TORTOISE
Tortoise, alquimistas de fin de siglo
Muchos achacan a Tortoise la responsabilidad de causar unos cambios de proporciones sísmicas en los hábitos de escucha de la gente. Fue Tortoise, dicen, quienes introdujeron la electrónica misteriosa, la instrumentación jazz, el oscuro rock alemán de los 70 y los ritmos de base bailable al rock alternativo opaco de bandas como Stereolab, y de dirigir a muchos seguidores del rock de guitarras hacia nuevos horizontes con sus oídos bien abiertos y sus mentes echando chispas.
Aunque no hay ninguna advertencia en sus discos que digan que ‘no hay que ser Can para trabajar con nosotros, pero ayuda’, de sus tres álbumes se desprende una idea fija de que se trata de música difícil y elitista. En TNT, por ejemplo, hay momentos que parecen un obstáculo -el título «In Sarah, Mencken, Christ And Beethoven There Were Women And Men» es más que suficiente para que corras a buscar una copia del último éxito de las Spice Girls-, pero en ningún momento se debe simplificar a un mero ejercicio de autocomplacencia de los músicos alrededor de las mesas de mezclas que no busca la complicidad de quien lo escucha.
Sin las habituales pistas que pueden guiar al oyente habitual -las instrucciones emocionales de unas letras, las huellas de una voz cantante-, al oyente se le abandona completamente solo para que lo comprenda lo mejor que pueda. Es intimidante: hay poca aportación humana obvia salvo, tal vez, el eco de un niño jugando en «I Set My Face To The Hillside» o el sonido de voces como una base percusiva en «Almost Always Is Never Enough», y sería fácil pensar que éste es el trabajo de un gigante ordenador HAL con una amplia colección de discos y un buen oído para el ritmo.
Pero a medida que pasa el tiempo, una sensación de calidez empieza a asomar, creciendo la impresión de que Tortoise van tomando ritmos escasamente detectables, pero reconocibles: la constante inmovilidad de millones de vidas apiladas unas sobre las otras; el murmullo de las líneas de fibra óptica; el zumbido de los ordenadores, faxes y televisores. No hay lugar para la estrechez de miras: los cortes van de la encantadora «Ten Day Interval», con su campanilla de música indonesia, a la densa y torrencial lluvia de «The Equator», de la calmada oda mariachi de «I Set My Face To The Hillside» al pulso urgente y urbano de «Jetty».
TNT es demasiado enrevesado para ser tan brutalmente explosivo como sugiere su nombre: sus suaves mutaciones son el resultado de procesos musicales más misteriosos que las pirotecnias habituales del golpea y noquea del rock’n’roll. Por todo ello Tortoise son los Alchemical Brothers -la hermandad de la alquimia- y no queda más que dejar doblegar tu mente a sus designios.