MOTEL MOZAIQUE

Motel Mozaique, contrastes al alcance de unos pocos

 

No todo es PinkPop o Lowlands en los Países Bajos, los dos festivales más conocidos en el mundo. Durante todo el año se celebran en el país cientos de festivales más pequeños y también, probablemente, más interesantes, muchos de ellos con la música de baile como principal reclamo. Sin embargo, hay otros centrados en el pop y el rock más actual y creativo, como Crossing Border, en La Haya, o Motel Mozaique, en Rotterdam.

 

 

The Cardigans / Mi and L’au

 

         Este último se celebra habitualmente en el mes de abril, en cinco escenarios en el centro de la ciudad cercanos entre sí. La primera sorpresa es que, a pesar de lo que se les supone, no todos los conciertos cumplen estrictamente su horario, con la consiguiente dificultad de adaptar los cambios a los recitales que uno había pensado ver en un principio. La segunda resulta aún más curiosa: haber comprado una entrada no significa tener derecho a ver los conciertos, ya que tan pronto las salas se van llenando, no se permite el acceso a nadie más. El año pasado fueron numerosas las reclamaciones y, a pesar de que este año no se había completado todo el aforo, se volvió a repetir la situación en más de una actuación.

 

Coldcut / Emiliana Torrini

 

         En la jornada del viernes 14 de abril, que resultó ser la menos interesante de las dos, Coldcut destacaron sin salirse del guión previamente escrito: ritmos de baile sin descanso, un tanto superados a estas alturas, pero no por ello menos contagiosos. Entre los numerosos invitados especiales, su lúdica propuesta y las proyecciones no había tiempo para parar a pensar si aquello tenía alguna vigencia. En el extremo opuesto, alguien que comenzó también utilizando la electrónica, la islandesa Emiliana Torrini, convenció con su propuesta mucho más austera de ahora, unas melodías intimistas y sus ansias de comunicar y contar cosas entre canciones con una voz que parecía ir a quebrarse de un momento a otro.

 

Mogwai / Jenny Lewis & The Watson Twins

 

         En la misma jornada se pudo comprobar cómo el post-rock de Mogwai sigue sonando contundente en directo, aunque menos interesante para quien los haya visto con anterioridad. A su lado, Battles, con un sonido que se podría encuadrar en la misma etiqueta, sorprenden más, independientemente del atractivo de sus canciones. Por su parte, Jenny Lewis con The Watson Twins trajeron la única representación al festival del sonido americana, resultando tan agradables como intrascendentes.

Guillemots

 

         Ya en la jornada del sábado 15, lo mejor se vivió a primera y última hora. Guillemots abrieron a las ocho de la tarde las actuaciones de la sala Nighttown. A estas alturas, sin haber editado aún ningún LP, todos los indicios apuntan a que estamos ante uno de los grandes nombres de los próximos años. Sus canciones pop, como la maravillosa “Trains To Brazil”, suenan intensas e irresistibles, a medio camino entre un joven Mike Scott, los Prefab Sprout de sus inicios y los Arcade Fire de ahora. De todas formas, quien más futuro tiene por delante es, cómo no, su líder y compositor Fyfe Dangerfield. Todo un lujo poder contemplar a un grupo así antes de ser mundialmente conocidos, a un palmo de narices, entre una centena de afortunados espectadores conscientes de ser privilegiados testigos de una banda con hambre de escenario.

 

         Los belgas Zita Swoon fueron los encargados de poner punto y final al festival. Su espectáculo denominado ‘banda en una caja’ resulta enormemente interesante, con los músicos en el centro de la platea, entre el público. Baste decir que, si en la mayoría de los conciertos la gente se sentaba sobre cómodos almohadones gigantes, en esta ocasión aguantaron poco más de cinco minutos. Al instante, todo el auditorio se puso en pie y ya no paró de bailar hasta el final, con una banda que se crecía al lograr contagiar el ritmo de unos temas que beben de distintas fuentes -sonidos negros, latinos, afrancesados…-, como si de Willy de Ville se tratase. Sin embargo, quedaba claro que lo que en directo funciona, probablemente no sea ni la mitad de interesante en disco por falta de personalidad propia.

 

CocoRosie / Isobel Campbell

 

         El sábado estaban también en el cartel CocoRoise, que atrajeron la mayor cantidad de público con una actuación similar a la vista por aquí semanas antes en Utrecht. También Isobel Campbell presentaba nuevo disco, el que ha grabado junto a Mark Lanegan. En su caso, su timidez en escena contrasta con la fuerte presencia del acompañante elegido para suplantar en directo a Mark Lanegan, que no es otro que Eugene Kelly, reverenciado por Kurt Cobain y componente de The Vaselines. Se podría decir, sin duda, que por veteranía y actitud Eugene Kelly le salva el concierto a Isobel Campbell.

 

Be Your Own Pet / Vashti Bunyan

 

         Queda para el final uno de los mayores logros del festival: el contraste entre varias de sus actuaciones. Pasar de ver el descaro punk de los estadounidenses Be Your Own Pet, con sus componentes rompiendo cables, tirando micrófonos o confundidos tocando entre el público, a la delicadeza folk de la sexagenaria Vashti Bunyan, en una formación que incluye violín, viola, piano y flauta, y en la que todo fluía suavemente, sin la menor estridencia, es un lujo reservado a pocos festivales y que éste consigue probablemente sin tan siquiera pretenderlo.

Xavier Valiño

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SPARKLEHORSE EN DIRECTO

Sparklehorse en concierto

(Sala Nasa, Santiago de Compostela, 26-11-2006)

Para muchos, todo lo que tenía que ver con este concierto sonaba un tanto extraño. La temprana hora, la sala, el día… Pero ya se sabe que Mark Linkous no es el tipo más afable del mundo: por algo entre sus amigos se encuentra Tom Waits y por algo vive recluido en un bosque al Norte de California como un ermitaño: las entrevistas hay que pasárselas por correo electrónico a su mánager, que se las lleva allí, le hace las preguntas, anota las respuestas y las pasa en su ordenador para hacérselas llegar posteriormente al periodista

Lo que pasa es que cuando se sabe que Sparklehorse inicia una gira que lo trae por estos lares con varios fechas, uno puede pensar que su predisposición es bien otra. Puede que así sea, pero no tuvimos la suerte de apreciar esa otra posible faceta de su personalidad en Compostela. La decepción no lo fue tanto por el grupo (eran buenos, sí, a pesar del batería demasiado gesticulante y de un pedal steel guitar que casi no tocó nada escondido entre las sombras), sino por la impresión algo errónea que se llevó Mark Linkous del sonido de la sala y que lo jodió todo.

Se supone que el sonido le entraba muy mal por el pinganillo que llevaba en la oreja, y ya desde el principio se le veía pedir que le subieran el volumen, decir claramente que no le funcionaba el micro, que había mucho ruido de fondo en los monitores, ajustar continuamente su guitarra, etc. Se le notaba a disgusto, y nos contagió a (casi) todos. En la cuarta canción se paró y dio la impresión que se marchaba. Continuó, sí, pero saltándose algunas de las canciones que tenía preparadas diciendo bien claramente que las saltaba. De las 16 que aparecían en el listado que tenía a sus pies durante el concierto, no llegó a interpretar ni una docena.

Cumplió porque la gente había pagado y suponemos que no quería líos, pero si es otro tipo aún más divo se larga y no queda más que aguantarse. Dio las gracias a los que allí estábamos por ser pacientes y no hizo nada más que cumplir y acabar cuanto antes, sin llegar a la hora de concierto.

Tampoco dio la impresión de que Sparklehorse sea uno de esos grupos que impactan en directo, pero nosotros lo vimos a medio gas. Y el sonido, aunque a él le pareciera lo contrario, no era malo. La Sala Nasa no es el lujo de la Capitol, pero lo que se escuchaba está claro que era bastante mejor de lo que él pensaba. 

Xavier Valiño

PENTANGLE

Pentangle, más que folk británico

Cuando se habla de folk rock británico clásico, el primer nombre que salta a la palestra es, cómo no, Fairport Convention. Obviamente ellos fueron los “inventores” del género, si es que alguien inventa algo en música, aunque curiosamente en sus inicios no fueran más que unos talentosos mocetones ingleses embebidos en los sonidos que llegaban de la costa oeste de su ex-colonia transatlántica, que cuando se percataron de que lo mismo que los yankis hacían con su música tradicional lo podían hacer ellos con la suya, crearon el molde que inspiraría todo un género. Lo curioso del caso es que cuando Fairport Convention todavía tiraban de repertorio foráneo, Pentangle ya grababan versiones de temas tradicionales ingleses que cobraban una extraña nueva vida.

 

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AMERICAN SPRING

American Spring, la primavera perdida de Brian Wilson

 

 

Después de todas las historias que hemos oído y leído sobre sus andanzas, tengo la impresión de que la cabeza de Brian Wilson sólo funciona en condiciones “normales” en el estudio de grabación. La vida, lo que los que no somos genios conocemos por vida normal, es demasiado dura para él, tal vez insoportable. No tiene sobre ella el control del que goza en ese su refugio, tanto físico como espiritual, en el que puede disfrutar de  las cualidades curativas que él atribuye a la música. De ahí que se pasara buena parte de los años 60 grabando, componiendo y arreglando canciones no sólo para los Beach Boys, sino para cualquiera que le ofreciera la oportunidad de revivir el milagro.

 

Uno de los grupos en los que puso más empeño fue en las Honeys, un trío vocal femenino formado por Ginger Blake y las hermanas Rovell, Marilyn y Diane, que ya había trabajado a principios de la década con Gary Usher, buen amigo y colaborador de Brian. Gary se las presenta tras un concierto de los Beach Boys y no tarda en aparecer su primer single. A pesar del toque B en composición y arreglos y la utilización de algunos de sus músicos favoritos, ninguno de los cuatro singles que publicaron entre 1963 y 1964 tuvieron el mínimo éxito, algo extrañamente común a todas las producciones de Brian Wilson ajenas a los Beach Boys. Extrañamente porque, sin llegar a ser obras maestras, las grabaciones de las Honeys son una estupenda recreación del girl group sound, con detalles marca Wilson y canciones tan deliciosas como “The one you can’t have”.

 

  

Visto lo visto, las chicas se dedicaron a poner voces en diferentes canciones tanto de los Beach Boys como de Jan & Dean, Bruce Johnston o los Surfaris. Quizá la grabación más destacada en la que participaron en esa época sea el single que Brian Wilson regaló a Glenn Campbell en pago de los servicios prestados como músico de sesión y directo, el fantástico “Guess I’m dumb”. El interés de Brian en el grupo resulta más que musical y a finales del 64 se casa con Marilyn Rovell, aunque con los años acabará coladito por Diane y protagonizando un medio consentido triángulo.

 

Después de revivir el grupo en 1969 e intentarlo de nuevo con otro single, “Goodnight my love” de los Spaniels, las Honeys pasan a mejor vida, no así su vocación musical. Ginger Blake decide probar suerte en solitario, las hermanas Rovell pasan a llamarse Spring y a protagonizar uno de los episodios menos conocidos de la carrera musical de Brian Wilson, que grabará con ellas el que probablemente sea el mejor disco del resto de su vida musical, quizá sólo superado por Beach Boys Love You y su primer disco en solitario, y en el que podrá recuperar parte del espíritu primigenio de su grupo principal. No hay que olvidar que en esa época la temática de las canciones de los Beach Boys había extendido sus límites de forma notable y hasta Mike Love se dedicaba a cantar odas ecologistas al Big Sur.

 

 

En Spring no había intención de comentar la realidad circundante, sino simplemente la de hacer de cada canción una isla de inocencia no contaminada, recuperar el gusto por la música en sí misma; en definitiva, lo que siempre se le ha dado mejor al genio californiano. Una oportuna reivindicación de su imprescindible presencia en un grupo en el que apenas contaba y una bonita despedida justo cuando iniciaba la debacle personal que le llevará a vegetar unos cuantos años.

 

Ese último single de las Honeys ya aventuraba el cambio de sonido, menos juvenil, más lujoso, y de método: Brian no era tan prolífico como a principios de década y tuvieron que recurrir a otras fuentes para completar un repertorio. Parece que era Diane la que se ocupaba de rastrear canciones para el grupo, que Marilyn ponía la voz principal en la mayoría de ellas y un Brian absolutamente enamorado de la voz de su mujer, producía, arreglaba y/o supervisaba las grabaciones con ayuda, aunque hay quien dice que algo más que ayuda, de dos técnicos cercanos a los Beach Boys, Stephen Desper y David Sandler.

 

 

El primer y único disco grande de Spring, American Spring en ediciones posteriores para diferenciarse de unos progresivos británicos, aparecería en 1972, y es una auténtica delicia de principio a fin. Incluiría los dos singles que lo habían adelantado y, como éstos,  mantendría un delicado equilibrio entre covers y temas originales y un tono general que oscila entre el pop de cámara, el encanto naif de los grupos de chicas y un aire levemente folkie. Lo menos interesante quizá sean las canciones más conocidas, “Mama said” de las Shirelles o “Superstar” de los Carpenters, aunque un clásico como “Tennessee Waltz” recibe un tratamiento inconfundible, con ese minimalista uso de la percusión casi vanguardista. Otros covers resultan mucho mejor: esa especie de nana para despertarse que es “Awake” y, sobre todo, “Now that everything’s been said”, una gema semioculta del catálogo de Carole King (titulaba su poco conocido disco con The City), brillantemente arreglada por Mr. Wilson y que recibe un vibrante tratamiento vocal de Marilyn.

 

De todos modos lo mejor llega con los temas originales, que en su mayor parte tampoco eran canciones específicamente compuestas para Spring. Había recuperaciones de los primeros 60, como ese precedente de “Darlin’” que es “Thinkin’ ’bout you baby”, grabado primero por Sharon Marie, y aquí ralentizado para que Marilyn se relama como una gatita. De la época del gran Sunflower recuperan “This Whole world”, también radical e inventivamente diferente a la toma de los Beach Boys para adaptarlo a la personalidad del grupo, demostrando que en esos momentos el grupo de Brian Wilson eran Spring y que las ideas no se la habían agotado.

 

 

Por su parte, “Forever”, el baladón de Dennis Wilson, aunque brillante, pierde el aire de desesperación que el hermano descarriado ponía en sus grabaciones. La dicharachera “Good time” no llegaría a entrar en Sunflower y es de esa clase de canciones que los Beach Boys ya no querían hacer, una nadería  intrascendente pero perfecta. Dejo para el final mi favorita personal, la ensoñadora “Sweet Mountain”, en la que encajan con precisión de miniaturista una estrofa que podría actuar de banda sonora de un perverso cuento de hadas, con un estribillo, ¡en inglés y francés!, que es puro doo wop marciano. Sublime pop de vanguardia a años luz de lo que podía estar haciendo cualquiera de sus compañeros de generación.

 

Casi obviamos decir que no pasó absolutamente nada con el disco, a pesar del empeño de un  Brian Wilson que incluso se implicó personalmente en la promoción. Aun así todavía lo intentaron al año siguiente con un nuevo single, “Shyin’ away”, que no desentonaría en absoluto en el LP, como tampoco lo haría la cara B, “Fallin’ in love”, una rareza que había aparecido en un raro single en 1969 a nombre de Dennis Wilson con otro título, “Lady”. Ya no aparecerían más grabaciones de Spring a pesar de que de vez en cuando volverían a entrar en el estudio, supongo que dependiendo del estado físico y mental de Brian. De forma más o menos legal se conocen unas sesiones de 1977, al menos parte de ellas, y siguen siendo excelentes. Vuelven a recrear algunas canciones de los Beach Boys (“Had to phone ya” o “Slip on through”), pero también estupendos originales (“It’s like heaven” o el delicioso “Do ya”), manteniendo intacto el espíritu original.

 

 

A partir de aquí lo poco que ha llegado a nuestros oídos va perdiendo paulatinamente interés. Finalmente, en 1983 aparece Ecstasy, un nuevo disco a nombre de las Honeys en el sello Rhino, pero el resultado es muy decepcionante. Sin participación de un Brian ya definitivamente separado de Marilyn, es la típica producción rimbombante de aquellos años, que, a pesar de todo, no logra destrozar “Go away boy”, una emocionante y primeriza canción de Brian Wilson, que data de 1962, que es lo único salvable del disco y endulza levemente el mal sabor de boca que deja el final de una historia que merecía otro.

 

Carlos Rego

 

VAN MORRISON MONTREUX 2006

Cuando Van Morrison era Van Morrison

Live At Montreux 1974-1980 – Those 70’s Shows

 

Un par de confesiones personales: puedo contar con los dedos de una mano las voces que me han emocionado de la manera que Van Morrison lo ha hecho a lo largo de los últimos veintitantos años. Gracias a un hermano mayor que tenía un gusto extraño para la época, uno lleva escuchando al cowboy de Belfast desde finales de los 70, principios de los 80, cuando todavía había quien lo confundía con “el cantante de los Doors”, volviendo regularmente a los discos que lo hicieron mítico entre los iniciados sin que la familiaridad pueda con su poder curativo.

 

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