ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON MUS
Mus, melodías para conciliar el sueño
Fran Gayo y Mónica Vacas están hechos de otra pasta, eso está claro. Lo suyo es una sorprendente anomalía en el pop patrio. En el tiempo que va de los Eps Zuna y Pigaz al LP Fai han transitado por la senda del trip-hop y la de las nanas tradicionales. Eso sí, ni mentarles aquello de las bandas sonoras.
¿Es cierto que Fran grabó sólo las dos primeras maquetas y que más tarde apareció Mónica?
– Sí, la cosa empezó así, con dos maquetas de instrumentales que tuvieron reseñas muy positivas en Rock De Lux y Spiral, a veces incluso excesivas, un poco salidas de madre. Para la grabación de la tercera maqueta ya empezamos a probar a incluir voces y nos pareció que todo ganaba en personalidad, las canciones se redondeaban más.
¿Qué había en aquellas dos maquetas? ¿Alguna canción acabó en los discos?
– Las dos primeras, las más, digamos, trip hop o abstractas, se quedaron en eso, dos maquetas para los señores críticos y para la gente que me llamaba (Fran) por teléfono y me la pedía contrarrembolso. Ningún tema fue recuperado en los discos. De la tercera maqueta se recuperaron prácticamente todos los temas para Zuna, aunque vueltos a grabar en los estudios Bunker.
¿En qué momento Mus se convierte en algo real?
– Posiblemente en el momento en que Jesús Llorente nos propone grabar algo para Acuarela. Ahí es realmente donde empezamos a medir cuánto hay de realidad y cuánto de jugueteo en el que no merece la pena perder mucho más tiempo. Es una sensación rara que asusta un poco: nunca has tocado en directo, poca gente te conoce y, de repente, tienes que meterte en un estudio de grabación. De todos modos, con cada nuevo paso todo se hace más real, el primer EP porque es el primer disco que grabas, el segundo porque es el previo al LP, el LP porque es donde debes confirmar los augurios…
¿Ya nació Mus usando las bases electrónicas y con ese concepto?
– No nació con ese concepto, más bien nació DE ese concepto. Cuando comencé a jugar con los programas de la SB16 de mi ordenador lo hacía igual que podría haberme dedicado a pasar más y más pantallas con el Duke Nuke o cualquier otro juego. La falta de conocimiento condicionaba de manera definitiva la estructura de las canciones, de ahí la obsesión repetitiva en los primeros temas, los ritmos quebrados. En realidad, nunca llegas a saber dónde acaba la incapacidad propia para manejarte y dónde comienza lo sencillamente distintivo de un estilo personal.
¿Sería posible una aventura así con instrumentos convencionales?
– Cada vez tenemos más claro que sí. De hecho, en Fai tanto los teclados como violines, bajos o guitarras han cobrado protagonismo. Aun así, el trabajar con muestras permite que a veces salte la sorpresa: una muestra mal disparada, colocada en el sitio inicialmente incorrecto, puede conducirte a veces a un arreglo que nunca se te ocurriría de modo consciente y premeditado.
¿Y el gusto por la música tradicional vocal de dónde viene?
– Es la música que conoces desde crío, no desde la elección personal, desde el gusto, sino desde la convivencia con ella, igual que convives con un vecino o familiar con el que no tienes por qué llevarte especialmente bien. Más tarde aprendes a valorar ese tipo de convivencia que dan los años y te das cuenta del verdadero valor que toda esta música que has aprendido a través de tus mayores, y no de las emisoras o revistas de moda, tiene en tu vida.
¿Qué significan Zuna y Pigaz, títulos de vuestros dos primeros Eps?
– Zuna es un tipo de vicio o costumbre que sale a los animales cuando los maltratan, que se hacen hoscos… Más o menos, aunque no es exacto del todo. Pigaz es una palabra que en realidad no existe en asturiano, o casi. Es una especie de apócope de la palabra pigazu, que viene a ser siesta en asturiano. La sonoridad a veces viene dada por errores propios y también por limitaciones. La sonoridad es un resultado de todo, lo negativo y también lo positivo, fallos y aciertos. Y para dar ese resultado cuentan también las limitaciones de trabajar con -pocos- instrumentos electrónicos.
¿Es Acuarela el sello estatal más propenso a editar músicas con un componente más arty, como Diariu, Jr. o vosotros mismos?
– Aún hoy, a tres años vista de haber fichado por Acuarela, no comprendemos el término arty, al menos aplicándolo a nosotros. Hemos procurado huir siempre de la cita directa, del guiño intelectualillo. Si hemos necesitado un sampleado en francés para un tema nos ha dado exactamente igual que sea de una película de Jacques Rivette, de Louis de Funes o de un noticiario; el caso es que cumpliese bien su función, sin ir más allá. Lo que sí nos parece Acuarela es un sello con especial querencia por jugarse los presupuestos con grupos más bien difíciles, aunque de buena prensa. Y eso es loable, aunque supongo que no muy rentable.
¿Compartís la opinión de Jesús Llorente en el sentido de que las propuestas más interesantes llegan de Asturias y Barcelona?
– Bien, no lo tenemos muy claro, pero si efectivamente fuese de ese modo tendría una lectura muy diferente el hecho de que parte de los grupos más interesantes del estado pertenezcan a una “megalópolis-ultra-moderna” como Barcelona, o a una ciudad pequeñita, con unas características socio económicas muy determinadas, no muy propensa a la introspección, como es Xixón. En el caso de Barcelona no deja de tener su lógica: siempre están a la última en todo y da la sensación que son siempre los primeros en cambiar de asiento cuando va a haber un cambio de moda o tendencia. En Xixón, evidentemente, eso no sucede.
¿Aceptaríais componer la banda sonora de una película?
– Quizás, pero tampoco tenemos especial interés en ello. Hay compositores que se dedican exclusivamente a esta labor, profesionales que realmente cumplen en ese tipo de encargos. La mayoría de las veces en que se encarga una banda sonora a un grupo no muy acostumbrado a estas lides los resultados no suelen ser ideales. Ahora mismo se nos ocurre la poco lucida colaboración de Orbital con Michael Kamen en Even Horizont.
¿Qué os parece que hablen de vuestras canciones como banda sonora de una película imaginaria?
– La verdad, es una línea de texto que, de tan recurrida, empieza a perder gracia. Es algo que nos resulta ajeno y, supongo, debería preguntársele por ello más a los críticos que a nosotros dos. Al fin y al cabo, es algo un poco fruto de su imaginación y no de la nuestra. Sí es cierto que nos interesa recrear ambientes con nuestra música, y que nos parece estupendo que nuestra música se ponga de fondo para hacer otras cosas, todo tipo de cosas, pero de ahí a firmar una vinculación con el tema de las películas imaginarias…
¿Y que se mencionen nombres como Barry Adamson, Portishead, Spiritualized o Angelo Badalamenti es un halago o un lastre?
– Son nombres todos ellos que admiramos muchísimo, y que se los mencione como referente es todo un orgullo. Está bien tener influencias y sobre todo reconocerlas, siempre que esto no te lleve a mimetizarte de manera escandalosa.
¿Sigue siendo aquello de ‘canciones para conciliar el sueño’ la mejor definición del sonido de Mus?
– Desde luego, nos gusta mucho más que lo de las películas imaginarias. De hecho en la estructura del Fai todos los tempos se van ralentizando progresivamente para acabar dando con esa especie de antídoto contra el insomnio que es “Sebastián”.
¿Sois conscientes de hasta donde podéis llegar con vuestra música, de las cuerdas sensibles que podéis tocar en la gente?
– Es difícil hacerte una idea de eso. Estamos hablando del papel que el oyente juega en la música, algo que escapa a nuestro control, aunque a veces nos permitamos algún truco fácil a base de crescendos, cuerdas, etc. De alguna manera, es más mérito de quien escucha el disco.
Me imagino que vuestra propuesta es casi irreconciliable con el directo. De todas formas, ¿pensáis hacer algún concierto?
– De momento no. Suponemos que a base de una buena inversión podríamos llevar esto al directo, contratar músicos, adaptar las canciones al directo… Pero serían demasiados esfuerzos para algo que no tenemos claro que merezca la pena.