FANZINES: EL PAPEL DE LA MERIENDA

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


El Papel de la Merienda

15 publicaciones ejemplares (pero hubo muchas más). Adorables opúsculos pop, efímeros pasajeros de un lustro desbordante y extasiado. 1981/1985, la Edad de Oro de un minúsculo artefacto de papel convertido en exégeta de la modernidad: el fanzine

 

        La legislación del servicio de Correos prohibe expresamente el envío de papel moneda en la correspondencia ordinaria. Sin embargo, hubo una época donde circularon de tapadillo incontables billetes de cien pesetas hacia un destino incierto: los editores de fanzines. Los ordenadores personales no existían y el offset era un sueño inalcanzable para la mayoría sus creadores. La solución más socorrida para solventar la escasez de medios descansaba en tres elementos básicos, a saber: la fotocopia -muy lejos de la calidad actual-, la máquina de escribir y las tijeras, el utensilio fundamental. La receta era de lo más sencillo: grupos in, entrevistas out, discos on, conciertos up, algo de cómic, y sobre todo mucha, muchísima ilusión, la que se atisba detrás de cada laborioso ejemplar.

        El primer fanzine que cayó en mi casillero reglamentario, previo pago con el billete de marras, fue el 96 NO. (96 octanos), cuyos números cero y uno, además de adoptar el formato clásico de revista rock alternativa, poseían un envidiable acabado de imprenta. Al leerlos uno podía sentir la ligera brisa que más tarde se convertiría en poderoso huracán, la -ejem- explosión pop madrileña, aunque no desdeñaban entrevistarse con un desorientado Miguel Ríos. Más moderno y acorde con su época, el Ediciones Moulinsart reflejaba el espíritu de la nocturnidad asidua de dos salas emblemáticas: Rock-Ola y Carolina; un oasis entre tanto cutrerío impreso. Otro coetáneo, el 96 lágrimas, celebérrimo por su editor, el gran Sardinita, y por sus dos colaboradores de lujo, Miguel Ángel Arenas y Fernando Márquez ‘El Zurdo’. Ya sólo por su afilado sarcasmo ‘anti Rock Espezial’ merecería la consideración de astro rey en la superpoblada galaxia fanzinera.

        Para referencias clásicas estaban Editorial del Futuro Método, cuyo cuestionario tet a tet con Nacho G. Vega lo convirtió en un inesperado best seller, y el refrescante Banana Split, que incluía flexidisco de regalo y una nota de color en su portada, meritoriamente pintada a mano. Concienzudos, densos y exclusivamente musicales, se tardaban semanas en asimilarlos. Una rareza que se diferenciaba marcadamente del resto de sus congéneres: el Degalité; preciosismo y sencillez en su diseño, como no podía ser menos, a mayor gloria de Cabaret Voltaire y Pere Ubu, o sea, dadaísmo rompedor a troche moche para azote de progres. Desde Barcelona nos llegó Último grito, con fotos de Lydia Delgado, entrevistas a fondo y cuidada maquetación. Y desde Sevilla el ecléctico Ambrosio, el apodado ‘néctar de las diosas’, fuera de la onda ‘modelna’ aunque muy literario y camp.

        Los responsables del apocalíptico y rompedor Penetracción no se cortaban un pelo a la hora de diseñar las portadas (que hasta yo arrancaba por pudor), fusilando sin rubor osadas escenas de revistas cárnicas cuya visión desaconsejo a lo más débiles. Puro punk, eso sí, elegante y marcial como sus intocables Stiff Little Fingers. Pero sin duda el fanzine más entrañable -por intenciones más que por medios- de todos los que osaron cruzar el umbral de mi animado buzón fue el Mental; vibrante periodismo musical a pie de backstage y material gráfico exclusivo de grupos británicos ad hoc como Girls at our Best y Virgin Prunes. 

        Radio 3, la emisora más auténtica y la que más había apostado por los nuevos valores del revolucionado planeta juvenil, de ninguna manera podía quedarse al margen de toda esta hiperactividad monocromática. Si bien el Diario Pop de Diego A. Manrique, Jesús Ordovás y J. María Rey tenía su propio fanzine, el rudimentario Awop Bop Aloobop Alop Bam Bom, y el programa de José Miguel López El Club de los Ruidos daba nombre al suyo (cuando el ruido era considerado arte), merece una atención especial el R3R, una idea stereopancromática de Radio 3 (reconvertida en Spanish National Radio durante la celebración del mundial de fútbol de 1982) que aunaba felizmente cómic, música independiente y ¡fotonovela! Impecable primer número, con tapa y póster central del inevitable Ceesepe. En el Aire y a través del 99.0 -aún en mono- la dominical Caravana de Hormigas concluía con una dosis de Rock Cómix y otros Rollos. Tiempos Modernos. Sniff. 

        Pero como todo en este mundo tiene su fin, los viajes clandestinos de mis superplanchados billetes marrones finalizaron al tiempo que los estantes de las librerías eran testigos de una sorprendente mutación. De repente se llenaron de hermosas y atractivas páginas, herederas de los tiempos de la tijera y la grapadora Petrus, pero ahora revestidas de un eficaz y llamativo envoltorio. Coincidiendo con el inesperado declive de la movida (imposible obviar la palabreja), el fin de la era dorada para estas publicaciones artesanales trajo consigo la inevitable profesionalización. VO, el espécimen más fastuoso nunca visto hasta entonces, nos regaló un histórico portafolio de variopintos grupos dentro de su Nº3, firmado entre otros por una Ouka Lele en meteórica ascensión. 

        Y para finalizar, no nos podíamos olvidar de La Luna, la original, que sin llegar a ser un fanzine propiamente dicho recogía muchas de sus virtudes. Aquella enorme babelia de generoso e ilegible papel teñido constituyó una de las cimas de la postmodernidad en su versión más creativa y desenfadada, al tiempo que redescubría la iconografía cañí y abrazaba el denominado ‘rock torero’ de Gabinete Caligari. La madre de Patty Diphusa, la Biblia de la Bobia, a la vez triunfo y epitafio de un pensamiento múltiple ya suicidado. R.I.P. (Y esto es todo, amigos).

Manuel Guinarte

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FANS OBSESIVOS

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


Fans obsesivos: todo por la fama

Mark Chapman

Tal y como están las cosas, parece que uno no es famoso hasta que no se encuentra a alguien merodeando en su cocina. Le llaman erotomania o el síndrome de Clerambaut, que se define como “un desorden paranoico que hace creer a alguien erróneamente que otra persona, generalmente de un nivel social o laboral más alto, está enamorado de ella.”

No hay más que escuchar la razón que alegaba el seguidor de Madonna, Robert Dewey Hoskins, quien, además de enviarle cartas y llamarla a todas horas para decirle que la quería, entró tres veces en su casa y amenazó con cortarle la garganta “de oreja a oreja” si no lo dejaban estar con su esposa. En el último intento, un guardia de seguridad le disparó. “¡Ella lo empezó todo!,” fue su explicación. Ya en prisión escribió en su celda cuál era su principal ocupación: “EL ACOSADOR DE MADONNA”.

Muchos lo han sufrido y nadie quisiera pasar por ello. Éste es el resumen de alguno de los casos más conocidos de fans realmente obsesionados -y desquiciados- con sus ídolos.

Evidentemente, el más famoso de todos estos fans desquiciados es Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, quien, identificado con el protagonista de El guardián entre el centeno y convencido de que Lennon era un vendido, cruzó los Estados Unidos para matarlo en las puertas de su apartamento de Nueva York, no sin antes pedirle un autógrafo. Más adelante reconoció: “Yo era el Sr. Nadie antes de matar a la persona más famosa del Planeta.”

George Harrison estuvo a punto de ser el segundo Beatle asesinado. A finales de diciembre de 1999, un hombre llamado Michael Abram se coló en su casa por la noche y la emprendió a cuchilladas con él y su mujer. La contundente y rápida respuesta de ambos le salvó de una muerte segura. Curiosamente, una semana antes, una australiana llamada Cristin Joyce Keleher, que decía que Harrison era su amante, había sido descubierta en su cocina tomándose tranquilamente una pizza.

No se trata de un fenómeno reciente. ¿Quién no recuerda las imágenes de los Beatles perseguidos por miles de fans enloquecidas? The Monkees lo vivieron también: a finales de los 60 estuvieron retenidos en un hotel de Londres por temor a los fans que los esperaban fuera.

Bob Dylan tuvo varios seguidores de los que van más allá de lo razonable. El más famoso fue Alan Jules Weberman, un estudiante que creó el Frente de Liberación de Dylan con el delirante objetivo de “liberarlo de sí mismo”. Empezó a merodear alrededor de su casa en Nueva York y acabó inspeccionando su basura. En una ocasión se llevó una bolsa con pañales de sus bebés, un borrador de una carta a Johnny Cash y letras desechadas para un futuro disco. No se le ocurrió nada mejor que publicar un libro en el que interpretaba a Bob Dylan a través de la lectura en clave de su basura.

Uno de los casos más curiosos es el de una mujer que cavó un agujero a las puertas de la casa de Cliff Richard en Surrey y vivió allí durante tres años. Otra mujer, ciega en este caso, llamada Kathy Darnell, persiguió a Elton John durante años hasta que la persona que la llevaba en coche a todos lados para seguirle dijo que ya estaba harto: era su marido y acabó pidiendo el divorcio, harto de esta obsesión.

Por su parte, a una tal Ruth Marie Torres le dio por acosar a Adam Ant. Empezó dándole comida a sus perros en la que metía cuchillas de afeitar y, después, entró en su casa para decirle que le había estado vigilando mucho tiempo. No era suficiente: le comentó a uno de sus amigos que le advirtiera de que, o se casaba con ella, o iba a castrarlo. Adam Ant no pudo soportar la persecución y empezó a perder su salud mental, hasta el punto de que acabó acudiendo a un centro médico con una gran cantidad de dinero implorándoles que lo admitieran o, si no, se suicidaría.

Björk ha pasado por esta experiencia en, al menos, dos ocasiones. El primero, Ricardo López, no puedo aguantar que la islandesa saliera con Goldie y se suicidó mientras lo filmaba todo; en la misma cinta la policía encontró la explicación de cómo había preparado una bomba que le acababa de enviar por correo. Por suerte, un empleado de Correos la descubrió a tiempo. “Soy el ángel de la muerte para ella,” aseguraba en el video. El segundo, después de enviarle mensajes amenazantes durante meses, entró por la fuerza en la casa de su madre.

Björk

Olivia Newton-John también los ha tenido a pares, al menos los más peligrosos. Al primero, el granjero Ralph Nau, ya le había dado por acosar a Cher o Sheena Easton, antes de decantarse por la protagonista de Grease. Para empezar, se marchó a Australia a verla y allí, tal y como se descubrió después, asesinó a una persona. Después, en uno de sus conciertos subió al escenario para llegar hasta ella, aunque fue cogido a tiempo y expulsado del recinto; acto seguido, mató a su hermano menor. El segundo, Michael Perry, fue expulsado de California después de perseguirla durante meses, obsesionado con que la cantante era la responsable de los cadáveres que creía estaban en su casa. Al volver a su hogar en Louisiana, mató a sus padres, dos primos y un sobrino.

Kim Wilde sufrió el acoso durante seis años de un hombre que se hacía llamar Drácula y al que ya conocían bastante bien Cher, Sheena Easton y Olivia Newton-John -¡vaya casualidad!-. Otro que estuvo cerca de un fatal accidente fue el cantante de country Billy Ray Cyrus, al que una seguidora le tiró gasolina por todo el cuerpo e intentó prenderle fuego, aunque la policía consiguió reducirla en el último segundo. A Norman Cook lo perseguía una señora de 65 años que aseguraba ser el auténtico Fatboy Slim.

Cuanto más fama, más posibilidad de verse hostigado. En la mansión de Michael Jackson se coló hasta ocho veces un mujer llamada Levon Muhammed antes de ser detenida. En la última llegó hasta la cocina, se preparó un bocadillo y declaró, mientras la detenían, que era su mujer y la madre de sus cuatro niños.

Janet Jackson también tuvo su corte de acosadores. Consiguió una orden de alejamiento de un tal Ronald Benjamin Singleton, que se hacía llamar el “próximo Presidente de América” y obtuvo sendas condenas a prisión para Frank Paul Jones (que le enviaba cartas amenazadoras) y para Jay Thomas Myers (quien había escrito al Presidente Clinton reconociendo que Jackson era su captura). Pero el más decidido fue Eric Leon Christian, quien, después de haber sido condenado por contactar con la hermana de Michael unas 90 veces amenazándola, llegó a demandarla por haber arruinado su reputación y haber acabado con cualquier oportunidad de tener una carrera como músico.

Whitney Houston también consiguió la orden de alojamiento para Desiree Weeks, una mujer que pensaba que Houston era su madre reencarnada, y la que enviaba cartas y regalos como pasteles de cuatro pisos, ropa interior, pijamas para su marido y almohadas para la que decía era su hermana -la hija de Houston, Bobbi-.

Bono, de U2, también vivió similares amenazas. Un irlandés llamado Patrick Harrison le perseguía pidiendo recompensa económica por más de 100 canciones que, según él, le había proporcionado a la banda, incluyendo la totalidad de The Joshua Tree. En 1989 el tal Harrison manifestó en una entrevista que “la mayoría se las envié en dos cartas largas en 1986, aunque las últimas once se las di a él personalmente en una bolsa de plástico en Arizona.” Como no había obtenido respuesta, concluía que sólo había una solución: “Si cojo un arma y lo mato, entonces voy a llamar la atención de todo el mundo.”

También las dos cantantes de ABBA han tenido sus problemas con fans que han ido más allá. Agnetha denunció a un admirador con el que había tenido una amistad muy estrecha cuando éste empezó a acosarla al negarse a aceptar el fin de la relación. Mientras, Anni-Fri decidió demandar al más perseverante de sus fans, Lennart Kanter, cuando abrió una web con el nombre ella y en la que hacía pública su obsesión.

Como no podía ser menos, Courtney Love también sufrió la persecución de la ex-mujer de uno de sus novios, Jim Barber, hasta el punto de denunciarla por “contratar a detectives privados para espiarme, acosarme con llamadas sucias y amenazas e intentar matarme con su Volvo.” Parece ser que logró esquivar el coche en el último minuto y sólo la hirió en un pie, aunque, según Love, perdió un papel protagonista en una película y tuvo que cancelar una gira.

A otros los medios de llamar la atención les salen más originales. Simon Le Bon, de Duran Duran, se encontró un buen día con una carta de casi in kilómetro escrita en papel de váter por una de sus seguidoras-acosadoras, una estudiante llamada Kay Pashley. Paul Young tuvo que soportar los más de cien mil “por favor” que una tal Jane Waddington le envió por carta durante seis meses en 1988 -algo similar a lo que le había sucedido al actor Michael J. Fox al que una mujer llamada Tian Ledbetter le envió 6000 cartas durante un año acompañándolas de cajas con restos de ratas para expresar su enfado por haberse casado-.

Brian Molko, de Placebo, también tuvo que aguantar continuas llamadas de un fan que le dejaba mensajes en su contestador en los que le decía: “Entraré en tu cuarto, cortaré tu pene, me lo meteré en la boca y lo comeré con mis pequeños dientes.” No se lo tomó tan mal, porque la banda incluyó el mensaje al final del corte oculto que seguía a "Burger Queen" de su disco Without You I'm Nothing.

Tanya Donelly optó por la acción directa cuando aquel fan que la perseguía le envió una nota en un concierto en San Diego en la que le decía: “Soy tu marido. No te preocupes. Todo va a ir bien porque voy a cuidar de ti”. La respuesta fue clara: “Tengo tu dirección y pagaré a alguien para que te haga daño. Ni se te ocurra pensar que no lo haré.” Nunca lo volvió a ver.

Otros ven fantasmas donde no los hay, aunque en ese caso lo normal es que sea el artista quien sufre la paranoia. Marvin Gaye pasó gran parte de los 80 convencido de que un asesino le seguía de gira, por lo que se acompañaba de gente que se le parecía para que aparecieran en público y despistaran al asesino. Como veía sombras continuamente en su jardín, instaló un equipo de protección de alta tecnología y dispuso varias armas en su habitación. Curiosamente, el asesino le era más que conocido y dormía en la habitación de al lado: su padre lo asesinó después de una discusión familiar en 1984.

Xavier Valiño

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ELVIS PRESLEY 68 COMEBACK SPECIAL

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


Elvis Presley, la revolución fue televisada

 

         Cuando en junio de 1968 Elvis Presley grabó un especial de televisión que sería emitido en diciembre de ese mismo año, iba a conseguir, sin ser consciente, dos cosas: salvar su carrera y hacer la mejor música de su vida. 

         “Si buscas problemas, has venido al sitio apropiado,” canta mientras la cámara le apunta buscando sus primeras palabras. Después se sienta en un círculo con un grupo reducido de músicos y un grupo de gente más grande alrededor de ellos, para acabar dejando su sangre por el suelo. 

         Aquella sesión de Navidades prescindió casi totalmente de villancicos y optó por parábolas de un guitarrista nómada. Por primera vez en más de siete años se enfrentó al público en directo, a mujeres y hombres de carne y hueso que, él lo sabía muy bien, se iban a encontrar con algo inesperado, nada parecido a lo que recordaban, nada en absoluto, ya que, desde que le había dado la vuelta al mundo de la música pop y a la cultura norteamericana a mediados de los 50, para la inmensa mayoría Elvis Presley se había convertido en los 60 en un chiste, un empleado de su propia factoría de películas.  

         Nunca había hecho un especial para televisión antes, así que, en un año de extrema violencia, asesinatos -Martin Luther King y John F. Kennedy entre otros- guerras y manifestaciones públicas que pusieron en entredicho como nunca antes el sueño americano, gentes de toda clase conectaron sus televisores a la NBC. Los jóvenes radicales y los oficiales del Gobierno. Los del Norte y los del Sur. Los blancos y los negros. Todos querían saber qué diría Elvis, qué haría. De alguna manera, todos querían saber si Elvis Presley aún existía. 

         Los tres DVDs que ahora se editan con el título de Elvis 68 Comeback Special son el testimonio glorioso de aquel momento: el especial en su integridad, tal y como se emitió el 3 de diciembre de 1968; los dos conciertos enteros que grabó sentado en junio, en los que acomete de forma ruda e improvisada canciones como “One Night”, “Lawdy Miss Clawdy” y “Blue Christmas”, con el público tan cerca que se podía tocar -y, de hecho, lo hace-; las dos actuaciones en un escenario en el que aparece solo, con la banda fuera de imagen; y tres horas y media de material extra con tomas alternativas y números musicales del espectáculo dramatizados, algunos mejores incluso que los que llegaron a emitirse. 

         Se puede sentir el impacto que el espectáculo causó. Elvis está estupendo y lo sabe; se ve cómo disfruta, se palpa su astucia y hasta una cierta guasa. Enfundado en un traje de cuero negro como si hubiera nacido para ello -a veces en solitario frente a la cámara, otras acompañado de su guitarrista Scotty Moore, su batería D. J. Fontana, su amigo Charlie Hodge a la guitarra acústica, que le da la réplica y la aguanta el micrófono cuando Elvis no puede permanecer sentado, su amigo Alan Fortas a las palmas, y Lance LeGault en la pandereta- Elvis cantó sus viejas canciones, aunque no sonaron viejas en absoluto.  

Le puso tanta pasión, tanta emoción -emoción que las grabaciones de estudio como, pongamos por ejemplo, “Blue Suede Shoes”, “One Night”, “Blue Christmas” o “Can’t Help Falling In Love” no tenían-, que cada una se convirtió en algo con personalidad propia por sí misma. De repente, eran más acontecimientos que canciones, en los que cualquier cosa podía pasar y, de hecho, pasaba. Así, en la interpretación conjunta de “Heartbreak Hotel”, “Hound Dog” y “All Shook Up”, un largo aplauso lo detiene todo, con Elvis Presley conmocionado y paralizado durante un momento, sin saber qué hacer o qué esperar.  

         Los conciertos en los que permanece sentado son el pequeño teatro al que todos los artistas quieren volver alguna vez. “¿Estamos en la televisión?” pregunta Elvis a Charlie Hodge en un momento dado. “No,” le dice Hodge, “estamos en un tren que va hacia Tulsa.” Y lo cierto es que cuando Elvis se revuelve cada poco tiempo al interpretar “Baby, What You Want Me To Do” de Jimmy Red, es como si la canción fuese un tren en movimiento hacia Tulsa u otro sitio, o como si él mismo lo fuera. 

         Al principio del especial, Elvis coge la guitarra eléctrica de Scotty Moore; nunca la había tocado en directo antes, pero inmediatamente se afana en los acordes más bajos imaginables, en una música que todos los músicos dicen que cualquiera puede hacer pero que casi nadie hace. En un momento pasa de un verso tranquilo a una conflagración tan poderosa que no parece real. 

         “Dime, cariño, ¿estás sola?,” canta. “No,” le responde una chica del público. Una mujer llora mientras interpreta “Blue Christmas” al tiempo que Hodge le pide que la toque de forma indecente. Ya lo está haciendo: sube montañas y cruza los torrentes de “Tryin’ To Get To You” agitando sus manos, frotando las cuerdas de su guitarra contra sus piernas, sacudiéndola, su cuerpo temblando como una hoja que lleva el viento por el aire. La música sube, baja y sube de nuevo como si acabase de descubrir un nuevo lenguaje, como si esa noche tuviese que decirlo todo porque ya no hablaría jamás. Y, unos instantes después, pasa a la siguiente canción.

Xavier Valiño

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DIAMOND DOGS 2005

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


 

Diamond Dogs en directo

(Sala Capitol, Santiago de Compostela, 5 de febrero de 2005)

 

 

         Nos habían avisado antes, para recordárnoslo más que nada, porque muchos ya lo sabían de anteriores visitas -y de sus discos también-: Diamond Dogs no tienen nada que ver con la escena de garage de los países nórdicos.

 

         Por si a alguien le sirve la comparación, para todos aquellos que no vimos en su día a los Faces -que levante la mano el que los haya visto por aquí; nadie, claro-, Diamond Dogs son el mejor sustituto hoy en día.

 

Algunos hablan de The Black Crowes -estos no eran más que la penúltima imitación- y, la mayoría de los Rolling Stones. Diamond Dogs se encargaron de aclarar por adelantado que, en la tesitura de escoger entre Mick Jagger y Keith Richards o Rod Stewart y Ron Wood, y aunque adoran a los cuatro, se quedaban con los Faces.

 

Ya sabemos: los Rolling Stones fueron un grupo más importante, pero los Faces eran más divertidos; sonaban como los Stones metidos en bourbon. Y en directo, según ellos, cuando los Faces sonaban bien, eran mejores que los Stones, aunque los Stones eran siempre buenos y más regulares.

 

         Sulo -toda una bestia del escenario como si fuera el mismísimo Rod Stewart de los buenos tiempos- y sus compinches demostraron de nuevo cuál es el rock más clásico, el que bebe y bebía del soul y el rhytm and blues. O sea, que pocas noches de rock’n’roll se pueden vivir hoy mejores que con Diamond Dogs y sí, por supuesto que son mucho más aprovechables en directo -donde no te cuestionas la validez de su propuesta en estos tiempos cambiantes- que en disco.

 

Xavier Valiño

 

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DAYNA KURTZ 2005

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


Dayna Kurtz en directo

(Sala Capitol, 8 de mayo de 2005, Santiago de Compostela)

 

            En una desangelada Sala Capitol ofreció Dayna Kurtz su primera actuación en Galicia. La misma noche de final de un largo puente tenía que competir en la capital con Jorge Drexler, quien no logró llenar, ni siquiera gracias a su Oscar. Por lo tanto, tampoco es de extrañar lo sucedido a su paso por Compostela a la mejor de las cantautoras surgidas en los últimos cinco años.

            El prólogo lo sirvió su grupo de acompañamiento, Tarántula, trío que, a decir de quienes tuvieron oportunidad de verlos, se convirtió en un suplicio interminable a base de mucho devaneo sinfónico fuera de lugar. No presagiaba precisamente lo mejor.

            Extraño que ellos arropen tan bien a Dayna Kurtz sin bajarse del escenario y cambiando de registro tan fácilmente. Tan sólo en un momento el bajista se salió de su comedido papel para tocar su instrumento con un arco. El resto, perfecto. Las canciones son materia prima de primera y, además, a su autora poco le importó la cantidad de espectadores.

            Se lanzó desde el principio a repasar lo mejor de sus dos discos editados y no se echó nada de menos de lo que se podía ver en su excelente DVD Postcards From Ámsterdam. Queda claro que, aunque los discos sean recientes, lleva más de diez años dando conciertos sin parar por cualquier escenario que le haga un hueco.

Puede que, para verla, lo mejor fuese tener a mano una cómoda butaca -hubo quien se sentó tranquilamente en el suelo-, pero no por aburrimiento, sino porque así lo pide su música. Curiosamente, el momento más trepidante lo puso su versión de Leonard Cohen del “Everybody Knows”. Ahí el cuarteto parecía haberse transformado en algo completamente distinto, con una electricidad inesperada, aunque la intensidad se pudiera equiparar al resto de las canciones. Entre ellas, además de clásicos suyos como “Love Gets In The Way” destacó, como ya lo hacía en su segundo disco, la versión de “Joy In Repetition” de Prince.

Tan sola parecía encima de aquel escenario como el lugar que ocupa en un mundo en el que no tiene fácil acomodo ni semejanzas claras. Todo un lujo al alcance de la mano.

Xavier Valiño
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