Músicos colaborando puntualmente con otra banda (1)

Colisiones de egos y discos triunfales: cuando un músico renombrado colabora puntualmente con una banda

Los llamados supergrupos pertenecen a una especie poco común en la que varios integrantes de formaciones famosas apiñan sus fuerzas en pos de la fortuna, la gloria y la inflamación del ego. Distinto es el caso de aquellos músicos que se unieron puntualmente a una formación consolidada, ya sea por accidente o por razones del destino, para un único disco de estudio y, como mucho, la gira posterior. Analizamos esa serie de álbumes que se convirtieron en una rareza inopinada, para bien o para mal, algunos aclamados como discos de culto, bien porque algunas uniones se antojaron irrepetibles o bien por lo freak de la propuesta. Los recordamos aquí en tres entregas. Hoy, la primera.

Sergio Martos y Xavier Valiño

John Mayall con Eric Clapton: Bluesbreakers (1966)

“Clapton es Dios”, se podía leer entonces en pintadas que sus admiradores habían ido dejando por distintos muros del barrio de Notting Hill en Londres. Era la época en que Eric Clapton había dejado a The Yardbirds y se había enrolado en la formación de John Mayall. Desde abril de 1965 a marzo del año siguiente, en dos períodos separados por unas vacaciones en Grecia, estuvo con el grupo, grabando su álbum Bluesbreakers que, por supuesto, llevaba también su nombre en la portada como reclamo y se convirtió en uno de los discos de blues más influyentes de la historia, beneficiándose de su aportación. Tras dejarlos para fundar Cream, su lugar fue ocupado por Peter Green, de quien pronto se pudo leer en algunas paredes del barrio de Chelsea que “Peter Green es mejor que Dios”.

Captain Beefheart and His Magic Band con Ry Cooder: Safe as Milk (1967)

Fue Ry Cooder, con su increíble versatilidad a la guitarra, quien impidió que Don Glen Vliet (nombre de Beefheart) llegase al mundo con un disco inclasificable a la altura de Strictly Personal o Lick My Decals Off, Baby. Si bien es cierto que Vliet era un purista del blues y todavía no se había adentrado en los sinfines del avant-garde, su voz, adiestrada para ser lo más parecido a Howlin’ Wolf tras múltiples terapias poco aconsejadas por los médicos (salir a plena montaña en invierno con la cabeza mojada), no era lo más convencional del mundo. Cooder, con su habitual maestría, dotó cordura al álbum y juntos dieron parto a uno de los grandes discos de blues de todos los tiempos.

The Byrds con Gram Parsons: Sweetheart of the Rodeo (1968)

The Byrds habían experimentado ocasionalmente con la música country en sus cuatro álbumes anteriores, pero era en el rock psicodélico donde se encontraba el grueso de su repertorio. Fue sumar a Gram Parsons (International Submarine Band) cuando abrazaron con él el country, bajo su dirección musical, y accedieron a grabar en Nashville el que es considerado el disco pionero y referencia para siempre del country-rock. Las diferencias de Parsons con Roger McGuinn motivaron que ya no estuviera en el grupo cuando se editó el disco y que el resto regrabara algunas de sus partes vocales (finalmente restauradas en la caja The Byrds de 1990). Sin duda, la aportación más definitiva de esa lista en el cambio de dirección de un grupo al sumarle un nuevo componente.

King Crimson con Ian McDonald: In the Court of the Crimson King (1969)

Si miramos en los créditos del álbum vemos que la aportación de Ian McDonald es incluso más crucial para el seminal álbum que la del propio Robert Fripp. De entrada, consta como coescritor de las cinco canciones del álbum, mientras que Fripp solo lo hace en tres de ellas. Y luego está todo lo que aporta instrumentalmente: saxofón, flauta, clarinete, mellotrón, etc. Instrumentos, todos ellos, claves para entender el desarrollo y la peculiaridad del sonido de la banda. McDonald abandonó a Crimson tras finalizar la primera gira estadounidense del grupo, no sin cierto drama alrededor.

Iron Butterfly con Mike Pinera: Metamorphosis (1970)

Recomendaríamos a ciegas cualquiera de los tres primeros discos de Iron Butterfly, pero si hemos de señalar un disco que me parezca redondo de cabo a rabo es este, el anómalo, único en el que participó el gran Mike Pinera, que venía de liderar a Blues Image. Mike aportó mucho; de entrada, compartió tareas vocales con Doug Ingle, matiz importante. Trajo luminosidad y relegó el órgano de Ingle a un segundo plano. Y las canciones: jamás la banda sonó tan variada y rica en matices. Debió marcar el reinado definitivo de la banda después de haber puesto patas arriba el mercado dos años antes con «In-A-Gadda-Da-Vida», pero no lo lograron y se fueron al traste.

Family con Tony Ashton: It’s Only a Movie (1973)

Allá donde fuera Tony Ashton acababa explosionando todo, atravesando las leyes de lo convencional y lo no escrito. Porque incluso en este álbum, el último que hicieron Family antes de decir buenas noches hasta la reunión de 2013, donde Tony no aporta composición alguna, su figura impregna el álbum, con ese característico tono circense que araña en la tradición del vodevil británico (no confundir con el francés) de principios del siglo pasado. Una pena que su voz no se mezcle en más ocasiones con la de Roger Chapman, porque Ashton, aparte de arreglista y tremendo pianista, tenía un tono de voz muy distinguible.

Deep Purple con Tommy Bolin: Come Taste the Band (1975)

Complicado sustituir a un guitarrista como Ritchie Blackmore, pues atraía gran parte de las miradas en Deep Purple por su genialidad como músico y la extravagancia de su personaje. Para agravar aún más el asunto, la banda fichó a un americano, Tommy Bolin, siendo una de las primera uniones continentales entre las grandes bandas del rock de arena de los setenta. Los críticos ingleses despedazaron el álbum para luego redimirse 35 años más tarde con la edición remasterizada del mismo. No se puede oír un trabajo con la parcialidad de un hooligan, sobre todo cuando te pierdes gemas como «Dealer», «You Keep on Moving» o «Love Child».

Man con John Cipollina: Maximum Darkness (1975)

Otra unión continental, la de Man (Gales) con John Cipollina (San Francisco). En este caso nadie pudo llevarse las manos a la cabeza, pues tanto Man como Quicksilver Messenger Service (la banda que hizo famoso a Cipollina) bebían de aguas similares y su música se basaba en la improvisación y lo no escrito. Aún y con todo, las malas lenguas decían que Micky Jones, que formaba dupla con Deke Leonard en Man, tuvo que regrabar algunas guitarras de Cipollina por estar fuera de tono. Mentira, solo una canción tuvo que trabajarse en estudio, pues el material está recogido de una grabación en vivo en Londres y hubo ciertas deficiencias con las cintas originales.

UFO con Danny Peyronel: No Heavy Petting (1976)

En su intención por llegar al mercado americano, UFO decidieron añadir las texturas de un teclista y reclutaron al argentino Danny Peyronel, que recién acababa de abandonar los alegres Heavy Metal Kids. Su aportación es clave en canciones como «I’m a Loser» o la preciosa «Belladona», sin olvidar que armonizó muy bien con Phil Mogg en las dobles voces. No releguemos su composición «Highway Lady», una de las grandes ‘tapadas’ del repertorio de la banda. A Danny se lo ‘cargó’ Mogg por un supuesto desaire, pero su semilla en la banda sirvió para reforzar la figura del teclista en UFO, siendo Paul Raymond el más ilustre en el puesto, históricamente.

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