THE CURE
En un momento de descuido, Mick Jagger admitió una vez que a mediados de los 70 -después de haber parido Exile On Main Street, haber llegado al número uno y después de haber hecho otros pocos millones de dólares en otra gira por los USA- los Rolling habían llegado a un punto en el que creyeron haber conseguido todo lo que pretendían. Desde entonces, dijo, no habían tenido que esforzarse demasiado y los siguientes discos nunca volvieron a ser tan especiales.
Es difícil resistirse a la tentación de creer que eso mismo le ha pasado a The Cure después de Disintegration, su cima creativa. El disco doble del 87, Kiss Me Kiss Me Kiss Me, fue su mayor éxito comercial, una prueba de la capacidad de Robert Smith para componer joviales y enrevesados momentos pop, a la vez que torturadas y oscuras canciones opresivas, y de cómo saltar por todos los caminos que llevan de uno al otro sin resentirse.
Los cuatro singles de Kiss Me Kiss Me Kiss Me abren su segunda colección de singles, Galore, haciendo que se convierta en una experiencia disfrutable. «Why Can’t I Be You», «Just Like Heaven» y «Cath» son la clase de música pop que las bandas de guitarras no creían que se pudiera hacer hace diez años, mientras que «Hot Hot Hot» es un riff malévolamente infeccioso.
Parecía que el viejo Robert Smith se había apegado a sus clichés -enormes zapatillas de deporte, pantalones negros ajustados, camisetas amplias, maquillaje corrido por los labios, pelos disparatados…-. En lugar de acomodarse, sufrió lo suyo postrado en una cama, y allí fue donde lo encontramos en 1989 con «Lullaby», una canción acerca de ser devorado por una araña gigante, la presentación del inmejorable Disintegration. No hay más que ver como sus pesadillas, negros pensamientos y depresión crónica distan mucho de ser una pose, y para ello la prueba: «Fascination Street», «Pictures Of You» y «Lovesong» compiten con lo mejor de sus primeros discos y con lo mejor de la década.
A partir de ahí dejó de pisar el acelerador y, muy probablemente, ha vivido una vida más tranquila y lejos del alcohol y los antidepresivos. Lo que no debería significar nada en concreto, pero ni sus mejores momentos a partir de entonces -«Friday I’m In Love» («Los viernes estoy enamorado», sintomático título) o «Letter To Elise»- pueden ser comparables.
No es que a sus fans les preocupe: simplemente se agarran a un poco más de lo mismo. Aunque para un grupo que nació del punk y que siempre quiso ser la alternativa a la aristocracia del pop, éste puede ser el momento ideal para replantearse el futuro.