LONNIE HOLLEY: Oh Me Oh My

LONNIE HOLLEY: Oh Me Oh My (Jagjaguwar)

 

 

Su vida es de cine, nunca mejor dicho: el séptimo de veintisiete hijos, fue arrebatado a su familia cuando tenía cuatro años por una bailarina de burlesque que lo cambió en un garito por una botella de whiskey. Sufrió abusos en una escuela de Alabama para niños negros, trabajó luego recolectando algodón, recogiendo la basura de un autocine o como enterrador. Declarado oficialmente muerto después de ser atropellado, a los 15 años ya era padre, tras pasar por un centro de menores, y ha tenido 15 hijos. No empezó su carrera artística hasta los 30 años, cuando esculpió las tumbas de sus sobrinos muertos por un incendio en su hogar. Desde entonces se ha dedicado a crear arte visual a partir de materiales que ha ido encontrando.

 

Su carrera musical empezó por casualidad, con improvisaciones musicales en una iglesia en 2006, a sus 56 años. Desde 2012 ha editado tres disco a sus nombre y uno en colaboración con Matthew E. White (Broken Mirror: A Selfie Reflection, 2021). Ahora, a sus 73 años, publica su cuarto álbum y toda esa vida tumultuosa y todas sus experiencias están aquí.

 

Hay en Oh Me Oh My partes habladas, recitadas, letanías, reflexiones y melodías intrincadas, sobre bases musicales entre la experimentación y la melodía. Sus invitados en esta ocasión (Michael Stipe de R.E.M., Justin Vernon de Bon Iver, Sharon Van Etten, Moor Mother, Jeff Parker o Rokia Koné) se adaptan a su sonido, pero también aportan coros y voces que hacen de las canciones en las que intervienen algo más terrenal, más asequible, llevándolas de las turbulencias interiores más desatadas a otros momentos de atmósferas balsámicas.

 

Con ecos de la obra de inclasificables como Gil Scott-Heron, Sun Ra, Laurie Anderson o Brian Eno, sus textos hablan de los abusos del pasado (“Mount Meigs”), de superar la adversidad y el dolor (“Kindness Will Follow Your Tears”), del afecto por nuestros compañeros de viaje (“I Can’t Hush”), de la perseverancia (“Testing”) y de nuestro lugar en el cosmos (“I Am a Part of the Wonder”). Profundo, exigente y, al mismo tiempo, absolutamente reconfortante.

 

 

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