Músicos colaborando puntualmente con otra banda (2)

Colisiones de egos y discos triunfales: cuando un músico renombrado colabora puntualmente con una banda

Los llamados supergrupos pertenecen a una especie poco común en la que varios integrantes de formaciones famosas apiñan sus fuerzas en pos de la fortuna, la gloria y la inflamación del ego. Distinto es el caso de aquellos músicos que se unieron puntualmente a una formación consolidada, ya sea por accidente o por razones del destino, para un único disco de estudio y, como mucho, la gira posterior. Analizamos esa serie de álbumes que se convirtieron en una rareza inopinada, para bien o para mal, algunos aclamados como discos de culto, bien porque algunas uniones se antojaron irrepetibles o bien por lo freak de la propuesta. Los recordamos aquí en tres entregas. Hoy, la segunda.

Sergio Martos y Xavier Valiño

David Bowie con Robert Fripp: Heroes (1977)

De la trilogía berlinesa de Bowie, este disco se convirtió en el más exitoso, gracias sobre todo al tema titular, que cuenta con la inolvidable y tantas veces imitada guitarra de Robert Fripp (King Crimson). A Fripp lo reclutó el productor Brian Eno, contra la opinión de Bowie, que prefería a Michael Rother de Neu! “¿Te interesaría tocar una guitarra ruidosa de rock?”, le preguntó Eno. “No lo he hecho en tres años, pero si estás dispuesto a correr un riesgo, yo también”, fue la respuesta de Fripp. Le compraron un billete de primera clase en Lufthansa para volar desde Nueva York. Y, al llegar al estudio, Fripp se sentó y grabó en menos de tres días sus inspiradas partes de guitarra para canciones que nunca había escuchado antes. Así, a traición. El resto es historia.

The Slits con Budgie: Cut (1979)

Paloma Romero (más conocida como Palmolive), la española nacida en Melilla y criada en Málaga, pareja de Joe Strummer durante unos años, fue la primera baterista de The Slits. Tras dos años en la banda, y cuando le dijeron que debía aparecer desnuda en la portada de su primer disco, decidió abandonar el grupo. Fue sustituida por Budgie, quien había militado en los Spitfire Boys. Con ello la banda, íntegramente femenina hasta entonces, dejaba de serlo. Y el sonido a partir de Cut también cambiaba: de la crudeza y estridencia de sus primeros tiempos se pasó a un sonido más marcado por la sección rítmica, más cercano al reggae, el dub y las músicas del mundo.

Iggy Pop con Glen Matlock: Soldier (1980)             

Iggy Pop se encontraba en la cúspide de su carrera solista, recién contratado por Arista y tocando en sitios más o menos respetables. Glen Matlock seguía saltando de proyecto en proyecto desde su despido/huida de los Pistols, pero era destacable su oído para dar con una buena canción, en cuanto a pegada y melodía. De ahí que el de Detroit le diese un telefonazo. El resultado es Soldier, la última hazaña relevante del cantante hasta Brick by Brick, ya en el 90. Una pena que la producción sea tan pobre, pues la calidad de las canciones es más que destacable, y lo que trajo Matlock a la mesa es de órdago. Dos muestras: la apocalíptica «Mr. Dynamite» y la dinámica «Take Care of Me».

Talking Heads con Adrian Belew: Remain in Light (1980)

El cuarto disco de Talking Heads pudo no haber llegado a existir dos veces. La primera, por las tensiones por el control del grupo entre Tyna Weymouth (bajista) y Chris Frantz (baterista) con David Byrne. La segunda, por el bloqueo creativo de Byrne en medio de las sesiones. En ese momento decidieron llamar a Adrian Belew (Frank Zappa, David Bowie), pidiéndole que añadiera solos a las pistas grabadas hasta entonces utilizando un sintetizador de guitarra Roland. Belew hizo todas sus partes en un día, sin influir en el sonido del disco, con su mezcla de polirritmos africanos y funk con electrónica, pero sí consiguió que a partir de su contribución Byrne se sintiese estimulado de nuevo y la grabación se retomase ya sin mayores contratiempos.

Yes con The Buggles: Drama (1980)

Yes jamás hubieran hecho un disco así de haber seguido en la banda Jon Anderson. Así que damos las gracias por su marcha momentánea y agradecemos la entrada de Trevor ‘El hombre que inventó los ochentas’ Horn y Geoff Downes, ambos procedentes de The Buggles. Agilizaron la forma de componer de la banda, les renovaron en todo su esplendor sonando frescos y acorde a los tiempos e, incluso en los temas largos (el fastuoso «Machine Messiah»), lograron despojarse de la etiqueta de viejo dinosaurio para estar más cerca de los Rush de entonces o grupos como XTC y Police. Canciones como «Tempus Fugit» o «Does It Really Happen?» no hubieran desentonado en discos de esas bandas.

Ian Dury and the Blockheads con Wilko Johnson: Laughter (1980)

Tras dos discos, Chaz Jankel, el principal aliado de Ian Dury, había tenido suficiente de su carácter complicado y su naturaleza posesiva, así que lo abandonó. Obligado por contrato a entregar un tercer disco, Dury aceptó que todos los componentes de la banda compusieran lo que bien pudieran, a lo que también contribuyó Wilko Johnson, anteriormente guitarrista de Dr. Feelgood y recién incorporado a la formación. El álbum, irregular y un tanto esquizofrénico, grabado durante meses y retocado con cuerdas y pistas añadidas una y otra vez, se acercaba al rock con las aportaciones de Johnson («Delusions of Grandeur», «Take Your Elbow out of the Soup»), alejándose un tanto de los ritmos negros habituales hasta entonces.

Hawkwind con Ginger Baker: Levitation (1980)

Decía Ginger Baker que formar parte de Hawkwind fue una pesadilla, que los músicos de la banda eran malos. Pregúntenle a Dave Brock, alma de la banda, qué opinión tiene sobre el batería… De hecho, pregúntenle a cualquiera que haya trabajado con Baker y sabrán quién es ‘la pesadilla’. Sea como fuere, el disco transita entre lo espacial, lo delicado (por cómo vuela Baker en sus breaks continuos de batería) y lo sublime. La conexión es total y la colección de canciones es de las mejores que ha entregado la banda en su historia. Un disco único, inmaculadamente bello, que todavía sorprende por su integridad e imaginación.

Squeeze con Paul Carrack: East Side Story (1981)

Cuando el teclista Jools Holland (hoy más conocido como el presentador del programa de la BBC Later with…) dejó a la banda Squeeze para iniciar una carrera en solitario, el grupo decidió llamar a Paul Carrack, quien había liderado el grupo Ace entre 1972 y 1977. El cuarto álbum de Squeeze trajo, con su participación, un cambio respecto al sonido new wave de sus trabajos anteriores, con nuevas influencias de rockabilly, merseybeat y psicodelia, pero sobre todo del soul de ojos azules que Carrack luego perfeccionaría en su carrera en solitario o con Mike + The Mechanics. De hecho, es en ese momento cuando el grupo graba y lleva al éxito canciones como «Tempted» o «Labelled with Love», impensables unos meses antes.

Aerosmith con Jimmy Crespo: Rock in a Hard Place (1982)

El guitarrista Joe Perry tomó las de Villadiego justo cuando la década de los setenta llegaba a su final, así que la banda se encontró con la ardua tarea de reemplazar a un miembro capital para poder llevar a cabo la gira del reivindicable Night in the Ruts. Jimmy Crespo, que procedía del grupo Flame, fue el elegido. Aunque ya había metido alguna guitarra en Ruts, es aquí donde despliega su potencial, componiendo junto a Steven Tyler el grueso del material y tocando sin la atadura de imitar a Perry. El disco es sucio, dinámico y peligroso; justo lo que uno espera de la banda que había reinado en América la década anterior. Lamentablemente, la popularidad de la banda se encontraba en caída libre y el disco fracasó vilmente. Una pena.

Músicos colaborando puntualmente con otra banda (1)

Colisiones de egos y discos triunfales: cuando un músico renombrado colabora puntualmente con una banda

Los llamados supergrupos pertenecen a una especie poco común en la que varios integrantes de formaciones famosas apiñan sus fuerzas en pos de la fortuna, la gloria y la inflamación del ego. Distinto es el caso de aquellos músicos que se unieron puntualmente a una formación consolidada, ya sea por accidente o por razones del destino, para un único disco de estudio y, como mucho, la gira posterior. Analizamos esa serie de álbumes que se convirtieron en una rareza inopinada, para bien o para mal, algunos aclamados como discos de culto, bien porque algunas uniones se antojaron irrepetibles o bien por lo freak de la propuesta. Los recordamos aquí en tres entregas. Hoy, la primera.

Sergio Martos y Xavier Valiño

John Mayall con Eric Clapton: Bluesbreakers (1966)

“Clapton es Dios”, se podía leer entonces en pintadas que sus admiradores habían ido dejando por distintos muros del barrio de Notting Hill en Londres. Era la época en que Eric Clapton había dejado a The Yardbirds y se había enrolado en la formación de John Mayall. Desde abril de 1965 a marzo del año siguiente, en dos períodos separados por unas vacaciones en Grecia, estuvo con el grupo, grabando su álbum Bluesbreakers que, por supuesto, llevaba también su nombre en la portada como reclamo y se convirtió en uno de los discos de blues más influyentes de la historia, beneficiándose de su aportación. Tras dejarlos para fundar Cream, su lugar fue ocupado por Peter Green, de quien pronto se pudo leer en algunas paredes del barrio de Chelsea que “Peter Green es mejor que Dios”.

Captain Beefheart and His Magic Band con Ry Cooder: Safe as Milk (1967)

Fue Ry Cooder, con su increíble versatilidad a la guitarra, quien impidió que Don Glen Vliet (nombre de Beefheart) llegase al mundo con un disco inclasificable a la altura de Strictly Personal o Lick My Decals Off, Baby. Si bien es cierto que Vliet era un purista del blues y todavía no se había adentrado en los sinfines del avant-garde, su voz, adiestrada para ser lo más parecido a Howlin’ Wolf tras múltiples terapias poco aconsejadas por los médicos (salir a plena montaña en invierno con la cabeza mojada), no era lo más convencional del mundo. Cooder, con su habitual maestría, dotó cordura al álbum y juntos dieron parto a uno de los grandes discos de blues de todos los tiempos.

The Byrds con Gram Parsons: Sweetheart of the Rodeo (1968)

The Byrds habían experimentado ocasionalmente con la música country en sus cuatro álbumes anteriores, pero era en el rock psicodélico donde se encontraba el grueso de su repertorio. Fue sumar a Gram Parsons (International Submarine Band) cuando abrazaron con él el country, bajo su dirección musical, y accedieron a grabar en Nashville el que es considerado el disco pionero y referencia para siempre del country-rock. Las diferencias de Parsons con Roger McGuinn motivaron que ya no estuviera en el grupo cuando se editó el disco y que el resto regrabara algunas de sus partes vocales (finalmente restauradas en la caja The Byrds de 1990). Sin duda, la aportación más definitiva de esa lista en el cambio de dirección de un grupo al sumarle un nuevo componente.

King Crimson con Ian McDonald: In the Court of the Crimson King (1969)

Si miramos en los créditos del álbum vemos que la aportación de Ian McDonald es incluso más crucial para el seminal álbum que la del propio Robert Fripp. De entrada, consta como coescritor de las cinco canciones del álbum, mientras que Fripp solo lo hace en tres de ellas. Y luego está todo lo que aporta instrumentalmente: saxofón, flauta, clarinete, mellotrón, etc. Instrumentos, todos ellos, claves para entender el desarrollo y la peculiaridad del sonido de la banda. McDonald abandonó a Crimson tras finalizar la primera gira estadounidense del grupo, no sin cierto drama alrededor.

Iron Butterfly con Mike Pinera: Metamorphosis (1970)

Recomendaríamos a ciegas cualquiera de los tres primeros discos de Iron Butterfly, pero si hemos de señalar un disco que me parezca redondo de cabo a rabo es este, el anómalo, único en el que participó el gran Mike Pinera, que venía de liderar a Blues Image. Mike aportó mucho; de entrada, compartió tareas vocales con Doug Ingle, matiz importante. Trajo luminosidad y relegó el órgano de Ingle a un segundo plano. Y las canciones: jamás la banda sonó tan variada y rica en matices. Debió marcar el reinado definitivo de la banda después de haber puesto patas arriba el mercado dos años antes con «In-A-Gadda-Da-Vida», pero no lo lograron y se fueron al traste.

Family con Tony Ashton: It’s Only a Movie (1973)

Allá donde fuera Tony Ashton acababa explosionando todo, atravesando las leyes de lo convencional y lo no escrito. Porque incluso en este álbum, el último que hicieron Family antes de decir buenas noches hasta la reunión de 2013, donde Tony no aporta composición alguna, su figura impregna el álbum, con ese característico tono circense que araña en la tradición del vodevil británico (no confundir con el francés) de principios del siglo pasado. Una pena que su voz no se mezcle en más ocasiones con la de Roger Chapman, porque Ashton, aparte de arreglista y tremendo pianista, tenía un tono de voz muy distinguible.

Deep Purple con Tommy Bolin: Come Taste the Band (1975)

Complicado sustituir a un guitarrista como Ritchie Blackmore, pues atraía gran parte de las miradas en Deep Purple por su genialidad como músico y la extravagancia de su personaje. Para agravar aún más el asunto, la banda fichó a un americano, Tommy Bolin, siendo una de las primera uniones continentales entre las grandes bandas del rock de arena de los setenta. Los críticos ingleses despedazaron el álbum para luego redimirse 35 años más tarde con la edición remasterizada del mismo. No se puede oír un trabajo con la parcialidad de un hooligan, sobre todo cuando te pierdes gemas como «Dealer», «You Keep on Moving» o «Love Child».

Man con John Cipollina: Maximum Darkness (1975)

Otra unión continental, la de Man (Gales) con John Cipollina (San Francisco). En este caso nadie pudo llevarse las manos a la cabeza, pues tanto Man como Quicksilver Messenger Service (la banda que hizo famoso a Cipollina) bebían de aguas similares y su música se basaba en la improvisación y lo no escrito. Aún y con todo, las malas lenguas decían que Micky Jones, que formaba dupla con Deke Leonard en Man, tuvo que regrabar algunas guitarras de Cipollina por estar fuera de tono. Mentira, solo una canción tuvo que trabajarse en estudio, pues el material está recogido de una grabación en vivo en Londres y hubo ciertas deficiencias con las cintas originales.

UFO con Danny Peyronel: No Heavy Petting (1976)

En su intención por llegar al mercado americano, UFO decidieron añadir las texturas de un teclista y reclutaron al argentino Danny Peyronel, que recién acababa de abandonar los alegres Heavy Metal Kids. Su aportación es clave en canciones como «I’m a Loser» o la preciosa «Belladona», sin olvidar que armonizó muy bien con Phil Mogg en las dobles voces. No releguemos su composición «Highway Lady», una de las grandes ‘tapadas’ del repertorio de la banda. A Danny se lo ‘cargó’ Mogg por un supuesto desaire, pero su semilla en la banda sirvió para reforzar la figura del teclista en UFO, siendo Paul Raymond el más ilustre en el puesto, históricamente.

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