ILHA GRANDE, BRASIL

Ilha Grande, el paraíso de los presos


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A unas tres horas de Rio de Janeiro está una de las islas tropicales más hermosas y mejor conservadas del mundo, Ilha Grande, con sus playas solitarias, cascadas, paseos entre la selva, unas cuantas leyendas y un presidio que bien podía haber sido el decorado de Papillón.

Cuando se pasan unas horas en Rio de Janeiro, uno comienza a sentir la presión de la gran ciudad. Lo que más apetece entonces es una escapada. Hay más de una posibilidad, todas cercanas y atractivas, aunque el verdadero paraíso se llama Ilha Grande, a unas tres horas de distancia -dos en bus, primero, y, después, una en barco- de la capital carioca. 

Ilha Grande es un santuario ecológico de 193 km², compuesto de selva atlántica, solitarias playas tropicales, manglares, montañas, cascadas, ruinas, lagunas y una buena colección de leyendas.

 

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Una de ellas habla del tesoro del pirata Jorge Grego, un bucanero que consiguió llegar a la isla acompañado de dos de sus hijas después de ser hundida su nave por la armada inglesa. Allí las cosas le iban bien hasta que asesinó al novio de una de sus hijas, en un ataque de celos. Todas sus tierras y sus posesiones fueron destruidas por una tormenta y desde entonces vaga perdido por la isla. Eso sí, antes de desaparecer ocultó sus pertenencias más valiosas, por lo que ahora, como es de recibo, a todos les gustaría dar con el lugar en el que está enterrado el tesoro. 

La razón por la que la isla se ha conservado casi intacta se debe a que hasta mediados los años 70 existió un presidio de alta seguridad, el llamado Instituto Penal Candido Mendes, lo que impedía que cualquier persona no residente pudiera establecerse allí.

Algún pequeño poblado, como Parnoica, se convirtió en una villa fantasma al huir sus habitantes por miedo a los presos que se fugaban. Aún se cuentan curiosas historias, no se sabe si ciertas, de los que intentaron la fuga, como aquel del reo al que sacaron de allí en helicóptero o de otro que fue el único que consiguió cruzar la bahía infestada de tiburones, después de que muchos fracasaran. A los que fallaban en el intento, y no eran devorados por los tiburones, les esperaba el cafofo, un calabozo en el que se les castigaba sumergiéndolos en agua helada. O sea, el escenario perfecto para películas como Papillón o La fuga de Alcatraz que, a buen seguro, sirvió de inspiración a alguno de sus guionistas. 

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Desde la desaparición de la prisión se intenta proteger la isla como Parque Natural, con una Reserva Ecológica en la parte Oeste, por lo que casi no existe infraestructura para el turismo y sus habitantes no pasan de unos cientos. 

El ferry a la isla sale de Angra dos Reis, a unas dos horas de Rio de Janeiro, aunque tanto desde Angra como desde Mangaratiba parten saaveiros -las embarcaciones tradicionales brasileñas- sin horario ni día fijo. Se trata de preguntar en el puerto o esperar a que alguien ofrezca el viaje.

 

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Ya en Ilha Grande, uno puede encontrar hasta 106 playas en sus 155 kilómetros de litoral, aunque a una buena parte de ellas sólo se puede acceder en barco, bien por no existir camino adecuado o porque andando se tardaría todo el día. Praia Longa, Vermelha, Provetá, Aventureiro o Parnaioca son algunas de los remotos arenales de la franja Oeste, los menos visitados. 

A unas tres horas de empinada caminata a través de la mata selvática, o a algo más de una hora de viaje en saaveiro, se encuentran las más accesibles y, puede que también, las más espectaculares playas: Lopes Mendes, Caxadaço y Saco Dois Rios. En esta última aún se pueden ver las ruinas del antiguo presidio, dinamitado hace tres años. Cabe la posibilidad de cargar con el saco o una hamaca y dormir allí mismo, con la seguridad de no encontrar a nadie más.

Las playas son el principal atractivo, pero no el único. La Cachoeira Feiticeira, una hermosa catarata a unas dos horas de caminata empinada desde la Vila do Abrao, se encuentra escondida en la jungla, y no es fácil dar con ella si no se cuenta con buenas indicaciones o no se va con un guía. También se puede subir al Pico Papagaio, el segundo más alto de la isla, con unos 1.000 metros de desnivel. Otras posibles actividades pasan por lanzarse desde el Pico do Ferreira en ala delta (740 metros), el surf o el buceo, aunque conviene llevar el material adecuado hasta la isla si no se quiere contar con la desagradable sorpresa de no encontrar nada. Riesgos de llegar a lugares tan remotos.

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DATOS PRÁCTICOS:

OFICINA DE TURISMO: En el mismo puerto de atraque, aunque muchas veces está cerrada. 

DOCUMENTACIÓN: Pasaporte en vigor

 

PARA COMER:

– Dos o tres restaurantes con buen pescado a la orilla del mar.

– Un restaurante de comida a kilo.

– La Casa de la Mulata.

 

DORMIR:

– Albergue da Juventude. (021) 2646147. Rua Getulio Vargas.

– Pousada Juliana (021) 9714055. Barata y decente. Rua Getulio Vargas.

– Pousada Maria Bonita (0243) 653803 (en la Enseada do Sitio Forte). Sólo se llega a ella tras dos horas de caminata.

– Hotel Paraiso do Sol (021) 2206704 (en la Enseada das Palmas). La opción más cara y, al mismo tiempo, la más alejada de todo.

 

LIBROS:

– Brasil. Ed. Lonely Planet: la más completa, aunque en inglés.

– Brasil. Guías vivas. Ed. Anaya: traducción de Rough Guide. Bastante completa, aunque no totalmente actualizada.

 

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