TRILOGÍAS ROCK (2)

Trilogías rock, cuando el concepto es lo que importa

 

 

Algunas nacieron involuntariamente, otras se fueron haciendo por el camino y las hay que tardaron cincuenta años en completarse… ¡cuando nadie lo esperaba! Pueden tener un concepto detrás, una historia común, un lugar que las inspiró, una reconversión religiosa, evocaciones del pasado, sentimientos muy oscuros, recuerdos a los maestros, rupturas amorosas, los años de formación, versiones primerizas de canciones emblemáticas e incluso viajes alucinados y alucinógenos.

 

No son demasiadas, pero sí que ha habido más de un artista que le he dado por grabar tres discos relacionados, admitiendo que forman una trilogía de forma implícita o explícita. Ese es el condicionante principal para que aparezcan en estas líneas y que deja fuera otras que algunos han entendido como tales pero que sus responsables nunca llegaron a reconocer -la trilogía Discipline de King Crimson, la de la muerte de Neil Young o la neoyorquina de Lou Reed-. Ahora solo toca decidir a cuál de las que siguen en las próximas líneas hay agallas para enfrentarse.[Este artículo se publica en tres partes, ayer, hoy y  mañana] 

 

– Gong: La trilogía Radio Gnome Invisible

Ya es casualidad que dos de las trilogías de estas líneas publicasen su primer disco el mismo día, concretamente el 25 de mayo de 1973. La primera, la de Gong, se iniciaba con el álbum Flying Teapot, el primero de los tres discos de Gong que partían de una visión que su líder Daevid Allen había tenido durante la luna llena de la Semana Santa de 1966 en Deià (Mallorca), en la que su futuro se le reveló delante de él. En este disco, más Angel’s Egg (1973) y You (1974), el grupo divagaba con la historia de unos duendes verdes y El Héroe Cero, en su alucinante viaje al planeta Gong en busca de la iluminación. Todo un tratado de rock cósmico y jazz psicodélico, que necesitaba de predisposición o el consumo de las sustancias adecuadas para entrar en sus mundo. Fue la cima de la primera etapa de la banda. Le dieron continuidad con otros tres discos en 1992, 2000 y 2009, pero mejor dejarlo en los de los 70, que ya es más que suficiente.

 

 

– Green Day: La trilogía Uno, dos, tré!

Tras editar dos óperas rock en 2004 y 2009, Green Day quería volver a algo más básico. Se juntaron para componer algunas canciones y salieron con tantas que decidieron editar una trilogía en pocos meses. No había historia detrás pero sí algún concepto más vago que unía a los temas de cada álbum: “En ¡Uno! (2012), te estás adentrando en la fiesta. Ya en ¡Dos! (2012), estás dentro de ella. Y para el tercer disco, ¡Tré! (2013) ya estás limpiando el desastre!”, aseguró en su momento su cantante Billie Joe Armstrong. No era el único lazo: “Mientras el primero se mueve dentro del power pop, el segundo álbum tiene un toque sexy [digamos que más garagero y con similitudes con el proyecto alternativo de la banda, The Foxboro Hot Tubs], y el último de ellos, es el más emocional [reconocieron que querían volver en él a la simplicidad de Dookie (1994)]”. Y, para darles otro elemento de unidad extra, cada uno de los miembros del trío puso su cara para una de las portadas, manteniendo una iconografía similar.

 

Jay Z: La trilogía The Blueprint

Justo el día del atentado a las Torres Gemelas, Jay-Z editaba la primera parte de lo que con el tiempo acabaría convirtiéndose en una trilogía, The Blueprint (2011). Compuesto mientras se encontraba a la espera de dos juicios penales por posesión de armas y asalto, y producido en parte por su colega Kanye West, en sus canciones utilizaba samples de voces clásicas del soul con las que había crecido como Al Green, Bobby ‘Blue’ Bland, David Ruffin (The Temptations) o The Jackson 5, así como fragmentos instrumentales de “Five to One” de The Doors o “Fame” de David Bowie. Al año siguiente, le daba continuidad en su séptimo trabajo en solitario, The Blueprint²: The Gift & The Curse. Con un sonido más pop, su primera parte (The Gift) tenía un tono más optimista, mientras que la segunda (The Curse) se revelaba más oscura, colaborando con él Pharell Williams, Lenny Kravitz o Big Boi (OutKast). Cuando ya nadie esperaba una nueva entrega, seis años más tarde apareció la tercera, un disco que pudo no haberse grabado nunca, “el álbum más difícil que he hecho jamás por haber querido llevarlo en una nueva dirección que no me era familiar”, según reconoció el rapero y exitoso empresario.

 

– Kanye West: La trilogía educacional

Antes de lanzar su debut, Kanye West ya se había hecho un nombre como uno de los productores más interesantes e innovadores de su generación, trabajando con Alicia Keys, Ludacris y, como se ha comentado anteriormente, Jay-Z. Ya entonces había planeado enteramente sus tres primeros discos, en los que repasaría su etapa formativa. The College Dropout (2004), Late Registration (2005) y Graduation (2007) siguen estando entre lo más celebrado de la historia del hip-hop. Sin embargo, la intención original era llevarlo más allá de la trilogía, con un cuarto disco, Good A** Job, en el que hablaría de la vida laboral tras graduarse. La muerte de su madre Donda West (a la que le dedicaría dos discos en 2021 y 2022), debido a complicaciones en una operación de cirugía estética, le hizo girar hacia un tono más serio en su música, dejándolo así en una trilogía involuntaria.

 

– Leonard Cohen: La trilogía Canciones

Cuando Sony reeditó los tres primeros discos de Leonard Cohen juntos en 2007 en una edición en caja de pasta dura, no estaba sino poniendo en evidencia algo bien claro: sus tres primeros discos estaban encabezados por la misma palabra: Canciones. Eran los tres primeros discos del Cohen poeta, Songs of Leonard Cohen (1967), Songs from a Room (1969) y Songs of Love and Hate (1971), unidos por una forma de declamar austeramente y una imperturbable sensibilidad europea que los hacía parecer de otro lugar y otra época. Tras haberse dado a conocer relativamente pronto como escritor de prosa y verso, la trilogía presentó al trovador mujeriego y existencialista como músico ante una audiencia más amplia, con unas composiciones atemporales, incluso aunque estuvieran imbuidas de la contracultura de los 60. Luego se sacrificaría en el altar del sonido de Phil Spector y llegaría su resurrección, sintetizadores mediante, en los 80, pero no era lo mismo. Incluso podemos discutir si sus tres últimos discos forman otra trilogía sobre la mortalidad, pero lo que es indiscutible es que los cimientos de su obra están en aquellos tres primeros trabajos.

 

– Maxwell: La trilogía Black Summers

He aquí una trilogía inconclusa, por ahora, pero de la que su autor ha hablado en más de una ocasión. Cuando en 2016 Maxwell, uno de los máximos estandartes del neo-soul, editó blackSUMMERS’night, lo presentó como la segunda parte de una trilogía que supuestamente había iniciado con BLACKsummers’night en el 2009 y que tendría su conclusión con blacksummers’NIGHT en 2022. Los tres discos estarían entrelazados “libremente en el concepto de una noche en la vida de una mujer llamada Black Summers” y por el uso de las mismas letras en los tres títulos, solo que con distinta disposición de las minúsculas y mayúsculas. Esa tercera parte tendría, según sus palabras, un lado más oscuro y político motivado por sus viajes recientes a Nigeria, Haití o la República Dominicana, pero lo cierto es que desde su single “Off” en 2021 no hemos vuelto a saber nada del tema.

 

 

– Meat Loaf: La trilogía Bat Out of Hell

Llegamos ahora a otra categoría, la de la trilogía que se crea a partir del éxito de un primer disco. O, dicho de otra forma, un álbum y sus secuelas. Como suele suceder en este tipo de casos, la primera entrega es la única que nace de una pulsión creativa genuina y, por tanto, la verdaderamente reseñable. Meat Loaf se abrió paso con el éxito mayúsculo e inesperado de Bat Out of Hell en 1977, creado en colaboración con el productor Todd Rundgren y el compositor Jim Steinman. Steinman volvió a formar equipo con Meat Loaf para hacer Bat Out of Hell II: Back into Hell (1993), que se convirtió en un éxito casi tan grande como el primero. Para la tercera entrega, Bat Out of Hell III: The Monster Is Loose (2006), problemas de salud, juicios y sentimientos de culpa impulsaron el intenso melodrama habitual de las canciones, aunque Meat Loaf no contó con Steinman… y acabó renegando del disco: “No voy a entrar en los aspectos políticos del álbum. Quería estrangular a alguien, pero no a Jimmy, confía en mí. No existe Bat Out of Hell III. Nunca debería haber sucedido. Para mí, ese álbum es inexistente”.

 

– Mike Oldfield: La trilogía Tubular Bells

La primera entrega de Tubular Bells es la que se publicó el mismo día que la de Gong comentada anteriormente. Y en la misma compañía, Virgin, el origen del emporio de Richard Branson. Aquel disco orquestal e instrumental se vio encaminado a una repercusión hasta entonces inédita para un disco instrumental al aparecer su tema de apertura en El exorcista. Al igual que Meat Loaf, el éxito -¡quince millones vendidos y sumando!- llevó a su autor, a darle continuidad con Tubular Bells II (1992) y Tubular Bells III (1998, incorporando elementos electrónicos que su autor había ido descubriendo en su retiro en Ibiza), que también llegaron a lo alto de la lista de álbumes pero que no podían igualar el impacto del original. En descargo de Oldfield conviene señalar que su compañía ya le estaba proponiendo a mediados de los 70 grabar una secuela y que este se resistió unos cuantos años. Ojo, hay más: regrabaciones del disco original en 1975 y 2003 e incluso lo que podíamos considerar la cuarta entrega de lo que sería entonces una tetralogía: The Millennium Bell (1999).

 

 

 

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