CAMPUS GALICIA ARTICULO DISCOS QUE NUNCA LLEGAN

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ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2002


Expedientes X: los discos que nunca llegan

The Stone Roses

En estos días se edita el nuevo disco en estudio de Bruce Springsteen con la E. Street Band después de… ¡18 años! Y el primero de Peter Gabriel después de 10 años. No ha sido el único caso de discos que se hicieron esperar. Aquí tienes un pequeño repaso.

Evidentemente, no estamos en los 60. Entonces los discos se componían, se grababan y se editaban sin pensárselo demasiado, pudiendo llegar a colocarse tres discos de una banda en un mismo año. Desde entonces, sólo Siniestro Total han conseguido igualar tal marca, aunque no era ésa su intención ni suyo todo el mérito: en el 97 editaron Cultura popular, un disco de versiones grabado en directo, Así empiezan las peleas, un directo para América Latina, Gato por liebre, un álbum con las versiones hechas por el grupo para su sello anterior, y Sesión vermú, su disco en estudio de ese año.

Lo normal en estos tiempos es editar un disco después de haber promocionado intensamente el anterior, de haber girado con él interminablemente, de haberlo exprimido hasta decir basta y de haber tenido tiempo para retirarse a un lugar apartado a componer el próximo. No todos sufren de incontinencia creativa como Prince –veintidós discos en veinte años, sin contar dobles, triples y los que no llegó a editar-, Ani Di Franco –catorce discos en diez años- o Andrés Calamaro –más de 300 canciones esperan aún su turno-.

Más bien lo contrario: suele ser bastante común que, después de un disco de bastante éxito, el grupo en cuestión desaparezca del mapa durante años. Sí: el miedo a no poder presentarse con algo digno, comparable a lo editado hasta ese momento –bloqueo creativo, lo llaman-, la edición de directos, recopilatorios y discos de versiones para evitar enfrentarse al estudio –vivir de las rentas, por supuesto-, el largarse durante meses a retiros idílicos –pura vagancia- y el ponerse metas más allá de toda lógica –excesiva autoexigencia- pueden complicar las cosas hasta el absurdo.

El caso más conocido es el de los Stone Roses, un grupo que con un único disco editado en el 89, Stone Roses, ingresó por derecho propio y para siempre en la realeza del pop británico. Después, los problemas durante la grabación de su segundo intento fueron el pistoletazo de salida a una espiral cuesta abajo que acabó con la separación. En el 94, por fin, volvieron con un álbum adecuadamente titulado The Second Coming –algo así como El regreso-, aunque los nuevos guiños a Led Zeppelin dejaron indiferentes a todos. El título hubiese estado mucho mejor aplicado a la vuelta de un desahuciado Shaun Ryder al frente de Black Grape, una auténtica sorpresa inesperada por aquel entonces.

Un bloqueo similar sufrió Elastica, la banda de Justine Frischmann, que consiguió el año pasado rehacer un grupo disuelto por la falta de continuidad. Su segundo disco, cinco años después, no avanzaba nada nuevo y en sus conciertos, como el de Benicassim, dieron la impresión de haber ido hacia atrás. Así les fue: a día de hoy el grupo ya no existe.

Algo similar es el caso de Stereo MC’s, mejor banda británica del 92, según la industria, con su álbum Connected, un híbrido perfecto de funk y hip-hop. Desde entonces, todo fue interminables días en los estudios, sesiones como pinchadiscos para airearse un poco y rumores de adicciones problemáticas. Antes de regresar en el 2001 con un disco más bien intrascendente, tuvieron tiempo para editar DJ Kicks, a base de música ajena.

New Order hicieron lo propio al regresar con el olvidable Get Ready, su primer disco tras Republic del 93-. La excepción, tal vez, son The Breeders, que han regresado en el 2002, tras once años sin material nuevo, aunque su nuevo disco, Title TK, parece estar a la altura de su pasado.

Para los próximos meses se anuncian discos de varios de los grupos que más han cacareado su regreso durante los 90. Por ejemplo, Guns N’ Roses, que hablan de un nuevo disco aunque, como en los dos casos anteriores, ¿qué más da a estas alturas unos meses más o menos? En su caso, desde el 91, en el que editaron dos discos dobles –Use Your Illusion I y II– no han publicado nada nuevo, salvo el disco de versiones The Spaghetti Incident. Once años parecen más que suficiente para darle continuidad, aunque no debe ser tan sencillo, teniendo en cuenta que en todo este tiempo sin material nuevo Axl Rose ha ido perdiendo o despidiendo a todos sus compañeros, así como a los productores que han osado poner sus manos sobre el supuesto nuevo material. Las crónicas del Rock In Rio tampoco avanzan nada espectacular.

Kraftwerk amenazan una y otra vez con un nuevo disco tras Electric Caffe del 86, ¡quince años después! Prodigy tendrán nuevo álbum en los próximos meses –The Fat Of The Land fue editado en el 97-. En el caso de My Bloody Valentine, en dique seco desde el 91, fecha del excepcional Loveless, aún hay quien espera nuevas canciones, después de haber gastado millones de dos compañías que esperaron inútilmente su continuación.

Hay otros de los que, como siempre, poco se puede esperar: The Blue Nile han editado tres discos en veinte años, a un ritmo de un álbum cada siete años, y Prefab Sprout dejaron pasar siete años entre Jordan: The Comeback y Andromeda Heights, del 97 y otros tantos antes de The Gunman And Other Stories, momento en el que Paddy McAloon reconoció que había trabajado durante ese tiempo en cinco discos distintos, pero que su nivel de exigencia no le permitía editarlos antes de mejorarlos. Y la pregunta final, en todos los casos, siempre será: ¿de verdad ha valido la pena tanta espera?

Xavier Valiño

Las Anécdotas de Eurovisión

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ARTÍCULOS 2002


Las anécdotas de Eurovisión

Abba

       El Festival que este año parece será seguido por una gran parte de los españoles es de por sí una gran curiosidad. Monumento al kitsch, guarda en sus 46 ediciones un buen montón de anécdotas para el recuerdo.

– El título más largo de una canción presentada fue el de Alemania en 1964: “Man Gewohnt Sich So Schnell an das Schone”. El título no pareció suficiente al resto de los países: consiguieron cero puntos. 

– En parte de Europa aún creen que el ganador de la edición de 1968 fue Cliff Richard, con “Congratulations”, cuando la verdad es que Massiel venció con “La La La” -palabra repetida hasta 138 veces, el record del Festival-. De todas formas, tampoco le importó demasiado a Sir Cliff, ya que su canción vendió más en todos los países de Europa, ¡incluyendo España! 

– En la selección previa que se hizo en el Reino Unido para escoger su representante en 1969 ganó la cantante Lulú. El que menos votos obtuvo fue… ¡Elton John! 

– En 1974, mientras realizaban la última prueba, los realizadores se dieron cuenta que las bragas de la presentadora, Katie Boyle, se veían a través de su vestido de satén. Unos minutos antes de empezar saltaron al escenario y, ni cortos ni perezosos, se las quitaron de un tijeretazo. 

– El mismo año, Italia retransmitió la ceremonia días más tarde, en diferido, para evitar que su participación tuviera alguna influencia en un referéndum sobre el aborto. El título de su canción: “Sí” 

– También en 1974, los militares portugueses tenían planeado un golpe de Estado, y la señal de inicio sería la retransmisión por radio de la canción de aquel año, “E despois do adeus”, de Paulo de Carvalho. Al año siguiente, un Capitán del Ejército portugués, Duarde Mendes, fue su representante, con un tema que se titulaba “Madrugada”, y que celebraba la revolución pacífica de unos meses antes. Lo que ya no le permitieron fue presentarse de uniforme y con un arma cargada, tal y como era su intención. 

– En 1977 la BBC decidió organizar una fiesta con todos los participantes un par de días antes, con intención de grabar imágenes para emitir el día del Festival. No se les ocurrió nada mejor que ofrecer barra libre, así que, dada la monumental borrachera de la mayoría de los concursantes, no emitieron nada. Mejor a palo seco. 

– El representante sueco de 1978 agarró un cabreo enorme cuando no le dejaron dar una vuelta para conocer la ciudad anfitriona, París. Como revancha, decidió cantar en inglés, aunque se olvidó la letra, por lo que los comentaristas pensaron que estaba borracho. Había practicado más en sueco, claro está.  

– Probablemente, el momento más políticamente incorrecto llegó en 1979, cuando el grupo alemán Dschingis Khan ofreció una oda al conquistador mongol, uno de los más prolíficos asesinos en masa de la historia. Por si fuera poco, aquella edición se celebraba en Israel, un país no precisamente receptivo con los alemanes que celebran a los dictadores genocidas. 

– Los italianos -en 1981, 1982 y 1986- y los franceses -en 1982-, decidieron retirarse del Festival por discrepancias con el nivel de calidad. El portavoz francés, por ejemplo, aseguró que el Festival era “un monumento descomunal a la tontería y la mediocridad.” ¿Cómo es que llegaron a tal conclusión? ¿Necesitaron mucho tiempo y varios informes? Tal vez no fueron lo suficientemente concluyentes, porque al año siguiente volvieron. 

– En 1982, convencidos de que existe un cierto modelo en los ganadores, los noruegos decidieron presentar una canción compuesta por un ordenador. No ganaron, pero se supone que se ahorraron los derechos de autor. 

– Justo después de la pausa, a la presentadora de 1985, Lill Lindfords, se le cayó la falda, debido a una punta en el escenario. Más tarde se descubrió que era una treta para mantener el interés en la ceremonia. Al Comité Organizador no le pareció precisamente divertido, por lo que decidieron prohibir en sus estatutos “aquellos errores planeados que no constan en el guión”. El problema, se intuye, es saber cuáles son planeados y cuáles no.  

– El ministro israelí de Ciencia y Desarrollo trató de vetar la participación de su país en 1987, ya que la letra le parecía “un insulto a nuestra inteligencia nacional.” El estribillo decía: “Hoopa, hoopa, hoopa, hoola, hoola, hoola”. ¿Un insulto a la inteligencia? ¡Venga ya! 

– Por si aquel primer ministro no se enteró en su día, aquí le traemos algunos de los títulos presentados, que hablan por sí solos: “Voi-Voi” (Noruega, 1960), “Ringe Dinge” (Holanda, 1967), “Boum Badaboum” (Monaco, 1967), “La La La” (España, 1968), “Boom Bang-A-Bang” (Reino Unido, 1969), “Tom Tom Tom” (Finlandia, 1973), “Dinge Dinge Dong” (Holanda, 1975), “Pump Pump” (Finlandia, 1976), “A-Ba-Ni-Bi” (Israel, 1978), “Dai-Li-Dou” (Portugal, 1978), “Diggi Loo Diggi Ley” (Suecia, 1984), “Didai Didai Dai” (Turquía, 1985), “Bana Bana” (Turquía, 1989), “Diri-Diri” (Grecia, 1994) o “Wadde Hadde Dudde Da” (Alemania, 2000).  

– Desde 1989, un patrón extraño pareció marcar las sucesivas ediciones: aquel año, Yugoslavia ganó por primera vez. Al siguiente, Italia ganó por segunda vez. En 1991 se produjo la tercera victoria de Suecia. Un año más tarde, Irlanda ganaba por cuarta vez, en 1993 por quinta y en 1994 por sexta vez. 

– En 1991, el sueco Ake Bergmann, convencido de que la canción elegida era un fracaso, prometió a todos sus compatriotas que a todo aquel que gastase más de 600 euros se le reintegraría el importe si su país ganaba. Y ganó. Después llegó el escándalo nacional, una vez que se declaró en bancarrota por no poder pagar a sus clientes los 3 millones de euros que les debía. 

– El ganador de 1992, el italiano Toto Cutugno, paseó orgulloso su pelo negro y su traje blanco durante su actuación. Después de conocer el resultado, un compatriota, con la alegría del momento, le tiró un vaso de cava y el tinte comenzó a gotear sobre su inmaculado traje.

Xavier Valiño

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Conexión Futbol-Rock, adrenalina compartida

CAMPUS GALICIA ARTICULO FUTBOL Y ROCK

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ARTÍCULOS 2002


Conexión fútbol-rock, adrenalina compartida

Pele y Bob Marley

“Un concierto de rock y un partido de fútbol son los dos un espectáculo, o por lo menos deberían serlo. Eso depende de todo el chanchullo que hay alrededor: es un 5% de arte y un 95% de mierda”. Así resumía hace poco Manu Chao -aún siendo él fanático del Bilbao y el Marsella- una impresión bastante generalizada sobre el fútbol y el rock, dos mundos con mucho en común. 

Evidentemente, la conexión entre el mundo del rock y el del fútbol es obvia: los más fanáticos son ahora los más jóvenes, esos que llenan los fondos sur de cada estadio. En gran parte, ellos son también los que ocupan las primeras filas de los conciertos en directo, y los músicos muchas veces no hacen más que imitar a sus seguidores. 

Tanto en uno como en el otro espectáculo, la adrenalina y las ansias tienden a liberarse, expresándose de forma similar. Con un héroe al fondo, alguien por quien darlo todo, bien sea un delantero centro o la última estrella del pop. Además, últimamente los futbolistas están convirtiéndose, muy a su pesar, en auténticas estrellas del mismo nivel que antes sucedía con las del rock, por lo menos a nivel internacional. Y si no que se lo pregunten a David Beckam, Raúl, Luis Figo… 

Por ahora, en estas tierras aún andamos en pañales a la hora de escribir canciones para apoyar a las selecciones. Es cierto que cada equipo tiene un himno más o menos oficial y que muchos grupos se dedican a componer canciones o a tocar los himnos como parte de sus conciertos: así lo hacían ya en los 80 Glutamato Ye-Yé con el del Atlético de Madrid y Siniestro Total con el del Celta de Vigo.

Pero de ahí a pensar que grabaciones como la de Rosana en aquel bochornoso “Quiero estar contigo” junto a los componentes de la selección estatal española, media un abismo. Ni tan siquiera para eso la Federación Española de Fútbol tiene un mínimo de gusto, aunque en ello mucho tienen que decir los intereses de los sellos discográficos. ¡Si ni tan siquiera se les pide que busquen al grupo más creíble o más en la onda de lo que se hace en la actualidad, sino que sea un himno contagioso y fácilmente tarareable en los estadios y que todo el mundo recuerde por la calle! 

En eso los británicos, reyes absolutos en las listas del pop de medio mundo e inventores del fútbol, llevan una ventaja de años luz. Aún no hace mucho que pusieron a un grupo de probada reputación, ganada a pulso durante dos décadas -Echo & The Bunnymen- para componer el himno de su selección, y por si dudaban de su capacidad de enganche pusieron a cantarlo a su líder, Ian McCulloch, al lado de las Spice Girls. 

En otra ocasión The Lightning Seeds grabaron , junto a los futbolistas Frank Skinner y David Baddiel, lo que fue el himno oficial para la Eurocopa de Naciones del 96, “Three Lions”, que, cómo no, se mantuvo entonces en el número 1 durante las semanas que duró el torneo. 

Primal Scream también grabaron para aquella Eurocopa, por pura diversión -lanzaron una edición limitada que se mantuvo en las tiendas una semana-, una magnífica canción titulada nada menos que “The Big Man And The Scream Meet The Barmy Army Uptown”, repleta de samplers y con la colaboración recitando de Irvine Welsh, el autor de Trainspotting

Hasta entonces, todos coincidían en señalar “World In Motion”, grabada por New Order en 1990 para los mundiales de aquel año, y que contaba con la colaboración de la mayoría de los componentes de su selección, como el mejor himno futbolero grabado, convirtiéndose en un ejemplo modélico de himno bailable, digno y exitoso.

Aquella canción coincidió, en el verano de 1990, con otros himnos de selecciones británicas. Escocia, con la participación de Love & Money, The Silencers y Deacon Blue aportó “Say It With Pride”, en la que destacaban las gaitas tradicionales pasadas por el sintetizador. Larry Mullen, de U 2, compuso entonces el himno irlandés, en el que participaron Clannad y Davy Spillane, y que contenía trozos de una entrevista con su entrenador a ritmo de hip-hop. También The Pogues llegaron a grabar para el evento “Jack’s Heroes”, con la ayuda de los veteranos folclóricos irlandeses The Dubliners. 

Este tipo de canciones, himnos que cuentan con el visto bueno de su Federación o de su club, o que son adoptados por los hinchas como propios, se remontan ya a los años 60. Los seguidores del Liverpool fueron los primeros en hacer suya una canción de una de las bandas que más se paseaban entonces por las listas de éxito: el “You’ll Never Walk Alone” de Gerry & The Peacemakers. 

Algunas, incluso, llegaron al número uno en las listas de éxito: “Nice One Cyril” de Cockered Chorus o “Back Home”, el himno inglés de 1970, relegando al número 2 a la canción pro-irlandesa de Paul McCartney, “Mull Of Kyntire”. 

Más tarde llegaron Queen con su “We Are The Champions”, la más coreada en cualquier ocasión, y que contó también con una versión a cargo de los futbolistas Glen Hoddle y Waddle. Del grupo Serious Drinking se recuerda sobre todo su título, “We’re Gonna Win The Cup In Spain” -”Vamos a ganar la copa en España”-. Phil Collins grabó “Match Of The Day” y Colourbox pusieron reggae y dub a “The Official Colourbox World Cup Theme”. Stock, Aitken & Waterman, el trío que dominó las listas durante los 80, compusieron el himno para el Campeonato de 1988, “All The Way”, y New Order también le dedicaron una canción a dos de sus héroes en “Best & Marsh”: George Best y Rodney Marsh. 

Al primer toque 

Elton John tal vez se haya visto influido por sus antecedentes familiares. Su padre y su primo fueron jugadores profesionales. Él mismo logró, como presidente y accionista mayoritario del club Watford, ascenderlo de la tercera a la primera división inglesa. Algo parecido al mecenazgo habitual de Rod Stewart con los clubes y la selección escocesa, aunque en su caso había pasado antes por las filas del  Bredfort como jugador profesional e incluso había hecho una prueba en sus años de adolescencia para jugar en el Barça. 

Otros no invierten tanto, pero, por ejemplo, Robert Plant es socio vitalicio del Wolves, aunque llegó a entrenar con el Wolverhampton Wanderers, y a Elvis Costello le comunican los resultados del Liverpool entre bastidores, cuando su concierto coincide con algún partido. Los Housemartins solían clasificar sus conciertos con lenguaje futbolístico (un 2-0 o un 1-3) y titularon su primer disco con un expresivo London 0-Hull 4 -Hull era el lugar del que venían-. 

Colourfield hacían coincidir sus conciertos con las ciudades en las que jugaba el Manchester United, del que también son seguidores buena parte de los grupos de la ciudad, aunque Oasis, se decanten por el Manchester City. Joe Elliot, vocalista de Deff Leppard, vuela con su padre desde Dublín cada vez que juega el Sheffield y su afición le cuesta un pastón. 

El ejemplo más patriotero, por difícil que parezca, lo puso Billy Bragg, quien en la portada de uno de sus singles reprodujo la Copa del Mundo ganada por Inglaterra en 1966. A Wedding Present no se les ocurrió mejor idea para homenajear a su ídolo George Best que colocarlo como portada y título de su disco de debut. 

Contrataque

Más de un jugador sintió la llamada del mundo del rock y, además de correr por el terreno de juego, también pisaron los estudios de grabación. Kevin Keegan, una de las mayores leyendas del fútbol mundial, tuvo un éxito en 1979 cantando “Hands Over Heels In Love”. El simpático guardameta Peter Shilton probó suerte con “Side By Side” y Paul Gascoine, más conocido como Gazza, con “Fog On The Tyne”. Y la plantilla entera del Liverpool puso sus voces en “You’ll Never Walk Alone” del disco Meddle de Pink Floyd. 

Menos fortuna tuvo Maradona colaborando con el dúo Pimpinela, tal vez despistado por los alucinógenos, aunque más tarde tuvo ocasión de resarcirse junto a Andrés Calamaro y con la canción que le dedicaron Mano Negra. Rud Gullit, capitán de la selección holandesa, conocido por sus tirabuzones, tenía su propia banda de reggae. El cáncer que mató a Bob Marley vino provocado por una herida mal curada que se hizo jugando al fútbol, su mayor afición. 

Otros, sin embargo, comenzaron como jugadores y tuvieron que dejarlo, bien por su manifiesta incapacidad o por tener mayor fortuna en el mundo del pop. Tal es el caso ya citado de Rod Stewart, Gaz (Happy Mondays, jugador del Manchester City), Mick Hucknall (Simply Red, jugador del Manchester United), David Essex (jugador en el Colchester United) o Steve Harris (Iron Maiden, jugador en el Halifax Town).  

Iniciativas autónomas mantienen la relación viva. Así, el Mariscal Romero se inventó un buen día la revista Music & Gol, la única en el mundo dedicada al fútbol, el rock y… ¡las tías en ropa interior! Hace unos años el diario Marca, entre reportajes en los que Caminero y Rosendo se profesaban admiración mutua, tuvo tiempo para preparar una recopilación titulada Fantástico Marca. Y por si no tuviéramos suficiente, sólo queda recordar que nuestro internacional Julio Iglesias fue, en su día, guardameta del Real Madrid.

De todos, Gabinete Caligari fueron los que mejor recogieron en una canción el mundo del balompié en la “Canción del pollino”: “Nosotros somos gente normal / hasta que llega el domingo… Pensad que seríamos bastantes / como para hacer la revolución… Somos de los que no saben, no contestan / con excepción del uno-equis-dos / somos los que no tienen biblioteca / y somos más de un millón / bastantes más de un millón”.

Xavier Valiño

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George Harrison: Así se hizo Brainwashed

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ARTÍCULOS 2002


George Harrison: Así se hizo Brainwashed


Give me plenty of that guitar!(¡Qué suene esa guitarra!)

 

Con esta sencilla petición, a buen seguro expresada con su característica sonrisa, George Harrison anuncia el comienzo de Brainwashed, el maravilloso álbum en el que estaba trabajando cuando le sorprendió la muerte en noviembre de 2001. Y es que Brainwashed muestra gran parte de ese talento a la guitarra que convirtió a George Harrison en una influencia decisiva para todas las generaciones de músicos que vinieron después de él. Líneas melódicas y cortes bellamente cincelados, enérgicos rasgueos acústicos… Todo ello tiene cabida más que de sobra en los doce temas que componen el disco.

 Pero este álbum es algo más que buenas interpretaciones musicales. Se trata de una afirmación personalísima de un hombre muy reservado, que refleja la intimidad que fue alimentando con preguntas que le asaltaron desde que empezó a componer como miembro de los Beatles: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Adónde voy?  

No queda duda de la profundidad de las convicciones espirituales de Harrison, y Brainwashed no hace más que dejarlo claro de nuevo. En sus últimos años, Harrison tuvo que afrontar la inminencia de su muerte, experiencia que asienta las bases de este disco, aunque no de una forma morbosamente explícita y reveladora. Más bien como si los acontecimientos vividos en sus últimos años hubieran conferido una gravedad inevitable a los temas en los que Harrison llevaba décadas reflexionando. Cuando la muerte dejó de ser un problema filosófico, a pesar de sentirla en cada momento y en cada latido, George Harrison compuso estos temas.  

No llegó a terminarlos, aunque sí los grabó. Harrison siempre había tenido la intención de que Jeff Lynne le ayudara a completar el proyecto, algo que Lynne tuvo que hacer por sí solo bajo la atenta mirada de Dhani, el hijo de 24 años de Harrison. En 1987, Lynne co-produjo el disco en solitario de Harrison, Cloud Nine; fueron compañeros en The Traveling Wilburys; trabajó con él en “Free as a Bird” y “Real Love” para la antología de los Beatles y, no menos importante, fue uno de sus mejores amigos. El único hijo de Harrison, Dhani, colaboró estrechamente junto a su padre en la elaboración de este trabajo, durante los procesos de composición y grabación. En algunos casos, Harrison dio instrucciones a su hijo acerca de cómo le gustaría que tomaran cuerpo los temas. En otros, preparó bocetos de los arreglos para dejar claro el camino que tenían que seguir las canciones.  

Resulta por tanto imposible imaginar dos personas más cualificadas que Dhani y Lynne para llevar a buen término la idea que tenía Harrison del disco. Aun así, cualquier colaboración, especialmente si se produce de forma parcialmente póstuma, requiere tomar algunas decisiones sensatas. “Llevaba dos o tres años comentando a George que deberíamos terminar las canciones”, explica Lynne. “Él me decía: 'Me gustaría que las acabaras tú'. Hablamos de ello y me dijo que no quería que el disco fuera pijo. Lo que quería, en realidad, era como una especie de maqueta. “Pero las canciones merecían algo más, porque son maravillosas, al menos a mí me lo parece”, continúa Lynne. “Pensé que si las dejaba tan toscas como a él le habría gustado, no funcionarían. Quería que fuesen lo mejor posible, y creo que dimos con el justo medio.” Entonces se dirige directamente a su viejo amigo: “De modo que lo siento, George”, explica con cariño. “Las hice un pelín más pijas de lo que querías. Pero pensé que era una forma de hacerles justicia.”  

Es la especie de tira y afloja que quizás Lynne y Harrison hubiesen tenido en el estudio de haber vivido Harrison. Y Dhani se mostró de acuerdo con la dirección propuesta por Lynne. “El álbum se habría terminado igualmente de este modo: Jeff habría echado una mano a mi padre y yo habría ayudado en la producción final”, explica Dhani. “Nos limitamos a ceñirnos al plan, pero mi padre murió y se complicó más aún nuestra labor.” El disco se remató en el estudio que tiene Lynne en su casa de California, durante un periodo que se alargó seis meses. Hay que decir que al principio Harrison rondó las sesiones con su ausencia. “Recuerdo que llegué de Inglaterra y Jeff y yo nos pusimos a grabar las guitarras la primera noche”, recuerda Dhani. “Fue de lo más surrealista. No dejaba de mirar alrededor, buscando a mi padre: Eh… ¿Está bien así?' Pero no contestaba nadie.”  

Al final, no obstante, la presencia de Harrison empezó a sentirse de forma más positiva. “Los primeros días era difícil acostumbrarse a su ausencia”, reconoce Lynne mientras toma asiento en la amplia sala de su casa donde grabó algunas de las cuerdas de Brainwashed. “Pero una vez que te metías en el tema y escuchabas la voz, tan imponente, sentías sus vibraciones. Al final, esa extraña sensación se desvaneció y fue como si estuviese presente, guiándonos de algún modo.” Una sola escucha del disco disipará cualquier preocupación de que los temas no plasmen el espíritu de George Harrison. Así lo explica Dhani: “Sería imposible plasmar mejor en un único disco el yo sincero y verdadero de mi padre”. El tema que abre el disco, “Any Road”, es una nueva invocación de Harrison al alegre folk-rock de los Wilburys, con un toque Zen en el estribillo: “If you don't know where you're going / Any road will take you there”. En el dulce y ensoñador “Pisces Fish”, Harrison canta “Some days my life, it seems like fiction / Some other days, it's really quite serene”, estrofas que para Dhani son las claves de la canción, así como la imagen del viaje de su padre por la vida. “La primera parte de su vida fue agotadora como la de nadie”, explica Dhani. “Iba a todas partes y lo hacía todo de la forma más intensa posible. Después, la segunda mitad de su vida, la pasó en el jardín, disfrutando de la naturaleza, plantando árboles y componiendo música. Dos contrastes que constituyeron el equilibrio ideal.” 

El título del fantástico tema instrumental “Marwa Blues” procede de un raga indio, y muestra el virtuosismo de Harrison a la guitarra en todo su apogeo. El tema se desarrolla como una oración por la liberación de este mundo para llegar a un reino de posibilidades místicas infinitas. Por su parte, “Looking for My Life” evoca una realidad más sombría. I never knew that life was loaded”, canta Harrison. “I never knew that things exploded / I only found it out when I was down upon my knees/Looking for my life.” A la hora de hablar acerca del tema, Dhani utiliza el mismo tipo de imágenes que su padre usaba de forma espontánea. “En los últimos años, mi familia ha vivido situaciones muy extrañas”, comenta. “Alguien se coló en nuestra casa e intentó asesinarnos, y después está, por supuesto, la enfermedad de mi padre y el tumulto que se produce cuando los medios se inmiscuyen en tu vida. Pero sólo se puede experimentar tanta alegría como pena se haya sufrido. La pena es como vaciar un bloque de madera, y la pena es lo que lo rellena. Cuanta más pena hayas experimentado, mayor será la alegría que puedas sentir.” 

El antiguo tema de “The Devil and the Deep Blue Sea”, grabado junto a la banda de Jools Holland, muestra a Harrison tocando su adorado ukulele. “Todos los que conocían a mi padre sonríen cuando lo oyen”, explica Dhani. “Así era cuando estaba en casa.” Y en cuanto al primer single del disco, “Stuck Inside a Cloud”, Dhani explica: “El título podría referirse a un velo de ignorancia, algo que todos experimentamos y de lo que intentamos deshacernos a la larga. Te confunde y te estrecha la mente. De hecho, es mi tema preferido. Me encanta. El número preferido de mi padre era el siete; hacía muchas cosas alrededor de ese número. Por eso es el séptimo tema del disco.”  

Por ultimo, Dhani describe el tema que da título a Brainwashed como “la canción más sincera del disco”. Es un catálogo de todos los aspectos de la sociedad que empañan nuestras mentes y nos impiden llegar a verdades mayores. “Los militares te lavan el cerebro”, afirma Dhani. “Lo mismo que las empresas y los medios de comunicación. Y la canción explica que hay una alternativa: pensar por uno mismo y autorealizarse; bueno, y Dios”.  

Este último aspecto se dramatiza emotivamente a medida que el tema se va fundiendo con el sonido del canto de Harrison sobre un zumbido hipnótico. Una nota optimista con la que cerrar el álbum. “Es un canto muy famoso en la India”, comenta Lynne. “A veces lo canta mucha gente junta a la vez. Fue idea de Dhani ponerlo al final, y él mismo ha grabado su voz maravillosamente en una doble pista junto a la de su padre. Su voz es igualita a la de George.” El canto, explica Dhani, era el lavado de cerebro personal de su padre: “Lo tenía grabado desde antes de que yo naciera. Es algo positivo que ofrecer al público como punto final del disco”.  

Cuando Brainwashed estuvo terminado, lo que había empezado como profunda pena y desazón se transformó en algo un tanto redentor y aliviante para los implicados. “Fue como 'al fin lo van a poder escuchar, es alucinante'", explica Lynne. “Fue entonces cuando empezó a parecer una experiencia más feliz, una celebración de la vida de George.” El tipo de celebración que los fans de Harrison necesitaban y merecían, y que él mismo hubiese deseado que tuvieran. 

Xavier Valiño

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Grupos Ficticios en la pantalla

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ARTÍCULOS 2002


Grupos ficticios en la pantalla

 

Stillwater en Casi famosos

        Muchas veces, cuando la ficción se acerca al rock’n’roll, acaba representando los peligros del éxito y el exceso, con un mensaje claro: “Da las gracias por lo que has conseguido y olvídate de toda esa tontería del estrellato pop.” En esto, el cine es como los padres. 

        A The Beatles –y a las Spice Girls también, ¿qué te creías?- se les permitió pasárselo bien en la gran pantalla, esencialmente porque aparecieron tal y como eran. Pero la representación en ficción del negocio musical parece que debe tener su moraleja: no puedes llegar a la cima y salir ileso. ¿Recuerdas cuántas veces tuvo que sufrir Elvis Presley por su corazón roto, o algo peor, en sus intercambiables fábulas de 90 minutos? 

        También es cierto que la pantalla nos ha dado algunos personajes rock fascinantes, a menudo más interesantes que los de la vida real. Desde luego, muchos han sido rematadamente malos y sus aventuras totalmente increíbles, pero otros han servido para regalarnos buenos momentos de celuloide, unas risas o, simplemente, para vender una banda sonora.

        Con estos antecedentes, aquí va una cronología seleccionada de algunos de los artistas más interesantes que nunca existieron y que fueron creados para la pantalla –cine o televisión-. No todos son clásicos, pero cada uno posee algo del sueño que todos tuvimos alguna vez. Como decía el lema publicitario de El ídolo: “Dime el nombre de algún chaval que nunca haya querido ser una estrella del rock’n’roll y te mostraré a un mentiroso.”

– Steven Shorter. Privilegio (Peter Watkins, 1967): El cantante de Manfred Mann, Paul Jones, interpreta a un rockero creado por el gobierno para dirigir a la juventud con su reconversión en baladista cristiano que llena los estadios. Antecedente de los U2 de Under A Blood Red Sky.

 

– The Archies. (Serie de TV, 1968): Don Kirshner, el creador de The Monkees, una vez que estos le retiraron el control sobre la banda, decidió dar vida a un grupo de estudio que tenía como base a unos dibujos animados –que no iban a rechistarle esta vez- y un cómic del dúo Wlliam Hanna y Joseph Barbera. Ron Dante era la anónima voz del éxito “Sugar, Sugar” de 1968. Por supuesto, predecesores de Gorrillaz.

 

– Josie And The Pussycats. (Serie de TV, 1970): Trío de dibujos animados con Josie a la voz y la guitarra, Melody en la batería y Valerie en la pandereta -¿y el bajo, qué?-. Creado por Hanna y Barbera, giraban por el mundo de ficción como banda de rock, viviendo increíbles aventuras, al igual que sus coetáneos Scooby-Doo y sus compinches. Su único disco, de 1970, contaba con la voz de Cheryl Ladd, más tarde una de Los Ángeles de Charlie. La versión cinematográfica se estrena en breve.

 

– The Carrie Nations. Más allá del valle de las muñecas (Russ Meyer, 1970): Tratándose de Russ Meyer, se puede suponer de qué iba: un trío de playmates bien agraciadas en una espiral desenfrenada de sexo desenfrenado, drogas, un manager transexual y bailes ridículos. Sus canciones se encuentran entre las favoritas de Courtney Love. 

– The Beach Bums. El fantasma del paraíso (Brian de Palma, 1974): Una parodia obvia de los Beach Boys en esta recordada película de Brian de Palma. Jeffrey Comanor es quien pone la voz en “Upholstery”, un pastiche de las canciones de coches de los Beach Boys. Otros: The Juicy Fruits, otros clones de los Beach Boys, Phoenix, una vocalista a la que explota una especie de Phil Spector, y The Undead, unos Kiss… ¡anteriores a los auténticos Kiss! 

– Jim MacLaine & The Stray Cats. El ídolo (Michael Apted, 1974): David Essex, rodeado de gente como Keith Moon o Dave Edmunds –quien, años más tarde, produciría el primer disco de los auténticos Stray Cats- interpreta a un rockero que llega a la fama y lo pierde todo. Secuela de That’ll Be The Day, del año anterior, en la misma línea. Ringo Starr participó en la primera, pero declinó intervenir en esta segunda porque, según sus palabras,  “siento el argumento como algo muy cercano.” 

– Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Sargento Pepper (Michael Schultz, 1978): En una de las más lamentables películas jamás hechas -o más risibles, según se vea-, los Bee Gees y Peter Frampton interpretan a la banda creada por la imaginación de los Beatles. Otros: Future Villain Band, Aerosmith en el papel de malos de la película -que antes les había sido ofrecido a Kiss-, y Molly McGuire, Dianne Steinberg -siempre al servicio de su manager, Donald Pleasence-. 

– The Rutles. (Película de TV, 1978): Empezaron en un oscuro programa de uno de los Monty Pitón, Eric Idle. Después protagonizaron su propio film para televisión, All You Need Is Cash, una parodia de los Beatles, con intervenciones de Mick Jagger, Paul Simon, George Harrison o Ron Wood. A partir de ahí, camino abonado para las giras y los discos. 

– Rose. La Rosa (Mark Rydell, 1979): El mejor papel que haya tenido Bette Midler, interpretando a una especie de Janis Joplin en esta película de tópicos sobre el ascenso y la caída de una cantante autodestructiva. 

– The Blues Brothers. Granujas a todo ritmo –y Blues Brothers 2000– (Brian de Palma, 1980 y 2000): Una de las creaciones más recordadas. Dan Ackroyd y John Belushi –John Goodman en su secuela- aparecieron primero en la televisión en 1975, después hicieron una gira y acabaron en el cine. La excusa: una pareja que sale de la cárcel para reunir a su vieja banda y recaudar fondos para una causa benéfica. Su banda sí eran verdaderos músicos de la era dorada del soul y contaron con la colaboración de Aretha Franklin, James Brown, Ray Charles… De la secuela, mejor no hablar. Otros: Street Slim, un músico callejero interpretado por el mismísimo John Lee Hooker, The Good Ole Boys y Murph And The Magic Tones. 

– Ellen Aim And The Attackers. Calles de fuego (Walter Hill, 1984): Diane Lane interpreta a esta cantante que es secuestra por una pandilla de moteros en este filme repleto de clichés. A sus olvidables canciones les pone la voz Laurie Sargent. Se puede ver a The Blasters tocando con su propio nombre.  Otros: The Sorels. 

– Spinal Tap. This Is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984): La primera película dirigida por Rob Reiner (Cuando Harry encontró a Sally) merece un capítulo aparte por retratar, como nadie, las andanzas de unos veteranos heavies británicos de gira por los USA. Se convirtió en uno de los filmes más festejados y recordados, tanto que sus tres protagonistas principales tuvieron que continuar con la banda creada para la ocasión dando conciertos durante muchos años. Otros: Duke Farne, The Folksmen y The Regulars. 

– Billy Parker. Corazones de fuego (Richard Marquand, 1987): Bob Dylan interpreta a un rockero solitario que reaparece para ayudar a otro interpretado por Ruper Everett, en esta película de lugares comunes a la mayor gloria de la olvidada Fiona. Otros: James Colt (Ruper Everett) y Molly McGuire (Fiona). 

– The Commitments. Los Commitments (Alan Parker, 1991): La novela de Roddy Doyle traspasada a la pantalla, sobre la creación de una banda soul en Dublín. Los actores-músicos llegaron a dar numerosos conciertos y grabaron dos discos. Evidentemente, la película responsable de un buen número de grupos de pubes de tercera división.

 

– Citizen Dick. Solteros (Cameron Crowe, 1992): Cameron Crowe aprovecha la eclosión del grunge para filmar en Seattle las aventuras de varios veinteañeros con la música como telón de fondo. Los miembros del grupo que sirve de excusa son interpretados por Matt Dillon y tres de los miembros de Pearl Jam (Eddie Vedder, Stone Gossard  y Jeff Ament). Por cierto, su ficticio compacto se titulaba Smarter Than You Más listo que tú-  

– Bob Roberts. Ciudadano Bob Roberts (Tim Robbins, 1992): Tim Robbins dirigió e interpretó esta película sobre un candidato derechista que impulsa su campaña con canciones de corte folk-rock. Él mismo, compositor con su hermano de la digna banda sonora, prohibió su comercialización, para que canciones de tal índole no fueran utilizadas fuera de lugar. 

– Hey, That’s My Bike. Bocados de realidad (Ben Stiller, 1993): La película de la generación X contaba con este grupo en el que Ethan Hawke y unos compinches daban cuenta de una versión de Violent Femmes y de otra canción, “I’m Nuthin’”, que llegó a aparecer en su banda sonora. 

– The Lone Rangers. Cabezas huecas (Michael Lehmann, 1994): Un trío de heavies completamente despistados -Brendan Fraser, Steve Buscemi y Adam Sandler- secuestran a un pinchadiscos –Joe Mantenga- para que emita su maqueta por la radio. Participa Lemmy de Motörhead. 

– Camel Lips. Los asesinatos de mamá (John Waters, 1994): Grupo femenino de rockeras interpretado por el grupo femenino de rockeras L7. John Waters podía haberse ahorrado el equívoco y haber llamado a las cosas por su nombre. 

– The Wonders. The Wonders (Tom Hanks, 1996): La primera película dirigida por Tom Hanks ofrece la cara amable del pop de los 60 con unos émulos de los Beatles que se dedican a cantar una única canción (“That Thing You Do”, el título original en inglés) una y otra vez. El tema en cuestión fue compuesto por Adam Schlesinger, de Fountains Of Wayne.  Otros: The Saturn 5 (surferos en la onda The Ventures), The Chantrellines (grupo de chicas) y The Norm Wooster Singer (cantante tipo Ray Coniff). 

– Ming Tea. Austin Powers (Jay Roach, 1997): Mike Myers creó el grupo antes de la película. El sonido retro le inspiró su personaje. La banda participó en las dos entregas de la serie, aunque sólo aparece una de sus canciones en la banda sonora de la primera. Entre sus componentes, Matthew Sweet en el bajo y Sussana Hoffs (de las Bangles) a la guitarra. 

– Autobahn. El gran Lebowski (Joel Coen, 1998): Homenaje claro a Kraftwerk a cargo de un trío (Flea de Red Hot Chili Peppers, Peter Stormare y Torsten Voges) de alemanes nihilistas que, se supone, fueron un grupo de techno a finales de los 70. 

– Wild Curt. Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998): El camaleónico Ewan MacGregor da vida a un rockero americano -inspirado por Iggy Pop- en los tiempos del glam, al que acompaña su banda, The Wylde Rattz. Otros: Brian Slade, interpretado por Jonathan Rhys-Meyers e inspirado por David Bowie, The Venus In Furs, grupo con miembros de Suede, Radiohead y The Verve, y The Flaming Creatures, o sea, Placebo haciendo una versión de “20th Century Boy” de T-Rex.

 

– Marie de Salle. Alta fidelidad (Stephen Frears, 2000): Lisa Bonet (hija de Bill Cosby en la serie de éste y ex-mujer de Lenny Kravitz) interpreta a esta cantautora que tiene una relación de una noche con el protagonista principal –“ya que el sexo es uno de los derechos humanos básicos”-, en la adaptación a la pantalla de la novela de Nick Hornby. Además, canta una buena versión acústica del “Baby I Love Your Way” de Peter Frampton y otra canción llamada “Ertha Kitt Times Two”. Otros: Barry Jive And The Uptown Five, la banda del personaje interpretado por Jack Black, que cantan el “Let’s Get It On” de Marvin Gaye, y  The Kinky Wizards. 

– Stillwater. Casi famosos (Cameron Crowe, 2000): El antiguo cronista de Rolling Stone, Cameron Crowe, reincide, después de Singles, en crear otra banda, en esta ocasión para documentar su etapa de plumilla musical. El grupo de melenudos que, supuestamente, estuvieron a punto de comerse el mundo en su gira de 1973, está integrado, entre otros, por –curioso, curioso- Mark Kozelek, líder de Red House Painters. La banda sonora la pone el director junto a su mujer, anteriormente componente de los intrascendentes Heart. 

 – The Soggy Bottom Boys. O Brother! (Joel Coen, 2000): George Clooney, John Turturro y Tim Blake Nelson dan vida a este trío de ex-convictos que, a finales de los 30, triunfan cantando country y bluegrass acompañados por un guitarrista de blues que vendió su alma al diablo (inspirado por Robert Johnson). Los derechos de una de las canciones, rescatadas del olvido por el productor de la banda sonora, T-Bone Burnett, se le acaban de pagar recientemente a un ex-presidiario de 76 años que ni siquiera se acordaba de haberla grabado. Probablemente sea el primer –y el último- grupo inexistente que triunfa en los Grammy.

Xavier Valiño

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