ULTRASÓNICA 1997 ENTREVISTA CON PRIMAL SCREAM

Primal Scream, carretera a la redención

 

 

 

“Más alto que el sol”

 

Bobby Gillespie ha resucitado de los peores clichés del rock: excesos, drogas, giras caóticas, cuero negro, pinta grasienta, groupies… Y lo ha hecho con un disco casi tan inspirado como el magistral Screamadelica. Tres años después del rock'n'roll revivalista de Give Out But Don't Give Up nos llega una nueva reencarnación -más aseada, alocada y actualizada- de Primal Scream con Vanishing Point y su secuela Echo Dek.

 

Inspirada por la chiflada película del mismo título -aquí traducida como Punto límite cero-, la mayor parte de la música que encierra evoca movimiento y los espacios abiertos de carreteras sin fin: algo así como la sensación de ver cómo el mundo continúa, mientras uno permanece encerrado en su coche deportivo a todo trapo, desorientado y desarraigado.

 

El propósito y el momento de muchas de estas canciones es palpable: una evidente y precisa determinación de mezclar muchas de las influencias de Bobby Gilliespie para convertirlas en algo nuevo. Así lo define él mismo: “Un disco de rock'n'roll-dub psicodélico con toda la energía del punk”, al tiempo que asegura que “ahora Primal Scream es una banda experimental, más que un grupo en la línea clásica de las formaciones del rock”. Y de ahí la presencia de las leyendas del soul The Memphis Horns, el padre del dub Augustus Pablo y uno de los perdedores del punk y de la explosión de los Sex Pistols, Glen Matlock, todos ellos sacados de su contexto y puestos al servicio de pasajes sonoros más espaciosos, extraños y, en su mayor parte, muy logrados.

 

A bote pronto podemos decir que Primal Scream ha vuelto al ambiente de la música dance, a los territorios de su hito Screamadelica. Pero han retornado con nuevas experiencias, técnicas, amigos distintos, sus egos maltrechos y, lo más importante, después de haber conocido el fracaso -crítico, al menos- con su anterior disco de pastiches a lo Rolling Stones, Give Out But Don't Give Up.

 

Aún nadie ha conseguido igualar el documento sonoro que relata perfectamente la experiencia del éxtasis -el primer subidón, la euforia sostenida, el consecuente bajón- en lo que ha sido una de las cimas de los 90, aquel Screamadelica. Por el contrario, Vanishing Point es su hermano bastardo: confuso, fuera de control, estático, espasmódico, maduro…

 

 Así que cuando se notan más sus influencias de música de baile -como en la maravillosa y extraña “Kowalski”- el ambiente es mucho más oscuro, incómodo, agresivo y de funk sucio, o lo que sería la experiencia del éxtasis hoy: mucho más imprevisible. Y esas experiencias tienen su contrapartida con Echo Dek, otra vuelta de tuerca dub en la experimentación de estos adelantados del rock.

 

En los últimos tiempos erais el prototipo de grupo rock. ¿Tanto te deprimía lo que hacíais?

– Vi algunas fotos mías hacia el final… Me dejaba ir. Ropa, pelo, higiene personal… Simplemente me importaba un carajo. No me deprimió hasta seis meses después de que saliera aquel disco. Sonaba bien en directo, pero seis meses más tarde me di cuenta de que no estaba sonando como debiera. Pensé en serio en disolver la banda. Porque si no podíamos ser tan buenos como yo creía que podíamos ser, si simplemente íbamos a ser pasables en lugar de… Primal Scream, no podía ver la razón para continuar. Un día te levantas, te miras al espejo y tu pelo te llega hasta el maldito culo y pareces un maldito hippie. Entonces piensas: “Joder, revisemos la situación”.

 

Si es así, ¿qué crees, desde tu punto de vista, que estaba mal en el último disco?

– Estaba sobreproducido, demasiado limpio. Debería haber sonado triste, como algo de última hora de la noche, pero también enervante. Más sucio y más oscuro. Cuando lo escribimos estábamos jodidos, rotos y confundidos, pero el disco nunca reflejó eso. En la cara B de nuestro single “Star” hay un corte llamado “Jesus” que es oscuro, suena fragmentado y confuso, pero todavía esperanzador. Así debería haber sido.

 

¿Recuerdas cómo fue el trabajo que llevó a registrar un disco como Vanishing Point?


– Fue escrito y grabado en dos meses y mezclado en otro. La última vez todo el mundo sabía exactamente lo que estaban haciendo; esta vez no había reglas, y era excitante y eléctrico. Capturamos el momento, se hizo todo en una toma. Es material de directo con Andrew Innes, el teclista, poniéndole cosas alucinantes y fantásticas por encima. Hicimos el disco directamente, pero me gustaría escucharlo cargado de ácido. Apuesto a que suena increíble.

 

¿Cómo llega el grupo a dar con sonidos así?

– Viene de reconocer que teníamos que hacer un disco espacioso. Yo he escuchado mucho dub y el resto bastante hip-hop, con lo que tenemos una sensación de mayor libertad con el bajo. Ahora queremos experimentar de nuevo. Rock'n'roll de alta energía. Experimentación psicodélica y música punk. Queríamos excitarnos nosotros tanto como a los demás, y lo hemos hecho. El último disco sonaba muerto comparado con Screamadelica o Vanishing Point y debería haber sonado agonizante. Amo Vanishing Point. Es un puro disco Primal Scream. Creo que realmente hemos encontrado nuestra voz.

 

Tomáis como referencia en el título una película que muchos han olvidado. ¿Es el disco la banda sonora ideal para la película Punto límite: cero?

Vanishing Point es una especie de película de carretera de fanáticos de la velocidad. Nos gusta su personaje principal, Kowalski, y su música era hippie, así que pensamos: “¿Por qué no grabar música que realmente recoja el espíritu de la película?” La película siempre ha sido una favorita de la banda. Kowalski es un ex-piloto de carreras que tiene que llegar en dos días de Denver a San Francisco, que toma un montón de speed y conduce por el corazón del desierto perseguido por policías, gansters y toda la escoria. Es una gran película punk con una cara viciosa, un viaje real hacia sí mismo. Creo que nuestra música le va perfectamente porque es jodidamente fuerte. Es la canción más fuerte que hemos hecho. Y a mí gusta la música para conducir, me gusta escuchar música cuando un avión está despegando. Te diré lo que es nuestro disco: es una película de carretera anarco-sindicalista de fanáticos de la velocidad.

 

Con vuestro comportamiento después de Screamadelica, ¿deberíais estar muertos?

            – Como grupo, sí. Algunos componentes del grupo, sí. Yo, tal vez. Alguna gente que conocemos, sí, murió. Y otros nunca regresaron, mental y emocionalmente. Pero lo pasamos bien. ¿Arrepentimientos? No, no, no…

 

¿Ha sido tan malo el tema de las drogas últimamente?

– Oh, sí, eso, mmmmmm… Está todo en las letras. No quiero decir algo estúpido… Es un disco oscuro, pero he encontrado la redención. Hay cosas que nos han pasado… Por ejemplo, recuerda la letra “Dame medicación para curar este agujero”. Era lo bastante explícito. No voy a llenar los espacios en blanco. Tuvimos unos años bastante extraños. Un montón de cosas, mucho conocimiento de nosotros mismos y mucho odio también.


 

¿Te ayudó a decidir qué quieres de la vida?

– Simplemente quiero ser más feliz conmigo mismo. Más en paz con todos. He estado en guerra conmigo, odiándome, y me gustaría aceptarme. Ser más yo mismo, más equilibrado. Esa sensación de asombro que tienes cuando eres un niño. Pienso que si lo conservas, es una gran cosa. Piérdelo y te va a herir.

 

¿Eres consciente de tu mortalidad?

– Mucho. Con mis letras intento decir qué he visto y cómo lo siento. Eso es todo lo claro que voy a ser. Las cosas son mucho más psicológicas ahora que hace unos años. Entonces era abuso físico. Ahora, tal vez, es abuso psíquico… No lo sé… No quiero entrar en detalles. Suficiente.

 

¿“Star” es una declaración a favor de manifestarse por lo que uno cree?

– Sí, es una declaración socialista. Está dedicada a cualquiera que se levanta por sus derechos: los estibadores de Liverpool, que no tienen apoyo de quienes se llaman laboristas, los palestinos… Es para mi padre, que era sindicalista. Cualquiera que diga: “No, no voy a tragar esa mierda”.

 

¿Cómo está la situación en Reino Unido?

– Jodida. El abismo entre los ricos y los pobres es repugnante. A mí me va bien con mi grupo, pero para la mayor parte de la gente la única salida son las drogas. Es la oferta y la demanda. Si no tienes nada que hacer, vas a querer tomar algo o a venderlo. La mayor parte de la gente que conozco que vende drogas simplemente llegan a ello, no son capos demoníacos. Pero no hay nadie que luche por la gente, y menos en el negocio de la música. Es como en 1974. Demasiado dinero, no suficiente talento, ni imaginación, simplemente un montón de gente idiotizada ganando dinero y sin dar nada a cambio.

 

Ahora también tienes una opinión.

– No era sólo mi pelo largo antes, mi actitud desaparecía con ello. Puedes tener el pelo largo y ser todavía un punk. Mira a Neil Young, a Kurt Cobain. Le amo, especialmente por In Utero. ¿Cuánto más personal e intenso se puede llegar a ser? Está ardiendo en ese disco. Supongo que parte del proceso de componer es intentar sacar la mierda de tu cabeza. Es como una catarsis.

 

¿Creéis que quien os sigue encontrará inspiración en el contenido político de vuestra música u os sentís satisfechos si simplemente les gustan las canciones?

– Que les guste por lo que les guste, no me importa. No sermoneamos a nadie. Si a alguien le gusta como un gran disco de rock, eso nos hará felices. La gente debe tomarlo como quiera. Una vez que lo tienen, es suyo.

 

¿Te parece, como muchos sostienen, que vuestros conciertos hacen que la gente quiera estar en un grupo?

            – A mí me hace querer estar en un grupo. Me encanta. Todo lo que siempre quise es estar en un grupo. Creo que estoy en un gran grupo. Nos ha llevado mucho llegar hasta aquí, pero ahora sienta bien estar en Primal Scream.

 

Has declarado tu admiración por Ian Brown (The Stone Roses), te has emocionado cuando Shane McGowan (The Pogues) ha subido a cantar con vosotros, te impresiona que a tu héroe de la adolescencia Mick Jones (The Clash) le guste el grupo. Pero, ¿hay alguien que pienses que es mejor que vosotros?

            – Nosotros lo hacemos lo mejor que podemos. Con alguien que está en un cartel de un festival por encima de nosotros lo único que pensamos es en destrozarlo, haciéndolo lo mejor posible.

 

Hay muchos mitos sobre el grupo. Hay un periodista que cuenta que una vez en Nueva York estabais discutiendo en la calle. ‘Cojamos chino’. ‘No, vietnamita’. ‘¿Por qué no indio?’ Cuando sugirió una hamburguesa, todos le mirasteis sorprendidos y le dijisteis: ‘Estamos hablando de drogas, no de comida’.

            – Seguramente. Recuerdo que en la gira de Screamadelica teníamos una cena con ejecutivos. Cuando llegó la heroína todos nos esfumamos. Era tan fuerte que, cuando volvimos, empezamos a caernos encima de la comida. No era una buena señal. Había mucha presión sobre el grupo, muchos intereses de mucha gente, con lo que hay muchas historias así. Nuestro guitarrista Andrew Innes y su mujer tienen el título de Farmacia. Experimentará con cualquier cosa que le des. Él fue de los primeros en comprar un ordenador y aprender a trabajar con él. Los chicos de Oasis le llaman ‘Cerebro’.

 

Otro mito: Primal Scream se negaron a participar en el programa Top Of The Pops en 1995 porque el aeropuerto al que os tenían que llevar, el de Luton en Londres, no era lo suficientemente rock’n’roll. A partir de ahí vetaron vuestra presencia.

            – Bueno, leí hace unos años que el último concierto de The Yardbirds había sido en la Universidad Politécnica de Luton. Así que nos dijimos que nunca iríamos ni remotamente cerca de Luton. ¿No es algo bueno, no? No es un lugar mítico, no es legendario. Estábamos en Dublín y tocábamos a continuación en Cork. Querían que volásemos a Luton, que pasásemos el día allí para grabar el programa, lo que normalmente lleva unas nueve horas, y que volásemos de vuelta a Cork para el concierto sin probar sonido. Así que decidimos ir a Cork. Era una pérdida de tiempo. El single “(I’m Gonna) Cry Myself Blind” estaba en el puesto 65 de las listas, lejos de los 10 primeros. No creo que nos vetasen por ello, aunque sí ha habido incontables ocasiones en que nos han dicho que nunca volveríamos a trabajar en este negocio. Nos pasa todo el tiempo y nos importa un pimiento.

 

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