ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON OS DIPLOMÁTICOS DE MONTE-ALTO

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON OS DIPLOMÁTICOS DE MONTE-ALTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ENTREVISTAS 1999


Os Diplomáticos de Monte-Alto, surcando todos los mares

 

 

Capetón es el último disco de Os Diplomáticos de Monte-Alto, en homenaje a los marineros gallegos y sus andanzas por los mares de todo el mundo. Xurxo Souto nos habla de su disco y de otras muchas cosas, como era de esperar en un ser tan prolífico y parlanchín.

 

¿Cómo ha ido vuestro último disco?

– Ha sido un proceso largo. Primero fue Fumareu, libro que se acompañaba de un CD con cinco canciones, y que trataba de recoger historias que escuchamos en ruta, para después musicarlo. Lo que se intenta con todo ello es ampliar el ámbito de Galicia, extendida por todos los océanos. Para finalizar, haremos un musical en sentido escénico con Capetón.

 

También acabas de editar una primera novela.

– Mi tercer libro, O retorno dos homes mariños, primera novela, después de los dos libros A tralla y a arroutada y Fumareu. Trato de reivindicar A Coruña como un espectro en el medio del Atlántico y como ciudad abierta a todos los mares, de donde salían los emigrantes gritando aquello de ‘Aí vos quedades, aí vos quedades, entre curas, frades e militares’. Y también reivindicarla como ciudad en donde ocurren cosas extraordinarias. Te pondré varios ejemplos. El primero, un recuerdo de la infancia: el hundimiento del petrolero Urquiola. El segundo, un recuerdo de la adolescencia: el hundimiento del Mar Egeo. Más tarde, un vertedero que cae al mar y, después, una plataforma petrolífera que aparca mal, en doble fila, en la parte de la Torre de Hércules. En ese contexto aparecen los hombres marinos, que fueron vistos por primera vez por un cardenal en el siglo XVI.

 

¿Te parece que ahora habéis conseguido acercaros definitivamente a un sonido que tiene más de popular que de rockero?

– No es algo intencionado, sino que surge precisamente de viajar y entrar en contacto con otras gentes, que es lo fundamental de tener una banda o de escribir: conocer historias y poner en contacto las dos esquinas de Galicia, Ribadeo y Baiona.

 

¿No os resulta curioso que ésa sea la misma evolución que siguió Manu Chao?

         – Puede, pero hay una diferencia fundamental: la espacial. Nosotros intentamos relacionar lo que tenemos cerca mientras que la geografía de Manu Chao pasa por relacionar Galicia con Brasil o con México.

 

Hace nueve años, cuando hablamos por primera vez, me comentaste que una de tus máximas ilusiones sería contactar con Manu Chao y Fermín Muguruza. ¿Cómo fueron esos encuentros? ¿Te decepcionaron?

– Sí, ya me había olvidado. Ahora hay una relación más intensa, de amistad, con Manu Chao. Tengo una historia curiosa: cuando el padre me pasó su teléfono en Madrid, lo llamé desde mi programa de radio para saludarlo en directo y realmente se enfadó. Después, de nuestra relación nace un sueño como A Feira das Mentiras. De hecho, nuestra propia compañía Fonomusic me ha pedido que haga una selección de músicas bravús extendidas polo mundo, y voy a tomar como base las bandas que estuvieron allí. Con Fermín, más que una relación tan fecunda, lo que existe es una relación con Euskadi, que es una tierra similar a la nuestra. La idea es relacionar países pequeños que hacen música con una identidad, con los escasos medios que tienen y que están enriqueciendo la cultura del planeta. Algo así pasó con Mau Mau del Piamonte, que acabaron grabando una canción en gallego.

 

¿Y Manolo Rivas?

– La relación con él fue curiosa. Manolo Rivas nació también en el barrio de Monte-Alto, pero no nos conocíamos. Un día me ofreció trabajar en el periódico El Sol de Madrid, donde me tocó cubrir los sucesos, y ahí descubrí que no quería ser periodista. Después sentimos una afinidad y, para la presentación da su novela En salvaxe compaña, definimos el término ‘punkismo mágico’, que tiene mucho que ver con la épica del mar y el presente frustrante de refinerías y petroleros, y nosotros que tenemos que vivir en esa vorágine dramática, aunque a la vez totalmente creativa. Más tarde, nos pidieron que hiciéramos conjuntamente el pregón de las fiestas del barrio de Monte-Alto y ahora le hemos ayudado a presentar el libro Ela, maldita alma.

 

¿Que diferencia puede haber entre toda esta gente y aquella de las charangas y de los pueblos que también vas encontrando por el camino?

– Lo cierto es que, cuando hablamos del rock’n’roll, hay siempre una visión de industria, excepto gente como Manu Chao o Fermín Muguruza, que decidieron vivir al margen de la industria. Pero las relaciones que funcionan son siempre las de amistad. Desde que Jesús Ordovás nos habló de los Mau Mau, ya han estado aquí, grabaron en gallego, participaron en el nuevo disco de Manu Chao… El otro día fui a entrevistar a Compay Segundo con la señora Josefa de Bastavales, una panderetera mayor, y Compay nos cantó canciones en gallego que escuchaba en Cuba. Hay que tejer más hilos de comunicación con lugares como Portugal, de los que no sabemos casi nada.

 

¿Cuál de tus actividades -radio, TV, prensa escrita, músico- es la que te llena más?

         – Todas son complementarias, pero lo que más me llena es escribir. Cuando se estrenó La lengua de las mariposas, su director, José Luis Cuerda, nos decía que los gallegos no teníamos ningún mérito, ya que nos llegaba con escribir lo que se cuenta por los bares. A él le conté la historia del tío Faluco, que se embarcó una vez para Brasil y, a los dos días, estaba jugando al tute en su pueblo, Malpica. La razón era que su mujer lo había llamado al barco pidiéndole que volviera, ya que el gato había dejado de hablar. Como moría de la pena, el hombre se montó en un helicóptero y el gato, cuando llegó a casa, lo saludó con un: ‘¡Qué viva el tío Faluco! ¡Qué viva Muxía! ¡Qué viva la Virgen de la Barca!’. Todas estas historias tienen una musicalidad, y a esto se suma una nueva generación que tuvo la oportunidad de formarse en gallego.

 

¿Notas alguna evolución en estos últimos años en la sociedad gallega?

         – Total. Hasta ahora la cultura oficial se hacía en castellano y el gallego no tenía más que unos medios marginales. La gente nueva funde esa tradición con el toque salvaje del rock.

 

También me comentaste alguna vez que los Diplomáticos no bajaron su caché en una ocasión para que no os identificaran con una fuerza política. ¿Te posicionarías políticamente si te lo pidieran para algún acto a título particular?

– Sin ningún problema, pero no como grupo. Lo que sucede es que se está empleando mal el término nacionalismo, tendiendo a identificarlo con el chauvinismo e incluso con el fascismo, y creo que intencionadamente. Los que nos consideramos nacionalistas no pensamos que una cultura es mejor que las otras, sino que todas son igual de importantes, y ésa es la diferencia.

 

¿Crees que los vascos y los catalanes han conseguido más en estos años de autonomía y que desde aquí no se reivindica nada, aparentando que los gallegos somos conformistas?

         – Ése es otro debate, el de entender el nacionalismo como una reivindicación decimonónica de lo que es un Estado, que no me interesa nada, frente a la idea central de la autodeterminación, que sí que es algo radical.

 

¿Tiendes a identificarte más con los portugueses que con el Sur de España?

         – Es normal, ya que la relación con Portugal, aunque no oficial, siempre estuvo ahí. Ahora acabo de descubrir un muchacho angoleño, Alberto Mundi, que vive en Goiáns y que hace justo lo contrario de lo que hizo Zeca Afonso, que fue a Mozambique e introdujo aquella música en la occidental veinte años de que Paul Simon lo hiciera con Graceland.

 

En cuanto al bravú, lo que más me llama la atención es que me dicen constantemente que ya no tienen tanta fuerza como la que tuvo.

– Objetiva y mediáticamente es así, ya que tuvo un tirón inicial fuerte y luego fue disipándose. Lo maravilloso fue que un invento de unos chavales, en una cena en una aldea, de cultura desde abajo, sin subvenciones, tuviera tanta repercusión. Todo eso llevó a poner en contacto a gente: conocer a marineros, al chaval angoleño, a los Mau Mau, a Manu Chao… El futuro depende de los artistas y no del bravú, que no fue una institución, y hoy sigue incorporándose gente, empleando ese recurso de la comunicación. Lo que debe hacer la gente joven, entiendo, es organizarse como nosotros hicimos.

 

Por último, ¿es Os Diplomáticos un proyecto de larga vida?

– El momento de Os Diplomáticos ya pasó, entiendo. Ya hicimos lo que teníamos que hacer: romper con el tópico de que en A Coruña no se hablaba gallego y crear un vínculo de comunicación con otra gente que es el bravú. El proyecto de Os Diplomáticos ya debería estar acabado, pero la propia dinámica nos pide hacer más cosas. Ahora estamos con la idea del musical, pero ya se ha establecido una amistad y ganas de seguir, y veremos si hay más necesidad de continuar. Deberían llegar nuevas bandas y tener nosotros un relevo, para mantener la creatividad de esta pequeña cultura del fin del mundo.

 

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON P18

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON P18

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ENTREVISTAS 1999


P18, fusión franco-cubana

 

 

         Tras Mano Negra y unas visitas a Cuba, Tomás Darnal vio la luz al juntarse con músicos de la isla caribeña. Las bases electrónicas y los ritmos calientes se funden en P18 como nunca antes.

 

¿Colaboraste en la edición del disco recopilatorio de éxitos de Mano Negra? ¿Con qué criterio se escogieron las canciones?

– Colaboré muy poco. Me quedé en París el último verano y, cuando me llamaron, yo tenía mucho trabajo para acabar Urban Cuban y Rumours Of War. Un disco de éxitos tiene que tener todos los éxitos, y este recopilatorio fue un éxito. Si lo hubiera hecho a mi gusto, la elección de los temas sería diferente, sobre una temática de fusión latin-punk-reggae bailable.

 

¿Cómo es el barrio de París P 18 de dónde habéis tomado vuestro nombre?

– En esa parte de París hay lados diferentes. Está Pigalle, Montmartre y la plaza Dalida en lo que se refiere a la parte turística, y el Mercado de Pulgas de St. Ouen en el que hay gente de los cincos continentes -más de 52 países- que viven aquí con su tiendas de música, de comida, de belleza… El mundo entero vive en paz en el barrio 18, dicho en broma. ¡Somos el futuro!

 

¿Cuándo fuiste a Cuba por primera vez?

– Fui a Cuba por primera vez el 92 con ocasión de la gira ‘Cargo 92’ de Mano Negra, y en esa época conocí a Esther Carlos Miguel, Bárbaro, Niovis y Yamilka cuando estaba perdido por las calles de La Habana. Después de una larga caminata con Raimundito, alias ‘El Temba’, hicimos un descanso en casa de su abuela. Vi dentro de la sala instrumentos de música y fotos de músicos, y nos hicimos rápidamente amigos y nunca partí verdaderamente de aquella casa.

 

¿La colaboración con músicos cubanos en P 18 estaba clara desde el principio o fue surgiendo espontáneamente?

– Cuando comenzamos el proyecto P18, no pensamos incluir músicos cubanos, pero en el 95, en una visita a La Habana, después de una fiesta memorable, habíamos decidido más o menos grabar algo juntos, y Urban Cuban es el resultado de esos dos proyectos.

 

¿P 18 es más una idea abierta que un grupo cerrado?

– P18 es por naturaleza un proyecto abierto, una geometría variable, una arboleda, un espectáculo en vivo, una unidad de producción autónoma, una nación detrás del ritmo.

 

¿Qué relación hay entre el son, la música tradicional cubana y las bases electrónicas que utilizáis en el disco?

– La relación con la música cubana es la fiesta, el baile, el ritmo, la sensualidad, la alegría de vivir. La electrónica, lo digital es sólo un medio, un instrumento de trabajo, que nos hacen descubrir los horizontes nuevos de territorios sonoros inexplorados.

 

¿Por qué estas fusiones no son tan habituales en Cuba y tiene que ser gente de fuera de la Isla la que las impulse?

– Creo que esta fusión viene de Europa principalmente porque con el bloqueo de los EEUU los equipos tipo sampler son muy raros. Pero escuché un grupo genial allí que se llama Sin Palabras, que hace una mezcla inédita de música africana y electrónica.

 

En concierto sonáis menos electrónicos y mucho más directos. ¿Es ahí dónde se nota la parte más clásica del grupo?

– Hasta hoy hemos hecho sólo 5 conciertos y estamos siempre buscando nuevas cosas. Me gustan las bandas con mucha gente. Cuando las máquinas tocan durante todo un concierto, al final es difícil saber quién toca qué.

 

¿Se reciben mejor en Francia o España que en Cuba?

– Cuando el disco llegó a la isla fue un acontecimiento para todas las radios y los cubanos fueron muy sensibles a esta amistad franco-cubana. Además, Esther y Bárbaro son conocidos allá, y al saber que estaban asociados a un proyecto como éste entusiasmó a todos.

 

Tu trabajo parece más la continuidad de aquel grupo que lo que ha hecho Manu Chao en solitario, aunque ambos discos son perfectamente complementarios, ¿no?

– Esta idea de continuidad viene quizás del hecho que dos títulos de nuestro disco hubieran podido estar en un hipotético sexto elepé de Mano Negra, “Urban Cuban” y “La verdolaga”, por la sonoridad de los timbales y de los bongos o por mis teclados. Por lo que se refiere a la complementariedad de Urban Cuban con Clandestino, no lo sé. Podéis intentar pegar los dos compactos juntos y ver lo que ocurre.

 

¿De dónde viene tu interés por la música marroquí?

– Una vez más, de vagabundeo. Me extravié en la Medina de Marrakesh cuando iba a visitar a la madre de mi esposa. Llegamos a un local de músicos. Los marroquíes fueron muy hospitalarios. Nos quedamos un rato bebiendo té y fumando kif en largas pipas finas. Los músicos tocaban percusiones y guembri, una especie de bajo acústico. Más tarde, me enteré que era música de los gnawas, una música sagrada, de zozobra, que de algún modo, disculpa la asociación fácil, me hace pensar en las ceremonias religiosas de santería

 

¿Qué encuentras en este tipo de músicas que no hallas en la música del resto del mundo?

– No tengo vocación de ser el especialista de las músicas del mundo. Soy un ratón de ciudad: me gusta perderme en ella, me gusta la casualidad de los encuentros y lo que hace que me enganche más a una música que otra es cuando se me vuelve familiar. Por lo tanto, escucho de todo siempre. Poco importa la botella, ¡sólo cuenta la borrachera!

 

¿Quiénes son los miembros más estables y quiénes han sido los colaboradores más habituales?

– No hay nunca nada habitual. Actualmente podemos decir que P18 son doce personas: Esther, Niovis y Amilka (voces y baile), Charlotte (manager y mi querida esposa), DJ Sree, Gilles (bajo), Phil y Carlos Miguel (percusión), Daniel (guitarra), Paddy, Christian y Bárbaro (metales).

 

¿Desde el fin de Mano Negra hasta el recopilatorio Rumours Of War habías hecho algún otro trabajo?

– P18 empezó en el 96 con nuestros primeros EPs “Light & Fire” y “Da Weed Da Mike & Da Motherfucker”. Eso por lo que respecta al trabajo discográfico. Desde el fin de Mano Negra, en el 93, toqué con Daddy Yod & The Ruption Crew en gira con Dennis Brown y también realicé el disco de los Moskokids -los niños del barrio que cantan “El Alakran” en Casa Babylon– y el año pasado toqué con Amadou y Mariam, dos cantantes ciegos de Malí. Recomiendo su disco Sou ni tilé.

 

¿Aquél disco es tu trabajo de espíritu más punk y combativo?

Rumours of War salió en agosto del 98. Tiene algo de punk en su agresión sonora y es combativo por su contenido. Pero es un trabajo hecho en un estudio casero, un trabajo doméstico, una guerra virtual. Me siento verdaderamente más al combate con un proyecto en vivo como Urban Cuban.

 

También hiciste una remezcla de “King Kong Five”. ¿Dónde se editó y cómo fue el resultado?

– Esa remezcla de “King Kong Five” fue un compacto-single promocional para acompañar la salida del Best of Mano Negra. Lo hicimos con DJ Sree, en una onda electro rock, y creo que quedó bien.

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON ELVIS COSTELLO

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON ELVIS COSTELLO

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ENTREVISTAS 1999


Elvis Costello, sucesos inesperados

 

 

          El compositor más completo del pop posterior al punk está feliz. Tiene motivos. Painted From Memory, su sedosa colaboración con el mítico compositor Burt Bacharach, consiguió el consenso crítico y comercial. Y, ahora, una de las canciones de aquellas sesiones, la adorable balada “She”, ha trepado a lo alto de las listas británicas tras ser incluida en la banda sonora de Notting Hill. El éxito ha sido tal que ha provocado la edición de The Very Best Of Elvis Costello, un disco esclarecedor que repasa su versátil carrera.

 

          Elvis tiene mucho que contar. Pocos han retratado con tanta amargura la vida cotidiana en el Reino Unido y los recovecos del alma humana. Desde 1977, cuando Nick Lowe le produjo My Aim Is True, Costello ha dado retorcidas piruetas musicales y derribado todo tipo de barreras estilísticas. Sus más de veinte discos se identifican con la new wave, el pop sofisticado, el soul, el country, el folk, el jazz o la música de cámara, un universo que conoce bien gracias a sus colaboraciones con el Brodsky Quartet y su actividad como organizador del festival Meltdown.

 

          Por si fuera poco, ha actuado con personalidades tan dispares como los Chieftains y Count Basie, ha compuesto para la Filarmónica de Londres, producido a decenas de artistas, colaborado con Paul McCartney o el guitarrista de jazz Bill Frisell, cantado con el mismísimo Tony Bennet y disfrutado con las interpretaciones que los artistas más variados han hecho de su material. Todo esto al margen de sus múltiples trabajos para películas.

 

          Rara vez se repite: la industria lo sabe, y por eso disfruta de un contrato innovador con Mercury que le permite editar discos en varios sellos de la multinacional en función del género que explore. Habla quien ha logrado el milagro de desbancar a Ricky Martin con una canción de Charles Aznavour.

 

¿Este éxito te ha pillado por sorpresa?

          – Bueno, he tenido bastantes éxitos en mi carrera, aunque éste ha llegado en un momento especial. Pero el éxito no es nunca un problema, te acostumbras rápido a él. El problema es que tus discos no sean suficientemente buenos o que la gente se acostumbre a ti y dejes de sorprender. Sigo teniendo como máxima hacer siempre cosas diferentes. Me gusta el riesgo, la aventura. ¿En qué sentido decías lo del éxito?

 

Bueno, no debe de ser fácil triunfar en el Reino Unido con un viejo terna de Charles Aznavour…

          – Sí, sobre todo porque ese tipo de canciones suelen estar vetadas en la radio. Estamos llegando a un punto en que la mejor música es un poco rara. Es comprensible: se trata de vender, como ocurre con cualquier otro producto. Todo tiende a ser joven, fresco, instantáneo, brutal e inofensivo. Con el tiempo, los artistas veteranos nos convertirnos en una especie de viejos cuadros que sólo puedes ver si vas a un museo o a un lugar concreto. Y eso nos beneficia en parte, porque el arte siempre ha estado en reductos. Así que no deja de ser un poco delirante que una canción de Aznavour suene a todas horas en la radio. En cualquier caso, creo que el público está ahora más preparado para aceptarme como baladista que hace quince años.

 

Sí, parece que tu música se ha vuelto más sofisticada, madura, compleja…

          – Bueno, durante los últimos años he estado más inmerso en la música. Cuando comencé, la letra marcaba de alguna manera la pauta. Ahora dejo que la música fluya. Creo que comencé a trabajar así a mediados de los 80, con canciones íntimas y armónicas que tenían el color en los arreglos. Esa faceta más experimental me ayudó mucho. No diría que mi música se haya hecho más compleja, sino más musical. En las últimas cinco semanas, he hecho unas 17 canciones nuevas. Algunas han quedado sofisticadas, pero no era mi intención. No trato de ser complejo.

 

¿Se te ha quedado pequeño el pop?

          – No, en absoluto. Sigo admirando su carácter pasajero y desechable, de igual manera que veo la música clásica como inmortal. Todo es cuestión de lo que consideres una composición pop. Para mí, lo que he hecho con Burt Bacharach es pop, y yo no diría que sea nada simple. El pop puede ser pobre si se limita a un simple acorde o un riff rockero, a un beat de baile o una balada melódica. Pero se debería promover una visión más amplia. El pop no es sólo Britney Spears, Offspring, Puff Daddy o Ricky Martin; es mucho más que los que tienen éxito y las malas copias que les siguen. Eso abunda demasiado. Hay que buscar un lenguaje amplio, para todo el mundo, y seguir llamándolo pop. La riqueza de la música no está representada en la radio y la televisión de hoy.

 

¿Qué te ha reportado tu trabajo con el compositor Burt Bacharach? ¿Fue difícil el colaborar con uno de tus ídolos?

          – Ha influido, sobre todo, en mi forma de componer. Me ha hecho concentrarme y tener más en cuenta los detalles. Nunca antes los había cuidado tanto. Ahora trato de adoptar ese enfoque cuando compongo para mí. A veces me costó superar la barrera de la admiración pero, luego, Burt me ayudó a desprenderme de la impaciencia del pop. De él aprendí que, como en la vida, la pasión y el drama pueden llegar poco a poco.

 

Tu lista de colaboraciones es interminable. ¿De cuáles estás más orgulloso?

          – En un primer momento, algunas me han parecido un sueño. Como cuando fui invitado a cantar con Tony Bennett y Count Basie o cuando, habiendo sido de niño un gran fan de los Beatles, me llamó Paul McCartney. Esos nombres llaman más la atención, pero he trabajado con otra gente no tan conocida que me ha enriquecido más. No sabría destacar un nombre.

 

¿Te ves reflejado en este disco de Grandes éxitos?

          – No tengo esa perspectiva tan periodística. No creo que ni siquiera las trescientas canciones que he compuesto me retraten por completo, así que me he limitado a escoger los temas relevantes en mi carrera. Sólo he supervisado la edición doble británica, porque en el resto del mundo el disco será sencillo. Preferían sacarlo por un precio más razonable, ya sabes. Obviamente, no es tan completo, no tiene tantas canciones de los años 80, pero creo que la selección es bastante buena.

 

¿Va a ser acústica tu próxima gira?

          – Sí, parecida a los conciertos que hice en Barcelona en mayo. Creo que será mi último tour de este tipo en un tiempo. Estaremos en España de nuevo. La última vez me dio pena no hacer más fechas, aunque es el país donde más ciudades he visitado.

 

¿No piensas volver con los Attractions?

          – Tras el próximo disco, me gustaría tocar las viejas canciones con una sección rítmica, pero no con los Attractions. Aún no sé cómo será. No tiene que ser necesariamente una banda de rock: no quiero trabajar sólo con el volumen sino también con el ritmo, que ha sido la última prioridad en mi música reciente.

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON ENRIQUE BUNBURY

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON ENRIQUE BUNBURY

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ENTREVISTAS 1999


Enrique Bunbury, contracorriente

 

 

         Enrique Bunbury era famoso en medio mundo antes de que en España se le respetara mínimamente. Creció en público, tropezó y se levantó bajo los focos: los errores y los aciertos han sido asumidos con coraje. Otros se habrían creado un caparazón de indiferencia ante críticas y maldades varias. Enrique es esencialmente bueno y cree en comunicarse, en aclarar malentendidos, en explicarse, en desatascar oídos llenos de prejuicios.

 

         Con Enrique Bunbury se puede hablar de música. De la suya y de las de los demás. Frente al estereotipo del rockero español, que -ay- no oye otra música que la que le regalan en su discográfica, Enrique es un voraz comprador de discos, un selectivo explorador de fronteras, un paladeador insaciable de canciones y sonidos, que ahora presenta su segundo disco en solitario, Pequeño.

 

Enrique, hablemos de Pequeño.

         – El título estaba claro desde antes de empezar a grabar. Radical Sonora tenía una producción compleja que terminó apoderándose de las canciones: en Pequeño, ellas mandan. Es un disco poco pretencioso, con canciones de vocación popular. Algo que envidio de Manu Chao es que va a cualquier rincón del mundo y, si le preguntan que tipo de música hace, puede tocar los temas de Clandestino con una guitarrita.

 

Así que Pequeño supone la búsqueda de la sencillez…

         – Sí. Aspiraba a un sonido mediterráneo, a unas canciones populistas y callejeras. Radical Sonora se oía de maravilla con unos auriculares caros; Pequeño se puede disfrutar hasta con un radiocasete barato.

 

¿Y las letras?

         – Hay mucho de introspección, de buceo en recuerdos de mi infancia. No por nostalgia; lo que me interesa es volver a sentir la existencia del niño.

 

¿Cómo fue el proceso de grabación?

         – Primero fueron unos meses de preparación en Zaragoza y luego vino la grabación en El Cortijo, las semanas de mezclas en el Livingston londinense, las mil y una anécdotas de la confección de un disco a partir de un quinteto básico y docenas de invitados. Por ejemplo, el tema de Bambino, que grabamos justo antes de que llegara la noticia de la muerte de ese rumbero tan desgarrado…

 

Pero también has hecho múltiples colaboraciones.

         – Sí, en esos discos conceptuales coordinados por la revista Zona de Obras, el homenaje a Robert Wyatt, las aportaciones a proyectos teatrales o cinematográficos, las colaboraciones con artistas de mi onda… Aunque ahora está todo aparcado. La prioridad actual es el directo. Conciertos con diez músicos, incluyendo cuerdas y vientos, con el material de Pequeño y reescrituras de piezas de Radícal Sonora. Quiero bautizar la gira como Pequeño cabaret ambulante. Pertenezco a una generación marcada por David Bowie, una generación que siempre ha esperado que los conciertos sean algo más que unos señores tocando, que haya teatro y coreografía, humor y comunicación. Por experiencia propia, sé que la música muy electrónica no transmite tanto como la tocada con instrumentos más convencionales.

 

Hablas entonces de concierto más espectáculo…

         – Claro: las enseñanzas de los cafés cantante o los shows de Broadway son aplicables al rock. Hoy, yo no concibo el rock como una cultura de una edad determinada. Es cierto que antes tocaba para veinteañeros, para gente de mi edad o menor. Pero una vez al año montábamos en Zaragoza un concierto en recuerdo de Elvis. Solían ir más padres y siempre nos decían que les encantaba ver algo que era música pero también espectáculo. Había referencias lúdicas a los trajes, los movimientos, las diferentes estéticas de Elvis. Y aquel todo funcionaba: divertía, conmovía…

 

No hay nada malo en ofrecer un concierto para todos los públicos, me parece…

         – Nada en absoluto. Quiero que mi madre pueda ir a Pequeño cabaret ambulante y se entretenga y se emocione. Mi madre y cualquier madre que tenga un mínimo de sensibilidad. Si acudías a un concierto de Frank Sinatra, nadie te pedía el carnet para ver si tenías tal o cual edad. El rock ganará en grandeza cuando crezca en tolerancia, en voluntad de llegar a todas las edades.

 

Cuéntanos algo de temas como “Infinito”.

         – Se trata de una letra atangada, con algo de ranchera y algo de Tom Waits metido en la batidora. No soy purista a la hora de construir mi dramaturgia.

 

“El extranjero”.

         – Fue concebida bajo la sombra de Emir Kusturica, Goran Bregovic, Zorba el Griego. La letra no tiene dobleces: es una enmienda a la totalidad del nacionalismo excluyente. Ah, la Antigua a la que me refiero como un buen lugar para no morir no es la isla del Caribe, sino la antigua capital de Guatemala, una ciudad que fue arrasada por los terremotos pero conserva la belleza de los tiempos coloniales.

 

“Lejos de la tristeza”.

         – Suena latina pero con esos toques naif de Esquivel. Me ha ocurrido varias veces en este disco que una canción empieza dentro de unos parámetros y, como por propia voluntad, se desplaza hacia otros. Ésta nació cubana y terminó en tango.

 

“Contradictorio”

         – Si alguien quiere entender mí trayectoria, con todas sus contradicciones, basta con escuchar esta letra, que mis seguidores comprenderán a la primera. Se inicia en clave Marvin Gaye y va creciendo hasta un final apoteósico, pelín hortera, tipo Sonido de Filadelfia. Cierra el disco por sus siete minutos de duración y por tener una carga muy positiva.

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON EVERYTHING BUT THE GIRL

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON EVERYTHING BUT THE GIRL

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ENTREVISTAS 1999


Everything But The Girl, tras la pista

 

 

Ben Watt y Tracey Thorn se cansaron un día de seguir haciendo discos acústicos y decidieron poner fin a la rutina en su vida en común. Tracey colaboró con Massive Attack y Ben  sufrió una extraña enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte. Después de reinventarse con Walking Wounded, Ben nos explica su último paso, aún más orientado hacia la pista de baile, Temperamental.

 

Temperamental parece un nuevo giro de tuerca en la línea abierta con Walking Wounded. Es un disco aún más dance.

– Sí, estamos muy orgullosos del nuevo publico al que accedimos con Walking Wounded y queríamos llevar esa evolución al siguiente nivel. Mantener una línea similar, pero con un sonido más intenso y ritmos más profundos y sólidos. Es un disco con un sonido mayor y más contundente. Estaba muy interesado en ver hasta dónde podía hacer llegar los ritmos y las bases percusivas manteniendo la voz de Tracey y el formato de canción del grupo. Creo que nos ha quedado un álbum muy rítmico, con un importante componente vocal. Quería que la voz de Tracey jugara un papel algo diferente. La hemos utilizado casi como un instrumento, incidiendo más en el ritmo que en la melodía, jugando con los ecos, filtros, usando fragmentos de la voz como si fuera percusión.

 

Deep house, drum’n’bass, jazz, funk suave, hip hop… El abanico de influencias parece también mayor.

– Creo que en Walking Wounded también había muchos elementos diferentes, lo que ocurre es que la gente recuerda sólo la influencia del drum’n’bass. Pero, si se escucha atentamente, se ve que tenía canciones muy distintas, temas cercanos al soul, algo de trip-hop, pop acústico. Algo parecido está pasando con Temperamental. La gente está diciendo que hemos hecho un disco de deep house, pero es mucho más que eso. Temas como “Compression” o “Blame” aglutinan muchos estilos diferentes.

 

Del clásico pop acústico de Everything ButThe Girl sí que no queda nada.

– Ja, ja… No, no hay demasiado de eso. Obviamente, nuestro interés está ahora en el ritmo y la cultura de baile, así que no encontrarás guitarras acústicas en el disco.

 

Los últimos años te has dedicado, sobre todo, a trabajar como pinchadiscos. ¿Cómo ha afectado al disco?

– De una manera radical. Me ha abierto los oídos a nuevas posibilidades, a nuevos sonidos que funcionan de una manera diferente. Ya sabes: los discos que escuchas en tu casa o en el coche no tienen nada que ver con lo que puedes oír en un club. He salido mucho por ahí, me he pasado muchas noches pinchando en clubes y muchos días en las tiendas buscando discos. He absorbido todo lo que he podido, y eso me ha ayudado a dar un nuevo enfoque a nuestra música.

 

¿Qué importancia tuvo en vuestra reconversión la colaboración con Massive Attack y las remezclas de Todd Terry?

– Fueron muy importantes. Para ser sincero, creo que a principios de los 90 estábamos muy aburridos de nuestra propia música y cortamos por lo sano con la escena musical. No podíamos entender cómo habíamos llegado a aquel punto. Hicimos dos discos, Language Of Life y Worldwide, que no conectaron con la gente, y queríamos cambiar. Yo estaba cada vez más interesado en la música de baile y compraba discos sin parar. Pero necesitábamos coraje para ir en esa dirección. Trabajar con ellos ayudó a llamar la atención de la gente y nos animó.

 

Hubo quien os acusó de oportunistas.

– Sí. Para algunos éramos algo sospechosos. La música de baile es una escena algo cerrada, aunque si haces un buen disco o una buena mezcla, te ganas el respeto. Pero la gente que nos seguía desde el principio recordaba que ya entonces experimentábamos con el jazz y la música de club. Tipos que ahora son pinchadiscos consagrados, como Gilles Peterson, nos recuerdan de la escena de clubes y no ven un giro tan radical. Lo nuestro les parece una progresión larga. Quizás es más extraño para quienes nos conocieron a finales de los 80, cuando hacíamos baladas.

 

¿Se han convertido las remezclas en una moda más?

– Creo que son algo fantástico. La del jazz es, en realidad, la historia de gente reinterpretando viejas canciones. Ya sabes, Coltrane haciendo en los 60 temas que Cole Porter había grabado en los 40, y luego Keith Jarret haciendo lo mismo en los 70. La música de baile tiene el mismo enfoque: no hay versiones definitivas, y esa cualidad progresiva me perece muy interesante.

 

Recientemente se publicaba aquí Paciente, tu biografía en la que narras tu traumática experiencia tras sufrir aquella extraña enfermedad. ¿Por qué decidiste escribir sobre un período tan doloroso de tu vida?

          – Recordar lo que sufrí hace siete años fue una especie de terapia. Estuve muy cerca de la muerte, y eso cambió mi actitud frente a la vida. Me volvió más introspectivo, me costaba relacionarme con mis amigos y mi familia. Así que empecé a escribir en mi propio beneficio, para intentar sacar lo que me comía por dentro. A medida que lo hacía me sentía mejor, así que seguí. Cuando acabé, le mostré la historia a un par de personas que me animaron a publicarla.

 

Lleváis juntos desde el 82. ¿Es difícil combinar lo sentimental y lo profesional?

          – En realidad, no, aunque la gente siempre se pregunta eso. Para otros quizá sería terrible, pero no para nosotros. Trabajo en solitario muchas horas en el estudio, me dedico a la música todo el tiempo, pero Tracey es muy distinta: a ella sólo le gusta entrar ocasionalmente… Pero es una editora fantástica. Aporta su sensibilidad y sabe discriminar muy rápido lo que le gusta y lo que no. Esa capacidad de concreción es fundamental para mí; confío ciegamente en su juicio. Creo que hemos encontrado un equilibrio perfecto.

Xavier Valiño
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