BLUR

El Londres de hoy por Blur

 

 

            ¿Quién recuerda ya, en época de otros sonidos con más resonancia, el glorioso pop británico? Aquel que nos condujo, a través de varias décadas, de los Small Faces y los Kinks a The Jam o Madness. En medio de las excelentes bandas de guitarras americanas, que tienen tomado el mundo del rock en los últimos años, difícil es encontrar una banda de las Islas marcando la diferencia.

 

            Durante los últimos siete años, los ingleses han sido incapaces de colocarles a los americanos y al resto del planeta, un sólo grupo nuevo que consiga mantenerse sin dificultad en un primer plano. Si antes lo intentaron con Stone Roses, Happy Mon­days, Primal Scream, Suede y tantos otros, pronto lo intentarán de nuevo con Oasis, pero, uno tras otro, todos se estrellan contra la indiferencia americana.

 

     Aunque les sucederá lo mismo, Blur están aquí para reivindicar aquel pop. Parklife, su tercer disco, está sobrado de buenas razones para recordarnos aquellos nombres y encontrar en ellos unos dignos herederos. Un disco que es ya un clásico y que sirve, además, para recordarnos su anterior discografía.

 

            De la escuela de arte pasaron directamente, en el 91 y casi sin darse cuenta, a ser la respuesta londinense al fenómeno que entonces se vivía en Manchester. Leisure, su primer disco, estuvo bastante marcado por la estética y el sonido del momento. Modern Life Is Rubbish -«La vida moderna es basura-«, quince meses más tarde, consiguió despegarse de esa aureola para acabar siendo descrito como un álbum «deliciosamente arrogante» por asimilar y comentar con detalle la sociedad de su país.

 

            Poco más de lo mismo ofrece Parklife, aunque con un avance evidente: donde Modern Life Is Rubbish se mostraba demasiado pesado para una banda de su estirpe, Parklife se vuelca en un humor más lejano desde el que mantener las distancias, incluso desde su concepción. Ninguna de las canciones encaja bien a continuación de la anterior: una mente lunática parece haberse hecho con miles de ideas diferentes y las deja caer sin orden alguno a lo largo de una hora.

 

            «London Loves» y «Trouble In The Message Centre» muestran un desconocido amor por el electro-disco. «This Is A Low» los inclina hacia los orígenes sinfónicos de Traffic. «End Of The Century» remite al pasado más evidente. «Bank Holiday» y «Jubilee» aportan un lado más rabioso. «The Debt Collector» y «Lot 105» sirven como instrumentales de verbena. «Parklife», cantada por el actor principal de Quadrophenia, parece estar sacada de alguno de los monólogos de Michael Caine en Alfie. Sin embargo, las joyas son otras. «Girls And Boys», inspirada por un viaje a Ibiza, «Bedhead», la balada épica «To The End» o el pop más clásico de «Tracy Jakcs» o «Clover Over Dover».

 

            Las influencias adolescentes están ahí -el ska, el sonido mod, el rhythm & blues, el pop de corte más clásico-, adornado con las experiencias de los romances veraniegos y su devoción por Londres. Lo que en los últimos años sólo lograron Gallon Drunk, con sus particulares bandas sonoras desde las cloacas londinenses, o The The, con su visión del caótico Londres de un día laborable, lo recrean ahora de nuevo Blur. Saben bucear en la vida cotidiana de las clases medias y lo hacen con humor y ternura. Por todo ello Parklife es un gran disco pop y de Blur es el 94.

 

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