ULTRASÓNICA ARTÍCULO LEJOS DISCOS
Lejos Discos, tan cerca

Desde Compostela para el mundo. Lejos Discos es una nueva iniciativa discográfica que tiene su sede en la capital gallega centrada en el pop independiente. Juan y Fernando, dos de sus responsables, nos explican todo sobre este nuevo sello, empezando por sus inicios, claro está. Juan: “El sello discográfico Lejos surge de forma natural, entre cuatro amigos, porque nos gusta la música. Después de la aventura del fanzine metronomic, creado por Fernando y en el que algunos de nosotros colaborábamos, crear el sello fue el siguiente paso.” Fernando: “Era una idea de futuro que de pronto se hizo realidad casi sin darnos cuenta.”
Aún casi de improviso, siempre hay un elemento que empuja a una aventura así. Juan: “La idea del sello en un principio fue de Fernando y fue tomando forma tras muchas tardes discutiendo el tema entre todos, tomando cafés y escuchando música. Supongo que no hay un único elemento decisivo pero, personalmente, me quedo con que si no lo hacíamos nosotros, nadie lo iba a hacer, y supongo que también fue decisivo el apoyo de Tanis de Jabalina, que nos animó a lanzarnos en esta aventura y que nos ayudó a dar nuestros primeros pasos.” Fernando: “Yo no tomo café. Empezamos un poco de broma, como si fuera una idea pasajera, nos fuimos enterando de lo que había que hacer y, al final, ya teníamos dos discos para publicar y un montón de ideas en marcha.”
Los responsables del sello son cuatro personas, en cuatro lugares diferentes: Fernando, que está en Barcelona, Marco, a caballo entre Vigo y Santiago, Isidro, que está en Bruselas, y Juan, que reside en Compostela. Tal dispersión geográfica debe suponer más de un quebradero de cabeza. Juan: “Puede conllevar algunas dificultades el hecho de que estemos repartidos por ahí, pero también refleja una parte importante del espíritu del sello, una visión internacional y sin fronteras de la música pop. Supongo que la mayor traba de las distancias es no poder reunirnos todos cuando queramos para hablar las cosas y eso requiere mejor organización y un reparto de tareas muy claro. De todas maneras, hoy en día Internet facilita mucho las cosas.” Fernando: “Pensé que sería más fácil la comunicación y el trabajo, pero nos las arreglamos. Está claro que sin Internet, Lejos no existiría.”
Editar discos de grupos extranjeros no debe ser fácil. Juan: “A Jason, líder de Sprites, lo había entrevistado Fernando para el primer número de metronomic. Tenía otro grupo de Washington D.C. que se llamaba Barcelona del que éramos muy fans. Más tarde, cuando Lejos iba cobrando forma, Barcelona se separaron y Jason fundó Sprites con su mujer Amy. Le escribimos en aquella época para interesarnos por él y para saber si tenía algún proyecto nuevo. En cuanto se enteró de que estábamos montando el sello, se ofreció él a grabar algo para nosotros. De George, lo primero que escuchamos fue una canción en una cinta vieja que tenía una amiga. Nos gustó a todos mucho y nos pusimos a investigar quiénes eran. Más tarde, la conexión entre Suzy (George) y Miguel Marín (Árbol), y la amistad entre Miguel y Fernando proporcionaron un puente para contactar con ellos. Les hizo mucha ilusión que nos interesáramos por ellos.” Fernando: “El contacto es siempre con grupos que admiramos por su música. Ellos entregan grabaciones en exclusiva para Lejos. No somos una distribuidora ni licenciamos discos de otros sello.”
Por ahora, Lejos es un sello y no distribuidora. Juan: “Lejos no está centrado en la distribución. Por ahora tenemos nuestras dos primeras referencias y algún disco más, como el disco largo de George para Pickled Egg y un recopilatorio homenaje a Throwing Muses. El tema de la distribución es algo complicado y no creo que en este momento nos vayamos a meter mucho en él. De hecho Lejos todavía no tiene distribuidora en España.” Fernando: “A mí me gustaría distribuir algunos discos, pero no tenemos ni tiempo ni dinero.”
Siempre que uno se lanza a esta aventura tiene otros sellos como referencia. Juan: “En caso de que empezáramos a distribuir a otros sellos, supongo que los dos primeros podrían ser Pickled Egg y March Records, sellos en los que han publicado sus discos largos Sprites y George. Nunca se sabe, pero por ahora no nos planteamos trabajar como distribuidora.” Fernando: “Si te refieres como distribuidora no sabría por donde empezar. Más que de sellos, que hay un montón distribuidos, te hablaría de discos maravillosos que no se pueden conseguir en España.”
Recapitulemos. Por ahora hay dos discos editados. El primero, de George. Juan: “Es un grupo de Manchester, formado por Suzy Mangion y Michael Varty. Hacen pop / folk brumoso y difícil de clasificar. Se les podría situar a medio camino entre Low y Broadcast -en la música- y Björk o Joni Mitchell -en la voz-. Suzy puso la voz en el disco de Árbol para Rocket Girl y en algunas canciones del Writers Without Homes de Piano Magic y ya han publicado varios singles de vinilo en Inglaterra, un disco largo con Pickled Egg, y este disco para Lejos.” Fernando: “Es un disco que le encantará a la gente con el gusto por los sonidos melancólicos, pop a cámara lenta, con miles de detalles, con sonidos que podrían remitir a cualquier época. Es un grupo increíble. Creo que es uno de los mejores grupos “desconocidos” del mundo. Y Suzy canta tan bien; en este disco me recuerda a Joni Mitchell y a Beth Gibbons.”
El segundo, el de Sprites. Juan: “Sprites son Jason y Amy Korzen, más algún colaborador según cuadre. Son de Washington D.C. y hacen pop indie del de toda la vida, casi twee. Jason es un gran compositor y un gran letrista, como demostró al frente de Barcelona. En Sprites ha dejado de lado los sintetizadores que le dieron a conocer y con unas guitarras acústicas, una melódica y poco más hace canciones que tocan la fibra sensible de cualquiera.” Fernando: “Sprites son un grupo clásico de indie pop sencillo pero de un talento increíble. Cualquier persona que disfrute con el pop debería escucharlos. Para fans de Lucksmiths o de los Belle & Sebastian más pop. Todas sus canciones son estupendas.”
Hasta ahora, la respuesta ha sido buena. Fernando: “De momento, todas las críticas han sido buenas. No tenemos muchos recursos para la promoción, pero han sonado en algunas radios y han sido reseñados en las revistas musicales más importantes.”
En cuanto a la dificultad de montar un sello desde Compostela, varían las opiniones. Juan: “No creo que sea más difícil que en otro sitio. Quizás se espera más que estas cosas surjan en sitios como Madrid y Barcelona, pero en todas partes hay gente con inquietudes musicales y ganas de hacer cosas.” Fernando: “Yo sí creo que es difícil. Cosa de locos, diría yo. Es mucho más complicado que en Madrid o Barcelona porque allí están casi todos los medios, tanto para la creación del sello como las estructuras para promocionarlo. Nosotros vamos despacio y con buena letra. Sólo nos importa sacar buenos discos y durar muchos años.”
Por ahora, además, cuentan con distribución internacional. Juan: “Sí, de momento es la única que hay. Lejos está distribuido en los EEUU por Darla. De hecho, está muy bien distribuido por lo que me comenta Jason. A nivel internacional, también se puede conseguir a través de algún servicio de venta por correo y de nuestra propia web. Esperamos que esto vaya aumentando. Lejos es un sello de carácter internacional y esperamos que llegue a la mayor cantidad de gente posible.”
Se supone que habrá algún grupo de esos inalcanzables con el que les gustaría soñar que pudiera grabar con ellos, y ambos coinciden en Magnetic Fields. Como era de esperar, no están cerrados a grabar a grupos del Estado. Juan: “Sí, el carácter internacional del sello no excluye a España para nada. De hecho andamos siempre al acecho, buscando grupos en todas partes y ya que 3/4 del sello están en España, lógicamente buscamos por aquí también. El hecho de que saquemos discos de grupos de todas partes sólo abre puertas, no las cierra.” Fernando: “A mí me encantaría siempre que el grupo encajase en la filosofía del sello y tuviésemos dinero. Yo creo que durante el 2005 algún disco hecho en España saldrá en Lejos. Además Árbol, aunque viva y desarrolle su carrera en Londres, es sevillano, así que un artista español va a salir en Lejos próximamente.”
Así que ya sabemos cuál será la tercera referencia del sello. Juan: “La próxima referencia está ya casi lista. Será un compacto compartido entre Loopdrop (México) y Árbol (España), con canciones compuestas entre los dos, y por separado. Y con algún colaborador más como Suzy (George).” Fernando: “Es un sonido entre el ambient y la electrónica para ampliar todavía más el campo de acción de Lejos. Pretendemos ser un sello de pop con mente muy abierta. El único criterio estricto que aplicamos a nuestros lanzamientos es el de la calidad.”
Para más información, su web. Juan: “Es www.lejosdiscos.com. En ella se pueden encontrar noticias relacionadas con el sello, conocer más a los grupos, información de conciertos, descargar algún mp3, consultar nuestro catálogo, y muchas más cosas. Estoy ampliando la sección metronomic, que está llena de sorpresas, y donde, de alguna manera, se rinde homenaje al fanzine, y en breve incluirá información sobre un nuevo colectivo musical que acaba de aparecer en Santiago de Compostela con ese mismo nombre.” Fernando: “Estoy orgulloso de la web. La actualizamos con frecuencia pero aún crecerá más.”
¿Queda alguna otra sorpresa? Juan: “Espero que muchas; ideas no faltan y puede que desde el colectivo Metronomic también hagamos cosas a nivel local.” Fernando: “Pues nunca se sabe. No hay más lanzamientos confirmados de momento, así que no podemos hablar de nuestras múltiples ideas. Pero recomiendo atención a nuestra web porque van a pasar muchas cosas. Lejos no para.”
ULTRASÓNICA ARTÍCULO U2 «THE JOSHUA TREE DVD»
U2: The Joshua Tree DVD (Eagle-JRB Producciones)

Ésta es la historia de uno de los más conocidos y aclamados discos de los 80, en un documental que incluye mucho, mucho en sus 60 minutos. A través de actuaciones, material de archivo, anécdotas memorables y entrevistas con los cuatro miembros de la banda (Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen), así como con su manager Paul McGuiness, los productores Daniel Lanois y Brian Eno y el mezclador Steve Lillywhite, asistimos a una visión completísima sobre cómo se compuso y se grabó el disco hace unos 15 años en Dublín.
Mezclando el pasado y el presente, Daniel Lanois, Brian Eno, Steve Lillywhite y The Edge van desgranando las pistas de las grabaciones originales para ilustrar cómo se fueron añadiendo las cruciales contribuciones de cada uno de los componentes de U2. Por ejemplo, The Edge describe el sonido "cinematográfico" del disco como destinado a transportar al oyente a una localización física específica basada en el ambiente y la atmósfera de cada canción.
Por su parte, Bono escucha en silencio a Daniel Lanois explicando las diferentes pistas de las canciones; aunque parece tímido cuando hablan de su aportación vocal, se muestra elocuente al afirmar que su disco no es "irlandés para nada" en cuando a su sonido innovador, pero "muy irlandés" en cuanto a las emociones que lo inspiraron. También reconoce una influencia muy fuerte de Led Zeppelin en "Bullet the Blue Sky".El bajista Adam Clayton y el batería Larry Mullen completan los ilustrativos comentarios.
Aún hay más: Brian Eno recuerda el tortuoso proceso de la grabación de "Where the Streets Have No Name" y cómo casi borra las cintas accidentalmente trabajando con ellas, mientras que The Edge revela que cuando llegó con el sonido de guitarra tanto el grupo como Eno tuvieron muchas dificultades en sacar una canción de aquello. Lo que queda claro después de ver este DVD, es que una nueva escucha de The Joshua Tree será más gratificante que nunca.
ULTRASÓNICA ARTÍCULO LEONARD COHEN
Leonard Cohen, la última palabra

“Algo como una plaga ha aparecido en mi casa.” Con estas misteriosas palabras extraídas del Levítico, el dueño de una casa se dirige a un sacerdote al observar una extraña lesión en su morada, en busca de ayuda para eliminar la impureza denotada por las heridas de la pared. Lo más asombroso de esta voz es su vacilación, su imprecisión, su incertidumbre. Es raro que alguien no esté seguro en las Sagradas Escrituras. Pero este hombre no informa acerca de una plaga en su casa, sino que informa acerca de la creencia de contar con una plaga en su casa. ¿Por qué? Quizás su temor haya sacudido su confianza en su mente. Pero también se puede pensar en otra explicación. El centro de estas palabras, tan desconocidas en el universo bíblico pero tan familiares en el universo humano, consiste, en palabras de un antiguo rabino, en “enseñarle a tu lengua a decir: ‘No lo sé’”.
Aquí acaba el midrás o interpretación de Dear Heather de Leonard Cohen. Pero es precisamente de esa lengua de donde ha surgido este precioso disco meditabundo. Para los poetas, para los artistas, para los pensadores, no existe ilusión más peligrosa que la ilusión de la última palabra. No existe tal cosa como la última palabra, porque en cualquier momento la luz cambiará, se pasará página, finalizará la caricia, el hielo se derretirá, la sombra acabará, el cristal se romperá, la noticia llegará: el mundo dejará de ser como era cuando escribiste, dijiste o cantaste las palabras destinadas a captarlo, a concretarlo, a fijar su significado de una vez por todas.
El ideal de la última palabra representa sólo un deseo de ser liberado de la diversidad y mutabilidad de la vida, poner punto final a la experiencia y la expresión. Tras la grandiosidad de la última palabra, la gran afirmación, la imagen final, la conclusión suprema, tras todos esos pareceres y coerciones se oculta un lastimoso agotamiento y una autoridad engañosa.
Dear Heather es una réplica a todo ese agotamiento y un rechazo a esa autoridad. Su éxito se debe a la reducción de su escala. Cohen siempre se ha sentido fascinado por su propia pequeñez: no se rebela contra ella tanto como lo que se rebela dentro de ella. Su arte ha sido un largo y estimulante esfuerzo por extraer la trascendencia de la intrascendencia. Nunca introduce nada grande ni duradero salvo irónicamente, como si quisiera decir: aquí está lo que sabe él que no sabe…
Y Dear Heather es un ejemplo perfecto de esta humildad brillante. Esta vez la forma se ha puesto a la altura de la filosofía. El disco es un bloc de notas, un cuaderno de recortes, una miscelánea de ideas y estados de ánimo, de observaciones y diversiones, la declaración definitiva de la feliz pérdida de interés de Cohen en lo definitivo. El humor es provisional, lleno de digresiones, incompleto, silencioso, experimental, generoso, artesanal.
Dear Heather se ubica en el centro de la obra, en el centro del mundo. Cohen canta, pero no siempre; a veces deja que sean otros los que lo hagan (especialmente Anjani Thomas, en cuya voz prodigiosamente maravillosa ha encontrado Cohen al más angelical de todos sus “ángeles”), y a veces habla, expresando sus propias palabras o las de otros. Quiere que se preste atención a todo aquello que ama. Incluso en la tristeza, presenta sus elogios.
El disco se deleita con su propia falta de trascendencia. Ninguna emoción está libre de su insistencia en la realidad y la belleza de lo ordinario. Tomemos por ejemplo “On That Day”, la aportación de Cohen al duelo por el 11-S. Con motivo del “día en que hirieron a Nueva York”, compuso un poemilla. Dos minutos de duración en los que incluye la imprevista vibración de un arpa judío. Pero no hay blasfemia en su simplicidad. En absoluto. El tema es profundamente conmovedor por su rechazo a la tentación de la magnitud, y también por su argumento de que se puede responder al mal con locura o favores.
Comparemos esta inverosímil conmemoración con las grandilocuentes elegías provocadas por la catástrofe de Nueva York y recibiremos una lección acerca de la integridad del dolor. O pensemos en “Dear Heather”, el pícaro tema que da título al disco. En este caso no es la pena lo que se traduce en el idioma de lo real, sino el deseo. Una mujer camina junto a un hombre y le anula de tal forma que debe aprender a escribir de nuevo. Cohen se regodea con la banalidad de su propia lujuria. Donde antaño hubo angustia, ahora hay estupidez. La nostalgia perdura, pero la esclavitud ha acabado.
Y las pruebas de la libertad interior están por doquier en Dear Heather. Una ventana al corazón de un hombre extraordinariamente interesante y extraordinariamente mortal, un hombre con ganas de fugacidad que ya se adentra, por imposible que parezca, en los setenta años.
ULTRASÓNICA ARTÍCULO MASSIVE ATTACK Y CHEMICAL BROTHERS EN EL XACOBEO
Massive Attack y The Chemical Brothers, Xacobeo en el cetro del baile
¿Cuándo se le pasó el arroz a la música electrónica? ¿Antes del cambio de década? ¿Después? Lo cierto es que el gran revulsivo del rock en los 90 está en horas bajas. Tal vez nunca debió salir del underground y los clubes -donde aún se mantiene en vigor, pero con nombres ajenos al gran público-, ya que, una vez que se hicieron con las listas, empezaron a perder su capacidad de sorpresa y su creatividad.
Contar con The Chemical Brothers y Massive Attack en el Xacobeo puede ser un motivo de orgullo para Galicia, aunque lejos están de visitarnos en su mejor momento. Es más: a estas alturas poco grandioso esperamos de ellos ya. Son el pasado, aunque hay que reconocer que puestos en el cartel al lado de The Darkness -que gran chiste inflado el de estos tipos-, casi siguen pareciendo el futuro. Y eso que estamos hablando de dos de los nombres cruciales de los últimos años. Recapitulemos.
Massive Attack firmaron, en el 91, el gran disco de la música electrónica de todos los tiempos, Blue Lines, el álbum que sirvió de acta de fundación del trip-hop. Su mezcla perfecta de soul, house, funk, hip-hop y electrónica incluía la canción de mayor pegada emocional de la década, “Unfinished Sympathy”. Cierto es que, con el tiempo, hemos descubierto que Robert “3D” del Naja, Grant “Daddy G” Marshall y Andrew “Mushroom” -el núcleo del colectivo- le debían mucho a otros artistas (“Mambo” de Wally Badarou sirvió de base a “Daydreaming”, “Stratus” de Billy Cobham fue fusilado en “Safe From Harm”, incluían una versión de “Be Thankful For What You’ve Got” y se apoyaban en algo más que simples y excelentes colaboradores: Tricky, Horace Andy o Shara Nelson).
Aún así, aquel debut sigue sonando único. Después llegó Protection (94), un álbum más meloso, Mezzanine (98) el disco que, pretendidamente, fundía la electrónica con las guitarras de Radiohead -y que es su otro disco imprescindible-, y 100th Window (03), un trabajo que sólo contó con 3D y que manifestaba un cierto desarraigo y desorientación con su tiempo. Massive Attack siguen siendo únicos en directo, tal y como se pudo comprobar en su gira del año pasado en Madrid, y para quien no los ha visto nunca su capacidad de emoción permanece casi intacta.
Si Massive Attack son el grupo de los detalles, del perfeccionismo, de los ambientes densos, The Chemical Brothers son los amos de la electrónica de trazo grueso, del gran ritmo, el grupo que cualquier seguidor del rock puede bailar desaforadamente en un recinto al aire libre sin tener que pedir perdón. Vamos, pura cazalla electrónica para las masas, algo en lo que sólo sienten la competencia del bueno de Fatboy Slim.
Sitúate. Como se pudo comprobar en el Festival de Benicassim de casi cualquier año, el escenario principal arde en llamas con luz celestial y un humo espeso que va cayendo. Ocasionalmente, la niebla se abre y deja entrever imágenes de vidrieras, imaginería religiosa, cosas que parecen tan fuera de lugar ahí, justo enfrente de miles de juerguistas de fin de semana en un descampado al lado de una carretera nacional. El sonido que sale de los altavoces es un imparable ritmo de ruido marciano, duro y melódico al mismo tiempo.
Ya son más de diez años de este tipo de recuerdos confusos de noches y días pasadas sin descanso. Ya son diez años de discos y remezclas; de actuaciones en directo y de sesiones pinchando. Diez años de monumentales ganchos que atraviesan los huesos y de pulsantes chispazos electrónicos; de la fuerza de viajes psicodélicos a través de distintos estados oníricos. Diez años en los que los viajes mutaron de un rápido recorrido por su país con una caja de discos, a asombrosas giras mundiales, a festivales por todo el mundo, al abrigo de la oscuridad.
Tom y Ed le han dado a la música de baile una reconversión cargada de turbo en cuatro discos que parecen el sonido de una manada de elefantes digitalizados en estampida sobre un ejército de músicos tocando el sitar. En Santiago oficiarán, una vez más, su ceremonia psicodélica reclamando el trono que un día, tanto ellos como Massive Attack, ocuparon.
The Darkness, cock-rock
La pregunta del millón: ¿se toman lo suyo con ironía o van en serio? Hasta ahora, no se han pronunciado. Tal vez les convenga, ya que así se ganan a los medios -como chiste hasta tienen un pase- y a un sector del público rock mayoritario -huérfanos desde que bandas como Queen, Def Leppard o Rainbow andan desaparecidas o desorientadas-.
Por increíble que parezca, estos machos que han recuperado el heavy más exhibicionista empezaron en una banda de techno llamada Empire, pero no se comían un rosco. Un buen día, en un karaoke de Nueva York, comprobaron que tenían más suerte interpretando el “Bohemian Rhapsody” de Queen que con sus trasnochadas canciones de sintetizadores.
El plan maestro se puso en marcha. El vocalista Justin Hawkins debía copiarle la indumentaria y los leotardos a Steven Tyler de Aerosmith, las pintas y los saltos a David Lee Roth de Van Halen y el falsete a Freddie Mercury de Queen; mientras, el resto del grupo debía acompañarle en el reciclaje del heavy AOR de finales de los 70 y principios de los 80. Acertaron. Su debut Permission To Land se instaló en el número 1 de las listas británicas en su primera semana, algo que no pasaba desde que Coldplay hicieran lo propio tres años antes.
Y ahí siguen. ¿Van de coña o son así? Da igual. Lo que es de juzgado de guardia es ponerlos en el mismo cartel que The Chemical Brothers y Massive Attack. Sucede cuando contratas a golpe de talonario y no existe un criterio. ¿Deserciones en masa hacia las barras de los alternativos? ¿El resurgir del heavy gallego? Lo veremos.
Muse, Wagner rock
Muse sí se lo toman en serio y hacen gala de ello. Lo mejor y lo peor de su música es que han llevado el rock a los extremos más grandilocuentes que uno se puede imaginar, siendo perfectamente conscientes. Es más, es justo lo que pretendían desde sus inicios.
Algo así como si La cabalgata de las Walkirias de Wagner, el Carmina Burana -sí, mira tú por donde aparece de nuevo- de Carl Orff o el Réquiem de Verdi sonaran todos juntos en un grupo de rock pasado de rosca y a todo volumen. Vamos, una pesadilla sonora para muchos que, sin embargo, atrae a mucha otra gente.
Lejos quedan ya los ecos de Radiohead y Jeff Buckley de sus primeras canciones, cuando se llamaban Gothic Plague, Fixed Penalty o Rocket Baby Dolls. A partir de ahí Matthew Bellamy, Chris Wolstenhome y Dominic Howard sólo viven para hacer música estratosférica que los sitúe en la estratosfera. Allí habita su sonido y de allí bajarán para pasarse por el Monte do Gozo, en un -de nuevo- desafortunadísimo cartel que los une a Starsailor, The Cure y David Bowie.
ULTRASÓNICA ARTÍCULO XACOBEO CONCERTOS NOVO MILENIO
Festival del Xacobeo, ¿nuevo milenio?

Ian McCulloch, de Echo & The Bunnymen: el mundo tras unas gafas de sol
¿Un gran Festival sin camping? ¿Un gran Festival con sólo cuatro conciertos cada día? ¿Un gran Festival movido por el dinero público? ¿Un gran Festival del nuevo milenio sin nombres nuevos? Decididamente, en la esquina del Noroeste peninsular las cosas son siempre de otra manera. Y no tanto como para proclamar que es mejor que Glastonbury (Ian McCulloch dixit).
Para los que se subieron al escenario, todo eso era lo de menos. ¿Balance? Tres días, siete conciertos para recordar, cinco olvidables y otros dos conciertos interruptus. Curioso, curioso: el mejor instante lo puso, pasando el Ecuador, el tipo que dio el peor concierto, Lou Reed, que a eso de la quinta canción se puso a divagar -y encandilar- con sus músicos en el único momento que se permitió el lujo de invocar a su leyenda.

Lou Reed perdido en el Gozo
Antes, el viernes, nos habíamos preguntado por qué unos catalanes desconocidos eran la única representación estatal -¿amigos de la productora Gamerco, quizás?- apelando a Dover y Hole. Tras ellos, la hora de The Darkness se hizo larga incluso entendiéndolos como un chiste.

Iggy Pop, iguana libre al fin
A partir de ahí llegaron tres nombres que quisieron reivindicar su momento en la historia del rock -y del dance-. Iggy Pop salió como si llevara enjaulado toda su vida, gritando, por si alguien no se había enterado, que estaba con los fucking Stooges. Así que no había “Lust For Life”, no. Que 30 años no son nada y “No Fun” fue coreado por unos 50 espectadores que, con su complicidad, subieron al escenario a robarle el micro, meterle mano y hacerse unas fotos con él. A la Iguana, el sol de la tarde sólo le inspiraba caos, locura y reclamar la paternidad del punk.

Mushroom, de Massive Attack, enredado en la red
Massive Attack hicieron el mejor concierto que en ellos es posible: elegante, sobrio y citando tanto al soul como a los experimentos menos complacientes de Radiohead. Su desconocido instrumental los situó en otra dimensión; por lo tanto, hay futuro. ¿Y qué se podía esperar de The Chemical Brothers? Que pusieran a bailar a 25.000 personas, incluso aquellas que nunca han escuchado un disco que no tenga guitarras. Si es así, cumplieron. Eso sí: vistos una vez, se les conocen todos los trucos.
Dieciséis horas más tarde, bien entrado el viernes, Starsailor intentaron que su pop bonito no quedara demasiado apagado en un gran escenario. ¿Lo consiguieron? Depende de en qué lado te sitúes. A continuación, la pesadilla sonora de Muse atronó hasta revolver las entrañas del mismo Monte do Gozo. Triunfo popular y deserción de bastantes que queríamos dormir sin que se nos apareciera el fantasma wagneriano de Matt Bellamy.

Matt Bellamy, de Muse, encantado de conocerse a sí mismo
Pedir masajes y baños turcos no debe ser una buena idea. A Lou Reed se le debió pegar el tufillo new-age, porque salió sin ganas, sin voz, con un repertorio plomizo y mal interpretado. Masacró “Perfect Day” para finalizar. Parece que sólo se encontró durante cinco minutos, los justos para dejar la sensación de que podía haber sido otra cosa. Al principio, escuchar de la boca de los siniestros “Abuelo, retírate” sólo inspiraban ganas de contestarles. Al final, hasta se les disculpaba.
Robert Smith hizo todo lo contrario. Un concierto para todos, repleto de singles, guiños al respetable, cinco canciones siniestras en homenaje a sus fans y dos horas intensas, muy intensas. Se ganó el trono del Gozo. Sus padres, entre el público, presumían de hijo. Él no daba crédito: se dedicó a fotografiar a su contenta y rendida audiencia.

Robert Smith, de The Cure, entre las sombras
Difícil papeleta para el sábado. Y para colmo, el tal Gary Jules que no aparece. A Amaral, una espectadora más, le ofrecen un bolo acústico improvisado de media hora. Acepta y canta, entre otras, el “Universal” de Lagartija Nick. Al final aparece el tal Gary Jules -“un yonkie me ha robado el piano,” explica- y sólo tiene 20 minutos de margen. Nadie se enteró.

El esquivo Bob Dylan
Media hora más tarde, por una esquina sale un tipo con sombrero de ala ancha y gafas de sol. No mira ni una sola vez al auditorio, no permite fotos, no deja conectar las pantallas de video. Se coloca detrás de su piano, de lado, y comienza su particular juego, el de las adivinanzas. ¿Cuántas canciones de Dylan puede uno reconocer? Cuantas más, más fan se es. Da igual: las descubras o no, son interpretaciones valiosas, muy cercanas a la raíz -country, folk, rockabilly, honky tonk…- de lo que nos ha congregado aquí. A la tercera, Dylan sale con la cabeza alta de Galicia y hasta mira una vez hacia el anfiteatro al despedirse -sin palabras, faltaría más-.

The Corrs; ¿de verdad tocaba la batería?
¿Qué pintaban ahí The Corrs, con su té al limón y sus efluvios de celta light? Gran interrogante. Su público no fue el del resto del festival, ni tampoco el que venía a ver a Echo & The Bunnymen. Ian McCulloch siempre arrogante, pleno de actitud y estilo, jugó de nuevo sus cartas: ese pitillo, esas gafas de sol, esa americana… Se le notaba suelto y juguetón. Su versión de “Walk On The Wild Side”, en la que acabó cantando “Rafael Benítez is our coach” -su entrenador, el del Liverpool, claro-, valió tanto como el 90% del concierto del autor de aquel clásico un día antes. Presentó “The Killing Moon” como la mejor canción jamás escrita y dijo aquello de que el Festival del Novo Milenio era mejor que Glastonbury. Amigo Ian, hubo cosas buenas, pero a veces conviene sacarse las gafas de sol.

