Joan Baez: I Am a Noise

Joan Baez: I Am a Noise

Miri Navasky, Maeve O’Boyle, Karen O’Connor

(Mead Street Films)

“Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta”, dijo en su momento Gabriel García Márquez. La cita sirve para abrir el que probablemente sea el primer documental centrado en Joan Baez o, cuando menos, el definitivo. Y sus tres directoras se emplean a fondo en desentrañar esas tres facetas de la vida y la obra de la cantante.

Ya desde los primeros minutos, esta cinta producida por Patti Smith deja constancia de las tres facetas, parándose por distintas estancias de su casa en las que podemos ver una foto de Bob Dylan, un retrato de Baez en su juventud, un disco suyo por el suelo o sus cintas de terapia. Aprovechando su gira de despedida, nos encontramos con una Baez octogenaria cantando a capella en los primeros minutos, casi góspel.

Pronto lo público se funde con lo privado, al asegurar que su conciencia social fue antes que lo musical y que siempre fue una adicta al pacifismo que lo pasaba mal cuando no tenía una causa. La vemos en las marchas de Selma en los 60 a favor del voto afroamericano, pero también apoyando otras iniciativas, después de empezar a cantar porque, simplemente, se aburría en la Universidad. También descubrimos sus diarios de cuando contaba 13 años o detalles de su rivalidad con su hermana Mimi.

Pero lo que hace que el documental se eleve a otro nivel es lo que revela de su vida secreta. Aunque siempre aparente calma y serenidad, detrás carga con un enorme tormento en su interior -de ahí el título: Joan Baez: Soy un ruido-. Revela que se enganchó a los ansiolíticos a los 8 años, que su vida ha estado marcada por los ataques de pánico y la neurosis, que sentía justo lo contrario a la tranquilidad que mostraba en el escenario… Habla de sus frecuentes crisis físicas, mentales y emocionales y reconoce que se siente mejor enfrentándose a una multitud que a una relación con otra persona. Y las confesiones rematan con un trauma mucho más oscuro que conviene no desvelar. “No diría que soy infeliz, solo estoy perdida”, es su demoledora conclusión.

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