CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA
Carlos Pérez de Ziriza, autor de 3 minutos de magia. Una historia del power pop y la new wave
Parece mentira, pero hasta ahora nadie había acometido la labor de escribir un libro de power pop en España, a pesar de la repercusión que siempre han tenido por aquí los discos y las giras de los grupos que los practican. Incluso son muy minoritarias esos volúmenes a nivel internacional en relación a otros estilos. Carlos Pérez de Ziriza ha agarrado las guitarras por los trastes y se ha aventurado a hacerlo, fundiéndolo en una parte con la new wave. Su iniciativa nos ha planteado las siguientes cuestiones que él se ha prestado a despejar.
¿Cuál fue la chispa que prendió la llama que te llevó a escribir este libro?
El darme cuenta de que un estilo o género como el power pop, objeto de deseo de una legión de seguidores acérrimos y muy apasionados, rara vez gozaba de presencia preferente en los medios especializados, y no digamos ya en el ámbito de los libros de referencia: en castellano no lo había.
¿Hay alguna relación con tu anterior volumen sobre el indie? Veo cierta similitud en la forma de explicar los estilos, los grupos y seleccionar sus obras.
Hay cierta similitud en el sentido de que de la redacción y la publicación de uno vino también la idea de hacer el otro. Creo que son dos libros muy complementarios, con la salvedad de que el libro del indie, por el propio formato de la colección en la que se inscribía, tenía una estructura más rígida –en forma de fichas, en su mayoría– y también una limitación de espacio que con este no he tenido. Digamos que el libro sobre el indie es más una guía y este es más una historia, aunque ambos comparten esa naturaleza un poco híbrida, de guía y de relato histórico al mismo tiempo.
¿Cómo llegaste a la conclusión de que se podía unir la nueva ola y el power pop?
En primer lugar, porque hay un momento histórico (entre finales de los setenta y principios de los ochenta) en el que ambos se entrecruzan y se retroalimentan. En segundo lugar, porque ceñir el libro tan solo a lo que podríamos entender como power pop en sentido estricto hubiera limitado la proyección comercial del libro. Y en tercer lugar, porque me interesaba estudiar las conexiones de la new wave primeriza con gran parte de la música que se hizo en los 90 y los 2000. Rescatar a The Cars, por ejemplo, pero valorar su conexión con Weezer, The Rentals o Nada Surf. O reevaluar a Blondie, pero también relacionarlos con Darling Buds, The Primitives, Los Romeos o The Sound, por ejemplo.
Hay un elemento que desconocía. ¿Fue realmente Pete Townshend quien creó el término power pop?
Eso dicen. En cualquier caso, el origen del término no me parece especialmente relevante. Lo reflejo en el libro, pero lo realmente proteico es cómo va perfilando sus contornos en el tiempo y cómo pervive hasta nuestros días.
Los orígenes los pones en tres grupos que merecen capítulos por sí mismos: Big Star, The Raspberries y Todd Rundgren. Evidentemente, al hacerlo así dejas clara su relevancia en esta historia. Supongo que la intención era clara, ¿no?
Sí, los tres editan álbumes en el mismo año, 1972 (debuts en el caso de los dos primeros), que me parecen esenciales para entender el género.
El único otro nombre que merece un capítulo independiente es Elvis Costello. ¿Por qué él y no otros?
Creo que Costello es la quintaesencia de aquella new wave británica primeriza, es un nombre de absoluto consenso entre los fans de la nueva ola y el power pop y, además, ha logrado trascender con creces en el tiempo cualquiera de aquellas etiquetas, con una obra más vasta y diversa que cualquier otro compañero generacional. Tuve además la suerte de entrevistarle hace unos años, y parte de lo que me contó también me venía bien para aderezar el relato respecto a esas catalogaciones genéricas que hacemos los periodistas.
¿No llegaste a considerar retrotraer los inicios a The Beatles, The Byrds y The Who, o incluso algún otro nombre?
No, no lo consideré en ningún momento, hubiera sido plantearme un trabajo casi inabarcable, que ya como está se va a las 344 páginas, así que imagínate si añado todo aquello. Entiendo que es razonable plantearlo, por la misma razón que en un libro sobre el punk se podría hablar de los Stooges, MC5 o los New York Dolls, pero tenía que fijar alguna clase de límite para enmarcar un relato histórico digerible, y no una enciclopedia.
¿Fue complicado acotar temporalmente el trabajo?
No demasiado, el arco temporal lo tuve claro desde un principio. Es más complicado acotar estilísticamente, porque hablamos de géneros muy porosos.
¿Piensas que los seguidores del rock lo tienen como en un segundo plano? Si es así, ¿has llegado a investigar por qué razón?
Sí, creo que lo tienen mayoritariamente en un segundo plano, y creo que en gran medida porque la mayoría de bandas de power pop lucen un discurso de escasas pretensiones (pese a gozar de canciones, en muchos casos, enormes), además de que están históricamente lastradas por su desubicación generacional, generalmente encajonadas entre estilos teóricamente más rupturistas o más ostentosos.
No obstante, ¿hay algún otro estilo en el rock que proporcione tanta emoción, magia y que transmita tanta energía como estas canciones de tres minutos de guitarras poderosas?
En mi opinión, no muchos. Quizá el glam en su época de esplendor, o el rock alternativo de los 90 cuando era reformulado siguiendo las enseñanzas del mejor power pop (caso de los Posies, que tienen importante presencia en el libro). Pero la conjunción de melodías de efecto fulminante y potencia guitarrera del power pop creo que es tan canónica que es difícil colegir las mismas propiedades de cualquier otro estilo.
Si es así, ¿qué crees que es lo que ha impedido que buena parte de sus artistas hayan tenido éxito comercial?
Malas decisiones comerciales, escasa paciencia de las discográficas por el trabajo a largo plazo, nadar a contracorriente de las modas… hay todo un cúmulo de factores que lo pueden explicar. Y aún con todo, es difícil entender que canciones como “September gurls” de Big Star, “Shake Some Action” de los Flamin’ Groovies, “Now” de The Plimsouls, “Starry Eyes” de The Records, “Looking for the Magic” de Dwight Twilley, “Spin Me Around” de The Modulators, “Solar Sister” de The Posies, “Hold Me Up” de Velvet Crush o “The Blunderbuss” de Brad Jones no gocen de mayor eco.
De la bibliografía que apuntas se desprende que solo hay un libro internacional de 2007 que habla estrictamente de power pop y varios libros en España pero que lo tratan de forma tangencial. ¿Tampoco la crítica lo tiene en la misma estima que otros estilos?
Diría que no. O diría que, más que la crítica, son quienes dirigen los propios medios quienes rara vez apuestan por darle a las bandas de power pop (la new wave siempre ha sido otro cantar) un papel preeminente en los medios, ya sea ocupando portadas o copando sus contenidos principales. Entiendo que no sean un señuelo muy atractivo, pero tampoco algunos bluffs de temporada –que sí han gozado de ese tratamiento– eran la panacea para vender como rosquillas.
¿Por qué en España el power pop tiene una base de seguidores no muy grande pero sí muy fiel a través de foros, fanzines, etc., y los grupos que siguen practicando power pop encuentran aquí tanta receptividad?
No sé si hay un motivo concreto. Podemos trazar una teoría de sociología barata y afirmar que España, por clima y carácter de sus gentes, es como la California europea, y que es lógico que acojamos con entusiasmo las melodías radiantes y enérgicas. Algo de eso habrá, supongo.
¿Puede tener algo que ver también el idioma y que en muchos casos lo que enganche en España sea lo más inmediato, la melodía y la fuerza de las guitarras, no prestando la misma atención a las letras por esa barrera?
Si te refieres a que la mayor parte del público español no sabe inglés o no entiende las letras, no lo sé. Puede ser que esas mismas letras en castellano sonaran más cándidas, más ingenuas o incluso cursis. No sé hasta qué punto el desconocimiento del inglés puede favorecer que el power pop sea mejor acogido en España, si es que damos por hecho que su parroquia española domina menos el inglés que la de Francia, Italia o Alemania. La verdad es que nunca lo había pensado.
En cuanto a la parte estatal, empiezas recogiendo a las bandas de principios de los 80, así que supongo que aquí no tuvo reflejo hasta la llegada de la nueva ola, ¿no?
Exacto, es el periodo 1979-1982 el que más me interesaba destacar, la llamada nueva ola española en su fase primeriza, antes de que se hablase de Movida. Cuando Nacha Pop, Mamá, Los Secretos o Los Auténticos expedían sus canciones más puras.
Repasas bandas españolas que han hecho nueva ola en un principio y luego power pop hasta la actualidad. ¿Sigue manteniéndose con buena salud por aquí y siempre ha sido igual en estas cuatro últimas décadas?
Hay un momento complicado, a mediados de los ochenta, en que la mayoría de las bandas de aquella primera hornada se ven sujetas a producciones más que discutibles, que les restaban naturalidad y no reproducían el pálpito de sus directos. Luego a finales de los ochenta, me parece primordial el papel de un grupo como La Granja, que anticipa la eclosión del power pop en los noventa desde parámetros más o menos indies (Los Valendas, Pribata Idaho, Insanity Wave). Desde entonces hasta ahora, hay una línea de mayor continuidad.
¿Qué bandas o discos, de aquí o de fuera, te han sorprendido más al recuperarlos ahora para la redacción de este libro?
El Brad Jones de Gilt Flake (1996), los Cotton Mather de Kon Tiki (1997), los Grays de Ro Sham Bo (1994), la discografía completa de Sloan o la de Los Modelos… He aprendido mucho recabando información para escribirlo, ha sido muy enriquecedor descubrir algunos álbumes y bandas que sabes que van a formar parte de tu vida para siempre.
Me imagino que al aventurarte en un proyecto así, ya podías anticipar las críticas. De ahí el “fin de la controversia” que acompaña a la acertada cita de tu hija en la dedicatoria, ¿no?
Lo de las polémicas en torno a los límites de algunos géneros o estilos es algo tan viejo casi como el propio arte. Hay que llevarlo con naturalidad y algo de sentido del humor.
¿Han coincidido estos comentarios con los que tú podías anticipar?
Más o menos. Aunque en general son comentarios que agradezco mucho, siempre que estén planteados de una manera constructiva y educada, como así suele ser. Tampoco me han llegado tantos como podía esperar, quizá porque el libro es bastante exhaustivo, más allá de que los juicios y opiniones vertidas en él se puedan compartir o no.
¿Te han llegado observaciones por no haber incluido a tal o cual grupo o por haber metido otros?
Por supuesto. Es un clásico. Si esa clase de observaciones ya arrecian cuando uno publica una lista de 15 o 20 canciones representativas en un artículo de un folio, imagínate con un libro tan extenso.
Creo que todos, al leer estas páginas, se verán impulsados a escuchar de nuevo canciones que conocen y tenían un tanto apartadas o, también, descubrir nuevos grupos y nuevas canciones memorables. ¿Es esa la mayor satisfacción que te daría después de haberte dedicado a este proyecto?
Sí, por supuesto, ese es uno de los objetivos primordiales, que dan sentido al trabajo realizado.
Por último, ¿alguna anécdota que recuerdes especialmente de alguno de estos grupos, que hayas presenciado o que te hayan contado?
Alguna hay, pero nada especial. Y la mayoría es mejor que se queden en petit comité, en cualquier caso…