Tubular Bells: The Mike Oldfield Story

Tubular Bells: The Mike Oldfield Story (BBC Four)

Tubular Bells - The Mike Oldfield Story

Curioso, cuando menos, que al mismo tiempo que se proyectaba esta película en Las Palmas de Gran Canaria dentro del Monopol Music Festival, Richard Branson se encontraba en el Sur de la Isla como cabeza visible de un congreso para ejecutivos que pedía 4.000 euros de entrada para poder participar en él. Lo asegura él mismo en este documental: sin Tubular Bells hoy no existiría el proyecto de los viajes espaciales de Virgin… ni seguramente nada con la etiqueta Virgin. Aquel disco de las ‘campanas tubulares’ fue el que puso a la discográfica en el mapa y el que cimentó el imperio de Branson, quien costeó el disco en 1973 en contra de lo que pensaba y sin tener ni idea de música, como reconoce su socio en el nacimiento de Virgin.

Como todo en este álbum, resulta sorprendente, casi increíble. Corría 1973 cuando Tubular Bells fue editado y, contra todos los pronósticos y expectativas, se encaramó a lo alto de las listas de ventas del Reino Unido. El disco lanzó al sello discográfico que se convirtió en una de las marcas más reconocidas en el mundo (Virgin), formó parte de la banda sonora de una de las películas más exitosas de la década (El exorcista), se convirtió en el álbum instrumental más vendido de todos los tiempos (llegando con el tiempo a superar los 16 millones de copias) y fue grabado casi en solitario por un joven de 19 años de edad llamado Mike Oldfield.

Aunque cuenta con la participación de Sir Richard Branson, Danny Boyle, la familia de Oldfield y los ingenieros del álbum, la espina dorsal de la película es una extensa entrevista con el propio artífice del disco en su domicilio actual en Nassau en la que va relatando los acontecimientos que le condujeron a componer Tubular Bells: una madre con problemas graves de salud mental; el refugio que buscaba en la música cuando era niño, que lo llevó a tocar en clubes de folk de 12 años ya firmar con tan solo 15 con el grupo folk de su hermana y con la banda de Kevin Ayers poco después; su aterradora experiencia al tomar LSD a los 16; su etapa como músico de sesión en la Mansión-Estudio Manor en donde tuvo la oportunidad de pasarle una maqueta al ingeniero de grabación que fue quien se la dio al joven empresario Richard Branson; y, finalmente, la grabación, con un montón de instrumentos impensables en el mundo del rock (armónicas de metal, gongs chinos, campanas tubulares…).

Su inesperado éxito se vio acompañado, además, de lo que parecía una campaña para boicotearlo: Oldfield no iba más allá de mascullar sinsentidos en las entrevistas, se retiró a una colina Hereford, hizo todo lo posible para no interpretar el disco en directo y evitó la vida pública. Poco después el punk lo rebautiza faltosamente como Mike Oldfart (Mike Viejopedo) pero es justo entonces cuando una terapia controvertida con el culto de la Exégesis cambia su vida, grabando a principios de los 80 temas cantados más pop en los que se nota que el músico disfruta finalmente de la vida y el éxito.

Esta segunda etapa llega hasta su reconocimiento ante grandes audiencias en la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres, donde Tubular Bells fue la banda sonora de 20 minutos de la ceremonia de una hora. Como bien dice su ingeniero Tom Newman, Oldfield era por fin una persona normal aunque su mejor producción la había hecho siendo un ser disfuncional. Probablemente ahí se encuentre la aportación más clarividente de este breve aunque bastante completo documental televisivo para la BBC.

 

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