BOHEMIAN RHAPSODY (y III)

Bohemian Rhapsody, la piedra Rosetta del rock (y III)

Bohemian Rhapsody vídeo (1)

Puede resultar cargante para unos y seguro que pone a otros a levitar. Desmesurada, ególatra, excesiva, lo cierto es que sigue cautivando a todo tipo de públicos más de 40 años después de su gestación y que representa, como casi ninguna otra canción grabada desde entonces, hasta dónde se puede experimentar en un estudio de grabación y hasta que límites se puede llevar un tema -aparentemente- rock. Repasamos toda la historia de la canción en tres entregas; hoy, la tercera y últma.

 

La canción vende dos millones de copias solo en el Reino Unido y permanece nueve semanas en el número 1 de las listas, siendo desbancada por “Mamma Mia” de ABBA que, curiosamente, comparte las palabras de su título con un fragmento de la letra del tema de Queen. Cuando Freddie Mercury muere, se vuelve a editar, obteniendo el mismo éxito. Hasta el momento es el tercer single más vendido en la historia del Reino Unido, por detrás de “Candle in the Wind” de Elton John y el tema benéfico cantado por varios artistas “Do They Know It’s Christmas?”

Sin embargo, en los EE.UU. no obtiene la misma repercusión en su primera edición. En aquel país tampoco se entiende un vídeo suyo posterior, el de “I Want to Break Free”, en el que aparecen los cuatro componentes de la banda travestidos. Solo la recuperación de la canción interpretada en playback por los protagonistas de la película El mundo de Wayne en 1992 les permite volver a la senda del éxito en aquel país. En el film queda claro que uno de sus actores, Dana Carvey, no se había molestado en repasar la letra, porque se ve claramente que intenta seguirla sin mucha idea. En el rodaje de esa escena, en la que los protagonistas la interpretan en el interior de un coche, se invierten 10 horas, bastante más que lo que el propio grupo había empleado en el vídeo original. Sus cuatro protagonistas se quejan, al finalizar el rodaje, de dolor de cuello después de menear su cabeza adelante y atrás una y otra vez. En ese momento, la canción llega el número 2 de las listas en Norteamérica, no pudiendo desbancar al rap “Jump” del dúo adolescente Kris Kross.

Queen con Kenny Everett

Cuando la canción se edita como single el 31 de octubre de 1975, la crítica inglesa lo recibe con opiniones encontradas. La más negativa es la de Melody Maker, en donde su crítico escribe que tiene “la misma furia demente que la Sociedad Operística Amateur de Balham interpretando a Los Piratas de Penzance”. Cuando días después el grupo sale de gira a respaldar el álbum recién editado, parece que le da la razón en cierto modo, al incluir en el set de batería un gong sinfónico de metro y medio que tiene que ser limpiado, embalado y montado cada día solo para poder golpear la nota final de la canción.

Aunque se comercializan millones de copias, hay dos ediciones un tanto especiales. La primera es la publicada en Francia, reducida a 3 minutos y 18 segundos, montada por el bajista John Deacon a instancias del ejecutivo de EMI John Reid, que empieza con la parte de piano y omite la sección operística y el solo de guitarra. La segunda es una edición del single que se cotiza por encima de los 4000 euros, prensada en vinilo azul en 1978 y de la que existen solo 200 copias con las que su compañía EMI obsequia al grupo por ser los principales responsables de que el Gobierno británico le conceda el Premio a la Empresa Exportadora del año. Los números 1 al 4 de esa edición se le dan a los cuatro componentes del cuarteto y el resto es repartido entre familiares y amigos.

Desde entonces ha contado con todo tipo de versiones. Desde artistas conocidos como The Flaming Lips, Molotov o Pink a otros de menor repercusión como Grey DeLisle o The Forest Rangers. Desde baladas (The Cruel Sea) al bluegrass (Hayseed Dixie). Desde el rap (The Braids) al ska (Cuban B) o la salsa (Rhythms del Mundo). De la polka (Porkka Playboys) al pop-punk (We’ve Got a Fuzzbox and We’re Gonna Use It). De las más canónicas (Panic at the Disco!) al free jazz (Weasel Walter). Del country sureño (Zac Brown Band) al surf (The Thurston Lava Tube). De reinterpretaciones al ukelele (Jake Shimabukuro) al violín (Lucia Micarelli). De las versiones orquestadas (London Symphony Orchestra) a las interpretadas por hombres-orquesta (Richie Castellano). Del lounge (a cargo del Capitán Kirk de Star Trek, William Shatner) al swing (Sugarpie & The Candymen). De la bossa nova (Maira Martins) a la operística (Montserrat Caballé con Bruce Dickinson de Iron Maiden). Del punk (Never Shout Never) a la new wave (Lake Street Dive). Aunque de todas ellas, sin duda, la versión más impactante, desternillante y gloriosa de principio a fin es la que hicieron los Teleñecos, en un derroche de personajes e inventiva. El premio al momento más desternillante se lo lleva el batería, reclamando a gritos a su madre.

Queen grabando Bohemian Rhapsody en Rockfield con Roy Thomas Baker 1

Como curiosidad apuntar que esta canción forma parte del único disco rock internacional editado en Irán hasta 2004. A Queen se le permitió entonces editar un recopilatorio con sus grandes éxitos gracias, sobre todo, a que los ancestros de Mercury eran persas. En ese disco se incluye un folleto en persa que contenía las traducciones de las letras a este idioma y sus explicaciones. En el caso de “Bohemian Rhapsody” se aclara que habla de un hombre que mató a alguien y que, como Fausto, vendió su alma al demonio; la noche antes de su ejecución llama a Dios en árabe y, con la ayuda de sus ángeles, puede recuperar su alma, que estaba en manos de Satán.

Aun así, en Irán se editó con una advertencia que señalaba que la referencia al asesinato de un hombre en su letra es puramente fortuita. Por su parte, en Wasila (Alaska), el pueblo de la candidata a Presidenta de los Estados Unidos Sarah Palin, se prohíbe a los recién graduados cantar la canción, en este caso no porque se hable de un asesinato, sino porque su cantante y compositor es gay. Hasta ahí ha llegado esta verdadera ‘rapsodia bohemia’.

 

 

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