MANU CHAO 2001
Manu Chao, de nómadas y clandestinos
“Día luna… día pena”
Mano Negra fue un tren de hielo y fuego. A bordo de ese tren -o de un barco, cuando le tocó- Manu Chao recorrió el mundo. De los arrabales de París a hacer amigos por todas las esquinas. Ahora toca defender un segundo disco en solitario, Próxima estación, esperanza, y, al retratarse, Manu Chao tiene poco que ver con la imagen que los demás se han hecho de él. Ya entrado en la cuarentena, y sin domicilio fijo, ha editado en este 2001 un segundo álbum de canciones atemporales que ya son del dominio popular.
Con discos como Clandestino y Próxima estación, esperanza parece que cada vez estás más cerca de lo popular, de lo básico.
– Cada vez me parece más importante tratar de buscar la vía más sencilla. Veo el mundo muy complicado, y para mí la solución es la sencillez. Escucho una canción de Bob Marley y lo suyo es muy sencillo, y si hay alguien que haya llegado a todo el mundo, ése es él. Para mí es todo un ejemplo.
Estas canciones suenan distintas de un día para otro sobre el escenario, pero al menos llegaron a ser interpretadas en directo, no como en otras ocasiones.
– Ya no me hace gracia una gira convencional como las de Mano Negra o Radio Bemba. Todo lo que se hizo en estos discos será utilizado de una forma u otra en los espectáculos, pero la primera cuestión es que soy incapaz de cantar cualquier canción al día siguiente de la misma manera que el anterior.
La sociedad está cambiando a pasos agigantados. La gente de otros países menos afortunados mira hacia Europa, intentando entrar. Los pasaportes se utilizan como el elemento que separa a unos de otros.
– Ésa es una de las cuestiones que me preocupan: son una forma de poner barreras y distanciar a los pueblos por parte del Estado. Veo por muchos sitios que el cierre de fronteras está provocando muchísimos problemas duros y violentos. Lo que sucede entre Europa y África, Europa y Sudamérica o entre los USA y Centroamérica sólo va a traer complicaciones.
Como reacción, en muchos lugares vemos el despegue de la extrema derecha populista. ¿Cómo vives la presencia política del Frente Nacional en Francia?
– Esa radicalización que hay por todos lados es evidente en Francia con la extrema derecha y, también, con la respuesta de los chavales en los barrios. A veces no se canaliza de la forma adecuada: la solución al Frente Nacional tampoco es el integrismo islámico y, por desgracia, cada bando tiende a ir hacia los extremos más y más.
Desde tu punto de vista, ¿cuáles son los mayores males de la sociedad actual?
– El principal mal es que el mundo está tan perdido, y yo el primero, que el campo está muy abierto a los populistas, a los que dan soluciones fáciles. La gente que ahora vota a la extrema derecha en Francia son los que hace quince años votaban a los comunistas, y yo no considero que todos sean fachas, sino que están engañados por peligrosos populistas. Y los norteafricanos que se meten en el integrismo también son gente engañada. Lo mismo pasa en Brasil con las sectas y los falsos líderes religiosos. Hay tanta falta de ideales que estamos volviendo a los de la Edad Media. Y en España también los hay, no te creas. Por ejemplo, Jesús Gil, que para mí es más peligroso que Le Pen, ya que tiene algo más popular que un partido político y que es un equipo de fútbol. El fútbol es un vehículo para llegar a la gente mucho más fuerte que un partido político.
Siempre has tenido a Sudamérica como tu segunda casa. ¿Qué te dan los países de Sudamérica que no encuentras en Europa?
– Sucede que, a fuerza de viajar, te enamoras de un país, de una región o de una gente. Da igual que sea Sudamérica o París, que es un lugar a donde necesito volver cada poco para ver cómo le va a la gente del barrio. Ahora me pasa también con Galicia, donde se han creado muchas afinidades.
¿Sientes qué es la parte de Europa más próxima a Sudamérica?
– Lo que tiene Galicia es que es un país muy abierto al exterior, sobre todo a Sudamérica, con tradición de saber recibir a la gente, por lo del Camino de Santiago, y antes por los europeos que iban hasta Fisterra. También está la tradición de haber viajado y emigrado por el mundo entero.
Vives de un lado para otro. ¿Te consideras un nómada sin domicilio fijo o te sientes más cómodo en algún sitio en concreto?
– Hay muchos sitios en los que me siento cómodo, y eso tiene sus ventajas y sus desventajas. Si tuviera que instalarme en algún sitio mañana mismo, sería muy complicado. Tiraría un dado al aire y lo elegiría al azar. Mi manera de vivir en estos últimos años ha sido sin rumbo fijo, inspirándome de lo que salga por el camino.
Después de la experiencia de recorrer Colombia en tren, supongo que nada puede volver a ser igual con la industria musical convencional.
– Digamos que, después de proyectos como ése, te cuesta mucho volver a tener una carrera clásica de artista musical, con giras, promoción y grabaciones. Lo viví mucho antes, pero ahora lo que me da vida es soñar cosas diferentes. El reto es seguir haciendo locuras de ésas, y no tienen que ser tan lejos como Colombia.
Tu padre documentó esa gira. ¿Crees que el hermoso libro que escribió, Un tren de hielo y fuego, es la crónica de una separación anunciada?
– Es una crónica de una aventura fabulosa, con el relato de lo terrible y lo bueno que pasó allí. Pero la separación no tiene nada que ver. El montaje del tren en Colombia no se hizo con Mano Negra. La banda ya estaba bastante disuelta en ese momento, aunque en Colombia se notaron las disensiones en la banda en cuanto a la filosofía de la vida: unos querían seguir con proyectos como ése y otros volver con sus familias, que también es muy respetable.
¿Qué fue lo mejor de la experiencia Cargo 92, el barco con el que recorristeis Brasil, Venezuela, Santo Domingo y México?
– Cargo 92 fue la primera aventura realmente extraordinaria y la que dio pie a montar ideas de ese tipo. Estando allí un amigo nos habló de las vías del tren abandonadas de Colombia por las que no pasaba nunca un tren, y por eso decidimos montar un carrito con cuatro ruedas y llegar a pueblos en los que nunca había estado ningún artista. Lo de Colombia nunca hubiera pasado si no hubiéramos hecho este viaje. Cada proyecto da un poco de vida al siguiente.
Tu reciente viaje por el Nordeste olvidado de Brasil en busca de los repentistas fue algo distinto, ya que ibas solo con tu guitarra, sin grupo. Y cuando lo de A feira das mentiras no tenías banda.
– Durante dos o tres años he viajado por bastantes sitios, pero nunca me encontré solo, porque siempre me recibieron bien y estuve con la gente con la que quería estar. Lo mismo pasó con lo de A feira das mentiras, que montamos en Santiago de Compostela, en la que hubo mucha gente implicada.
¿Cambia también la forma de componer en estos viajes?
– A nivel de grabación, ha ganado mucho. La diferencia no es tanto con estos discos, ya que entre los tres primeros de Mano Negra y Casa Babylon hay mucha diferencia. Pasamos de una forma clásica de grabar, en estudio, a donde llegábamos con las ideas claras, para grabar y mezclar, a llegar al estudio para captar el instante inventando cada día. Ahora, además, tengo un pequeño estudio que llevo siempre encima y que permite tomar pequeñas instantáneas del momento, grabar allí donde encontramos los músicos y en el momento en que surge la magia, y eso me tiene muy vivo.
Últimamente Manu Chao es un ejemplo a seguir para mucha gente. ¿Te sientes inspirador de todo ese montón de bandas que han aparecido en los últimos años?
– Es evidente que ciertos grupos que han practicado estilos similares en Sudamérica, España, Francia o Italia declaran estar inspirados por nosotros, lo que nos enorgullece mucho. Luego, cada uno sigue su camino: unos me gustan y otros me parecen que están bastante equivocados.
Mano Negra ha quedado ya en el imaginario colectivo como banda de referencia. ¿Queda algo de amargura o resentimiento por la separación de Mano Negra?
– No, en absoluto. Fue para todos difícil entender que el grupo se acababa. Costó un año comprenderlo. En el momento de la separación hubo de todo, pero ahora con el tiempo creo que Mano Negra cumplió su ciclo de vida y yo aprendí mucho ahí. Fue una escuela preciosa, y ahora vienen otras. Clandestino y Próxima estación, esperanza no son más que una pequeña piedra en algo más amplio. Tengo grabadas muchísimas canciones, apuntando direcciones muy diversas: techno, hardcore, canciones cariocas grabadas en Rio de Janeiro…