MASSIVE ATTACK 1998
Massive Attack, paranoia celestial
“Lágrima”
La banda más importante de la música de baile de los 90, el grupo que grabó en 1991 el disco de soul -o como quieras llamarle- decisivo de estos últimos años presenta ahora su tercer disco, Mezzanine, el más oscuro de los tres y el primero en el que incluyen guitarras eléctricas.
Mientras el año 90 dejaba paso al 91, por el aire corría una brisa amarga y fría. El conflicto del Golfo estaba llegando a un callejón sin salida y, entre los boletines de noticias y el creciente temor de la población, una canción ponía la acertada banda sonora al sino de los tiempos.
Una voz tan hermosa y con tanta alma como la de Aretha Franklin o Billie Holiday cantaba aquello de “pistoleros y maníacos… en el show de los monstruos”, reconociendo a continuación que “no puedo hacer nada”, antes de darle la vuelta a tanta resignación para asegurar que “si hieres algo de lo mío, ten por seguro que me vengaré”. Y, a continuación, llegaba el emocionante estribillo, más apropiado aún: “Puedes liberar el mundo, puedes liberar mi mente, siempre que mi pareja esté a salvo de cualquier daño esta noche”.
Puede que no fuera escrita con la inminente guerra del Golfo en mente, pero la amarga coincidencia de la canción con el conflicto fue algo más que una casualidad. El tema era “Safe From Harm”, el tercer single de la banda británica Massive Attack. A partir de ese momento se les empezó a conocer simplemente como Massive, ya que el nombre que habían escogido -Ataque Masivo- fue considerado demasiado fuerte para lo que estaba pasando en Kuwait y los bombardeos constantes a los que fueron sometidos en los primeros días. Pero incluso aunque uno se olvidara de las implicaciones de su nombre, de la letra o del idioma en el que estaba cantada, la canción todavía tocaba muchas cuerdas. Tal era el poder de su música.
El calor de la ansiosa voz de la cantante Shara Nelson se medía con una melodía de teclado etérea, una línea de bajo implacable, retazos de funk deformado y un rap susurrado. El constante silbido de un frío viento añadía un escalofrío literal a una canción ya de por sí emocionante. Y, a pesar de la combinación de todos estos elementos dramáticos, “Safe From Harm” fue bastante ignorada y malentendida, lo que la hizo todavía más efectiva.
Sólo esta canción ya habría asegurado el lugar de Massive Attack en los anales de la historia del rock, pero el hecho de que no fuera más que uno de tantos grandes momentos de sus tres discos -que tienen su punto más alto en “Unfinished Sympathy, también en su debut-, ha convertido al grupo en uno de los más influyentes de los últimos años.
Ya no es ningún secreto que han redefinido los límites de la música de baile. Y eso llega, hoy, mucho más lejos de los limitadores confines del sonido y la etiqueta trip‑hop que se inventó para ellos y en la que fueron pioneros. Desde entonces hemos visto como su sonido era apropiado y rehecho por cientos de grupos -Alpha, Portishead, Hooverphonic, Björk, Purple Penguin, Mono, Attica's Blues, Archive, Morcheeba, Lamb, Crustation, Moloko, Smight & Mighty, Earthling, Urban Spices y todos los que en algún momento colaboraron con ellos- e, incluso, por advenedizos como U2 y Madonna, utilizados también por las agencias de publicidad en búsqueda de campañas más efectivas.
Curioso para tres tipos que se encontraron por primera vez hace tres lustros en la ciudad de Bristol, en la que formaron parte de The Wild Bunch, un colectivo de rappers, músicos, pintores de graffitis y DJs muy perseguido desde entonces que editó algunos discos como “Fucking Me Up” o “Tearing Down The Avenue” y que, poco a poco, empezó a incorporar invitados en vivo en sus actuaciones, algo muy parecido a lo que hacen hoy Massive Attack en sus discos y en sus conciertos. Allí estaban ya Robert ‘3‑D’ Del Naja, Andrew ‘Mushroom’ Vowles y Grant ‘Daddy G’ Marshall, el núcleo creativo del grupo.
Era 1984, y 3‑D compartía su trabajo en The Wild Bunch con servicios a la comunidad después de ser arrestado por sus graffitis, aunque, un año más tarde, su trabajo se recogió en un documental televisivo del Canal 4 británico y, desde entonces, se han hecho varias exposiciones con su obra. Después de una gira por Japón, The Wild Bunch se disolvió. Uno de sus miembros, Nellee Hooper, fundó Soul II Soul, trabajó con Björk, Madonna, U2 y Tina Turner y mantuvo la amistad con sus antiguos compañeros, produciéndoles varias canciones.
El grupo nació en 1987 con la idea de crear música para exposiciones multi-media, después de recibir la visita de una Federación Americana de Graffiti. El momento era propicio para su aparición, y en 1990 ve la luz su primer single, “Daydreaming”, con la elegante voz de Shara Nelson y el rapeado callejero de Tricky, al que siguieron “Unfinished Sympathy” y “Safe From Harm”. La relación con Neneh Cherry les llevó a conocer a Cameron McVey, quien produjo su álbum de debut, Blue Lines (1991), que superó todas las expectativas generadas y recibió un unánime respaldo crítico y de la escena de la música de baile, para acabar siendo considerado entre los discos más decisivos de la década.
Con aquel primer disco quedaron definidas las coordenadas de un sonido que consigue fusionar -entre otros- el dub y el reggae con voces soul, ritmos cortantes de hip‑hop y colchones orquestales atmosféricos. No es música creada expresamente para bailar, sino que uno puede sentarse, tumbarse o desparramarse en un sillón y, sobre todo, escuchar atentamente.
Para ellos se inventó el término trip-hop, una palabra que sirvió para que muchos se sumaran al carro, pero del que ellos mismos consiguieron probar, más adelante, lo limitado que se les quedaba. No fue con Protection, un disco ya de nuevo con el nombre completo de Massive Attack, muy por encima del nivel de todos sus seguidores, pero que incidía en la vertiente más lánguida de su música, a base de arreglos orquestales -magistrales en “Sly”- y voces femeninas: Tracey Thorn de Everything But The Girl, la nigeriana Nicolette- y la sensualidad, de nuevo, del veterano cantante de reggae Horace Andy.
No contentos con esa interpretación de su música, y también para cubrir los meses de espera hasta la aparición de nuevo material suyo, dejaron las canciones en las manos del mago del dub The Mad Proffesor, que reconstruyó el disco totalmente titulándolo No Protection.
Este año ha visto la edición de Mezzanine, el OK Computer de la escena de baile. El acostumbrado sonido hipnótico y sensual gana en densidad, dejando atrás definitivamente el trip-hop, y se vuelve más oscuro con el tratamiento de las guitarras y su ambiente psicótico y opresivo, entre samplers de The Cure y The Velvet Underground y ritmos tomados de Bo Didley. O sea, la banda sonora perfecta para una pesadilla. Ya las entrevistas de presentación hablaban de hoteles, viajes, los problemas causados por las giras recientes y las dificultades de soportarse entre ellos mucho más tiempo.
Queda abierta la posibilidad, muchas veces comentada, de remezclar el último disco de Radiohead, aunque mientras tanto se dedican a llevar su propio sello, Melankolic Records, en el que hasta ahora han hecho una exquisita selección de artistas: los delicados Alpha, el arreglista orquestal Craig Armstrong, el rapero soul Lewis Parker y su propio colaborador Horace Andy.
Vuestra música siempre ha sonado nueva, pero habéis permanecido siempre al tanto de lo que sucedía.
– Daddy G (D G): Somos un barómetro de toda la buena música que ha salido desde 1977 hasta ahora mismo. Desde el punk hasta la new wave, los nuevos románticos, el ska del sello 2-Tone, el acid house, el hip-hop, el rollo progresivo… lo hemos seguido todo. Massive Attack representa todo ese grupo de gente que fue pinchadiscos en un principio pero que ha acabado grabando en los estudios sin experiencia anterior. Es nuestro amor por la música lo que nos puso ahí, no la ambición de ser músicos o una estrella del pop. Éramos el anti-grupo, y ahora somos un grupo.
¿Cómo vivisteis la aventura de The Wild Bunch en Bristol a finales de los 70?
– D G: Eran sólo los jóvenes negros y los punks los que venían a nuestras fiestas, porque eran los únicos autorizados a entrar en las zonas prohibidas. ¡De hecho, no estaban autorizados a salir de ellas! Por eso nos sentimos inspirados y sentimos que teníamos mucho en común con The Clash o The Slits, esos grupos punk del oeste de Londres que escuchaban reggae y hip-hop y lo mezclaban con lo que hacían. No mierda punk tipo Sham 69. Teníamos diferentes antecedentes étnicos, musicales e incluso sociales.
Ahí conocisteis a Tricky, y Goldie y 3 D hacíais graffitis juntos.
– 3 D: Lo del graffiti se volvió un tanto estúpido al final. Se convirtió en una masturbación pública, porque lo que la gente hacía era pintar su nombre, en lugar de ser creativo. Conocí a Goldie en el 85, y era un torbellino de energía. Hace poco vi fotos de cuando estábamos en una banda con dos tíos de Nueva York y teníamos esas tarjetas que decían: “Birmingham-Bronx-Bristol: unidos por el crimen” y todas esas tonterías. Divertidísimo.
¿En qué se basa la grandeza de Blue Lines, vuestro primer disco?
– Mushroom (M): Somos una banda egoísta, pero Blue Lines era un disco particularmente egoísta. Nunca lo habíamos hecho antes, y nuestra intención era simplemente hacer un disco. No importaba lo que pensaran los que lo oyeran, no importaba la compañía, lo hicimos únicamente para disfrutarlo nosotros. Lo que recibimos a cambio de tanto egoísmo fue un poco abrumador.
Abrumador, pero merecido.
– 3 D: Eso significó un pequeño problema. Con Blue Lines no sabíamos adónde íbamos y no nos importaba en absoluto. Pero por culpa de la reacción y de que firmamos un contrato, de repente estábamos bajo presión para hacer algo más. Nos definieron como un grupo de estudio, así que lo mejor era entrar en el estudio. Eso nos aisló un poco, y de ahí salió Protection.
Entonces ya estaba claro cuál era el carácter de los tres.
– D G: Puedes saber cómo es 3 D por lo que escribe: se siente vigilado y es un paranoico en sus relaciones. ¡Es un horror! Su mente es tan productiva que no puede parar ni cinco minutos. Piensa mucho y pasa por muchos cambios de humor. Mushroom es tan frío que parece casi apagado. Creo que funciona en la versión económica, usa la energía justa para seguir andando. Parece que 3 D es el que lo controla todo. Es un genio, pero también lo es Mushroom, aunque se expresan de forma diferente. ¿Yo? Yo soy la mermelada en el pan. Pienso mucho, también, pero soy el que pone los sentimientos. Soy el lado humano de Massive Attack.
¿Y Mezzanine, vuestro tercer disco, recoge todo eso?
– 3 D: Es el disco más honesto que hemos hecho, porque refleja las relaciones disfuncionales entre nosotros, la tensión dentro de la banda y cómo nos sentimos aislados de nuestras vidas en Bristol. Una canción como “Inertia Creeps” refleja aquello de lo que trata el álbum. Esa sensación paranoica acerca del estilo de vida de estar en una banda, de viajar a diferente velocidad que tus amigos. Vuelves de una gira con tus historias, y todos están tratando con las cosas cotidianas. Parece como si hubieras salido del espacio exterior. Intentas volver a tu vida, pero no conectas. Sigues con tu novia porque te sientes seguro. Lo cierto es que es un abuso de confianza porque no estás allí. Estás con alguien, pero tu mente está a millones de kilómetros y acabas por culparlos de estar atrapado ahí. Sabes que no está bien, pero los humanos les echamos la culpa a otros de nuestras propias faltas. La sensación de falta de estabilidad, de no conectar, está por todo el disco. Plantea un montón de interrogantes y creo que no da muchas respuestas.
¿Cómo se muestran esas tensiones?
– M: Somos una banda muy innovadora, pero hay mucha pasión en lo que hacemos. Somos unos malditos tercos. Solíamos pensar que nos llevábamos bien y que estábamos en lo mismo, pero todo eso son tonterías. Es lo único que me asusta, las batallas creativas. Es la típica historia del rock'n'roll, ¿no? Dicen que Pink Floyd era un problema de egos, pero la creatividad está por encima del ego. Si estás en una banda, luchas por proteger tu imaginación. ¿Es eso ego? Siempre creí que el ego era algo malo, pero esto se trata de una lucha por la libertad de tus ideas que va creciendo como una espiral sin control…
Liz Fraser, de Cocteau Twins, pone la voz en “Teardrop” y “Group 4”. No es una voz cualquiera, y acaba por marcar cualquier canción en la que cante.
– 3 D: “Group 4” trata de un guarda jurado que para tener control total sobre su vida lo jode todo con sus amigos y familia y vive centrado en sus turnos. Sin compromisos. Hice la letra, pero Liz es tan tímida que no quería a nadie en el estudio, y lo que ella escribió no tenía nada que ver. Volvimos y escuchamos lo que había hecho, y su voz era increíble, la llevó a un nuevo nivel. La gente dice que es etérea, pero lo verdaderamente mágico es que corta cualquier cosa. Puedes levantar una pared y la cruza. Pusimos guitarras fuertes y ritmos pesados, y ella deslizaba su voz por encima.
Hay colaboraciones nuevas, pero sigue estando Horace Andy, casi vuestro talismán.
– M: Todos los cantantes del disco son muy buenos. Sarah J es una rockera de Sheffield y nos da algo nuevo. Como en “Dissolved Girl”, que es algo que no hemos hecho nunca antes. Y creo que hemos llevado la voz de Horace Andy a una nueva dimensión: todavía canta reggae, pero sobre guitarras fuertes. Todo lo que tiene que hacer es dejar crecer su pelo, ponerse algo de cuero y encajará perfectamente.
Algo así sólo es posible en la música británica, ¿no?
– D G: Estamos por encima de las categorías, y eso es por el lugar de donde venimos, de Inglaterra. Los americanos no podrían hacer una música así porque no hay integración de culturas. En Inglaterra sí: el jungle y el drum'n'bass vienen de que los blancos y los negros van a los mismos clubes, y eso es algo inglés. Como The Wild Bunch ya mezclábamos hip-hop y reggae en Inglaterra en 1982, y creamos un híbrido al que ahora llaman dancehall. Mezclábamos bandas sonoras con ritmos marcados, y eso ahora es el trip-hop. Mezclábamos reggae con ritmos más rápidos; ahora es jungle. La idea de que puedes mezclar cosas viene de nuestra cultura, de las escuelas en las que los negros, los blancos y los indios se juntan, y eso no pasa en ningún otro sitio. Eso es lo que nos hizo, y por eso la música británica es tan jodidamente buena, si no tenemos en cuenta a Oasis, que reciclan toda esa mierda Beatles, o a Suede.
¿Representa Mezzanine el bajón que sigue después de tantas noches saliendo por ahí?
– 3 D: Tal vez, sobre todo mis letras. Hay más respuestas a eso de hacerse viejo, de haber salido tanto y de demasiada indulgencia. Pero no quería caer en esa paranoia que a la gente le da cuando llega a una determinada edad: ‘No puedo fumar más de eso, no puedo beber más de eso’. Es triste. Fue escrito en respuesta a cómo me siento el día después y cómo trato a la gente. La canción que le da título habla de eso: la sensación de haber estado de marcha con alguien toda la noche y no poder entrar en el día siguiente. Tampoco puedes recuperar la noche porque se ha ido. Estás ahí, y es incómodo y exótico a la vez. Es masoquista. Saber que por una parte es divertido y lo que viene después no tanto. Justo lo que siento ahora.
¿Y qué planes hay para el futuro? ¿Bandas sonoras tal vez?
– 3 D: Todo depende de cómo resolvamos las diferencias dentro del grupo. No tenemos prisa. Nos parece que podemos editar un disco en cualquier momento mientras usemos la imaginación y hagamos lo correcto. Los grupos tienen miedo de dejar de estar de moda y ser irrelevantes, pero si te preocupas por cómo suenas en relación a los demás, entonces estás jodido, no volverá a salir bien. Tienes que estar solo.
– D G: No habrá más discos. He tenido suficiente. No, no… era una broma. A veces sentimos que ya está bien porque nos conocemos desde hace tanto tiempo. Y es difícil estar conmigo. Tenemos tantas ideas, tantas ideas. Simplemente sufrimos por hacer que funcionen.