ILEGALES: Mi vida entre las hormigas

Ilegales: Mi vida entre las hormigas (Virgin-Universal)

 

 

Casi al inicio aparece ya la primera perla: “Jorge Ilegal es quien mejores hostias ha dado”. La cita no es de Jorge Martínez, el aludido, quien lógicamente no hablaría así de él mismo, sino de Jesús Ordovás. Da igual, porque el resto de titulares y sentencias para el recuerdo sí salen de la boca de Jorge, como ya todos supondríamos que sucedería. De hecho, tras ver este primer documental centrado en su vida y su obra, la pregunta es clara: ¿De verdad a nadie se le ocurrió hasta ahora hacer una película sobre él?

 

Lo dicen algunos de los entrevistados durante el rodaje: en el caso de Jorge es casi imposible separar el personaje de la persona. Su leyenda le antecede, como bien se señala también, aunque aquí ese mito se explica a través de acontecimientos de su vida, narrados por él mismo u otros (músicos, sobre todo) que estaban allí cuando ocurrieron. Y, por muy difícil que sea imaginar alguno de ellos, en ningún momento se duda de su veracidad.

 

Es, probablemente, la mayor historia de sexo, drogas y rock’n’roll de la música española. Sumémosle violencia y alcohol, si no los consideramos incluidos en los anteriores conceptos, y tendremos casi todo el metraje, centrado en Jorge el personaje. Para empezar, el sexo, escaso en revelaciones y evitando caer en lo más obvio, aunque una anécdota que cuenta Pablo Carbonell –y que aquí nos abstendremos de recoger para no revelar todo el contenido de la cinta– bien podría resumir todo este capítulo.

 

Las drogas sí están más presentes, y parece que en cantidades industriales, aunque en el caso de Jorge se nos dice que, listo él, sabe de cuáles mantenerse alejado. Y hay rock’n’roll, mucho, con sus primeros grupos (Madson, Metálicos), recordando que tocó con el equipo de Pink Floyd, imágenes de Jorge rompiendo guitarras tal Pete Townshend y, sobre todo, con las siempre infalibles canciones del grupo, muy bien escogidas en todo momento para ilustrar cada una de las declaraciones de los distintos protagonistas.

 

La violencia en el grupo era natural, según se relata, y también se afirma que pocos grupos tan punk ha habido en España. Los episodios de enfrentamientos y peleas narrados son numerosos, incluyendo su expulsión de Ecuador o uno con miembros de Gabinete Caligari, que Jorge y Jaime Urrutia recuerdan sentados a la mesa de un bar hoy en día donde todavía se palpa la tensión entre ellos, 35 años después. Queda, por último, el alcohol, también consumido en cantidades ingentes y habitualmente mezclado. Valga como imagen definitiva un camarero sin posibilidad de réplica cuando Jorge le va contando lo que solía consumir.

 

Ahí queda reflejado el personaje, aunque seguramente también parte de la persona. Escarbando bajo esa capa que parece cubrirlo todo, es posible descubrir algunos datos que parecen hablar más de la persona. Jorge se entretiene en sus ratos de ocio con soldaditos de plomo comprados y hechos por él mismo, revelando que proviene de una familia de conquistadores y militares, lo que podría explicar su forma de actuar. La cantante Vanexxa –por desgracia, la única mujer que participa en el film entre sus 36 protagonistas– también proporciona una visión más centrada en su personalidad y sus sentimientos. Pero sin duda el elemento más personal, repetido en un par de ocasiones, lo aporta su reconocimiento de que todos los días se acuerda de una novia que murió debido a las drogas.

 

Jorge es quien proporciona también la cita final, centrada en su forma de encarar los años que quedan por delante y la muerte, en relación a su intensa vida, ahora que ha cumplido los 60 años sin apenas cambios perceptibles con relación a cuando tenía 20: “Tarde o temprano, la juventud empezará a faltarme. Y sé que se acerca la última aventura. Y está ya la eterna noche solitaria. Pero quién tiene miedo a la soledad después de haber vivido…”

 

 

 

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