UNIÓN BRAVÚ
Cuando en los años 50 aparecieron los primeros rockeros rascando las guitarras tenían el cuento bien claro. Ser músico en su época era un oficio. Había que saber leer partituras y pasar una buena cantidad de años marcando compases en el conservatorio hasta conseguir, ya en la tercera edad, unos dedos virtuosos tipo Paganini. Los locos esos de la cuestión del rock’n’roll pretendían hacer justamente todo lo contrario. No tenían ni idea de las artes de la armonía. Por lo tanto su única ambición era despotricar, romper los instrumentos, hacer ruido, molestar y repartir emoción. Este era el poder subversivo del cuento. La fuerza de la vida de los que no saben. Juventud embravecida frente al mundo. Leer más