cobain y la coincidencia de símbolos materialistas en las portadas no va más allá: su sonido ya sigue caminos divergentes. Don Fleming, el productor, los convenció para centrarse en las voces, así que las guitarras suenan menos saturadas. Tal vez sea la cima del power-pop de los 90 y la de Gerard Love (él aporta “December”, “Is This Music”·, “Guiding Star” y “Star Sign”). Para el recuerdo la frase que abre el disco: “Viste de cuero adondequiera que va, dice que va a comprar un disco de Status Quo”. Ni ellos mismos se toman tan en serio, a pesar de haber parido un clásico instantáneo.


 

Thirteen (Creation / Geffen, 1993)

 

 

         Tras Bandwagonesque había hambre de canciones del grupo. Escuchado sin ningún antecedente sobre sus autores, no deja de ser un buen disco, como grandes momentos como “Norman 3”, “Commercial Alternative”, “Gene Clark”, “Radio”, “120 Mins”, “Hang On”… En cuanto al sonido, por un lado intentan darle una orientación más rock y, por otro, utilizan más teclados que nunca, violines, cellos, flautas… Sin embargo, no todo resulta como debiera: tras seis meses de grabación, el grupo no disimula al hablar del laborioso proceso y de lo que les ha costado darle forma. En consecuencia, el disco es acogido con mayor frialdad. No es de extrañar, porque superar a su antecesor no estaba al alcance de casi nadie. Las primeras copias incluían seis canciones extra no acreditadas, entre ellas versiones de Phil Ochs y The Flying Burrito Brothers.

 


Deep Fried Fanclub (Paperhouse, 1995)

 

 

         Paperhouse intentó rentabilizar su inversión del pasado en Teenage Fanclub -les ofrecieron su primer contrato nada más formarse-, editando esta colección de canciones grabadas mientras estaban con el sello en 1990, al que añadieron su single para la compañía K de 1992. Aquí están los singles “Everything Flows”, “God Knows It’s True”, varias caras B interesantes para quienes busquen tenerlo todo del grupo y distintas versiones: “The Ballad Of John And Yoko” (The Beatles), “Don’t Cry No Tears” (Neil Young), “Free Again” (Alex Chilton) y “Bad Seed” (Beat Happening). No pasa de ser una curiosidad. La futura colección de caras B mucho más completa que el grupo nos debe será más apetitosa.

 


Grand Prix (Creation / Geffen, 1995)

 

 

         Se impone la democracia en el seno del grupo y a uno le quedan ganas de asegurar que se trata del sistema político perfecto tras escuchar Grand Prix. Para ellos es su mejor álbum, y se podría decir que el referente de todas las grabaciones de la banda, ése que sirve para medir a todos sus otros discos. Si hasta ahora el compositor más celebrado del grupo había sido Norman Blake, Gerard Love y Raymond McGinley se sitúan a su altura. Tanto el sonido como sus emociones se calman para abrazar sus influencias y recrearlas con tino (“About You” remite a The Beatles, “Neil Jung” a Alex Chilton, “Sparky’s Dream” a The Byrds), incluyendo canciones más lentas ausentes hasta el momento de su repertorio como “Tears” o “Say No”. Aún hoy sigue siendo el centro de sus actuaciones. El álbum pop perfecto, que debería ser el rasero por el que todos midieran la palabra pop.

 


Songs From Northern Britain (Creation-Sony, 1997)

 

 

         Tras la reinterpretación acústica de cuatro de sus canciones en el EP Teenage Fanclub Have Lost It (“Don’t Look Back”, “Everything Flows”, “Starsign” y “120 Mins.”) el grupo registra su siguiente álbum. Si la fórmula había salido bien en su anterior disco, valía la pena repetirla. De nuevo con David Bianco en los controles, el disco toma también el modelo acústico del EP para gran parte de sus canciones, con una participación destacada de los teclados. De nuevo se repite el reparto de cuatro canciones por cada uno de los tres compositores, incluyendo parte de las favoritas de la banda y de sus seguidores: “Start Again”, “Ain’t That Enough”, “Can’t Feel My Soul”, “Take The Long Way Round”, “Winter”, “I Don’t Care”… Nada mejor para una soleada tarde de otoño. Junto a Bandwagonesque y Gran Prix, el tercer disco que todo amante del pop debería tener.

 


Howdy! (Columbia-Sony, 2000)

 

 

         El modelo ha cuajado definitivamente y ya sólo queda trabajarlo. Cuatro canciones por cada uno de los tres. Guitarras acústicas y eléctricas casi a partes iguales. Armonías vocales. Melodías. Estribillos. Aquí, además de unos arreglos más ambiciosos, es McGinley el que parece haber mejorado con los años, aportando “The Sun Shines From You”, “I Can’t Find My Way Home”, “Hapiness” y “My Uptight Life”, aunque Gerard Love aporta gemas como “Near You”, “I Need Direction” y “The Town And The City”. Norman Blake no consigue igualar sus logros del pasado. Para cualquier grupo sería un gran disco, pero para Teenage Fanclub se queda por debajo de su trilogía de discos mágicos ya citados.

 

 

Words Of Wisdom And Hope (Geographic / Alternative Tentacles, 2002)

 

 

         Cuando ya parecía que la fórmula no daba más de sí, Teenage Fanclub se descuelga con un disco distinto, el más atípico de su discografía. No es que no tenga nada que ver con el resto de su obra, pero el canon al que nos habían acostumbrado se rompe en este álbum. Evidentemente, hay que contar con que el disco fue grabado a medias con Jad Fair, componente de Half Japanese (y padre de Simon Fair Timony, un niño que, a sus once años, era uno de los mejores amigos de Kurt Cobain, a quien le dedicó “I Love You Anyway” con su grupo The Stinky Puffs, tal vez el homenaje más emotivo al líder de Nirvana). O sea, un álbum a medio camino entre el sonido independiente del americano y el pop de los escoceses. Para algunos podría ser algo así como el regreso del grupo a los días de A Catholic Education, lo que es lo mismo que decir que faltan melodías que enganchen.

 


Four Thousand Seven Hundred And Sixty-Six Seconds: A Shor Cut To Teenage Fanclub (Columbia-Sony, 2002)

 

 

         El disco que sirvió para poner fin a su relación con la multinacional Sony y con una portada que parece sacada de los mejores tiempos del rock sinfónico. Con decir que éste es el único recopilatorio del grupo hasta el momento, estaría todo dicho. Perfecto para quienes quieren iniciarse en el mundo de Teenage Fanclub. Además, al estar recogidas casi todas sus grandes canciones y singles, se puede asegurar sin la más mínima duda que es un disco pop perfecto. Como jugada comercial, incluía tres canciones nuevas, cómo no, una por cada uno de los tres compositores: “The World’ll Be OK” de McGinley, “Empty Space” de Love y “Did I Say” de Blake.

 


Man-Made (PeMa, 2005)

 

 

         Cinco años después de su último disco en estudio, Teenage Fanclub regresan con un nuevo álbum editado en su propio sello discográfico, PeMa. Ya no se deben a nadie ni a nada, ya gozan de la condición de clásicos, ya saben que interpretan a la perfección su libro de estilo, así que sólo queda revestirlo de alguna otra forma. Por eso deciden contar con el productor John McEntire, de forma que el interés, una vez conseguidas las melodías y las armonías, se centre en los arreglos. Por ahí parece que puede estar la única vía de evolución del grupo. Tras cinco años de ausencia, sus canciones se aprecian de nuevo, y hay varias que se pueden sumar a lo mejor de su repertorio sin desmerecer. Lo mejor de todo es que éstas cambian de un día para otro, así que aún se pueden esperar más melodías exquisitas desde el Norte de Gran Bretaña.

 

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