Diez discos en doce años -y un montón de EPs- para Antonio Luque y su banda, Sr. Chinarro. En todo este tiempo parece que no haya cambiado nada, que el negocio siga estando en el mismo punto en el que se encontraba cuando empezó. Sin embargo, sus canciones se han convertido en algo menos hermético desde El fuego amigo, su anterior disco, algo que continúa en el reciente e imprescindible El mundo según. Y, a pesar de ello, todo sigue igual. Antonio, que lo sabe, sólo pide “que la gente vaya a los conciertos”.Leer más
Venían de grupos rock, pero hace cosa de unos cinco años montaron Le Punk con la intención de mostrar su pasión por las músicas arrabaleras y pensar más en “seducir a la gente a pie de obra y menos en los pantalones para hacer el video”. Tras un primer álbum, La logia de la canalla, regresan con No disparen al pianista.Leer más
Parece comúnmente aceptado que Pentangle fue perdiendo fuelle paulatinamente después de alcanzar la máxima popularidad con su tercer disco, Basket Of Light, que incluso llegó a pasar unas semanas en las listas en 1969. Cuando en 1971 apareció Reflection, el último de sus trabajos para Trasatlantic, ya no eran nadie comercialmente hablando y sólo podrían grabar un disco más. Con el tiempo las cosas se ven de otra manera, y lo que entonces fue considerado un fracaso artístico ahora adquiere otro valor, más aun a la luz del al parecer renovado interés por lo que ahora se llama psych o acid folk.
Es cierto que no llega a la altura de Sweet Child pero sus virtudes no son pocas. Por un lado, sus lecturas de temas tradicionales suenan estilizadas y respetuosas, revitalizadas por las maestras guitarras en paralelo de Bert Jansch y John Renbourn y sutiles detalles de banjo, wah-wah o sitar, deliciosas cuando las guía la voz transparente de Jacqui MacShee. Luego están sus excursiones por los páramos del jazz y los compases extraños, guiadas por la portentosa sección rítmica que formaban Danny Thompson y Terrry Cox y que los diferenciaban del resto de la escena británica del 60’s folk rock.
Tal vez los ‘triposos’ 11 minutos de “Reflection” sean excesivos, va en gustos, pero la parte central de “So clear” es espléndida, y el jugo que le sacan a los dos acordes de toda la vida en “When I get home” deja ver a un grupo en pleno dominio de sus facultades. En general, Reflection parece una reacción al sonido adusto de su predecesor, Cruel sister, suena más swingeante y positivo, con los músicos de mejor humor, recreándose en el groove y con más ganas de disfrutar del hecho de tocar juntos. Y, un servidor añadiría, de hacernos disfrutar a los demás.
Carlos Rego
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Para muchos, todo lo que tenía que ver con este concierto sonaba un tanto extraño. La temprana hora, la sala, el día… Pero ya se sabe que Mark Linkous no es el tipo más afable del mundo: por algo entre sus amigos se encuentra Tom Waits y por algo vive recluido en un bosque al Norte de California como un ermitaño: las entrevistas hay que pasárselas por correo electrónico a su mánager, que se las lleva allí, le hace las preguntas, anota las respuestas y las pasa en su ordenador para hacérselas llegar posteriormente al periodista
Lo que pasa es que cuando se sabe que Sparklehorse inicia una gira que lo trae por estos lares con varios fechas, uno puede pensar que su predisposición es bien otra. Puede que así sea, pero no tuvimos la suerte de apreciar esa otra posible faceta de su personalidad en Compostela. La decepción no lo fue tanto por el grupo (eran buenos, sí, a pesar del batería demasiado gesticulante y de un pedal steel guitar que casi no tocó nada escondido entre las sombras), sino por la impresión algo errónea que se llevó Mark Linkous del sonido de la sala y que lo jodió todo.
Se supone que el sonido le entraba muy mal por el pinganillo que llevaba en la oreja, y ya desde el principio se le veía pedir que le subieran el volumen, decir claramente que no le funcionaba el micro, que había mucho ruido de fondo en los monitores, ajustar continuamente su guitarra, etc. Se le notaba a disgusto, y nos contagió a (casi) todos. En la cuarta canción se paró y dio la impresión que se marchaba. Continuó, sí, pero saltándose algunas de las canciones que tenía preparadas diciendo bien claramente que las saltaba. De las 16 que aparecían en el listado que tenía a sus pies durante el concierto, no llegó a interpretar ni una docena.
Cumplió porque la gente había pagado y suponemos que no quería líos, pero si es otro tipo aún más divo se larga y no queda más que aguantarse. Dio las gracias a los que allí estábamos por ser pacientes y no hizo nada más que cumplir y acabar cuanto antes, sin llegar a la hora de concierto.
Tampoco dio la impresión de que Sparklehorse sea uno de esos grupos que impactan en directo, pero nosotros lo vimos a medio gas. Y el sonido, aunque a él le pareciera lo contrario, no era malo. La Sala Nasa no es el lujo de la Capitol, pero lo que se escuchaba está claro que era bastante mejor de lo que él pensaba.