ALFONSO PÉREZ, DRO
Alfonso Pérez, fundador de DRO
Esclarecidos, con Alfonso Pérez
Se cumplen ahora los 15 años de Discos Radioactivos Organizados y de Grabaciones Accidentales, dos compañías que nacieron a principios de los 80 para acoger a los grupos que por entonces daban brillo a la movida. Alfonso Pérez fue uno de los socios fundadores, miembro de Esclarecidos desde su fundación y, ahora, responsable de la parte estatal de la compañía que a principios de los 90 vendieron a la multinacional Warner.
¿Por qué la compañía no se decidió a celebrar su 15 aniversario?
– Creemos que vivir del pasado es malo y estamos muy contentos de nuestro presente. Pensamos que era mejor dedicar nuestros esfuerzos a lo que tenemos ahora que a recordar el pasado. Además, la revista Zona de Obras, que nos gusta, nos planteó la idea y nos pareció bien. Nosotros teníamos muchas ideas, pero al final te das cuenta de que quince años tampoco son nada.
¿En qué momento estuvisteis más cerca de desaparecer?
– Muchos, sobre todo al principio, que siempre es más difícil. Al final siempre pasa lo malo, y yo me acuerdo sobre todo de lo bueno. Lo que cuenta son los discos y ahí están.
¿Os ha coartado de alguna forma el cobijo de una multinacional?
– En absoluto. Todo el mundo en estos casos dice que no, pero luego hay que demostrarlo. Nuestra prueba son los discos que hemos sacado en los últimos cuatro años. En estos últimos tiempos, si me apuras, los grupos con los que hemos trabajado son más radicales o alternativos. No hemos perdido para nada el espíritu del rock, lo que realmente nos gusta, entre otras cosas porque no sabemos hacer nada más.
¿No sentisteis que algo vuestro se os iba cuando vendisteis parte de la compañía?
– No, porque la compañía antes de venderla a la Warner ya era lo suficientemente grande como para que la estructura nos pesara mucho. Lo que pretendíamos era seguir editando buenos discos y olvidarnos un poco de los temas financieros, que no son nada creativos. La libertad de la que hemos gozado es un principio que Warner tiene implantado desde hace tiempo. Al principio tienes tus dudas, pero luego hemos comprobado que sí es verdad.
¿Cómo has visto el fracaso de algunos antiguos colegas?
– Supongo que si no les fue bien será porque no editaron discos que interesan a la gente. Además, los tiempos son hoy más difíciles que cuando empezamos hace quince años. Con los medios de comunicación es más difícil llegar a la gente. Antes hacías una entrevista en Radio 3 y todos los que se tenían que enterar se enteraban. Hoy cuesta mucho trabajo, y en el aspecto comercial ya no quedan tiendas pequeñas: todo se mueve a través de grandes cadenas e hipermercados, aunque también hay excepciones.
¿Cuáles son los criterios de selección de una banda?
– Es imposible de explicar. Que nosotros lo veamos claro. No queremos cerrarnos a un estilo. Lo que buscamos es tener lo mejor en cada tipo de música. El concepto de comercialidad es absurdo: una cosa es comercial cuando vende, no antes. Hay veces que alguien de la compañía lo ve y se lo cree, y entonces los otros vamos para adelante con él. Lo malo es que no podemos fichar a todos los que quisiéramos.
¿Qué es lo más ingrato de la industria?
– Cuando editas un disco muy bueno y la gente no lo entiende. Es ingrato porque te frustras. Aunque no solemos cansarnos con eso, y si creemos en alguien, le sacamos discos y discos hasta que cuaja. Es el caso de Extremoduro, descubiertos hace dos años, pero nosotros ya les habíamos editado varios discos antes. O de Def Con Dos.
¿Cuál de vuestros grupos no ha sido valorado lo suficiente y cuál fue el éxito que más os sorprendió?
– Que no haya sido valorado, Amor A Traición, que editaron un disco muy bueno y pasó desapercibido para la gente, para los medios, para todo el mundo. Y que me haya sorprendido, Duncan Dhu, que cuando los fiché hace trece o catorce años lo hice porque me recordaban a Jonathan Richman, sin pensar que fueran a vender muchos discos, y ya ves lo que pasó.
¿Está la gente de ahora más interesada en llegar directamente al éxito?
– Eso son estereotipos que se marca la gente, y en el fondo la actitud es la misma, por lo menos en los que yo conozco. Ahora son tan o más radicales que antes, y que luego venda o no venda es lo de menos. Lo importante es la actitud del artista. Nosotros respetamos mucho los parámetros que nos marca cada uno. Cuando alguien es bueno para hacer canciones, lo es para todo, y nosotros lo seguimos, sin pretender vender discos sin más.
¿Fueron los 80 la edad de oro del pop estatal?
– Ahora mismo, cuando todos creían que todo estaba muerto, sale Dover y venden 300.000 discos sin bajarse los pantalones. Lo mejor de la música es que todavía no está sujeta a cosas que se puedan vaticinar. Luego cada uno ve la película según como les va. A nosotros nos va extraordinariamente bien y lo vemos todo positivamente. Sí hay cosas y movimiento, lo que pasa es que algunos no lo pueden ver. Por ejemplo, la música de baile, el nuevo flamenco, el rock… Hay que estar abiertos a todo.
¿Y qué recuerdos quedan de la aventura de Esclarecidos?
– Siempre tuvimos las cosas claras desde el principio, y supimos nacer y morir a tiempo y con honestidad. Y eso ya es algo. Ahora estamos metidos en el proyecto que es como si grabáramos un disco por primera vez. Estamos Cristina Lliso, Suso Saiz y yo, e intentaremos no caer en los errores que se cometen habitualmente.
¿Y cómo se ve todo ahora con familia y responsabilidades?
– No echo de menos nada, y en el proyecto sólo intervengo a nivel de letras. No salgo casi nada: no porque no me guste, sino porque luego no rindo. Sigo en contacto con la música joven, que es lo mejor que tiene este trabajo. Es muy positivo para hacer música y escribir letras. La ilusión no se pierde nunca y, si no la tuviéramos, no lo haríamos.