EL CONGRESO
El congreso (Vertigo)
Hay dos películas que conforman una sola en El congreso, el nuevo film de Ari Folman después de la estimable cinta de animación Vals con Bashir. En la primera, rodada con las formas de un documental, Robin Wright, actriz que se interpreta a sí misma y sin atisbos de nuevas ofertas de trabajo en su madurez, recibe una oferta de uno de los grandes estudios para comprarle su identidad cinematográfica.
Según la oferta la escanearán digitalmente y harán uso de su imagen sin restricción a cambio de una gran suma de dinero y la promesa de mantenerla eternamente joven en pantalla. Con un gran punto de partida, encierra secuencias antológicas, como el monólogo de su representante (Harvey Keitel) mientras la escanean.
En la segunda, basada en la novela Congreso de futurología de Stanislaw Lem, la animación toma la pantalla, en un viaje lisérgico, alucinado y farragoso que cuenta cómo la humanidad debe ingerir sustancias químicas para abortar una inminente revuelta. Compleja y estimulante para los sentidos, arriesgada y experimental, esta parte plantea aun más temores e interrogantes. Su animación, en la línea de The Wall o Yellow Submarine fue realizada a partir de planos rodados primero con actores reales. La pregunta que plantea debe dilucidarla el espectador: ¿es mejor la cruda realidad o la fantasía retocada?