CAMPUS GALICIA ARTICULO CANCIONES PARA KURT COBAIN, NIRVANA

ARTÍCULOS 2001

Las canciones escritas para Kurt Cobain

Párate a pensar en alguno de los discos que han sido editados en los últimos años. Busca alguna de las siguientes palabras: depresión, arma de fuego, chico, heroína, ángel, estómago, dolor, triste. ¿Puedes encontrar más de cuatro en una misma canción? Si lo has hecho, lo más probable es que hayas dado con alguno de los tributos a Kurt Cobain. En el lustro largo que ha pasado desde su suicidio, el 8 de abril de 1994, compositores desde Seattle hasta Dublín han escrito varias canciones sobre uno de los últimos mitos del rock. Aquí tienes un repaso.

– “Sleeps With Angels” de Neil Young –Sleeps With Angels, 1994-:Poco puede haber peor que alguien utilice tus textos como base para una muerte. Kurt Cobain escogió un verso de “My My Hey Hey (Out Of The Blue Into The Black)” del canadiense, concretamente “It’s better to burn out than to fade away” –“Es mejor apagarse que desvanecerse lentamente”-, como parte central de la nota que dejó detrás de su suicidio. Neil Young, que parece que había prometido no volver a tocarla en directo, la volvió a interpretar después en dos conciertos seguidos en San Francisco, cambiando la letra por “Once you’ve gone, you can’t come back” –“Una vez que te has ido, no puedes volver”-. En “Sleeps With Angels”, el corte que daba título a su disco del 94, Neil Young relata la historia de dos amantes que se pelean y se separan, resultando en la muerte del más joven. Es, además, lo más próximo que haya compuesto sobre esa muerte en la que tuvo una intervención un tanto extraña, dejando, a pesar de todo, la nota dulce: “He sleeps with angels, he’s always on someone’s mind” –“Duerme con los ángeles, está siempre en la mente de alguien”-.

– “I Love You Anyway” de The Stinky Puffs –A Tiny Smelly Bit Of, 1994-:Tal vez la canción más emotiva la compuso un chaval de once años, Simon Fair Timony, con el que colaboran habitualmente Cody Linn Ranaldo –hijo de Lee Ranaldo, de Sonic Youth-, Don Fleming, Sun Ra, los Residentes, Dave Edmunds, Eric Drew Feldman, su madre y su padrastro –componente de Half Japanese-. Simon se había hecho amigo de Kurt desde que le hiciera llegar sus canciones y éste lo mencionara en Incesticide y lo llevara con el grupo en la gira de In Utero, en la que, a veces, le hacía salir al escenario a tocar la guitarra. Evidentemente, él sí sintió su muerte como la de un padre y lo dejó claro en una canción todo candor y emoción: “You said you wanted to record with us, I was gonna go to Seatlle so we could do some drawings. I’m happy I smashed you guitar with you and I’m happy we shared some love.” –“Dijiste que querías grabar con nosotros; yo iba a ir a Seattle y podríamos hacer algunos dibujos. Soy feliz por haber destrozado tu guitarra contigo y por haber compartido algo de amor.”-.

– “Let Me In” de REM –Monster, 1994-: Michael Stipe había estado grabando maquetas con Kurt, en su sótano, en los meses anteriores a su suicidio. En aquel tiempo el vocalista de REM aún sentía la reciente desaparición de otro buen amigo, River Phoenix. Durante la grabación de Monster, un disco con el que quería evitar repetir los pensamientos sobre la muerte de Automatic For The People, supo del suicidio de Kurt, y escribió “Let Me In”, según palabras textuales, “a Kurt, para Kurt y sobre Kurt”, canción que tocaron con una guitarra que Courtney Love le regaló. Hay referencias a la voracidad del sistema “We eat them up, drink them up” –“Nos los comemos y nos los bebemos enteros”, pero, sobre todo, hay cierto sentimiento de culpa e impotencia: “I had a mind to try and stop you, let me in” –“Tenía en mente intentar detenerte, déjame entrar”-.

– “Last Exit” de Pearl Jam –Vitalogy, 1994-:Inevitablemente, la muerte de Kurt Cobain, espíritu afín y enemigo declarado de Eddie Vedder, tuvo una influencia decisiva en el disco de Pearl Jam de aquel año. Hasta canciones como “Spin The Black Circle” tenían una carga anti-sistema mucho más acentuada que el resto de su repertorio. Pero es en “Last Exit” en la que se puede sentir más claramente el sentimiento de pérdida y frustración: “If one cannot control his life, will he be driven to control his death?” –“Si uno no controla su propia vida, ¿se le permitirá controlar su muerte?-, se pregunta Vedder mientras la banda se arranca con furia nihilística. Hay más: en “Inmortality” queda claro cuál fue el destino del mito: “Some die just to live” –“Algunos mueren sólo para vivir”-, aunque, al final, Eddie Vedder también toma partido, distinto al de Kurt, en “Tremor Christ”: “I’ll decide take the dive, take my time and not my life” –“Decidiré pegar el salto: toma mi tiempo, pero no mi vida”-.

– “Sundown” de Veruca Salt –cara B del single Victrola, 1995-:Louise Post, al frente de su grupo coetáneo en el tiempo y la actitud a Nirvana, imagina un mundo más perfecto en el que Kurt Cobain aún está presente. “You’re the dream, I’m the dreamer, In the dream you’re still around” –“Eres el sueño y yo la soñadora, y en el sueño todavía estás vivo”-. Su versión de la historia es la que cuenta con más adeptos.

– “Queen Mother” de Julian Cope –20 Mothers, 1995-:En este caso, el druida galés escribió desde el punto de vista exclusivo de Courtney Love, a quien había conocido unos quince años antes en Liverpool. Todo el mundo pensaba que Courtney se sentiría justo como Julian Cope lo reflejó: “I hate myself and want you back” –“Me odio a mí misma y te quiero de vuelta”-. Más directo, imposible.

– “Mighty K.C.” de For Squirrels –Example, 1995-:El grupo de Florida, seguidores de REM, intentó acercarse a Kurt Cobain -¿de dónde, si no, las iniciales de la canción?- desde otro punto de vista: imaginarse cómo debe ser la preparación de uno ante la seguridad de su muerte. El detalle macabro llegó a las pocas semanas de grabar el tema en cuestión: antes de ser publicado, dos componentes de la banda murieron en un accidente de tráfico.

– “Into Yer Shtik” de Mudhoney –My Brother The Cow, 1995-:Sólo por esta canción se podría pensar que Nirvana si fueron los amos y señores del grunge y que Mudhoney querían a alguien en primera fila con quien identificarse. En lugar de intentar entender a Courtney Love, como hacía Julian Cope, Mudhoney optaron por la vía de culparla directamente de su suicidio, como aquella película que Love intentó prohibir. “Why don’t you blow your brains out, too?” –“¿Por qué no te vuelas los sesos también?”-. Se olvidaron de un único detalle, muy importante en este caso: antes de amenazar, hay que saber con quién se la juega uno.

– “About A Boy” de Patti Smith –Gone Again, 1996-:Casi una respuesta a “About A Girl” de los propios Nirvana. Patti Smith, que entonces sufría en sus carnes la muerte de muchos de sus allegados, se lamenta en “About A Boy”: “From a chaos, rich and sweet, from the deep and dismal streets, tore another kind of peace, tore the great emptiness” –“Desde el caos, rico y dulce, desde las calles profundas y sombrías, he roto otra clase de paz, he roto el gran vacío”-.

– “You’re One” de Imperial Teen –Seasick, 1996-:Roddy Bottum, teclista de Faith No More, en su proyecto paralelo, se convierte en un aliado perfecto para Kurt Cobain, aunque comete un sólo error: no haber hecho durante su vida lo que le ofrece después de muerto: “I’d pump your stomach if I thought it’d stop the pain” –“Te golpearía en el estómago si supiera que pararía el dolor”-, en alusión a los dolores de estómago que Cobain decía que aliviaba con heroína.

OTRAS CANCIONES:

– “Untitled” –conocida como “Song For Krist And Dave”- de Kyuss, banda antecesora de Queens Of The Stone Age –single, 1994-.

– “Weight Of The World” de The Samples –Autopilot, 1994-.

– “Tearjerker” de Red Hot Chili Peppers–One Hot Minute, 1995-.

– “Hole” de Catherine Wheel–Happy Days, 1995-.

– “So Sorry, Mr. Cobain” de Lena Fiagbe–Visions, 95-.

– “Saint Cobain” de Vernon Reid, antiguo líder de Living Colour –Mistake Identity, 1996-.

– “I’m Still Remembering” de The Cranberries–From The Faithfully Departed, 1996-.

– “Don’t Wake Daddy” de The Tragically Hip–Trouble At The Henhouse, 1996-.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO BOSSA NOVA

ARTÍCULOS 2001

Bossa nova

La música popular

Astrud Gilberto y Antonio Carlos Jobim

Hace ahora poco más de 30 años se publicó Tropicalia, el punto de partida para la completa transformación de la música brasileña y su conquista del mundo. Palabras que antes eran sólo brasileñas ahora forman parte del vocabulario internacional: samba, bossa nova, lambada… La música brasileira es la Música del Mundo por excelencia, reconocida e influyente en todos los países, tal vez porque hunde sus raíces en etnias africanas, europeas e indias, con una infinita variedad de melodías y ritmos regionales.

Hay una canción que, al igual un buen puñado más, resume a la perfección cómo la música brasileña ha conseguido hace ya mucho tiempo traspasar sus fronteras y permanecer a la vez fiel a sus raíces. Se trata de "Aquarela do Brasil", de Ary Barroso, la auténtica marca registrada del país en el ámbito mundial. En los años 40, traducida convenientemente al inglés, sirvió como presentación de Carmen Miranda en una de sus primeras películas en Hollywood, antes de su conquista definitiva, y en los 80 le dio la idea para la película Brazil a su director Terry Gilliam, además de servir de punto de partida para su banda sonora.

Todos la conocen como Música Popular Brasileira, habitualmente reducida a las siglas MPB, una música estrechamente relacionada con los ritmos africanos, los sones cubanos y el jazz norteamericano. Pero es la variedad de estilos de las diferentes regiones lo que hace posible la existencia de una cantidad infinita de artistas y sonidos.

Rio de Janeiro tenía ya en el siglo XIX el choro y en el siguiente surgió el samba desde las favelas. Más tarde llegó la bossa nova desde los barrios de las clases medias que tenían vistas a las playas de Ipanema, Leblón o Copacabana.

El diez de julio de 1958, en uno de los estudios de la ciudad, se grabó un disco de 78 revoluciones por minuto con el tema “Chega de saudade”, de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes. En el reverso del mismo se registró el tema “Bim Bom”. Ése fue el punto de partida de la gran contribución de Rio a la música internacional: la bossa nova, que comenzó en los apartamentos de los elegantes barrios de Ipanema para acabar paseándose por los clubes nocturnos de Copacabana.

La bossa nova fue el primer estilo de música popular inventado a partir de la colaboración de dos hombres: Joao Gilberto y Antonio Carlos Jobim, un músico de conservatorio que se dedicaba a recorrer noche tras noche los bares de su ciudad. Durante un par de gloriosos años Jobim, Gilberto y un pequeño grupo de músicos -Chico Buarque, Luiz Bonfá, Carlos Lyra, Baden Powell y, sobre todo, Vinicius de Moraes-, se dedicaron afanosamente a construir su sonido intimista, llegando a poner en duda la preponderancia del samba en Rio. En 1959 su éxito traspasó fronteras con la versión que Astrud Gilberto hizo de "A Garota de Ipanema".

Lo que trajo la bossa nova de novedoso fueron cuatro factores preponderantes, además de la interpretación más coloquial: melodía, armonía, poesía y ritmo. Después, la principal razón de su éxito tuvo que ver con el interés de músicos de jazz norteamericanos como Stan Getz, Charlie Byrd, Duke Ellington o Ella Fitzgerald que la exportaron al mundo ayudados por la influencia de su mercado.

La exportación también trajo consigo el mayor problema de la bossa nova: su simplificación, las producciones orquestales y la banalización de sus estructuras y de sus arreglos hasta convertirla en el fondo ideal para el hilo musical. Jobim llegó a confesar sentirse perseguido por las infinitas versiones de "A Garota de Ipanema", la mayoría de las cuales se dedicaron a eliminar todos los elementos que tenía la bossa en su forma original.

Aunque, debajo de todas estas razones comerciales, lo que había era una auténtica sed de música urbana sofisticada entre las clases más pudientes de Rio, que encontraron en los ritmos lentos e innovadores de Jobim su auténtico reflejo. El nexo de unión con la siguiente generación fue Edu Lobo, al mezclar las estructuras de la bossa nova con ritmos más africanos o nordestinos. En los 60, durante el período de la dictadura, de las guerrillas urbanas y del deseo de cambiar el sistema político, surgieron los tropicalistas -Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa, Maria Bethania…-, mezclando música internacional como la batida latina o el rock con los ritmos nacionales, acelerándolos y tratando las letras con más atención.

Lo que se recoge en la colección de cuatro compactos titulada 40 años de bossa nova, recientemente editada por el sello Discmedi, son precisamente las canciones de aquellos primeros tiempos, y muchas de ellas no en su versión más predecible, con lo que gana en interés al recuperar grabaciones oscuras que sólo ven la luz ahora, después de un amplio y concienzudo trabajo de búsqueda en el fondo de catálogo de distintos sellos.

Por si fuera poco, o alguien no saciase su sed de clásicos brasileños, se editan también dos cajas con cuatro discos cada una en las que se recogen las históricas grabaciones de Vinicius de Moraes con Toquinho, así como las primeras producciones de Chico Buarque de Hollanda. Absolutamente imprescindibles para comprender la evolución de la música del siglo XX.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO BOB DYLAN

ARTÍCULOS 2001

Bob Dylan, aquel familiar excéntrico

Una buena parte de la población de este planeta sienta la cabeza cuando se van haciendo mayores, mientras que otros, una minoría, se vuelven más rebeldes. Estos últimos, sospechamos, son los que se divierten más, aún a costa de renunciar a una vida sin sobresaltos.

No es ninguna sorpresa descubrir que, con los años, el genio tan particular que es Bob Dylan, se haya convertido en uno de estos, aunque durante una época parecía que podía ir en cualquier dirección. Después de ser un icono musical durante gran parte de los 60 y 70, y de conservar su reputación en los 80, a pesar de que su producción discográfica no estaba a la altura de su leyenda, daba la impresión de que el viejo Robert Zimmerman había desaparecido durante la mayor parte de la década de los 90.

Sus discos en directo y sus colecciones de canciones folk tradicionales de esos años, que le reportaron diversos premios y el mantenimiento de su reputación crítica, no tuvieron una repercusión digna, ni tampoco consiguieron el impacto que se les podría suponer.

Al igual que le sucede a alguna otra gente en su mediana edad, tuvo que ser una fugaz visión de la muerte lo que hizo que Bob Dylan recobrara el entusiasmo por la vida. Tras una muy seria enfermedad del corazón en 1997, nos reencontramos con un Dylan rejuvenecido que se abrazó a la vida en la carretera, de forma más o menos permanente, en la gira titulada muy apropiadamente Neverending Tour –La gira interminable-.

Primero llegó Time Out Of Mind, en el 97, su disco más logrado desde Oh Mercy en el 89, ambos con la producción pantanosa de Daniel Lanois. El segundo aviso vino con “Things Have Changed”, la canción de ritmo optimista que le supuso un Oscar, al tiempo que devolvió una cierta credibilidad a esta categoría dentro de las estatuillas de Hollywood, al escoger la mejor canción de entre las nominadas en muchos años. Ya en su título, “Las cosas han cambiado” –el reverso de su declaración de los 60 “The Times They Are A-Changin’” (“Los tiempos están cambiando”)-, adelantaba que nos encontrábamos ante un Dylan distinto. ¡Y vaya si lo era!

Ese cambio no había sido nunca tan evidente como en Love And Theft, su disco número 43 en casi el mismo número de años. “Me siento como un gallo de pelea, me siento mejor de lo que nunca me he sentido,” proclama con chulería, y no habla por hablar. Por fin, en las doce canciones de Love And Theft, el Dylan de 60 años destripa la esencia de su música, consiguiendo el que es, probablemente, su disco más festivo y disfrutable hasta la fecha.

Gran parte de su atractivo se deriva del hecho de que Dylan, ahora sí, ha dejado de intentarlo arduamente. Ahora que ya es lo suficientemente mayor como para solicitar los descuentos de la tercera edad, parece haberse decidido por dejar de preocuparse por impresionar a sus seguidores y, simplemente, hace lo que le sale de las narices. Y lo que le gusta estos días es bajarse de su pedestal y tocar con su banda de directo, con la que lleva ya unos 700 conciertos, algo que se vuelve evidente en su perfecta conjunción.

Estas canciones, que parece ser fueron grabadas en menos de dos semanas con una producción casi inexistente del propio Dylan bajo el seudónimo de Jack Frost, muestran un ambiente relajado, de directo, de músicos totalmente libres y sueltos. Eso, sin mencionar su vertiente histórica: del rockabilly a las baladas del tin pan alley, del country al swing, del ragtime al blues de Chicago, sus doce cortes se convierten en un viaje histórico por las raíces de la música americana del siglo XX.

Además, parece como si Dylan se hubiera propuesto convertirse en un cómico de los que recitan sus monólogos ante una audiencia atenta, aunque en su caso sean cantados. Su nueva imagen lo muestra con una perilla y un bigote que incitan a la sonrisa, mientras que su entonación parece más la de un imitador que la del propio Dylan. Ahí tenemos al tío excéntrico habitual en todas las reuniones familiares, el que cuenta historias extrañas y chistes malos, el que da consejos ridículos pero que se lo pasa en grande.

¿A qué vienen, a estas alturas, estas salidas de tono? Tal vez “Sugar Baby”, el último corte, tenga la respuesta: “Cada momento de la existencia parece una mala faena.” Así que, para decirlo de otra manera, la vida es simplemente una gran broma de Dios. Por lo tanto, lo mejor que se puede hacer es echarse unas risas, porque sino se acabará desquiciado.

Y no es que Dylan haya perdido su visión habitual: “Tweedle Dee & Tweedle Dum”, que parece una alegoría sobre las elecciones en su país, “High Water” o “Floater” demuestran que su don para el comentario social sigue tan vivo como siempre. Aunque, para nosotros, son algunos de los versos de “Mississippi” los que resumen este disco: “Quédate conmigo. Las cosas empiezan a ponerse interesantes justo ahora mismo.” Lo bueno, parece ser, no ha hecho más que empezar.

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO BJORK

ARTÍCULOS 2001

Björk, sola en casa

Vespertine (Universal)

Después de interpretar a la protagonista ciega de, tal vez, la película más aclamada y polémica del 2000, Bailar en la oscuridad, y después de cantar en directo enfundada en un traje-cisne una de sus canciones –“I’ve Seen It All”- en la ceremonia de los Oscar, Björk Gudmundsdóttir se retiró a su casa.

Cerró la puerta delantera, echó las cortinas sobre las ventanas congeladas, se preparó un chocolate caliente y se cubrió con su edredón de terciopelo. Ya no se podía llegar mucho más lejos, y quería sentir algo muy familiar. Objetos caseros, ruidos suaves como las pisadas de un gato o una estufa caliente, el sonido reconocible de su propio espacio. Desenfundó su ordenador de bolsillo, dio de comer a su perro islandés y empezó a trabajar artesanalmente en su quinto disco.

La treintena de una mujer se considera su edad dorada. Todavía se es lo suficientemente joven como para considerarse activa, atractiva y precozmente creativa, pero también se es lo suficientemente mayor como para ser juiciosa, independiente y provocativamente segura. Los discos en solitario de Björk de la última década han ido acogiendo progresivamente la necesidad de soledad y calma.

En su debut en solitario de los 90, Debut, ya atrapa un tema eterno en su alma y nos lo escupe de frente: “¿Has estado alguna vez cerca de un ser humano?… Definitivamente, no tiene lógica.” En su tercer disco, Homogenic, todavía muestra su inquietud por toda la especie: “He recorrido el mundo y visto a la gente. Soy sincera cuando digo que me gustan. Quiero marcharme a la cima de una montaña con un emisor y buenas baterías… y liberar a la raza humana del sufrimiento.” Después llegó Dancer In The Dark, para la que escribió las tristes y fantásticas canciones de su personaje trágico, Selma, la mujer que nació pobre, perdió la vista rápidamente y a la que el destino condujo a ser condenada a muerte. Suficiente como para dejar a cualquiera sin resuello.

Siempre se tiene la sensación de que Björk se fuerza a exteriorizar sus sentimientos, resistiendo la propensión a contenerse dentro de su brillante poesía, expresándose con una música que cree, verdadera e inocentemente, puede salvar a este mundo bestial. Ése es el delicioso encanto de Björk. Por fin, con su última grabación, Vespertine, suena a un nivel de resolución que ha perseguido durante tanto tiempo.

Vespertine puede significar bastantes cosas: algo que ocurre por la tarde, una flor que se abre, el momento del día que precede a la puesta del sol, dejarse llevar por el atardecer… Según la propia compositora, “quería explorar lo que se siente dentro, ese éxtasis, ese estado eufórico que sucede cuando silbas.”

Esta vez no se trata de un álbum para los clubes internacionales de más renombre. En Debut, la instrumentación y los textos estaban supeditados a un latido rítmico subyacente en todo el disco. Después de tomar la primera decisión madurada de su trayectoria –separarse de los Sugarcubes para crear un mundo en el que moverse por sí sola-, muestra, en aquel disco, el baile de su primer amor, reconociendo sentirse “violentamente feliz porque no estás aquí.”

En Post se ríe de la civilización para sentirse mejor, al tiempo que propone su propia teoría de la evolución: “Todas las cosas modernas, como los coches y otras tantas, siempre han existido, simplemente estaban esperando… mientras escuchaban los ruidos irritantes de los dinosaurios y de la gente.”

En Homogenic la extroversión de sus exploraciones sociales y de sus inquietudes medioambientales se vuelve más clara que nunca: desde la cadencia militar de “Hunter” al estado de emergencia de “Joga”, mientras que en “Bachelorette” reconoce ser “una fuente de sangre, mi amor, en la forma de una mujer.”

En los últimos tiempos, mientras pasaba sus manos por encima de las estanterías, al tiempo que se acurrucaba bajo la mesa camilla, justo cuando acariciaba el espejo de su habitación o en el momento en que se reencontraba con la esencia de su propio perfume, Björk fue descubriendo Vespertine en su hogar. Y los sonidos que han ayudado a que su forma de expresarse suene como la más natural de todas las que ha adoptado hasta ahora estaban allí: el queso gratinándose, las velas consumiéndose en la noche, las cartas que se barajan, el café haciéndose lentamente… No hay sitio ya para “caminar sobre montañas” o “marcharse a una isla”.

En Vespertine relaja todos sus miembros y se siente madre: “si te estás rompiendo por dentro, ábrete“. Deja fluir todo lo que sabes y contempla lo que sale de ahí. Björk ha encontrado su sitio, aún algo desvergonzado: “Esta vez me lo voy a guardar todo para mí”. Pero no lo hace, no puede: “Le quiero, le quiero, le quiero, le quiero.”

Xavier Valiño

CAMPUS GALICIA ARTICULO THE ISLEY BROTHERS

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